«¿Por qué quieres ser botones?» pregunta Monsieur Gustave, el afectado concierge —que no conserje— al joven Zero. Es una buena pregunta. Quizá no es la pregunta más importante de la historia de la humanidad, pero es una buena pregunta. ¿Ser un ratón? ¿Ser cabeza de ratón? ¿Ser el mejor ratón de la historia de la ratonidad?
Es curioso, pero parece que esta pregunta es la única que contesta Wes Anderson en su último filme. Para ver cómo lo hace tendremos que salpicar el texto de unos cuantos SPOILERS, aunque sean de los que aparecen en la sinopsis oficial, de los que no desentrañan la trama.
2014. En el viejo cementerio de Lutz, capital de la antigua República de Zubrowka, que una vez fue cabeza de un imperio europeo, una joven rinde homenaje a la tumba del Autor. El Autor es un tesoro nacional y su libro más importante es uno que la joven lleva en sus manos. Un libro rosa que se llama El Gran Hotel Budapest. Un libro que el Autor escribió en
1985. El Autor (Tom Wilkinson) intenta convencernos de que la historia que nos contó y que nos va a contar no es producto exclusivo de su desbocada imaginación, sino que son hechos reales que le fueron transmitidos por el dueño del hotel en
1968. El gran hotel Budapest es un lugar vacío. Casi vacío. Las paredes ocres. Los empleados quietos. Aburridos. Los clientes también. Al joven Autor (Jude Law) le parece un edificio que necesita una reconversión. O una demolición. Es un lugar fuera de su tiempo. Allí conoce a un hombre callado. Quieto. Quizá aburrido. Es Zero Moustafa (F. Murray Abraham). Es el dueño del hotel. Antes fue botones. Zero le cuenta por qué no quiere deshacerse del hotel. Le cuenta cómo llegó a ser botones. Le cuenta una historia que comienza en
1932. Monsieur Gustave (Ralph Fiennes) es el concierge del voluptuoso Gran Hotel Budapest, ilustre morada, aposento y residencia de lo más ilustre de la ilustre sociedad centroeuropea. Es un punto y un momento de ademanes ceremoniosos aunque a veces tenues, fatuos y petulantes. Pero Monsieur Gustave cree en ellos, tal vez empapado de su invisible éter, pero seguro y convencido de que sobre su espinazo recae el peso de una tradición secular. El imberbe Zero (Tony Revolori) acaba de empezar a trabajar bajo sus órdenes y, en el ascensor, en uno de los pocos impasses de su ajetreada tarea, Monsieur Gustave le pregunta: «¿Por qué quieres ser botones?».
Han transcurrido trece minutos y treinta y siete segundos de metraje y ya hemos viajado por todo el siglo XX. Y ya sabemos que Wes Anderson nos está contando un cuento dentro de un cuento dentro de otro cuento envuelto en un primer cuento. Trece minutos de narración elegante, rítmica y precisa que desembocan en una narración aún más estilizada y más trepidante. Porque el cuerpo de la película se desarrolla en 1932. Y sí, es un cuento.
Un cuento rosa como rosa era la novela que portaba entre los dedos la joven del comienzo de la proyección. Asimismo, es un cuento consciente y delicadamente fingido, envuelto en la artificiosidad propia o tal vez engalanada de la época a la que refiere, copiosa y al tiempo decadente. Un cuento que relata las mil azoradas aventuras y desventuras de Zero y Monsieur Gustave entre las telas y las paredes de ese período sujeto en el voluble equilibrio de entreguerras. El concierge y el botones se cruzan con un nutrido grupo de personajes, más de una docena, que en ciertas ocasiones les salpican, en otras les acompañan y, en algunas más, obstaculizan sus peripecias. Ancianas amantes generosas y compasivas, criminales justos, criminales nefandos, las autoritarias fuerzas del orden, el robo de un preciado cuadro holandés y una secreta sociedad de concierges que sostiene el caduco mundo de los grandes hoteles. Que sostiene el mundo, en resultado.
