Cuando surgió como presentadora en la tele de entonces, nadie supo predecir —ni tan siquiera ella— que el proceso histórico que pasa por la calle Alcalá la estaba esperando. De esto hace la tira de años. Con todo, las ganas de gustar siguen enroscadas a su cuerpo cuando voltea para lucir el tipo. «Cien años de garantía», le suelto, como en aquel piropo que echó Pericón al paso de una mujer estupenda por el Mentidero gaditano.
Cien años de garantía, chapa, pintura y motor.
Es una pena, pero el piropo se ha perdido en España, yo creía que no me los decían porque soy vieja, pero cuando salgo por ahí, sobre todo a Sudamérica, veo que sigue existiendo. Creo que es uno de los efectos colaterales de esta modernidad: a los hombres les da vergüenza decir piropos porque piensan que las mujeres les van a decir que eso es machista. Entonces ya no los dicen. Escribí un artículo que se llamaba «Un buen piropo, por favor» y tuvo muchísimo éxito. Me decían: oye, tienes razón, una cosa es que no nos gusten los machistas y otra que no nos gusten las galanterías; que nos gustan y mucho. El piropo es un arte. Hay que currárselo un poco, no vale con decir «tía buena» y cosas así.
¿Sabes quién dijo de ti que eras una mujer muy interesante?
No ¿quién dijo eso?
Ruiz-Mateos.
¡Socorro!
Hay que disculparlo. Es un piropo adverbializado, quiso emular a Ortega y Gasset y le salió así ¿Tú has trabajado con Ruiz Mateos ¿verdad?
Hay una confusión con eso. Escribí al alimón con mi amiga Lucrecia King-Hedinger un libro de entrevistas que se llamaba (Es)cena improbable donde entrevistábamos a diez personas, entre las que estaban Luis Miguel Dominguín, Suárez, Alaska, Alfonso Armada, el golpista, y otro de los entrevistados era Ruiz Mateos. Les preguntábamos que si tuvieran que invitar a cenar a uno de los personajes de la historia a quién sería. Y cuando te contestan a esa pregunta se hace un retrato robot de la persona porque, según a quién invites, dice mucho de ti. Y esta amiga mía norteamericana, Lucrecia, se quedó a trabajar con Ruiz Mateos. Entonces, un día Ruiz Mateos contrató a un abogado afroamericano —que diría un tipo políticamente correcto— de Estados Unidos para que le defendiera. Y este abogado no sabía palabra de español y mi amiga que era quien llevaba todos los temas de prensa me dijo: oye ¿no te importa hacerle de traductor al abogado? Y hay una foto en la que salgo yo, está el abogado por medio y luego Ruiz Mateos. De ahí viene la leyenda.
Años después hay una guerra de tartas y de jarras de cerveza entre Ruiz Mateos y tu familia. Me parece simpático. El Padrino en versión «Había una vez un Circo». Pero me parece que se pierde un poco lo que siempre queréis conservar, me refiero a las formas.
Estábamos en un sitio de paellas, me acuerdo, cuando de repente vimos entrar a una hija de Ruiz Mateos que ya le había tirado tiempo antes una tarta a Isabel Preysler. Mira, esa es la de las tartas, dijimos. Se fue; y vino al rato con un fotógrafo, porque sin fotógrafo no tiene chiste, y llevaba una tarta que tiró a Mariano. Pero tuvimos la buena suerte de que mi hermana tiene muchos reflejos porque es gran jugadora de tenis, desvió la tarta con el brazo y solo le manchó la chaqueta. Mi hermano, que era jovencillo, salió detrás de la hija de Ruiz Mateos y se encontró con el propio Ruiz Mateos en un bar tomando una cerveza. Le afeó su conducta y le dejó caer la cerveza encima.
Cómo pasas de aquello a lo de ahora. Porque en aquella época no eras la escritora Carmen Posadas.
No, en aquella época era la mujer de Mariano Rubio.
Has conseguido pasar del glamour al embrujo, que no es otra cosa que pasar del hechizo del objeto al hechizo del sujeto. Lo fácil es lo contrario ¿Cómo lo hiciste?
Te voy a contar una anécdota para que veas cómo fue ese proceso. Cuando me quedé viuda estaba perseguida por los paparazzi permanentemente y tenía muy claro que no podía convertirme en carne de esa prensa porque era lo último que necesitaba para mi carrera. Si quería ser escritora, no podía ser perseguida por los fotógrafos. Entonces, durante mucho tiempo llevé una vida extraordinariamente aburrida. Los que dicen, «Oh Dios mío, no puedo vivir, me persiguen los fotógrafos», esos son unos mentirosos. El truco consiste en algo tan fácil como lo que dice el refranero, si no quieres que hablen de ti no des cuartos al pregonero. Estaba muy claro que tenía que hacer una vida muy aburrida.
