Pero esta suciedad hay que perdonarla; vale más taparse la nariz y seguir adelante, porque gracias a la falta de cuidado se piensa poco en demoler, menos en modernizar y jamás en restaurar; todo tiene cierta poesía para el artista: torrecillas truncadas, losas gastadas, goznes torcidos, la vejez en todo reinando siempre. (Darío de Regoyos, 1899)
La imagen estereotipada que se tiene de nuestro país ha cambiado notablemente con los años. A grandes rasgos, podríamos decir que por un lado tenemos la percepción a la alemana, la que considera que somos unos vagos, que no damos un palo al agua, que no trabajamos. Y por otro a la británica, que entiende que estamos todo el día de fiesta. Guitarra, palmas. Cachondeo, cubata, chiringuito y chupaíta al cristal.
La réplica a la escuela alemana es bastante fácil. Solo hay que llevar al que piense así a uno de los lugares donde más se trabaja en España, por ejemplo a Andalucía, y poner al caballero a recoger aceitunas. Sencillo.
Y al pensamiento británico, qué sé yo. Es cierto que sirve para que los chavales de ese país que nos visitan se tiren por la ventana del hotel a la piscina, en plan de fiesta, y se queden tetrapléjicos. O para que una joven entre en una disco y, en plan de fiesta, a cambio de una copa se ponga en mitad de la pista a chupar la polla a los presentes que tengan los problemas sexuales más profundos y oscuros como para ofrecerse voluntarios.
Pues hombre, no es nuestra cultura. Es verdad. Había una tira de Ata en el TMEO hace años que contaba que un amigo del dibujante, cuando estaba en la disco a determinadas horas, solía romper a gritar «Gratis, gratis, quién le quiere chupar la polla a un borracho gratis». En España nunca se ofrecía nada a cambio, solo amor del bueno, al contrario que esa copa de los británicos. Pero no debemos ponernos tiquismiquis con el choque de civilizaciones. Para una vez que los ingleses salen de sus islas para denigrarse a sí mismos en lugar de a los aborígenes pertinentes ¿vamos a poner el grito en el cielo? Estamos hablando del milagro fiestero español. Un hito en la historia.
Pero vamos, todo esto sería sin hilar fino, repasando lo que hay con brocha gorda, porque lo que comentaremos en esta entrega de «Busco en la basura algo mejor» es que antes estos estereotipos no eran así; antes no éramos vagos y festivos. Ciento y pico años atrás nos veían como todo lo contrario, como amigos de la muerte, enamorados de la oscuridad. Para los europeos con estudios éramos un país tétrico y de gentes macabras. Algo similar al estereotipo del México profundo que ya huele en el cine, pero a lo decimonónico. Es decir, a lo bestia.
De ello da fe el libro que nos ocupa, España Negra, donde el pintor asturiano Darío de Regoyos describe sus viajes por España a finales del siglo XIX con un turista belga, el poeta Émile Verhaeren. Visto con la mentalidad actual, se trata de un excepcional folleto para ahuyentar el turismo de por vida.
No obstante, Verhaeren era un turista. Uno de muchos europeos de aquel tiempo, europeos extravagantes y modernos, que se consideraban «españolistas» en plan hipster. Como cita Pío Baroja en el prólogo de la obra:
Contaba Darío su vida en Bruselas con mucha gracia, y las aventuras de un amigo belga, españolista, que por su entusiasmo por España iba con la capa y guitarra por la calle y decidió dejar su nombre flamenco y llamarse desde entonces don Alonso Fernández de las Castradas…
Los tipos estaban enamorados de la peor versión de España. De la superstición, del fanatismo religioso, del subdesarrollo. Y sintiendo la llamada de la oscuridad, como Verhaeren, venían a recorrer nuestro país. Regoyos, en este caso, ejerció de cicerone.
Baroja explica al principio que Regoyos no era un hombre convencional. Cuando se compraba un traje, cuenta, se tiraba al suelo y se movía frenéticamente, como con espasmos. Al cabo de un rato retorciéndose se levantaba y, con el traje arrugado, decía: ¡ahora sí está bien! Era porque consideraba que la ropa debía adaptarse a él y no al revés. Un shock para todos los que asistían al baile. Aunque ahora podríamos considerarlo como un precursor del chándal.
