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Los Red Hot Chili Peppers han sido una de las bandas de rock más relevantes e influyentes de los últimos veinte o treinta años. Sin embargo, aunque hoy cuentan con una enorme legión de seguidores, no demasiada gente se ha molestado en conocer a fondo su historia. Una historia que —todo sea dicho— ha sido tan compleja, cambiante y difícil de seguir que entiendo que cualquier neófito pueda sentirse desanimado. No es nada raro confundirse con tantas fechas, nombres y eventos apelotonados en tan poco tiempo. Tampoco resulta fácil llegar a un acuerdo sobre qué etapa del grupo debemos considerar como «clásica», o sobre qué canciones y qué discos resultan mejores o peores. No existen unos únicos Red Hot Chili Peppers, sino varios, y por lo tanto hay sobre ellos opiniones que cubren todo el espectro de lo imaginable. Para terminar de embrollar las cosas, la mayor parte del público actual esta familiarizada con la etapa más comercial, baladista y poppie, y para mucha gente los Peppers de los ochenta son una marcianada que no consiguen comprender del todo bien, considerándolos la mera prehistoria olvidable y primitiva de una banda que solamente les gusta a partir de determinados discos. El consenso en torno a esta banda resulta prácticamente imposible, pero bueno, valga este repaso para intentar arrojar un poco de luz sobre una de las biografías más enrevesadas que haya tenido una banda de rock en varias décadas.
Maqueta (1983)
Los Red Hot Chili Peppers nacen cuando cuatro compañeros de clase deciden juntarse para un único concierto. Hillel Slovak a la guitarra, Michael Balzary «Flea» al bajo y Jack Irons a la batería se dedicaban a improvisar bases instrumentales funk-rock mientras Anthony Kiedis rapeaba por encima sus poemas adolescentes. Lo que nació como una especie de broma pasajera, sin embargo, pronto empezó a crecer cuando para sorpresa de los propios chavales, la energía desplegada por la banda empieza a conseguirles conciertos en el área de Los Ángeles, donde su popularidad empieza a crecer rápidamente, al menos en el ámbito local. Graban una maqueta, el debut en cinta de la formación original de los Peppers tal como salió del instituto, una formación original que no volveríamos a escuchar, ¡hasta el tercer álbum! Aunque era una maqueta de bajo presupuesto y evidentemente la calidad de grabación no es la mejor, notamos que el grupo desprende una considerable energía, sorprendiendo con un original enfoque funk–rock-rap-punk que en aquellos años era una rareza. Pensemos que en 1983 el viejo funk-rock había pasado de moda, sustituido por el disco-pop y sonidos más sintéticos. Pero a estos cuatro alocados veinteañeros les traía completamente sin cuidado; ellos hacían exactamente lo que les gustaba sin pensar en las repercusiones comerciales. Por cierto, varias de las canciones que contenía esta maqueta («Out in L. A.», «Police helicopter», «Green heaven», «Get up and jump») terminarían siendo regrabadas en los dos primeros álbumes del grupo.
«Out in L. A.» (versión maqueta): La primera canción compuesta por el grupo, nacida básicamente como una improvisación sobre la que Anthony Kiedis rapeaba y que fue una de las responsables de que los Peppers continuaran funcionando más allá de la broma inicial. Aunque la calidad de la grabación no sea buena, podemos captar perfectamente el empuje que estos cuatro tipos imprimían a su música. Tanto esta canción como el resto de cortes de la maqueta hacía presagiar que los Red Hot Chili Peppers iban a grabar un fabuloso primer disco… vaticinio que, como veremos, no llegaría a cumplirse.
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Con esta única maqueta, que se sale de lo que otras bandas jóvenes hacían en la época, los Peppers demuestran poseer una personalidad única y no tardan en conseguir un contrato discográfico. Sin embargo, antes de entrar en el estudio para grabar su primer álbum, Hillel Slovak y Jack Irons deciden abandonar el barco para centrarse en su otra banda, What is this?, un proyecto interesante que tan pronto sonaba a rock de fusión estilo Funkadelic como tenía ramalazos a lo new wave y que ambos consideraban un proyecto más serio y con más futuro. Así pues, Anthony Kiedis y Flea se quedan solos y se verán obligados a buscar sustitutos para grabar ese primer álbum.