¿Era tan aburrida tu vida que hasta los fotógrafos se aburrieron?
Sí, al principio iba al supermercado y tenía a los fotógrafos detrás, iba a cualquier otro sitio y lo mismo pero, poco a poco, se fueron aburriendo porque no salía con novio nuevo, ni hacía nada escandaloso. Y un día me ocurrió una cosa muy divertida que marcó el final de esa etapa. Estaba aquí, en casa, llamaron a la puerta y apareció un tío. Como soy muy despistada no reconozco las caras, se me olvidan todas y pensé que era un periodista que venía a hacerme una entrevista. Oye, pasa, ¿quieres tomar algo? ¿una cerveza? ¿una copa? Después de un rato, veo que el tío no empezaba la entrevista. Este tío quién es. Y va y dice: creo que me has confundido, no soy periodista, soy fotógrafo, paparazzi, y llevo seis meses durmiendo en un coche frente a tu casa para ver si sales con un novio, con un ligue, con alguien, y me he aburrido tanto que he escrito unos cuentos y quiero que me ayudes a publicarlos.
¿Estaban bien los cuentos?
Sí, alguno me gustó mucho.
¿Y le ayudaste?
Lo mandé a una editorial, pero ya sabes cómo va esto, sobre todo con el género del relato.
Cuando salías a aquellas cenas con Boyer, Solchaga, Preysler que luego publicaban en papel satén ¿Os sentabais para la foto y el pavo era de plástico, o era todo de verdad y entonces llegaban los fotógrafos?
No, Isabel Preysler que vive esto, avisaba entonces a los fotógrafos. Ella es de esas que dicen, «Oh Dios mío, no puedo vivir los fotógrafos me persiguen» y en aquella época los llamaba ella. Ahora ya no lo hace, supongo
Quizá estar en primera línea de esa manera no es cosa de tener muchas luces. ¿Erais conscientes de que además de carne de paparazzi, podías haber sufrido un atentado y no precisamente de tartas?
Nunca lo pensé, pero tienes razón. Pero lo cierto es que no me hubiera importado mucho. Bueno sí, pero por mis hijas. Siempre he pensado que la muerte más cómoda es la de Kennedy, estás ahí, saludando a todo el mundo y de repente, bang, un tiro y al otro barrio. Como muerte no está mal. La muerte nunca me ha importado, el dolor sí.
¿A Cuántas Carmen Posadas has tenido que matar para llegar a ser Carmen Posadas de ahora?
No he matado a ninguna. Todos los «yos» los tengo vivos. Durante mucho tiempo esto era un conflicto bastante grande, pero ahora me he acostumbrado a vivir con todos ellos y no renunció a ninguno. Antes tenía mucho conflicto. Tengo una parte muy frívola, otra muy seria, otra muy espiritual, otra muy atea, siempre estaba «conflictuada» pero ahora a la vejez viruelas. Ahora no estoy «conflictuada», las acepto a todas y lo que hago es sacar a pasear la que corresponde dependiendo a las persona que tengo en frente.
Dime, ¿por qué es más difícil conquistar a una viuda que a una divorciada?
Porque los fantasmas son imbatibles, luchar contra tu muerto es imposible. Pero no porque el muerto haya sido perfecto, sino porque todo el mundo tiende a idealizar lo que ha perdido para siempre. Las viudas tenemos que luchar contra ese fantasma.
Síndrome de Rebeca. Término que acuñaste tú ¿verdad?
Es una de las cosas de las que estoy más orgullosa. Así se llamaba un libro que escribí hace casi treinta años. Ahora está en las enciclopedias y en los libros de psicología. Porque lo he sufrido, yo sufrí el síndrome de Rebeca.
Al final no hubo más tartas, tampoco hubo metralletas, ni veneno en el plato. Al final, el enemigo estaba tan cerca que requería un esfuerzo gigantesco haberlo reconocido. Lo de Kennedy queda al otro lado del charco y aquí son otras las tradiciones. Sufres auto de fe inquisitorial ¿lo presentiste?
