Música

La suerte de Eddie Hinton, el último de los grandes cantantes blancos de soul (I)

Eddie Hinton. Foto: cortesía de Aquarium Drunkard.
Eddie Hinton. Foto: cortesía de Aquarium Drunkard.

Si existe una obra canónica dentro de la literatura musical, una que se considere por todos definitiva y definitoria, esa es Sweet Soul Music. Rhythm And Blues And The Southern Dream of Freedom (1986) escrita por el periodista norteamericano Peter Guralnick. Prueba fehaciente de ello es que Rob Fleming, el inmaduro e inoperante protagonista de Alta fidelidad (1995) de Nick Hornby, la colocaba entre sus cinco mejores libros de todos los tiempos, junto a otros títulos de Raymond Chandler, Kurt Vonnegut Jr., Thomas Harris y Douglas Adams.

Bromas aparte, con este exquisito e imprescindible ensayo musical, que narra de forma sensible y pormenorizada cómo el soul sureño (ese que moldearon Sam Cooke, Ray Charles, James Brown, Solomon Burke, Aretha Franklin y Otis Redding, entre otros; ese que se grabó, sobre todo, en Memphis y Muscle Shoals) se desarrolló en paralelo a los movimientos sociales protagonizados por la comunidad afroamericana a lo largo de la década de los sesenta y principios de los setenta, se sentaron las bases de un nuevo periodismo cultural capaz de conjugar la vocación académica que exige un texto serio de investigación con el relato personalísimo que puede acompañar al mismo. De hecho, cuando se publicó Sweet Soul Music, el periodista Robert Palmer (nada que ver con el cantante británico) dijo sobre él en el New York Times: «La mejor historia sobre el soul de los sesenta que nadie ha escrito o escribirá jamás, pero es mucho más que eso.»

Ese «mucho más que eso» ya lo apuntaba el propio Guralnick en el enjundiosísimo prólogo a su libro, al contar cómo un blanquito con cara de lerdo, gafotas y pelo rizado, un empollón de la Boston University, quedó traumatizado al ver en directo a Ray Charles. Y luego a Solomon Burke, y al poco a James Brown, y más tarde a Otis Redding… Al joven Guralnick la intelectualidad universitaria se le hizo añicos viendo a estas fuerzas de la naturaleza sobre el escenario y, a partir de entonces, su carrera como escritor se centró en la música popular. Su primer artículo para Rolling Stone, en 1968, fue sobre Solomon Burke; para el Boston Phoenix escribió sobre la espectacularidad de James Brown en directo. «Cuento todo esto no solo para dejar constancia de mis credenciales, también para rebajar mis pretensiones respecto a la objetividad académica», dice Guralnick en el prólogo de referencia, como si nos estuviera pidiendo perdón por ser blanco, por ser del norte, por venir de la universidad. Pero lo cierto es que la música soul fue para él como una bofetada de pasión que tiraba por tierra cualquier intento serio de acercarse a ella desde una perspectiva investigadora fría y distante. Esa pasión que emana el soul sureño recorre las páginas de Sweet Soul Music. Su prosa no es neutra, pues estamos ante un texto redactado desde la óptica del fanático sesudo que ha tenido por fin la oportunidad de conocer y conversar con algunos de sus ídolos, a los que exprime la historia de sus vidas. «A lo largo del proceso de documentación de este libro he entrevistado a cientos de personas y viajado de Los Ángeles a Mississippi, de Georgia a Nueva York, Alabama, Philadelphia, y Tennesse. El peso de este subtexto espero que sirva para reforzar la narrativa», afirma Guralnick. Y vaya si sirve. Sweet Soul Music no es solo el retrato de una época, el análisis más profundo que existe sobre un sonido, sobre una esencia incluso; es también uno de los cánticos más hermosos que se pueden leer sobre el impacto que la música puede llegar a tener en la vida de una persona.

