Cine y TV

Matrix: una realidad incómoda

The Matrix Resurrections. Imagen Warner Bros.
The Matrix Resurrections. Imagen Warner Bros.

The Matrix, película de 1999 producida y dirigida por Lana y Lilly Wachowski, se ha convertido en una obra atemporal, reflejo de las inquietudes sociales presentes en su momento y ya materializadas en la actualidad. Precisamente es esta característica, el desmarcarse de su época exacta para permitir que su mensaje tenga el mismo calado sea cual sea el momento en el que se visualice, aquello que hace de cualquier producción cinematográfica una verdadera pieza artística. Y lo es porque en esta película el componente de previsión de lo que años después ocurriría con el desarrollo de la tecnología informática, y las grandes reflexiones filosóficas que encierra, cumple el fin de ofrecer al espectador los grandes temas del pensamiento de un modo fresco y actual, enmarcándolos en los problemas y los muy reales peligros del presente, demostrando que el ser humano, pase el tiempo que pase, siempre que ha reflexionado sobre la realidad en la que vive, sobre los motivos del poder, sobre la ética, sobre la dignidad de la persona sustentada en su libertad, ha estado preocupado por cuestionarse si aquello que percibe, si el mundo en el que está, si las razones de lo que se le traslada como indubitado, realmente lo son.  

Los nombres de los protagonistas de la película apuntan desde un primer momento a la existencia de una realidad diferente a aquella en la que se enmarcan; el componente metafísico cristaliza en la existencia de un salvador, de un hombre nuevo, un neohombre, precisamente llamado Neo (Keanu Reeves) que asume la tarea de abrir una grieta en la realidad impuesta y conocer el verdadero mundo en el que la humanidad se encuentra; para ello resulta preciso despertar del sueño —inducido— en el que nos encontramos, estando esa llave en manos de Morfeo (Laurence Fishburne), personaje que evoca el mito griego de aquel que conocía el camino entre ambos mundos, el físico y el onírico, siendo tal vez este el cierto, la auténtica realidad, quien junto con Trinity (Carrie-Ann Moss), en clara referencia a un concepto trascendente, cristiano incluso, consiguen dar con el neohombre y abrir una ventana a la esperanza de la humanidad, que vive con la felicidad de quien ni siquiera sabe que es un esclavo. Tenemos, en fin, que a través del camino de los sueños, un componente incluso sagrado consigue dar con el arma necesaria para quebrar ese trampantojo creado para tener bajo control a toda la sociedad. Ese arma no es sino el ser humano pleno, el filósofo, el guerrero de la razón, aquel que se cuestiona hasta su propia realidad. 

The Matrix es un canto refrescante al valor de la filosofía. El velo puesto entre la realidad y la simulación creada en la que vivimos, es la traducción al lenguaje del cine de la caverna platónica, en la que la realidad para quienes allí estaban encerrados desde su nacimiento eran las sombras proyectadas en la pared, creyendo, acríticamente, que la vida a eso se reduce, cuando la verdadera existencia es exponencialmente superior. El poder se encarga de arrebatar las herramientas necesarias para salir de esa realidad generada ad hoc, porque el conocimiento es libertad, y la realidad verdadera supone, para acceder a ella, un alzamiento y un cuestionamiento de las imposiciones. Quienes tienen un criterio, una razón cultivada, y relativizan todo lo que se les presenta como indudable, son los que emprenden el camino de salida de la caverna y llegan a un jardín luminoso. 

La película sigue esta senda, presentándola en el contexto de una humanidad completamente dormida —y con gusto de así estarlo— rodeada de una tecnología que ha adquirido consciencia y que ha comprendido que eliminando el esfuerzo intelectual, el pensamiento verdadero y disciplinado, que consiste no en reproducir el conocimiento, sino en su aplicación a la práctica y en la generación de nuevas ideas, tiene vía libre para hacer de la sociedad un ente desprovisto de criterio, pues ese criterio se lo ha entregado voluntariamente, abandonando todo ánimo de esfuerzo, de investigación, de inquietud, de estudio. 

Cuántos autores tan importantes se han referido a la necesidad de despertar y ver así la realidad. Desde René Descartes, cuando aludía a volverse hacia el interior y comprobar que nadie puede pensar por nosotros, sino que somos nosotros mismos quienes pensamos y con ello revelamos nuestra propia existencia; Kant, al agradecer a Hume que le despertó del sueño dogmático, de las imposiciones, y le abrió las puertas a sus dos críticas, de la razón pura y de la razón práctica; antes de ellos los escolásticos incluso, al argumentar ontológicamente que hay algo mayor de lo cual nada puede pensarse, o al demostrar que desde la razón individual se puede llegar al conocimiento verdadero, a justificar la propia existencia de la realidad trascendente. Y qué decir de aquellos grandes intelectuales, como Wittgenstein, que se dieron cuenta de que no todo se reduce a los confines de lo que entendemos por realidad, sino que hay algo más allá del lenguaje significativo; hasta llegar a Orwell y Huxley, con la plasmación novelada del control por parte del poder, en un mundo aparentemente feliz que dista mucho de serlo. Y no puedo dejar de referirme a nuestro Pedro Calderón de la Barca, dramaturgo y escritor del Siglo de Oro, quien también en su obra hizo una muy importante reflexión sobre la necesidad de entender la realidad de la vida bajo un prisma filosófico, de tal modo que cada uno de nosotros se hace su propio destino, con decisiones personalísimas, sin desconocer que el entorno que nos rodea puede ser una ficción en sí mismo, no debiendo permitir que nuestra vida sea dirigida por nadie más que por nosotros mismos. Basta con leer, desde esta perspectiva, el monólogo final de Segismundo en La vida es sueño: «¿Qué es la vida? Una ilusión,/una sombra, una ficción,/y el mayor bien es pequeño;/que toda la vida es sueño,/y los sueños, sueños son».