En aquella época Mariano era un personaje totalmente incuestionable y admiradísimo, como no lo había sido antes ningún gobernador del Banco de España. Era el referente de Boyer, de Solchaga, y no me podía imaginar que aquello iba a cambiar y que, de eso, se pasase a que nos llamasen ladrones por la calle. Siempre le decía a Mariano cuando estalló todo: qué pena que no sea verdad lo que dicen de ti. Si fuera verdad, al menos, tendríamos mucha pasta.
Hay una entrevista que realiza Vázquez Montalbán a Mariano Rubio para sus «Almuerzos con gente inquietante». En la introducción a aquella entrevista escribe: «Le puede ocurrir lo que a aquel personaje de un poema de Pavese: “ese hombre que ha estado en la cárcel, vuelve a la cárcel cada vez que muerde un pedazo de pan”»
¿Eso dice de verdad? No sabía que existía esa entrevista, en aquella época no estaba con Mariano, es profético…
Por eso la pregunta del presentimiento.
No tuve presentimiento, pero sí recuerdo la sensación que tuve la noche que se llevaron a Mariano a la cárcel: lo tenue que es la línea que separa a los que están dentro y a los que estamos fuera. En cualquier momento, por cualquier chorrada, puedes caer al otro lado de la línea. Luego he ido muchas veces a dar charlas dentro y a visitar a un amigo, a Jorge, que estaba en el trullo.
¿Jorge de la Hidalga?
¿Conoces a Jorge?
No en persona. Conozco su trabajo en web. Sé que es profesor de tu taller literario y también conozco su novela Vis a vis.
Pues he ido a Alcalá Meco porque Mariano estuvo allí. Y luego a Soto del Real, porque Jorge estaba allí. Una vez que estuve allí dentro, Jorge me decía: mira, este es el violador de viejas, este el asesino de Anabel Segura, este otro el de las niñas de Alcasser…. Entonces tú los ves ahí sentados, los miras y son igual que cualquier persona. No llevan escrito en la cara «soy un asesino». Te impresiona porque pensamos que los malvados siempre tienen cara de malvados como en las películas y eso no es así.
En una de tus visitas le llevaste a Mariano un libro a la cárcel. El amor y otros demonios, la novela que publicó García Márquez aquella primavera ¿Le gustó?
Sí, le encantó. Era muy lector. Curiosamente la gente creía que era muy antipático y muy tecnócrata. Leía mucha novela, le interesaba todo. Era una persona con gran curiosidad. La cualidad que más respeto es la de la curiosidad. Sin ella estaríamos todavía en la caverna.
Tu novela La cinta roja arranca en la cárcel, en la prisión de La Force con el personaje de Teresa Cabarrús preparándose para ser ejecutada. Hay un momento en el que dice que, en la cárcel, se baila mucho, casi tanto como se ama. Y a continuación se corrige y dice que no es verdad, que en la cárcel se ama aún más de lo que se baila. ¿Has experimentado el eros en tus visitas a la cárcel o eso es cosa de Teresa Cabarrús y de su tiempo?
No, la verdad. Si lo que me preguntas es si Mariano y yo tuvimos un vis a vis, la respuesta es no. Él estuvo a penas quince días en la cárcel. Tengo entendido que los vis a vis se solicitan cuando se trata de reclusiones mucho más prolongadas.
Vamos a seguir con literatura, con Vázquez Montalbán. ¿Cómo fue tu relación con él?
Le debo mucho a Vázquez Montalbán porque cuando pasó lo de Mariano escribí Cinco moscas azules y, al poco tiempo, se celebraban las elecciones en las que se sabía que iba a ganar Aznar y Vázquez Montalbán vino a Madrid para escribir un libro que se titulaba Un polaco en la corte del Rey Juan Carlos, entrevistando a distintas personas de la vida pública de entonces. Cuando le preguntaron cuál de todos los entrevistados era la persona que más le había impresionado, contestó: Carmen Posadas. Y eso me vino de perlas, ya te puedes imaginar. Entonces los de El País me empezaron a hacer caso, pues nunca hasta entonces me habían dado bola. Es uno de mis problemas, en general, nadie me considera de su club, todo el mundo piensa que soy de otro bando.
¿Se equivocan de enemigo?
Siempre estoy fuera de lugar, para los sudacas soy una europea, para los europeos soy una sudaca, los de derechas piensan que soy de izquierdas, los de izquierdas piensan que soy de derechas…
Una Pijaparte.
En el sentido más literario de la palabra.
Pero me hablabas de que El País nunca te habían dado bola.
