El ajedrez tiene nuevo monarca y, admito que un poco para mi sorpresa, la prensa internacional le ha dedicado al suceso una atención prácticamente inaudita desde los tiempos del reinado de Garry Kaspárov. Aunque la verdad es que por diversos motivos, entre ellos su precocidad, era previsible que Magnus Carlsen obtuviese mayor atención mediática que por ejemplo Vladimir Kramnik o que su reciente rival y ahora excampeón Viswanathan Anand, nombres que el gran público seguirá sin reconocer (excepto, claro, el público indio que idolatra a Anand).
Pero, ¿quién es Magnus Carlsen y qué significa su victoria para el mundo del ajedrez?
Como bien sabemos fue un niño prodigio que a los trece años ya lucía el título de Gran Maestro de ajedrez. Esto es, lo obtuvo un año y poco antes que Bobby Fischer, jugador con el que se lo está comparando muy a menudo en estos días (en estas líneas analizaremos con más detalle esas comparaciones). Si bien es cierto que obtener la norma de GM era bastante más complicado y meritorio en los tiempos de Fischer y que en décadas recientes es más fácil, y que ha habido otros jugadores —más o menos una veintena— que lo han conseguido antes de los quince años, la diferencia entre Carlsen y varios de esos Maestros precoces es que prácticamente desde sus comienzos se señaló al noruego como destinado para la grandeza. Hoy ha cumplido todos esos presagios venciendo con tremenda facilidad al ya excampeón Anand y obteniendo el título mundial a una edad insultantemente temprana: únicamente Kaspárov fue campeón con menos edad, aunque por una diferencia de meses.
Ahora nadie tiene muy claro dónde está el límite del joven Carlsen, que llevaba dominando el ajedrez desde hacía un par de años y a quien solamente le faltaba consagrarse en una final mundial. Una vez en el trono, a nadie se le ocurre quién podría ponerlo en problemas. Fischer tuvo a Spassky. Incluso Kaspárov, en su larguísimo reinado, tuvo que pasar bastantes aprietos frente a Kárpov, el campeón al que él mismo había destronado. Anand, obviamente, ha tenido a Carlsen. Pero Carlsen, ¿a quién tiene?
De momento, no tiene a nadie. Grandes Maestros y expertos están hablando con admiración de Carlsen y la opinión general es que tiene la oportunidad de dominar de manera casi aplastante. Se dice incluso que puede terminar siendo —en fuerza de juego, que no en número de años, donde aún le quedan dos décadas para batir a Kaspárov— el ajedrecista más dominante desde Bobby Fischer en la etapa 1970-72. Esto es, se lo compara con el Fischer más legendario. De hecho, GM español Miguel Illescas ha dicho que no había visto un jugador con semejante voluntad de triunfo desde la súbita retirada del estadounidense.
¿Tienen sentido tantas comparaciones con Fischer? Recordemos que Bobby Fischer, pese a lo extraordinariamente breve de su reinado y pese a su posterior decadencia personal, tiene una aureola dentro del mundo del ajedrez que casi ningún otro deportista ha creado en ninguna otra disciplina. Como leyenda Fischer es más en el ajedrez que Maradona en el fútbol, que Roger Federer en el tenis, incluso más que Michael Jordan en el baloncesto. Su aureola mágica probablemente solo sea comparable a la de Muhammad Ali en el boxeo. Ya no se trata de que sean los mejores o no. Sugar Ray Robinson era tan bueno, si no mejor, como Ali. Kaspárov tiene tantas papeletas o más que Fischer para ser considerado el más grande. Es otra cosa. Se trata de que hablar de Fischer es como hablar de Einstein o de Picasso: en el subconsciente colectivo, incluso hoy, su apellido es sinónimo de «genio universal». Que te comparen con Fischer es tanto una bendición como una posible losa. Pero la gente está incluso saltándose las comparaciones de Carlsen con Garry Kaspárov, el ajedrecista que sentó los nuevos estándares, y el propio Kaspárov insinúa que el único récord que le podría quedar en pie cuando Carlsen se haya retirado sea el de continuar siendo el campeón mundial más joven de la historia, marca que el noruego ya no puede arrebatarle.
Aparte de su precocidad, uno de los principales motivos de comparación con Fischer es la manera en que Carlsen, por sí mismo, ha devuelto el ajedrez a las primeras páginas de los periódicos y a las noticias de la televisión. Esto es algo que no sucede a menudo en el ajedrez, si bien es verdad que cuando ocurre, ocurre a lo grande. Kárpov y Kaspárov lo consiguieron durante los ochenta, si bien necesitaron construir una rivalidad tan marmórea como fogosa y rayana en el odio personal. Cierto es que aunque Kárpov no haya sido un favorito del público por sí mismo, Kaspárov sí fue un campeón extremadamente carismático que se las arregló para estar siempre en primera plana, haciendo cosas tan importantes para la difusión del ajedrez —y tan comprometidas para su prestigio, al menos en su día— como los tremendos enfrentamientos con las supercomputadoras tipo Deep Blue. Quizá no haya sido el campeón más simpático, pero tampoco lo era Fischer. El carisma y la simpatía no son exactamente la misma cosa.
