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No teman, buenos ciudadanos, el Estado los protege a todos

Heinrich-Hoffmann---U.S.-Holocaust-Memorial-Museum---DP
Adolf Hitler en un cartel propagandístico de 1932. Imagen: Heinrich Hoffmann / U.S. Holocaust Memorial Museum (DP).

Hitler fue nombrado canciller en 1933. No había ganado las elecciones, pero Hindenburg, el presidente de la República, que no lo quería como canciller ni como nada (de hecho lo llamaba despreciativamente «el pequeño cabo») no tuvo más remedio que aceptar su nombramiento. Hitler tenía un gran respaldo, no solo el respaldo de los votantes nazis, sino el respaldo de los votantes de otros partidos de derecha, gentes «de orden» que veían en él una solución radical a los problemas de Alemania.

Rápidamente Hitler y los cabecillas de su partido hicieron dos cosas básicas: controlar la policía y acabar con el Estado de derecho a golpe de decreto. El incendio del edificio del parlamento, el Reichstag, les vino de maravilla. Los primeros enemigos de los nazis no eran los judíos, sino los comunistas. Por miedo a la inminente revolución que sin lugar a dudas estaba a punto de desencadenarse en Alemania, muchos alemanes que en principio no tenían nada que ver con el nazismo, aceptaron todas las medidas extraordinarias que estos impusieron y no se rasgaron las vestiduras cuando vieron que en unos meses el nuevo Gobierno liquidaba el sistema democrático alemán. La República de Weimar tenía los días contados. Pero ni Hitler ni todos los demás eran tan tontos como para no tratar de justificar lo que hacían de dos maneras:

−Como algo provisional, como una especie de «estado de excepción» que terminaría tan pronto como hubiera pasado el peligro rojo.

−Como unas medidas no deseadas y que no había más remedio que adoptar por el grave peligro que corría el país. Peligro que se justificaba vagamente como «la amenaza comunista», pero que resultaba suficientemente creíble para muchos alemanes corrientes, alemanes que realmente nunca habían tenido demasiado apego a la democracia pero que durante veinte años habían estando votando a los partidos de derecha, católicos o protestantes o nacionalistas, y que si no fuera por la crisis del 29 probablemente hubieran seguido votando con igual desgana y civismo a dichos partidos.

El incendio del parlamento, como ya he dicho, les vino de perlas. Pero lo cierto es que mucha gente clamó contra tal acto vandálico, y por tanto, fueron muy pocos los que protestaron cuando se pidió la pena de muerte para el autor (o supuesto autor) del incendio. Pero la cosa no se paró allí. Se organizó una verdadera caza de brujas contra los comunistas. No una «caza de brujas» simbólica. Me refiero a que los metían en la cárcel y los condenaban a muerte en juicios muy dudosos (pero legales, ya se habían encargado los nazis de crear tribunales especiales y cambiar todas las leyes que había que cambiar), y eso cuando no los mataban directamente en las calles o cuando sus cuerpos no aparecían en la espesura de algún bosque.

Se habla mucho del odio que sentía Hitler hacia los judíos pero lo cierto es que, en sus primeros meses en el Gobierno, sus discursos y sus ataques iban dirigidos contra los comunistas y socialistas, de los que se podría pensar, si creyéramos lo que decía la prensa pronazi y conservadora de la época, que estaban conspirando para destruir el país.

La verdad, eso que no importa en absoluto, era que el terror rojo era una falsa alarma. Nadie estaba preparando una revolución en Alemania. La revolución en Alemania era factible (o lo parecía) en 1918 cuando los espartaquistas intentaron el asalto al poder. Pero desde la terrible represión que sufrió el comunismo alemán después de derrota de la rebelión espartaquista, el peligro rojo no puede ser considerado una amenaza seria para la República de Weimar. Y de hecho, en 1920, serán las fuerzas de izquierdas las que acudirán en defensa de la república haciendo fracasar rápidamente el golpe de Estado del general Kapp. Hasta la llegada de Hitler al poder los comunistas y los socialdemócratas eran dos partidos de izquierda, que participaban en la vida política como los demás partidos y que, en líneas generales, no se caracterizaban por ser especialmente violentos y radicales.

