Me despierto abrazada a un oso de peluche de dos metros y medio. No estamos solos, pero no me atrevo a mirar quién o qué nos acompaña. Toso un par de veces y vuelvo a cerrar los ojos, confortada por su mullido vientre. Me acuna el metálico rumor […]
Me despierto abrazada a un oso de peluche de dos metros y medio. No estamos solos, pero no me atrevo a mirar quién o qué nos acompaña. Toso un par de veces y vuelvo a cerrar los ojos, confortada por su mullido vientre. Me acuna el metálico rumor […]