Sentado lo anterior, esto es, asumiendo que Sweet Soul Music es la obra a través de la cual la historia del soul sureño ha de entenderse contada, no nos queda otra que aceptar que Eddie Hinton, nuestro protagonista, no fue nadie relevante. Una única mención se hace a su figura, dentro de las últimas páginas del libro, cuando el relato transita ya por los restos del naufragio y Guralnick trata de poner en pie qué queda del southern soul en el momento de su escritura, qué vigencia tiene ese sonido a mediados de los años ochenta: «En Muscle Shoals traté de revivir la experiencia de los años dorados visitando los locales de carretera de la zona con Donnie Fritts, pero todo lo que encontré fue a un distraído Eddie Hinton (el último de los grandes cantantes blancos de soul) tocando de forma poco inspirada los clásicos de siempre ante un público formado por moteros de mediana edad y sus amigos». La estampa es desoladora. Puede uno fácilmente visualizarla: Hinton tambaleándose en un tugurio del culo del mundo (yo he estado allí y, creedme, aquello es el culo del mundo) tratando de explotar un legado que no interesa a casi nadie, salvo a pirados como Peter Guralnick… ¡Con lo que ha sido Muscle Shoals!

Decir que esa pequeñísima localidad situada en el norte de Alabama fue el centro del universo musical entre 1967 y 1975 puede parecer una exageración pero, no, no lo es. O si lo es, lo es por muy poco. En ese período, grabaron allí The Rolling Stones, Aretha Franklin, Otis Redding, Percy Sledge, The Staple Singers, Arthur Conley, Clarence Carter, Etta James, Traffic, Wilson Pickett, Joe Tex, Lou Rawls, Arthur Alexander, Laura Lee, Cher, Rod Stewart, Jimmy Cliff, Paul Simon, Bob Seger, Millie Jackson, Candi Staton, Lynyrd Skynyrd… más tarde, en los ochenta, fueron Dire Straits, Joe Cocker, George Michael, James Brown, Bob Dylan… Y, últimamente, The Black Keys. Se rumorea que en Muscle Shoals se han grabado más de setenta y cinco discos de oro y platino, cargando desde entonces con el lema de ser la «Hit Recording Capital of the World».

Eddie Hinton, natural de Jacksonville (Florida) pero criado en Tuscaloosa (Alabama), llegó a Muscle Shoals en 1967 con apenas veintidós años gracias a la llamada de un amigo, el también músico Marlin Greene, que lo puso en aviso de que algo gordo se estaba cociendo allí, y de que un instrumentista y compositor talentoso como él no pasaría desapercibido. A su llegada, la escena de Muscle Shoals se concentraba alrededor de dos estudios de grabación: el FAME Studio de Rick Hall, que dirigía a su vez el sello FAME; y el Quinvy Studio de Quin Ivy, donde Hinton comenzó a trabajar junto a Greene componiendo para Percy Sledge, que venía de destrozar las listas con el éxito «When a Man Loves a Woman» (1966). Dos composiciones de Hinton/Greene, «Cover Me» y «It’s All Wrong but It’s Alright», fueron incluidas en el soberbio álbum de Sledge Take Time to Know Her (Atlantic, 1968), llamando la atención del productor Jerry Wexler. Wexler quedó tan impresionado con Hinton que le propuso colaborar, de alguna forma, en el próximo disco que iba a producir, uno con la cantante Dusty Springfield que iba a ser grabado en Memphis. En Dusty in Memphis (Atlantic, 1969), Hinton logró colar su «Breakfast in Bed», probablemente su composición más conocida y la que más royalties le generaría a la larga.

En 1969, el núcleo duro de los músicos de sesión que trabajaban en el FAME Studio —Barry Beckett (teclista), Roger Hawkins (batería), David Hood (bajista) y Jimmy Johnson (guitarrista)— se independizó y montó su propio estudio de grabación en el (hoy mítico) 3164 de la Jackson Highway de Sheffield (Alabama) con el nombre de Muscle Shoals Sound Studio. Y allí que fue a parar la guitarra de Eddie Hinton y con ellos estaría hasta 1971. Esta formación, a la que se unirían de forma intermitente músicos tan reconocidos como Pete Carr (guitarrista) o Spooner Oldham (teclista), ha pasado a la historia como The Muscle Shoals Rhythm Section o The Swampers (nombre que les puso Leon Russell y que inmortalizaron Lynyrd Skynyrd en su clásico «Sweet Home Alabama»). Su aportación a la historia de la música popular fue reconocida tanto por el Alabama Music Hall Of Fame como por el Musician Hall of Fame and Museum que los aceptó como miembros en 1995 y 2008, respectivamente. Eso sí, el reconocimiento llegó únicamente para los fundadores. Eddie Hinton, a pesar de haber tocado con ellos en múltiples sesiones, quedó fuera de todas las menciones oficiales.