Además, también señala don Pío que el pintor tenía cierta inclinación a retratar al óleo cadáveres de personas y animales, pero reconocía, riendo como un loco, que se debía a sus épocas neurasténicas.
Era un elemento este pintor asturiano, sí, pero tenía la cabeza bien amueblada. En la primera página del diario de viajes ya empieza citando involuntariamente al Facebook y lo patéticos que somos todos hoy en día con la obsesión por el turismo.
¡Oh, notarios, dentistas, fabricantes de biberones o jeringas que forzosamente necesitáis descansar vuestras posaderas en asientos bien mullidos y tener los platos emperejilados! Ellos y los ferrocarriles han vulgarizado la pasión de los viajes. Ahora son estos lujos que se paga uno en cumplimiento de la promesa que se hizo a la mujer o a los niños si son buenos. Del delicioso sueño que antes era ir a la ventura en busca de lo desconocido se ha hecho hoy una distracción metódica, uniformada para libro de memorias.
Ellos prepararon su viaje por España en los peores carromatos y diligencias. Pensaban dormir al raso si fuese preciso. Todo por la autenticidad.
El trayecto por lo que obsesionaba al poeta belga, la España negra, empezaba en el País Vasco. Recorrieron sus aldeas «construidas como a bofetadas contra las laderas de la costa». Alucinaron con las viejas «que parecía que habían asistido a la agonía de Cristo». Se colaban en los funerales y escuchaban los cantos de los fieles, que duraban horas, como un mantra con un órgano desacompasado. En los campanarios de Guipuzcoa se tocaba a muerto, pero se daban también cinco campanadas en la agonía. ¿Es necesario? Se preguntaba el pintor. Eso solo podía ocurrir en un país amigo de la muerte, se lamentaba.
Vieron también alguna procesión y Regoyos admiraba la talla grosera y desproporcionada de las imágenes «expresión torpe, pero qué penetrante», puesto que en España entonces empezaban a entrar esculturas modernas francesas, «insípidas imágenes de confitería», se quejaba.
Después se fueron a ver una corrida de toros a cuyo término todos los asistentes se dirigían al bosque a continuar la fiesta presenciando bailes antiguos eúskaros.
Que las fiestas vascongadas tienen un carácter tétrico por mucha alegría que les quiera dar. La dominante negra en los trajes, la seriedad en los bailes y cantos, el paisaje y aquel cortejo de alcaldes y curas presenciando los bailes como un duelo.
El baile de los domingos, que se suponía más alegre, asombró aún más al belga. Las mujeres donostiarras bailaban sin hombres. Decía que eso causaría risa en Flandes. Regoyos le explicó que era peor la Semana Santa vasca. Ahí sí que se respiraba tristeza. El no creyente no tenía dónde meterse en esas fechas. En los bares cerraban el piano y encima de las mesas de billar se ponían los tacos formando una cruz con las bolas en los sitios donde le pusieron los clavos a Cristo. Aviso a navegantes para que a nadie le diera por jugar, por disfrutar de algo, en Semana Santa.
Tras asistir a una procesión en San Juan de Gaztelugatxe en la que las personas les parecieron hormigas, decidieron coger una diligencia en San Sebastián para ir hasta Pamplona. El viaje lo hicieron con un gitano que fascinó a Verhaeren. Era un sacamantecas, un muy bello oficio.
Antiguamente, en las corridas de toros los caballos no llevaban peto. En la suerte de varas, lo corriente era que el toro los destripase. El ruedo todo lleno de intestinos empanados en albero, eso era arte y no lo de ahora.
Después de la masacre, este gitano iba a sacarle la grasa a los caballos, un producto muy valioso. Y por eso viajaba de fiesta en fiesta. De hecho, al poeta y el pintor no les extrañó cuando se lo encontraron en primera línea de la plaza de toros de Pamplona gritándole a la presidencia: ¡más caballos! ¡más caballos!
