Información sobre la Premier League en el informativo de la BBC del domingo por la noche. Hablan del Chelsea. Se ve de fondo a De Gea, ese portero del que ignoro todo salvo que es un chaval español que jugó en el Atlético de Madrid, el equipo del que mis hijos dicen ser y que ahora está en el Manchester. No sé nada de fútbol, pero intuyo que para los españoles jugar en la liga británica, entrenar en ella, debe de ser motivo de orgullo. Alguna vez, en conversaciones a las que no presto mucha atención, me llega que el público británico es implacable con los teatreros y sabe aplaudir al contrincante de gran juego. En mi vida cuarentona he visto cómo hemos pasado de importar grandes fichajes —lo seguimos haciendo, incluso pagados con irregularidades— a también exportar a buenos jugadores. Acabada la noticia de la victoria del Chelsea sobre el Manchester, la locutora se va al golf. Cuenta que un español, Pablo Larrazabal, ha ganado en Abu Dhabi, por delante de jugadores con más galones, como Phil Mickelson, que se lio con la bola debajo de un arbusto. En Australia, Nadal está dando todo con la mano llena de ampollas.
A algunos, los éxitos del deporte español —tenis, Fórmula 1, motociclismo, baloncesto, fútbol, balonmano— les pueden parecer un milagro, con el país sumido desde hace años en una crisis institucional, económica y de valores. Sin embargo, no lo es. Es la prueba de que los españoles, con los incentivos adecuados, tenemos las mismas posibilidades de triunfar que los demás. El deporte es pura meritocracia y es muy curioso cómo la palabra es denostada en un país al que, cuando la puede practicar, le da buenos resultados. En el deporte, un entrenador puede ser amigo de tu padre y ponerte a jugar más que a otros niños pero, si eres un paquete, ahí te quedarás. En el banquillo y luego fuera. ¿Cuántos hijos de deportistas de élite están triunfando? Si los hay, será por sus propios méritos. Por eso, un día como hoy, hay miles de padres españoles que están dispuestos a llevar a sus hijos a entrenamientos de lo más variado y a sacrificar tiempo de los fines de semana para acudir a competiciones de deporte base.
Luis Garicano, de road show con su libro, explica lo mismo con los opositores. La misma tarde en la que esos padres acudirán con mochilas cargadas de ropa deportiva y bocadillos a los entrenamientos, miles de españoles seguirán sentados delante de una mesa memorizando temarios para presentarse a unas oposiciones. ¿Por qué? Sí, ya sabemos las bondades de un sueldo para toda la vida, pero también del rollo de un trabajo en el que puede ser que estés a las órdenes de un cargo político impresentable, por ejemplo, o la necesidad, en el caso de algunos profesores, de ir rotando de ciudad de destino durante varios años. Según aventura el economista de la London School of Economics parte de la explicación, como en el deporte, radica en que los españoles que se sientan a opositar confían también en la meritocracia de la limpieza de unas pruebas donde solo te bates contra ti mismo, aunque, lamentablemente, cada vez haya que matizar más esa afirmación, como se ha demostrado en Extremadura y las pruebas ganadas con sobresaliente por una exconsejera. Exámenes limpios pueden ser también parte de la explicación del éxito para atraer a los mejores en carreras como Medicina donde se sabe que, al final, hay una prueba, el MIR, que decidirá si puedes ser cirujano cardiaco o neurólogo en función de cómo lo hayas hecho y no de a quién conozcas o de cuál es tu tribu ideológica. Con ciertas injusticias que lleva aparejado ese método.
Al final, el cogollo del problema es qué incentiva a quien debe cambiar los incentivos. El caso más llamativo puede ser la universidad, por ejemplo. Asunto que Garicano conoce bien porque participó en un informe que el ministro Wert ha metido en un cajón. Por demasiado revolucionario, seguramente. ¿Qué puede hacer que quieran cambiar unos rectores magníficos muy cómodos en las ceremonias de entregas de birretes a doctores cum laude a gogó, «Gaudeamos Igitur» de fondo? ¿Qué más les da a ellos que haya o no una universidad española entre las mejores del mundo si tienen la afluencia de estudiantes mediocres asegurada y la financiación mediocre aparejada?