Durante el período mágico de 1967 a 1975, Hinton participó como guitarrista en discos de John Hammond, Otis Redding, R. B. Graves, Barry Goldberg, Boz Scaggs, Cher, Solomon Burke, Odetta, Aretha Franklin, Johnnie Taylor, Ronnie Hawkins, Lulu, Lowell Fulson, Johnny Jenkins, Laura Nyro, Mavis Staples, John Simon, Judy Mayhan, Duncan Paine, Jimmy Cliff, Bobby Lance, Don Nix, Nicholas Lampe, Danny O’Keefe, Addrissi Brothers, Marlin Greene, Pamela Polland, Hod & Marc, Willis Allan Ramsey, Smith Perkins Smith, The Dells, Paul Kelly, Eric Andersen, Gerry Goffin, Waylon Jennings, Donnie Fritts, Evie Sands, Toots Hibbert, Bonnie Bramlett, Peter Yarrow, Bobby Womack… joder, ¡si hasta tocó con Elvis Presley!

Quiero pensar que un músico con semejante currículo puede considerarse, ya de por sí, legendario. Eddie Hinton no tenía nada que envidiar al malogrado Duane Allman, por ejemplo, con quien de hecho había compartido sesiones en sus orígenes, en los años de Hour Glass. Pero a pesar de los impresionantes créditos citados (algunos nombres son más conocidos que otros, cierto, pero puedo asegurar que los álbumes en los que tocó, salvo muy honrosas excepciones, son de un altísimo nivel), el recuerdo de Eddie Hinton parece empeñado en no permanecer. Tocar la guitarra en tal o cual disco, por muy bueno que uno sea, por muy bueno que sea el álbum, por muy importante que sea el artista o grupo principal, no te lleva directamente al estrellato. Pero Hinton no era solo un excelente músico de sesión con un sonido distintivo. A Muscle Shoals llevó también sus canciones, que compuso en muchas ocasiones junto a grandes y reputados artistas como Dan Penn, Spooner Oldham, Donnie Fritts o el citado Marlin Greene, y que grabaron artistas como Tony Joe White, The Box Tops, Lulu, Mink DeVille, The Nitty Gritty Dirt Band, Oscar Toney Jr., Don Varner, Rita Coolidge, Wayne Cochran, The Sweet Inspirations, Gwen McRae o Jeannie Greene, entre otras muchas versiones que se han ido haciendo de su cancionero con el paso del tiempo.

Abuso del name dropping porque quiero hacer ver que Eddie Hinton no fue una mera nota a pie de página, uno más que pasaba por allí. Hinton fue uno de los testigos más privilegiados que tuvo la época dorada del sonido Muscle Shoals. Testigo y actor, pues no paró de trabajar en esos años. Hinton fue un músico de sesión sobresaliente que destacó allí donde tocó, cuyo talento como compositor tampoco pasó desapercibido. Y aun así, quizás fueran sus desconocidas habilidades como vocalista las que más llamaran la atención entre sus allegados. Hinton interpretaba sus canciones en el estudio, grabando las demos con su propia voz, y aquellos que tuvieron la ocasión de escucharlo coinciden en señalar que allí había algo verdaderamente especial. Recordemos, de hecho, un detalle: ¿cómo se refirió Peter Guralnick a Eddie Hinton en la única mención que hace de él en Sweet Soul Music? «El último de los grandes cantantes blancos de soul». Ahí lo tenemos…

Para la mayoría de los amigos y músicos que trabajaron con él, Eddie Hinton fue siempre una especie de eterna promesa. Una que nunca terminaba de materializarse. «The Next Big Thing», solía llamarlo Jerry Wexler, que lo escuchó en más de una ocasión interpretando sus propios temas en el estudio. Pero cuando por fin llegó, lo hizo demasiado tarde. El primer disco de Eddie Hinton como solista fue Very Extremely Dangerous (Capricorn, 1978). Grabado en el Muscle Shoals Sound Studio, acompañado por sus antiguos compañeros de correrías, este álbum bien podría considerarse —quizás junto al ignoto Let it All Out (Guinness, 1977) de James Conwell—, el último gran disco de soul. Ha de tenerse en cuenta la fecha de la grabación: pocas cosas más anacrónicas para finales de los setenta (cuando el punk y el disco se rifaban los extremos del espectro sonoro) que un disco puro y orgánico (grabado en vivo en el estudio) de soul sureño interpretado además por un blanco. De tal forma que, con independencia de la (enorme) calidad de la grabación, el álbum pasó totalmente desapercibido en las listas de éxitos. El hecho de que el sello Capricorn, que tantas alegrías había dado a los seguidores del rock sureño a lo largo de los años setenta, se estuviera entonces desmoronando financieramente influyó, sin duda, en la escasa promoción que recibió el LP y esta joya del blue-eyed soul pasó sin pena ni gloria entre el gran público. Eso sí, al menos permitió confirmar, a los pocos que supieron atesorarlo en su momento, que aquel tipo era una especie de Otis Redding blanco: hacía mucho tiempo que no se escuchaba una voz tan sincera, auténtica y desgarrada como aquella.

