Con todo el pescado vendido y las cartas sobre la mesa, aquí va este ejercicio de música-política-ficción sobre los líderes de los partidos que han conseguido escaños en el parlamento andaluz tras las elecciones del pasado 22 de marzo. ¿Qué escuchan? ¿Por qué lo escuchan? Y, sobre todo, ¿puede tener alguna repercusión en las decisiones que tomen a partir de ahora?
Susana Díaz (PSOE): Alejandro Sanz
Susana Díaz nació hace casi cuarenta y un años en Sevilla y creció en el barrio de Triana. Las crónicas periodísticas ya han dicho de ella que fue catequista y se ha reseñado hasta la extenuación su fe y su presencia en las procesiones. Con estos mimbres tiraba mucho, demasiado quizá, una playlist con muchas sevillanas, mucho Ecos del Rocío, Los del Río y hasta Los Cantores de Híspalis. Pero parecía muy fácil. Igual de vez en cuando escucha la salve rociera —que nadie le resta belleza, por otra parte—, pero resulta que el cantante favorito, porque ella también lo ha dicho y, es más, sigue acudiendo a sus conciertos (lo hizo en junio de 2013) es Alejandro Sanz.
Sí, Alejandro, el chico del barrio madrileño de Moratalaz que canta y a veces habla con acento andaluz (sus padres nacieron en Andalucía) y que se hizo con todas las adolescentes en 1991 con su primer disco, Viviendo deprisa. En aquel CD incluía canciones como «Los dos cogidos de la mano», y, sobre todo, los dos temas que le encumbraron en revistas como la Súper Pop: «Se le apagó la luz» y «Pisando fuerte». La primera versaba sobre un accidente de tráfico en el que perdía la vida la novia del chico (de él) y la segunda contaba la relación entre un adolescente y una chica mayor que él (una fantasía de-toda-la-vida). Carnaza de carpeta de instituto.
Entonces, Díaz también era una de esas chicas. En 1991 tenía diecisiete años, por lo que tampoco extraña que cayera prendada ante las estrofas de este chico de barrio —ella también lo era al fin y al cabo— y que incluso aún años después haya seguido escuchándolo. Curiosamente, casi se podría establecer un paralelismo entre ambos. Sanz, después de varios discos, comenzó a coger fuerza en América Latina, fue bendecido en Miami y de ahí al estrellato del pop latino. Y no, ya no era un chico de barrio, sino un multimillonario.
Díaz, a la que hasta 2013 apenas se la conocía, es hoy la presidenta de Andalucía. En dos años ha pasado de la nada al estrellato político. Y con varios temazos, como criticar a José Luis Rodríguez Zapatero y el referéndum en Cataluña, y hacerle algunos feos al actual secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. Y es que, son tan fuertes tus miradas, Susana, que igual dentro de nada cruzas también otro charco, pero esta vez el del Guadalquivir.
A Alejandro Sanz le bastó una frase —aparte del corazón partío con el que ahora se pueden quedar más de uno en el socialismo— para dejar de ser solamente un músico para adolescentes: «¿Y si fuera ella?». Díaz seguro que la ha cantado más de una vez y seguro que ya se ha respondido. Afirmativo.
Juan Manuel Moreno Bonilla (PP): Danza Invisible
El periódico El Mundo publicaba a principios de marzo la playlist de Juan Manuel Moreno Bonilla y como número uno aparecía la canción «Sabor de amor», de los malagueños Danza Invisible. Aquella melodía —que hoy sigue sonando en los bares que rememoran los éxitos ochenteros y donde, por otro lado, sigue habiendo mucha camisa y pelo engominado— también fue directa al número uno en 1984. Y más de uno estará ahora mismo tarareando el estribillo machacón. Sí, aquello de «Labios de fresa sabor de amor, pulpa de la fruta de la pasión». O corazón de melón.
Danza Invisible fue uno de esos grupos —y cuidado que a las cuatro de la mañana yo creo que ya gustan a casi todo el mundo— que sonaban en los bares pijos de los ochenta, los noventa (y finales de esta década). Sí, allí donde después de «Sabor de amor» te ponían «Devuélveme a mi chica», y después hasta te podía caer «Mil calles llevan hacia ti». Moreno Bonilla, nacido en 1970 en Barcelona pero de familia andaluza, solo tenía catorce años cuando los malagueños empezaron a brillar en el panorama nacional, pero, sin duda, le alcanzó la riada de aquel cancionero ligero, musicalmente pobre y sobre todo superficial y nada molesto. Con nadie. Y como a él a toda una generación y a sus posibles votantes.