The Red Hot Chili Peppers (1984)
Un debut inesperadamente flojo. Los Peppers entran en el estudio para grabar su debut con un nuevo guitarrista, Jack Sherman, y un nuevo batería, Cliff Martinez, el único músico realmente experimentado en el grupo por entonces. La química del nuevo cuarteto, sin embargo, no termina de funcionar como la del cuarteto original y puede decirse con toda justicia que estos del primer disco no eran los verdaderos Peppers. El guitarrista Jack Sherman era un gran conocedor del funk y además introdujo elementos nuevos en el estilo de la banda, algo que ellos mismos le reconocerían más adelante… pero desgraciadamente no hacía olvidar a Hillel Slovak, porque su manera de tocar la guitarra era bastante menos personal y además era menos carismático en directo. Aun así, lo que más negativamente afectó a la calidad de este primer disco fue la fallida producción del británico Andy Gill, quien se empeñó en pulir la grabación, llenándola con sus influencias estilo «post punk» y sonidos a lo Manchester. La labor de Andy Gill resultó verdaderamente nefasta, porque nunca entendió el bagaje guitarrero de los Peppers —quienes por ejemplo adoraban a Jimi Hendrix, no en vano Flea lo lleva tatuado en un brazo— y se empeñó sin éxito en hacerlos encajar con el sonido pulido y frío de los ochenta. Es verdad que la banda aún estaba un tanto verde y más con dos nuevas incorporaciones de última hora, pero la producción tuvo la mayor parte de la responsabilidad en el fiasco. El resultado de todo esto fue un debut que decepcionó incluso al propio grupo. Las canciones no eran malas, de hecho varias provenían de su enérgica maqueta anterior y funcionaban bien en sus cada vez más apreciados shows en directo, pero este disco estaba destinado a pasar sin pena ni gloria.
«Out in L. A.» (versión álbum): El mejor ejemplo para entender dónde fallaba este disco. Se trata de la misma canción que ya habíamos escuchado en la primera cinta del grupo, pero aquí, con la desangelada guitarra de Sherman suena con menos fuerza. Y para colmo la horrible producción de Andy Gill hace todavía más evidente que mucho se ha perdido por el camino. Comparar ambas tomas de «Out in L. A.» es la mejor demostración de que el debut discográfico oficial fue un verdadero fracaso a la hora de captar la esencia y la fuerza de la banda.
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«True men don’t kill coyotes»: Elegida como primer single y también excusa para rodar el primer videoclip de los Peppers. No es una mala canción, pero la producción apaga toda su fuerza, como en el resto del este álbum. Aunque en ese videclip ya vemos a los dos miembros originales —Flea y Kiedis— desplegando aquella imagen y actitud (siempre sin camiseta, ropas estrafalarias, el cuerpo cubierto de pintura fluorescente) que con los años terminarían siendo célebres pero que por entonces, en plena era del «pop elegante», les hacía parecer unos maravillosos lunáticos.
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El disco, como decíamos, fue recibido con indiferencia y no tuvo ninguna repercusión. Hoy en día es recordado casi como un tropiezo, donde los Peppers sonaban despojados de todo su fuego, fríos y formularios. De hecho descartaron seguir trabajando con Andy Gill en posteriores discos. También decidieron que el guitarrista Jack Sherman no encajaba a nivel musical ni personal, así que terminaron expulsándolo. Este sería el inicio de una larga etapa de problemas con los guitarristas, algo que se convertiría casi en una maldición durante los diez años siguientes de historia de la banda.
