Sociedad

Crónicas de la Mafia (III): una experiencia religiosa

Tommie Hansen CC
La Iglesia de Erice en Trapani, Sicilia. Fotografía: Tommie Hansen (CC).

La Mafia tiene algo de experiencia religiosa. La propia iniciación del nuevo afiliado es un ritual de evidentes connotaciones masónicas —las logias llegaron a Sicilia a finales del XIX, cuando nació la Mafia, pero también es una especie de bautismo, una entrada en una nueva vida, que le confiere un aspecto sacro, relacionado de forma perversa con el poder divino de quitar la vida o de darla. El mafioso jura fidelidad al clan con su sangre sobre una estampita de la Virgen, la Madonna, y sella un pacto que durará hasta la muerte. En general capos y sicarios suelen ser muy de crucifijos, santos y velas, en una curiosa deformación pagana o, más bien, una interpretación a su favor de la tradición. Ser parte de la tradición ha sido precisamente la causa de su contigüidad con la Iglesia católica. Es un tema muy incómodo en Italia, muy desconocido fuera, como casi todo lo que gira alrededor de la Mafia, y que vamos a explorar un poco. Porque es de lo que más me han preguntado estas semanas, y por lo que ha pasado en Roma el viernes 21 de marzo.

Los párrocos sicilianos eran casi siempre del pueblo, habían crecido allí y casi de forma natural asumían que en el orden normal de las cosas las fuerzas vivas se componían del alcalde, el cura, el médico y el capo mafioso local. La Mafia era parte de la jerarquía establecida, de la burguesía dominante, era un factor de orden y compartía con la Iglesia unos valores. Ya saben, la familia, esas cosas. Es más, con la unidad de Italia, a finales del siglo XIX, a la Mafia y la Iglesia, mucho más a la Iglesia siciliana, les unía un curioso matiz común de ser «antiestado». Por si esto sorprende, debe recordarse que Italia nace contra los Estados Pontificios y la unidad del nuevo país solo culmina en 1870 con la caída de Roma, defendida por zuavos de varias nacionalidades y tropas francesas y alemanas. Pío IX se declaró prisionero en el Vaticano y excomulgó a todos los romanos que votaran a favor de la anexión al nuevo Estado. Votaron sin hacerle demasiado caso. La cuestión no se resolvió hasta que Mussolini firmó los pactos lateranenses en 1929 y puso un pastón encima de la mesa.

La Iglesia no veía un enemigo en la Mafia. Como mucho, hijos pródigos u ovejas descarriadas. Los enemigos eran otros: los comunistas, los masones, los ateos… Y contra los comunistas la Mafia se puso de parte de la Iglesia, del Vaticano, de la Democracia Cristiana y del bloque de la OTAN durante la Guerra Fría. Pero bajemos otra vez de la alta política a los pueblos y ningún momento mejor que la Semana Santa para comprender esta obscena simbiosis de mafiosos y fe. Las ceremonias, las procesiones, eran un momento de representación del poder social. Por eso era, y es, frecuente que el capo mafioso local tuviera, tenga, un lugar preferente en los bancos de la misa o al frente de los cortejos. O que la procesión hiciera un alto como señal de respeto frente a la casa del capo de turno. Como ha escrito Alessandra Dino, experta en estos asuntos, estos actos son «una legitimación simbólica del orden social». Este papel destacado del jerarca criminal alcanzaba su máxima expresión en algunos pueblos con representaciones teatrales de la Pasión, donde el capo mafioso hacía directamente el papel de Cristo. Como pueden deducir, esto por sí solo basta para tener tumbada a Sicilia una temporada en el diván de un psicoanalista.