Carlsen, a su manera, tiene una cualidad de estrella que —para ser francos— yo no veía en él hace tan solo unos años. Era un chaval de aspecto apocado que parecía destinado a ser un nuevo Kramnik, alguien que solo interesaba a los aficionados. Desde luego no presentaba el trasfondo romántico y novelesco del quinceañero Fischer, el niño de un barrio humilde que sale adelante con la única ayuda de su tablero. Tampoco tenía ese aspecto desvalido y enternecedor del chaval humilde que va siempre despeinado, ataviado con camisas baratas de cuadros, tan flaco que uno se pregunta si le llegaba para cenar todos los días (y no, no le llegaba). Sin embargo, en los últimos años el noruego se ha ido acostumbrando a atención mediática y está aprendiendo a exprimirla para obtener notoriedad: posa en sesiones de fotos publicitarias con Liv Tyler, se deja ver en sociedad con la gente guapa, sonríe a las cámaras y se muestra relajado y seguro ante los reporteros. Será famoso por motivos distintos a los de Fischer, pero lo será. Bastaba con contemplar las ruedas de prensa de esta final: la presencia de Carlsen eclipsaba a un ensombrecido Anand, que casi parecía consciente de estar siendo relegado a un segundo plano (de cara a la prensa mundial, al menos).
Y no solamente eso; también hemos descubierto que bajo el aspecto inofensivo de Magnus Carlsen se esconde un campeón con mentalidad de tiburón. Algo que sí tiene en común con Fischer es el ego: el nuevo campeón, con toda franqueza, decía hace ya tiempo que se veía «con posibilidades de dominar como lo hizo Fischer». De hecho, su capacidad de lucha en los tableros es similar a la del estadounidense. Kaspárov ha dicho que Carlsen es «un maximalista, como Fischer»; esto es, alguien que detesta los empates fáciles y para quien solo cuenta la victoria. Carlsen ha hecho cosas tan interesantes como el jugarse perder el título en algún torneo llevado simplemente por su ego de competidor: cuando le bastaba un empate para llevarse el trofeo, se ha empeñado en alargar una partida solo porque le molestaba que su rival estuviese buscando el empate de manera más o menos ladina y subrepticia. Ha querido ganar para quebrar el ego del oponente, algo que para Fischer, según confesaba, era el momento más satisfactorio del ajedrez. Magnus, también como Fischer, ha dejado pasar alguna oportunidad de pelear por el título mundial porque no estaba de acuerdo en la forma en que se organizaba. Lo ha hecho de forma menos traumática e inexplicable, pero lo ha hecho.
Eso sí, quizá ahí terminan las comparaciones con Fischer. No son el mismo tipo de individuo, ni de lejos. Carlsen goza del apoyo de una familia normal que lo arropa y lo acompaña a los grandes torneos. Tiene un entorno que mira muy mucho por su desarrollo como persona. Fischer no tuvo nada de eso. Era literalmente un lobo solitario casi desde la infancia, con una madre disfuncional y una hermana que hacía su propia vida. Desde los dieciséis años, Bobby vivía y viajaba completamente solo, sin permitir que nadie se inmiscuyese en sus asuntos. Es verdad que en el caso de Magnus, siendo un jovencito de veintidós años al que individuos de enorme talento consideran un genio, es casi inevitable que tenga el pavo subido. Normal. A los veintidós años Fischer era más retraído, tímido y mucho más elusivo con la prensa pese a su enorme popularidad, y pese a que en realidad su carácter era bastante más fuerte y marcado que el de Carlsen. Pero tampoco el noruego se queda corto a la hora de hablar con toda naturalidad y sin asomo de modestia de sus propios méritos.
Por otro lado, ¿se podrían establecer comparaciones entre Carlsen y Kaspárov, más allá de que ambos han obtenido el título casi a la misma edad? La verdad es que ambos son muy diferentes. El ruso, de hecho, fue entrenador del noruego durante un año aproximadamente… pero nunca llegaron a encajar. Carlsen dijo después que Kaspárov era demasiado intenso y que su frenético sistema de entrenamiento le impedía disfrutar del ajedrez. Kaspárov, por su parte, reconoció que Carlsen tenía su propia forma de hacer las cosas y que a él le resultaría imposible imponerle sistemas nuevos de funcionamiento. Ambos son competidores feroces, pero lo son de distinta manera. El propio Kaspárov ha dibujado las diferencias entre ambos: el ruso se entrenaba con dedicación espartana y aunque era un jugador de gran fantasía e imaginación, admite que durante las partidas tenía que realizar un enorme esfuerzo mental para encontrar aquellas combinaciones de jugadas que en no pocas ocasiones podían dejar boquiabierto al más curtido especialista. Sin importar que su estilo fuese más bien agresivo y muchas veces basado en la inspiración del momento, se preparaba concienzudamente y estudiaba a fondo la teoría. Quizá parte de la culpa la tuviese el hecho de que su máximo rival fuese un ajedrecista con un juego tan metódico y difícil de afrontar como el de Anatoly Karpov.