Y mientras tanto, el turista encantado:
Creí que el belga se asustaría como la mayor parte de los extranjeros; pero, muy al contrario, se ponía loco de entusiasmo, diciendo que eso era lo hermoso de las corridas; aplaudía más a los picadores vencidos por el toro y al jamelgo ensartado, que a una buena pica quedando el caballo sano y salvo. Su placer era la parte cruel de la fiesta: la sangre y los caballos patas arriba.
Muy bonito de ver. Por eso, después de la corrida, se fueron a echarle un ojo a los caballos muertos en un descampado:
Los chicos daban patadas o tiraban de la cola a los muertos del montón por ver si se levantaba algún penco, cerciorarse bien si no había alguno vivo; otros apretaban las heridas para hacer salir la sangre.
—Cosas de chicos —le dije.
Y Verhaeren añadía: Cosas de España.
Pasaron la noche con los gitanos. A su campamento acudían los soldados andaluces que estaban haciendo la mili en Navarra para bailar y cantar, «para hacerse más la ilusión de que estaban en su país». Sin embargo, el gitano sacamantecas cuando se puso a cantar coplas en el corro todas hablaban de la muerte.
También asistieron a los Sanfermines, y Regoyos explicó que los naturales iban cada año con el mismo entusiasmo. «Para esto se necesita únicamente ser pamplonés», le explicó a su amigo.
La siguiente visita fue al cementerio de Zaragoza y sus lápidas con azulejos «tóscamente coloreados». Desde allí, cogieron un tren para Sigüenza. El compañero de vagón era un ciego, Verhaeven apuntó que en ningún país los había visto «de tan hermosa tristeza».
Castilla le pareció al turista como otro planeta. Regoyos siguió ejerciendo de guía, le contó:
La diferencia de líneas entre la distinguida raza vasca y la castellana es tan grande hasta en los mendigos que sabría uno diferenciarlos desnudos. Una vieja vimos en la que se reflejaban las miserias del país seco, de cerros pelados; en su cara pajiza y descompuesta se veían los colores de aquellos desiertos y las huellas de la vida de sufrimientos en tan duro clima. Sus arrugas conservaban la misma contracción sin duda de muchos años como sujeta por un resorte de tanto guiñar los ojos, luchando contra la luz fuerte; ese visaje que queda fijo en la gente que vive al sol, envejeciéndola antes de tiempo.
(…)
Vivir en las ciudades castellanas de ruinas es vivir en lo muerto, aunque sea una ruina con cielo azul.
Un pueblo desvencijado cayéndose a pedazos, sentenciaron sin más sobre Sigüenza. Cuando veía a alguien a caballo se lo imaginaban fácilmente con casco y espada. Y al llegar a Madrid, pensaron que todo era lo mismo, pero en pueblo grande. Decidieronn volver a ir a los toros, pero encontraron que por las calles los chulapos publicitaban un evento mucho más interesante, un criminal iba a ser ajusticiado con el garrote. «¡A dos reales al patíbulo!», gritaban para vender butacas.
En la capital el belga alcanzó el éxtasis. Las funerarias, lejos de estar escondidas discretamente de la atención del público, exponían sus productos a la vista de todos. Fue el punto culminante de su viaje, una funeraria con escaparte. Desgraciadamente, no pudo entrar al «pudridero de reyes», en el monasterio del Escorial.
De vuelta a su país, Verhaeren escribió emocionado que era necesario llevar gafas de vidrio color rosa para ver España en tonos alegres. Apoyó el texto en una serie de coplas que robó a los soldados andaluces en Pamplona. Ahí van las tres más refrescantes de la recopilación:
Yo quisiera ser el nicho
donde te van a enterrar
para tenerte en mis brazos
toíta una eternidad.
En el carro de los muertos
la vi de lejos venir
llevaba una mano fuera
por eso la conocí.
En un cementerio entré
pisé un hueso y dio un quejío
no me aprietes con el pie
que soy tu madre, hijo mío.
Regoyos se quedó bastante contrariado con esta aventura. Vio al poeta partir más triste de lo que había llegado, pero feliz por estar triste, explicaba entusiasmado que a eso venía a España. El pintor asturiano esperaba que el sol del país le hubiese alegrado el espíritu, pero el belga dijo al partir: «Por lo mismo que es triste, España es hermosa».
