Tome buena nota porque vamos a hablarle de una las grandes series del 2014, producida en el Reino Unido, donde ha sido un gran éxito que ha ido arrastrando más y más seguidores nuevos gracias a las constantes habladurías sobre su enorme calidad. Seguramente algunos de ustedes ya la habrán visto, aunque es probable que mucha gente en España la haya ignorado o no se haya enterado de su existencia, pese a las muchas críticas positivas que ha recibido tanto aquí como en el extranjero. Así que desde estas líneas pondremos también nuestro granito de arena para que nuestros lectores no se pierdan lo que sin duda será recordado como uno de los mejores programas de ficción de este año.
Imaginen un argumento al estilo de los hermanos Coen —una trama delictiva que se enreda y va de mal en peor a causa del egoísmo y estupidez de sus protagonistas— pero situado no en la variopinta Norteamérica, sino en mitad de la gris Inglaterra. Ahora retiren de la ecuación la característica afición de los Coen a los toques de farsa surrealista y sustitúyanlos por dosis de dramatismo muy bien dosificadas en mitad de una investigación policial caracterizada por el crudo realismo y la descarnada cotidianeidad. Por último, cambien la estilización de los Coen por una narración más rítmica y pulsátil. Todo esto, y bastante más, es la serie Happy Valley. O quizá deberíamos decir miniserie, ya que consta únicamente de seis episodios. Pero qué seis episodios.
La referencia a los Coen no es gratuita, pero tampoco pretendo que sea engañosa. Sí, es verdad que el argumento central de Happy Valley podría haber salido de una película de los Coen, pero ahí termina todo parecido con los cineastas estadounidenses. El cinismo pedestre y el gris escepticismo de Happy Valley la sitúan mucho más en la línea tradicional del cine social británico. Sí, aquí tenemos un secuestro realizado por delincuentes no profesionales, que como es de esperar empieza a embrollarse y termina sumiendo a los implicados en una espiral descendente de errores estúpidos e inconvenientes sobrevenidos. En este sentido la trama policial recuerda a las de los Coen y además es muy entretenida. Sin embargo Happy Valley no es una imitación del cine de los Coen (o de la serie Fargo) ni nada que se le parezca. Para empezar, aquí el humor absurdo de los Coen no existe y en su lugar tenemos una desencantada descripción de las miserias rutinarias de una localidad inglesa marcada por el tráfico de drogas, la delincuencia a pequeña escala y la infelicidad de casi todos sus habitantes. Happy Valley, cuyo título ya habrán supuesto que es un giro irónico, gira en torno a la vulnerabilidad, el egoísmo, la tristeza, e incluso la maldad innecesaria e incomprensible de distintos tipos de seres humanos. Una reducida pero intensa constelación de personajes, unidos (o separados) entre sí por una compleja red de relaciones emocionales que van desde lo sincero y entrañable hasta lo inquietantemente disfuncional, completan el retablo de sospechas, mentiras, traiciones, equívocos y decisiones apresuradas que conducen a situaciones de lo más peliagudo.
Quizá lean por ahí que Happy Valley ha surgido al rebufo de series como Broadchurch o Line of Duty, series que han elevado el género policial de producción británica a niveles de enorme prestigio internacional. Pero esta es también una afirmación engañosa. Sí, claro, Happy Valley llega tras los pasos de esos y otros programas, pero lo cierto es que tiene una marcadísima personalidad propia. Por continuar con los mencionados ejemplos, Broadchurch sigue firmemente los pasos estilísticos de las series escandinavas y Line of Duty está más que evidentemente americanizada en su estilo. Pero Happy Valley es mucho más inconfundiblemente británica.
No se puede hablar de Happy Valley sin hablar de su actriz principal, Sarah Lancashire, que interpreta a la carismática y resolutiva sargento de policía Catherine Cawood. Lo que esta mujer hace durante los seis episodios es una de esas interpretaciones dignas de figurar en los anales de la ficción televisiva. Su personaje, en un principio aparentemente vulgar, va desarrollándose ante nuestros ojos hasta alcanzar un nivel de complejidad abrumador. La interpretación de Lancashire va subiendo en intensidad conforme su personaje se va encontrando ante situaciones más y más complicadas. Podrían citarse muchos momentos en que Sarah Lancashire alcanza niveles de verdadero virtuosismo, porque los hay de todo tipo: desde que la vemos descubrir una inquietante verdad del caso simplemente observando su mirada, hasta algunas de las crisis de ansiedad mejor interpretadas que he visto jamás en una pantalla (por ejemplo, cuando la sargento está sentada en su coche policial y siente que la situación le desborda… si ha visto usted esa escena, probablemente no la haya olvidado). Créanme, es difícil exagerar con los elogios. Sarah Lancashire hace frente con pasmosa inspiración a toda clase de escenas, sin sobreactuar lo más mínimo, consiguiendo dotar a cada gesto y cada mirada de toda la fuerza y contenido que requiere. Probablemente, y por desgracia, nunca tendrá la repercusión de pongamos un Matthew McConaughey, pero quien ha visto Happy Valley tiene bien claro que lo de Sarah Lancashire es un hito interpretativo casi sin parangón en el último par de años. El resto del reparto no se queda muy atrás; los británicos a menudo han dejado claro que en cuanto a casting pueden competir de tú a tú con los estadounidenses. En el ámbito europeo —Reino Unido, Francia, Dinamarca, Suecia— estamos viviendo unos años de esplendor en este aspecto, donde la ficción televisiva de producción propia está defendida por planteles de actores que en algunos casos solo pueden ser calificados como impresionantes.