Sí, y de repente, cuando dijo eso sobre mí Vázquez Montalbán, en El País debieron decir: ahí va, esta tía no será tan tonta. En ese momento estaba escribiendo Cinco moscas azules y la cogió Alfaguara. Juan Cruz en ese momento era su director y le pidió a Manolo una frase para entrecomillar.
La consigna.
Sí, y para sorpresa de todos y sobre todo mía, Vázquez Montalbán escribió cuatro folios sobre la novela.
¿Qué te dijo tu familia cuando les contaste que te habías enamorado de un hombre que tenía a su cargo el gobierno del Banco de España?
Mi familia es muy respetuosa con mis decisiones. Pero en el caso de Mariano lo que les preocupaba era la edad, la diferencia de edad. Nos llevábamos veintidós años. Pero que yo me enamorara de Mariano tiene que ver con el síndrome de Rebeca. Porque si ves a Mariano y a mi primer marido son la antítesis. Mi primer marido era el más guapo, el que mejor montaba en moto, el más fantasma, el más calavera, el más caradura. O sea, el que nunca hizo nada de provecho. ¿De qué te ríes?
Me asombra que hables así de tu primer marido, porque pensaba que estaba muerto para ti. Me explico, leí Caviar y sardinas donde sale él, al principio, la boda en Rusia, el ramo de flores en la tumba de Lenin, y luego no vuelve a aparecer y, si recuerdas, lo que viene a decir Chejov es: «Si al comienzo de un relato se ha dicho que hay un clavo en la pared, ese clavo debe servir al final para que se cuelgue el protagonista».
Tampoco tuvo mucho peso en mi vida. Era como estar casada con Peter Pan. Date cuenta de que me casé muy joven, con diecinueve años. Cuando te casas muy joven, si tu marido no crece contigo la situación es inviable.
Te casas en Rusia.
Rafa y yo teníamos pensado casarnos y como mi padre estaba de embajador en Rusia, mi madre dijo: mejor casaros allí que es más divertido. Mi madre es increíble, es de ese tipo de personas que venden helados a los pingüinos. Se fue a hablar con el patriarca de la iglesia ortodoxa. Se quedó hipnotizado y mi madre consiguió que la boda se celebrara en una iglesia ortodoxa por el rito católico. Como decía, me casé con el más guapo, el que mejor montaba en coche, el que mejor jugaba al tenis, al golf, esquiaba….pero un vago de siete suelas. Nunca pegó palo al agua.
Ser vago no es malo.
Le estoy muy agradecida por cómo educó a mis hijas. Se puede educar con ejemplo positivo o con ejemplo negativo. Él las educó con el negativo, mis hijas son las más currantas del mundo, las más responsables. Creo que miraban a su padre y dijeron: yo no quiero ser así.
¿Polanco te dejó escapar o no te supo coger?
Esa es otra de las leyendas urbanas. Ahí con ese asunto de Polanco fue cuando descubrí que la mayoría de las cosas que dicen por ahí, los rumores, no son ciertos. Empezó a correrse la voz por Madrid de que Polanco estaba enamorado de mí. Y es falso.
No te hablo de eso, no te hablo de plano sentimental, sino del plano empresarial. Polanco era un empresario que tenía una editorial donde publicaste tu primera novela Cinco moscas azules y luego te fuiste a Planeta.
No fue culpa suya. En un momento dado pensé que podía ser un paso importante en mi carrera ganar el Planeta. Voy a intentarlo, me dije, y me presenté. Y es curioso porque Juan Cruz cuenta en sus memorias que la única persona que se portó bien con él, en ese sentido, fui yo. Sus amigos nunca le avisaron cuando decidieron cambiar de editorial. Yo, en cambio, cuando me dijeron que había quedado finalista del Planeta, hablé con Juan Cruz y le dije: «No sé si voy a ganar o no, pero quiero que sepas que me he presentado al premio Planeta» y se sintió agradecido. Es una persona estupenda.
¿Recuerdas la primera vez que fuiste a los toros?
Mi padre era muy taurino, gran seguidor de Paco Camino.
¿Y la última?
San Isidro, Talavante, cuando se encerró con los Vitorinos.
¿Cuándo pierdes la inocencia con la literatura?
Antes de aprender a leer entre líneas existe la fascinación. Ahora leo mucho entre líneas y sé por qué el escritor utiliza un adjetivo y no otro y por qué este personaje se llama María y no Vanesa. Siento haber perdido la fascinación de la literatura que no te deja dormir. Me acuerdo en el colegio interna en Inglaterra, a las diez se apagaba la luz y yo tenía una linternita; me metía bajo el edredón y seguía leyendo; eso lo he perdido, esa cosa trasgresora.