Como en casi todo, se puede empezar por la pasta. Porque a nadie le gusta tomar decisiones difíciles, como explica en esta entrevista Israel Ruiz, el tesorero del MIT, ingeniero que fue chaval de barriada de Barcelona. Por cierto, ¿a qué habría llegado Israel Ruiz en una universidad española? Nadie quiere decir «no» a los mediocres si ese esfuerzo, además, no le reporta nada más que ser visto como un raro tocapelotas. Pasa en los departamentos, que existen, donde intentan fichar a gente que no haya hecho el doctorado en esa misma universidad. Pero, ¿qué pasaría si todos los profesores tuvieran un plus en sus nóminas que dependiera de lo que publicara su departamento? ¿Estarían encantados entonces de que accediera un paquete que se sabe que no va a hacer nada por publicar en revistas de prestigio?
El asunto de la universidad es más grave de lo que aparenta. ¿Qué se le puede ofrecer a los muy buenos estudiantes? En Finlandia, por ejemplo, una carrera en Magisterio bien planteada donde, solo por el hecho de saber que allí han entrado los mejores, la sociedad de inmediato respeta a los profesores. Un círculo virtuoso. Aquí, a la élite —muy escuálida según los informes de PISA—, solo le podemos ofrecer entrar en un entramado empresarial donde se precisan muy buenos profesionales pero que, en gran medida, llega un punto donde importan más las relaciones con el poder que con el mercado —salvamos aquí a las empresas textiles, que florecen en competencia, a las grandes que compiten en el mundo con el pulmón de los contratos que consiguen en España y a los cocineros, que trabajan en competencia extrema—. Se les puede animar a entrar en la carrera de obstáculos de hacer sus propias empresas, con cuotas de autónomos carísimas, coste de fracaso alto, y subvenciones, de nuevo, sin atender al mérito, como hemos visto en Andalucía. Si quitamos las oposiciones, meritocráticas en unos casos, en otros, ejemplo de nepotismo —universidad—, ¿qué les queda? El exilio. Y no por razones solo económicas.
En los estudios sobre la mejora de la educación en el mundo, queda claro que parte del secreto es dar una enseñanza lo más personalizada posible, flexible. Darle al que va mejor, más y que nadie se quede atrás. Pues, en este país donde la meritocracia del deporte es lo que nos salva de la depresión nihilista, si se plantea mimar un poco a los mejores estudiantes a muchos les suena a anatema. Solo podremos mejorar sin poner nuestras esperanzas en adosados nuevos, casinos y autopistas si esos padres que entienden perfectamente que a sus hijos se les diga que no llegan a titulares del equipo, o si, por el contrario, están dispuestos a sacrificarse si les comunican que sí lo van a ser, empiezan a entender que en la educación y en los trabajos la meritocracia, como incentivo, puede funcionar como en el deporte.
En cómo arreglemos esto está la solución al dilema que anda planteando Luis Garicano estos días por las televisiones y los periódicos. Si queremos ser Venezuela o Dinamarca. Si queremos ser los mejores en deportes —¿a qué quieres que te gane?— o, por el contrario, en otros ranking que parecen aportar más al progreso de un país. Aunque es cierto que el ranking de universidades de Shanghai es difícil disfrutarlo en un sofá, con una cerveza y unas patatas fritas. Venga, vamos, Complutense, que tú puedes. Ánimo, Granada, que ya estás allí.
Pero algo hay que hacer. O no. Depende de los incentivos que nos muevan. Selección es lo contrario del café para todos. En un equipo nacional no hay mediocres. A número uno del mundo se llega con ampollas en las manos, lesiones, lecciones de humildad y muchas horas. En lo demás, es parecido.
Meritocracia? Ojalá.. En este país cuando alguien despunta y se pretende incentivarlo, te aparece la “giliprogresía” con el rollo del agravio comparativo…
La mediocridad es la dogma, que le vamos a hacer…
Tristemente cierto.
Meritocracia en el deporte español?????? Si yo te contara, hija mía.
El dedo y la luna.
Muy buen artículo. En este país todavía pervive la idea de que los ciudadanos tenemos derecho constitucional a pasearnos por el centro de Madrid en limusina y que el Estado ha de garantizárnoslo por narices, independiententemente de nuestro nivel de esfuerzo y contribución a la generación de valor añadido.
