Cuando la escribió, pensó que era una copia. Cuando se escuchó tarareándola, se dijo: es demasiado buena. Incluso para mí. De hecho, cuando se la había mostrado a John, aún en pijama en ese ático de la calle Wimpole, al acabar de esbozarla sobre el piano, le preguntó. Y nada. […]