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Jorge Herralde: «Los divos pueden matar de aburrimiento a sus amigos y editores»

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Jorge Herralde es a sus setenta y ocho de los que defienden y practican que la jubilación es un derecho, no una obligación. Anagrama, su gran obra, está en un piso en el elegante barrio de Sarriá en Barcelona. Nada de edificios ostentosos, carteles publicitarios. La policía municipal del otro lado de la calle está habituada a que sus visitantes se pierdan. En su despacho no hay pantallas, portátiles ni internet, tampoco en su casa. Se declara un off-line. La editorial sí está equipada a la última: ordenadores, redes sociales. Dice que para él, las nuevas tecnologías son una manera de perder el tiempo. Prefiere leer. Es un lector compulsivo, voraz, con gran ojo para descubrir obras y talentos. Tal vez el más grande de sus hallazgos es Roberto Bolaño.

En el piso de Sarriá se respira armonía. Pilas de libros de tapa amarilla se agolpan en los lados, entran y salen mensajeros. Huele a cultura, a un mundo que no debe desaparecer. Entre sus empleados predominan las mujeres. Todos parecen saber que trabajan en un taller de orfebres, lejos de la industrialización del saber, o del parecer. Anagrama es un caso único en un mundo de gigantes económicos. Herralde se sienta detrás de su mesa, un lugar en el que se siente seguro. Antes de comenzar la entrevista comenta que le gusta la revista en papel de Jot Down; la descubrió en La Central. Presume de sortear la crisis económica sin haber despedido una sola persona. Es una excepción.

Hoy he desayunado con Mar Padilla, una amiga de Médicos Sin Fronteras. Le he dicho: «Voy a entrevistar a Jorge Herralde» y ha contestado: «¡Hombre, he crecido con él!». ¿Tiene la sensación de que ha ayudado a crecer a varias generaciones?

No diría crecer, una palabra demasiado enfática, pero sí acompañar, ilustrar, divertir, gozar. A escandalizarse, quizá. Me lo han dicho a menudo, y en América Latina, muchísimo. Anagrama tiene una difusión persistente y grande desde hace años en América Latina, sobre todo México. Me lo han comentado escritores que he publicado y críticos. Me decían: «Veo mi biblioteca personal y casi todos son compactos Anagrama», que eran bastante más baratos. Entre lo que leían estaba Bukowski, Hunter S. Thompson, Tom Wolfe, Roald Dahl y tantos otros.

Es la única gran editorial independiente en medio de un mundo de grandes grupos. ¿Cómo lo ha conseguido?

Luego han surgido más. Está Acantilado, PreTextos y otras más recientes. Han surgido muchas porque editar es muy barato con las nuevas tecnologías. Otra cosa es mantenerse en el tiempo. Siempre ha habido un índice de mortalidad elevado entre las nuevas editoriales. ¿Cómo se consigue? Con vocación, perseverancia, mucho trabajo e ilusión, y todo ello acompañado por la benévola música del azar, es decir, la suerte.

¿Si tuviera que elegir entre libro electrónico o libro de papel?

Es un planteamiento que para mí no existe: libro de papel. Como profesional estamos desde el primer día en Libranda. Todas las novedades de los últimos años salen simultáneamente en libro electrónico, también un buen número de reediciones, pero con resultados mediocres, como en toda Europa. Reproduce casi exactamente la lista de nuestros best sellers. Lo que más se vende son Paul Auster, Ian McEwan, y cuando se produce un acontecimiento especial, como ahora con Tom Wolfe. Cambia mucho en EE. UU. y en el Reino Unido. Allí cometieron, en mi opinión, el inmenso error del llamado precio libre, que es en realidad la ley de la selva. Primero ocurrió en Estados Unidos hace muchos años; después, en Inglaterra hace quince. Hubo una alianza impía entre dos grandes grupos editoriales, Random House y HarperCollins, y la gran cadena de librerías WHSmith. Con una visión miope se dijeron «vamos a dejar el precio libre, a bajar precios y arruinar a las librerías; luego seremos los reyes del mambo». Pero hubo un defecto en este planteamiento milagroso: no contaron con Amazon, que ha devorado a dos grandes cadenas de librerías estadounidenses que a su vez habían hundido a las librerías independientes. Ahora les afecta a ellas. Una desapareció totalmente; de la otra, solo quedan restos escuálidos.