El problema es que las limusinas no crecen en los árboles con lo que si las regalamos a cualquier nivel de esfuerzo, lo más inteligente acaba siendo esforzarse lo más mínimo posible con tal de conseguir el máximo nivel de resultado, garantizado por el Estado (a través de subsidios, salario mínimo, negociación colectiva, etc.)
Y no sólo eso, Saulo. Es el ejemplo que reciben niños, adolescentes y adultos. El concepto de éxito en esto nuestro país está completamente separado de la virtud (excepto en el ejemplo deportivo expuesto). ¿Cómo le dices a un chaval que estudie, que tenga afán de conocimiento, mientras las casas, los coches, la fama, las chicas se las lleva el tronista del «ejque»?. ¿Cómo convences a un niño de que estudie y no juegue sólo al fútbol si mantenemos una primera división (generalizando) de millonarios «iletrados» y admirados? ¿En qué contexto un traficante mafioso o un especulador no acaba por convertirse en espejo para muchos adolencentes, cuando son los que mueven el cotarro desde hace años?.
Y el caso contrario, ¿qué motivación tenemos los gilipollas que estudiamos (muchos además trabajamos)? Nos suben tasas, nos meten planes de estudios con calzador, confunden exigencia con mezquindad y además de todo ni siquiera se nos permite ser optimistas respecto a encontrar trabajo.
Honestamente, lo veo muy negro. Sobretodo porque lleva así muchos años, «la dictadura de los mediocres» es imparable en España.
Pingback: La meritocracia del deporte frente al café para todos
Juntar deporte con meritocracia, y más en el fútbol, sumarle universidad y Shanghai… El típo artículo que pone «meritocracia» y al final desgrana el mismo conjunto de tópicos, lugares comunes y habituales errores de los fanboys de la FEDEA people.
Hola Belén, siento decirte que todos los deportistas que nombras en tu artículo son hijos de otros deportistas.
Entiendo tu sentir pero este artículo no apoya bien tu idea.
Suerte para el próximo.
» ¿Cuántos hijos de deportistas de élite están triunfando?»Pregunta la articulista.
El padre de De Gea fue portero ¿de élite? ¿donde?
¿El padre de Nadal?Su tío fue futbolista , nada que ver con el tenis.
Larrazabal: según la wikipedia su padre tiene una piscifactoria.
Disculpa !
Berta, quería decir!
La vida educativa de cada uno no es una competición. No hay mejores. La idea es que cada uno aprenda, no que llegue el primero a la meta. No creo que sepas absolutamente nada acerca del tema, para empezar ni siquiera te has puesto en el lugar de un niño y ya le has colgado el objetivo de ser el mejor o el peor o el papel que le digan que tiene que ser.
Salvo que Berta González de la Vega sea un sinónimo empleado por Benjamin Button, creo que en algún momento ha estado en el lugar de un niño (o una niña, en su caso).
Pampliso, ¿y son malos esos deportistas? Yo no tengo nada en contra de tener padres buenos, lo tengo en contra de que eso sea lo determinante. Eso o la tribu política.
Si el hecho de que a un niño «paquete» se le deje sin jugar es un buen ejemplo de meritocracia y de competitividad es que nos estamos volviendo completamente locos…
«¿Qué pasaría si todos los profesores tuvieran un plus en sus nóminas que dependiera de lo que publicara su departamento?» Pues que ya se organizarían ellos para publicar artículos como quien hace chorizos y sus amigos los citarían (luego los tienes que citar tú, claro). Escribo desde la universidad con el mejor ranking (Shangai) en ingeniería de Europa. Sé de primera mano como se corta el bacalao.
También he vivido en Dinamarca, donde una enseñanza de calidad no significa pelearse a muerte por un número en un expediente. La calidad allí no tiene que ver con la competitividad; máxime tratándose del país probablemente más socialista en Europa. Vamos, donde más café para todos hay, donde todo el mundo tiene beca para estudiar.
No mezclemos churras con merinas. Para escribir de estas cosas hay que haberlas vivido y me parece que nuestra amiga Berta se ha metido en varios jardines (espero que no te tomes a mal la crítica). Veremos lo que tienen que decir las personas que se dedican al deporte o a la educación y las que viven en el extranjero…
Mítico es el caso del pavo que colocó la Universidad de Alejandría entre las 150 primeras de Shanghai al escribir más de 300 artículos publicados en una revista… de la que era el editor. Ese sistema de «hacer chorizos» lleva años funcionando con sucesivos escándalos a nivel superior al departamental. La dictadura de los papermakers llega a España.