Naturalmente siempre existían enfrentamientos aislados, y siempre existía una tensión latente por motivos económicos e ideológicos con la clase burguesa, y en especial contra el «gran capital». Pero comparemos la situación de Alemania con la situación de la Italia de 1922, la Italia de los meses previos a la llegada al poder de Mussolini. Habían numerosas huelgas en todos los sectores, con constantes ocupaciones de tierras y fábricas y un sinfín de luchas callejeras y de actos violentos. Los campesinos del valle del Po estaban prácticamente amotinados, los comunistas y socialistas preparan una huelga general que podía paralizar el país entero. Ahí sí se puede hablar, desde el punto de vista de la burguesía conservadora, del «peligro rojo». La situación en la Italia prefascista era un auténtico polvorín. Nada que ver con la tranquila y civilizada Alemania. Incluso si la comparamos con la España anterior al golpe de Estado de 1936. Ahí también se ve una situación muy parecida a la de la Italia de 1922. La derecha en bloque culpa a la izquierda de preparar una revolución bolchevique. Olvidan que gran parte de la violencia la ejercen ellos. Que gran parte del problema lo provocan ellos con su intransigencia y con su incapacidad para aceptar la victoria en las elecciones del Frente Popular. Olvidan que muchos de esos «rojos» no son otra cosa que liberales republicanos, muy respetuosos con la democracia y para nada interesados en una hipotética dictadura del proletariado. Pero sí, es cierto, la situación es crítica, con constantes asesinatos, batallas campales entre grupos, huelgas, expropiaciones, rumores de revoluciones inmimentes, un descontrol político muy considerable, con un sistema que parece que se va a hundir de un momento a otro. Y todo esto es suficiente como para que el terror a una revolución roja provoque un caldo de cultivo ideal para un golpe de Estado. Pero miremos la Alemania de 1933… El problema es el paro, no los desórdenes callejeros. El problema es la crisis económica, no los intentos de la izquierda por derribar el sistema político.

El incendio del Reichstag National Archives and Records Administration DP
El incendio del Reichstag en 1933. Fotografía: National Archives and Records Administration (DP).

Y pese a todo a Hitler y a sus ayudantes la excusa les funciona de maravilla. Los comunistas y socialistas son un peligro real, un enemigo que hay que vencer sea como sea y sin la menor demora. Y con eso, sin resistencia alguna, se cargan un sistema parlamentario, con sus partidos, y se cargan todos los derechos que conlleva ese sistema, algunos tan básicos como tener derecho a un juicio justo.

Y parece sorprendente que nadie proteste. Pero es cierto. Nadie. Ni una voz en contra. ¿Tan poco apego tenían los alemanes a la democracia?

Veamos qué sucedió con los policías alemanes. Robert Gellately, en su libro No solo Hitler: la Alemania nazi entre la coacción y el consenso, dice algo que me parece muy esclarecedor:

Este tipo de individuos se mostraron particularmente deseosos de congraciarse con el régimen cuando vieron que no iban a perder sus importantes cargos en beneficio de los aficionados del partido nazi o de las SS.

Robert Gallately se refiere a los antiguos jefes de policía de la República de Weimar y a cómo se integraron con naturalidad absoluta en el nuevo Estado. La mayoría de ellos eran anticomunistas y se sintieron muy felices cuando las nuevas autoridades les dieron carta blanca. Ya he dicho que Hitler y los líderes nazis obraron con mucha cautela. Dejaron en sus puestos a policías eficientes y se ganaron su confianza. No hicieron nada que pudiera molestar al ejército. No crearon más alarma social que la justa. Incluso presumieron del fin de la violencia en las calles (lo cual es lógico: en la mayoría de los casos la provocaban ellos). Hasta los jueces podían estar, al menos en un primer momento, contentos con ellos: se vieron reforzados en su autoridad gracias a los decretos nazis destinados «a proteger al Estado y a los ciudadanos». Y además, dado que todas estas medidas que anulaban la libertad, la seguridad, los derechos legales de los ciudadanos eran provisionales, como no se cansaban de repetir los portavoces del Gobierno, ¿quién podía temer algo de ellos? Si uno era decente, si creía en la ley y el orden, no tenía nada que temer…

Los que tenían que tener miedo eran los otros… Pero para ellos, los nazis, que eran unas grandes personas, tenían la solución adecuada…

El Estado protege la vida de todos los ciudadanos.