¿Cómo ve Amazon? ¿Es un aliado, una competencia o un depredador?

Independientemente de la segurísima enorme bondad de sus dirigentes, están destruyendo el tejido librero y editorial. En la Europa continental aún tenemos la fortuna de haber peleado por el precio fijo. Esto no lo pueden sortear, pero inventan cosas, como entregarlo gratis a las veinticuatro horas. Hay una gran pelea entre editoriales francesas y Amazon, andan metidos en litigios. En España, Amazon ha crecido poco a pesar de sus ímprobos esfuerzos. Tampoco hay desmasiada cultura de compra por correo. En España es lo opuesto de EE. UU. Allá, desde los tiempos del far west existían los grandes catálogos que se enviaban desde Nueva York con vendedores. La compra por catálogo, que es como se hace en internet, era lo habitual. Juegan a favor las enormes distancias. En España, con ciudades más pequeñas y compactas, y próximas, se compra mucho menos.

Las librerías con libreros tienen dificultades. En Madrid tengo una de cabecera: Méndez, en la calle Mayor. Es la favorita de Vargas Llosa, Pérez Reverte, Mateo Díaz y otros. Son personas que saben de libros. Si les dices «Estoy preparando un trabajo sobre la locura» te sacan diez libros de referencia. Todo esto corre riesgo de desaparecer.

Por fortuna aún quedan cruzados, que son nuestros aliados naturales. Son prescriptores también; conocen a sus clientes, les recomiendan lo que saben que les puede interesar. Aún quedan, pero con dificultades. Por una parte, está la enorme crisis que padecemos desde el 2008; por otro, los alquileres de precio libre que ahora han dejado de estar regulados. Esto ha provocado catástrofes. Hace quince años había muchas librerías en la Quinta Avenida de Nueva York. No queda ni una. Todas se han reciclado, por decirlo así, en tiendas de moda con un margen de beneficio mucho más amplio.

¿Cree que es una situación temporal? ¿O cuando acabe la crisis se va a mantener?

El precio de los alquileres es un problema internacional. Publiqué un libro muy bueno, de Jason Epstein, un legendario editor. En la primera parte analizaba la evolución de las librerías en Nueva York, cómo habían ido desapareciendo muchas de ellas en sitios privilegiados para que se pudieran instalar tiendas de moda, desde Benetton a Calvin Klein.

También está el cambio generacional. Hay una librería en paseo de Gracia, Roquer Jardinets, a la que le suben muchísimo el alquiler. La dueña es una señora que la fundó hace treinta y pico años. Es una librería que iba bien, dentro de las dificultades, pero no puede asumir un alquiler como si fuera Chanel, Zara, qué sé yo. Tiene que cerrar, cerrar llorando. Se despidió porque tampoco tiene familia que tome el relevo. Esto tiene que ser algo muy vocacional y sacrificado. En otros casos, como Jaimes, que estaba al lado de la Casa del Libro, consiguieron un local cerca. Ha cerrado Canuda y a Documenta le suben el alquiler por lo que está buscando un socio para mudarse de local. A la enorme crisis general se une el cambio de costumbres.

Creo que un efecto importante, lo digo como hipótesis personal sin ninguna base científica, pero sí con muchos ejemplos que me han comentado, es que una mayoría de los chicos de dieciocho años, que son los lectores naturales del libro de bolsillo, ya no leen, sino que se entretienen con sus cacharritos y así pasan las horas. Esto explicaría la caída mundial del libro de bolsillo. El libro de bolsillo que era fundamental para muchas editoriales, como Random House, ha dado un bajón estrepitoso. Esto es porque sus lectores naturales han desertado.

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En este cambio de paradigma, como se dice, nos estamos perdiendo algo. A mí me gusta oler los libros, tenerlos en casa. Es como si tuvieras tu vida, tu memoria reunida. No sé tener estos sentimientos en un aparato electrónico.

No me tienes que convencer. Soy el primer convencido. Para mí es impensable. Nadie sabe lo que va a ocurrir. Jugar a futurólogo es una osadía demasiado ingenua. Lo único que se puede decir es que el mercado se ha encogido y seguirá encogido. Somos una de las poquísimas editoriales que publicamos exactamente el mismo número de títulos, unas setenta y cinco novedades y unos treinta en bolsillo, y que no hemos despedido a nadie. Es casi seguro que en editoriales un poco importantes no hay un equivalente. Naturalmente hemos reducido tirajes. Sobre todo en las reediciones. Hacemos muchas, pero de mil ejemplares, de dos mil. Muchos colegas también han reducido drásticamente las tiradas. Los anticipos también se han reducido para dolor de los agentes, pero hay que adecuarse a una realidad hostil, a un mercado anémico.