Primero que nada una pregunta ¿la opinión de los que viven en el extranjero tiene un plus ? Porque si es así yo tengo un amigo que vive en Mali;tendré que preguntarle a el.
Los niños hasta los 7,8 o 9 años tienen que jugar todos más o menos ,pero a partir de esa edad el niño ya tiene conciencia de algunas cosas y conceptos que tiene que ir aprendiendo y aceptando para llegar a la adolescencia y a la juventud en condiciones . El esfuerzo ,el valor de las cosas , la importancia de formar parte de un equipo sin ser el protagonista(cosa que no sucede en casa donde todo nos lo dan masticado).
En cuanto al tema de la educación otra pregunta¿En Dinamarca todo el mundo tiene beca para estudiar?
Si es que si ,mal vamos .No quiero que en mi país se de dinero para estudios a quien no sirve , o no le gusta , o quiere seguir viviendo de la sopa boba de los padres sin pegar un palo al agua y encima con beca .Pues no.
Cuando se habla de educación, de deporte y de comparar a España con países extranjeros me interesan sobre todo las opiniones de un pedagogo, de un deportista de élite y de gente que tenga experiencia de primera mano en la educación extranjera (básicamente los jóvenes estudiantes y profesores que están en el extranjero y que pueden comparar). No es que sus opiniones tengan un plus, es que son opiniones fundadas.
O sea que hasta los 8 años (me gustaría saber de dónde sale este número) todos los niños tienen que jugar (más o menos) y luego los «paquetes» a casa. Interesante. A parte del valor de ganar al contrario me pregunto qué otros valores se les inculca así. La integración, la autoestima, la solidaridad, la tolerancia, el compañerismo… Dónde queda eso? Está claro que los niños con menos aptitudes no llegarán a una selección nacional, pero eso no les debe ni puede quitar de crecer y forjarse unos valores gracias al deporte. Además de que muchos deportes no están ligados necesariamente a ningún tipo de competición, lo que no quiere el esfuerzo no exista. Alguien aquí está confundiendo la competición de élite con el deporte. No es lo mismo. El deporte te ayuda a superarte a ti mismo, no a los demás. Los niños deben hacer deporte. Los de 8 años y los de 9 y los de 60. Aunque no sean los mejores.
En los países escandinavos nadie tiene que pagarse la educación pública (máster incluido), los paga el gobierno. Y no, parece que no les va tan mal. Tampoco estoy diciendo que les vaya bien sólo porque den becas.
Pues hombre, si alguien nombra Dinamarca, que alguien que viva allí haga observaciones le da un plus. Más que nada porque sobran españoles hablando de escandinavia, pero sólo para aplicar aquí lo escandinavo que se parece a lo de Mali.
Yo soy una paquete. He practicado deportes y he visto cómo por no entrenar tanto, por no tener habilidades, no he seguido subiendo. No estudié Medicina porque era mala con las matemáticas en BUP. Lo asumo. Y claro que acepto las críticas. Es más, me doy por satisfecha por haber suscitado el debate. Y me encantaría saber más de Dinamarca, donde, por cierto, creo que entran muy tarde a la universidad y no estudian tantos como aquí.
El hecho de que no sigas subiendo por no tener habilidades (en competición, imagino) no es un buen motivo para que alguien te ponga en el banquillo siendo un niño. Hay muchos deportes que no tienen que ser necesariamente competitivos. Yo hago alpinismo, escalada, bicicleta, artes marciales, esquí, corro, nado, etc. No soy ningún paquete, pero nunca he competido en nada. Disfruto lo mismo del deporte que el que tiene más o menos aptitudes que yo. Es precisamente a las personas con menos aptitudes (físicas y/o psicosociales) las que más beneficios obtienen del deporte. Apartarlos, sobre todo cuando son niños, me parece una barbaridad. Pero a lo mejor te referías al deporte de élite.
Ahora, estoy completamente de acuerdo en que una lacra de la universidad española (que imagino ambos hemos sufrido) es que muchos mediocres han llegado a directores de departamentos (no quiero saber cómo) y gustan de rodearse de otros mediocres. Estoy de acuerdo en que la meritocracia tiene que tener más peso en el sistema educativo (también en la política, la sanidad, etc). Pero el mérito es muy difícil de medir. Las publicaciones son una forma de medirlo en investigación. No la mejor, desde luego, pero es mejor que nada.