Desde los inicios de la Mafia siciliana hay curas con pistola, otros que dirigen bandas criminales y algunos que ofician misas de acción de gracias para celebrar el regreso de capos al pueblo, una vez liberados de prisión. Hay muchas historias increíbles, como los monjes de Santo Stefano di Quisquina que estuvieron involucrados en el atentado contra el obispo de Agrigento, que se enfrentaba a los terratenientes. Le pegaron dos tiros en 1945, aunque logró sobrevivir. En Corleone, en 1958, en la primera guerra de facciones que marcó el ascenso del clan de los Corleoneses de Leggio, Riina y Provenzano, llamado a dominar la Mafia a partir de los ochenta, una de las matanzas tuvo lugar en plena procesión de pascua, que hizo prohibir las capuchas y el rostro cubierto durante casi medio siglo. Algunas cofradías de Palermo han estado infiltradas por los clanes. Totò Riina lee obras religiosas en prisión. Provenzano tenía la Biblia subrayada cuando le arrestaron en 2006, y también estaba en el escondrijo de Michele Greco, llamado «el papa175, sobre su mesilla. El pentito Giocchiano Pennino ha contado que su tío, un capo, tenía por costumbre ir a rezar a las tumbas de aquellos a quienes había tenido que liquidar. El último gran pentito de Cosa Nostra, Gaspare Spatuzza, terrible criminal con decenas de asesinatos a sus espaldas, decidió empezar a colaborar con la justicia tras una especie de conversión religiosa. Hasta se puso a estudiar teología en prisión, y con buenas notas.

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Roberto Calvi en 1982. Fotografía: Siete Días (DP).

Había otros curas que, en cambio, se oponían a la Mafia y eran asesinados. Pero la Iglesia nunca les hizo el menor caso, eran bichos raros. A nivel oficial, la Iglesia siciliana solo empezó a mencionar tímidamente la palabra «mafia» en sus documentos a partir de 1973, con el cambio del arzobispo y cardenal de Palermo, del carca Ruffini al más presentable Pappalardo. Como consecuencia de las reformas renovadoras del Concilio Vaticano II una parte de los católicos sicilianos comenzaron a romper la hipocresía y en febrero de 1982 los párrocos de Bagheria, pueblo de gran densidad mafiosa cerca de Palermo, organizaron una manifestación de veinte mil personas contra la violencia mafiosa. Pero a nivel oficial, nada de nada.

Para entonces la Mafia ya era muy potente, gracias al narcotráfico, y había entrado en la masonería ilegal, con lazos con dos personajes como Michele Sindona y Licio Gelli, de la logia P-2. Esto nos lleva derechos al corazón de las finanzas vaticanas, porque Sindona era el financiero de confianza no solo de la Mafia, sino de Pablo VI. Junto con Gelli usó el IOR, el banco vaticano, para blanquear dinero de la Mafia. Perdonen que empiece a complicar el relato con asuntos vertiginosos, en Italia las ondas expansivas del contexto son interestelares, pero ahora verán adónde quiero llegar. Intentaré contarlo rápido. Juan Pablo I, elegido papa en 1978 y que ya sabemos cómo acabó, se disponía a hacer limpieza en el IOR cuando amaneció muerto a los 33 días de ser nombrado. El Vaticano prefirió no hacer autopsia. Algo muy legítimo, aunque desaconsejable si uno no quiere dar pie a conjeturas criminales. Que las hubo y hasta dieron el argumento para El Padrino III. Juan Pablo II, el siguiente pontífice, prefirió no tocar nada. El escándalo del IOR terminó de estallar con la quiebra del Banco Ambrosiano y la muerte de su presidente, Roberto Calvi, que apareció colgado de un puente de Londres en junio de 1982. Juan Pablo II prefirió seguir sin tocar nada. Entretanto en Sicilia se disparaba la segunda guerra de Mafia con cientos de muertos. En el funeral del general Della Chiesa, en septiembre de 1982, enviado a combatir la Mafia y abandonado descaradamente a su suerte por el Estado, el cardenal Pappalardo por fin dijo algo. Metió un poco de caña, de forma metafórica y con cuidado, pero causó sensación. La Mafia sintió por primera vez que la Iglesia amenazaba con romper un pacto tácito de décadas. Lo arreglaron con un plantón masivo al arzobispo cuando fue a dar misa a la prisión de Palermo. No fue nadie, ni un recluso, y captó el mensaje. Así que a partir de entonces también él prefirió no tocar nada. En noviembre Juan Pablo II fue por primera vez a Sicilia.