Lo mismo sucede con los encargados de la cinematografía: aunque Happy Valley no se anda con ínfulas estéticas —lo cual probablemente perjudicaría el logrado aire de inquietante cotidianidad— está maravillosamente filmada, con momentos de una sencillez clásica cuya pericia técnica quizá le pase desapercibida en un primer visionado, pero no en un segundo. Aquí las imágenes están al servicio de la historia, y no a la inversa, pero eso no quita para que recordemos que se requiere tanto o más talento para conseguir narrar de forma «invisible» y eficaz que para llenar un episodio de planos esteticistas. Happy Valley no pretende sumergirnos en un paisaje idealizado, sino en una aproximación lo más fiel posible —con sus debidos matices, esto no deja de ser ficción— a un paisaje real, tanto a nivel escenográfico como a nivel humano. Así, nuestra inmersión en el desangelado mundo de estos personajes va siendo cada vez más profunda, lo cual juega en favor de que los golpes de efecto y giros de guion resulten todavía más impactantes. De igual modo, la tensión en la historia va creciendo sin que nos demos cuenta, sin grandes aspavientos y gracias sobre todo un muy eficaz trabajo de dirección. Para cuando hayamos terminado de ver los seis capítulos tendremos la sensación de haber asistido a un auténtico festival del crescendo, con algunos momentos de enorme intensidad que para sí querrían muchas otras series.
En definitiva, una efusiva recomendación para quienes todavía no se hayan dado el gustazo de devorar estos seis episodios. Si usted no la ha visto, hágalo lo antes posible; le garantizo que no se arrepentirá.
Jo, qué bien Sr. Gorgot. Al final voy a acabar haciéndome fan suyo. Ya de arranque ha completado usted toda mi lista de series preferidas del 2014.
Curiosidades a aportar:
– Efectivamente Sarah Lancashire no es una actriz cualquiera. El año pasado ganó un BAFTA por su papel en «Last Tango in Halifax».
– La otra curiosidad es que Mrs. Lancashire y la guionista Sally Wainwright parece que se han convertido en una pareja profesional que da gusto verlas trabajar en el mismo proyecto. Sally Wainwright es la creadora tanto de «Happy Valley» como de «Last tango in Halifax», y ambas participaron también (una como actriz, y la otra como guionista, clarpo) en la longeva «Coronation Street». No es más que una casualidad (más en Coronation street, pero menos en Happy Valley), pero me da a mi que el próximo proyecto de esta estupenda actriz tiene todas las papeletas a que vuelva a ser gracias al puño y letra de Wainwright.
Perdón, el BAFTA por “Last Tango in Halifax”, se lo llevaron ambas, tanto la actriz como la guionista.
Overrated
Total una serie muy buena que no tirne nada qye ver ni con Fargo ni con los Coen… po pa qué los nombras….
Se rumorea que va a haber una segunda parte.
De esta no me arrepiento, no como Broadchurch, hay verdad en todo lo que dice usted, Sarah está estupenda, el guión es bueno, hay algo de conciencia social, etc. Al principio es inevitable no pensar en Fargo… Pero se termina desmarcando para entregarnos algo distinto, más gris, sin redundar en la sordidez, sin ningún tipo de humorismo, puro realismo. Lástima que, por lo demás, no todos los actores estén a la altura de la actriz principal, Steve Pemberton (Kevin) dejó mucho que desear para mi gusto. Bueno, pues eso, que mañana la empiezo.
Una serie excelente con actores magníficos. Tampoco le veo el parecido con los Coen por ningún lado. Pero yo venía aquí a poner la maravilla de canción de la intro: http://www.youtube.com/watch?v=CIlNl79vynA
Quiero más!!!!
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¿Matthew McConaughey? Mal actor, excelente password.