Magnus Carlsen, por el contrario, difícilmente produce partidas de esas que son como espléndidos cuadros de Velázquez. Lo suyo es algo aparentemente más sencillo. En cuanto a estilo de juego, la comparación apta para Magus Carlsen no es Bobby Fischer ni Kaspárov, sino José Raúl Capablanca: el nombre no suena mucho al público de hoy, pero en los años veinte Capablanca fue una figura de fama internacional y su ascenso mediático tuvo muchas cosas en común con el de Fischer y con el de Carlsen ahora. Pues bien, Capablanca jugaba un ajedrez muy sencillo en comparación con el de otros Grandes Maestros, basado única y exclusivamente en su capacidad innata para captar casi de un vistazo la naturaleza exacta de una posición sobre el tablero. Allá donde Kasparov —de talento comparable, aunque sea otro tipo de talento— se quebraba los sesos para obtener resultados más visualmente espectaculares, Capablanca se limitaba a detectar rápidamente las jugadas más correctas y menos arriesgadas, a esperar que fuese el rival quien cometiese un error. Pues bien, con sus debidas diferencias, ese mismo es el estilo de juego de Carlsen. Su capacidad innata para entender la posición está en la línea. Su sencilla estrategia, también, y él mismo lo resume de manera igualmente directa: «me limito a jugar hasta que el otro comete un error». Parece fácil decirlo, pero es difícil hacerlo. Incluso los más grandes ajedrecistas cometen errores gruesos, porque son humanos y porque la competición es dura, es cansada, y se ve afectada por muchas circunstancias. Pero Carlsen comete menos errores que nadie. Busca siempre llegar a finales de partida con pocas piezas en donde prima el «juego de computadora». Y ahí no tiene rival. Es como una máquina y su precisión desmoraliza a cualquier oponente. Como sucedía con Capablanca.
Su estilo posicional también puede ser comparado con el Kárpov, porque Carlsen no es un jugador artístico ni de ataque como Kaspárov. En realidad su juego tampoco se parece al estilo de su idolatrado Fischer, que sí, tenía mucho de jugador posicional, pero con una especie de armonía sinfónica y una capacidad de emponzoñar inadvertidamente las partidas que están ausentes del juego de Carlsen. El propio noruego ha admirado siempre ese estilo («lo que me inspira de Fischer es que hacía parecer lo fácil lo que en realidad era extraordinariamente difícil») pero su propio ajedrez es más maquinal, sin el componente de poesía y belleza. Casi cualquier espectador preferirá mucho antes el estilo de ataque de Kaspárov o de presión maligna de Fischer, estilos muy diferentes entre sí pero muchas de cuyas partidas producen emociones de naturaleza verdaderamente artística, más evidente en el caso de Kaspárov, más sutil en el caso de Fischer. Carlsen, por el contrario, será un jugador demoledor pero menos vistoso, como lo fue Kárpov en los setenta, o Petrosian en los sesenta, o Botvinnik en los cincuenta, o Capablanca en los veinte y treinta. Y el arte es un componente del ajedrez, y no lo digo yo: campeones mundiales como Alekhine, Mijail Tal o el propio Kaspárov han situado no pocas veces la belleza por encima de la eficacia, al menos al mismo nivel. Incluso Bobby Fischer, al que no le gustaba hablar de arte y sí de eficacia, desprendía ese bouquet del genio que está portando algo especial que va más allá de la lógica.
Por decirlo de otro modo, tal vez ligeramente inexacto pero ilustrativo: Kaspárov era como una mezcla entre la selección alemana de fútbol y el Brasil de Zico o Pelé. Esto es, por un lado hay que estar preparado en defensa y medio campo como los alemanes, pero por el otro hay que jugar bonito y subir a por el gol a la primera oportunidad. Esto, claro, hizo de Kasparov un campeón que dominó dos décadas. Fischer era como la «naranja mecánica» de Rinus Michels y Cruyff o más bien como selección española de Luis Aragonés: se pone el método por encima de todo, se mantiene el balón a base de talento, pero conforme pasan los minutos se empieza a apretar hasta que el rival se ve ahogado en su área. Karpov era casi como la Italia tradicional: defender y defender, con un juego poco llamativo, aunque en el fondo sin perder del todo la portería rival de vista. Carlsen es más como la España de Del Bosque que obtuvo el Mundial: pase horizontal, sin arriesgar, no perder el balón ni cometer errores, y confiar sabiendo que al rival le costará Dios y ayuda meter un gol… jugar a esperar el error del contrario y ganar por 1-0, aunque al día siguiente la prensa diga que el partido fue un aburrimiento total. Carlsen aburrirá porque puede permitirse el lujo de jugar con esa total sencillez y con ese método infalible, sabiéndose de talento muy superior al del resto.
