Cuatro frases. Eso es todo lo que hizo falta para que un personaje extremadamente secundario de El imperio contraataca se convirtiera en figura de culto allá por 1980. En pantalla, se trataba únicamente de un cazarrecompensas sin nombre que ayudaba a Darth Vader a localizar a Han Solo y la princesa Leia cuando estos se escondían del Imperio en la ciudad de las nubes de Bespin. Pero claro, en la galaxia multimedia de Star Wars hasta el último cliente de la cantina de Mos Eisley acaba teniendo nombre, apellidos y una biografía de cinco mil palabras en la Wookieepedia, y aquel tipo silencioso del casco molón no iba a ser menos. Lo que ni siquiera George Lucas esperaba fue la inmensa popularidad que alcanzó en muy poco tiempo Boba Fett entre los fans, algo que llevó al personaje a prodigarse en cómics, novelas, juguetes de todo tipo y, finalmente, a su regreso triunfal a la pantalla en la precuela El ataque de los clones, donde por fin conoceríamos su origen como parte —muy tangencia— de la conspiración de Darth Sidious para acabar con la República y los caballeros jedi.
La historia, claro, es algo más larga e incluye un debut animado en el infame «Especial de Navidad» de Star Wars en 1978, y un muñeco por el que hoy se pagan sumas no menos infames de dinero en el mercado del coleccionismo. Pero en el fondo, desde aquellas cuatro líneas de diálogo, Boba Fett no ha dejado de ser una carcasa vacía, cuya leyenda se alimentaba más por esa misma parquedad que por la poca chicha que pudiera haber detrás del casco. Como esos antihéroes del oeste en los que se basa —piensen en el «hombre sin nombre» interpretado por Clint Eastwood en los wésterns de Sergio Leone—, Fett es un cowboy misterioso, duro, de carácter poco amigable y actos contundentes. Y por eso el mito se ha ido engrandeciendo con el tiempo a base de versiones contradictorias que, en los viejos tiempos, eran imposibles de reconciliar en una sola vida: sus distintas huidas del monstruoso Sarlacc que parecía haberle devorado en El retorno del jedi, su lugar como protector o traidor entre el enigmático pueblo mandaloriano, su rivalidad con Han Solo y hasta con los hijos de este, hoy desaparecidos de la continuidad oficial. Pero hasta las contradicciones alimentaban su grandeza, como ocurre con toda figura mítica que se precie.
El caso es que ahora llega a la pantalla El libro de Boba Fett con ánimo de rellenar algunas de esas lagunas pasadas y de impulsar la historia hacia un desconocido futuro. Y a juzgar por lo visto en los dos primeros episodios, parece que los creadores de la serie se mueven por el mismo impulso nebuloso e indescriptible que han tenido los fans durante décadas: queremos saber más del personaje, queremos verle protagonizar su propia historia, pero al mismo tiempo no sabemos exactamente qué narices hacer con él. Esto, ojo, no implica que la serie sea mala. Hasta el momento no es ese el caso, y de hecho el segundo capítulo ha sido capaz de ofrecer un notable relato de aventuras con ecos de Lawrence de Arabia y sabor a viejas películas del oeste, con el refrescante equilibrio entre drama, acción y humor que ya pusiera en juego The Mandalorian.
Pero, a diferencia de aquella, que al final de su primer episodio planteaba en una sola imagen (ya icónica) el núcleo fundamental que iba a impulsar su narrativa —la mano del protagonista extendiéndose hacia la cuna del pequeño Grogu— aquí aún no está claro hacia dónde quieren ir Jon Favreau, Dave Filoni y compañía. De momento, parecen contentarse con ejercer de críos jugando con sus figuritas de acción, y honestamente, eso lo hacen de maravilla. No es poco mérito, en serio, ser capaces de facturar dos episodios tan competentes y con momentos de verdadera brillantez, como el asalto al tren del desierto o los gags verbales y visuales de ambas entregas. Si creen que es fácil jugar con muñecos vintage, echen un vistazo a auténticos descarrilamientos pop como el reciente horror de Matrix Resurrections.
Razones hay para creer que las mentes pensantes que hay detrás de El libro de Boba Fett tienen una idea más nítida de adónde quieren llevarnos. Al fin y al cabo, Dave Filoni ha exhibido ya su destreza para hilar tramas de larga distancia en siete excelentes temporadas de The Clone Wars, cuatro de Rebels y las mencionadas dos de The Mandalorian. Pero por el momento, el espectador observa, se divierte y se mantiene a la expectativa en una serie que empieza algo desnortada, como si no tuviera una brújula clara. Esto podría cambiar de un momento a otro, claro, y esperamos que así sea. Hasta cierto punto, confiamos en ello. Mientras tanto, nos abandonamos al periplo del cowboy por el desierto y admiramos la fuerza evocadora de esa figura construida a base de trazos inconexos que empezó como un secundario con cuatro frases y ha acabado por convertirse en el más grande cazarrecompensas de toda la galaxia. Ahí es nada.
