Revista Mercurio #225 «Orden y caos» + PDF
En la revista Mercurio siempre, o al menos en esta nueva etapa desde su refundación en 2019, nos hemos considerado de letras impuras, por aquello de que, siendo lectores empedernidos y bibliófilos irredentos, defendemos que las personas leídas lo son también en ciencias. Por eso tocaba ya un monográfico como el que ocupa este número 225, titulado Orden y Caos, que aborda su vertiente más humanista, aquella que nos ayuda a comprender lo que nos pasa por la sesera y el alma. Dos conceptos muy presentes de diversa forma en el ámbito científico, aparentemente contrapuestos y que sin embargo se complementan para alimentar sus hallazgos, avances y descubrimientos, para dar color —como en la portada y las ilustraciones interiores de Sofía Fernández Carrera— a los saberes adquiridos y los aún pendientes. Cinco ensayistas de amplia trayectoria y prestigio en la divulgación de la ciencia (a través de las letras) nos acompañan en este recorrido de calculada entropía.
Alguien que empieza dedicándose al saber más fundamental (la física) y que acaba especializándose en la profesión posiblemente menos rigurosa (el periodismo), como Pampa G. Molina, por fuerza tendrá algo que decir sobre qué entendemos por ciencia —si es que entendemos algo— y lo que nos interesa de ella o debería interesarnos.
Contemplar un cuadro mítico desde el punto de vista (neuro)científico es mucho más que admirarlo, según Javier S. Burgos: es tomar conciencia de ese sencillo acto y de todo aquello que la mano del pintor traduce en sensaciones. Una explosión de plasticidad no necesariamente grata para el cerebro, pero siempre iluminadora.
El ser humano siempre se ha interesado por el estudio de la luz, por razones que saltan a la vista. Pero nunca como hoy, nos recuerda Martina Delgado-Pinar, ha sido tan vital su investigación a gran escala y su incidencia en la realidad cotidiana. Desde hace algunas décadas la fotónica se aplica a todo y todo lo abarca.
Cuenta Gustavo A. Schwartz que, a lo largo de la Historia, la ciencia se ha mofado de las humanidades como modo de aproximarse al mundo, mientras que estas no han tomado muy en serio lo que aquella podía decir de lo que nos hace humanos. Pero literatura y ciencia son hermanas, descendientes de las ideas y de la pura curiosidad.
Si eureka es una palabra de ciencia, serendipia no lo es menos, pues su historia está llena de felices coincidencias... o no. Para Inés Mármol, lo que puede interpretarse como descubrimiento inesperado es más bien resultado de una trayectoria, unas circunstancias y una constancia acaso no tan mágicas, pero desde luego cruciales.
Como siempre, completan el monográfico el Contenedor de Apuntes, lleno de referencias sobre libros, películas, pódcasts, arte multimedia, música, series documentales, cómics y exposiciones que complementan la panorámica sobre este asunto; y la entrevista, que en este número recoge la conversación entre el escritor Jesús Carrasco y el reputado investigador Paco Calvo, catedrático de Filosofía de la Ciencia, director del Laboratorio de Inteligencia Mínima (MINT Lab) de la Universidad de Murcia y autor del ensayo de próxima aparición Planta sapiens, sobre «la inteligencia secreta de las plantas».
Además, el nº 225 de Mercurio mantiene sus secciones habituales: las reseñas de libros con firmas invitadas (Horas Críticas) y las de exposiciones (Cultura Ambulante), los artículos de El Boomeran(g), esta vez de la mano de Josep Massot, Francisco Ferrer Lerín y Victor Gómez Pin, el Mapa de Espacios Singulares donde destacamos algunos centros culturales a los que seguir la pista, las secciones de creación literaria y visual, que en esta ocasión se nutrirán del certamen Ciencia Jot Down 2023, y una Crónica Desorbitada que Juan Vilá titula «El error y la gracia».
Que la paciencia es la madre de la ciencia es algo bien sabido. Y pacientemente, desde su primer número en septiembre de 1998, Mercurio no ha desfallecido en su empeño por divulgar la cultura, si tal cosa es posible y no nos dejamos llevar por el prejuicio que separa al vulgo de lo culto. Eso quiere decir, como sabrán si no son negados para las matemáticas, que esta revista cumple 25 años de vida en este número 225. Cifras redondas casualmente (o serendípicamente) que nos llevan a celebrar un cuarto de siglo de supervivencia del papel, en esta nueva era que estrenamos solo un poco antes de que nos asaltara la pandemia y que, siguiendo con los números, bautizamos con ironía como «4.0».
Menudo momento para renacer, dirán, pero nadie dijo que esto sería fácil. Y sin embargo aquí estamos, físicos y virtuales, presentes e igual de vivos que siempre, pero quién sabe si algo más sabios, aunque haya sido por ciencia infusa o por juntarnos con las más listas, los más graciosos, las más rompedoras y los más abiertos a lo que venga; ya saben, el porvenir es ayer y sin ciencia no hay futuro que —nos— valga. Brindemos, entonces, por seguir quitándole la razón a los pronósticos otros 25 años.