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Arturo Pérez-Reverte: «Somos lo que queremos ser, cada uno tiene el mundo que se merece»

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Arturo Pérez-Reverte (Cartagena, 1951) vive en una casa que evoca el universo de sus novelas. Tiene más de treinta mil libros. Y maquetas de barcos. Y armas antiguas. Y un montón de artefactos maravillosos, como un viejo catalejo de ballenero que le regaló su amigo Javier Marías. El entrevistador le conoce de hace tiempo, de cuando era reportero y coincidieron en algún conflicto, y comprueba que no ha cambiado. Es amable, pero no dócil; es fiel a sus amigos, pero no compadrea con cualquiera. La conversación se desarrolla en su biblioteca.

¿Nunca tienes un pinchazo de nostalgia por el periodismo?

Tengo el impulso. Ocurre como cuando has sido torero o cura. Hay oficios que marcan. Pero otras cosas se superponen a cualquier pinchazo de nostalgia: soy consciente de la edad que tengo, de que el tiempo ha pasado, de que el mundo actual no es el de antes, de que el periodismo que se hace ahora no es el que yo hacía, de que la técnica ha cambiado, de que la psicología del público también ha cambiado, de la inmediatez de la transmisión, de que internet le ha dado la vuelta a todo… eso me consuela y me templa la melancolía. Sé que ahora tendría que hacer un esfuerzo técnico y psicológico enorme para reciclarme y poder hacer el periodismo que hay que hacer ahora; y me da pereza. Trabajé veintiún años como reportero y ya está bien. Digamos que la melancolía o la nostalgia quedan compensadas por la lucidez.

¿Cuándo has tenido el último pinchazo de periodismo?

Pasa siempre. Estás viendo lo de Libia o lo de Siria en el telediario y te dices, «¿por qué están en la frontera?, ¿por qué transmiten desde ahí, por qué no están dentro?». Además conoces el país, la frontera, los montes, y piensas que tú habrías entrado por tal sitio, que habrías llamado a Fulano para que te metiera, que habrías sobornado a tal aduanero… y notas que la experiencia del viejo zorro que fuiste en tu tiempo iría bien para ese tipo de situación. No con todos, evidentemente, hay gente que lo hace mucho mejor de lo que yo lo hacía, pero tienes esa sensibilidad hacia el oficio que es imposible de perder. Fueron veintún años, fueron muchos ratos de todo tipo… Pero todo eso se contrapesa con la certeza de que tengo sesenta y cuatro años y ya no podría estar tres días sin dormir, ni recorriendo mil kilómetros a pie… Ya no puedo hacer esas cosas, acepto que es otra vida la que estoy recordando, y no la presente.

¿Planeaste la transición del periodismo a la literatura, o simplemente ocurrió?

Nada estaba planeado. Yo soy un escritor tardío. Empecé a escribir novelas con treinta y cinco años. No tenía vocación literaria. Para mí los libros eran una compañía, una herramienta que me permitía comprender el mundo y consolarme de un montón de cosas. Y un día, a la vuelta de uno de esos viajes largos y duros, me senté y me propuse escribir. Pero en vez de escribir una experiencia autobiográfica, que estuve en Eritrea, que me pasó esto y lo otro, dado que me causaba cierto pudor hablar de mí (de hecho tardé muchos años en hablar de mí como escritor), lo que hice fue situar una acción y unos personajes en la guerra de la Independencia, y mi historia, las cosas que yo había vivido y sentido, las volqué en la novela. Me pareció una forma púdica de dar salida a esa mirada. La novela [El húsar, 1986] me hizo sentir bien, aunque nadie la leyó. A la vuelta de otro viaje hice otra que se leyó un poco más [El maestro de esgrima, 1988]. La tercera, que fue La tabla de Flandes, se publicó en 1990, poco antes de la guerra del Golfo. Para mi sorpresa me fui a la guerra siendo un reportero y a la vuelta mi novela era un best seller. Y no en España: empezó vendiéndose fuera, en Francia, Italia y Estados Unidos, y luego en el mercado español. Vender novelas me permitía tener independencia económica. Entre 1990 y 1994 hubo un periodo de transición en el que seguí siendo periodista y escritor pero llegó un momento en el que comprendí que había que elegir, una cosa era incompatible con la otra. El tiempo pasaba, venía un periodismo diferente al que yo no me iba a adaptar con facilidad y vi la solución; si podía vivir de los libros, mejor. Entonces escribí Territorio Comanche, que fue la primera vez que hablé de mí, aunque el personaje se llamara Barlés, y con eso me despedí del oficio.

Es que Barlés eras tú.

Evidentemente, todos esos recuerdos son míos. He hecho ese ejercicio solo dos veces, una en Territorio Comanche y la otra en El pintor de batallas. Las dos están hechas con recuerdos personales y son novelas autobiográficas (especialmente Territorio Comanche), pero en ninguna aparezco como Arturo. No me gusta escribir memorias. No es algo que me haga sentir cómodo. La literatura es un buen filtro para suavizar las luces demasiado fuertes sobre la vida propia.

En esa transición que marcas con Territorio Comanche también hay un texto más privado en el que dices «me voy».

Sí, me voy. En la novela hablaba de la profesión con todo el amor y toda la lucidez que puede tener cualquiera que conoce el oficio de verdad. Yo contaba las cosas como son: con humor, mala leche, recordando anécdotas, bromeando y con ese toque de cinismo profesional que se adquiere en ese oficio que tú conoces tan bien o mejor que yo. Eso no gustó a mis jefes en Televisión Española e intentaron tocarme las narices. Alguien me avisó: «Arturo, me han dicho que use tu libro para empapelarte». Y pensé que a esas alturas no merecía la pena aguantar a esos cretinos teniendo la vida resuelta, no dependiendo de la tele para vivir, con veintiún años de trabajo a mi espalda… Discutir con tontos supone tener que bajar al nivel de los tontos y ahí son imbatibles. Recuerdo que acababa de volver de un reportaje en la antigua Yugoslavia y tenía que ir a Colombia a hablar de una novela nueva. Estaba en casa dormido, me desperté a las dos y dije: «Me voy de la tele». Yo era funcionario, era fijo del Estado, por lo que no me podían echar, me tenían que mandar a otro sitio; decidí renunciar a veintiún años, no necesitaba esa seguridad laboral ni merecía la pena. Así que me fui a la tele, escribí una carta de dimisión en la cual decía que les dieran morcilla a mis jefes y, después de enviarla a un amigo de la agencia EFE, la colgué en el tablón de anuncios y me fui. Eso es todo. Creo que fue una de las decisiones más acertadas de mi vida. Ese día volví a casa y me sentí libre. Ya no tenía la seguridad del Estado pero tenía independencia para escribir. Me la jugué y salió bien.

Pero dejaste de ir a ciertos sitios para hacerte escritor.

No, seguí yendo. Ahí tenemos dos factores complementarios. Primero, que soy marino, navego desde hace veinte años, soy capitán de yate y tengo un velero, por lo que paso mucho tiempo en el mar. A partir de ese momento en lugar de a la guerra me iba a navegar. En lugar de adrenalina en Sarajevo tenía adrenalina en un temporal en el golfo de León. La vida nómada y con ciertos sobresaltos el mar me la siguió y me la sigue proporcionando. El mar me mantuvo vinculado a la aventura, la acción y el viaje. Segundo, soy un novelista no estático; es decir, mis novelas son muy documentadas y muy complejas, viajo a los lugares en que ocurren. Para mí una novela significa un año o año y medio de viajes para, digamos, localizar exteriores. Antes de La reina del Sur estuve viviendo en Sinaloa, me hice amigo de los narcos, me emborraché con ellos… Ese trabajo de campo se parece mucho al de periodista. Es una inversión económica y profesional que hasta ahora nunca me ha salido mal. En ese sentido sigo viviendo con la maleta a medio hacer, viajando mucho; y en cuanto a emociones fuertes, el mar proporciona tantas como la guerra, o más.

¿Cuándo es la última vez que has navegado?

Hace muy poco, quince días. No tengo horarios fijos ni jefes. Mi jefe soy yo, lo que me hace ser mucho más exigente que si fuera otro. Trabajo mucho, todos los días, incluso en festivos. Y cuando llevo un mes o mes y medio y no puedo más cojo el barco y me voy a navegar. Me largo un mes o quince días. Doy la vuelta a Baleares, me voy a Italia… es un velero, por lo que depende de los vientos que haya. Y con eso calmo los diablos. Vuelvo y sigo otra vez. El mar es mi vía de escape.

Hablando de trabajo, hiciste un experimento curioso con www.novelaenconstruccion.com.

Un día, mientras escribía El tango de la Guardia vieja, se me ocurrió que esas notas que uno toma, los apuntes de trabajo, podían tener interés, como juego, para alguien. Que yo sepa no lo había hecho nadie. Es ir metiendo notas dispersas: tal restaurante que por tal motivo aparecerá en la novela, y cuelgo una foto del restaurante; contar que estoy en tal lugar buscando a tal personaje; decir cómo resuelvo determinado problema técnico de algún pasaje, o que necesito una partida de ajedrez y llamo a Leontxo García, o que llamo a unos expertos en abrir cajas fuertes porque el protagonista lo hace… Pero dejé de hacerlo al cabo de un tiempo. No me gusta tener más compromisos que los imprescindibles. Ahora cuelgo cosas de vez en cuando, o me asomo a Twitter. Pero sin periodicidad fija.

¿Expertos de cajas fuertes por lo legal o por lo ilegal, para aquella novela?

Abrían cajas fuertes. La vieja agenda. Es que un reportero tiene una agenda así de grande, y yo todavía la uso para mis novelas, como La reina del Sur. Fui metiendo notas pequeñas, cortas, casi tuits, en esa página. Para mi sorpresa, ese experimento de Novela en Construcción tuvo mucho éxito. No era un manual para hacer una novela, pero a cualquiera que le interesara eso… Más que el trabajo era la cabeza del novelista.

Arturo Pérez-Reverte para Jot Down

Dices que como periodista habrías tenido que reconvertirte por las nuevas tecnologías, pero te manejas muy bien con ellas.

Por partes. Aquí soy mi jefe, nadie me obliga. Te voy a poner un ejemplo: el día que pensé que había que dejar este oficio fue en la guerra del Golfo, cuando entramos en Kuwait, y fue porque ese día desde Madrid me pidieron cinco transmisiones en directo. Entonces, ¿cuándo diablos querían que fuese dar una vuelta para saber qué pasaba en Kuwait? Eso les daba igual. La televisión, la que me pagaba y todas las demás, solo quería que se notara que tenía allí un enviado y no le importaba lo que ocurría. Les importaba un carajo lo que les contase, y encima me sugerían que dijera tal cosa o tal otra porque lo habían leído en algún periódico. Yo era un cazador, salía a cazar a la calle cada día. En Sarajevo trabajamos mucho. En Croacia, en Bosnia, hicimos cosas que estaban muy bien, pero era una continua lucha con mis jefes en Madrid: «No, es que mañana…», «yo mañana me quiero ir al frente porque quiero filmar», «no, es que necesitamos un directo desde el hotel»… verdaderas broncas. Incumplía órdenes, desertaba, para irme tres días a trabajar, y a la vuelta broncas. Les mandaba un material estupendo, gracias a los cámaras magníficos con los que trabajaba, pero no les importaba, querían tenerme de busto parlante en la terraza del hotel diciendo que «en Sarajevo…». Me di cuenta de lo que venía y es lo que hay ahora. 