¿Te encuentras aceptada como escritora, entre el gremio?
Ahora un poquito más, pero el no haber sido aceptada ha sido un gran acicate para mí. Me acuerdo de un escritor que me basureaba bastante, decía: tú y yo no somos iguales, porque tú has escrito obras menores. Yo tragaba, tragaba y me empecé a hartar. Un día se me ocurrió escribir una frase en inglés en una cartulina, una frase de la película My fair Lady que traducida quiere decir, «Espera y verás». Me puse la frase pinchada a la pared, a mi espalda, detrás de donde me sentaba a trabajar. Me vino muy bien, pues así escribí Cinco moscas azules.
Cinco moscas azules es un ajuste de cuentas. Pero luego hay otro. Se trata de tu libro El buen sirviente. ¿Eres consciente del daño que puedes llegar a hacer poniendo negro sobre blanco a un personaje como el que sale en este libro?
En ese caso, espero que sí. Ella no me saluda desde ese día. No hay mejor venganza que decir la verdad.
La escritura como venganza pero también como exorcismo ¿verdad?
Como soy una persona muy atormentada y la literatura es terapéutica, me he ahorrado mucho dinero en psicoanalistas. Con La bella Otero, exorcicé todos los fantasmas de cómo se enfrentarse a la vejez o a la perdida de la belleza, cosas que me preocupaban entonces. Luego con Juego de niños, que parte de la base de qué pasaría si una mujer descubre que su hija es una asesina, que es una pregunta le hago a muchas mujeres: y todas ellas contestan lo mismo que yo. Lo encubrirían.
Ahora que hablas de delito y de defensa. Tú te mantuviste cerca de tu marido, en aquel momento.
Hay una cosa que me sorprende mucho. La gente me dice: qué bien te comportaste con tu marido. Primero, defender al inocente es muy fácil y luego defender a alguien que quieres es más fácil aún.
Pero se puede crear un conflicto, una situación de crisis. Pueden saltar muchas cosas que rompan el equilibrio doméstico.
De todas maneras es verdad que Mariano cometió un error. Un grave error. Era muy amigo de Manuel de la Concha, síndico de la bolsa de Madrid. En la época en la que Solchaga dijo aquello de que «aquí se hace millonario cualquiera», todos los viernes iba Mariano con Manuel de la Concha a jugar al golf. Entonces Manolo le decía a Mariano: por qué eres tan tonto, tú puedes ganar mucho dinero en bolsa. Mariano decía: no, cómo voy a jugar en bolsa, si soy el gobernador del Banco de España. La única prohibición que tienes es invertir en bancos, le contestaba Manolo. Tú puedes invertir en cualquier sociedad, por ejemplo, vamos a sacar a bolsa ahora una compañía de muebles de oficina. Y Mariano le dijo: no, porque yo no tengo dinero para invertir en eso. No, no te preocupes, responde Manolo, organizamos un crédito puente para que compres unas acciones, las compras el lunes y las vendes el jueves y lo que ganes para ti. Y Mariano dijo que sí. Entonces hicieron esa operación y Mariano ganó de una tacada, en un día, cuatro millones de pesetas.
¿Cuatro kilos?
Sí, y entonces Mariano empezó a decir: qué horror, a ver ahora qué van a decir. Ahora resulta que el gobernador del Banco de España se dedica a pegar pelotazos en bolsa. No me gustaría que se supiera, está muy feo. Manolo de la Concha le contestó: no te preocupes, esto es facilísimo, yo tengo que dar cuenta de esa operación, pero en vez de poner Mariano Rubio Jiménez, vamos a poner Mariano Jiménez Rubio. Luego entra Mario Conde, empieza a intrigar, y cuando se descubre que Mariano y Manolo habían falseado y habían invertido los apellidos, nadie pudo concebir que Mariano se había pringado por cuatro millones de pesetas, nadie. Todo el mundo pensaba que tenía una fortuna escondida en las Islas Caimán. Sobre todo, nadie podía creer que Mariano había arruinado su vida por solo cuatro millones.
¿Y tú dónde estabas para haberle dicho, Mariano, déjate de muebles?
Estaba con él en aquella época. No me enteré, pero aunque me hubiera enterado, a mí tampoco me hubiera parecido mal.
¿Cómo que no te hubiera parecido mal?
Me refiero que quien sabía de economía era él.
Antes hablabas de Juego de niños cuando te planteas qué harías si supieses que tu hija es una asesina. Me has dado una idea y podemos jugar.