Pero sí que hay un aspecto revolucionario en él. Magnus Carlsen es el primero de los grandes campeones que ha crecido completamente en la época de las supercomputadoras de ajedrez, hoy una herramienta indispensable de entrenamiento. Y de hecho su juego es, de entre todos los mejores jugadores de la actualidad, el más parecido al de una computadora, el más frío, el más milimétrico. Pero curiosamente es el menos computerizado de entre los mejores jugadores del mundo. En comparación con sus oponentes, estudia poca teoría. Él mismo lo dice: es un ajedrecista perezoso. Entrena, claro, pero no tanto como se esperaría que entrenase un campeón mundial a estas alturas.
Y esto es una auténtica sorpresa. Con ello rompe de forma verdaderamente chocante una tradición que se remonta mucho tiempo atrás. El éxito de la escuela soviética sentó una nueva máxima: para ser el mejor, hay que estudiar, y mucho. Mijail Botvinnik, primer campeón soviético, fue un ejemplo a seguir con su aproximación metódica al ajedrez. Bobby Fischer, sin ir más lejos, fue un estudioso de dedicación casi fanática. Incluso campeones más bohemios e imaginativos como Boris Spassky o Mijail Tal pasaron por su etapa de intensa preparación teórica, aunque la abandonasen después. Pero especialmente desde la llegada de Kaspárov la teoría estaba adquiriendo tanta importancia que a juicio de muchos amenazaba con devorar al ajedrez como espectáculo. En los últimos años se ha hablado muy mucho de la posibilidad de imponer el sistema del «ajedrez aleatorio», el llamado Ajedrez 960 o «ajedrez Fischer», perfeccionado y propuesto por Bobby Fischer durante su precoz retiro en los setenta. ¿Por qué? Pues porque muchas partidas se estaban volviendo aburridas, como proféticamente previó Fischer en su momento. Los mejores jugadores del mundo, con ayuda de los ordenadores, se aprenden de memoria un repertorio extensísimo de aperturas y variantes. Toda la parte inicial de una partida puede ser la mera reproducción de lo que se ve en los manuales de teoría ajedrecística, sin salirse un centímetro. Algo que no sorprende ni excita a los espectadores. Ni siquiera a los analistas. A nadie le gusta ver una competición de empollones. Los aficionados al ajedrez, por lo general, quieren ver cosas sorprendentes y hacen muy bien en preferirlo.
Carlsen tampoco juega el ajedrez más bonito o sorprendente del mundo. Pero sí se ha salido de una norma que parecía inquebrantable: en las partidas hace jugadas que no están en los análisis convencionales, arriesgándose pero también obligando al rival a pensar por sí mismo y a ponerse en la misma situación de incertidumbre. Esto es un giro inesperado en pleno siglo XXI. Carlsen lo hace porque le funciona, porque sabe que si se sale de los caminos trillados se equivocará menos que el rival, aprovechará la más mínima ventaja y ganará la partida. Esto lo hace irresistible. Y a su manera revolucionario. En plena Edad de la Teoría, pese a haber crecido rodeado de máquinas que le han permitido aprender en meses y con un click de ratón lo que a Fischer o Kasparov les costaba años de estudio entre montañas de libros, ha resultado salirse por la tangente, ha roto moldes en esta generación. Como hizo Fischer en la suya. No parecía posible que un ajedrecista llegase a campeón con este enfoque heterodoxo. Evidentemente, se necesitaba un ajedrecista de condiciones excepcionales para hacerlo. En ese sentido, Carlsen sí puede tener ciertos paralelismos con Fischer.
Además, su situación competitiva actual se parece a la de Bobby en 1972. Es decir: ¿quién puede destronar a Magnus Carlsen? Aparentemente nadie de entre el actual Top Ten. Nadie de su generación o de las anteriores. Una situación no inédita, pero sí bastante infrecuente en ajedrez. Parece que no perderá el trono en bastante tiempo. Nunca pueden afirmarse estas cosas con total seguridad, claro, porque la vida da muchas vueltas. Pero al igual que Fischer en 1972 o que Capablanca en 1926, Magnus parece haberse quedado sin rivales. Nunca sabremos qué hubiese pasado con Fischer de no haberse retirado antes de cumplir los treinta sin poner su corona en juego, pero hay una cosa casi segura: una vez ganó y desmoralizó a Spassky, ya no había ningún ajedrecista de su generación con claras opciones de destronarle. Solamente un jugador más joven, de la siguiente generación, que hubiese crecido aprendiendo de Fischer y acostumbrándose al nuevo paradigma por él impuesto, hubiese tenido oportunidad de hacerlo. Es muy posible que Kárpov o Kaspárov hubiesen ganado a Fischer, aunque solo fuese por efecto de la edad y del progreso inevitable de la disciplina ajedrecística, pero también porque la revolución fischeriana no les pillaba de sorpresa como sí sucedió con sus coetáneos. Pues bien, de manera similar quizá tengamos que esperar a que un joven jugador surgido a rebufo de Magnus Carlsen, que haya crecido estudiando su estilo de juego —bien para imitarlo, bien para contrarrestarlo— aparezca de la nada y sea quien le arrebate la corona.