Freaky Styley (1985)
La grabación de su segundo disco llega precedida por dos buenas noticias. Una, el inesperado regreso de Hillel Slovak: al parecer se había cansado de la seriedad de What is this? y echaba de menos la locura funky de los Peppers. Su regreso llena un hueco que Sherman no había conseguido llenar ni de lejos. La otra buena noticia es que consiguen fichar como productor a uno de sus ídolos, George Clinton, quien además invita al disco a monstruos como Maceo Parker, Garry Shider o Fred Wesley para añadir vientos y coros, con la consiguiente euforia de los jóvenes Peppers. El resultado de todo esto es una mejora sustancial respecto al flácido álbum de debut, aunque en mi opinión —y conociendo algunos de los trabajos anteriores de producción de Clinton— este Freaky Styley podría haber sido incluso mejor. Por entonces también Clinton se había contagiado de algunos tics de las producciones de los ochenta y sus mezclas suenan algo artificiales por momentos. Aun así, huelga decir que poca gente conoce la esencia del funk-rock como Clinton —sin su inconmensurable trabajo con Parliament y Funkadelic, los Peppers sencillamente no hubiesen existido— y además fue lo bastante inteligente como para no eliminar las influencias punk de la banda. Grabaron en un ambiente de camaradería y muchas, muchas drogas, hasta el punto de que por momentos da la impresión de que Clinton tenía la cabeza puesta en otra parte (¡llegó a cederle una parte de los derechos a su camello!), aunque las crónicas sobre aquella grabación nos hablen del entusiasmo y energía con la que dirigió a sus jóvenes pupilos. Así pues, un disco grabado bajo un caos controlado que quizá podría haber sonado mejor, pero que incluso con sus defectos es el primer álbum convincente de los Red Hot Chili Peppers y la prueba de que por entonces eran una banda muy apegada a sus raíces, dispuesta a hacer pocas concesiones. La repercusión comercial de este disco fue también prácticamente nula, aunque eso poco importaba a los ingenuos Peppers, quienes consideraban que grabando con George Clinton, Maceo Parker y compañía habían cumplido ya todos sus sueños.
«Jungle Man»: El primer single del disco es la demostración de que, al contrario que en el debut, la fuerza de los Peppers no se diluye completamente al entrar en el estudio de grabación, si bien todavía queda una parte de su fiereza por registrar. Este tema fue el elegido como single, aunque su sonido un tanto oscuro es en realidad poco representativo del álbum y de hecho es una de las canciones donde quizá se note menos menos el toque Clinton. Se convirtió en una de las piezas fijas de sus directos por entonces.
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«Catholic School Girls Rule»: Como segundo single eligieron una de las canciones más punk del disco, aunque de nuevo quizá lo más relevante es su divertido videoclip, en el que los RCHP empezaban a escandalizar a las mentes biempensantes, algo para lo que siempre tuvieron una enorme facilidad, al menos durante su etapa previa al éxito. El vídeo, en el que había desnudez y varias mofas de la religión, fue censurado en casi todas partes (corría el año 1985, recordemos) y solamente el canal televisivo Playboy se animó a emitirlo. Durante bastantes años, de hecho, los Peppers fueron los enfants terribles de la industria musical. Supongo que a muchos nuevos fans de los actuales Peppers les costará imaginar aquellos tiempos escandalosos, pero en los ochenta los Guindillas se las arreglaban para ofender a casi cualquier sector con ganas de sentirse ofendido: desde los religiosos a las feministas, pasando por el que a usted se le ocurra imaginar.
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«Hollywood» (Africa): Una versión del «Africa» de los legendarios The Meters, que ellos rebautizan como «Hollywood» (por entonces, la obsesión de Kiedis con su ciudad y California todavía no se había convertido en un chiste) y que también fue lanzada como single, y casi como manifiesto de que lo que a ellos les gustaba de verdad era el auténtico funk. Es una versión aceptable, pero inferior a la original, demostrando que los RCHP aún no están lo bastante maduros como para emular a sus maestros. Casi todos los mejores detalles, además, provienen de la producción de Clinton. Lo mismo sucede con la otra versión del disco, el «If you want me to stay» de Sly Stone, que tampoco hace justicia al original. El principal problema en estas versiones residía sobre todo en que Anthony Kiedis no era un buen cantante. Por entonces y durante bastantes años los Peppers tendrían fama de ser una banda de grandes instrumentistas con un cantante carismático pero vocalmente mediocre, basta leer entrevistas a otros músicos publicadas en aquellos años.