Es más, en un chat digital con El País el pasado 26 de febrero contestaba sin pudor ante una pregunta sobre sus gustos musicales que era muy fan del «pop británico de los años ochenta y el pop español de la época de la Movida». Vamos que igual preguntarle ahora por la polémica sobre la música y los hipsters quizá sería como pedirle que nos desvelara las ecuaciones sobre los agujeros negros de Stephen Hawking.
Con todo y antes de que las hordas se echen encima, aquí nadie está insinuando cuál es la papeleta que introducen en las urnas Javier Ojeda —líder de Danza Invisible— y demás compañía. Pero que a Moreno Bonilla le vería muy a gusto en un concierto tarareando ese «todo me sabe a ti» sale fuera de toda duda. Y hace ya treinta años de esta canción. Cosas que no cambian. El problema es que, con el bajón de votos, quien se puede quedar «invisible» esta vez sea él.
Teresa Rodríguez (Podemos): Himno de Andalucía
El 18 de octubre de 1979, solo dos años antes de que naciera Teresa Rodríguez, fue reestrenado el himno de Andalucía, compuesto por Blas Infante y José del Castillo Díaz. No se había tocado desde justo una semana antes del estallido de la Guerra Civil, por lo que esta alabanza jornalera que pide tierra y libertad para los andaluces pronto se convirtió en una de las piezas musicales claves de la Transición, cantada por andaluces como Carlos Cano o incluso catalanes como Joan Manuel Serrat. Sí, todos los que Podemos engloba en lo que llama la instauración del Régimen del 78.
Sin embargo, pese a ello, el himno de Andalucía ha sido la banda sonora de la campaña del partido de Pablo Iglesias en esta comunidad autónoma. Se pudo escuchar en el mitin del 17 de enero y en el del cierre de campaña en el polideportivo de Dos Hermanas el 20 de marzo. ¿Sorprendente? ¿Contradictorio? No, más bien todo lo contrario.
Desde que Podemos comenzó a crecer como la espuma entre el electorado a partir de las elecciones europeas del año pasado, sus máximos dirigentes no han hecho más que apelar a los himnos de la Transición, como, por ejemplo, «L’Estaca», de Lluis Llach. Es cierto que muchas de sus letras, como ocurre con la del himno andaluz, aluden a la paz y la esperanza, la libertad, la tierra, los trabajadores, etc. Todo muy «Podemos». Pero, además, se juega con otro fenómeno: apelar al cambio que hubo en 1982 con la victoria del PSOE.
En aquellos finales de los setenta y principios de los ochenta no había casete de coche de familia votante socialista o del PCE, o lo que después fue IU, en la que no sonaran los éxitos de los Serrat, Víctor Manuel, Ana Belén o incluso —y mucho más en tierras del sur— Lole y Manuel. Teresa Rodríguez era entonces una niña y como recalcaba el Diario Sur en un perfil que publicó sobre ella el pasado 5 de marzo, creció en Rota —base norteamericana— escuchando a los bombarderos de la USAF camino de Libia y contagiándose de la «preocupación por los otros» que le enseñaban sus padres, dueños de una perfumería.
Así, Rodríguez, que a los dieciocho años se afilió a Izquierda Unida, no pudo evitar que en sus entrañas calara aquel cancionero, en el fondo, tan intergeneracional, tan perteneciente a la generación de sus padres como a la suya propia. Y que, por ello, ahora juegue a su favor, al de sus conmilitantes e incluso al de cualquier nacido en plena Transición. Y eso en Podemos lo saben.
Podría haber traído a colación a grupos indie noventeros con los que sin duda Rodríguez también creció. O a bandas hiphoperas con acordes rumberos o un poquito de aquello que tuvo tanto éxito como fue el flamenco chill (de repente se me ocurre Chambao), pero veo a la exeurodiputada y hoy diputada en el parlamento andaluz mucho más cómoda con aquella versión que hizo Serrat del himno de Andalucía y que llegó a cantar junto a Rocío Jurado. ¿Régimen del 78? Sí, pero no tanto.
Antonio Maíllo (IU): María Callas
En contra del estereotipo del político exaltado, Antonio Maíllo ha mostrado durante toda esta campaña un estilo reposado, de profesor de latín y griego, lenguas muertas que, como dice el perfil de su wikipedia, domina. El candidato de Izquierda Unida, de cuarenta y nueve años y nacido en Lucena (Córdoba), es uno de los líderes con más edad de los partidos que han conseguido escaños en el parlamento andaluz y sus gustos musicales también denotan esa experiencia. Podría haber hecho una lista aquí con los músicos que siempre se han adherido a Izquierda Unida (o IU ha echado mano de ellos), pero como parece que se los ha llevado Podemos, hemos de detenernos en la música clásica.