¿Creen que por fin prefirió tocar algo? Hizo trece discursos en dos días, el 20 y 21 de noviembre, y me los he leído todos, pero nada, ni palabra de la Mafia. Solo una fugaz alusión a la «violencia bárbara», no se sabe de quién. Fue el día 20 en un encuentro con «la comunidad civil ciudadana» en Piazza Politeama de Palermo. Lo más que se acercó a la Mafia fue en esta frase:

Los hechos de violencia bárbara, que desde hace demasiado tiempo ensangrientan las calles de esta espléndida ciudad, ofenden la dignidad humana, como la ofenden también las condiciones infrahumanas de vida, la discriminación de los derechos fundamentales, las desigualdades ecónomicas y sociales…

Y bla, bla, bla, como solían terminar los periódicos al final de las aventuras de Mortadelo. Siendo un poco mal pensados, se puede llegar a creer que Juan Pablo II, o al menos el texto que probablemente alguien le escribió, colocaba en el mismo plano esos «hechos» tan bárbaros con las duras condiciones económicas de Sicilia, las mismas que históricamente han justificado la existencia de la Mafia como entidad dispensadora de justicia y defensora de los débiles. En fin, en cualquier caso Karol Wojtyla no dijo ni pío de la Mafia, y eso en pleno apogeo de una feroz guerra de clanes, que ese verano dejó casi un muerto al día.

Pero falta un detalle para comprender el cuadro general. Es el chófer. Si consideramos las visitas de Juan Pablo II como un gran auto sacramental, sus paseos entre la multitud como una especie de procesión, entonces debemos fijarnos en el chófer. La persona que conducía el coche del papa por Palermo era Angelo Siino, mafioso de rango de los Corleoneses y miembro de la masonería criminal, arrestado una década más tarde y luego convertido en importante «arrepentido». Era la Mafia quien paseaba a Juan Pablo II ante la muchedumbre, como el mafioso que porta el estandarte mayor en la procesión del pueblo. La gente, o al menos quien estaba enterado, o quien tenía que entender, el mundo del poder, veía pasar al papa y su conductor como una misma cosa. Como si la Mafia dijera: «Esto es cosa nuestra». Algo así como una esponsorización: la Mafia patrocina la visita del papa.

Esto del mafioso en la puerta o en la casa de los poderosos, como capataz, como guarda, como jardinero, como mozo de cuadras en el caso de Berlusconi, es un clásico de la historia de la Mafia. El ambiguo mensaje de fondo es que no se sabe quién manda en realidad o quién tiene dominio sobre quién. Es seguro que Juan Pablo II tampoco sabía que, en cierto modo, ese chófer era cliente suyo, es decir, de su banco, el IOR. Pero igual de seguro es que el chófer sí lo sabía, y que no solo llevaba al papa, sino al jefe de su banco, de la entidad que se ocupaba de sus dineros. Los Corleoneses de Totò Riina lavaban más blanco su dinero en el Vaticano.

Un párroco de Palermo destacado en la lucha antimafia, Giacomo Ribaudo, ha hecho la siguiente reflexión, recogida por Alessandra Dino:

El papa fue llevado en coche y al volante tenía un hombre que, teóricamente, habría podido matarlo. Un mafioso. Esto se ha sabido luego… Para él era una forma de legitimación esto de ser visto junto al papa. El papa no lo sabía, los otros no lo sabían. Pero yo me pregunto: quienes le eligieron para que fuera el chófer del papa, ¿es posible que no supieran nada de él, cuando en Palermo se sabe vida y milagros de todos? Puede ser que el cardenal Pappalardo no supiera nada, pero puede ser que alguien dijera: «Angelo Siino está dispuesto a pagar el coche y ponerlo a disposición, con la condición de que lo conduzca él». ¿No se informó?

Ya sabemos que Juan Pablo II no se enteraba de algunas cosas, a lo mejor porque no se las decían, como los abusos sexuales del violador Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo. Tampoco se enteró, o no quiso enterarse, de qué sujetos tenían cuentas en el IOR y lo que hacían con ellas. Bueno, parece que esto del chófer tampoco se lo dijeron. Y eso que año y medio antes, en mayo de 1981, le habían disparado en la plaza de San Pedro. Por lo demás, los italianos tampoco se han enterado mucho de esta increíble historia, es muy desconocida. Busquen, busquen por internet a ver lo que encuentran.