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En definitiva, Freaky Styley fue un considerable paso adelante en cuanto a sonido, que les confirió por fin una base discográfica sólida con la que presentarse al mundo. Pese al escaso éxito, EMI seguía confiando en ellos, porque estaban ganándose un creciente prestigio en California con sus fogosos directos y eran ya reconocidos como la avanzadilla en una nueva hornada de «rock de fusión» que todavía estaba en estado de gestación (casi ninguno de los nombres importantes de aquella hornada había grabado un disco todavía, mientras que los Peppers ya llevaban publicados dos). Una revista angelina tan importante como L. A. Weekly los nombró grupo del año en 1986; esto da buena idea de la importancia que tenían los Peppers como representantes de una actitud musical que todavía iba contracorriente y se movía en parámetros underground, pero que tardaría menos de media década en tomar el mundo por asalto.
Eso sí, la banda ya tenía un serio problema en su interior: las drogas. Los más descontrolados en este sentido eran Anthony Kiedis —a quien llegaron a expulsar temporalmente porque se pasaba el día colocado o desaparecía sin dejar rastro en el momento más inesperado— y Hillel Slovak, que a espaldas de sus compañeros usó el anticipo que EMI les había dado (teóricamente para grabar su tercer disco), gastándose casi una tercera parte en comprar heroína y cocaína. Como se ve, dentro de la banda reinaba el más absoluto caos. El batería Cliff Martínez empezó a desentenderse de sus anárquicos compañeros, quienes terminaron pidiéndole que se marchase. Una vez más, los Peppers afrontaban la tarea de grabar un disco sin tener una formación consolidada. Pero habrá una sorpresa importante: contra todo pronóstico, Jack Irons decide regresar para hacerse cargo de las baquetas. Así pues, es la primera vez que los Peppers originales están juntos desde que grabaron aquella maqueta de 1983.
The Uplift Mofo Party Plan (1987)
El tercer disco de la banda ¡es realmente el primer disco con la formación original de los Red Hot Chili Peppers! Esto se notará en el resultado, porque la química de la banda original retorna, dejando claro que los cuatro Peppers fundadores tenían algo especial cuando tocaban (desgraciadamente, este primer disco del cuarteto original será también el único en que aparezcan juntos). Los Peppers intentan llamar la atención de Rick Rubin para que los produzca, pero este rechaza la oferta (sí, hubo un tiempo en que Rubin dio la espalda a los Peppers) y finalmente recurren a Michael Beinhorn, quien tenía un bagaje bastante alejado del funk rock (entre otras cosas, había grabado ¡el himno universal del breakdance!). Pese a los posibles temores de la banda, Beinhorn supo entender perfectamente su espíritu y fue el primero que de verdad consiguió plasmar el sonido que, gracias a la maqueta inicial, sabíamos que el grupo tenía en sus inicios. Beinhorn les insistió además para que se atreviesen a endurecer su sonido justo en un momento en que estaban dando el salto como instrumentistas, algo que se nota particularmente en la manera en que Hillel Slovak se libera de corsés a la hora de interpretar sus partes de guitarra. Así que en este álbum se unieron tres factores cruciales: la formación original reunida, un productor hábil y un mayor grado de madurez musical. El resultado es un nuevo paso adelante. Freaky Styley había sido un buen disco, sin duda, pero en The Uplift Mofo Party Plan los Peppers suenan a sí mismos más que nunca. Eso sí, este disco tampoco tuvo mucho éxito, aunque permitió que se empezase a hablar de ellos —si bien todavía tímidamente, incluso en esferas internacionales. Como solía suceder con cada trabajo de los Peppers, hubo críticas de lo más diverso cuando el disco salió a la venta. Para unos era su mejor álbum hasta la fecha (yo opino así) mientras que otros lo miraban con cierto desprecio, considerando a los RHCP como una pandilla de garrulos empeñados en alargar su adolescencia hasta el infinito.
