Humor Ocio y Vicio

Consecuencias culturales del holocausto zombi

Peter Cushing en "Tales From the Crypt", 1972 (Foto: Corbis)
Peter Cushing en Tales From the Crypt, 1972 (Foto: Corbis)

Largometrajes, series de televisión y novelas por docenas nos han ofrecido la descripción de un planeta Tierra sumido en el caos tras la resurrección de los muertos. Nuestras retinas de consumidores de cultura trash retienen bien frescas las imágenes: calles vacías, despensas aún más vacías, y zombis deambulando por todas partes en busca de un cerebro que devorar. Sí, ya conocemos el panorama visual de ese mundo postapocalíptico. Pero, ¿existe manera de prever otros cambios, aparte de los estereotipos propios del cine de terror? El planeta Tierra se vería abocado a una verdadera revolución y cabe preguntarse: más allá de los consabidos impedimentos cotidianos, ¿cómo afectaría el holocausto zombi a nuestra cultura? Quizá nos sorprendiera averiguar que no todos los cambios serían para peor.

Adiós a los acontecimientos de masas: Huelga toda postrera explicación si afirmamos que en las entrañas de una multitud es donde con más facilidad y mayor potencial destructivo podría camuflarse la amenaza de los muertos vivientes, así que los eventos culturales o deportivos que conlleven una excesiva aglomeración de espectadores pasarían a la historia. La imposibilidad de distinguir a los zombis descerebrados de los hinchas de un equipo de fútbol o de los fans de David Guetta harían muy desaconsejable este tipo de actividad grupal.

Se acabó el grunge: El atildamiento en el presentarse y el cuidado en la propia compostura se convertirían en los únicos signos de inequívoca humanidad accesibles a la visión. O expresado en otras palabras: ¿cómo saber, si de repente topamos con un desconocido en una callejuela, que ese alguien es humano y no un zombi? La respuesta sería fácil: sabemos que está vivo por su cara lavada, ropa planchada, cuidado peinado y afeitado impoluto. Así que las camisas de franela asilvestrada, los pantalones zarrapastrosos y las melenas al viento se convertirían en un tabú universal. Nada de grunge, ni de punk, ni de estilismo alguno que conlleve sietes en la ropa o perneras desiguales. Estilo, esa es la palabra. La humanidad pasará hambre, pero lo hará bien vestida.

Crisis en en el Partido Popular: El retorno a la actividad caminante de algunas figuras históricas difuntas podría originar un serio conflicto de intereses en el seno de la derecha española. ¿A quién habría que cederle la vara de mando en el caso de que comiencen a emerger de sus ataúdes las anteriores generaciones de prohombres que trabajaron tanto y tan bien por España? ¿Y qué cabría esperar de ellos? ¿Resucitaría Manuel Fraga como presidente del partido en democracia o lo haría como ministro de Información y Turismo del régimen? Y a todo esto, ¿de qué régimen? ¿Liberal conservador o nacionalcatólico? Muchos asuntos habría que poner sobre la mesa para llegar a un definitivo consenso entre las partes implicadas; largas y largas conversaciones de zombis sentados en torno a una mesa para dilucidar quién se hiciere con las riendas de la derecha española, y por tanto del destino de la nación. A no ser, claro, que fuese retirada cierta pesada losa de cierta cripta en cierta basílica montaraz, para que emerja su único habitante y todos en la derecha postapocalíptica admitiesen el liderazgo natural del zombi que tiene la cruz más grande.

El veganismo marcará tendencia: La consecuencia intercultural más rápida del alzamiento —el de los zombis— será sin duda la rápida evolución en los usos gastronómicos. Empezando por la caída de las grandes cadenas de fast food; establecimientos débilmente protegidos por paneles de cristal a la par que repletos de hamburguesas cuyas texturas recuerdan a las de un apetitoso cerebro… el más fácil e inmediato reclamo para cualquier grupo de transeúntes resucitados; decenas y decenas de zombis devorando hamburguesas en centros comerciales cada fin de semana, esa sería una de las imágenes más recurrentes durante el holocausto. Por contraste, la sana alimentación vegetariana será vista como signo de humanidad, y no solamente de humanidad, sino de distinción y savoir faire. La más mínima sospecha de que un humano disfruta mordisqueando un muslo de pollo frito lo convertiría en un apestado, en un trasunto de la barbarie zombi. Los yonquis carnívoros —humanos, sí, pero carnívoros— se verían pues encaminados al destierro, cazando furtivamente para devorar carne animal durante ceremonias secretas celebradas en las umbrías entrañas de los bosques. Probablemente lo harían vestidos según la moda grunge… pero quién querría saberlo; a un devorador de pollo difícilmente se le puede considerar uno de los nuestros.