PS: espero que de todas formas sigas haciendo deporte toda tu vida, aunque no te hayan llevado a Sochi. Un abrazo ;)
El nepotismo es el problema de este país, la meritocracia solo existe en el ámbito deportivo, mientras que debería darse en todos los aspectos de la sociedad. Está visto que estamos gobernados por personas egoístas y capitalistas que solo buscan su propio beneficio y el de sus seres queridos, para progresar deberíamos tener un gobierno altruista, que al fin y al cabo se vería recompensando por la producción y niveles de bienes del país.
No, el nepotismo es un problema universal. Este firmemente enraizado en nuestros genes, y responde a una necesidad evolutiva de superviviencia, no ya del individuo, si no de su familia y grupos afines. Deben establecerse mecanismos para limitarlo, por supuesto, pero no podemos quedarnos en la superficie y achacarlo a un problema exclusivamente moral o nacional.
Y lo que te he dicho, se aplica al gobierno. Deberiamos tener un gobierno altruista. ¿Como? ¿Como se mide el altruismo?. ¿Y una persona altruista necesariamente va a ser un buen gobernante?
¿Tener ideas de izquierda? Fantástico y necesario. Pero por el amor de Dios, que cristalicen en mecanismos eficientes y prácticos.
Meritocracia es trabajar por las noches para poder pagarte una carrera seria. Qué curioso que siempre acaben hablando de estos conceptos niños o niñas de papá de familias con posibles que no han dado un palo al agua en su vida. Luego estos mismos pijitos son los que llaman «buenistas» (otro detector espléndido de «neoliberales) a los que nos parece justo que todo el mundo tenga igualdad de oportunidades. Mucho tolai de colegio opusino hablando sin saber lo que es realmente esforzarse en la vida.
Suscribo lo que dice el artículo, y además añadiría que en una competición limpia, sea el ámbito que sea, si pierdes te duele pero lo aceptas porque los demás han sido mejores.
Pero ver tratos de favor, enchufes o cuotas políticamente correctas, ver que otro pasa por delante de ti por causas ajenas a su mérito… eso te hierve la sangre y te amarga y no hay manera de poder aceptarlo.
En general, si se pierde en una competición limpia mucha gente lo que hace es sospechar que la competición no ha sido limpia – este va dopado, aquél ha hecho trampas, el árbitro no me ha pitado esa falta, esa bola no había entrado, etcétera.
¿Cuántos tratos de favor o enchufes has presenciado de primera mano? Supongo que al igual que yo, no muchos, aunque haberlos haylos. Pero claro, hay que pensar que el nivel de enchufismo es altísimo porque lo contrario sería reconocer que quizá los demás son mejores que nosotros y claro, cualquiera lo asume.
Es triste leer los comentarios.
El articulo me parece impecable.
A la excelencia se llega, incentivando que ser mejor cada día reporte beneficios, y eso se obtiene a traves de la competitividad, o si lo preferis para que nos de urticaria con la palabra, a la diferenciación entre el que hace las cosas bien, y el que no las hace bien.
Sin embargo algunos se ponen a decir que los deportistas son unos niños de papa (Nadal, sera de buena familia, pero ojala todo el mundo tuviese su etica de trabajo, su capacidad de sufrimiento y su respeto por los demás) o que la articulista en cuestión es una niña de papa.
¿Y dice usted que Ayn Rand ha muerto?
Por donde empezar… ¿quién define lo que es meritorio y lo que no? ¿debe una sociedad «dejar en el banquillo» a aquellos que no encuentran en qué destacar según esas definiciones de mérito? ¿Israel Ruiz no sale precisamente de una universidad española? ¿si el ibuprofeno es bueno para el catarro porque no lo usamos para curar el cáncer?
La podredumbre que provoca el dominio de los mediocres (yo no, por supuesto, yo soy excelente) es sin duda un asunto a tratar, pero la medicina no son pastillas de elitismo, porque una sociedad solo coincide con los objetivos del deporte de élite (ganar a toda costa) cuando se entra en guerra.
Buen articulo aunque el ejemplo del deporte no se si es el mejor.
Se nota que no sabes de futbol, para llegar a primera o eres un crack o tienes padrino. Ej: Hijo de Michel.