«Fight like a brave»: Elegida como primer single, es una canción simplona que ni siquiera ellos consideraban estuviese entre lo mejor del disco, pero que cuenta con una virtud incontestable: es endiabladamente pegadiza. Ayudó a que un álbum de los Peppers apareciese por fin aunque fuese en la parte más baja de las listas estadounidenses. Su divertido videoclip es un pequeño clásico, donde el grupo mostraba una imagen y actitud que pocos años más adelante iban a ser imitadas por infinidad de grupos de todo el planeta, cuando se produjese la explosión de lo que dio en llamarse el «rock de fusión».
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«Behind the sun»: Una de las mejores y más conseguidas canciones del disco, que curiosamente no fue lanzada como single hasta varios años después, con ocasión de un recopilatorio. Muestra una nueva faceta en la banda, una creciente influencia de la psicodelia y la utilización de armonías más elaboradas. El videoclip que circula por ahí —elaborado con retazos de otros vídeos de unos años más tarde— puede llevar a algunos a confusión, ya que Hillel Slovak no aparece en él. Pero sí, este tema repleto de dulces sonidos pertenece a las por otro lado testosterónicas sesiones de The Uplift Mofo Party Plan.
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«Funky Crime»: Uno de esos temas que ejemplifica a la perfección el sonido clásico de los Peppers, con esa combinación entre cadencias funk y guitarras rockeras que habían heredado de Parliament-Funkadelic, la factoría Clinton y los viejos discos de Jimi Hendrix. Hillel Slovak, que tenía veinticinco años por entonces, estaba llegando —pese a sus problemas de drogas— a su mejor momento como guitarrista. Su estilo seguía siendo perfectamente reconocible, pero además fue quien definió en mayor grado el sonido distintivo del grupo, incluso por encima de las líneas de bajo de Flea.
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«Subterranean Homesick Blues»: Probablemente las versiones más interesantes de canciones ajenas llegan no cuando imitan el original, sino cuando lo adaptan a su propio estilo. Si en el primer disco ya lo habían hecho con Hank Williams, aquí se atreven nada menos que con ¡Bob Dylan! El divertido resultado es una pieza muy representativa del sonido del grupo en la época, con la perfecta empastación entre Flea, Slovak y Irons.
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Aunque todavía no son comercialmente grandes, en 1987 los Peppers parecen encontrarse en un momento decisivo. Por primera vez desde los tiempos del instituto la banda saldrá de gira con su formación original, indiscutiblemente la que mejor química había demostrado tener. Por entonces nadie preveía que fuesen a alcanzar un enorme éxito, pero se percibía una potente vibración en torno a ellos. Eran algo distinto, especial, y algunos músicos más conocidos empiezan a escucharles y a dedicarles toda clase de elogios, reclamando atención para lo que verdaderamente es un soplo de aire fresco en la escena musical de la época. El grupo llegará a tocar incluso en Europa, continuando con su labor de abrir camino a una nueva corriente que está a punto de estallar. Sin embargo, pronto quedará claro que un enemigo continúa dispuesto a interponerse en su camino: la heroína. Kiedis continúa alternando breves periodos de rehabilitación con sonoras recaídas, y aún peor es el estado de Slovak, a quien la adicción está convirtiendo en un individuo retraído, cada vez más inaccesible incluso para sus amigos más cercanos. En 1988, tras finalizar la gira, Hillel está completamente recluido en su propio mundo de jeringuillas y sentimientos de culpa. La cosa no terminará bien: el 25 de junio de ese mismo 1988, Hillel Slovak fallecerá a causa de una sobredosis. Tenía veintiséis años.
