«Soñé que era Inglaterra e interpreté unos tironeos en la barriga como el dolor de parir a Australia», comentó Borges a su amigo Bioy Casares después de una operación de próstata. La mayoría nos conformamos con soñar que nos caemos de un edificio, que volamos con dificultades aleteando como se nada a perrito o que nos quedamos paralizados en mitad de la carretera justo cuando viene un coche. Los argentinos, en este campo, son mucho más ambiciosos. Y con una gran capacidad de intuición. Si Inglaterra es capaz de parir a Australia, las zonas rurales del sur de Estados Unidos bien pueden dar a luz a un territorio paleto en Nueva Zelanda, su particular bebé con mullet. Es el efecto mariposa de la Commonwealth. Unos retortijones en un lugar de esta comunidad producen un gemelo raro en el otro lado del mundo. Y así, el paisanaje propio de un pueblo perdido de Virginia se reproduce con sus peculiaridades en nuestras antípodas (¡los antípodas! corregiría Lázaro Carreter). Top of the Lake elimina el banjo, el mascar tabaco y las violaciones a gorditos pelirrojos, pero traslada la atmósfera del profundo sur a miles de kilómetros. La introduce en un paisaje distinto. El resultado, una miniserie de seis episodios absorbente y con una extraña capacidad para crear adicción, extraña en la medida en que no es en absoluto convencional ni su ritmo hollywoodiense. Lo vamos desgranando a continuación en este nuevo género en construcción que es la reseña de cine o serie sin spoiler, un género que se está convirtiendo en algo aparte y totalmente marciano por los rodeos que ha de dar el atribulado escritor, que corre el peligro de ser despedazado por furibundas hordas en el momento en que se adentre algo más de lo debido en el argumento de la obra. Es un género un poco influido por Gila: «Alguien está hablando de algo».
Empecemos por el paisaje. Cada vez que se resalta el paisaje resulta que el trabajo hace aguas por otros sitios. «Tiene una gran fotografía y banda sonora». Sinónimo de bodrio con buena factura técnica. No es es el caso. En Top of the Lake el espectacular paisaje y la excelente fotografía acompañan perfectamente al carácter de un pueblo que crece entre las montañas. La naturaleza, amenazante pero liberadora, que sirve como refugio pero que puede matar por su dureza, contrasta con la asfixia de un lugar feo y destartalado, favoreciendo la sensación de agobio y aislamiento de un pueblo gobernado por un cacique traficante de droga, en este caso un Peter Mullan en estado de gracia y con la suerte de interpretar a un complejo personaje, uno de los mejores malos de los últimos tiempos. Y así, Laketop, el pueblo en cuestión, adquiere un carácter propio y original, a medio camino entre el realismo y la posibilidad de que en cualquier momento pueda pasar no se sabe muy bien qué.
En ese envoltorio se desarrolla una trama en principio corriente. Todo empieza con el intento de suicidio de una niña embarazada de doce años, cuyo padre se desconoce. Esa chica desaparece poco después y una detective (Elisabeth Moss) se ocupará de su búsqueda. Con esta serie, Jane Campion volvía a la televisión después de más de dos décadas alejada de ella para colaborar en la dirección con Garth Davis y en el guión con Gerard Lee. Una afortunada vuelta, puesto que posiblemente se trate de su mejor trabajo, desde luego muy superior sin duda a su sobrevalorado cine (aún no me he recuperado de la visión de la soporífera El Piano y arrastro graves secuelas y prejuicios).
Y ahora hacemos dos breves paréntesis para aclarar unas reiterativas cuestiones sobre esta serie que se aparecen con constancia por esos mundos de Dios.