Todos ellos dan naturaleza a un cuento fingido y rosa. Rosa o rojo o azul pastel, pero tan consecuentemente artificioso que su propia forma responde más al primitivo cinematógrafo que a las modernas técnicas audiovisuales de nuestro tiempo.
Así, el cuento de 1932 se llena de decorados tan obvios e irreales como exquisitamente elaborados y sugerentes, además de estar en la anticuada proporción 1.33, ajena al espectador acostumbrado a la contemporaneidad formal, pero tan próxima a la olvidada era de los concierges y los hoteles centroeuropeos. El cuento de 1968 es ocre. Es frio. Quieto. Está rodado en scope a 2.35. Parece 70 mm. Lentes en gran angular. Casi ojo de pez. Es de 1968. Es como Stanley Kubrick. Como el Kubrick de 1968. El breve cuento de 1985, rodado en 1.85 analógico aparece detrás de unas cortinas ochenteras, bajo una luz ochentera y con la cachonda irreverencia ochentera del nieto del Autor. Y el cuento de 2014, que abre y finalmente pliega el filme, tiene el color neutro del 1.85 digital. Es el cuento de hoy, del tiempo de Wes Anderson.
Aunque, en realidad, todos los tiempos y los formatos pertenecen a Wes Anderson. Porque Anderson es un cineasta absoluto.
En todos los periodos y todas las relaciones de aspecto, entre simetrías y travellings, la película nos envuelve cuidadosa y bellísima. Porque Anderson no narra solo con la historia, sino que narra con el cine. Narra con cada plano y cada encuadre; precisos, hiperestilizados. Narra con cada movimiento de cámara y cada uso teatral de la luz. Narra con la diferencia de formatos y con las sobreimpresiones. Narra con la lente de Robert Yeoman y con la banda sonora ligera y casi irreverente de Alexandre Desplat.
Y sin embargo, aunque es un director total, Anderson no plantea temas épicos ni contiene profundas moralejas ni contesta las grandes preguntas de la humanidad. Solo es un cuento y solo responde una pregunta: ¿Por qué quieres ser botones?
Por eso se apoya y se inspira en los textos de Stefan Zweig, pero los vuelve rosas o rojos o azules o pastel. Los vuelve amables y artificiosos. Lutz es una Viena rosa y teatral. Las boscosas montañas nevadas son montañas de cartón con árboles de papel y nieve de espuma. Los nazis son nazis color pastel. Y pese a que Zweig fue incapaz de sobreponerse a la Europa y el mundo que le tocaron vivir y se suicidó en 1942, al Autor todavía le quedarán muchos años viendo crecer a sus nietos. Y es que El gran hotel Budapest, con su extremada precisión narrativa y audiovisual, parece decirnos que, aún en los peores momentos de la humanidad, la gente se divierte y ríe y corre aventuras trepidantes. Aunque sea para salvar el culo. Al igual que en El Gran Dictador o en Malditos Bastardos, cintas de las que extrae más de una referencia, como también lo hace de El resplandor, 2001, Lawrence de Arabia o Cortina rasgada.
Y con todo, la película de Anderson es muy ambiciosa. Tan ambiciosa que elude conscientemente la grandeza e incluso la persistencia en la memoria. Sí, El gran hotel Budapest no es un CEO ni un presidente ni un director. Ni siquiera es un concierge ni un conserje. Es un botones. Un botones bellísimo. Un botones construido entre cambios de formato, abigarrados decorados, iluminaciones exactas, planos y encuadres y secuencias meticulosamente elaborados, y las interpretaciones de más de una docena de estrellas. Wilkinson, Law, Abraham y Fiennes, pero también Adrien Brody, Willem Dafoe, Mathieu Amalric, Jeff Goldblum, Harvey Keitel, Edward Norton, Bill Murray, Tilda Swinton, Owen Wilson, Saoirse Ronan, Jason Schwartzman o Léa Seydoux.