Así de contundente se mostraba el recién nombrado jefe de la policía alemana en una de sus primeras entrevistas. Estamos en 1933 y se van a crear los primeros campos de concentración. Están destinados en un principio para comunistas, delincuentes y otros individuos indeseables, pero no son lo que nosotros sabemos que son, no, en su momento se presentan como simples centros de «reclusión cautelar», donde los prisioneros no tienen nada que temer, ya que, lo repetimos: el Estado protege la vida DE TODOS los ciudadanos. Y por si no lo creen lean lo que dice el jefe de policía a continuación:

El Estado protege la vida de todos los ciudadanos [vamos a repetirlo una vez más porque la frase no tiene desperdicio: TODOS. Lo dice bien clarito]. Por desgracia, solo es posible proporcionar esa protección a determinados individuos, y las personas en cuestión deben ser sometidas a reclusión cautelar bajo la protección directa de la policía. Las personas en cuestión, a menudo de religión judía, por su actitud ante la Alemania nacional, así como por los ultrajes inflingidos a los sentimientos nacionales, se han hecho tan odiosas al pueblo que se verían expuestas a la cólera de este, si no lo impidiera la policía.

¿Saben cuál es el significado de la palabra «cinismo»? No se molesten en mirar en un diccionario para buscar la definición exacta. Estas palabras son cinismo puro. Una de las más viles y miserables muestras de cinismo que he leído en mi vida. ¿Pero de qué me sorprendo? Ya es hora de decir el nombre de nuestro caritativo jefe de policía: Himmler. El jefe de las SS. Uno de los principales planificadores de la «solución final». Sabiendo esto es fácil entender por qué de repente se cuelan, «como quien no quiere la cosa», los judíos entre los enemigos del pueblo. Ya he dicho que en un principio toda la maquinaria nazi se disparó contra los comunistas y socialistas casi exclusivamente. Pero, ¿cómo no se le va a helar a uno la sangre cuando lee que los campos de concentración se crean para que la policía pueda proteger a los enemigos de Alemania de las iras de los propios alemanes? Ante esto surgen inmediatamente varias preguntas:

Primero: ¿Pero cuántos asaltos a juderías, asesinatos de judíos, quemas de sinagogas, etc., se producían en Alemania en 1933? A juzgar por las últimas palabras de Himmler, podríamos pensar que la policía no hacía otra cosa que tratar de contener las iras vengativas de una masa enfurecida de alemanes. Pues no. La verdad es evidente. En 1933 los judíos alemanes no estaban perseguidos por nadie. Llevaban una vida de lo más normal. Muchos estaban perfectamente integrados en la sociedad alemana y otros vivían según sus costumbres, un poco al margen y un poco (o mucho, según el caso) «mal vistos», pero no perseguidos, porque hay una diferencia entre una sociedad con un alto grado de antisemitismo y una sociedad que persigue a los judíos, y esa línea roja no se pasó hasta que llegaron los nazis al Gobierno. Un detalle: cuando los nazis trataron de boicotear los comercios judíos, en uno de sus primeros ataques directos y coordinados contra ellos, este boicot fracasó: los alemanes querían seguir comprando en establecimientos judíos. Y lo hacían por una simple razón económica. Puede que estuvieran mal vistos, pero tenían los mejores precios. Y otro dato más: —las comparaciones son odiosas, lo sé; pero inevitables— los judíos rusos de la última época zarista, por ejemplo, sufrían constantes ataques y saqueos y vivían confinados en guetos. Pero al zar no se le ocurrió ordenar a su policía que tuviera especial cuidado en proteger sus vidas. Claro que el zar, para bien o para mal, decía lo que pensaba y actuaba según esto mismo. No decía lo que su pueblo debía oír en cada momento y no actuaba según intereses concretos y puntuales.

Segundo: Olvidemos a los judíos. Si la mayoría de la policía tiene un amplio historial en detener, torturar y asesinar a comunistas, socialistas y otros enemigos del pueblo, ¿qué no van a hacer ahora que los tienen entre cuatro paredes, lejos de las miradas curiosas del público, totalmente desarmados y desprotegidos? Francamente, no creo que ninguno de los inquilinos forzosos de esos centros de «reclusión cautelar» (ojo: ¡Cautelar! Eso significa que no están ahí solo por los delitos cometidos, y cualquier cosa, como una crítica al Gobierno, puede ser considerada un delito, sino en previsión de los que puedan cometer en el futuro) se sintiera mínimamente amparado por la policía. Y a buen seguro que todos preferían salir a la calle, a enfrentarse a la «cólera» del pueblo.

¿Pero de qué me sorprendo? ¿Acaso no hemos leído la declaración de Hitler sobre Checoslovaquia en 1938 o su razón para declarar la guerra a esos «violentos» polacos en 1939?