Juan Pablo II volvió a Sicilia en 1988, tampoco tocó el tema, y otra vez en mayo de 1993. Para entonces ya habían asesinado a Falcone y a Borsellino. No podía hacer como si nada. Aun así, en los discursos oficiales ya preparados, que los periodistas ya tienen cuando empieza el viaje, tampoco aparecían menciones a la Mafia. Pero viajando de Catania a Agrigento, el 9 de mayo, el Papa decidió pararse a mitad de camino en una casa para visitar a un matrimonio. Eran los padres del magistrado Rosario Livatino, asesinado por la Mafia con treinta y siete años en 1990, y que era creyente. Hay una película de 1994 sobre su vida, Il giudice ragazzino, de Alessandro Di Robilant, y otra sobre la pesadilla que vivió el único testigo del crimen, Testimone a rischio (1996), de Pasquale Pozzessere. Wojtyla apenas estuvo en aquella casa siete minutos, pero la conversación le impactó. Ahí por fin se enteró. Hojeó el diario de Livatino y es probable que se topara con una de sus frases más conocidas: «No nos preguntarán si hemos sido creyentes, sino creíbles». Cuando luego llegó a Agrigento, en el valle de los Templos, improvisó unas enérgicas palabras que no estaban en el texto y que, tras más de un siglo de Mafia en Sicilia, fueron la primera condena de un papa al terror mafioso:

Dios dijo una vez: «No matarás». Ningún hombre, ninguna asociación humana, ninguna mafia puede cambiar y pisotear este derecho santísimo de Dios… En el nombre de Cristo, crucificado y resucitado, de Cristo que es camino, verdad y vida, me dirijo a los responsables: ¡convertíos, un día llegará el juicio de Dios!

Siempre se recuerda por esta frase, que ya tiene categoría de histórica, esta visita de 1993, nunca las anteriores. Luego volvió dos veces más y tampoco habló de la Mafia. Pero es verdad que en aquel momento se rompió oficialmente un histórico y vergonzoso pacto de silencio. Los efectos se vieron enseguida. El 27 de julio, dos meses después, dos bombas estallaron en Roma en la iglesia de San Giorgio al Velabro y en la basílica de San Juan de Letrán. El 15 de septiembre, cuatro meses después, fue asesinado el párroco del barrio de Brancaccio de Palermo, Pino Puglisi, que se enfrentaba a la Mafia. La Iglesia siciliana no dijo nada y en las misas de ese domingo el asunto ni se mencionó. El 19 de marzo de 1994 fue asesinado Giuseppe Diana, otro cura, esta vez de Casal di Principe, cerca de Nápoles, a manos de sicarios de la Camorra, que había plantado cara a los clanes locales.

Thomas-J.-O'Halloran
Juan Pablo II en 1979. Fotografía: Thomas J. O’Halloran / Library of the Congress (DP).

Así fue cambiando, y menos mal, la actitud de la Iglesia hacia la Mafia. Ahora a menudo son curas quienes lideran la lucha contra la Mafia, como Luigi Ciotti, de la asociación Libera, o Maurizio Patriciello, que encabeza la denuncia de la catástrofe ecológica de la gestión mafiosa de basuras en la Terra dei Fuochi (Tierra de los Fuegos), en Campania, la región de Nápoles.

Así cambió, decía, la actitud de la Iglesia hacia la Mafia, pero en el asunto de los dineros, en el IOR, le costó un poco más. Hasta hoy, concretamente. La periodista del Corriere della Sera Maria Antonietta Calabrò, acaba de publicar un libro, Le mani della Mafia, una reedición de una vieja obra de los noventa sobre los líos del IOR actualizada, porque sigue siendo actual, con los últimos acontecimientos del banco vaticano. Tiene novedades interesantes, también silenciadas o descuidadas por la mayoría de los medios italianos y no digamos internacionales. La más curiosa es que, con todo lo que ha llovido, en 2010, cuando la Justicia italiana metió mano por fin al IOR, descubrió que el banco vaticano seguía utilizando, treinta años después, algunas de las cuentas de los tiempos de Calvi y el escándalo del Ambrosiano. Las mismas, para mover dinero hacia cuentas italianas de destinatario desconocido. Concluye Calabrò: «Puede parecer increíble, pero los escándalos más recientes que han salpicado al IOR hunden sus raíces en la historia del viejo Banco Ambrosiano».