Y a ninguna de estas actrices y estos actores les importa participar en un filme que quizá no apunte a obra maestra de la historia del cine, porque tal vez no quiere ser una obra maestra de la historia del cine. Solo quiere ser un cuento. Divertido, elegante, amable, delicado y encantador, pero solo un cuento. Y a todos nos gusta que nos cuenten un cuento. Al fin y al cabo, cuando Monsieur Gustave pregunta «¿Por qué quieres ser botones», el joven Zero le responde: «¿Y quién no querría? Es el Gran Hotel Budapest».
Otro gran articulo en esta pagina sobre una gran película, una de las mejores del año pasado. Estaría bien que se llevase el oscar aunque solo sea porque es la típica película que nunca se llevaría un oscar aunque lo merezca
Mozo portería
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No entiendo tanta reverencia al que bajo mi punto de vista es el mayor impostor y bluf del cine actual, ese charlatán de feria moderno, gafapasta y pijoprogre llamado Wes Anderson. Vi recientemente «El Gran Hotel Budapest», y no hablo desde el desconocimiento de su obra, puesto que previamente había visto «Life Aquatic», «Los Tenenbaums» y «Academia Rushmore». No sé qué es lo que a la gente le hace ver que el emperador no va en pelotas, pero todos los artefactos que este sujeto perpetra tienen la misma estructura: Un bonito envoltorio que cubre la vaciedad e inconsistencia más absolutas. Hace poco leí una crítica que bien pudiera aplicarse a cada una de sus películas, referida a esta última: «Es una mierda envuelta en colonia». Y lo de venderla para el mundo cultural con el marchamo de «Inspirada en la obra de Stefan Zweig» es directamente para juzgarlo y condenarlo.
Y por mi que gane el Oscar. Lo de estos premios durante los últimos años es de traca, otorgando el galardón a obras mediocres como «12 años de esclavitud» , «Una mente Maravillosa», «El señor de los Anillos», «El discurso del rey», «Slumdog Millionaire», «The Departed» (La peor película de Scorsese, o una de las peores al menos). La última película digna de ser considerada como grande de los últimos años a la que se le otorgó el Oscar es «Million Dollar Baby».
Hola Dani, no tengo el menor ánimo de hacerte cambiar de opinión, pero sí intentar moderarla. Lo del mayor impostor y bluff del cine actual es algo un tanto fuerte, sobretodo si consideramos que engañar no engaña a nadie ni pretende ir de algo que no es. Aquí entramos en el terreno de lo de los gustos y colores y de que si te va su tono o no. Lo que no forma parte de ese terreno es la constatación de que es un buen director de cine, en cuanto a que maneja de manera muy solvente no pocos recursos cinematográficos (desde el montaje a la puesta en escena). Sí, es algo frívolo, sus películas son estéticamente muy coloridas y «artificiales» y entiendo que eso te pueda parecer como parte de algo así como un envoltorio con poco o nada de contenido. Has tenido además la mala suerte de no ver sus, para mí, mejores películas, «Fantastic Mr Fox» y «Moonrise Kingdom». La cuestión es que ese envoltorio rellena lo que es y no algo que pretende ser, no se si me explico. Los films de anderson son conscientemente «livianos» y evasivos, y, sinceramente, no encuentro nada de malo en eso. Encuentro muy, pero que muy bueno, el hecho indudable de que tiene un sello personal y fresco, cosa que es muy raro ver hoy en día. Cada película de Wes Anderson es, y ahí es donde voy, única (al menos en su comparación con las de los otros), y sé como suena eso, pero creo que es así (si quieres términos menos ambiciosos: particular, diferente, con personalidad propia…). Y yo, personalmente, lo agradezco mucho.
Pero qué ven mis ojos!!?? Un comentario de Internet discrepante pero agradable y conciliador!
Eso es el acabose! A dónde vamos a llegar? A tener conversaciones amables intercambiando opiniones? HABRASE VISTO!
:P
No pongo en duda que posee universo propio y un estilo que lo hace reconocible por su estética y recursos formales. Kubrick o Lynch son estelas que a diferencia de Anderson plantean grandes interrogantes en sus películas y te dejan pensando sobre lo visto. Pero está completamente vacío de contenido. Es como las divas de la canción que se preocupan más de cambiarse 14 veces de atuendo durante un concierto que de hacer un buen concierto.