No obstante, pasaron los días y Regoyos siguió pensando en su extraño amigo. En el porqué de su pasión por lo siniestro de España. Una procesión, esta vez en La Rioja, acabó con sus dudas. Un pintor riojano, Paternina, se lo reveló como un secreto. «Hay una cofradía de disciplinares que se azota cruelmente, hasta correr la sangre, hiriéndose la piel con vidrios rotos. En pleno siglo XIX , casi en el XX, sucede esto». Fue para allá porque le costaba creerlo.
Era la Semana Santa en San Vicente de la Sonsierra, cerca de Haro. Hay que añadir, echen un vistazo al Google, que esa aberrante costumbre aún se mantiene. Esta vez, en pleno siglo XXI. A Regoyos le costaba creer que la gente se azotase a sí misma, en un cuadro de Goya había visto que antaño cada disciplinante golpeaba a un compañero, pero aquí no era solo eso.
El llamado padrino, un viejo con cara de Nerón, termina aquel terrible castigo haciendo brotar la sangre agolpada en las doloridas espaldas amoratadas a fuerza de zurriagazos, con un instrumento que pone los pelos de punta, una bola del tamaño de las de billar, hecha de cera y que contiene unos pedazos grandes de vidrios rotos, salientes y cortantes. De esta bola llamada «esponja» me dieron un ejemplar, y la operación o sangría la llaman picar; así tan en crudo; lo mismo que en las plazas se pican toros, en aquel pueblo se pican los hombres.
Lo irónico del tema es que los hombres que pasaban por este tormento voluntario luego eran un buen partido para las mujeres y considerado un valiente entre los hombres. Le contaron que un gobernador mandó en una ocasión a la guardia civil para impedir que la gente se castigara de esa forma, pero no lograron nada, porque se fueron todos a su casa y allí encerrados se zurraron lo mismo, todavía con más ganas. «Desde entonces no insistió el señor gobernador en ser caritativo».
Regoyos descubrió que cada año repetían el juego cada vez más motivados. El castigo era adictivo. Y si alguien se ponía enfermo en invierno, la curiosa sabiduría popular del lugar lo achacaba a que no se había golpeado lo suficientemente fuerte.
Se disiparon todas sus dudas. Concluyó la obra en mayúsculas con un «ESPAÑA ES NEGRA». Y como publicó el libro tras el desastre del 98, añadió: «Y si el poeta nos visitara ahora, nos encontraría a todos más muertos».
Pingback: De vacaciones por la España negra
Date una vuelta por cualquier aldeucha de La Mancha o Galicia y verás que la España negra sigue más viva que nunca. ¿No te gusta la imagen que damos al resto del mundo? Pues que lástima, porque es poner el telediario todos los días y ver el ruinoso estado de este país de catetos, corruptos, envidiosos, y cobardes, y dan ganas de emigrar a Corea del Norte.
Sería una mejora.
¿Dan ganas de emigrar a Corea del Norte? Pues venga, tú mismo, nadie te lo impide.
no creo que sea tan fácil entrar
A Alejandro Cao no le resultó muy difícil
http://es.wikipedia.org/wiki/Alejandro_Cao_de_Ben%C3%B3s_de_Les_y_P%C3%A9rez
Di que si españolero, como aqui en ningun sitio.
(y tu que te lo creas)
«La réplica a la escuela alemana es bastante fácil. Solo hay que llevar al que piense así a uno de los lugares donde más se trabaja en España, por ejemplo a Andalucía, y poner al caballero a recoger aceitunas. Sencillo.»
¿Andalucía? ¿Una de las provincias con más paro de España? (http://goo.gl/t5EJo) ¿La zona donde se ha descubierto el mal uso del dinero europeo, los fraudes por cursos de formación y el tema del PER? No sé si el ejemplo sea el más idóneo, pero desde luego primero habría que diferenciar entre «trabajar» y «hacer como que se trabaja».
Por mucho que se intenta maquillar el tema el problema es una cuestión genética y eso no lo arregla ni justifica un extenso artículo. España es así: si se puede trabajar menos, bien y si se puede estar de fiesta y cobrando, mucho mejor.