¿Qué debe tener un libro para que le interese, para que diga «lo quiero publicar»?

Los editores literarios con vocación estamos casi obligados a publicar buenos libros. Se detectan enseguida con experiencia, sobre todo en mi caso, que llevo cuarenta y cuatro años al frente de Anagrama. Y que sean congruentes con tu catálogo. Hay libros que están bien pero no tienen nada que ver con el tipo de libros que publica Anagrama. Tenemos un abanico amplio, pero hay cosas que están firmemente excluidas. Lo que se busca es una voz nueva, alguien que escriba de una manera distinta. No rompedor por rompedor. Cuando hay una voz propia se nota enseguida. En una o dos páginas lo ves: «Aquí hay un escritor». Otra cosa es que se consiga sostener esa voz durante toda una trama hasta el final, la intriga, los personajes, etcétera.

¿Cuál es el trabajo del editor? ¿Ayuda a mejorar el texto tanto si el escritor es importante como si no lo es?

Las dos cosas. Prácticamente con todos los escritores, incluso los consagrados y buenos, hay detalles menores que se pueden mejorar. Nosotros lo hacemos. Como el autor es inteligente ve que el libro va a quedar mejor, que tiene unos ojos a la espalda que le ayudan a leer mejor. Con los escritores primerizos hay que meterse más a fondo, marcar los fragmentos disfuncionales, los personajes que no acaban de estar desarrollados. Se hace, si se tiene que hacer, con los autores jóvenes. Esto es un aspecto de la edición literaria. Luego está otro tipo de edición que es la comercial. Es ese tipo de edición con editores especializados en coger un manuscrito más bien informe, de calidad regular, e ir trabajándolo con el autor, muchas veces bisoño, como en el caso de Ildefonso Falcones; hacer un trabajo de ingeniería literaria para que no queden cabos sueltos. Es como fabricar un best seller.

Empezó publicando ensayo y antropología. ¿Prefiere ficción o no ficción?

Publiqué ensayo, pero la gran mayoría de libros eran muy políticos. Yo era antifranquista. Había censura. Estaba, no diré en los estertores porque duró bastante, pero no era la cosa blindada de los años cuarenta, cincuenta y primeros sesenta. Había una cierta apertura, peligrosa para nosotros: tuvimos ocho secuestros, procesos. Si se mira el catálogo de Anagrama de los años setenta parece impensable que se lograran colar estas cosas. También era muy cinéfilo. Hicimos una colección de cine; creo que fue la primera en España. Se llamaba «Cinemateca Anagrama», donde publicamos bastantes títulos. También tengo una colección de la época, para mí muy apreciada, que se llamaba «Cuadernos Anagrama». Fueron casi doscientos títulos, de diversas materias. Casi la mitad eran políticos, pero también de sociología, antropología, cine; también de literatura. Eran textos breves, sintéticos, pero más que textos de divulgación eran piezas de grandes escritores de gran valor intrínseco y exigencia teórica. Por primera vez en España se publicó a Althusser, Lacan, Lévi-Strauss. También había una colección de narrativa variopinta, que se llamaba «Serie Informal» que respondía perfectamente al título porque salía desde el primer Tom Wolfe, a los sonetos de Shakespeare traducidos por Agustín García Calvo.

Cuando empecé con la editorial, lo que más me excitaba era participar en el debate político e ideológico de la época junto a mis queridos compañeros. Fundamos Distribuciones de Enlace, una distribuidora común. Todos eran de izquierdas en una amplia gama y culturalmente vanguardistas. Ocupábamos territorios ideológicamente distintos. Barral Editores, Lumen y Tusquets eran básicamente literarios. Éramos peleones. En Madrid, el único era Pedro Altares al frente de Cuadernos para el Diálogo, con textos que oscilaban de una democracia cristiana progresista a un socialismo no demasiado exaltado. Estaba Alfonso Carlos Comín al frente de Laia, una editorial volcada en el eurocomunismo y en el diálogo entre cristianos y marxistas; estaba José María Castellet al frente de Península y Edicions 62, que también era marxismo y catalanismo. Anagrama era de todas las familias de la izquierda heterodoxa. Publicábamos al Che Guevara, a Rosa Luxemburgo, Leon Trotski, Mao Tse-tung, Bakunin o los situacionistas franceses. Es lo que más me divertía.