No digo que eso sea malo o bueno, sino que yo he trabajado de otra manera. Cuando estaba en el diario Pueblo me iba a África, pasaba allí dos meses y a la vuelta decía: «Mira, tengo esto», y lo ponían en primera. Pero eso se acabó. En la guerra del Golfo lo intuí, y en la guerra de Yugoslavia lo comprobé, así que era el momento perfecto para decir adiós y marcharse. En Sarajevo me iba con Márquez, o con Custodio, o con Miguel de la Fuente [cámaras muy expertos de Televisión Española] a una calle del barrio viejo, nos pegábamos a una pared a esperar los tiros (los serbios disparaban por la tarde), y bumba, empezaban a caer y corríamos al lugar de los impactos. Conseguíamos unas imágenes extraordinarias, porque los cámaras eran buenísimos, eran lo mejor que había, no digo ya en TVE, sino que estaban a la altura de los mejores del mundo. Tienes que estar en la calle, tienes que patearla. ¿Cómo iba a usar a Márquez en el hotel con un trípode, haciendo una entradilla, todos los días varias veces, y no salir a la calle? Ese no es mi periodismo, que lo hagan otros. Cuando ahora me preguntas por la melancolía, digo «sí pero no», porque ahora estaría enviando entradillas y no me apetece nada, con todo el respeto para quien tiene que hacerlo porque es lo que le piden.

De vez en cuando incendias Twitter.

Por edad, por carácter y por muchas cosas nunca voy a hacerme esclavo de las tecnologías o de la Red. Pero hay un mundo que está ahí, que no puedes negarte a aceptar, e intento compatibilizarlo con mi vida. Trabajo en un ordenador que no está conectado a internet, entre otras cosas para que no entre un hacker y me piratee y reviente la novela. Trabajo en un mundo cerrado de libros, notas y papeles. Y en otro lugar de la casa tengo otro ordenador conectado a internet en el que veo mi correo electrónico una vez a la semana. Viajo sin internet. A veces no se lo creen, pero es que no llevo ni tableta, yo viajo con libros. También sé que la juventud, el futuro, el entorno, lo inmediato tiene mucho que ver con las redes sociales e internet. Lo que no voy a hacer es negarme como un carcamal a aceptar la parte de ese mundo que me beneficia, me divierte o me interesa. Tengo lectores que no están solamente en España. Están también en Alemania, Italia, Israel, Japón… Eso me permite un contacto con ellos y una correspondencia. Y ahí entramos en una fase que es muy importante para mí. Por la suerte que he tenido, por el privilegio de ser un escritor al que leen, recibo una correspondencia muy intensa que no puedo atender personalmente. Yo me dedicaría un mes entero a contestar cartas, pero es imposible, no puedo. Tengo el remordimiento de no poder corresponder a gente que confía en mí, me lee, me sigue, me cuenta sus ideas. Y me siento muy mal. 

Por otro lado, tampoco quiero que sean otros quienes atiendan por mí las redes sociales, porque eso sería engañar. Twitter me permite satisfacer la demanda de contacto con los lectores. No puedo tuitear todos los días, entre otras cosas porque no llevo con qué, pero si estoy aquí me siento tranquilo durante dos horas e intento contestar a la gente, opinar, a veces se monta el cirio… Digamos que soy honrado: correspondo, estoy ahí, doy la cara, asumo, discuto e intento contestar a todo el que puedo. Pero claro, tengo un millón trescientos cincuenta mil seguidores, y en una tarde han llegado a entrarme dos mil quinientos o tres mil tuits. No puedo hacer más. Necesito trabajar cada día. El tipo de novelista que soy vive con su mundo. Durante el año y medio que tardo en escribir las novelas que no son de la serie Alatriste, lo que como, lo que camino, lo que hablo, lo que veo, lo que sufro, lo que oigo… todo tiene que ver con la novela. Vivo con ese mundo en la cabeza. Lo que necesito es levantarme cada día a las ocho y ponerme a trabajar sin interrupción con lo que hice el día anterior. Lo mío es un trabajo continuo. No puedo arriesgarme a tener rupturas de estado de ánimo o de gracia, conflictos que se mezclen y que no tengan nada que ver con eso. Es un lujo que me perturbaría mucho en mi trabajo de cada día. Lo que hago es mantenerlo a raya. Entro un día un ratito y me voy. Entro y salgo, es como una habitación de la que sales y la cierras, no dejas que te invada la vida. Y así voy a mantenerlo mientras pueda.

¿Te interesa crear polémicas en Twitter?

No me interesa, pero ocurre a veces sin que lo pretenda. Opinar en las redes es exponerse a eso. ¿Te acuerdas de la que se lió cuando lo de Moratinos? Hay una cosa que ocurre en España y que dice mucho sobre la cultura del país, un problema de comprensión lectora. Imagina que un día digo que un taxista me ha estafado. Al día siguiente habrá gente gritando que he insultado a los taxistas y que soy un hijo de puta. Esto es así, y más en las redes sociales, donde todo es tan superficial. La gente no habla de lo que has dicho, sino de lo que dicen que has dicho, con lo cual tras la cadena hay uno que dice que yo he dicho que todos los taxistas deben ser ejecutados por sinvergüenzas y analfabetos. Eso es muy frecuente, y no se puede estar como un bombero intentando apagar fuegos. Es imposible porque escapa a la capacidad de control, con lo cual cuando digo algo asumo la consecuencia, la manipulación, la tergiversación y la viralidad patológica de lo que he dicho. No pasa nada, porque al fin y al cabo, qué diablos, quien me lee desde hace veinticinco años sabe perfectamente de qué estoy hablando y de qué va la cosa. 

Yo no perdí lectores con Moratinos, gané tuiteros. Dije: «Moratinos creo que ha hecho una política, como ministro de Exteriores, débil y claudicante», lo cual es cierto y nadie puede negar. Y llora al irse, se va como fue ministro: llorando. Es decir, se va como un perfecto mierda, porque «mierda» en el diccionario de la RAE significa, entre otras cosas, «hombre débil y falto de carácter». Ese es mi comentario en Twitter. Y de ahí a «ha llamado mierda a Moratinos porque llora, y los hombres no lloran». Total: «Reverte machista, porque ha dicho que un hombre por llorar es un mierda». Y al final se aparta de la idea original y «Reverte ha dicho que el hombre que llora es un mierda». Eso es el ejemplo clásico de lo que es internet. Si a mí eso me angustiara nunca más volvería a conectarme, pero es que me da igual. Otra cosa es que yo en Twitter utilizo un lenguaje de coleguilla de bar, porque es el que me apetece. No voy a Twitter a hablar como un catedrático, hablo en un tono de colega. Entonces, cuando uno lo saca de ahí, la gente dice: «¡Mira lo que ha dicho!». Pero es que yo lo he dicho como el que charla con unos amigos en un bar tomando una caña. Pero vamos, la prueba de que estoy a gusto es que sigo haciéndolo. Aunque los días en que hay poca noticia, algunos lo conviertan al día siguiente en titulares de prensa. Lo gracioso es que no te juzgan o discuten por lo que dijiste, sino por lo que quienes no te leyeron dicen que les han contado que dijiste.

Arturo Pérez-Reverte para Jot Down 2

¿Cómo es tu sistema de trabajo?

Primero hago un esquema muy sólido, con unas estructuras muy complejas que me llevan bastante tiempo. Pienso qué quiero contar, con qué personajes, en qué escenarios, qué época… Si por ejemplo la primera parte transcurre en Buenos Aires me voy allí, veo a los amigos, trabajo, pregunto, miro, fotografío, como, duermo, compro libros, documento… ¿Que son delincuentes? Pues averiguo cómo se revienta una caja fuerte. ¿Que están en el narcotráfico? Pues me tomo copas con los narcos, me hago amigo de los que no conozco… Con todo eso voy reuniendo el material necesario. Una vez en casa organizo mi trabajo. [El entrevistado se levanta y se acerca a su escritorio, N. de R.] Al lado de la mesa tengo estas estanterías, en las que voy metiendo y sacando libros y materiales que me hacen falta. Un Marie Claire de los años treinta, el Blanco y negro de tal época, La nueva sorrentina italiana… revistas y libros de todo tipo. Libros que a lo mejor leo para escribir solo una línea o media página, pero eso es lo bueno de mi trabajo: me permite leer cosas inútiles que nunca leería si no estuviera con una novela. Leer cosas inútiles es maravilloso. Por ejemplo, yo ahora sé un montón de moda de los años treinta, cosa que antes… A eso añádele unos esquemas de trabajo, muchos cuadernos de notas, cuadernos con cotizaciones de las monedas en 1937… Un cúmulo de material que, aparte de ser divertido, le enriquece a uno. Cosas sobre taxidermia, cómo degollar a un tipo sin que haga ruido… Con todo eso, cuando tengo ya la base estructurada, empiezo a trabajar y ya, sobre la marcha, voy ampliando y modificando. Es un proceso muy dinámico, no estoy todo el tiempo cerrado en la novela, sino que estoy leyendo y enriqueciendo todo lo que puedo. Un caso típico es La reina del Sur.

Hay mucho de reportaje en esa novela.

Es que La reina del Sur es una novela muy complicada de contar y después eso no tiene que notarse, tiene que parecer muy fácil. Es como hacer una casa con un andamio y después quitar ese andamio para que solo se vea la casa. Pero ese andamio es muy complejo y costoso de levantar. La reina del Sur es una novela muy complicada y me preguntaba cómo estructurarla. Me di cuenta de que mi propia labor de documentación para ese libro podía servir como estructura del libro: un escritor indagando sobre una mujer. Los pasos que yo di para construirla a ella los da el narrador para investigarla a ella. De tal manera que cuando yo iba avanzando él avanzaba. Utilicé la misma investigación como trama novelesca. Me fui a Sinaloa y la Costa del Sol, hablé con los narcos, con los policías, con los guardias civiles, con los traficantes… estuve allí mucho tiempo porque dio la casualidad de que unos amigos relacionados con el narco estaban allí. Además yo soy un viejo reportero que conoce los códigos y tengo una buena agenda. Sé comportarme. Tú lo sabes, nuestro oficio nos da un don especial, caemos al río y nos salen aletas. Sabemos convencer a un tío que te quiere matar de que eres más útil vivo. Y eso vale para todo en la vida. En Sinaloa con los narcos apliqué lo que había aplicado con los bosnios, los palestinos, los israelíes, los iraníes, los chadianos o los angoleños. Dame confianza, tómate una, esta botella la pago yo… Me gasté una pasta invitando narcos. Entré en un mundo absolutamente espectacular y fascinante. El narco no se había envilecido tanto como ahora. Entonces no se mataban mujeres y niños, aún había códigos y reglas. Total, que La reina del Sur es un ejemplo clásico de cómo yo trabajo.