En varias entrevistas, Maíllo ha destacado que una de sus pasiones es María Callas, y la verdad es que, viendo el batacazo —vale, la chapuza de la ley d’Hondt y la más que discutible alianza con el PSOE, etc.— de IU en estas elecciones, la tragedia parecía inevitable.
La soprano griega estuvo enamorada hasta el tuétano del naviero multimillonario Aristóteles Onassis. Le conoció en 1959, en la cumbre de su éxito, y la historia es conocida por todos: fue una relación tortuosa, llena de altibajos hasta que en 1968 Onassis la abandonó repentinamente —para algunas personas estas cosas son así: suceden y después se van— por la viuda de América, Jackie Kennedy. Desde entonces, la Callas no levantó cabeza. Varios ingresos en hospitales por ingestión de barbitúricos, pérdida de la voz… Hasta que en 1977 fallecía de un supuesto ataque cardíaco, ya que siempre se especuló con el suicidio.
Quizá rememorando esta historia Maíllo pueda comprender lo que le ha ocurrido a IU: relaciones tóxicas. Durante casi tres años han estado tonteando con un PSOE que de repente les dejó en la estacada y ahora los socialistas podrían casarse con otros. A la soprano el disgusto le duró casi una década y al final la única salvación fue la muerte. No voy a ponerme agorera porque no tiene por qué pasar, pero es un aviso para navegantes. Y el candidato tiene la suficiente experiencia para darse cuenta de ello.
Juan Marín (Ciudadanos): chirigotas gaditanas
Hasta nueve escaños ha conseguido Juan Marín para Ciudadanos en estas elecciones. Todo un pelotazo que daría para poner el hit «We are the champions» de Queen una y otra vez. De hecho, se convertido en la llave para formar Gobierno y decirles a todos los demás qué música deben escuchar en su casa. El problema, como sucede con casi todo en esta formación política, es que no se sabe muy bien cuáles son sus propios gustos. El propio Marín, de cincuenta y tres años, es todo un ecléctico en política: estuvo en Alianza Popular, en el Partido Andalucista, en Ciudadanos Independientes de Sanlúcar, que pactó con el PSOE… Vamos, que podría escuchar desde flamenco a country pasando por música ligera de orquesta.
Su jefe Albert Rivera sí ha comentado alguna vez la música que escucha. Y, de nuevo, nos encontramos con una mezcla muy poco purista: desde Manolo García a Paco de Lucía pasando por Loquillo, Estopa y Joaquín Sabina. Si fuera una playlist de Spotify podría llamarse «y aquí de todo un poco». Para no comerse demasiado la cabeza.
Pero, ¿qué pasa con Marín? A veces ha comentado algo de los carnavales, lo que parece lógico ya que en su tierra mandan las chirigotas. Y eso es a lo que voy a agarrarme, ya que el pasado 9 de enero subía una foto a Twitter con la presentación de Los Posturitas en el carnaval de Sanlúcar. ¿Qué decía la letra? «Algunos con cabeza piensan más allá de plantear concursos (..) cantarle diez veces y no pagarle ni un duro». ¿Concursos públicos? «Así que este año de mí no se aprovecha nadie», seguí la cancioncilla.
Y esto podríamos extrapolarlo a la situación en la que se halla Marín y Ciudadanos. ¿Posturitas porque hay mucho postureo en el partido? Mucho lirili y poco larala, que decían algunos. ¿Y eso de que de mí no se aprovecha nadie es un dardo envenenado a Susana Díaz? Ya le han dicho por activa y por pasiva que no pactarán mientras no largue a Griñán y Chaves, así que la cosa está por ver. Eclecticismo ciudadano.
Sabor de amor es de 1988
Danza Invisible tiene un montón de canciones cojonudas. Sus primeros discos estaban pero que muy bien y contenían cosas tan estupendas como Sin aliento o El Angel caído. Otra cosa es que para llegar a la masa evolucionaran hacia donde lo hicieron. Y claro captaron fans como el citado…..
Eso mismo kilgore, me has quitado las palabras de los dedos!
¿Y a nadie le gustaba Motorhead o la música clásica? Qué aburridos son estos políticos, la verdad….
Hombre, lo de María Callas, lo que se dice dubstep, no es.
Que susto…pense que alguno tendria en sus temazos favoritos algunos de Quique Veneno, Triana, Raimundo Amador,El Cabrero,Smash,….
¿Qué hasta 2013 apenas se la conocía?
pues en Sevilla fue concejal de juventud, a nivel andaluz fue diputada autonómica y además también fue diputada nacional e incluso senadora xD.
Lo intento de nuevo el artículo . … es una pena todo el no debería estar en jotdown.es llevo recomendando esta revista y comprandola tiempo y nunva me imagine qe me borrarian comentarios inofensivos