La clave para poder llegar a comprender la realidad oculta, e incómoda para quien desea mantener el control, está, incuestionablemente, en proporcionar una educación plena, en el desarrollo del pensamiento sin límites, en la potenciación de la filosofía en todos los niveles. El hecho de que esto no sea así se manifiesta en la falta de dotación de los medios necesarios para poder correr esa cortina de irrealidad que nos separa de llegar a ser seres brillantes, y, en consecuencia, que aquello y aquellos que ahora se presentan como necesarios dejen de serlo. La tecnología, las inteligencias artificiales, no acompañadas de ese pensamiento crítico, sirven al cometido de separarnos de la realidad, construyendo otra alternativa en la que el medio se convierte en un fin en sí mismo, generando unas píldoras de felicidad, tan artificiales como la propia inteligencia cibernética que las produce, que alienan al individuo y hacen que, con satisfacción por su parte, no solo no rompa las cadenas que se le han puesto, sino que las apriete con mayor fuerza, creyendo que en ellas va a encontrar la razón de su vida y existencia. 

Si hay una cita que recoge a la perfección el mensaje que, ya al margen de cualquier tiempo, ha dejado esta película, es una atribuida al padre del racionalismo, al que antes me he referido: «Vivir sin filosofar es, propiamente, tener los ojos cerrados, sin tratar de abrirlos jamás».

Se puede entender perfectamente que quienes tienen interés en que la matrix, la simulación de la realidad, permanezca para siempre, no permitan que en todos los niveles educativos la filosofía tenga el peso que se merece, y tan necesario. ¿Cómo va a ser de otra manera, cómo lo van a querer, si se trata de una disciplina que «es un saber especial, de los primeros principios y las primeras causas», como dijo el gran Aristóteles? Pensemos en ello, pues las omisiones, las ausencias, son tan elocuentes como los hechos, para quien tenga los ojos bien abiertos. 

No creo en el destino porque odio pensar que no soy yo quien controla mi vida.

Matrix nos rodea. Está por todas partes. Incluso ahora en esta misma habitación. Puedes verla si miras por la ventana o al encender la television. Puedes sentirla cuando vas a trabajar, cuando vas a la iglesia, cuando pagas tus impuestos Es el mundo que ha sido puesto ante tus ojos para ocultarte la verdad.

Yo solo puedo mostrarte la puerta, tú eres quien la tiene que atravesar.

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11 Comentarios

  1. Juan Antonio González Vazquez

    Me ha encantado el artículo de Diego García Paz. Matrix una realidad incómoda.

  2. En la pelicula, el origen de «matrix» está en las máquinas: obtención de energía. La necesidad de un mundo virtual (esencia de esta engañosa ficción) no aparece justificada. Ese es el problema de matrix como ficción: ¿qué necesidad tendrían las máquinas de recrear un mundo virtual? ¿Para qué?

    • La propia película lo explica: porque si no es por esa realidad alternativa, los cerebros humanos siempre tratan de rebelarse contra el encierro, incluso si es subconscientemente. No se trata de que uno se lo crea, toda la película es pura fantasía. Pero dentro de esa fantasía, sí está explicado. Como el condensador de fluzo. Uno se lo cree y y ya, y disfruta de la película.

  3. La película favorita de los conspiranoicos. Curiosamente los que más metidos están en esa supuesta matrix son los más abducidos están por la (des)información manipulada con bulos. A partir de que empiezan a creerse lo de que viven en Matrix abren la puerta a todo tipo de paranoias.

  4. Que aburrida Nota

  5. Bien por tu artículo. Pero no concuerdo mucho con la típica asociación Caverna platónica de Matrix. También resulta grandilocuente asociar Matrix a toda la historia de la filosofía racionalista. Aunque podamos ver connotaciones y tiremos de todos los hilos, Matrix es Matriz. El Super Modelo Todopoderoso que se multiplica al infinito, y que
    mata cualquier deseo o manifestación que pudiera llegar a amedrentar o menoscabar su grandeza. La alusión kantiana me parece correcta, si se recuerda que Kant criticó sobretodo la ausencia de valoración ética en todo juicio, práctico o teórico. La idea de Matrix, como película, la percibo más en sintonía con Orwell. La Matrix no nos deja hacer nada, es asfixiante – la premisa-. Y Neo, el elegido, intenta demostrar que él, no es un invento de la Matrix. Por lo tanto, que el ser humano no es un fallo del sistema – uno nuevo -que atenta contra el sistema. IA que controla IA, y así sucesivamente, hasta que de tanto control, lo único que pasa es que al final no hay control, sino algo que se escapa al control. Se autopercibe dirigiendo una gesta heroica, indudablemente destinada al fracaso, pero con algunas alternativas que mejorarán la situación.

  6. Muy muy buen articulo. Felicidades

  7. Me parece muy acertada la comparación de lo que es vivir en la matriz y en el mundo real ya que la mayoría de las personas no quiere percibir el mundo que lo rodea con todo y lo que conlleva, prefieren estar cegados por la falsa idea de felicidad para no tener que involucrarse en tareas que implican esfuerzo y preocupación por el medio ambiente, el bienestar del otro y la automejora.

  8. La Veneno

    Vista en perspectiva, la película es simple y llanamente la traslación de los impulsos transgeneristas de las Wachowoski a un contexto sci-fi.

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