Claro que intento hacer deporte. Me encanta. Me refería al deporte de élite. Y a la falta de educación de élite que tenemos. Y al miedo a la palabra élite.
Si la palabra élite no te da miedo es que no has entendido bien qué significa. «Élite» solo es una buena palabra si te incluye a ti.
El artículo defiende la nueva ley de educación del ministro Regüeldo.
Dado que ese individuo sólo gusta de fútbol y toros, detesta la cultura y odia la ciencia, nuestra plumilla obra en consecuencia y alaba la falsa «meritocracia» del deporte.
¿Ignora la buena mujer que el deporte de élite en España es cuestión de estado y vive de las subvenciones «café para todos» que tanto dice detestar?
¿Olvida que para unos pocos deportistas con contraros supermillonarios, la gran mayoría tiene que pagar por hacer deporte? ¿Le parecerá esta desigualdad extrema en el reparto de la riqueza una situación ideal para la sociedad?
Así parece cuando dice que la educación ha de incentivar los resultados, sabiéndose como se sabe que los mejores colegios están en los barrios adinerados y los peores en los de rentas más bajas. Según élla tenemos que ayudar a los ricos y dejar que se hundan los pobres. ¡Pero no detestemos la palabra élite!
En otra formidable inversión, La Universidad -que parece por su propia definición inclusiva para todo el mundo- ha de purgarse de mediocres y ser un centro selecto para la gente con posibles. Mientras el ministro Regüeldo sigue sin pagar las becas correspondientes a este curso, a ver si los no-beneficiarios desisten y abandonan los estudios.
Las palabras y las obras.
Hace cien años se veía normal que las mujeres no pudiesen votar.
Hoy, en el 2014 en un país en el que los niños ni siquiera tienen garantizada la igualdad en salud y educación (ya es que ni nos planteamos hablar del acceso a zonas verdes o instalaciones deportivas, piscinas o clases de música) viene esta buena señora a soltar un speech sin pies ni cabeza sobre meritocracia.
Y luego va y habla del miedo a la palabra élite, del latín eligere (significa ‘elegir o seleccionar’) . Nos hemos acostumbrado tanto a la desigualdad que a veces la tenemos delante de nuestras narices y ni la vemos.
Nivelazo jotdown. Pero nivelazo, eh. Elitoso a más no poder.
Desde luego tú eres un buen ejemplo de lo que expone el artículo. Has tenido la misma oportunidad que los demás de leerlo pero tus conclusiones son mediocres.
Todo el mundo debe tener las mismas oportunidades, hasta aquí me entiendes, no?
Después de dar oportunidades a todos, se coge a los mejores y se invierte en ellos para que en el futuro esa inversión devuelva beneficios. Lo que no entendéis algunos es que si no lo hace España otros países lo harán y en algunos años aquí además de nadar en la mediocridad nadaremos en la ruina más absoluta.
Me has convencido. Llevas razón, es que no lo había leído bien. Gracias por abrirme los ojos, Albers, cómo se nota que eres un tío TOP. NIVELAZO.
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El mejor incentivo para que la gente se esfuerce en aprender y las instituciones académicas compitan es que los estudiantes vean en su entorno, y en los medios de comunicación, que ese esfuerzo tiene recompensa.
Pero es que no es así. Uno mira a su alrededor y ve que en la política llega a lo más alto gente que nunca ha hecho nada destacable, ni siquiera discreto, salvo saber ponerse a la vera del que mandaba. En las empresas privadas, tres o cuatro cuartos de lo mismo.
El único campo en el que hay algo parecido a una meritocracia es en el funcionariado. De ahí que los mejores estudiantes enseguida acaben de funcionarios o en el extranjero. Es la única manera de aprovechar su talento. Aquí, sin padrinos, sólo pueden acceder a subempleos precarios y explotados. Y si demuestran su valer, sólo conseguirán más trabajo por el mismo sueldo ridículo.
Gracias, Epicureo, porque es eso justo lo que quería transmitir. O el deporte.
Los cincuenta subsaharianos más fuertes y ágiles han logrado entrar en Melilla saltando la valla esta mañana #meritocracia #élite
Como profesor universitario que soy, ojalá que tu símil deportivo calase entre padres y alumnos. Estupenda reflexión
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Gran artículo totalmente de acuerdo con la meritocracia del deporte. Lo compartiré. Un saludo amigos.
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