Hace cuarenta años no sabía quién coño era Hayao Miyazaki. Aunque me lo hubiera propuesto, habría sido casi imposible encontrar algo de información sobre él en aquellos tiempos en los que no existía internet; aparte de haber colaborado en hitos de la animación lacrimógena setentera como Marco y Heidi, su nombre apenas era conocido en Japón, y no digamos ya en España. Pero vi Sherlock Holmes y me fascinó. Aquel fue un adelanto del inmenso talento que atesoraba Miyazaki, y eso que las directrices de la serie en principio no dejaban mucho espacio a la creatividad: debía ser una serie de enfoque infantil inspirada en el arquetípico detective de Arthur Conan Doyle. Unos dibujos animados protagonizados por animales antropomorfos y basados en un clásico de la literatura es una descripción que puede traer a la cabeza varios títulos, más o menos acertados. La diferencia radica en que Miyazaki logró crear un universo propio mucho más interesante que mosqueperros o willyfogs. El estilo que Miyazaki quería imprimir a la producción quedó patente en los seis episodios que dirigió antes de que se abandonara el proyecto por un jaleo con los derechos de los personajes de Doyle. Un par de años más tarde, solventados los problemas, se retomó la serie pero ya sin Miyazaki, aunque las líneas maestras que trazó se mantuvieron. Probablemente, el gran acierto fue ambientarla a finales del siglo XIX, principios del XX, con un enfoque steampunk; esto es, con imposibles y complicadas máquinas mecánicas en general movidas a vapor. Por ejemplo, el coche de Holmes, sin volante y con palancas y farolillos era una maravilla, pero donde se lució el diseño de producción fue en los inventos del profesor Moriarty: trenes subacuáticos, ciclópeos vehículos anfibios o un ingenio volador con forma de ¡pteranodon rosa!
Los episodios trataban, como es lógico, casos de Holmes, pero no descuidaban el humor. Dejando de lado los inevitables slapsticks y los chistes blancos habituales de los dibujos animados, eran destacables las hordas de torpes agentes de Scotland Yard que se encaramaban de forma inverosímil en los furgones como si formaran parte de un número del Circo del Sol intentando batir un récord del mundo, o los numerosos finales con el inspector Lestrade capitaneando una persecución similar a las de Benny Hill, o el dueto cómico de ayudantes de Moriarty, que tenían una tendencia al transformismo solo igualada por los Morancos, y por supuesto, lo mejor de la serie: el propio profesor Moriarty.
Este personaje, ególatra, histriónico y megalómano como todo buen archienemigo que se precie, era memorable. Como tantas otras veces, el malo resultaba ser más carismático que el protagonista, tenía mejores artefactos e incluso vestía de manera elegante: chistera, traje blanco con capa a juego y monóculo, como el lector medio de Jot Down. Y qué decir de su legendario jajejijojú que sigue hoy en día dentro del vocabulario de respetables cuarentones. Curiosamente, hubo un par de generaciones que quedaron marcadas por tres risas dispares pero fabulosas: la citada carcajada maléfica de Moriarty, el gemido nervioso de Mozart en Amadeus (Milos Forman, 1984), y el cacareo de Loreto Valverde, aquella presentadora que al reír emitía un sonido equino, espantoso, similar a los aullidos que daría Björk si la estuvieras matando a pellizcos. Si vivió aquella época y no se le saltan las lágrimas al recordarlo, permítame decirle que usted no tiene sangre en las venas.
Cuarenta años después de su estreno obviamente sé quién es Hayao Miyazaki, un genio, y el revisionado de Sherlock Holmes es agradable, aunque algunas escenas pueden resultar chocantes hoy en día en una serie de animación infantil. Por ejemplo, en un capítulo Lestrade intenta suicidarse, cansado de verse humillado una y otra vez por Moriarty, o en otro episodio, el profesor abofetea a uno de sus esbirros (cómo no, disfrazado de mujer) que interpreta el papel de esposa histérica, como si fuera algo normal; y además le ofrece «¿tienes bastante o quieres otra?». Bueno, sí, pero ¿qué quieren? Al fi n y al cabo, Moriarty era «el mayor talento criminal de la historia, el genio del mal».
Saludos desde argentina, me has hecho acordar de estos maravillosos cartoons que ahora me doy cuenta que fueron el germen para que me convierta en un fan de sherlock. He leído los cuentos de Conan Doyle y he visto toda película y serie del magnífico personaje.
A propósito de japoneses, escríbete algo de Yamato Space Battleship, es genial!!
Espero que no hayas visto cierta aportación española…
El mejor Moriarty, sin duda alguna 🤣🤣🤣
La serie es una maravilla, ambientada en el siglo XIX para niños del siglo XX.
en el siglo 21 vemos películas llenas de sangre, asesinatos violencia y referencias sexuales como dead pol y wolwerine, y eso antes tenia una calificación para mayores de. Y ahora es para niños.
Supongo que es mi impresión subjetiva, pero me parece un artículo demasiado corto.
Se me acaba de caer el monóculo, por cierto ;D
Se lo ponía a mi hija, pero me gustaba más a mi.
De hecho, Miyazaki quería que el auténtico monstruito (de superinteligencia) de la serie fuese la señora Hudson, que daría sopas con honda tanto a Holmes (Sherlock Hound en inglés) como a Moriarty. Obviamente le dijeron los mandamases que eso era ir demasiado lejos, no sé si por alterar de manera tan drástica el personaje o porque a pesar del título de la serie el protagonista absoluto iba a ser una mujer. O por las dos cosas. Pero creo que habrá acuerdo general en que si la serie hubiera seguido este plan, hubiera sido definitivamente un hito en su género.