En esa novela aparecen, en mi opinión, varios de tus mejores personajes.

Quizá porque están vivos. Lo que yo nunca hago es meter en una novela a un personaje entero, sin cocer, crudo. Porque eso es muy peligroso y no funciona bien. Ningún personaje de la vida real puesto en una novela funciona si no lo has hervido. Ese hervor significa trabajar con ellos y hacerlos literatura. Nuestro oficio es una escuela estupenda de muchas cosas. Aprendí que cuando en un reportaje hay literatura es un mal reportaje, y cuando en una novela hay periodismo es una mala novela. Uno debe utilizar los conocimientos, pero no las técnicas. Y eso es lo que hago: nunca meto documentación cruda ni periodismo crudo en una novela. Las novelas verité nunca me han convencido.

¿Esa pasión tuya por la documentación, el verismo y la verosimilitud tiene algo que ver con la meticulosidad con que trabajaba Hergé, el creador de Tintín?

No sé, de pequeño hacía maquetas de barcos y me gusta la línea clara, tintinesca. Me defino como un novelista de línea clara. Y sí, tiene que ver con eso. Ahí tengo toda la colección de Tintín, con lomo de tela, como debe ser. Soy ordenado y metódico, e imagino que eso me ayuda a hacer ese tipo de novelas. No estoy en absoluto menoscabando el valor de los que no hacen eso. Hay escritores, muy respetables todos, algunos de ellos amigos míos, que se nutren de su imaginación. Pueden escribir trescientas páginas sobre cómo una tía mira no sé qué. Hay que valer para hacer eso, yo soy incapaz. Cuando yo hablo de violar, de matar, de degollar, de muertos, de soledad, de miedo, de incertidumbre, de viajes… no me lo estoy inventando, estoy buscando en mi memoria, en mi archivo personal. Cuando una novela mía funciona no es por mérito narrativo del autor, es porque todo eso lo he vivido antes ya. Recurro mucho a mi memoria, a mis sensaciones, a las personas que conocí. Alatriste es un personaje de ficción, pero está basado en veinte tíos que tú y yo hemos conocido y que son así. Tengo un álbum de fotos propio al que recurrir cuando debo hacer una novela como Un día de cólera, porque he corrido ante un tanque serbio y sé lo que es correr con los malos detrás saltando tapias como un loco.

Además, ese que corre no va diciendo «¡córcholis!»

Claro. Yo estoy manejando un material real que me permite visualizar y hacer que el lector visualice, a lo mejor con un poco más de intensidad, esas escenas dramáticas, violentas y trágicas. He vivido tragedias y también las he leído. Me crié en una casa llena de libros.

Dicen que eras un niño malísimo.

Era un niño soñador y aventurero, como todos los críos imaginativos. El típico niño al que expulsan del colegio. Me crié con Jenofonte, con Homero, con La Ilíada, con La Eneida, con Los tres mosqueteros, con Dumas, con Verne, con Stevenson, y salgo al mundo con una mochila de libros pero también con un montón de libros en la cabeza. Cuando llego a Beirut estoy viendo Troya. Esos libros me permiten digerir con un mayor aprovechamiento las circunstancias dramáticas que la vida de reportero me pone delante. Y eso te marca. Yo he visto a Héctor despedirse de Andrómaca. La primera vez que los vi fue en Chipre en 1974, cuando los paracaidistas turcos asaltaron la isla. Esa mañana salí a la calle y vi a los griegos corriendo a alistarse. Las mujeres llorando, los hombres con escopetas de caza… Todo eso te va creando un imaginario, una densidad, una serie de estratos: libros leídos, vida vivida, libros leídos después de haber vivido la vida… Y además otra cosa: tengo sesenta y cuatro años, cada vez van muriendo más amigos… Hay un montón de factores que narrativamente son muy intensos. Y de ese material salen mis novelas. Pueden gustar más o menos, pero lo que no se puede negar es que hay en ellas una carga de vida real intensísima.

Por lo que dices, debió de resultarte fácil escribir una novela, que a mí me pareció espléndida, como El pintor de batallas. Pero también debió ser terrible.

No, fácil no fue. Primero porque es una novela muy dura en cuanto a conceptos y segundo porque es muy complicada en cuanto a estructura. Esa novela no es como las otras, es distinta. La escribí como ejercicio personal. Yo volví de los Balcanes con una sensación de desolación extrema sobre el ser humano. Hasta entonces, quizá también por la edad, siempre había creído que puedes encontrar justicia en cualquier causa. Pero en los Balcanes, no. Me di cuenta de que todos eran unos hijos de puta. En las guerras anteriores siempre había sentido cierta simpatía por el bando en el que estaba. En Angola estuve con los dos bandos, UNITA y FNLA, y los dos me cayeron bien. Estuve con los palestinos y los israelíes, los libios y los chadíes, con los iraquíes e iraníes, en El Salvador estuve con el ejército y con los muchachos, en Nicaragua estuve con los de Somoza y con la guerrilla…

Hay un punto de empatía.

Siempre, tú sabes que es así. Pero en los Balcanes, paradójicamente, sentía desprecio por todos los bandos en conflicto. Las mujeres me parecían tristes y los hombres, violentos y brutales. Cuando escucho un idioma eslavo, aunque sea ruso, todavía me siento incómodo, me recuerda aquello. Quienes hemos estado en las guerras balcánicas sabemos lo que fueron. La vileza humana con la que aquellos hijos de puta se mataban los unos a los otros. Por primera vez en mi vida no tuve simpatía por nadie. Sufría con todo, evidentemente, como con las mujeres y los niños en los hospitales, pero no conseguía simpatizar con nadie, ni siquiera con las víctimas. Me daba cuenta de que todos eran culpables. De odio, de rencor, de vileza, de brutalidad… Y en los Balcanes comprobé que estaba cambiando de punto de vista: ya no era capaz de ver el lado bueno de las cosas y las personas, la guerra me estaba haciendo sombrío, hosco y malhumorado. Tuve en directo una enganchada muy seria sobre el ministro Solana, porque dijo que todo estaba resuelto y tuve que responder que yo estaba en Sarajevo y él estaba mintiendo. La prueba es que tardó años en resolverse.

Tú estabas allí.

Es lo que le dije: «Yo estoy aquí, ¿qué me está contando?». Me di cuenta de que me estaba cabreando hasta con los espectadores. «No, no mandes crónica que hoy hay fútbol». ¡No contamos que hay no sé cuántos muertos porque hay fútbol!

El pintor de batallas fue una especie de terapia.

Fue una forma de digerir todo eso. Fue la consecuencia de esa mirada. Con la evolución de esa mirada amarga que me traje de los Balcanes, con los restos de eso, escribí la novela. Nadie puede decir que he ocultado mis sentimientos. El pintor de batallas es una crítica feroz hacia mi mirada de reportero y mi actitud frente a la guerra. El primero que se destroza moralmente soy yo. Ese ejercicio de violencia hacia mi mirada, de escepticismo y amargura respecto al ser humano y de asunción de la crueldad y la violencia como parte natural del ser humano… es el libro. Intenté decir: «No se equivoque, usted es un hijo de puta como lo pueden ser Milosevic o Mladic, solo que usted no ha tenido la ocasión de ejercer como tal. Pero usted, puesto en el lugar adecuado, con sus viejos impulsos de cazador, guerrero, depredador…».

O por cobardía.

O por cobardía. O porque no violen o maten a su hijo. Usted es capaz de hacer cualquier cosa. Estos señores lo han hecho y se seguirá haciendo porque esto es la humanidad. La mujer como botín y el hombre como depredador. Es la historia del mundo, y quien no asuma que eso es así y que únicamente la cultura, la civilización, la educación y el sentido común nos protegen de nosotros mismos, quien crea que eso está superado y que es algo que la humanidad ya ha dejado atrás, está cometiendo un error suicida. Lo estamos viendo y lo veremos. El pintor de batallas es mi novela que menos se ha vendido con relación a las otras, porque no es una novela fácil ni cómoda. Pero creo que es mi mejor novela.

Arturo Pérez-Reverte para Jot Down 3

Por razones obvias (Alatriste y demás) se te relaciona con el Siglo de Oro, una época que conoces bien. ¿Tu afición por esa época de la decadencia española sobreviene cuando decides crear un personaje en esa época o era anterior?

Era anterior. El Siglo de Oro [siglos XVI y XVII en España] era una época que conocía bien, porque a mi padre le interesaba mucho y crecí en el respeto a Quevedo, Lope de Vega, Calderón, Cervantes, Ruiz de Alarcón… autores que para mí eran tan normales como Dumas, Stevenson o Galdós. Me era muy familiar ese mundo. Por otra parte, como lector, creo que es el momento más interesante cultural y narrativamente de la literatura española. Hay sonetos de Quevedo que describen España mejor que Unamuno y Ortega y Gasset juntos. Además es una época en la que cuaja lo mejor y lo peor que tenemos, sobre todo lo peor. La España actual debe mucho, para mal, a los siglos XVI y XVII. Es cuando en el norte de Europa aparece un dios moderno que dice que si trabajas eres respetable, si eres respetable ganas dinero y si ganas dinero y creas trabajo y riqueza alrededor la sociedad progresa. Haz negocios, sé un hombre respetado y honrado. Nosotros, los españoles, nos quedamos con otro dios oscuro, triste, reaccionario, hipócrita, que te impide leer libros. Es el dios de algunos obispos actuales, no me refiero a todos, pero los hay ciertamente ruidosos. Esos fanáticos indeseables que no están quemando gente porque no pueden. Creo que ese siglo nos explica muy bien, y lo que somos ahora se debe mucho a lo que fuimos en los siglos XVI y XVII, cuando apostamos por un dios equivocado en todos los sentidos. ¿Por qué hay burocracia en España? Porque el rey Felipe II, o Felipe III, le dice al noble de turno, Medina-Sidonia o el que fuera, «toma, te doy las aduanas, te doy esto o aquello, fórrate porque yo no puedo pagarte, me pagas todos los años tanto dinero y haz lo que quieras». Y el noble monta un sistema. Toda esta burocracia del sello, el timbre, etcétera, es un sistema inventado hace cinco siglos para que los parásitos a los que el rey no pagaba pudieran cobrar a costa del ciudadano.

La ventaja es que lo tenemos todo registrado. La historia de España está completa en los archivos.

Sí, eso está muy bien. Disponemos de muchísima documentación sobre esos dos siglos en los cuales nos definimos perfectamente. Empezamos a perder oportunidades, ya con el Concilio de Trento. Perdemos la Enciclopedia, la Ilustración, la guillotina… Perdemos un montón de oportunidades hasta llegar a las que seguimos perdiendo ahora. Es un momento histórico muy interesante. Entonces, a la hora de montar un personaje en una España decadente, un mercenario sin fe que no lucha por la bandera sino por su propia ética personal… pensé que el Siglo de Oro ofrecía un buen contexto.

Mi impresión es que tú también tienes algo de la época.

Es un error buscar eso. Yo sé muy bien en qué mundo vivo.