Por supuesto, cabe la posibilidad de que Carlsen se descentre, o ceda a la presión, o de que flojee durante una final por motivos inesperados. Puede que pierda frente a Anand o frente a cualquier otro de los grandes nombres actuales. Podría pasar, sí. Pero es poco probable. Carlsen es un jugador frío, como lo era Kárpov y como lo era (frente al tablero al menos) Bobby Fischer. Las cosas no le afectan demasiado, que sepamos. Se sienta, mueve sus piezas, y ya puede desplomarse el techo que su determinación no se ve afectada lo más mínimo. Fischer no se levantaba de su silla ni en mitad de un apagón. Kárpov jamás movía un músculo de la cara ni en lo más crítico de una final. Y Carlsen tiene un poco de ambos, así que va a ser difícil derrotarle y de momento solamente él y sus circunstancias pueden provocar su caída. Además, como venimos diciendo, Carlsen no es Fischer. Magnus Carlsen es —dentro de lo que cabe, claro— una persona normal. No me lo imagino en una secta evangélica, ni ausentándose de la competición durante meses. No va a desaparecer dentro de un par de años por motivos que nadie comprenda.
Por lo demás, el ascenso de Magnus Carlsen al trono es una gran noticia para el ajedrez. Como en los videjuegos, su nivel de carisma ha mejorado con el tiempo y ahora es un individuo popular que va a devolver mucha popularidad al deporte-ciencia. Anand, con todas sus virtudes, no tenía esa cualidad estelar excepto en la India, donde sí es un ídolo de masas. Pero hasta esta última final, cuando se ha enfrentado a Carlsen, ya podía usted preguntar a la gente por Anand que apenas un ínfimo porcentaje del público sabía a quién nos referíamos. En cambio, la gente sí va a saber quién es Magnus Carlsen, y esto solo puede ser positivo para el ajedrez.
Lo mejor de todo, lo verdaderamente ideal aunque puede que pasen años antes de que lo veamos, será el instante en que surja un rival a su medida. La rivalidad es lo primero en un deporte, al menos en cuanto a los espectadores y la Historia se refiere. La auténtica leyenda nace no de los grandes campeones, sino de los grandes campeones que tienen rivales a su medida. Y con suerte, si surge un oponente a su medida, con Carlsen podríamos vivir campeonatos casi tan intensos como los cinco Kárpov-Kaspárov de los años ochenta. O como los Kárpov-Korchnoi de 1978 y 1981. O por supuesto el Fischer-Spassky de 1972. De hecho bastaría con que fuesen la mitad de intensos que cualquiera de los citados, no más. A día de hoy, Magnus Carlsen tiene hambre de gloria y confiemos en que la mantenga cuando aparezca su hipotética Némesis, lo cual podría proporcionarnos enfrentamientos épicos.
En todo caso, es fascinante sentir que estamos asistiendo a la Historia. Queda muy mucho por desentrañar, ya que el noruego no ha cumplido los veintitrés y apenas lleva una semana como campeón. Pero se intuye que podría llegar a retirarse habiendo sido uno de los más grandes talentos naturales que hayan pasado por el mundo de las sesenta y cuatro casillas. Ni siquiera parece aberrante la posibilidad de que por sus logros ajedrecísticos se termine convirtiendo en una figura cuyo nombre sea mencionado junto al glorioso y selecto grupo de los Kaspárov, los Fischer, los Capablanca. Es pronto para afirmarlo, está claro, pero la posibilidad está ahí, y eso ya es mucho decir. El noruego tiene los mimbres para hacer cosas muy grandes. Su película, en todo caso, acaba de comenzar. Nadie espera un drama como el protagonizado por Fischer. Magnus Carlsen no es Bobby Fischer, pero es que eso es imposible y tampoco hace ninguna falta. Contemplar la grandeza en una disciplina es un placer para los sentidos y para el espíritu, siempre. Y preguntarse quién, cómo y cuándo derrotará al nuevo rey, de dónde surgirá el aspirnte y en qué momento sabremos de quién se trata, es una fascinante intriga. Tal vez sea un niño que está ahora practicando con su tablero en alguna escuela y cuyo nombre no hemos oído mencionar. Quién puede afirmarlo. Así que no sé ustedes, pero yo voy a por mi cubilete de palomitas. No quiero que la historia del ajedrez me pille desprevenido.
Genial artículo. Me ha gustado mucho a pesar de no tener ni idea de Ajedrez.
Una pequeña errata: «de no haberse antes de cumplir los treinta sin poner su corona en juego». Supongo que falta la palabra «retirado».
Un saludo
Hola Diego,
Gracias por señalar la errata. Lo corrijo. Habré pensado la palabra antes de escribirla y se me habrá olvidado teclear…
Un cordial saludo.