La Santa Sede solo se ha visto obligada a hacer limpieza a partir de los atentados del 11-S en 2001, debido al endurecimiento de las leyes internacionales contra los canales de financiación del terrorismo y el blanqueo de dinero. Para no tener que soportar la vergüenza de estar en la lista negra de paraísos fiscales, el Vaticano, por impulso de Benedicto XVI, empezó a hacer limpieza y cambiar las normas para entrar en la «lista blanca» internacional. Se sospecha que la resitencia que encontró, y otros quebraderos de cabeza, son los que le llevaron a dimitir en febrero de 2013.

Todo esto hasta llegar a Francisco, el actual pontífice. Está limpiando en serio el IOR, mirando las cuentas una por una a ver de quién son y a qué se dedican —hasta ahora no se sabía ni nadie había querido saberloy al menos a mil doscientos titulares les han dicho que se la cierran. Pero son mil doscientos señores que están escapando y sacando el dinero a otros paraísos fiscales sin que la Justicia italiana les pueda echar el guante. El Vaticano, en su línea, hace como que no se entera. 

Pero Francisco hizo el viernes 21 de marzo otra cosa muy importante. Tuvo un encuentro con 900 familiares de víctimas de la Mafia, muy olvidadas por las instituciones, los medios y también por la Iglesia, al menos la oficial. Ha sido otro gesto inédito. Las familias de las víctimas se reúnen cada 21 de marzo desde 1995, una iniciativa de Libera y de Luigi Ciotti, pero nunca se había acercado a verles ningún papa. Se juntan en una emotiva ceremonia para recordar y leer los nombres de sus seres queridos. Esta vez fueron 842, que son los identificados, porque desde el siglo XIX se ha perdido el recuento de muchas víctimas y no se incluyen los de los propios mafiosos, que suben la cifra a varios miles. Entre esos 842 inocentes hay 80 niños, y los dos últimos han sido asesinados en febrero en Calabria y este mes mismo de marzo en Puglia.  Francisco tuvo palabras muy duras, que por fin están a la altura de lo que se supone a la Iglesia, que no son sólo una frase suelta, sino un discurso entero dedicado a esto, a los «hombres y mujeres mafiosos»:

¡Por favor, cambiad de vida, convertíos, dejad de hacer el mal! Esta vida que vivís no os dará felicidad, alegría. El poder y el dinero que tenéis ahora de tantos negocios sucios, de crímenes mafiosos, son dinero lleno de sangre, no podréis llevarlo a la otra vida. ¡Convertíos para no acabar en el infierno, es lo que os espera si seguís por este camino! Tenéis un papá y una mamá, pensad en ellos, llorad un poco y convertíos, os lo pido de rodillas.

Esto sí que es histórico. A ver qué pasa ahora en la Mafia y cómo reacciona, porque ataca su línea de flotación.

Luigi Ciotti tampoco se calló, y es la primera vez que esto se dice en público ante un Papa, rompiendo un secreto embarazoso y tabú: «La Iglesia no siempre ha prestado atención a las víctimas de las mafias y al fenómeno de la criminalidad organizada. No han faltado silencios, infravaloración, exceso de prudencia, palabras de circunstancia». También acusó al Estado y a las instituciones: denunció que el setenta por ciento de las familias aún no saben la verdad de los crímenes y todavía esperan justicia. Exigió leyes eficaces y llamó a la sociedad a no dejar solos a «los magistrados honestos». Citó expresamente a Nino Di Matteo, el fiscal del proceso de la Trattativa.

Francisco también ha beatificado, después de casi veinte años con el expediente medio olvidado, al sacerdote Pino Puglisi, en mayo de 2013. Por cierto, su asesino fue Gaspare Spatuzza, el arrepentido que ahora saca buenas notas en teología. Era un expediente que ya había dejado listo Benedicto XVI, que también en Sicilia en 2010 y antes en Nápoles, en 2007, tuvo frases sueltas de condena de la violencia de la Mafia y la Camorra. Puglisi es el primer mártir oficial de la Iglesia católica de la Mafia, tras décadas de muchos otros curas caídos en el anonimato. Ser creíble, no solo creyente, el consejo del juez Livatino, podría ser perfectamente un lema de Francisco.

Juan Pablo II será proclamado santo el próximo 27 de abril.