Es que eres de las pocas personas a las que yo he oído mencionar la palabra «honor».

Bueno, no es culpa mía que eso esté devaluado. Es que las palabras «honor», «lealtad», «dignidad», «orgullo» —bien entendido, si no es soberbia— definen virtudes. Lo que pasa es que ahora si dices de un hombre que es bueno y honrado, estás diciendo que es tonto. Entonces claro, siento melancolía y nostalgia de cuando esas palabras significaban virtudes y se utilizaban con naturalidad. Cuando mi padre murió, lo estaban bajando a la tumba y alguien dijo: «Era un hombre honrado y un caballero». Creo que es el mejor epitafio que he oído en mi vida y fue dirigido a mi padre. ¿Pero a quién tienes ahora que sea honrado y caballero? ¿De quién dices eso? Ni de nosotros mismos se dice. Pero eso no son conceptos del XVI o el XVII; son conceptos naturales.

Sí, pero la sociedad española ha ido degradándose, volviéndose superficial y…

Sí, ¿y qué quieres que te diga?

No, si esto lo estoy diciendo yo.

Sí, ¿y?

Estamos jodidos.

Es lo que hay. Y esa sociedad ha ido generando políticos, banqueros, economistas, hipotecas, vacaciones, chiringuitos… todo a su medida. Y esta España que tenemos ahora no es más que la consecuencia, el reflejo del espejo de la España que hemos querido tener. Somos lo que queremos ser. Cada uno tiene el mundo que se merece, que se cuestionen a sí mismos. Hemos hecho un país analfabeto, un país inculto, un país insolidario, un país maleducado… Lo hemos hecho nosotros. Lo que pasa es que algunos tenemos un refugio, una trinchera donde cerrarnos, y otros no la tienen. Yo lo tengo muy claro: a mí la España actual no me gusta. Entonces, como ves, intento atrincherarme, y sueño con mis novelas, tengo mi mundo, y los uso como analgésicos. Pero vamos, somos consecuencia de nosotros mismos: PSOE, PP, Convergència i Unió, PNV, ETA, el asesino de la katana… yo qué sé… el banquero de turno, Mario Conde, El País, Intereconomía, La Cope, Sálvame, las tertulias de radio, las autocomplacientes galas de los Goya: somos nosotros. Es lo que queremos tener. Pero no me gusta, desde luego. El conjunto no me gusta nada.

¿Crees que un momento fatídico es el Concilio de Trento?

Sí, la Contrarreforma es lo que nos deja en el calabozo durante siglos. Todavía hoy estás oyendo hablar como en Trento: pones la televisión o la radio y tienes obispos hablando con el lenguaje del Concilio de Trento, de la Contrarreforma, todavía ahora, en este momento. Es algo terrible. Y además te das cuenta de que en un país como este, un país analfabeto con un escasísimo nivel de educación y cultura, esos discursos son peligrosísimos.

¿Es solo España o es Europa?

Es Europa. Esa Europa que nace en Grecia y Roma, en el Medievo, con la Biblia, el latín, el Renacimiento, la Enciclopedia, la Revolución Francesa, la democracia, los derechos del hombre y del trabajador… esa Europa ya ha desaparecido y no va a existir nunca más. Esa idea de Europa como referente cultural y moral de Occidente, es ahora un negocio en Bruselas, en manos de una casta política de sinvergüenzas y de mercachifles analfabetos. Esa Europa de la cultura como moral está extinguida. Eso de que la cultura tiene que ser popular es mentira. La cultura tiene que ser siempre elitista.

No estoy de acuerdo.

Tú no, pero yo sí, y soy el entrevistado. Te lo voy a razonar: la cultura siempre ha sido élite. «Popular» está en contradicción con «cultura». Lo que sí que hay que procurar es que lo popular tenga los cauces de acceso a la cultura absolutamente fluidos y limpios. Que nadie se quede atrás ni por economía, ni por sociedad, ni por nacimiento ni por raza ni por nada, pero que acceda quien quiera a la cultura. Es decir: no sacar el Museo del Prado a la estación de Atocha para que la gente lo vea; la gente que lo quiera ver, que vaya al Prado. Que se busque la vida. Que pase los filtros de interés y voluntad que le hacen merecer el Prado. A eso me refiero cuando te hablo de élite.

Ya, pero ¿dónde colocarías el folletón popular de Dickens o Dumas?

Sí, lo que estás haciendo entonces es abrir cauces para que la gente acceda; tú no le metes el folletón en el bolsillo al que pase por la calle. El que quiere puede acceder porque tiene un mecanismo fácil, que es una novela por fascículos a bajo precio, pero la tiene que leer. Tiene que hacer un esfuerzo por merecerla. Tú le estás facilitando acceder a la cultura, pero él tiene que leer, tiene que pagar su precio personal de interés y sacrificio. Lo que pasa es que el chico que ahorra para ir al Louvre a ver la Gioconda, que sueña con verla y coge la mochila y se paga el viaje —como he hecho yo cuando tenía dieciséis años—, llega a la Gioconda y hay cincuenta mil turistas a los que les importa un pito la Gioconda, pero están en un circuito y hay que ir por cojones, y entre una cosa y otra el chiquillo se va sin ver la Gioconda, porque está todo lleno de Belenes Esteban para quienes la Gioconda es una etapa más del recorrido turístico obligatorio al que llaman cultura popular; gente que va por el mundo fotografiando cosas sin entenderlas. Lo que quiero decir es que hay que abrir las puertas de la cultura para la gente que quiera hacer el esfuerzo de acceder a ella. Pero de ahí a rebajar la cultura hasta el nivel popular para que el pueblo se sienta culto, me parece que es una perversión de la cultura y es una causa más de los males educativos y culturales, incluso sociales, que estamos teniendo hoy día.

Dumas o Dickens, con sus folletones, hacían un esfuerzo tremendo para llegar a cualquier audiencia.

Claro, pero no tienes que ir a leer sus obras en voz alta en el mercado a quien no le interesa. Lo que algunos entienden por cultura popular es ponerse a leer a Dumas, o a Kafka, en voz alta en el mercado. Y eso no funcionará jamás. En cuanto a la popularización de la cultura, te voy a poner un ejemplo clarísimo: tú tienes la sala de Goya en el Museo del Prado. Hay días en que vas y no hay nadie. Yo suelo ir. Ahora bien, tú dices «Semana de Goya en el Corte Inglés» y hay colas que dan la vuelta a Madrid para ver a Goya, cuando está ahí todos los días desde hace dos siglos. A eso me refiero.

Arturo Pérez-Reverte para Jot Down 4

Siguiendo con estas cuestiones, tú vas a la Academia.

Claro, todos los jueves.

¿Qué tal te lo pasas? ¿Qué haces?

Bien, aunque no estoy de acuerdo en todo con la Academia. Javier Marías y yo somos bastante disidentes en muchas cosas, como somos disidentes activos en la ortografía. Nos hemos negado a aceptar algunas de las normas ortográficas que la Academia ha asumido, como el este, ese, esta, esa, aquel, aquella… no acentuados, y otras cosas también, y además lo decimos públicamente. Pero oye, es un sitio respetable, es un trabajo interesante. Y el vínculo con Latinoamérica es fundamental. Algunos imbéciles que critican a la Academia desde España no saben lo que la Academia está haciendo con América, y lo mucho que supone el que quinientos millones de personas hablen la misma lengua, con la misma ortografía, la misma gramática, el mismo diccionario. Eso es algo que no ocurre ni con el inglés ni con el portugués, y estos bobos no se dan cuenta de que la Academia es la que mantiene ese puente. Si un colombiano, un mexicano, un argentino y un español se entienden de una manera fluida y manejan la misma autoridad común es porque hay un montón de organismos y trabajo que permiten mantener ese territorio común. En ese sentido sí estoy orgulloso de la Academia, e intento cumplir lo que se me pide, incluso cuando no estoy de acuerdo. Otra cosa que no me gusta es que se están muriendo los viejos, la gente, digamos, más venerable. Los sabios. Y al escalón de ahora, quizá sea porque es mi mismo escalón, ya no le tienes el mismo respeto. Y a alguno en concreto, algo menos que respeto.

Y lo que menos me gusta de la Academia es el conformismo. Así como hay un sector muy activo, hay un sector muy conformista que no busca complicaciones. Ignacio Bosque, por ejemplo, hizo un artículo excelente sobre el supuesto sexismo en la lengua y los manuales piratas que salen por todos lados para evitarlo, que la mayor parte son un disparate. Tuvimos un debate tremendo, y muchos en la Academia dijeron: «No saquemos esto, no busquemos polémica». Esa actitud cobarde de no querer opinar para no crear polémica, de no arriesgarse nunca, no me gusta nada.

Es decir: ¿la cultura y la erudición no nos hacen mejores, es el ambiente que se encuentra en cualquier otra parte?

No, uno culto puede ser tan cobarde y conformista como uno inculto. Incluso más. La cultura no nos hace mejores.

¿De qué nos sirve?

Para no gritar cuando se cae el avión [risas]. ¿Te cuento porqué te digo esto? Un día iba volando de Chipre a Beirut. Cuando subo a un avión, sé que se puede caer, porque soy razonablemente culto, como cualquiera con un mínimo de vida y lecturas, y sé que según la ley de la gravedad las cosas que pesan se caen. A veces se caen. Y cada Titanic tiene su iceberg. Porque he leído, y eso es ser culto: saber que cada Titanic tiene su iceberg o que cada avión se puede caer. Y ese día, volando en ese avión cayó un rayo, y al perder altura la gente empezó a gritar, y yo me dije: «Fíjate, estos idiotas gritando, no sé de qué se sorprenden, si los aviones se caen, ¿qué esperaban? Me voy a morir entre gente gritando, vaya forma más idiota de morir». ¿Por qué yo no grité? Porque sabía que los aviones se caen, y esos bobos creían de verdad que el avión no se iba a caer nunca. Suben al Titanic pensando que no se va a hundir. Lo creen de verdad. Creen que el coche en el que viajan no se va a estrellar contra el árbol, creen que son inmortales. Y la cultura te permite saber que no lo eres. La cultura da una actitud asuntiva, o como se diga, frente a la vida y la muerte. La parte positiva de la cultura es que, cuando llegan los bárbaros, tú estás en tu biblioteca, apoyado en la ventana, viendo cómo gritan las matronas, cómo las violan, cómo arde Roma, y todo el mundo gritando, y tú dices: «Pero gilipollas, ¿qué esperabais? Los bárbaros hacen estas cosas. Si hubierais leído sabríais que tarde o temprano pasan estas cosas».

¿Te relacionas con algo parecido al estoicismo?

Es que no es estoicismo, es lucidez, es decir: sé que me voy a morir. Tú y yo hemos visto la guerra, que es una escuela magnífica. La guerra es un lugar de hijos de puta, pero también es una escuela de lucidez extraordinaria. No hay nada como la guerra para ver lo que es la vida de verdad. No hay nada como ver al ser humano usando la violencia para ver lo que es la vida de verdad. Entonces llegas y te dices que vas a morir, que todos vamos a morir.

