Laura Cazalilla jugaba a fútbol mucho mejor que la mayoría de los niños de mi clase. Teníamos nueve años y la flaca regateaba que era un primor. El agrietado cemento del patio de la vieja Ikastola Begoñazpi era testigo de cómo […]
Laura Cazalilla jugaba a fútbol mucho mejor que la mayoría de los niños de mi clase. Teníamos nueve años y la flaca regateaba que era un primor. El agrietado cemento del patio de la vieja Ikastola Begoñazpi era testigo de cómo […]