A toro pasado es fácil ver los fallos. ¿Cree que la Transición estuvo bien hecha?

Ahora está de moda decir que estuvo mal hecha. Decir que estuvo bien hecha es una herejía. Es un tema complicado. En su día me pareció fatal. Pero sabiendo de dónde veníamos, la fuerza de la reacción en España, el influjo bestial de la Iglesia… Como muy bien dijo no recuerdo quién, «la Guerra Civil la ganaron los curas y la perdieron los maestros». Me parece una frase exacta. Estaba el Ejército, la gran banca y la Iglesia. La verdad, era mucho enemigo. Hubo que pactar. Porque si no, sin diálogo, hubieran aplastado a la izquierda. Se podrá discutir si se hicieron demasiadas concesiones. En su día para mí fue una decepción, como le sucedió a casi todos mis amigos. Hoy tendría un diagnóstico más favorable.

Se pactó y al final la derecha ha arrasado; la izquierda ha desaparecido.

Sí, pero ¿acaso podían no ganar? Esa es la pregunta. Con los Gobiernos socialistas hubo durante muchos años un cambio en España, evidente, y para bien. Luego con Aznar volvimos a las andadas. Lees la prensa, ves lo que se hace, cómo se están cargando el Estado del bienestar. Y este famoso Wert: es un monumento a la comicidad involuntaria. La última que ha hecho sobre el Erasmus, cargándoselo y al cabo de dos horas desmintiéndose, y el Gobierno, tolerándolo. También están las declaraciones de Aznar, como un tótem. Es de lo más rancio.

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¿Es de esa España de la que se quiere independizar una parte de Cataluña o es de la otra?

Diría que sí, que es de esa España. Con este Gobierno es muy cierta la frase de «fábrica de independentistas». Hay mucha torpeza por una parte; y por la otra, no poca. Parece todo calculado para el choque de trenes. El otro día alguien expresó una metáfora que me parece pertinente. Es como el juego de la gallina, el juego de la película Rebelde sin causa: dos coches a toda hostia cerca del abismo; el que salta primero se salva, el otro se mata… Parece que están jugando a eso. La familia Godó, que han sido notorios españolistas durante décadas, cambian de repente, imagino que por cuestiones de mercado y las ayudas de la Generalitat que convierten a La Vanguardia en catalanista. Apostaron fuerte por el sector independentista desde sus páginas para sorpresa de muchos. Hace nada, hace días, publicaron un editorial sobre la moderación. Entre la Zarzuela, los poderes económicos españoles y catalanes, la fractura dentro de los partidos, de la propia Convergencia, y naturalmente de Convergencia i Unió, del PSC… No está nada claro. Uno puede entender lo que se llama la rauxa en Cataluña, el ansia de separarse, el ansia por la independencia ante una hostilidad manifiesta en muchos casos. Se ha vendido una imagen de los catalanes que han perpetrado varios periódicos que se dedican sistemáticamente a ello. Es una visión sesgada y equivocada. La Vanguardia preguntó a sesenta y tantos catalanes sobre el asunto. Todos eran independentistas menos dos. Éramos las ovejas negras. Yo aposté por una opción federalista. En todo caso, pedía diálogo, mucho diálogo, porque si no íbamos al choque de trenes, y si recuerdo bien acabé diciendo «si manca finezza mal tema y peor final». Es una cualidad de los buenos políticos, pero políticos con cintura parecen escasear bastante.

Hay algunos empresarios, algunas editoriales, como Planeta, que han dicho que se irían si hubiera una independencia. ¿Qué haría Herralde?

Como José Manuel Lara está por encima del bien y del mal, puede decir cualquier cosa. Creo que no se iría, casi por una cuestión laboral: aquí hay un tejido editorial muy fuerte. Creo que no se iría y que no desea en absoluto la independencia. Y yo no me pienso ir.

El único símbolo que funciona en España, tras la crisis de la monarquía, es la selección de fútbol, la Roja, y casi se la carga José Mourinho. Da la sensación de que este es un país sin símbolos comunes. Venimos de una Edad Media mal resuelta, como sostenía Américo Castro. Seguimos discutiendo sobre cosas que otros países resolvieron hace siglos.