A ver por donde nos tira. El protagonista es malisimo actuando.
Siempre me aburrieron todos los intentos de Lucas y compañía desde que crearon «La guerra de las galaxias» en los setenta, pero tengo que admitir que «The Mandalorian» me atrapó desde el principio. Quizá se deba a ese «notable relato de aventuras con ecos de Lawrence de Arabia y sabor a viejas películas del oeste, con el refrescante equilibrio entre drama, acción y humor» al que alude el Sr. Juanma Ruiz, unido al indudable carisma de Pedro Pascal (sí, sí, a pesar del casco). Esto de «Boba Fett» parece que podría ir por buen camino si Favreau, Filoni y compañía mantienen el pulso con el rumbo de la anterior aunque estoy de acuerdo con JoseLeon, en que sustituir a Pascal por esta especie de chorizo «mal atao» neozelandés maorí que «actúa» como lo hace, es algo que lastra enormemente el resultado final.
Los implantes dentales que tiene Temuera me sacan de la historia cada vez que pone cara de estreñido.
Están sobredimensionados.
Buena parte de la historia de The Mandalorian era absurda y completamente inconexa con el universo Star Wars, dejando cabos sueltos que no pintaban nada de nada. Por ejemplo: ¿qué papel tuvo el «baby-Yoda» en acontecimientos posteriores, cuando no parece obvio que haya jugado un rol determinante en la derrota definitiva de los Sith…? ¿Tuvo el «baby-Yoda» alguna importancia en los sucesos mostrados entre los episodios 7-9?
Sin embargo, The book of Boba Fett muestra un periodo de la historia interesante, aparentemente antes de la caída de Darth Vader, al menos en algunos flashbacks. Se supone, porque no se ve prácticamente ningún soldado imperial. El protagonista —por cierto, Temuera Morrison hace una actuación indudablemente excelente y está claramente inmerso en su papel— parece haber perdido todo su interés en los jedi o en asuntos del imperio. ¿Por qué?
Veamos a donde nos lleva la historia. Esperemos un golpe de timón.
Siempre consideré la saga de la Guerra de Galaxias «boba», por no usar adjetivos más ofensivos…Mandalorian me cautivó por ser una propuesta sólida, inteligente, con «encanto» y con un tufo de la saga presente pero nada molesto…pero, siguiendo la ley de Sturgeon, al ver los dos primeros capítulos de «Boba» presiento que va engrosar esa enorme lista de de productos “mierd$%” , a los cuales no tienen ya tan acostumbrados los norteamericanos. No tiene ese “je ne sais quoi” que tenía Mandalorian, que es algo que comparten las obras sobresalientes con las obras maestras …los críticos usan la frase “en estado de gracia” para definir el trabajo de todos los involucrados. Esta otra “Boba” no tiene nada, ni gracia…
Debido al comentario de Colgate no pude dejar de ver los dientes de Temuera y su actuación casi en piloto automático…xD
De momento, el único error gravísimo en The Book of Boba Fett es la aparición del pésimo actor Danny Trejo, que no pinta nada.
Para mí la serie empezó con un capítulo muy bueno e interesante, y de momento va cayendo. El segundo no pasaba de curioso pero algo perdido. Y este tercero es que ya roza la ridiculez. El diseño de los moteros es un poco lamentable, ¡pero es que el de sus motos es horroroso! ¡Parecen sacadas de Spaceballs, de verdad! ¿Alguien se acuerda de la caravana con alas?
Y la persecución, la misma vergüenza ajena. Y los malvados Hutts que son tan malvados que salen corriendo. Y el señor Fett que se pone y se quita el casco continuamente sin tener ninguna razón ni para ponérselo ni para quitárselo (al contrario que ocurría en la muy superior «The Mandalorian»). ¿Será que se quiere refrescar la calva de vez en cuando? ¿Así que el emblemático casco de Boba Fett (¡de Boba Fett, nada menos!) se ha convertido en una boina como otra cualquiera?
A ver si la cosa remonta sólo un poquito la semana que viene…
Para mi Boba (como fan de star wars desde que tengo uso de razón) siempre ha sido un personaje enigmático y con cierta atracción. A raíz de la serie me emocioné, pues iban dar protagonismo a una figura muy querida por los fans. ¿El resultado? un poco descafeinado, supongo debido a las expectativas creadas después de «The Mandalorian» y un poco llevado por el «hype» de todo lo que arrastra el bueno de Boba.
Me quedo con que al menos la serie cumple como producto de entretenimiento (osea, que entretiene) pero no ha conseguido ese «pellizco» que espero de la franquicia.