Himmler es un miserable cínico. Pero tenía un buen maestro.

jk
Wilhelm Koppe, Heinrich Himmler y Fritz Bracht. Fotografía: Das Bundesarchiv (CC).

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25 Comentarios

  1. Pingback: No teman, buenos ciudadanos, el Estado los protege a todos

  2. Irónicamente los USA también crearon campos de concentraciones cautelares para ciudadanos japoneses o descendientes de ellos (y en principio, plenamente americanos).
    En ese sentido la Segunda Guerra Mundial (y seguramente TODAS las guerras) esconde discursos cínicos en todos los frentes.
    p.d: Que una cosa es ir a una guerra por una causa justa. Y otra distinta terminar utilizando los mismos métodos (o muy similares) a los que utiliza el enemigo. Ese momento en que la justicia deja paso a la venganza…

    • Sin defender lo que hicieron los americanos, que son muy miedicas con esas cosas,en 1933 no había ninguna guerra, en Alemania al menos

    • Pues no vas desencaminado. La reclusión de descendientes de japoneses en EEUU durante la II Guerra Mundial no alcanzó cotas de brutalidad tan altas como los recluídos en Europa, pero sí que fue un desfile de argumentos cínicos al nivel del expuesto en este artículo por Himmler. El general en cargo de la reclusión de los Japoneses, para convencer a Roosvelt de la necesidad de meterlos bajo llave, aún no habíendose producido ningún altercado o boicot, usó este argumento al presidente:

      «El hecho de que no haya ocurrido algún sabotaje hasta la fecha es una indicación perturbante de que dicha acción ocurrirá.»

      Al más puro estilo Himmler.

  3. articulazo, me ha gustado mucho Alfonso. Enhorabuena por el artículo.

    • Sabotaje? lo que temia el pentagono, era el espionaje de los japoneses residentes en USA, en los dias previos a Pearl Harbour, el servicio secreto de la marina imperial llamaba por telefono a japoneses residentes en Hawai solicitando informacion de los navios de la marina USA anclados en Pearl Harbour.

  4. Y en la utilización de los campos de concentración, como en muchas otras cosas(como en la guerra química), los españoles siempre en vanguardía.

  5. Gracias por el artículo, muy ameno.

    No soy mucho de leer libros sobre nazis, o consumir películas sobre lo mismo.

    Hace poco vi «Hitler:The Rise of evil» con el actor Robert Carlyle, el Begbie de Trainspotting. Debo decir que es una magnífica actuación y una gran producción, y destaca precisamente mucho de lo que en este artículo se vislumbra.

    «La civilizada Alemania». Supongo que es sorna.
    Una nación que Nietszche despreciaba absolutamente, por esa cultura hija del autoritarismo. Y vaya que fue patente.

  6. Arthur More

    Y con este artículo, ¿se ha pretendido establecer algún paralelismo con algo que esté ocurriendo ahora en España?

  7. Perdona, pero en España y en el Frente Popular los liberales republicanos eran minoría.

    La situación estaba muy deteriorada en ambos bandos y ninguno de los dos toleraba al contrario. Es más, es conveniente recordar que hubo levantamientos armados también de izquierdas durante la república y que no toleraban que la CEDA estuviera en el gobierno ni tuviera ministros.

    No es por minimizar la culpa o responsabilidad de los fascistas en el golpe de estado y posterior guerra civil, pero una gran mayoría de la izquierda tampoco toleraba a la derecha y se hubiera levantado de nuevo en caso de ganar esta.

  8. Desde el momento en que explica la violencia en la España republicana como sobrevenida de la no aceptación de unos resultados electorales y no desde un movimiento de defensa ante ataques (al clero, a los terratenientes y a todo el que no comulgase con las medidas del gobierno) queda desacreditado todo el artículo. No olvides quien gana las elecciones en España y como se le impide gobernar, por ejemplo. Muy democrática la II República española. Ji Paco.

    • Hace 39 años, nada más palmar el dictador, muy poca gente se proclamaba franquista. Daba vergüenza y todo quisque era demócrata . Cosa entendible por otra parte. Hoy en día ese sentimiento se ha perdido, la peña se ha quitado la careta y así se explican muchas cosas, y hay que leer chorradas que justifican miles de muertos. Es lo que hay.
      Otra cosa. Los campos de concentración americanos para ciudadanos de origen japonés son un motivo de vergüenza nacional. Reconocido y que ha motivado la petición oficial de disculpas. Pero de ellos salieron miles de hombres que se alistaron y combatieron por su país, Estados Unidos. Casi como los judíos en Alemania. Así que poner su situación en pie de igualdad con los campos nazis es no tener ni idea de nada. Pero también es lo que hay. Quizá fruto de aquellos aciagos días de los años treinta, cuando este país perdió el último tren.