Vale, juguemos.
Juego a pensar que, si mi hija hubiera venido diciéndome que se ha enamorado del gobernador de una Ínsula Barataria, una vez pasado mi disgusto, se me hubiera abierto una puerta a la esperanza para hundir el sistema financiero. Quiero decir que cuando el gobernador hubiera pedido la mano de mi hija yo le hubiera pedido a cambio, no ya que dimitiera, sino que hubiera puesto el dinero al mismo precio para todos. Que el dinero valiera lo mismo para unos que para otros, o sea, nada. Bonito cuento libertario.
Lo que me dices me recuerda a «El banquero anarquista» de Fernando Pessoa.
Pero si te das cuenta, podía haber sido verdad. En este caso, tu madre, capaz de vender helados a los pingüinos, lo hubiera conseguido. Tu madre tuvo en sus manos haber cambiado el rumbo del proceso histórico, el mismo proceso histórico que luego te atropelló a ti y a tu marido ¿lo has pensado?
Desde luego, mi madre era capaz de cualquier cosa, incluso de convertir a un banquero en un anarquista. Pero te recuerdo que Mariano no era un señor de derechas, ni siquiera era un banquero, sino un tecnócrata en el mejor sentido de la palabra o, como a él le gustaba más definirse, un servidor público. Para mí es muy gratificante la cantidad de personas que se me acercan ahora para decir: «Si Mariano viviera, no habríamos visto tanto desmadre en los bancos, en las cajas». Para mí es una gran satisfacción saber que hay gente que piensa así. Tarde o temprano el tiempo lo pone todo en su sitio
Hablando de servicio público, ¿te gustaría ingresar en la Real Academia Española?
A mí me gustaría, pero no doy el perfil, creo.
Sería una reivindicación ante la falta de mujeres en la Academia.
No sé, nunca lo había pensado.
Aunque la verdadera reivindicación está en las definiciones. Se podrían cambiar muchas para así instruir al personal y hacer que los espíritus sean libres. Sin ir más lejos, la definición de la palabra «Trabajo: Beneficio para el Capital».
Sí, eso está muy bien.
Recuerdo la primera vez que entré a esta casa. Estaba aquí, sentado en el sofalito blanco. El sol castellano se colaba por los ventanales junto a la sinfonía de los ensayos del teatro. Y me vino a la cabeza el arranque de ¡Absalon, Absalon! de Faulkner, en cómo consiguió captar el instante preciso del chorro de luz.
¡Absalon, Absalon! es un libro sagrado.
Sí, pero lo que vino después fue lo mejor. Porque desde la cocina me montasteis una bronca a la par, tú y tu cachifa. Me daban ganas de cogeros a las dos y largaros a la puta calle y quedarme en el sofalito, fumándome un porro y disfrutar de la sinfonía, intentando hacer literatura del instante. Pero me hizo gracia porque me di cuenta de que en esta casa se mezclan dos continentes, por un lado la Europa de sol pagano con sus sinfonías y, por otro, toda la cacharrería de la cocina sudaca con su folclore a la cara, directo.
Yo, que soy sudaca, creo que nosotros tenemos enorme ventaja con respecto a Europa, porque somos un continente joven y estamos más pegados a la tierra. Y eso para escribir es impagable, porque realmente un continente viejo se repite y no aporta nada
¿Dónde está tu cachifa, que no la veo?
Amantinita del alma. Se ha jubilado, lamentablemente. Amantina se ha vuelto a Santo Domingo. Para mí era «la prueba del nueve», la importancia de la intuición. Cada vez que venía un novio nuevo y se lo presentaba, ella luego me decía este así o este es asao. Y los clavaba a todos.
Y de mí ¿qué te dijo?
Nada, no le pregunté. Tú no eres mi novio.
Fotografía: Guadalupe de la Vallina
Entrevista rancísima. Fotos planérrimas. Bostezo infinito.
Tú antes molabas, Jot Down.
Amén.
¿»Planérrimo» es la manera que mola ahora de decir «plano»? Me surge otra cuestión de pronto, ¿me suda la pollérrima la respuesta a mi propia pregunta?
Le falta sencillez, le sobra engolamiento y tiene cierto tufillo snob, bastante habitual en esta publicación. Pero se lee a gusto y con interés, y ofrece alguna referencia literaria con buena pinta.
De acuerdo con Nitrochoff en las fotos.
Me gusta el corte que Carmen le da al entrevistador.