Sí, pero piensas que tú no, de momento. Que la vida es como una novela en la que tú siempre tienes sensación de seguridad.

Sí, lo que pasa que asumes que esas son las reglas. Yo el primer muerto lo vi en el Líbano en 1973, y me senté enfrente y estuve mirándolo durante unos veinte minutos, intentando descifrar el enigma de la esfinge. Me di cuenta de que a los muertos nadie les quita el polvo de encima. Que los muertos tienen expresión de asombro, porque no se esperaban morir. Que los muertos pueden ser más jóvenes que yo. Que los muertos tienen dentro una sangre que luego se derrama y cunde muchísimo, como cinco litros o así. Y te das cuenta de que basta un fragmento diminuto de metal para matarte, y estuve ahí durante ese rato, teniendo yo veintiún o veintidós años, y para mí esos veinte minutos fueron una lección de vida interesantísima. Desde entonces he pasado la vida haciendo ese ejercicio con los muertos, con los vivos, con los heridos, con el taxista, etcétera. Y cuanto más miras, más asumes que esas son las reglas. Por eso cuando veo el avión caer y observo que alguien no grita, me fijo en él y me digo «este tío es interesante, esta tía, esta sabe». Ese tipo de persona es a la que estudio, y me interesa.

A eso iba. Tú reivindicas un cierto tipo de persona en tus novelas.

Sí, yo siempre tiro del mismo personaje. Distintas situaciones, momentos distintos, circunstancias históricas y personales variables… pero en realidad el personaje siempre es el mismo. Es un tipo de hombre o mujer ante unas circunstancias exteriores que le obligan a pelear, o a veces tiene que salir afuera a un mundo hostil, o es un Jenofonte buscando el mar, pero siempre es un tipo de ser humano con una vida concreta, que es la que yo tengo.

Es un personaje propenso al sacrificio inútil, a cumplir su deber de una forma resignada.

¿Sabes qué pasa? Que yo ya perdí la inocencia. Mis héroes no pueden ser inocentes, porque yo no lo soy. El héroe de corazón puro, noble y tal, que se sacrifica por la causa… está muy bien, no me meto con él, pero no me lo creo. No puedo trabajar con eso porque no me lo creería. Mis héroes no tienen fe, desde el cura de La piel del tambor al reportero de Territorio Comanche, pasando por Alatriste o el maestro de esgrima. No tienen fe, porque la vida les ha despojado de ella. Justamente ahí está el drama: ¿qué haces una vez te quitan la bandera, la ideología, a Dios, cuando dejas de ser Héctor y Aquiles y pasas a ser Ulises, cómo sobrevives entonces? A mí me interesa Ulises, claro, no Héctor y Aquiles, a los que no me creo. Yo hago novelas con el Ulises que la vida ha dejado en mi mirada.

Sí, pero tu Ulises tiende a sacrificarse.

Sí, claro, hay factores: están el amor, el arrebato, la amistad, el orgullo, los cojones… siempre hay un móvil. Pero para mí tiene más mérito el héroe cansado que el héroe sin cansar. El héroe inocente puede ser cualquier imbécil. Ser Héctor o Aquiles está chupado: te matan, sí, pero mueres por la patria, por Dios, vas al cielo, te ponen un monumento en tu pueblo… El otro es el que las pasa mal. El héroe que no tiene a nadie mirándolo, el que tiene remordimientos, que mató y violó en Troya y degolló a niños, y que además está atormentado porque sabe que su mujer le está poniendo los cuernos, y pierde a sus compañeros… Es un tío al final que no tiene más que sus redaños y su espada, y ahí hay una épica que sí me interesa mucho, de ahí salen mis novelas. No es un heroísmo normal, es un heroísmo retorcido: no lo haces por la patria; lo haces por una mujer, por echar un polvo, por ser rico, por venganza… Por pasiones sólidas, oscuras y sangrientas, pero no por una gilipollez como la patria o Dios. Esos son mis héroes, y por eso el lector que me lee y al que le gustan mis libros sabe, reconoce y le gusta moverse en ese territorio, porque se siente cerca de ese tipo de heroísmo. Si mis novelas funcionan es precisamente por ese lector que se identifica con —o al menos comprende o le fascina, o fue o quiere ser— ese tipo de personaje. Mi éxito como escritor se basa menos en mis tramas que en mis personajes.

Hombre, todo ayuda.

Sí, pero ya entiendes lo que quiero decir: sin esos personajes, mis novelas serían aventuras. Y en realidad, la aventura es solo un pretexto. Lo que me gusta es que un lector mío reconoce las novelas por su personaje, y dice: este tío es revertiano. Para un autor es un orgullo que te reconozcan más por tus personajes que por tus tramas.

Entonces ¿todo lo que es la documentación, los viajes y tal, lo haces por vicio?

Todo tiene que ir bien vestido. A la chica más guapa del mundo la vistes de ordinaria y es una ordinaria, y la vistes elegante y es otra cosa completamente distinta. Lo mismo sucede con una novela.

¿Te puedo hacer una pregunta sobre tu amigo Javier Marías?

Sí, claro.

A primera vista, sois los tíos más diferentes del mundo.

Pues no te creas, tenemos muchas cosas en común. Tuvimos una infancia parecida. Llegó un momento en el cual empezamos a crecer, y él quería escribir novelas y yo quería vivirlas, y eso nos llevó a los dos, desde un punto de partida semejante, a un recorrido muy diferente, y a un punto de llegada muy distinto. Pero los dos, cuando nos hemos tratado, nos hemos reconocido. Si nos imagino en el colegio, él quizá habría sido el chico aplicado, y yo habría sido el gamberro que era, pero habríamos sido amigos y nos habríamos apoyado mutuamente. Él me habría soplado en los exámenes y yo le habría defendido cuando se metieran con él. O al revés, es una forma de decir. Marías no tiene un pelo de blando, eh. Es bastante duro, aunque no lo parezca. Somos muy distintos, sí, pero tenemos en común que nos respetamos mucho. Y nos queremos, tenemos una relación muy honorable. Somos hombres de honor. Tenemos códigos a los que somos fieles. Esos códigos que siguen en pie cuando todo lo demás se va al carajo. Es más de lo que suele esperarse de otro ser humano en el tiempo en que vivimos.

Arturo Pérez-Reverte para Jot Down 5

Fotografía: Lupe de la Vallina

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109 Comments

  1. Pingback: Arturo Pérez-Reverte: «Somos lo que queremos ser, cada uno tiene el mundo que se merece»

  2. marifris

    Adoro a este hombre. Esté o no de acuerdo con sus opiniones siempre pienso que es una persona auténtica. Me encantaría tener una charla con él algún día en el bar de Lola y, eso, ya es mucho decir.

  3. Domino Cotorro

    Echo de menos alguna pregunta sobre el actual panorama político, que está bastante interesante por cierto.

    • Para qué le iba a preguntar si ya ha respondido: «Somos consecuencia de nosotros mismos: PSOE, PP, Convergència i Unió, PNV, ETA, el asesino de la katana… yo qué sé… el banquero de turno, Mario Conde, El País, Intereconomía, La Cope, Sálvame, las tertulias de radio, las autocomplacientes galas de los Goya: somos nosotros». Y, si te fijas, no están todos los que son en esa lista.

  4. Te suscribo.
    Saludos

  5. Philippe

    Igual, digo yo, en medio de tanta celebración de sus cuestionables novelas, habría estado bien preguntarle a este señor por sus condena por plagio o por su hermano el policía corrupto asesino.

    Parecen cosas bastante relevantes en una vida, de interés para una entrevista tan larga que seguro que habrían sido iluminadoras para todos sus lectores.

    Qué sabré yo.

    • Agapito

      Lo de la condena por plagio, vale, podían haberle preguntado (como por tantas otras cosas), pero a mí lo que haga o deje de hacer el hermano de este señor, en una entrevista a este señor, me la trae floja. Ya me perdonará usted la ordinariez.

    • Agapito Moratalla

      En efecto, que sabras tu… Lo bueno que tiene internet es que cualquier bobo, ignorante o imbecil (persona desprovista de conocimiento) puede opinar y mira por donde apareces tu…..

      • Riosilencio

        Pues para quienes pensamos que los plagiarios son la peor basura de la humanidad es un dato interesante.

        • Fil-de-fer

          «… son la peor basura de la humanidad…» Me imagino que esa hipérbole tremenda solo tiene la intención de ofender, ¿no es verdad, caballero?

          • riosilencio

            Lo que intentaba era decir lo que pienso sobre un escritor que es capaz de robarle el trabajo a un compañero y hacerlo pasar como suyo. ofensivo me parece que este individuo continúe actuando con tanta naturalidad después de haber sido condenado por ello, y muy decepcionante que el periodista Enric Gonzalez haya «olvidado» tocar ese tema en una entrevista tan extensa, cuando el periodismo no incomoda no es periodismo, es publicidad.

    • Nunca entenderé por qué este hombre tiene que hablar de los crímenes que haya cometido su hermano.

      Lo del plagio claro porque es cosa de él, pero lo otro… Me parece super paleto lo de pedirle a alguien cuentas de su familia. Es tipo «mira el chico de Manolo, que le robó las gallinas a no sé quién, seguro que es igual que el padre». Penoso.

  6. josetxo

    Tiene razón Reverte…en algunas cosas…creo que le fallan las formas, «hay que estar sobreexcitados sin interrupción» parece su lema. Creo además que es un poco talibán aunque no lapidaría a adúlteros sí lapidaria a otros individuos…Por último a veces suena a autoparodía esa continua querencia por aventura y autenticidad » me emborrache con narcos»…jajaja…Curiosamente…creo que no me llevaría mal con él…o a lo mejor sí…Bah!, es lo mismo.

  7. Me encanta este hombre, su sinceridad y su cultura. Claro que su forma de escribir en el País es un personaje auto inventado.
    El periodismo ganaría mucho con su participación pero lamentablemente el periodismo que tenemos, tal como lo dice, lo merecemos, salvo una que otra excepción
    Alguna vez me gustaría ver a un periodista llevarle la contrario a niñatos opinadores, pero no, siempre se le da espacio a los más tontos
    Aquí dejo este post de cosas que me parecen importantes
    http://fullde95.blogspot.com/2015/11/la-discriminacion-de-la-mujer-en.html

  8. Pingback: La cultura sirve para no gritar cuando se cae el avión - Francisco Javier Palacios Pérez

  9. Es cierto, 500 millones de personas hablan la misma lengua y escriben con la misma ortografía. Organizar eso no es un trabajo pequeño. Sin embargo, no hemos logrado construir una torre hasta el cielo. Tal vez hace falta más que una lengua común para saber cooperar.

  10. The Rafa

    Si algo que he aprendido en todos estos años leyendo novelas, tuits y artículos de Pérez-Reverte, es que Pérez-Reverte es muy revertiano. Sospecho que ante alguna pregunta sobre la situación política actual habrá emitido alguna opinión poco amable. Además creo que buscaría las respuestas en el pasado y no en la actualidad. Muy recomendable su serie de «Patentes de Corso» llamada «Una Historia de España» que ya va por el capítulo 53. Debería editarse como libro e imponerse su lectura obligatoria en las escuelas.