Gracias por el artículo,por mucho tiempo no leía uno de Ajedrez tan bueno y bien escrito.
No habrá un nuevo Robert Fischer,cada jugador es único.
Tonterías. todo el mundo sabe que el nuevo Bobby Fischer es Bart Simpson:
http://www.youtube.com/watch?v=2LwZTkidnN8
Suscribo lo dicho por Diego…»Genial artículo. Me ha gustado mucho a pesar de no tener ni idea de Ajedrez.»
Es curioso porque nunca me ha interesado profundizar en el ajedrez como jugador pero siempre me han fascinado sus historias. Escuchar a Leontxo las mañanas de los sábados hablando de jugadores o sentarme a que jugadores amateurs, pertenecientes a un club cercano a un cafetería donde coincidimos, me cuenten historias de sus ídolos cuando no se ni hacer ni el jaque pastor puede resultar paradójico pero a mi me sucede. Nunca he tenido ganas de aprendera jugar al ajedrez (conozco las reglas pero no se jugar) pero me fascinan las historias de ajedrecistas….curioso
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Estupendo artículo, enhorabuena, describe de manera excelente la magia del ajedrez y la variedad de estilos de los grandes maestros. Como neófito solo echo en falta saber la opinión del autor sobre la talla de Anand, si realmente lo considera un campeón de los que marcan época, un “peso pesado” histórico, puesto que ese factor ayuda a dar la medida de la ya de por sí gran gesta de Magnus Carlsen. Y ya que utiliza muy gráficamente el símil futbolístico de las selecciones, la misma pregunta que todos llevamos haciéndonos toda la vida con Pelé, Maradona, Di Stéfano, Cruyff, Messi… ¿Quién es el mejor o, en este caso, más bien, quién ganaría en un cara a cara: Fischer, Kaspárov o Carlsen? Son épocas diferentes, sí, pero seguro que cada cual tiene su opinión.
Excelente atículo, muchas gracias. Pero las comparaciones siempre son odiosas. Ni tiene los rivales de supernivel que tuvo Fischer en su época, ni el ajedrez es hoy parecido al de entonces por la influencia de la informática, ni los ciclos del campeonato del mundo son tan exigentes como eran antes.
Que es un figura, no cabe duda. Pero en época de Fischer para ser campeón del mundo tenías que superar al vigente campeón y a varios excampeones y a una pléyade de fortísimos grandes maestros. Para que la comparación se pudiera considerar Magnus Carlsen tendría que haber superado en su camino a la final, por ejemplo, a Kasparov, Karpov, Topalov, Kramnik, y algún otro, además de otros grandes maestros con capacidad para rozar el campeonato del mundo como Shirov y unos cuantos más. ¿Que están retirados? Sí, y ese es otro problema del ajedrez actual, la poca permanencia en activo de los grandes jugadores. Antiguamente dejaban de jugar practicamente cuando se iban a la tumba.
y la cronica de fischer cuando la termina? esto es una estafa (?)
Yo tambien espero la siguiente entrega de Fischer pero consideren esto; cuando Fischer logro ser campeon se recluyo y guardo silencio por 20 años. No creo que E.J. nos haga esperar tanto pero si que la espera ya ha sido larga y nos da una pequeña muestra de lo que Fischer hizo sentir a toda una generacion, una gran desesperacion de que no se enfrentara a Karpov y perdiera el titulo pero peor aun el negarnos mas obras de arte ajedrecisticas.
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No me ha gustado mucho el artículo. Lo veo increíblemente chovinista.
Para empezar, ¿quién es ese Gran Público que no conoce a Anand? El Gran Público que yo conozco no conoce a Anand, pero tampoco a Kasparov ni a Fisher.
Eso de que desde Fisher nadie ocupaba tantas portadas… nuevamente una visión totalmente occidentalizada del mundo, es decir, si algo no sale en los periódicos europeos es como si no existiera.
Por último, situando a Carlson como un cyborg invencible que no tiene contrincante. Vamos a ver, Caruana, dos años aun más jóven que él, le metió un repaso al noruego no hace ni medio año.
Poco riguroso y muy sesgado, lo siento.
Hombre, a Bobby y a Garry se les conoce, o mejor dicho, se les desconoce menos que a Anand.
Sin duda lo mas extraordinario de semejante artículo es plasmar los hechos de forma tan clara q no hace falta ser ajedrecista para reconocer lo que acaba de suceder y su trascendencia fuera de contextos referidos a un solo deporte, sino a su trascendencia humana persé, viva el ajedrez! Viva los q todos los juegan en sus diferentes niveles sin ellos no fuera posible tener semejante campeón!
«El ajedrecista ruso …» Si Kasparov lo lee se enfadaría , después de su participación en las luchas en favor de la independencia de la hoy república de Georgia .
Kasparov ha hecho campaña política en Rusia, incluso para la presidencia. Siempre se le conoció como El Ogro de Bakú (Azerbaian), pero que yo sepa siempre ha ejercido de ruso y lo sigue haciendo como opositor Putin.