Cree el ladrón…
¿Hablamos de Alemania? ¿De donde son mis clientes, ahora que soy emigrante en Centro Europa? ¿Esos que me dicen «éstas son las reglas» y les falta tiempo para saltárselas ellos mismos, pero que ni se me ocurra hacerlo a mi? ¿Esos que tienen más días festivos que nadie en Europa? ¿Esos que viven de la fama gracias a la antigua calidad y planificación que ahora es inexistente? ¿Esos que no acaban nunca el nuevo aeropuerto de Berlín, que ya debería haberse inaugurado, que ha superado con creces el presupuesto inicial, que es un reflejo de la corrupción e incompetencia actualmente reinante por aquellas tierras?
Podemos criticarnos, debemos criticarnos, pero no pensemos que por ciertos sitios las cosas están mucho mejor: la calidad ha desaparecido en todo el mundo y solo interesa el dinero fácil y la juerga. En todas partes, digo.
«… el problema es una cuestión genética».
Ay, madre, cómo está el patio.
Guau!! Todavía hay gente con lo de la genética determinista y el racismo decimonónico. Sujétese el monóculo, caballero, que son tiempos aciagos estos siglos dosmiles.
Pero tu ¿de que vas? ¿De «modelno» madrileño?
Te mandab a Andalucia, acobrar el PER Y TRABJAR 100 dias al año de sol a sol. ¿Seguro que trabajas eso en todo el año, imbecil?
Efectivamente, Bishop, como todo el mundo sabe las aceitunas se tiran de los olivos y van rodando ellas solitas hasta la prensa de aceite.
¡Ah! Y el paro es un indicador de que la gente no le da la gana trabajar, como indica la metodología de EUROSTAT.
Esperamos ansiosos que nos explique qué significa el «tema del PER».
El “tema del PER” te lo puedo explicar yo. Viene consistiendo en que a una persona le sellen (y cobre) las peonadas sin que vaya a trabajar y que las aceitunas las recojan los inmigrantes ilegales.
Así es cómo los socialistas ganan todas las elecciones en Andalucía, con una simple frase: «¡Como votéis a los otros, os quitan el PER y os tenéis que poner a currar!». Que viene a ser más o menos el «¡España nos roba!» de los andaluces…
Tienes razon President. Los andaluces somos tan abyectos, que preferimos cobrar el PER y no trabajar, y para eso tenemos al PSOE. Ya sabes que los andaluces siempre se han aprovechado del norte.
Si tenemos el problema de la alfabetizacion, es porque somos menos inteligentes que la media. Si tenemos el problema de la pobreza, es porque somos muy vagos. Si tenemos el problema del desempleo, pues lo mismo.
Puede que lo que Andalucia necesite es que se la expulse de España, al fin y a la postre no aportamos nada, somos zafios e incultos y nos aprovechamos de todo lo que viene del norte.
Que tenga un buen dia.
Hoy en día el que es analfabeto es porque quiere, con lo fácil que es mirar en la internet los habitantes que tiene Andalucía, y las personas que cobran, el PER, que ya no se llama así, puede comprobar que eres más burro que el sacamantecas
El PER es un invento de los 80 para parar la estampida migratoria y que en los pueblos del interior de Andalucía no se quedasen desiertos, como en Galicia. Y en parte invento de catalanes xenofo^H^H^H^H^H^H, perdón, quería decir de clase alta, a los que no les gustaba que sus ciudades se llenasen de Macarenas, Rocíos y Pepes originarios de Alcalá la Real, Órgiva o Montoro.
Iba bien hasta lo de la «aberrante costumbre» a cuenta de Los Picaos de San Vicente de la Sonsierra. Nuevamente aparece aquí ciertos complejos. No hay nada más ruin que criticar y/o burlarse de las creencias de la gente. ¿Quién es usted para calificar así una práctica que, de seguro, ni siquiera conoce o ha vivido? ¿La prohibimos? Es el camino más fácil. No estaría de más que se cogiera un libro y entendiera como Los Picaos y Los Empalaos son las únicas prácticas de disciplinantes que se conservan en España, esa España tétrica que a algunos todavía nos fascina y que tan bien retrató Solana.