Paréntesis uno o esta serie se parece mucho a Twin Peaks. —Como suele pasar en este tipo de comparaciones, no tiene absolutamente nada que ver con Twin Peaks. Parece ser que toda historia desarrollada en un pueblo donde hay gente excéntrica tenga relación con la serie de David Lynch, pero no hay en Top of the Lake nada onírico, ni arbitrariedades con el recurso de la fantasía. Tampoco el estilo visual es semejante. Ni la historia ni los personajes. Y lo más importante: no hay ningún enano. Me recuerda este mantra al tipo de sentencias que se reproducen sin sentido, como la reciente que trae a colación a True Detective cada vez que una pareja de policías contrapuesta pone el pie en una zona pantanosa… o marisma andaluza (La isla mínima), es decir, ese tipo de símiles que no por repetidos resultan más sólidos.
Paréntesis dos o es una serie feminista. —La serie ha sido analizada en multitud de páginas y foros por el llamado análisis de género, aunque no tiene absolutamente ningún vínculo que pueda hacer pensar en reivindicación en dicho campo. A pesar de eso ha suscitado un debate causado por la aparición de una rara caravana de mujeres capitaneada por una insoportable Holly Hunter. Estas mujeres, heridas por diversas causas, solo algunas por parejas lamentables, muestran todo un catálogo de actitudes pintorescas e incluso cómicos trastornos mentales, incluyendo una depresión por un asunto con un chimpancé. Parece que el sencillo hecho de que se trate de mujeres solas que viven por su cuenta —en carromatos— ya provoca que surjan interpretaciones feministas casi cada vez que se habla de esta obra. Y sin embargo se trata de un grupo francamente extravagante con una líder que parece sacada de un circo (del que la echarían con seguridad a patadas). El resto de la pandilla tampoco es que ande mucho mejor. Con la aparición de semejante representación del DSM-IV (y V), multitud de tertulias internaúticas se adentran en la discusiones sobre la estructura heteropatriarcal que domina la pequeña localidad. Sin embargo lo que vemos es un democrático reparto de la miseria propio de cualquier pueblo redneck que se precie, es decir, un sitio estrangulado económicamente, sin posibilidades de ningún tipo, donde ellos son ignorantes acabados alcohólicos con tendencia a la violencia y la molicie y ellas ignorantes acabadas depresivas. Incluso se podría decir que el verdadero macho alfa del pueblo es hembra… y está muerta. En definitiva casi nadie se libra, casi nadie se salva.
Volvemos al lago Wakatipu, en la región de Otago, Nueva Zelanda. Y a los grandes aciertos que acompañan a la sugerente atmósfera. Varios de ellos ya apuntados.
Acierto I, el respeto a la caraja. —En la mayoría de las ocasiones, independientemente de su carácter, los personajes de series o películas suelen actuar de forma directa y coherente conforme a su idiosincrasia. Y a partir de ahí con resolución. El estúpido hará estupideces y el héroe machadas. Y esto sucede con personajes simples y complejos. Pocas veces hay lugar para titubeos, aletargamientos o procrastinaciones. Top of the Lake muestra un insólito respeto a la caraja, algo muy realista que sin embargo, por impropio, contribuye a fortalecer la atmósfera siniestra. Nos explicamos. La detective protagonista, por ejemplo, es buena persona, tozuda y trabajadora. Pero por contra no es especialmente inteligente ni brillante. Comete tonterías inexplicables y en multitud de ocasiones se queda a ralentí, atontada, bloqueada. El personaje que interpreta Tom Wright, un vagabundo hippie con un pasado de fuertes adicciones a las drogas, actúa igualmente en consecuencia. Parece en muchas ocasiones aletargado, pasmado, ante situaciones que requerirían un poquito o bastante más sangre. Todo esto tan humano, y tan frecuente en el común de los mortales, pocas veces se representa en pantalla salvo en personajes de colgados o acumulado con otros muchos rasgos en personajes cómicos. Verlo en personajes normales tiene un efecto que es muy curioso al no estar acostumbrado a ello el espectador. Por la vía del realismo se consigue crear inquietud.