Grandísimo artículo. El único detalle es que Jordan sí está al nivel de los monstruos que comenta. A mí el ajedrez me ha importado cero porque soy absolutamente negado pero tengo que reconocer que cada artículo sobre este deporte es como una droga, no puedes dejar de leerlos y no deseas que termine. El especial sobre Fischer es sencillamente genial. Gracias.
Desde mi punto de vista, Carlsen es una extraña síntesis de Capablanca, Kárpov y Fischer. Al cubano se asemeja en su intuición, concepto apenas definible que podríamos traducir como una asombrosa habilidad para detectar los matices más profundos de una posición con un golpe de vista. Es una habilidad que también han tenido otros campeones, si bien Capablanca rozaba lo milagroso. Sobre este particular, es bien conocida la opinión de Kaspárov comentando con admiración la habilidad innata de Magnus para desentrañar rápidamente los secretos de una posición. En cuanto a Fischer, Carlsen se asemeja en la presión constante. El americano tenía un juego más enérgico y directo, aparte de ser un maximalista (ya desde el principio de la partida se esforzaba en realizar las mejores jugadas sin eludir debates críticos de aperura), cosa en la que el juego de Magnus difiere, pero se parecen mucho en la presión constante a partir del medio juego, sin dejar que la partida sea tablas pese a un aparente equilibrio. Como el legendario genio de Brooklyn, Carlsen presiona hasta que los reyes están desnudos. Pero a quien más me recuerda es a Kárpov: esa sutileza, esa habilidad maniobrera, esa aparente facilidad, con sus piezas excelentemente ubicadas presionando al rival. Si examinamos las partidas de Kárpov entre 1972 y 1974 y las comparamos con las que ha jugado Carlsen en los últimos tres años el parecido es evidente. Kárpov era más sutil en su juego y Carlsen presiona mucho más, pero es a quien más se parece. Gran artículo, sr. Rodríguez.
Y ahí va mi apuesta: el gran rival de Carlsen, de aquí a cinco o seis años, será Fabiano Caruana. Siempre le ha resultado un rival incomodísimo al noruego, y Caruana tiene aún mucho margen de progresión. No veo a ningún otro que pueda hacerle peligrar como Campeón del Mundo en los próximos diez años. Sé que puede parecer raro, pero tampoco nadie previó en 1921 que Alekhine destronaría a Capablanca sólo seis años más tarde.
No lo comparto. El italoamericano es una suerte de chollo para el noruego. Cuando toca la tecla con una línea de apertura le hace pasar mal rato a Carlsen, pero lo usual es que sea al revés.
Apuesto por el chino de 14 años, el ucranio de 16 que llevaba un osito de peluche cuando era un niño y por lo que pueda hacer la artritis de Kramnik, que si le respeta puede darle un sinfín de problemas al noruego.
Caruana tiene el escore particular favorable.Creo que es más joven y su margen de mejora es grande tb.
Artículo muy entretenido. Hablando del tema, siento un creciente interés por el ajedrez. ¿Donde podría uno leer las novedades del mundillo?
en español tienes es.chessbase.com y http://www.ajedrez21.com. También http://www.chessvibes.com es una web excelente. Otra estupenda es http://www.chesscafe.com Eso para seguir la actualidad competitiva y de publicaciones. Hay muchas webs sobre el tema.
La proeza que realizó Fischer, no puede comparase con los logros que Carlsen atesora a dia de hoy. Posiblemente este último marcará también una época, pero Fischer tuvo que luchar solo frente al poderío ruso, con no menos de 10 jugadores de primer nivel ( Botvinnik, Thal, Spassky, Smyslov, Keres, Petrosian, Geller, Bronstein, Korchnoi, Taimanov, Averbach, etc, respaldados por toda una superestructura deportiva y politica que había convertido a la Union Sovietica en un gigante invencible del ajedrez. Es un hito que rebasa lo meramente deportivo y debe enmarcarse entre las grandes hazañas intelectuales de la humanidad. Posiblemente el tremendo esfuerzo personal que supuso llegar a ser campeón mundial y el gran sacrificio que hubiese conllevado mantener dicho nivel determinaron que Fischer no disputase de nuevo dicho titulo.
En cuanto al match contra Anand, salvo en las cuatro primeras partidas, en las que tuvo algunas dificultades que no supo aprovechar su rival, su juego se ha limitado a igualar la posición y rematar las partidas gracias a su gran dominio de los finales (posiblemente es incluso superior a Fischer en esta faceta) y también al hundimiento psicológico de su rival, a la par que el se fue creciendo tras un comienzo dubitativo.
Creo que si Kramnik mantiene el nivel mostrado en los últimos torneos, podría ser un rival a tener en cuenta en el próximo match.
Kramnik después del escándalo de Elista 2006 no lo veo como aspirante.Realmente,lo veo en la grada mirando.