(Lo del engolamiento y el snobismo va por el entrevistador. Ella parece tener esa sencillez de la gente bien, con cabeza también bien «amueblada», no con muebles de Ikea precisamente…
¿Y qué tiene que ver CP con literatura?
Con M. Rubio y todo lo que el poder puede comprar, probablemente sí, pero su talento literario parece similar al de Ana Rosa Q., Belén Esteban o Paquirrín.
Ay señor, qué sandeces hay que leer. Igual que Paquirrín, sí. Lo que habría que hacer es entrevistar a una de estas mentes privilegiadas anónimas.
Aprovecho para pegar una carta al director de «El País» rechazada:
La filosofía, ¿para qué?
Probablemente la noticia de mayor calado del 2013 hubiera debido ser la inminente desaparición de la asignatura historia de la filosofía de las enseñanzas medias. El sentido de dicha especialidad centenaria venía radicando sobre su propio curso histórico, pues hace tiempo que no hay filósofos, sino sólo meros historiadores de la filosofía. Eliminado su buque insignia, la disciplina desaparecerá de facto, lo mismo que un culto al que no acuda nadie. Quizás lo más llamativo no haya sido la noticia citada, sino su transcendencia nula. Más allá de un puñado de protestas por parte de quienes la imparten (pendientes más de conservar su trabajo que de defender tal materia), este tema no ha tenido repercusión alguna. De hecho, aunque quisiéramos creer que la supresión de las matemáticas sublevaría a la mayoría, también nos equivocaríamos: hace tiempo que no se imparten en todos los bachilleratos y, popularmente, se creen baladíes tras el descubrimiento de la calculadora. Puede que otra cosa ocurriera si se pretendiera suprimir un equipo de fútbol, partido político o canal de la llamada prensa del corazón. Quien intentase dar tal tijeretazo como mínimo enfrentaría un recorte sustancial en la tasa de votos el día de su reelección. Y no nos engañemos: la religión tampoco posee arraigo más allá de lo anecdótico o como instrumento ocasional de alguna pedrada política. Los gobiernos occidentales actuales ni siquiera precisan amparar fechoría alguna bajo el capote del bien en sí, la patria, el pueblo, la humanidad o Dios.
Puesto que, por un lado, buena parte de la tradición filosófica se separó constituyendo especialidades propias (como, por ejemplo, física, biología o psicología); ya que, por otro lado, los únicos sistemas políticos vinculados con los filósofos han sido el Vaticano y, sobre todo, la URSS (la cual desmembraron ya hace tiempo); y como, finalmente, la ética no tiene ascendiente alguno en un mundo dominado por el libre mercado, el espacio para la filosofía ha desaparecido. Los reparos de la administración de Truman para llevar a juicio a los jerarcas nazis se nos antoja un ideal futuro, que poco tiene que ver con la nocturnidad de la ejecución de Bin Laden, la reclusión de los presos de Guantánamo o la invasión de Irak. Las democracias formales actuales parecen menos vinculadas a la Ilustración que con las satrapías. Cuando los estados nacionales torturan, asesinan y, además, facilitan que una pequeña élite expolie cada vez más riqueza de la mayoría, la filosofía ¿para qué? Porque para oscurecerlo todo ya está la prensa.
Pues está chupi la carta, pero ¿mandarla a El País? ¿Sabe usted, alma cándida sin duda, quien controla el consejo de administración de PRISA? Le encomiendo a la revista Mongolia y su sección de prensa seria (si se ríe es cosa suya).
Una entrevista muy entretenida que transmite complicidad. Felicidades al entrevistador y la fotógrafa, que lo hace genial como siempre.
Exacto, la fotografa lo hace como siempre, siempre igual, siempre.
A mí Carmen Posadas siempre me resulta interesante.
La defensa de los 4 millones de pesetas ha sido endeble.
Le ha faltado decir: «yo confiaba en mi marido»
Mariano Rubio tenía que saber que éso estaba mal.
Carmen Posadas, que parece tan directa, podía haber dicho, «mira, no le voy a defender, pero si mi marido robó cuatro, otros robaron cuarenta, y hay que decir en su favor que era un buen gestor».
Y ya está. Ya lo dijo Carmen Calvo «el dinero público no es de nadie», por incauta, la pusieron verde, pero es lo que piensan casi todos.
A la señora Calvo podría preguntársele: ¿Si no es de nadie por qué se lo quedan ustedes, ladrones de mierd.?
Eso de ahorrarse psicoanálisis lo he visto muchas veces. El miedo a enfrentarse a uno mismo nos hace decir cualquier cosa.