No todas las películas tienen que dejar grandes interrogantes sobre la vida y la metafísica. A veces esta bien entretenerse con algo de calidad que te haga pasar un buen rato sin necesidad de darle vueltas a coco 4 días pensando que quería transmitir.
Y aunque te moleste Wes Anderson hace buenos conciertos 8otra cosa es que no sea tu música)
Quería decir «estetas».
¡¿Tetas?! ¿Dónde? ¡No he visto nada!
Lo que pasa que tanto el articulista como klamm inciden en que a Wes no le importa tanto el contenido como la forma, es una corriente seguidísima en todas las artes durante toda la historia, primar forma sobre fondo puede ser discutible Dani, pero lo que es indiscutible son películas como Infiltrados( si te parece la peor deduzco que no has visto algunas de sus comedias como Jo, Menuda noche). 12 años si me pareció un premio injusto. Aun así, siempre me interesan más las ganadoras de mejor Director o Guión original que mejor película
«Afterhours» me parece una gran comedia que demostró que Scorsese era capaz de transitar por géneros distintos al cine callejero. Lo volvería a demostrar con «La edad de la inocencia», que es su mejor película junto «Goodfellas», «Taxi Driver» y «Casino». «12 años de esclavitud» es una película correcta que palidece ante «Hunger» y «Shame», las dos primeras y excelentes cintas de Steve McQueen.
Hay estamos de acuerdo, Shame o Hunger son muchísimo mejores peliculas que doce años, pero jamas podrían llevarse un Oscar por que su temática y su exposición mediática no son la misma, por eso digo que me gustaría que Hotel Budapest se lo llevase porque no es ni un drama, ni un biopic ni nada que se parezca a lo que habitualmente gana «Mejor película»
Por supuesto que no todo es metafísica ni devaneo de sesos. Hay películas sin pretensiones que son verdaderos divertimentos :»El Fugitivo «,» Bienvenidos a Zombieland «,» Agárralo como puedas » y muchas más. El problema de Wes Anderson es que intenta dotar de una pátina intelectualoide a todas sus películas que rozan, cuando no alcanzan de lleno, el ridículo. Lo de Zweig sin ir más lejos.
Al final eso se reduce a si te gusta o no te gusta. Evidentemente a W. Anderson no le va el «rollo trascendental o profundo», repito que no le veo nada malo a eso. Las comparaciones siempre son odiosas, comparar a Anderson con Lynch o Kubrick no sirve de mucho (como compararlo con Ford, Tarkovski o Mizoguchi), nada tienen que ver. Es entrar en su juego o no, si no te gusta no pasa nada, faltaría más, pero bueno es. ¿Es más «deseable» una película compleja o profunda que otra que no lo sea? Ahí entramos en discusiones eternas (a mi sí que me lo parece, que conste). El cine, como cualquier manifestación artística, no tiene ninguna utilidad práctica y por eso su función es totalmente subjetiva. Eres libre de preferir a Lynch que a Anderson, como si te gusta más American Pie que El Padrino, nadie te puede decir lo contrario. Y por la misma razón tampoco le deberías decir tú a nadie lo mismo, más teniendo en cuenta que la estás tomando con alguien que hace bien su trabajo. Respecto a lo justo o no de los Oscars, me parece más que evidente que tienen poco de justo, como cualquier premio, de hecho.
Interesante discusión entre Klamm y Dani. Perfecta, con buenos modales…Quiero añadir una precisión para no dejar todo en manos de un relativismo cinematográfico. Y si nos preguntáramos qué es cine como arte. Es decir, como arte peculiar y distinto a otros, sin contaminarnos con la literatura, con la tv, con el teatro etc. A lo mejor tendríamos explicaciones mas convincentes que las de me gusta o no me gusta. Mi creencia es que por este camino se llega a…, por lo menos a distinguir si estamos ante un filme auténtico o una peli de tv, o una novela disfrazada de imágenes etc. De manera que si juzgamos una peli como audio (banda sonora, o no tan sonora +imágenes (fotografía de cine)+montaje (postproducción cinematográfica) + guión + interpretación …entonces, si ya se que son muchas cosas pero todas son fundamentales para que sea cine y no otra cosa; entonces, podemos hablar de cine como arte. Y sobre todo desenmascarar a los traidores.