En cuánto a Fischer,si hubiera jugado todo lo que han jugado los de su generación,hubiera sido campeón antes.No me imagino ser entrenado por un número uno como Kasparov.Fué campeón cuándo quiso serlo y de misericordia pues no se había clasificado para jugar el Interzonal.
A mi me parece que Carlsen utiliza el juego psicologico de Lasker, logico que su juego se compara muchisimo a Karpov, Capablanca, pero su juego de Carlsen es muy ambiguo ok, asi que no se sorprendan si cambia al estilo agresivo mismo Tal!!!, pues asi lo demostro con ANAND!! –
Estupendo artículo, pero qué desafortunada, una vez más, la comparación del ajedrez con el fútbol.
http://www.jotdown.es/2011/10/leontxo-garcia-la-neurosis-del-futbol-hace-mucho-dano-al-periodismo-deportivo-y-a-la-educacion-ciudadana/
Buen artículo, independientemente de que se esté o no de acuerdo con todo lo que se dice.
Reconozco que siempre he idolatrado a Fischer (y en 2º lugar a Capablanca), no sé si seré objetivo. El caso es que Fischer se permitía el lujo de jugar aperturas consideradas inferiores y ganar las partidas (espectacular el caso del Ataque Fegatello: arrasó en 2 partidas y no lo volvió a jugar porque reconocía que era malo para las blancas). Pero lo más destacado fue su capacidad para derrotar sucesivamente a una serie de grandes maestros soviéticos (probablemente la época de mayor nivel del ajedrez soviético en toda su historia), así como la espectacularidad de su camino hacia el título mundial (6-0 a Taimánov, 6-0 a Larsen, 6.5-2.5 a Petrosián, para terminar con 7-2 a Spassky -realmente fue un 7-3 pero porque en una partida no se presentó).
Fischer ganaba, pero también machacaba al contrario. Era el Freddy Krueger del ajedrez.
Las comparaciones siempre son odiosas, porque entierran al referido siempre que lo comparas con el referente; vaya lio este de enterrar al Padre.
Off topic: en la comparacion con el futbol, es cierto, algunos en sudamerica, durante el visionado de la ultima Eurocopa, siempre pediamos que repitan el gol de España, y no era necesariamente por lo hermoso de la jugada, sino que, por defecto, cuando llegaba el gol te pillaba dormido. Que poco estetica es la hiperestrategia aplicada al juego.
Por cierto, dada la proximidad del siguiente gran evento clasificatorio para el Mundial, y me refiero al Torneo de Candidatos en marzo de 2014, ¿nadie se atreve a tachar de cacicada infame la designación de Svidler como el wildcard para dicho evento, por delante de Caruana o Nakamura? Una cafrada más de la corrupta y FIDE y de sus dirigentes, apenas unos hilitos movidos por Putin y su mafia.
Sí, realmente esta confrontación llamada ajedrez tiene más puntos de coincidencia con el boxeo, aunque en forma menos atroz, por suerte.
«Ha querido ganar para quebrar el ego del oponente, algo que para Fischer, según confesaba, era el momento más satisfactorio del ajedrez».
Parece ser que es muy importante para muchas buenas personas quebrar el ego de otro ser humano, hacerle notar que ha sido inferior, un fracasado que ha de morder el polvo. Algo estupendo, vaya…
Yo con el artículo me encuentro con cierta paradoja. Está bien escrito pero veo muchos lugares comunes. Hay ciertas impreciosiones, (si Carlsen es posicional, como Karpov, Fischer no es un jugador posicional, porque entonces lo sería hasta Shirov, que la edad le va quitando los ánimos de sus benditas locuras), la comparación de Karpov-Italia, sería más propio Petrosian, o que el noruego puede llegar a ser ¿es que no lo es? uno de los talentos naturales más grandes de la historia del ajedrez.
Lo que sí que es un milagro el seguimiento de este muchacho porque hace un juego que invita lo mismo, por complejidad, que a una lectora del Pronto a leer libros de semiótica. Sus partidas son complejas, con un componente, marcadísimo, en cuanto a la estrategia, sin dejar ni un ápice al divertimento.
Tampoco estoy de acuerdo con el tema de que trabaja poco en las aperturas. Lo que no hace es meterse a valorar hasta la jugada trigésima en una nueva línea de la variante del cambio de la española; no le hace falta. Sabe que ahí las computadoras los hacen, a los 2700, más parejos. Juega un repertorio tan amplio sólo superado por Ivanchuck.
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El artículo es muy bueno. Que sí esto, que sí lo otro… son críticas que dejan poco. Único rival aparente entre los jóvenes es -sín duda alguna- Fabiano Caruana.
Excelente artículo¡¡¡¡¡¡¡ Felicidades.
El próximo rival de Carlsen es Aronian. El único que hoy por hoy está a su nivel.
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|si magnus carlsen parece bobby fischer
Lo de Fisher es imposible comparar el solo venció a la
Máquina soviética de ajedrez sin demeritar a carsen fue otro momento dónde toda la información de ajedrez y PC y también tuvo ayuda de Kasparov lo de Fisher es único
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