La muerte de Slovak sumirá a la banda en un profundo estupor. Anthony Kiedis, todavía enganchado, ni siquiera se sentirá capaz de asistir al funeral. Jack Irons, deprimido, decide abandonar los Peppers, cansado del decadente ambiente de drogadicción que ha terminado matando a su amigo. La antigua hermandad de instituto parece haber volado por los aires. Tras la muerte de Slovak y el abandono de Irons, casi todo el mundo da por hecho que los Red Hot Chili Peppers van a desaparecer. Se extiende la opinión de que sin Hillel Slovak, el principal artífice de su sonido, no parece tener sentido que continúen. Flea y Kiedis se encuentran repentinamente solos y sin saber qué hacer, pero deciden no rendirse y empiezan a buscar nuevos miembros. Primero recurren a nombres consagrados de bandas a las que admiran: Blackbyrd McNight (de Parliament-Funkadelic) será el nuevo guitarrista, y D. H. Peligro (de Dead Kennedys) será el nuevo batería. Esta nueva formación de los Peppers, la cuarta diferente en cinco años, será sin embargo de vida brevísima.
«Blues for meister» (demo, 1988):
Esta curiosa canción, cantada por Flea, es la única grabación de estudio de aquellos Peppers con Blackbyrd y D. H. Peligro. El tema está bien —recuerda muchísimo a los Funkadelic— pero Kiedis y Flea sienten que el nuevo cuarteto no tiene la química necesaria en directo. Primero echan a Blackbyrd, quien no se toma demasiado bien la noticia. D. H. Peligro tendrá tiempo de participar en la composición de algunos temas que aparecerán en el siguiente disco, pero también será expulsado en poco tiempo (el muy cafre responderá amenazando a Anthony Kiedis con prender fuego a su casa durante la noche). Las malas lenguas llegaron a decir en su día que la discográfica habría tenido su papel en las expulsiones, ya que Blackbyrd y D. H. Peligro —los dos únicos miembros de raza negra en la historia del grupo— supuestamente no encajarían con la imagen de la banda. Sea como fuere, el que este cuarteto durase unos pocos meses es una muestra más de lo agitada que fue la historia de este grupo.
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Mother’s Milk (1989)
El disco de la transición. A la desesperada, Kiedis y Flea recurren a sus contactos para encontrar nuevos miembros que estén a la altura. Tras el fracaso de la formación Blackbyrd-Peligro se ven abocados a buscar músicos desconocidos, lo cual es una apuesta muy arriesgada. Pero tendrán suerte. Encuentran al batería Chad Smith, un motero cuyo estilo hard rock parece poco adecuado para la banda, al menos en principio, pero con quien Flea siente una química especial cuando realizan la audición. Después fichan al jovencísimo guitarrista John Frusciante, de solamente diecinueve años, que es un gran fan del grupo y de Hillel Slovak, aunque su estilo como guitarrista no es demasiado funky. Así pues, la banda graba su cuarto disco con una cuarta formación distinta. Vuelven a contar con el productor Michael Beinhorn, quien continúa empeñado en endurecer todavía más el sonido, quizá forzando un poco la nota esta vez. El resultado es un disco de sonido nervioso, duro y distorsionado, que sorprendió a muchos antiguos seguidores y críticos, y que para variar despertó opiniones encontradas. Resultaba evidente que Chad Smith era un buen batería y que Frusciante era un auténtico diamante en bruto, pero ambos parecían haber alterado demasiado la química de la banda y algunos se preguntaban si llegarían a encajar. En realidad, esta impresión era inevitable después de la desaparición de Hillel Slovak y la consiguiente evaporación del sonido «clásico» de los Peppers. Con todo, Mother’s Milk es un buen disco, repleto de energía, aunque no todas las canciones estén igualmente inspiradas y percibamos menos de esa atmósfera de fiesta funky que los había caracterizado antes. Pese a que no todos los críticos y antiguos fans quedaron convencidos, fue el disco más exitoso de los Peppers hasta la fecha. Finalmente, con esta nueva formación, están abriéndose camino hacia el éxito.
«Higher Ground»: Esta versión de un clásico de Stevie Wonder pondrá a los Peppers definitivamente en el mapa. Aunque, como de costumbre con sus covers me parece inferior a la original, no puede negarse que la interpretan con una fuerza tremenda y que le imprimen su sello de manera muy efectiva. «Higher ground» les abrirá el mercado internacional más que ninguna canción propia hasta el momento, y será el resorte que les permita subir otro peldaño a nivel comercial.