La autoflagelación es una costumbre muy extendida entre los musulmanes chiítas, que cuenta con todas las bendiciones de los ayatolás. Así se identifican con el martirio de Hussein, asesinado por los suníes en la Edad Media, durante sus querellas por la sucesión de Mahoma. En España, esas cosas son muy residuales, de un mundo rural que casi ha desaparecido. Cómo hemos cambiado, para bien y para mal. España es mucho menos «gore» que México, sin ir más lejos. Nos hemos hecho unos blandos.
La práctica de la disciplina pública es residual ahora, puesto que solo se conserva en San Vicente de la Sonsierra y nunca de un mundo rural. Casi todas las Cofradías de la Vera Cruz de España, que no son pocas, contaban con hermanos que se flagelaban durante los Jueves y Viernes Santos. La prohibición llegó en el siglo XVIII. Hace años tuve que consultar un libro de actas y recuerdo haber leído sobre la Cofradía de la Vera Cruz de Zamora algo que me llamó la atención: las autoridades pedían la prohibición de las flagelaciones pues los penitentes se azotaban tan fuerte que salpicaban de sangre a los fieles que contemplaban el desfile. Por suerte, en San Vicente de la Sonsierra, un pueblo perdido de la mano de Dios, fue el empeño de la gente en no perder su esencia lo que hace que nos haya llegado esta práctica.
Tras una reciente visita al pueblo de mi madre perdido en las montañas de Soria (despues de muchos años de no aparecer por ahí) puedo confirmar que DefConDos tenian razón: «españa ya no es roja, españa no es azul, españa ahora y siempre es negra como el betún».
Lo de la fiesta y no trabajar pueden ser impresiones para el extranjero o el urbanita, pero los que conocemos bien la cara B de nuestro pais sabemos que Puerto Hurraco no fue un hecho puntual, si no la evolución natural de las relaciones que se forman en el microcosmos del pueblo cuando un agente civilizador no entra a mediar a tiempo: todas las envidias , todos los abusos de poder, toda la soberbia, todo el alma negra como el tizón de nuestro pais.
¡Paisano! ¿De donde eres, de Tierra de Yanguas o de Tierra de San Pedro?
Hay cosas que aburren, la verdad sea dicha. Entre ellas, esa costumbre tan española de darse caña uno mismo, deplorar lo terriblemente brutos o analfabaestias que somos y todo eso.
Por poner sólo unos pocos ejemplos, que las ejecuciones fueran un espectáculo público no era exclusiva de España. La pena de muerte siguió vigente en toda Europa hasta hace no tantísimos años y que la gente acudía a verlas, de forma multitudinaria, además, está más que atestiguado. La imagen de las turbas que vitoreaban el uso en plan sistema estajanovista de la guillotina en Francia es bien ilustrativa. Y entre el Terror de la Revolución francesa y esta España terrible que se refleja aquí apenas media un siglo, que, en términos históricos, no es que sea mucho tiempo. Las condiciones de vida en Las Urdes, como se veían aún a comienzos del siglo XX, eran poco menos que dantescas. Pero no creo que los niños mineros de la revolución industrial inglesa, apenas unas décadas antes, estuvieran encantados de la vida, precisamemente. Y los ejemplos que uno podría citar referidos a otras zonas de Europa abundan.
No digo todo esto por aquello de «mal de muchos, consuelo de brutos». Todo aquello era terrible, quée duda cabe, pero, con las variantes del «color local» adecuados, no me parece que España fuera, ni mucho menos, excepcional.
Los que venían de fuera se fijaban en lo que más nos diferenciaba de ellos mismos, pero seguro que no se paraban a pensar en que en sus países de origen a buen seguro habría realidades bien poco edificantes. Sólo que como, para ellos, lo de su país, como cabe esperar, era lo normal, ni lo mencionaban.
El turista, antes y ahora, viaja normalmente con anteojeras, con una idea preconcebida de lo que quiere ver y todo lo que no entre en esa idea previa ni siquiera es detectado por su radar. Y lo que sí que entra en su radar lo contempla con una mezcla de rechazo y de fascinación: lo que en su casa no querría ni loco, resulta que en el país que visita como turista le resulta de lo más chic y una prueba de «autenticidad», vocablo especialmente odioso cuando de turismo se trata, entre otras cosas porque ha servido de coartada, por un lado, para vender grandes mentiras, burdas las más de las veces, como verdades ancestrales. Y en otros casos se ha usado como excusa para mantener atrocidades como atracción turística: el caso dolorosamente actual de las mujeres jirafa en Myanmar, antigua Birmania, es bien ilustrativo.
