¿Cuánto pagarías por este artículo?

Clinc.

Un sonido. Un sonido y un símbolo y un gesto. Una moneda que cae. ¿Cuánto pagarías por lo que te gusta? ¿Cuánto pagarías por lo que te emociona, te instruye o te abre los ojos? ¿Y por lo que te irrita y rebates y discutes? ¿Cuánto pagarías por lo que compartiste y comentaste en charlas de bar y en las líneas de internet? ¿Cuánto pagarías por todos esos minutos o esas horas o esos días en los que, en definitiva, te divertiste? ¿Cuánto pagarías por ser más grande? ¿Por ser mejor?

¿Pagarías una moneda?

¿Cuánto pagarías por recordar la canción con la que te besaste por primera vez? ¿Y con la que te acurrucabas a llorar cuando supiste que jamás volverías a hacerlo? ¿Cuánto pagarías por saber por qué nos atraen los antihéroes? ¿Cuánto por dar la vuelta al mundo subido en los ojos de Le Corbusier o Verne, llegando más lejos que cualquier billete de avión? ¿Cuánto pagarías por saber qué llevó a uno de los mejores periodistas del país a abandonar El País? ¿Cuánto pagarías por viajar junto a un fotón desde la superficie del sol hasta el óculo del Panteón de Roma? ¿Y por tocar con tus manos eléctricas la palmera románica de San Baudelio de Berlanga? ¿Cuánto por conocer las matemáticas que se esconden en los sorteos de Navidad? ¿Cuánto pagarías por que un pulpo te acariciase como acariciaba a la mujer del pescador? ¿Y por entrar en una cancha de baloncesto de los ochenta junto a uno de los jugadores más carismáticos de los ochenta? ¿Cuánto pagarías por vivir la vida cotidiana de la Alemania nazi? ¿Cuánto revivir el mundo del heavy en la España de hace tres décadas? ¿Cuánto por que te lean La Regenta? ¿Por descubrir que la ciencia ficción también es para ti? ¿Por que te lleven al cine a pasar miedo? ¿Por entender las similitudes entre Juego de Tronos y la historia de la humanidad? ¿Cuánto estarías dispuesto a pagar por discutir con un físico la física de Interstellar?

¿Pagarías una moneda?

Vivimos una época aglutinada, masiva y distinta de soluciones distintas, masivas y aglutinadas. Todos conocemos el crowdfunding, el sistema de financiación colaborativo que permite sacar adelante proyectos que, sin él, posiblemente se quedarían en un archivo o en un tablero de dibujo o en la mente de sus creadoras y creadores. Hay numerosas webs destinadas al crowdfunding llenas de ideas prometedoras. Porque en el crowdfunding tradicional pagas por eso, por una promesa. Una que puede llegar a buen o mal puerto o incluso nunca llegar a ningún puerto.

En Dropcoin le han dado la vuelta al concepto. No pagas por algo que aún no existe: pagas por lo que te gusta, después de haber decidido que te gusta. Pagas por saber cómo era el baloncesto hace treinta años, por entender el porno tentacular, por divertirte con el círculo de acreción de un agujero negro o con el calor de los fotones o con Walter White. Por reír o por pensar o por llorar. Incluso, si quieres, por irritarte y discutir.

¿Y cuánto pagas? Pagas una implicación, una colaboración. Una moneda, que es un símbolo y un gesto. Pulsar en un botón que es más que un «me gusta».

Un sonido.

Un clinc para quien te llevó al final de la primavera de El Corte Inglés o a la descacharrante Galicia o al interior de un diccionario o a la sala de máquinas de la Transición. Pero también para todas las personas que levantan el edificio cada día: para las que editan y las que actualizan la web, para las que fotografían y las que recopilan las fotos, para las que documentan y las que transcriben, para las que corrigen y las que comparten.

Para las que te recordaron esa, precisamente esa canción.

DROPCOIN PRESENTACIÓN.. from Dropcoin on Vimeo.