Es verdad, la formación de España también es un asunto complicado. Regresando al presente, eso de vender la marca España de esta forma tan patética demuestra una falta de talento político, de mínima sensibilidad. Es que ni haciéndolo aposta. Es como si fueran trotskistas infiltrados para cargarse el proyecto.

¿Qué hacemos con Ryszard Kapuściński?¿Dónde colocamos sus libros? ¿En ficción o en no ficción? Le admiraba mucho, en muchas cosas es mi referente.

Yo lo sigo admirando. Creo que es fundamentalmente no ficción con posibles floreos y adornos narrativamente más eficaces que no desvirtuaban la verdad final. Esta es mi interpretación.

¿Cómo descubre a Kapuściński?

Lo descubro leyéndolo en francés. Leí El Sha y El emperador, sobre todo. El emperador me pareció una obra maestra. Contacté con Agata Orzeszek, la gran traductora y lo empezamos a publicar. En quince años, cinco títulos. Hubo buenas críticas, él aparecía a menudo en televisión, venía mucho a Barcelona. Pero el techo eran dos mil ejemplares. Luego, de repente, por estas cosas misteriosas, Ébano, que es un gran libro, pero para mí no el mejor, toca una tecla misteriosa y se convierte en un boom. Pasa de dos mil a setenta mil ejemplares. Los lectores retroceden diciendo «caray, qué bueno es este tío», y leen sus obras anteriores. Se instaló como un best seller en todos sus libros, en mayor o menor medida.

Para mí el mejor es Un día más con vida.

Ese es buenísimo; sí, buenísimo. Conocí mucho a Kapuściński, éramos amigos. Esta anécdota la cuenta Agata Orzeszek en una tesina que aún no está publicada, pero que la tengo aquí exactamente, pues me la mandó la autora. Estábamos comiendo los cuatro y le pregunté a Kapuściński, «¿Qué libro que no se ha publicado en español te gustaría… O cuál es tu libro favorito?». Él me dijo: «Bueno, como todos los autores, el que estoy escribiendo. Pero si tuviera que pensarlo un poco más, diría Un día más con vida». Naturalmente lo compré en francés. Me pareció fantástico y se publicó con gran éxito. Para mí los favoritos son Un día más con vida y El emperador.

El emperador es un ejercicio de técnica periodística maravilloso.

Es fantástico; sí, sí.

Muestra cómo reproducir una situación sin haberla vivido, solo hablando con las fuentes indirectas. Hay quien sostiene que se refería también a la Polonia comunista.

Es lo que hizo durante décadas Triunfo: no hablaba jamás de política española porque no podía hablar, al menos no como hubieran querido. Haro Tecglen, Manolo Vázquez Montalbán y todos los demás de la revista escribían de política internacional, pero con un guiño clarísimo a la situación española.

Enric González sostiene que Vázquez Montalbán se inventó el pasado antifranquista del Barça. Lo escribe en un libro estupendo sobre el Espanyol publicado por Libros del KO. González asegura que el verdadero antifranquista era su equipo.

Sí, bueno, esto son querellas de hooligans.

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¿Qué autor español le hubiera gustado publicar y no ha conseguido?

Con la gran cantidad de buenísimos autores que hemos publicado, las carencias son mínimas. Una de mis novelas favoritas, de cuando empecé a leer seriamente, es Tiempo de silencio de Luis Martín Santos. En el año sesenta leí a Borges, que era difícil de encontrar. Tenía todas sus obras y las que escribió con Bioy Casares. Pero no fue posible porque ya estaban contratados, no estaban esperando que Anagrama se decidiera a empezar para reservarles sus libros. Sería desleal con mis autores estar como una plañidera por no haber podido publicarles.

¿Existe alguna relación con Javier Marías después de la ruptura?

No, cesó la relación. Cesó hace muchos años.

¿Y con Enrique Vila-Matas?

También cesó. Lo que pasa es que con Vila-Matas no hemos coincidido en ningún sitio porque casi no sale de casa. Está ausente de todos los festejos.

¿Le gusta Muñoz Molina?

He leído algunos libros. Estuve a punto de contratar su cuarta o quinta novela, no recuerdo, pero su agente, Raquel de la Concha, optó por otra editorial. Tengo con él una relación de muchos años, esporádica, pero muy cordial.