  11. a mí personalmente no creo que me llegaran a gustar sus novelas (o no lo sé, vaya), y cuando empieza a soltar el rollo de lo mucho que ha vivido, volado, bebido con narcos, lo hijos de puta que son todos (y él el que más), lo viejo zorro y periodista que era, los pocos cojones que tiene éste o aquél (no sé si bien o mal acentuado) y los muchos que él tiene (aparte de la colección de Tintín con lomo de tela, sí, como debe ser) …me hace sonrojar un poco (no sé si de vergüenza por lo poca cosa que es uno, o de la ajena, por aquello del ‘ya será menos’)

    pero reconozco que sus reflexiones sobre la sociedad, heredera de un pasado que se escapa de nuestras manos, me suelen parecer interesantes y acertadas (no sé si lo son, pero a mí me lo parecen). y en ese punto sí que compro su actitud de ‘a mí que me cuentas, yo sé lo que soy y lo que tengo, y esto es lo que hay’.

    • rayvictory

      Me has ahorrado escribir el comentario. Lo suscribo el 100%. Para reforzar lo que dice sólo añado que una vez escuché de él (no me acuerdo el contexto) con un lobo de mar….¡de Cartagena!, en esa bañera que es el Mediterráneo. Los que sabemos lo que es estar embarcados en un mercante de bandera panameña dando tumbos por el mundo, lo de «lobo de mar» en el Mediterráneo nos produce la risa floja. Si a eso lo extrapolo al resto, me gustaría saber qué es lo que él entiendo por narcotraficante de Sinaloa, desde luego el Chapo no es, y ya no te digo Amado Carrillo Fuentes…que no que no me los veo tomándose bacanora con un güerito español. Un saludo.

      • Silvia Pedrera Batet

        Si leyeras «La reina del sur»(de narcos) o»La carta esférica» y «los barcos se pierden en tierra» (de mares y marinos) no dirías eso. La ignorancia es muy atrevida.

      • Ricardo

        O sea, tú dices que él está mal por dárselas de aventurero ya que tú eres más aventurero…
        Los que sabemos lo que es cruzar un océano en un velerito de 9 metros lo de «lobo de mar» en un mercante de cualquier bandera nos produce la risa floja.
        Si eso lo extrapolo al resto de lo que cacareas me gustaría saber qué es lo que entiendes tú por correr una aventura.
        En cuanto a Juan, que opina que no va a leer sus novelas porque no le gusta cómo contesta en un reportaje, le diría que lo suyo es como juzgar a un cantante de ópera porque no te gusta su voz cuando habla. ¡No vas a escucharlo hablar, vas a escucharlo cantar!

        • No opino que no vaya a leer sus novelas por una entrevista carallo. Digo que no he leído de momento nada de él y que de momento no me ha llamado la atención lo suficiente como para hacerlo. Tal vez el libro que escribió hace unos pocos años sobre graffiteros… no sé por qué pero la combinación del autor y el tema me llaman la atención. Pero de momento no he leído nada. Y no es por las opiniones que pueda o no tener.

          De hecho es al contrario, como pensador me parece bastante acertado en algunas de sus ideas, en especial lo de que la sociedad está aborregada, que hay que leer (quizás más calidad y menos cantidad…), que la gente (generalizando) es idiota y que la labor de él y su compadre Javier Marías en la Academia es útil y beneficiosa.

          Lo que no trago es el esteoritipo de ‘viejo zorro de la guerra’ ni a la gente que se lo cree y lo representa a cada momento de su vida (opinión personal).

          Escribiendo este y el comentario del otro día me ha dado por pensar que lo que me pasa con el señor Reverte es lo que a otros les pasa con Joaquín Sabina o con Bob Dylan xD ahora sé cómo se sienten

      • No dudo ni por un momento de que usted ha estado embarcado en un mercante de bandera panameña, etc, pero sí que dudo, y muy mucho, que usted haya sabido alguna vez que las tormentas marinas en el Golfo de León, nombrado por él, son terribles y que allí el mar se mueve como en muy pocos otros sitios. Le invito amablemente a que compruebe la veracidad de mi apostilla. Por tanto, cuando lo leí me pareció muy pertinente el ejemplo dado por don Arturo.

      • Pantuflo

        Pues tú eres exactamente lo mismo. Seguramente el Reverte no se haya emborrachado con un narco igual que tú no te has subido a un mercante en tu vida, con bandera panameña o de donde sea. Yo también puedo decir que he sido Pirata en Somalia y buscarme cuatro palabros en Google para parecer un tipo duro.

    • Rodrigo

      Creo que tu crítica es bastante infundada. Das a entender que se las da de guay y sabelotodo, pero no creo que vayan por ahí los tiros. Creo que el cuenta sus opiniones en función de lo que ha vivido, que es ser durante muchos agnos reportero de guerra. Eso es todo y es mucho, porque la mayoría de los escritores escriben libros en el imaginario personal de su casa (lo cual no digo que no esté mal ni bien, pero es otra cosa distinta).

      • rayvictory

        yo no le reprocho que sea un aventurero. Ni le reprocho que presuma de sus aventuras. Lo que le reprocho es que cuando presume de algo, a veces, se queda corto o no tiene sentido de lo que presume. Me explico con un ejemplo. Si presumes de tener en la colección de Tintín con lomo de tela, «como debe de ser», das a entender muchas cosas, para empezar que pertenecías a clase media-alta en el año 1967 (cuando él debía tener 15 años y no había mucha gente con Tintín en el 67 en España, que es la fecha en la que se publicó aquí) y estar criado en un ambiente intelectual importante con cierto «international understanding» pero para los que hemos tenido la colección de Tintín, con lomo de tela, en su versión original, en francés, sabemos que la versión española (sí, algunos por fortuna la tuvimos en los dos idiomas a la vez, una ventaja de ser nietos de republicanos) perdía muchísimos matices (no pierde tanto como los Astérix en los que la diferencia ya es abismal, pero Tintín en español pierde matices importantes). A eso me refiero. Si presumes de tener la versión inicial de Tintín y haberte criado con ello, presume bien, ¡joder!, porque coño, ¡Tintín en español cojea un huevo!. Sigue siendo una maravilla, pero cojea. Dicho esto, ¿qué me gusta de APR?, son muchas cosas: 1) que le da al ejército francés y a la historia militar francesa la categoría que merece que es ser, posiblemente la mejor historia militar de la historia conjuntamente con la inglesa y la española (que también gracias a personajes como APR está sacando a la luz episodios que estaban en el olvido, ya que rememorarlos sonaba a facherío). No olvidemos que tras la victoria inglesa en la 2GM los historiadores ingleses han vuelto a reescribir toda la historia, sobre todo la militar, y desde que la cuentan ellos lo han ganado todo; 2) Dar opiniones políticas sin tener miedo al qué dirán; 3) Reivindica a Alejandro Dumas y a las novelas históricas de aventuras, que tenían la etiqueta de ser franquistas puesto eran herederas de la famosa Editorial Bruguera. APR ha sido de los pocos que no tuvo complejo en decir que su Tabla de Flandes se inspiraba en esas novelas históricas de héroes nobles, clásicos con conceptos de honor, valentía, patriotismo,decencia moral en cualquier circunstancia, etc; 4) El Húsar, buena novela; 5) Como periodista de guerra sus crónicas siempre fueron precisas, interesantes, ágiles, en definitivas perfectas. Para mi, y de los que conozco, ha sido el mejor corresponsal de guerra que ha habido en España; 6) Que es un tío interesante y que no pasa desapercibido. Un saludo.

      • Tal vez sonó un poco mal.
        No quería decir «dárselas de guay» o de «sabelotodo» pero a lo mejor sí algo del estilo «estar de vuelta de todo» y la actitud o pose tipo «yo he visto cosas».
        Como ya digo en la otra respuesta, no suelo empatizar con ese tipo de periodista/personaje. No hace falta irse a los Balcanes para saber que el ser humano puede ser a veces una bestia implacable y absurda, ni haber leído mucho para saber que los aviones, a veces, pueden llegar a caerse.

        Y lo que no llego a relacionar es ser «el típico niño al que expulsan del colegio» con leer La Iliada y La Eneida y a Homero y a Jenofonte. Pero vaya, que es opinión personal. Ya digo que otras de sus muchas opiniones las comparto.

        • Ernesto

          Entiende, Juan, que tus empatías nos la traen muy floja. Vuelve al Instagram.

          • No te preocupes Ernesto, te entiendo muy bien.

            Sobre lo del Instagram, tendré que entender con algo más de esfuerzo porque, ni vengo de allí (nunca he estado), ni tampoco sé qué quieres que haga cuando llegue

    • Acabo de leer el comentario más acertado de todo este hilo. El tuyo. Gracias por compartirlo.

  12. Pingback: “Ser el abuelo Cebolleta” | Emitologías

  13. Gavroche

    reverte es un novelista estupendo. La reina del sur es su novela redonda. lo sabe.

    esto de

    «Somos lo que queremos ser, cada uno tiene el mundo que se merece»

    es una cagada

    estoy seguro que lo sabe.

    • Es uno de los pocos libros que he dejado a medias. Aburrido y repleto de tópicos. También me pareció muy malo, aunque éste lo terminé «La tabla de Flandes». «La sombra del águila» me gustó. Y no le he leído nada más. Pero si «La reina del Sur» es su novela redonda mejor lo dejo aquí.

  14. Amparo Killwater

    No todos tenemos el mundonwue nos merecemos, a algunos se nos ha sido impuesto.

    • Estoy de acuerdo, tanto con usted como con APR. Esa frases, quiero pensar que es conscientemente hiperbólica, queriendo en realidad decir que un muchísimos casos, no en todos ni mucho menos, somos lo que hemos querido ser, es decir, somos aquello por lo que hemos luchado y nos hemos esforzado y dejado la piel por conseguirlo. No sé si me he explicado bien.

  15. Ramon

    No hay lectura de AP-R que no me aporte algo, que no me enriquezca, que no me haga un poco más sabio. Ahí es nada.

  16. youzni

    Reverte, mejor opinador que escritor, buena entrevista, aunque sobran los juicios del entrevistador.

  17. JUANTES PEDRO IGLESIAS

    «La literatura es un buen filtro para suavizar las luces demasiado fuertes sobre la vida propia».

    Gran trabajo. Rigurosa entrevista. Para mí, la quinta esencia. Muy identificado por muchos recuerdos y aficiones.

  18. Federico Navas

    Me ha fascinado la entrevista y la sinceridad que tiene Arturo para responder. Es una entrevista para estudiar, leer dos o tres veces y aprender de ella valores perdidos por miedo a perder.