Y la gran pregunta volvía de nuevo a la palestra: ¿por qué había tardado tanto Eddie Hinton en sacar su primer disco?

Cuando Peter Guralnick, documentándose para su Sweet Soul Music, visitó Muscle Shoals a mediados de los ochenta y lo encontró maltratando su talento en bares de mala muerte, repitiendo los temas soul de toda la vida ante la más indiferente de las plateas, Hinton no había vuelto a publicar nada desde aquel primer disco. No fue hasta 1987, casi diez años después, que salió su segundo álbum titulado Letters from Mississippi, una nueva y excelente anacronía sonora que continuaba posicionando a Eddie Hinton como el más raro (y el más auténtico) de la clase. El disco se componía de dos sesiones grabadas en directo en el estudio: una, de nuevo, en el Muscle Shoals Sound Studio, acompañado por los «sospechosos habituales»; y la otra en el Birdland Studio, situado también en Alabama, más concretamente en la localidad de Decatur, donde Hinton vivía por aquel entonces. Si Very Extremely Dangerous pasó sin pena ni gloria, podéis imaginar lo que ocurrió con estas Letters from Missisippi, editadas por un sello alemán (Instant Records) con una paupérrima distribución en los Estados Unidos. De hecho, el disco permaneció prácticamente inencontrable hasta que fue reeditado por el sello británico Zane en 1990. Si alguien encuentra una copia del LP original, que se ponga en contacto conmigo urgentemente.

Entre un álbum y otro, los demonios se fueron apoderando poco a poco de Eddie Hinton. Rumores acerca de comportamientos erráticos, y hasta violentos, problemas con la bebida y altercados varios, incluyendo pequeñas estancias en instituciones mentales, condenaron a Hinton a vagabundear por las calles haciendo las noches en los parques de Decatur. Es de suponer que la medicación y la vida desordenada ayudaron a que sus infiernos se hicieran carne en Hinton, que engordó de forma descomunal en esos años, transformando su rostro y su mirada para siempre.

No obstante, en los primeros noventa la figura de Eddie Hinton y su música vivieron una especie de resurgimiento que llegaba, obviamente, tarde. Si la obra magna de Peter Guralnick, reivindicando la fuerza y la autenticidad del soul sureño, ya resultaba extraña a mediados de los ochenta, mucho más lo era lo que el italiano Graziano Uliani comenzaba a montar en una pequeña localidad de Bolonia a finales de 1987. El Festival de Soul de Porretta está hoy día considerado uno de los grandes eventos musicales, a nivel mundial, dedicados a la música negra. Con especial predilección además por el soul sureño. Por sus escenarios han deambulado leyendas como Rufus Thomas, Solomon Burke, Percy Sledge, Irma Thomas, Millie Jackson y muchas otras figuras y en 1991 pudo verse a un, ciertamente desmejorado, Eddie Hinton, que salía de Alabama por primera vez en muchísimo tiempo. La ocasión fue ciertamente única y sirvió, más que nada, para hacerle ver que en Europa se le valoraba más que en su país de origen. También en 1991 vio la luz su tercer disco, titulado Cry & Moan (Bullseye Blues); y en 1993 Very Blue Highway (Zane). Ambas grabaciones ahondaban en lo anterior. En ellas se podía escuchar a un Eddie Hinton con la voz más turbia que nunca pero dándolo todo. Y tanto dio Hinton en esos años que el 23 de julio de 1995 un fallo al corazón se lo llevó por delante. Edward Craig Hinton moría a los cincuenta y un años de edad. Muy pronto. Demasiado. Hasta el punto de que su legado musical, lo que había publicado en vida, parecía poca cosa para alguien considerado como el último de los grandes cantantes blancos de soul.