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ÚLTIMAS NOTICIAS DE LA MAFIA:

—En nuevas revelaciones sobre las grabaciones a Totò Riina en prisión el gran capo desvela, presuntamente, el misterio de quién apretó el botón de la bomba que mató al magistrado Paolo Borsellino y sus escoltas. Habría sido él mismo, al apretar el timbre del portero automático de la casa de su madre. El mando a distancia, según Riina, estaba conectado a ese botón.

—Otro horroroso crimen mafioso cerca de Taranto, en Puglia, el 17 de marzo, la última víctima inocente de las mafias: tirotean el coche en el que viajaba un delincuente y asesinan a él, a a su compañera de treinta años y a su hijo de tres, que llevaba en brazos. Los otros dos hijos de la mujer, de seis y siete años, estaban en el asiento de atrás y sobrevivieron.

—En el norte de Nápoles han aparecido quemados cuatro hombres en un periodo de dos semanas, entre febrero y marzo. Se teme una nueva guerra de clanes de la Camorra.

—Desarticulada el 2 de marzo en Brianza, rica comarca industrial cercana a Milán, una especie de banca clandestina de la ‘Ndrangheta, la mafia calabresa, que blanqueba dinero y concedía créditos. Detenidas treinta y cuatro personas. «Tenemos que ser como pulpos, nuestros tentáculos tienen que llegar a todas partes», decía el capo a sus hombres.

—Asombroso, aunque no tanto, descubrimiento el 18 de marzo en el ayuntamiento de San Cipriano d’Aversa, cerca de Nápoles, territorio del temible clan de los Casalesi. El 75% de los documentos de identidad que ha emitido en los últimos diez años —en Italia es competencia de los municipiosson irregulares, porque al mismo tiempo que entregaban uno legal hacían copias ilegales. En un caso, siete carnés iguales el mismo día: uno para el interesado y los otros para repartir. A la Camorra, se entiende. Se ha descubierto tras el arresto en noviembre de 2013 de un funcionario municipal acusado de haber facilitado un documento falso a un mafioso. El ayuntamiento ya había sido disuelto por infiltración mafiosa en agosto de 2012 y su alcalde fue condenado el pasado mes de febrero a seis años de cárcel por asociación mafiosa. En resumen, era un ayuntamiento de la Camorra.

Fotografía de portada: Dennis Jarvis (CC).

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10 Comments

  1. Pingback: Crónicas de la Mafia: una experiencia religiosa

  2. Opiano Licario

    En España tenemos nuestra pequeña Mafia (vasca) en connivencia con su pequeña iglesia (vasca) y el apoyo de su pequeña y tradicionalista sociedad (vasca)

    • Pues sí, mirando también para otro lado, con sus víctimas olvidadas y silenciadas y quién sabe si su IOR vasco y todo.

    • Sí, porque en España no hay mafias ni corrupción, no te jode.

    • Artzailarre

      Te habrás quedado agusto después de la tontería que has dicho, eh.

  3. Sabbia

    Fantàstico artìculo. No es fàcil establecer las conexiones entre las diferentes estructuras y organizaciones que mantienen el equilibrio del ecosistema en el que nace y pervive la Mafia, y este artìculo lo consigue.

    Vivo en la Puglia desde hace un par de anyos. Aunque la infiltraciòn mafiosa en la regiòn no es como en Sicilia, la Campania o la Calabria, todo lo que el Inigo Domìnguez describe se respira en mayor o menor medida en el aire. El poder de la Iglesia sobre las conciencias, el respeto a los mafiosos o aspirantes a ello, la sensaciòn de que entre Estado y familias el ciudadano medio se encuentra encadenado al inmovilismo que reina en el sur de Italia, silenciado y menospreciado por no formar parte de este ecosistema.

    Y hace bien en resaltar la importancia del discurso del papa Francisco, porque aunque a una persona que sea ajena a este problema le pueda sonar un discurso «descontado», en una sociedad donde el Estado no tiene ningùn peso sobre las conciencias y los movimientos ciudadanos estàn tan adormecidos como en Espanya, solo la Iglesia (y eso da una idea de la situaciòn de Italia al respecto) puede producir la chispa que sea el inicio del cambio. Por tràgico que pueda parecer.

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