En un juego en el que no le pintaban más que bastos, el lince de Montevideo ganó. El hijo del distrito 24 ascendió a los cielos de Europa y a los altares de escay de la noche madrileña, y se consiguió sacar a golpes el hambre voraz que le iba […]
En un juego en el que no le pintaban más que bastos, el lince de Montevideo ganó. El hijo del distrito 24 ascendió a los cielos de Europa y a los altares de escay de la noche madrileña, y se consiguió sacar a golpes el hambre voraz que le iba […]