Thomas Bernhard, implacable en el desguace de la especie humana, se despojó del uniforme de carnicero para indultar a Glenn Gould como si tuviera la madera de Pinocho en sus manos. Eludió para ello el estereotipo de un pianista martirizado, débil, enfermizo. Lo convirtió en un canadiense simpático y fornido. […]