En el momento en que Gustave se disculpa con Zero, justo después de escapar de la cárcel, Ralph Fiennes hace un memorable homenaje al más grande cómico británico, Leonard Rossiter y su Mr Rigsby de Rising damp.. Este es, sin duda, el momento más emotivo de la película. A mi me parece cojonuda. Mejor que los telefilmes con buenos actores que se mencionan un poco más arriba de ese ex alcalde republicano que, con excepción de The Outlaw, Bird, y Un mundo perfecto, sólo hace basura para los que, como el que comenta más arriba, se la aplaudan… el emperador en pelotas…
Aquí, the hoff, me has tocado la fibra, ya que pienso, y es una opinión personal, que Clint Eastwood es el mejor director americano de los últimos 30 años (pese a que ideológicamente choque radicalmente con él). No creo que haya otro que tenga en su filmografía en las últimas décadas películas del calibre de «Bird», «Sin Perdón», «Un mundo perfecto», «Mystic River», «Million dollar Baby» o «Gran Torino»; y, menos, que acompañando a éstas tenga películas tan reivindicables (aunque algo inferiores) como «El jinete pálido», «Cazador Blanco…», «Los puentes de Madison», «Medianoche…», «Cartas sobre iwo jima» o «El Intercambio». Aún reconociendo que de tanto en tanto (como por ejemplo sus últimas películas, a falta de ver el francotirador) pega algún «patinazo», lógico y comprensible, no se me ocurre otro director reciente con su «media». Como ha dicho el compañero Dani, no hay que mezclar la tendencia política con el calibre de la obra.
Nunca he sido un fan de Eastwood, y sus últimas películas «Invictus», «J Edgar «, «Jersey Boys » y seguramente» American Snipper» son malas películas pensadas para el baboseo. Pero ningunear de esa manera a alguien que acredita varias obras maestras (o al menos grandes películas) como «Mystic River», «Million Dollar Baby «,» Bird»…por no mencionar os westerns que ha dirigido aunque no me gusta este género, evidencia atrevimiento cuando menos. No es mi director preferido, pero sin duda es uno de los grandes clásicos vivos, y no hay que mezclar su tendencia política con su obra. Por esa razón deberíamos excluir a Leni Riefenstahl, Eisenstein, D. Mille, John Ford, Bertolucci…
Yo sinceramente no veo a Stefan Zweig en esta pelicula, y eso que he leido muchos de sus libros, maria estuardo, 24 horas de la vida de una mujer, maria estuardo, el mundo del ayer, amok, virata, impaciencia del corazon, fouche.
He visto muchas peliculas europeas que pudieran ser mas cercanas al mundo de stefan, como aquella de La caida de los dioses, la trilogia de Kielowsky, y muchas otras que se me antojan mas cercanas al mundo de Zweig, en Mexico tuvo muchos lectores este autor e incluso se hicieron algunas peliculas basada en sus libros y creo que la novela RINA estaba levemente basada en impaciencia del corazon, por eso mi sorpresa al oir que habia una pelicula basada en la obra de Zweig, verla y no sentir absolutamente nada del mundo de Zweig.
Pareciera que lo unico semejante son los decorados, porque no veo a Zweig escribiendo esta rara comedia y haciendo que sus personajes se comporten como personajes de una caricatura de la pantera rosa, o saltando entre azoteas como si fueran personajes de videojuegos, la estetica es bastante incomoda si se quiere emparejar con el mundo de Zweig.
Creo que anderson no es preciso al mencionar que esta pelicula esta basada en la obra de zweig ,debiera al menos mencionarse en que obras o algo semejante
Y si uno busca , Zweig no parece haber escrito jamas una comedia, tal vez pudiera hallar mas semejanza con la montaña magica de thomas mann que sucede todo en un sanatorio