      • Por la probable media de edad de los que leemos y comentamos en jot down dudo mucho que la mayoría de nosotros tuviéramos edad de ser franquistas o antifranquistas cuando murió Franco. Así que basta ya de argumentos ad hominem. No todo el que señala las deficiencias de la segunda república es un franquista.

        La segunda república no era una democracia liberal ni un estado de derecho comparable a lo que afortunadamente, y con todos sus defectos, disfrutamos hoy día en España. No hay más que buscar la media diaria de asesinatos políticos de los últimos meses de la república, la sublevación del 34 en Asturias, las quemas de iglesias, etc. El orden público brillaba por su ausencia.

        Si la derecha era mayoritariamente autoritaria, tampoco deberíamos olvidar que la izquierda lo era igual. Leer los discursos de Largo Caballero, el Lenin español, es muy esclarecedor. Demócratas liberales había muy poquitos a ambos lados. Lo cual era parte del zeitgeist de la época, que consideraba que el tiempo de la democracia liberal había pasado, que el procedimiento parlamentario era lento y divisivo, etc.

        Respecto al estado de derecho, basta leer la ley de defensa de la república, lo que lleva poco tiempo pues sólo tiene seis artículos. Es un monumento a la ausencia de separación de poderes, de libertad de expresión y de independencia de los medios de comunicación. Fue aprobada bajo gobierno de izquierdas.

        Igualmente bajo gobierno de izquierdas se aprobó la famosa ley de vagos y maleantes, que Franco sólo modificó.

        En resumen, haríamos mejor en mirar hacia adelante con realismo que en idealizar un pasado más que imperfecto.

    • Otro que ha leído a Pío Moa y se ha creído que Franco y sus aliados eran pobre víctimas obligadas por las circunstancias a aniquilar la democracia por el bien de los pobres terratenientes indefensos y de la iglesia oprimida. Para guardar una memoria tan deformada y peligrosa de lo que fue y supuso el fascismo para este país casi valía más que siguierais siendo unos desmemoriados, joder.

  9. Enhorabuena por el artículo, aunque esperaba algún tipo de conexión con el presente, no sé por qué.
    Aparte, tengo la fea costumbre de distraerme con estupideces y me distraigo mucho con la lingüística:

    «Había numerosas huelgas en todos los sectores, con constantes ocupaciones de tierras y fábricas y un sinfín de luchas callejeras y de actos violentos.»

  10. La hora de Ving Rhames

    Lo más escalofriante del artículo es el título del mismo.

    Por favor, menos Estado.

  11. Talmente me parecía trasladable a algo parecido a la España actual (salvando, claro, las diferencias), esto del orden y el peligro amenazante (podemos etc)
    Gran articulo