Efectivamente. Como coartada me parece limitadísima.
Entiendo que hay que entrevistar a todo tipo de personajes, pero no llego a ver el atractivo de algunos como esta señora, emblema de tanta burbuja económica y literaria, completamente inocua. Donde otros ven sencillez yo veo la indolencia propia de gente que no ha tenido nunca nada que decir y que se ha beneficiado del dinero fácil y las compañías concretas.
Parece como la Campanario pero con libros detrás.
Amen
«Yo, que soy sudaca, creo que nosotros tenemos enorme ventaja con respecto a Europa, porque somos un continente joven y estamos más pegados a la tierra. Y eso para escribir es impagable, porque realmente un continente viejo se repite y no aporta nada»
Bueno, si usted lo dice…
Anda, no sabía que Monterito Glez. también andaba en estas cosas. Menudo personaje, cuando pateaba algunas redacciones de suplementos culturales con sus libritos súpercanallas parecía Curro Sevilla en el café Comercial con sus cuartillas de ripios.
La Posadas es un tía fetén, recuerdo que la entrevisté hace más de 20 años en su espléndida casa frente al teatro que hay cerca del Congreso para la revista Injuve, sobre un rollo macabeo sobre Dylan y el aniversario de «Los tiempos están cambiando» que no llegó a publicarse. Yo era un novatillo reporter Tribulete y ella se portó admirablemente y con mucha paciencia.
Da igual si es buena escritora: es buena gente y eso es lo que cuenta, amigos.
«Da igual si es buena escritora: es buena gente y eso es lo que cuenta, amigos.»
Claro, amigo, por eso en la historia de la literatura y el arte en general siempre lo que más ha contado es la empatía personal. Creo que Shakespeare es lo que es porque te cocinaba unos pastelitos de carne que estaban para chuparse los dedos.
Por comentarios como el tuyo queda claro por qué España es un país absolutamente tercermundista culturalmente hablando (además de en tantas otras parcelas) donde tiene más importancia caer en gracia que contar cosas importantes, bien escritas y poderosas.
Debes ser muy joven, Fu Manchú. Mucho. Por eso no te tengo muy en cuenta tu comentario.
Feliz aprendizaje.
«Quien sabía de economía era él.»
Apertura de manga y defensa infanta.
«Y de mí ¿qué te dijo?»
«Nada, no le pregunté. Tú no eres mi novio.»
Apertura de merluza y defensa a la plancha.
El final es de antología. Esa historia de «sofalito» (¿es posible esa palabra?) blanco y cachifa con instinto perruno da ganas de vomitar. Qué ambiente más adecuado para un escritor tan «contestatario»…
Al menos Carmen Posadas es una pija simpática y no pretende ser otra cosa.
No entiendo como en este país se sigue no llamando a las cosas por su nombre:
1.- CP parece una tía simpática y buena gente AHORA. Había que verla cuando iba del brazo de Mariano Rubio y miraba a todos por encima del hombro. AHORA reniega de ese pasado cuando antes seguro que adoraba los ambientes en los que se movía.
2.- Se casó con Mariano por amor, eso está claro-claro-clarísimo!. Lo hubiera querido igual si hubiera sido fontanero, vamos, ni dudarlo.
3.- Mariano hizo mal, muy mal. No fueron los cuatro millones, fue lo de los apellidos y otras cosas que CP no menciona.
4.- Ahora va de literata y transmite buenagentismo para hacerse perdonar el descrédito social que sufrió cuando dimitió su marido.
Saludos cordiales.
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Cuanta crítica de gente con prejuicios y resentimientos ¿no? En fin, lo de siempre: la envidia es el deporte nacional. Carmen Posadas es escritora, que no he leído, pero como es guapa, se casó con un poderoso, y ese poderoso cometió un error… hala, a por ella. Aunque Mariano Rubio haya sido un corrupto, cosa que no lo sé con certeza, ¿qué diantres importa?
Curiosamente en esta entrevista se explaya más el entrevistador que la entrevistada, dato relevante de que esta señora tiene poco que decir.
Como escritora de ficción Posadas es simplemente mediocre y aburrida, pero como cronista social la encuentro buena observadora y divertida.
En el documental de Ruiz Mateos , sale que esta señora era su mantenida y que cobraba por vender las intimidades de su marido.
Siempre he pensado que los libros se los escriben negros y lo sigo pensando.
A lo que se ha dedicado es a los lios de faldas de alta alcurnia.