El futuro de la prensa: El holocausto zombi provocaría un cambio en los paradigmas del periodismo. De la rica pluralidad y despliegue de imaginación de los que gozamos en la prensa y televisión actuales, pasaríamos a un monótono panorama dominado por los columnistas y tertulianos perennemente obsesionados con los mismos temas. Tertulias donde discutirían eternamente sobre las causas de la holocausto zombi, sobre quién tiene la culpa del holocausto zombi y sobre a quién hay que votar para detener el holocausto zombi. Y quién sabe si también existirían tertulias zombis donde laureados todólogos recién salidos de la tumba departirían sobre la escasez de cerebros disponibles, achacándola a la derrochadora socialdemocracia de los vivos y los altos estándares de la clase media durante los inicios del siglo XXI. Aunque ningún sector de la prensa florecería tanto como el del corazón: gracias al regreso de incontable cantidad de famosos difuntos, la industria de la prensa rosa alcanzaría nuevas cotas. ¿Cuánto por una fotografía del cadáver andante de Greta Garbo o Lady Di? Las posibilidades editoriales son infinitas: revistas zombis del corazón donde los zombis de a pie pueden contemplar las vidas privadas de sus zombis famosos favoritos mientras mastican un cerebro en la playa.

Reinarán los boleros: El súbito retorno de las sucesivas generaciones de integrantes de Los Panchos provocaría una superpoblación de Panchos vivientes que únicamente podrá ser resuelta de dos maneras; una, que todos quienes han sido Panchos alguna vez canten juntos a la vez, lo cual parecería digno de una pesadilla de Richard Wagner. O una solución más sencilla y eficiente: que todos ellos se dividan en franquicias (Los Panchos 1, Los Panchos 2, Los Panchos 17.548…) para recorrer el mundo actuando al mismo tiempo en multitud de lugares diferentes, lo cual aplastaría toda posible competencia musical por causa del ineludible peso de los números. Por mucho que resuciten, los Beatles siguen siendo solamente cuatro. Por no hablar de Mozart, que tendría que conformarse con tañer el organillo junto al estanque del Retiro mientras las huestes de los Panchos dominan el mundo.

Desaparecerán las fronteras: En un mundo asediado por los muertos que caminan habrá pocos recursos y energías que destinar al cuidado de los pasos aduaneros. Además, dado que la epidemia será universal, no tendrá sentido intentar detenerla en las fronteras. Es más, el concepto «nacionalismo» perderá sentido, más que nada porque resultará imposible poner de acuerdo a los habitantes del mismo territorio acerca de en qué consiste esa supuesta nación. Imaginemos un caso práctico: referéndum para decidir la independencia de Catalunya. Tras la resurrección de los muertos, resultará difícil lograr un consenso entre Artur Mas y, por ejemplo, un gerifalte medieval catalán armado con un mandoble, quien probablemente no terminaría de entender el concepto de proyecto nacional en los mismos términos.

Alberto Chicote será un gran líder social: Era de prever. Hablamos de un individuo que reúne todas las cualidades para organizar a los supervivientes en un mundo arrasado por la plaga de los no muertos. No solamente por su habilidad para cocinar los mínimos ingredientes haciendo que tengn aspecto de manjar —sencillito y divertido— o para conseguir que la gente más dispar trabaje en grupo (algo que sin duda será muy necesario en mitad de todo el caos social), sino por ese olfato para detectar cosas fermentadas en los más insospechados rincones, olfato que se convertiría en una de las herramientas más útiles a la hora de localizar hordas de zombis. Eso sí, habría que convencerlo para que utilice ropa menos llamativa, si no queremos que atraiga a los muertos vivientes en un radio de cincuenta kilómetros. Pero por lo demás: Alberto Chicote is the man. Podrán confiar más en él que en cualquiera de nuestros gobernantes electos, eso seguro.

La economía crecerá: Al contrario de lo que podrían augurar los más pesimistas y al contrario de lo que vemos en las manipuladoras películas del Hollywood más progre, el holocausto zombi provocará un crecimiento económico sostenido. Sí, es cierto que los inicios serían duros, porque tras la caída de Wall Street y de la civilización tal como la conocemos (perdón por la redundancia), se produciría un periodo de severos recortes que sufriríamos todos. Pero a medio y largo plazo, la existencia de una masa zombi que no necesita de costosos servicios sociales como sanidad, educación o transporte (van andando a todas partes), y que está dispuesta a trabajar sin descanso a cambio de un ajustado salario consistente en masticar un cerebro de vez en cuando, permitiría una reforma laboral que por fin flexibilizaría el mercado hasta sus máximos, estimulando el emprendimiento y disparando el PIB de muchos países a niveles nunca antes vistos. ¿Qué podemos deducir? Que a nadie le gusta un holocausto zombi, pero a veces se necesita de un periodo de ajustes para que la prosperidad termine por alcanzarnos a todos. Donde usted ve un desastre, el emprendedor ve una oportunidad. Aplíquese el cuento.

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4 Comentarios

  1. Muy fan de la superioridad moral que cree tener el señor López-Neyra al llamar descerebrados a los que les gusta el fútbol. En fin, otro artículo de la Jot Down en el que intentan dárselas de graciosos y solo consiguen ofender al personal.

  2. Constato que los efectos devastadores de las derrotas futbolístico-mundialistas van más allá de lo humanamente previsible…
    ;-)

  3. Pingback: Consecuencias culturales del holocausto zombi

  4. DJ Salinger

    Me encanta el artículo. Una maravilloso ejemplo de ironía zombie.

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