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«Knock me down»: El otro single exitoso de Mother’s Milk es un rock melódico bastante diferente de su funk-rock habitual, aunque sin duda se trata de una muy buena canción dotada de una gran melodía. Algunos detalles resultan un tanto artificiosos (como la voz femenina, que también aparece sin necesidad en otros cortes del disco). Además marca un cambio en las temáticas de las canciones. Las letras de Kiedis siempre habían sido bastante inmaduras, pero desde la muerte de Slovak, el asunto de la drogadicción y los remordimientos comenzaron a aparecer frecuentemente en un nuevo tipo de canción más introspectiva. En la remezcla final, por cierto, escuchamos tanto la voz de Frusciante como la de Kiedis, así que esto es prácticamente un dueto vocal entre el cantante y el nuevo guitarrista. Los malpensados podrían decir que Kiedis no afinaba lo suficiente.
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«Good Time Boys»: El corte que da inicio al disco es un perfecto ejemplo de aquel súbito endurecimiento del sonido Pepper que tanto desconcertó a la crítica. Sin Hillel Slovak, el elemento funk parece estar desapareciendo (hoy sabemos que esta era una impresión pasajera), aunque resulta difícil desdeñar este tipo de canción en la que suenan tan poderosos. El tema, por cierto, es un homenaje a muchas de sus bandas amigas: en la letra nombran a Fishbone y fIREHOSE (sí, se escribe así) y aparecen samplers de canciones de los propios Fishbone, Thelonius Monster y X. Aquí parecen más un grupo de hard rock que de funk rock, pero suenan bien de todos modos.
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«Subway to Venus»: Uno de los pocos temas del disco donde predomina el viejo estilo. Frusciante por una vez imita a Slovak, y las guitarras son un poco menos salvajes, lo cual redunda beneficiosamente en el groove y la sensación de que el grupo suena más vivo aunque sea menos ruidoso. El estribillo, de hecho, podría haber salido perfectamente de algún rincón de The Uplift Mofo Party Plan.
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Con Mother’s Milk, los Peppers están empezando a llamar la atención internacional incluso por encima de su nivel de ventas reales. Todavía no son unos superventas —de hecho, y a pesar de llevar cuatro discos a sus espaldas, se los continúa considerando una rareza underground recién descubierta— pero empiezan a coleccionar admiradores famosos (recuerdo los elogios de Steven Tyler, por ejemplo) y la industria se fija en ellos porque parecen estar marcando el camino musical y estético que buena parte de la escena rock está tomando. Incluso con todos sus problemas de pérdidas de miembros y cambios de formación, se los considera los abanderados de toda una nueva generación de bandas. Los Peppers no son necesariamente los más antiguos (Fishbone, por ejemplo, llevaban más años en activo) pero sí los que han grabado más discos, los que tienen una historia más intensa que contar y un prestigio labrado esforzadamente sobre los escenarios. Los Peppers son a los que todo el mundo mira para intentar adivinar el futuro del «rock alternativo»… todavía faltaba un año para la aparición del Nevermind de Nirvana, así que los Peppers estaban convirtiéndose en la punta de lanza de la vanguardia.