No mucho después de la muerte de Hinton, dos jóvenes músicos de Alabama, que venían de tocar en una banda local llamada Adam’s House Cat, decidieron mudarse a Athens (Georgia) para formar allí un nuevo grupo de country-rock. Su primer disco, Gangstabilly (Soul Dump, 1998), contenía una canción esplendorosa de más de seis minutos de duración y título enigmático: «Sandwiches for the Road». Su letra presentaba a una especie de desequilibrado, alguien ligeramente violento, fumador y bebedor compulsivo, que deambula su locura por las calles de Decatur con «cenizas en la garganta». El tema estaba firmado por un tal Patterson Hood que junto a Mike Cooley lideraba a unos debutantes que respondían al nombre de Drive-By Truckers.

Efectivamente, «Sandwiches for the Road» se inspiraba en la figura de Eddie Hinton. Pronto se rebeló que Patterson Hood era el hijo de David Hood, el bajista fundador de la Muscle Shoals Rhythm Section, de ahí que conociera de primera mano los rumores más oscuros de nuestro protagonista. Más allá del impacto (nulo) que tuvo este primer reconocimiento póstumo, lo llamativo de la canción era que la faceta de Hinton que Hood había decidido resaltar no era precisamente (o, mejor dicho, estrictamente) la musical. Había por ahí rondando una leyenda negra que estaba comenzando a resultar excesivamente sugerente.

(Continua)

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12 Comentarios

  1. Indignadísimo

    A la puta cárcel el autor de este artículo!

  2. alejandro

    Gracias por reivindicar al pobre Sr. Hinton, Sr. Matute. Una buena ocasión para volver a escuchar sus cd´s. Pocos blancos han podido llegar a su nivel cantando desgarrado (bonita imagen, con «cenizas en la garganta»), aunque todavía anda por ahí Delbert McClinton, que tiene unos cuantos discos grandiosos.

    Y hablando de blanquitos no se pueden olvidar los discos en solitario de Dan Penn, y esa maravilla a duo con su compañero desde los tiempos de la Stax Spooner Oldham «Moments from this theatre», cantando sus éxitos sólo con guitara y piano eléctrico, pura cremita.

    • Fran G. Matute

      Los que citas son muy muy grandes, Alejandro. Gente sencilla, con muchísima clase para todo, que se pasaron por el forro las barreras raciales… Dan Penn y Spooner Oldham son genios brutales. ¡Lo que compusieron! También estaban por ahí Travis Wammack, Tony Joe White, Don Nix, Lonnie Mac, Donnie Fritts… Una época de lo más interesante, sin duda. Eddie Hinton forma parte de esa camada de blanquitos haciendo soul. Espero que la segunda parte del artículo te guste: se centra más en sus «demonios»…

  3. Hay sangre nueva en el soul, y algunos más blancos que la leche, como Allen Stone. ¡No se lo pierdan!

    • Fran G. Matute

      Sí que la hay! Eli ‘Paperboy’ Reed y James Hunter, por ejemplo, me gustan mucho. Y también son más blanquitos que la leche… ;)

  4. Pues suena prometedor; parece que habrá que escuchar a Hinton. A algunos lectores tal vez les interese saber que Guralnick tiene un blog y que en el compartió una de las listas de reproducción más esquivas de la fascinante discografía que cierra el libro (http://tinyurl.com/n827jya)
    Saludos,
    Iago López

    • Fran G. Matute

      Muchas gracias, Iago, por compartir esa valiosa información.

      En relación con la fascinante discografía que mencionas, con la que cierra Guralnick su «Sweet Soul Music», Elvis Costello decía que, con el paso del tiempo, el libro en sí se terminaba convirtiendo en una ganga, sobre todo si comparas lo que te había costado con todo el dineral que se termina uno gastando después, buscando toda esa música maravillosa que viene al final del mismo.

      ¡Y cuánta razón tiene!

  5. Gracias por el artículo.Eddie Hinton fue un extraordinario compositor y cantante con muy mala suerte.»Very extremely dangerous» es un disco magnífico y de sus grabaciones posteriores es muy recomendable «Dear Y,all. The songwriter sessions» publicada en el año 2.000, 5 años después de su fallecimiento. Ya que has mencionado a Willy De Ville comentar que este, otro ejemplo de mala suerte, hizo una versión de una de las muchas buenas canciones que no grabó Hinton en su disco «Coup de grace» de 1.991, en concreto «Help me make it (power of a woman,s love)»

    • Fran G. Matute

      De esa «mala suerte» y de su obra póstuma se hablará en la segunda parte del artículo, Ignacio. Gracias por comentar.

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