Acierto II, el ritmo. —Internet nos ha acostumbrado a los constantes estímulos. A su vez, proliferan las series con montajes adrenalíticos donde, por ejemplo, no ha sucedido una cosa y ya están fraguando la siguiente vía teléfonos móviles (véase The Shield o las últimas temporadas de Sons of Anarchy). Ante eso, el montaje clásico hollywoodiense ya parece… tranquilo. Si bajamos un poco ese ritmo parece que apelamos al bostezo bestial que desencaja la mandíbula y produce un calambre. En este caso ahí estamos, unas decimillas por debajo del montaje clásico. Para algunos esto ya es contemplación, el avistamiento del horizonte en las plácidas aguas del lago Baikal, meditación trascendental… Qué quieren que les digamos. Si eso les parece así no hay solución. La enfermedad de la trepidación es contagiosa e invasiva. Una vez hace efecto difícilmente se podrá disfrutar de algo distinto en este aspecto. Y es que en este caso, ese ritmo no lento, sino menos rápido que el habitual —y ni mucho menos aburrido— casa perfectamente con las características de la serie y la atmósfera que transmite. A veces no hay que esprintar, se puede pasear en bici y disfrutar del trayecto. Digamos que en Top of the Lake el conductor se ajusta a la velocidad que requiere la carretera. Un poquito más de pie en el acelerador supondría estrellarse. ¿Te gusta conducir? Y repetimos: de aburrimiento nada.
Acierto III, dos por una, oferta, oiga. —La mencionada caravana de mujeres parece romper con el resto de las tramas, aportando una historia casi paralela que por tono y características parece proceder de otra serie o de un guion inconcluso que se inserta aquí. No obstante, por el desarrollo de los distintos avatares, y aunque su encaje a veces parece forzado, ofrece algo muy necesario: otro colorido y alivio humorístico. Y se termina agradeciendo.
Acierto IV, actorazos. —Allí donde anda metida la BBC, y en este caso por partida doble (filiales británica y australiana), hay grandes interpretaciones con toda seguridad. La excelencia de los castings es marca de la casa. Hay que destacar sobre todo el trabajo de Elizabeth Moss, David Wenham y Robyn Malcolm. Y ponerle presentes en el altar a un Peter Mullan que da un recital. Oigan su voz. No la vean doblada si pueden o quieren evitarlo. La construcción de su personaje es una de las mejores cosas que les ha ocurrido a las series contemporáneas, tal cual. Conseguir que un implacable personaje, absolutamente amoral y brutal pueda despertar a la vez repulsión y ternura está al alcance de muy pocos. La excepción aquí es Holly Hunter, que opta por realizar una actuación que puede poner de los nervios y está fuera de lugar. O quizá eso pretendía y lo consigue.
Aunque la serie adolece de precipitación al llegar a un final con giro inesperado y también en el tramo final se acumulan cuestiones culebroneras algo exageradas que no aportan nada (ríanse de los seriales venezolanos), sus mejores cualidades la elevan a considerarla una miniserie sólida, de enorme calidad e interés, que aporta rasgos distintos y se aleja de los clichés habituales tanto en el modo de realización y montaje como en el guion. Un policíaco a la neozelandesa, Louisiana incrustada en Oceanía.
Gran artículo descriptivo de la serie. Esperando con muchas ganas la segunda temporada, ya confirmada.
Fria, gris y húmeda serie que yo enlazo estéticamente (en absoluto temática) con Les Revenants. Efectivamente desquiciante en cuanto al personaje de Holly Hunter: ni de dónde viene ni adónde va ni por qué es como es… ¿va a haber realmente una segunda temporada que nos lo explique o nos quedamos como estamos?.
Gracias por el artículo.
Saludos
Una corrección: en la primera mención que haces, el cacique no lo interpreta Robert Mulligan (que era director, por otro lado), sino Peter Mullan (enorme, enorme).
La (min) serie, muy interesante, un thriller intenso donde sólo sobra la insufrible Holly Hunter (que no su personaje).
Oído cocina. Gracias. He sido víctima de la contagiosa caraja de la serie, que se suma a la propia habitual.
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