  12. Sólo un par de puntualizaciones: la represión de la que fueron objeto comunistas y socialistas tanto en Alemania como en Italia no es muy distinta, más bien en realidad muy inferior, a la que aplicaron los mismos comunistas en cuanto se hicieron con el poder en la URSS, donde no sólo se acabó con todo partido que no fuera el comunista sino que, además, el propio partido comunista pasó por diversas purgas contra tal o cual grupo, primero ordenadas por Lenin y luego por Stalin. Estamos hablando de centenares de miles de muertos por ese motivo al cabo de algunas décadas: por comparación, lo de Hitler contra las SA casi es una broma. No olvidemos, además, que fue bajo Stalin cuando se empieza a reescribir la historia de la revolución de octubre de 1917, de modo que prácticamente todos los protagonistas de la misma fueron quitados literalmente de enmedio y se le borró de la historia oficial: ése es el contexto que sirve para entender mucho de lo que se cuenta en 1984, de Orwell. No lo digo yo: lo dijo el propio Orwell.
    Y eso sí que es Estado opresor en estado puro.
    Y la otra puntualización es la repetición cansina de que el Frente Popular representaba una democracia legítima, cuando eso es algo cuando menos cuestionable. Para empezar, si alguien había cuestionado una victoria electoral, había sido la izquierda cuando los partidos de derechas habían ganado las elecciones del 33. Y se cuestinó porque, para la izquierda, el simple hecho de que ganara la derecha ya era en sí una agresión intolerable: es decir, o gana la izquierda, o se acaba la partida. Eso lo dejó bien claro Azaña. Y ése es el trasfondo de la revolución del 34 en Cataluña, truncada, y en Asturias, donde sí que estalló. Los responsables de esa revolución fueron llevados a juicio y condenados a penas duras, sin duda, pero el delito de rebelión armada no deja demasiado margen y, además, en casi cualquier otra parte habrían sido fusilados sin demasiados miramientos. Que a lo largo del año y pico siguiente todos ellos acabaran saliendo de prisión da mucho que pensar sobre esa represión. Pero es que, además de todo esto, las elecciones de febrero del 36 no las ganan las fuerzas del Frente Popular: que el recuento de votos fue amañado se sabía ya en aquella época (las hemerotecas no me dejarán mentir) y el propio Niceto Alcalá Zamora, Presidente de la República, da cuenta detallada de ello. Luego, ya sólo por eso, el gobierno del Frente Popular tiene una legitimidad democrática dudosa. Pero por si esto fuera poco, una vez el Frente Popular se hace con el poder no sólo exonera a los revolucionarios de Asturias de toda responsabilidad: es que a partir de ese momento el hostigamiento de las fuerzas de izquierda contra todo lo que oliera a derechas fue incesante, con asesinatos cada dos por tres, sin que el gobierno hiciera nada al respecto. Y esto no lo dice Pio Moa. En todo caso, Mao es de los últimos en hacerse eco de eso. Todos esos datos ya los habían revelado otros historiadores, españoles y extranjeros, y no sólo de derechas, y, sobre todo, ya lo había reconocido el propio Manuel Azaña, Presidente de la República después de Alcalá Zamora, que en sus memorias se queja amargamente de la deslealtad de las fuerzas de izquierda. Que el propio Azaña fuera pusilánime con esas fuerzas ya es otro tema de debate. Opinión similar tuvo Julián Besteiro, del PSOE, e incluso, años después, lo reconoció hasta Indalecio Prieto, también del PSOE. Que el Frente Popular quería hacer triunfar una revolución más o menos socialista o comunista no es una opinión mía o de nadie: es un hecho perfectamente constatable simplemente con leer las declaraciones, tanto en la prensa como en el diario de sesiones de las Cortes, de gentes como el citado Prieto, Largo Caballero o Pasionaria, por sólo citar los casos más señalados. ¿Hace eso justificable o inevitable la rebelión militar de Mola y los demás? Por cierto, digo Mola y los demás porque fue Mola quien pone todo en marcha: Franco, como buen oportunista que era, se sumó a última hora y manejó los tiempos a su favor. No tengo una opinión clara de si esa rebelión se podría haber evitado: no fue, ni de lejos, lo más acertado, sobre todo a la luz de cómo salieron las cosas, pero tampoco veo cómo se podría haber evitado. Lo cierto es que uno no puede esperar que la gente de derechas se resigne a que los masacren a tiros todos los días sin que el gobierno haga nada. Pero cuando ese gobierno está a lo que está, cuando la propia legalidad republicana se conculca día sí, día también, entonces, sin duda, se puede decir que el ejército sublevado le da el tiro de gracia, nunca mejor dicho, a la República, pero quien se ha cargado esa república es la izquierda.
    Y eso se hizo y consintió desde y por la maquinaria del Estado.
    Sin duda, necesitamos menos Estado. Mucho menos.

    • Los hechos son los hechos. Lo que ocurrió fue un GOLPE DE ESTADO. Ni ejército sublevado ni alzamiento nacional ni demás metáforas franquistas para explicar el tumbamiento de la república CONSTITUCIONAL.

  13. iskander

    Los nazis hoy ya no requieren del estado para organizar la sociedad, basta con la ley del mercado, convenientemente instrumentalizada. Tal es así que ahora el estado les sobra por todas partes, al ser éste permeable a la soberanía popular a través de los procesos electorales.

    Entiendo al nazi como el prosélito de un proyecto de hegemonía social basado en el determinismo y la discriminación, y que se nutre precisamente de los frutos malnutridos intelectualmente de esa discriminación. Hoy hay nazis de esos, los verdaderamente peligrosos.

  14. La hora de Ving Rhames

    La mayoría de los nazis con los que me he cruzado en este país, portaban una ikurriña o una estelada. De los del «pollo» también, pero pocos y en retroceso.

    • Lo que pasa es que a tú debes ser de los que sólo respetan los derechos humanos que te interesan y en los países que te interesan. Y aquí, en tu «una, grande y libre» el derecho de autodeterminación de los pueblos no te gusta nada.

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