Al pintor belga le fascinaba lo de los caballos destripados en las plazas de toros del mismo modo que a muchos turistas les parece de lo más normal mantener relaciones sexuales con crías de 12 o 13 años en según qué países. Si se les pregunta si es que aquí también lo hacen o lo harían, la mayoría asegurará que no, que ni de broma, porque tienen claro que son niñas y eso es un delito penado de forma bien grave. Pero, entonces, ¿en esos otros países cómo es la cosa? ¿Acaso no son niñas? «No, tú no lo entiendes, allá es diferente. Allá la madurez sexual llega mucho antes, allá las niñas de 13 años tienen más horas de vuelo que un comandante de Iberia» y se quedan tan tranquilos.
Hay quien flipa con los flagelantes y a mí reconozco que no me atraen gran cosa, la verdad. Pero como se trata de personas adultas y que se someten a eso motu propio, pues oiga, cada cual que haga como quiera. Pero es que muchos de ésos que se horrorizan con esa práctica en España luego no se inmutan cuando ven exactamente la misma práctica entre los chiíes musulmanes, que usan los mismos métodos para conmemorar el martirio de Alí, sobrino y yerno del Profeta. En ese caso, lejos de escandalizarse, lo ven como una especie de prueba especial de virilidad que demostraría en esas gentes una especie de reciedumbre o fortaleza o pureza de la que nosotros, decadentes occidentales, carecemos.
Ejemplos de esa doble vara de medir según dónde estemos hay para parar un carro. Que existieran en otra época, con menos conocimiento de las cosas, se entiende. Que lo mantengamos hoy día, ya digo, aburre
Aún siguen dándose zurriagazos con armas del medievo por creencias? No jodas. Si es así yo mismo lo critico, claro que sí. Es que menuda estupidez, joder.
Una madeja no es un arma del medievo. Ya veo lo que te ofende que ni siquiera lo conoces. Critica, critica. Que para estupidez, leerte a ti. CAMPEÓN.
Formidable comentario. Sigue sigue que así llenas el plato de lentejas.
Formidable artículo, gracias.
A medida que desnatamos nuestras existencias, va surgiendo un difuso sentimiento de culpa.
Pero lamentarse por la pérdida de la «autenticidad» es algo de lo que ya podemos leer a escritores de la Grecia clásica, por no irme a Mesopotamia.
La «autenticidad» sería lo oscuro, mientras que nosotros viviríamos en la «nada» (Facebook, TV, el dinero, etc…).
Es la «autenticidad» de lo «luminoso» lo que hay que ansiar. Buscar, trabajarse.
Y no añorar la sórdida épica de la negra ciénaga.
Pero claro, es difícil no mirar cuando pasamos con el coche al lado de un accidente.
Recomendable la exposición temporal de Regoyos en el Thyssen de Málaga.
Hace un siglo: Spain is pain
Anteayer: España es la caña
Hoy: Blandimos con arrogancia nuestros smartphone-última-generación y no tenemos dónde caernos muertos. Spain is smart-dead.
JUSTO.
La España negra… pensé por el título que se trataba de la España donde se cobra en negro, la España del PP.
Hay una muy española tradición de demonizar la vida rural y representar España como cuatro casuchas en cualquier aldea y decir «La España Negra», invito (metafóricamente) a todos a que se den algunos paseos por otras zonas rurales de esta Europa tan nuestra, y no sólo de la zona latina, para que comprueben el estado de otros estilos rurales, a ver si, salvo cuatro vestigios religiosos, se parecen poco o mucho al español.