«Show me your soul» (BSO de la película Pretty Woman, 1990)
Esta canción, grabada y publicada aisladamente para la famosa película de Julia Roberts, ocupa un lugar especial en la historia del grupo. Es la canción que marca un antes y un después en la nueva formación, la bisagra entre los Peppers recién reformados y un tanto carentes de rumbo de 1989, y los Peppers pletóricos de 1991. ¿La diferencia? Hay varios factores, pero sobre todo que John Frusciante se dedicó, con la ayuda de Flea, a estudiar a fondo el estilo del difunto Hillel Slovak. El propio Frusciante resumía su proceso de aprendizaje de manera muy simple: «yo no era un guitarrista funky cuando entré en los Peppers, y todo lo que sé lo aprendí de Hillel». Estudiando lo que Slovak había grabado anteriormente y añadiendo una creciente dosis de creatividad producto de un abrumador talento que todavía nadie había sabido calibrar en su magnitud, el jovencísimo Frusciante refina su estilo, rebajando las cantidades de distorsión y centrándose más en el groove. Por otro lado, el estilo aparatoso de Chad Smith es mejor canalizado por la banda. El primer resultado visible de este cambio, «Show me your soul», es no solamente una magnífica canción sino también el anticipo de que la nueva formación de los Peppers puede llegar a convertirse en algo realmente grande. Fue con esta canción con la que muchos nos dimos cuenta de que John Frusciante era algo más que una promesa aprendiendo a adaptarse a su nuevo grupo y que tan repentina como inesperadamente parecía ser el recambio ideal para el aparentemente irreemplazable Hillel Slovak. Recuerdo que cuando escuché su solo en esta canción, pensé: «de acuerdo, ¡este es el hombre que necesitaban!». Ya no es guitarreo por el guitarreo ni el ruido por el ruido, sino fuerza e intensidad como en los viejos tiempos. Esta canción, como digo, hace vaticinar cosas muy grandes. Cosas que efectivamente estaban a punto de llegar con el siguiente disco, y que iban a ser más grandes de lo que ninguno de ellos ni de sus fans hubiese imaginado hasta entonces.
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Continua aquí.
Compadezco a Emilio, por tenerse que tragarse los primeros discos de red hot chili peppers.
Hasta que no sacaron el: Blood Sugar Sex Magik ,su mejor disco para mi ,eran insoportables
De acuerdo con tu afirmación sobre el BSSM. Pero los discos previos son muy buenos. El Freaky Styley tiene algunos temas increíbles, el Uplift Mofo es el segundo mejor álbum de la banda y el Mothers Milk tiene una fuerza arrolladora, a pesar de ser un disco un poco «guarro». En mi opinión mucho mejores estos dos últimos que casi todo lo que hicieron tras el BSSM, con algunas excepciones puntuales.
No hubiese sido posible el Blood Sugar Sex Magik sin los primeros discos. Creo que siempre se menosprecia a Hillel pero sin su semilla, Frusciante no sería quien es
Compadezco a Roberto por no saber apreciar los primeros discos de los RHCP.
Y por lanzar afirmaciones tan categóricas como sonrojantes.
No estoy de acuerdo en que «Fight like a brave» es una canción simplona. A mí me parece uno de sus mejores temas.
Definitivamente el cuarteto clásico lo componen Kiedis,Flea,Frusciante y Smith.
Eran aquellos días del ’94, agosto, creo recordar; cuando una tarde, la del 31, en la plaza de la Ventas de Madrid, algunos, próximos a los 9000 oportunistas del sonido, sin pausa y con riqueza plástica, tuvimos una de las mejores experiencias y disfrutes con un grupo de rock, colorista, energético y potente. Lo cuento para complementar que esa formación de los ’90, funcionaba, en directo muy bien. Algo bueno estaba pasando en la música de esos días.
Creo haber leído en alguna parte que en la grabación del primer disco, acabaron tan peleados con el productor, que se cagaron encima de la mesa de sonido.
Por otra parte, unos comentarios:
Mis recuerdos de la época son los de un grupo que salía a los escenarios en pelotas, solo con un calcetín en la polla; o en pantalones cortos, con los tatuajes al sol.
Otra cosa eran sus continuas referencias sexuales en las letras, y yo habría añadido la «Special secret song inside» en la lista del Uplift, pero vamos, por ponernos quisquillosos (que ya sabemos que es gratis).
La tercera era una ruptura total con los estilos cerrados, estancos, de los ochenta. Y con las vestimentas asociadas a cada estilo. Ahora parece una parida pero entonces los heavies eran heavies y se vestían como tales, los mods, los punks, los skins… Y todo era muy trágico y muy serio.
O sea que los Peppers eran unos cachondos, se lo pasaban de puta madre, y no le hacían ascos a nada. Y eso fue muy grande.
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A mi parecer la mejor cancion como bataka frustrado es magic jhomson es la clara confirmarción de chad smith os animo a hacer un cover de …. si podeís. ;)
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Por favor Emilio no escribas más artículos.
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