  19. Sin duda es un gran escritor…con una facilidad innata para deslizarse por la delgada y fina linea roja k va desde la realidad a la ficcion…….pero sinceramente ahora k es un referente…una persona viajada y cultivada…deberia pensar un poco mas las cosas antes de desembucharlas con esa facilidad…..mucha gente no vive la vida k se merece..mas bien la k le dejan…..SE HA MUERTO D EXITO….ARTURO LEVITA SOBRE EL AGUA….YA VIENE D VUELTA D TODO….LE FALTA HUMILDAD Y TEMPLANZA….NO APRENDIO NADA D VER TANTA DESGRACIA……anda coge tu barquito y vete a navegar a donde te lleve ti soberbia…..al tercer mar a mano derecha…..A TOMAR POR EL CULO DEGUN VAS A SOTAVENTO GAÑAN.

    • Silvia Pedrera Batet

      Deberías leer la entrevista y no sólo el titular. No habla de lo que dices que habla pero si habla de los que, como tu, hablan sin saber de que hablan.

    • Don José Bernardo, ¿sabe usted que la sartén le dijo al cazo ¡apártate, que me tiznas!? En verdad que el nivel que muestra usted en cuanto a soez, gañan y vulgar gritón es difícilmente superable. Corríjase y tómese un antiácido para evitar la úlcera de estómago.

  20. iskander

    De lejos, la mejor semblanza del personaje es esta;

    https://www.youtube.com/watch?v=Ao4A2fC0f5s

    • Atticus

      Ja, ja. Estupenda parodia. Excelente radiografía de nuestro hombre, todo un machote de pelo en pecho.

  21. Silvia Pedrera Batet

    Como se nota que la mayor parte de los que comentan, como Jose Bernardo por ejemplo, no han leido la entrevista, cuyo titular fuera de contexto es engañoso. Es una entrevista extraordinaria hecha por un periodista extraordinario a un personaje extraordinario. a uno de nuestros más grandes e interesantes escritores y novelistas. Una lección de vida y literatura, pese a lo que opinen aquí cuatro superficiales, cuatro infames y cuatro idiotas. Lectura maravillosa y obligada

    • Peibol Skan

      Se te ha ido la pinza. Tienes sobredosis de arturina

      • Y usted, sobredosis de falta de respeto a las opiniones que no coinciden con la suya, ¿no le parece, caballero? Expresar tu opinión no es que se te vaya la pinza, vamos, digo yo.

  22. Arturo tengo 4 años mas que tu y tambien tengo un velero y he viajado mucho y por favor no dejes de escribir

  23. Algunos comentarios no llegan ni a mediocres.

  24. ArturoElFacha

    Que se lo digan a cualquiera del continente africano..ni he leido la entrevista, pero la 1ª ya es de su mitica cosecha. Yo tambien sabia romper cosas de pequeño, lo complicado es montarlas.

  25. Resumen de la entrevista:

    -Abuelo Simpson, ¿cómo era la guerra?

    -Pues ahí estaba yo, el Día D, a la Hora H, en las playas de Normandía, al mando de una división de tanques Panzer, bajo las órdenes de Genghis Khan, dirigiendo el asalto final al Monte del Destino, donde las hordas de orcos del Ayatollah afilaban sus hachas… Aunque admito que mi memoria ya no es la que era…

    -Qué malas son las drogas, joder…

    -Ya te digo, niño.

  26. Peibol Skan

    Me gustan bastante más los libros (la serie de Alatriste y Trafalgar) que el personaje-autor. Hay que ser más humilde y más caritativo con tus semejantes. Esta claro que no todos hemos tenido una vida tan «interesante y rica» como la suya … pero eso no es razón para mirar por encima del hombro al resto de la humanidad

  27. He disfrutado con la lectura de la entrevista, como si fuera una de sus novelas, es natural y por eso me encanta, de jovencilla le escuchaba por radio, era como mi chupete, no me podía dormir sin escucharle, lastima que no sigue en la radio, pero bueno, me conformo con sus libros que me entusiasman y tengo un pedacito de él, un saludo entrañable. Encarnación

  28. Roberto

    Excelente entrevista
    Una persona que dice lo que piensa sin miedo es muy difícil de encontrar
    Uno puede estar en desacuerdo con el pero se respeta su sinceridad y sus conocimientos
    Decir lo que la gente quiere oír y ser cobarde y políticamente correcto es tan fácil y frecuente que alguien que haga lo contrario es refrescante

  29. Princo Circe

    Totalmente de acuerdo con practicamente todas las ideas de Pérez Reverte en esta entrevista.

    Al pan, pan; y eso a más de uno le escuece … ¿Que no?

  30. A Reverte solo le conozco como periodista, soy coetaneo, y tengo su imagen impresa en mi mente de las crónicas de guerra en TVE, lo recuerdo con gran simpatia, como el aventurero que me hubiese gustado ser.Posteriormente lo reencontré en » patente de corso» en el semanal y siempre era el primer articulo que leía. Me reconfortaban, me estimulaban y me hacian reir. ¿ Que mas se puede pedir? Yo lo defino como un provocador nato, un Diogenes que pretender sacudir nuestras conciencias con sus ironías y socarronerias.

  31. Eddy Felson

    Este hombre en una ocasión sentenció que «él no tiene ideología porque él tiene biblioteca». Siendo así siempre admiraré más a aquellos que tienen ambas, ya que no son excluyentes. Hablo de Cortázar, de García Márquez, de Rulfo, de Vargas Llosa o de Machado entre tantos otros.
    El problema de Reverte es que va de enfant terrible; cuando suelta un rebuzno del estilo de «la cultura ha de ser elitista, no puede ser popular» si te quedas en el titular piensas: «Menudo cantamañanas» luego lees el cuerpo del párrafo y te encuentras con que está de acuerdo en que las barreras económicas o de origen social han de ser derribadas para que el acceso a la cultura sea igual para todos: exactamente lo contrario de la entradilla del párrafo, pero por el camino nos tiene a todos discutiendo acerca de él, que es exactamente lo que busca.
    En mi opinión, literariamente hablando es entretenido, sin más, en lo personal me parece un vendemantas.
    Saludos

  32. Es un tipo necesario. Es un pepito grillo que dice lo que no queremosoir. Pero es humano, y eso no hay que perderlo de vista. Humano, imperfecto, con vicios y virtudes. Lo que me molesta de Reverte, en general, no es Reverte, sino la horda de Fanes y Haters que le siguen a todas partes (digitalmente hablando, claro). Lo segundo que más me molesta es que utilice toda su experiencia, y sobretodo el púlpito al que le han encumbrado algunos, para apuntalar una posición ideologica (se define como Jacobino, admiración constante a Francia, etc). Sus rajadas llamando paletos a los nacionalistas y demás, la verdad es que me hacen perderle el respeto como «figura imparcial». Como si ser nacionalista automáticamente te desclarasara culturalmente, así sin matices ni distinción entre individuos.

  33. Se me olvidaba decir que gracías a Trafalgar, me enteré definitivamente a entenrarme de lo que paso en la batalla de marras. (Ojo, es un libro imperfecto, y a veces irritante a causa del estilo). Pero en general, su contribución al interés de jovenes y no tan jovenes por la hisotría es invaluable. Coincido con él en que su mejor novela es El Pintor de Batallas. Tampoco las he leido todas, pero de las que he leido, esa me parece canela fina.

    • rayvictory

      Sólo el detalle de la arena en cubierta de Don Benito Pérez Galdós vale más que todas las Trafalgares de APR

  34. ArturoElFacha

    Este tio lo que es es un fantasma. Maximo respeto por su carrera periodistica como corresponsal de guerra… pero sigue siendo un fantasmon. Si pudiese autochuparse, como dice Encarna por ahi, seguro que lo haria. Su critica no me parece nada del otro mundo, solo para generar controversia, pero no dice nada que no se haya dicho antes, que es en el nivel que el se cree que está. Será bueno, como es lógico en su trabajo, literariamente ..pero la forma de aplicarlo me repugna bastante.
    Caso a parte, sus anecdotas.. de.. voy y «me hago amigo de los narcos» <—joder, joder joder (como diria Bertin), seguro que tiene el telefono del Chapo y de chapulin colorado tb.

  35. ArturoElFacha

    PR7 su nueva marca

  36. Chiapuso

    Dejando aparte el indudable hecho de que este hombre me da mucha pereza, creo que la entrevista-masaje de espalda a que le somete Enric no aporta nada nuevo sobre el personaje, salvo para los fans más irredentos.

    Lo peor de todo es que no me queda claro si Arturo Pérez Reverte es un escritor o un personaje creado muy hábilmente. Nadie parece decidido a echarle un diente a ese asunto.

  37. PorComentar

    ¿Ahora jotdown «republica» articulos/entrevistas antiguas?? quien te ha visto y quien te ve…hasta mas ver

  38. Ana Conde Chijeb

    Independientemente de gustos, filias y fobias, faltar al respeto a una de las personas más cultas, brillantes, valientes y conocedoras de la historia, particularmente la de nuestro país es una clara muestra de esa España cutre que con tanta razón critica. Desde luego que él está en un plano moral, cultural y social muy lejano al de algunos de vds. Bendito Pérez-Reverte, larga vida tenga !!!!

  39. laowai

    Reverte en estado puro, contando exactamente los mismos rollos que lleva largando una y otra vez desde hace años: los cristales rotos en Sarajevo, Márquez fumando en cuclillas, que él vio Troya cuando llegó al Líbano, que compadrea con narcos porque las mañas del periodista, el cazador solitario, que si él estará atrincherado en su biblioteca cuando los bárbaros asalten Roma (sea lo que sea que eso signifique). Y una respuesta gloriosa, lo mejor de la entrevista: presumiendo de que él estaba tan tranquilo en un avión que parecía que se caía porque «tiene cultura y sabe que los aviones se caen». Esta frase es una decantación pura y perfecta del personaje Reverte, el que ha construido una legión de seguidores a base de repetir que él ha estado en la guerra y que tú no. Nadie lo ha descrito mejor que Rafael Reig en tres perfiles gloriosos que le trazó en su blog.

    • Silvia Pedrera Batet

      Menuda autoridad te buscas. ¿Quién es Rafael Reig, hombre? Rafael Reig es un mediocre y un desgarramantas carcomido por la envidia que les tiene, como todos los mediocres que no son nadie pero quisieran serlo, a Reverte y a Marías. Cuando a Reverte lo critique alguien de su categoría, alguien de sus iguales, empezamos a hablar.

    • Federico Martinez

      Oye, Iaowai, danos los url de esos comentarios de Rafael Reig sobre el infausto, que en su blog (el de Reig, no el del infausto) el buscador dice que no existen. Y olvídate de esta Silvia, que yo creo que se ha equivocado de personaje y está hablando de Justin Biever (¿se escribe así?). El mundo de las fans es inmarcesible (o quizás insumergible, que ahora no pillo la palabra ad hoc).

  40. Francisco

    Un Español fuera de lo común, claro, explícito, comprometido, y valiente….en dos palabras, un tío con » dos cojones»….

    • Federico Martinez

      ¿Tú estás seguro de que es Español, así, con mayúscula? ¿Y seguro que tiene dos cojones? Porque se corre el rumor de que es Huno (con mayúscula; y quizás sin hache) y que tiene al menos cien cojones. O mil, como en el chiste de los glóbulos rojos.

  41. misántropo

    Bueno, vale, pero no empecemos a chuparnos las pollas todavía.