Sí que es verdad, sí: España ha salido de la caverna. Ya no tiramos cabras desde los campanarios, ni hacemos peregrinaciones montados en carros tirados por bueyes para adorar a una muñeca de madera, ni emborrachamos a los turistas extranjeros para robarles la cartera, y si te paseas por cualquier pueblo de este gran país y te detienes a hablarle a alguno de los lugareños de la localidad, los de la boina calada, mujer en la casa con la pata quebrada y cara de mala hostia, verás que tras su ceño fruncido se encuentra un filósofo que no desentonaría para nada en la Atenas de Pericles. Por eso nos va tan de putísima madre y somos la locomotora económica de Europa: porque ya hemos dejado toda esa miseria mental atrás. ¡Qué peso me he quitado de encima!
Mark (y otros tantos), salir de España para ver los pueblos y las gentes de Inglaterra, Escocia, Bélgica y Holanda. Cada vez me cansa más ver como os creéis, por ejemplo, que UK está lleno de Sherlock Holmes, James Bonds y Phileas Foggs. A ver si piensas que solo hay garrulos en España. O que todos los pueblecitos Holandeses y Belgas son encantadores con sus barquitos y canales, y las bolsas de basura no se acumulan alrededor de los contenedores durante 3 días a la semana. O que no hay peleas en las calles fin de semana si, y fin de semana también.
¡Sois unos cansinos!
Flagelantes hay también fuera de San Vicente de la Sonsierra. Gente que lo goza azotándose a sí mismos y a su país ya no en Semana Santa, sino los 365 días del año.
La falsa «España Negra» , para los más ignorantes, está llena de gentes extrañas, vagas, religiosas, incultas, y garrulas.
Para los que conocen la historia, la «España Negra», aquella que se dio en los años 30, es la España más esperanzadora que se ha dado nunca.
Pero sobre eso no conviene hablar mucho, y mucho menos por un redactor de jotdown
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Dios, !Que nivel! por si alguien duda de que seguimos en la españa negra, que lea los comentarios. Vaya tropa
@LaventanadeMadrid Creo, y solo creo, que el artículo habla sobre la España Negra de la homónima serie de Dario de Regoyos.
@Pepin de Mieres Mark no dice que Europa no sea así, solo está quejándose de España. No es que lo comparta pero tampoco me explico yo que tal y como está la cosa en Asturias, la plaza de Requexu esté llena, Cimavilla hasta los topes y Gascona hasta atrás…
@felipe Pues a mi no me ha dado esa impresión, me ha dado la imagen de un país con mucha raigambre, puro y conservado, atractivo para que se lo recorrieran de cabo a rabo hablando con sus gentes e inspirador.
Me gusta la España negra. Me gusta viajar por carreteras comarcales. Me gusta ver esos pueblos con sus gentes y sus tradiciones, y que cada uno con su cuajo aguante lo que quiera. Es posible que todo esto desaparezca no dentro de mucho.
Como dice Irvine Welsh aquí mismo «Los jóvenes siguen pasándoselo en grande, pero siento que les han robado la cultura»
Gracias Ceffone por tu «Spain is smart-dead». Tal vez estemos generando smart-imbéciles.
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No por exceso de masoquismo, pero la España negra existe y goza de buena salud, esta agazapada tras la máscara de lo «politcamente correcto». Incluso es difícil de ver si un se mueve en un ambiente urbano, pero es muy evidente si se vive en ambiente rural, incluso en pequeñas capitales de provincia. Temas como la homosexualidad siguen siendo tabues en muchos lugares.
Y va a seguir ahí, todos sabemos lo pasó en el periodo en el que se podrían haber cambiado muchas cosas; las mentalidades de unos y de otros no estaban preparados para una transformación profunda, y las fuerzas reaccionarias triunfaron. Y desde entonces nos arrastramos como nación, aunque hayamos superado las dificultades materiales y estemos hipnotizados por la modernidad, seguimos siendo un país de siervos, que eligen al pastor corrupto antes que moverse de su sillón de autocomplacencia.
¿País de siervos?
Me temo que tu modelo de ciudadano «libre» coincide con el de las élites políticas y empresariales. Un urbanita que pasa media vida encerrado en una oficina y la otra media atontado por el alcohol, el fútbol y los videojuegos. Y que gasta más dinero del que gana en cacharros que no necesita para mantener su estatus social y no ser insultado por sus semejantes.
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¡Gracias!