  42. Después de leer la entrevista me siento bien.
    Gracias.

  43. Pingback: Mis enlaces semanales (XLVI) | 30 de diferencia

  44. Cao Wen Toh

    Escribe como piensa: con el culo.

  45. Francisco Guerra

    Como escritor, me parece muy bueno sin ser sobresaliente.
    Sus artículos de opinión me parecen estimulantes, valientes y siempre recomendables.
    La persona (o personaje) me parece bastante patética. Creerse más completo que el prójimo por haber vivido cosas distintas a él, es propio de gente con poca empatía y mucha megalomanía; No es propio de alguien sabio, que es lo que pretende aparentar. El sabio, no pasa sus últimos años solo, y mucho menos alardea de ello.

  46. ¡Madre mía!, es verdad lo que decía Fernán Gómez,eso de que en España el pecado general no era la envidia sino el desprecio.
    Vaya manera de soltar mierda sobre alguien sólo por no callarse sobre lo que ha vivido,y en una entrevista.
    Te puede gustar más o menos Reverte pero es un incuestionable en nuestra cultura actual.Entiendo que haya gente que le dé grima pero,joder,cuanta bilis.
    Y yo por mi parte estoy hasta los huevos de eso en este país… y mira,lo suelto aquí para mi mismo.

  47. Jaume Gil

    Genial esa sensación de saberse por encima del otro por haber estado en situaciones distintas. Ese compadreo con el entrevistador “tú y yo sabemos de verdad de qué va esto y no los pobres palurdos que nos van a leer, eh?”.
    Cualquier policía, cualquier médico o enfermera, cualquier monja que trabaja en paliativos, cualquier voluntario que trata con toxicómanos y me dejo a muchos, viven a diario cosas que permiten llegar con profundidad a la verdad descarnada que esconde el ser humano. Y lo hacen de forma queda. Profunda. Muchas veces sin cinismo. Sin alardes. Sin creer que por ser un inmaduro/aventurero que va a los sitios y se coge un avión de vuelta a casa para contarlo, se es más que el resto. De hecho, sus experiencias son más bien empobrecedoras. Tomarse unas copas con unos narcos mexicanos o ver a gente matar o violar, no te hace conocer mejor al ser humano ni te da una mirada más serena. Simplemente te hace conocer mejor la miseria humana. Ver la miseria humana no te eleva. No te hace más humano. Tampoco te hace más sabio. Si a caso, en el peor de los casos, te hace más cínico. Nada de lo que alardear, por otro lado.

  48. Susana Rapado

    Magnífico, de veras. Saludos y muchas gracias!!!

  49. FerGer

    Pues a mí, como algunas de sus novelas y la mayoría de sus artículos, me ha gustado esta entrevista, y mucho. Hala, ahora según alguno de ahí arriba ya soy un fan incondicional y tengo el jucio nublado.

    Y otra cosa, para aquellos que se quejan que habla de sí mismo se olvidan de que esto es una entrevista, concepto que supone principalmente preguntas del tipo «qué piensas, qué haces/hiciste» y respuestas que comienzan con un «Yo pienso/creo/hice» y similares.

  50. Ferran

    Números 2 a 6 de la revista Jot Down!

    http://www.ebay.es/itm/-/181961740748?

  51. Estoy de acuerdo con Pérez Reverte, tenemos el país que nosotros mismos hemos creado. Es penoso ver el estado de los medios de comunicación, movidos por el interés empresarial únicamente, lo mismo que los partidos. Nos merecemos la basura de Salvados, El Mundo, La Razón, Intereconomía, Marca y As, PSOE y PP, Florentino, el presidente de la federación de baloncesto,

  52. Un escritor que confiesa que siempre crea el mismo personaje no es un gran escritor.
    Que se tire todo el día rodeado de libros no significa que haya llegado a comprender nada.
    Creo que es menos inteligente de lo que él mismo piensa.

  53. joaquinoso

    Cuando escribió novelas por el mero placer de contar historias, era muy bueno. Luego estableció que, dado que era el más leído, tenía que ser considerado como un escritor serio. Establezco ese punto de inflexión entre La Carta Esférica y La Reina del Sur. Ahí se fastidió el tema. Contaba historias como siempre pero se volvió un punto pretencioso porque «pretendía» su lugar entre los inmortales.

    Pasó a ser otro más, del montón de escritores literarios, muy literarios. Vale, es íntegro pero no quiero un escritor íntegro, quiero un escritor que me emocione y me dé vértigo. Los que tienen que ser íntegros son los políticos. El mundo al revés.

    Y ésa es mi historia con este autor.

  54. Isabel

    En lo único que discrepo al cien por cien con el señor Pérez Reverte es que sea preciso haber estado en una guerra para conocer la maldad humana. Creo que el mal existe en cualquier época y lugar, aunque coincido en que ver la crueldad máxima enmedio de Europa y a finales del siglo XX pueda provocar ese «desencantamiento» con la «especie humana».

    En el resto de sus afirmaciones me veo más o menos representada (sin ser fan, ‘cuidao’, que no soy una «revérter» a lo ‘diréctioner’ o ‘beliéver’) porque lo veo consecuente. Literariamente, me gusta mucho más Javier Marías, pero me encantaría estar en la mesa de al lado cuando, tras una reunión sobre tildes en la Academia, se dediquen a criticar al personal.

    También está la edad. A los 64 ya no se autocensura uno, ni se aguanta lo que no apetece aguantar. Además, deja muy claro que nunca ha sido diplomático.

    Gracias por la entrevista. Después de leer la de Carmen Linares y la crítica de la nueva de StarWars, se me ha arreglado bastante la tarde.

  55. Mega Monguer

    Lo ha comentado alguien por aquí; escucharle, leerle, me da impresión de que me encuentro ante el Sabina de la literatura.

  56. Perez Reverte es un escritor castizo como los callos con garbanzos. Su amigo Marías es el carajo de la vela

  57. Pingback: Featured Posts: December | Waterblogged

  58. Niño Rodicio

    ¿Nadie duda?¿Nadie teme?… Pese a ser mayoría, no interesamos. Tan solo como personajes secundarios de contraste, masa informe con la que pocos nos identificamos.

  59. Perikorro

    Joder, y a mí que este tío me parece un mediocre.

  60. Pingback: Arturo Pérez-Reverte: «Somos lo que queremos ser, cada uno tiene el mundo que se merece» (Jot Down) | Libréame

  61. Los libros de Arturo Pérez-Reverte son interesantes, pero, lo malo que tienen los escritores, es cuando expresan sus opiniones, porque, las televisiones y radios tienen la mala costumbre de leer pocos libros, y hacer preguntas estúpidas, en general.
    Y cuando un escritor se pone a expresar sus opiniones, en general, lo suele fastidiar todo. Porque el ego de estas personas debe salir fortalecido, pero, su imagen, suele caer en picado.´
    Así que lo mejor es leer libros, y no preguntar las opiniones de nadie.

  62. Es usted un señor. De los que desgraciadamente quedan pocos. De mi marido, que era un buen médico y le reventó el corazón con 53 años. Lo que más me gustó, fueron las personas que me dijeron que era una buena persona y un señor. Era de los que su palabra era cuestión de honor cumplirla. Los dos eramos de los de 50 como usted (1953 y 1954) y aprendímos cosas que hoy los jóvenes, ni se imaginan, ni les interesan. Tengo una buena cultura (creo), porque soy una devoradora de libros. Y mi mayor orgullo es que estoy metiendo ese «veneno» en mis nietos. Su madre, mi hija María de 33 años, es la única de mis tres hijos , a la que conseguimos mi marido y yo, inocularle ese veneno maravilloso. En mi casa nunca ha faltado una biblioteca, lo más completa posible. Si se puede decir que una biblioteca es completa. Me encantan sus libros y sus artículos de los Domingos. Por favor siga así. Muchos opinamos que Académicos como usted,hacen mucha falta a nuestro precioso idioma. Por cierto. Como reportero de conflictos bélicos, fue usted de lo mejorcito. No digo el mejor, porque había varios muy buenos. Vale.

  63. Zapatones de Hortaleza

    Escritor de entretenimiento. Personaje de zarzuela.

  64. A mí no me gusta este tío, qué queréis que os diga. No se puede, o no se debe, intentar justificar los gustos personales, para gustos colores, que dice el dicho, muy bien dicho por cierto. Pero, aunque no le voy a quitar mérito a todas las aventuras que ha tenido Arturo, no por nada sino porque comparado conmigo, que he visto poco más que el sofá de mi casa, ha llevado una vida realmente trepidante, creo que hay algo ‘artificial’ en su discurso. Es ese halo que desprenden aquellos que se esfuerzan por convencer a los demás de lo intensa que es y ha sido su vida… Nadie, como he dicho antes, puede discutir que como reportero y como escritor ha tenido vivencias que el común de los mortales no ha olido ni de lejos, pero adopta una pose ‘intensita’, reclama un estado de lucha constante, una permanente recurrencia a la exaltación. No he leído ninguna de sus obras, porque tengo la sensación de que deben tratarse de historias planas, facilonas; no noto en su mensaje nada soterrado, está todo muy claro. Además, veo un poco contradictorio el hecho de que se vanaglorie tanto del proceso de documentación para escribir una novela… y luego diga que su signo reconocible entre sus lectores son los personajes… y no la vestimenta. No sé, creo que no es ni chicha ni limoná. Al leer la entrevista, me ha recordado al típico amigo que todos hemos tenido y que se esforzaba muchísimo contando lo intensísimos que eran sus ligues y conquistas. Tengo la impresión de que este hombre no ha follado de una manera lo suficientemente catártica. En muchas cosas de las que dice sobre España y los españoles, no le falta razón, pero tiene un modo de expresarse que suena ‘barato’ y ‘vacío’.

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  72. Vaya, acabo de leerlo (he estado distraída es mi disculpa). La impresión que me causa es desagradable: una persona que dice cosas que me harían calificarla de inteligente porque me parecen razonables y razonadas y oportunas, informada, creativa, culta (cómo no reconocérselo, si, además de tener méritos, el tío los enarbola, los afirma y los insinúa cuanto puede, no sea cosa que alguien va y no se los soba; pero en fin, tampoco es cuestión de liarse a levantar las cejas en momentos tan sensibles),.. y sin embargo una persona tan mema, tan vacua, tan fatua, tan Belén Esteban después del tercer coach (perdón, Sra. Esteban, usted es un icono y lo sabe). En fin, es un post-it de sí mismo, y se hace largo.

  73. No todo el mundo tiene lo que se merece, con algunos la desgracia se ceba a su gusto…

  74. Nacho Arregui

    El conocimiento en carnes propias de la humanidad con sus miserias y sus virtudes, la capacidad para identificarse y poner en boca de personajes sentimientos auténticos, junto a una claridez expositiva de ideas y el miedo imprescindible para sobrevivir, dan una combinación narrativa explosiva y fascinante.
    Nos enseña el cuadro sin emitir juicio propio a los retratados ( ya lo hace la coherencia de carácter de cada personaje y sus acciones) como ya hicieran otros( Baroja , Mendoza , Hemingway).

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