Si hubiera que destacar un escritor del que se siente muy satisfecho, ¿Bolaño sería el principal candidato?

Bolaño ha sido una revolución. Revelación y revolución, pero no solo en España, sino en todo el mundo, especiamente en un mercado tan poco propicio como el norteamericano. En Estados Unidos casi no hay un escritor menor de cincuenta años que no lo tenga como modelo, ejemplo o estímulo. Acompañarlo durante diez años hasta que se murió, ver cómo iba creciendo, cómo a partir de magníficas novelas cortas, como Nocturno de Chile y libros de cuentos, llegó a Los detectives salvajes, que fue un auténtico bombazo. A partir de ahí empezó a ser conocido y pudo desprenderse de sus penurias económicas.

Vivía con muy pocos medios, casi en la pobreza.

Vivía en Blanes, una pequeña localidad de la Costa Brava, en un piso con su mujer y su hijo, y después, la hija. Pero vivía mucho también en un pisito en la calle del Lloro, diminuto. Tenía un camastro, una silla, un ordenador y una nevera vacía. Tenía la pasión de la literatura. No solamente de escribir sino de leer. Ha sido uno de los mejores lectores que he conocido, con un gran conocimiento de la literatura en lengua española y de la poesía francesa. Un auténtico genio.

¿Él llegó a vivir su éxito?

Llegó a vivir parte de su éxito. Ganó el premio [Herralde] en 1998 y murió en 2003. Durante estos cinco años publicamos seis o siete títulos. Hacíamos de agentes suyos, lo vendimos en muchísimos países. Llegó a ver la primera edición en lengua inglesa de Nocturno de Chile. En EE. UU. lo publicó New Directions, una pequeña editorial enormemente prestigiosa, la de Sebald y Tabucchi, con una cita de Susan Sontag superelogiosa en contraportada. Allí arrancó Bolaño. Con Los detectives salvajes alcanzó la primera gran cima. La segunda fue 2666. Obras de esta envergadura se dan muy pocas en la literatura universal.

¿Él sabía que era un genio?

Era extremadamente modesto, con una gran ambición literaria; pero era el antidivo, cosa no tan frecuente entre escritores buenos.

Muchas veces el divo mata al escritor.

Pueden coexistir, pero los divos pueden matar de aburrimiento a sus amigos y editores.

¿Está Bolaño a la altura de García Márquez y Vargas Llosa?

Podría parecer una opinión interesada en tanto que soy editor y amigo, pero se escribió en muchos artículos en EE. UU. que desde la aparición de las primeras, y en ocasiones mejores, novelas de García Márquez y Vargas Llosa, en los sesenta, Los detectives salvajes y 2666 estaban como mínimo a la altura.

Hay escritores mágicos que nacen en una familia mágica. Ellos lo tienen más fácil. Hay escritores mágicos que nacen en una familia normal y hay personas que ni son mágicos ni tienen familia mágica.

Sí, sí. Es el talento de cada uno en reciclar sus propias experiencias, su background familiar y personal. En el caso de Bolaño su familia tenía bien poco de mágica. Tenía un padre boxeador con el que se llevaba fatal. La madre era una mujer inteligente, muy socialista en los tiempos de Allende. Fue la primera que se exilió en España. No era ese mundo mágico de Macondo.

El escritor se alimenta de su infancia, está en una lucha contra esa infancia.

Sí, en buena parte sí. Esa es la teoría de los psicoanalistas.

¿Qué es un editor, un escritor frustrado o un lector voraz?

Es un lector voraz. Existe esta leyenda de que el editor es un escritor frustrado. De adolescente perpetré algunos cuentos y poemas, pero mi auténtica vocación fue la editorial. He escrito muchos textos recopilados en varios libros. Eran textos de los últimos quince o veinte años que me han requerido para revistas, periódicos, coloquios y presentaciones y que me divirtió mucho escribirlos. Creo que son ilustrativos no solo de la historia de la editorial, sino del paisaje cultural de un país y de América Latina también. Es un poco como la cara B del catálogo de Anagrama, pero más movido.

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¿Quién es el escritor más insoportable que ha conocido y ha tenido que aguantar porque quería publicarle?

Algún insoportable que ha desaparecido del mapa y que por razones higiénicas olvido. Todo escritor, incluso si es genial, quizá aún más si es genial, puede resultar enormemente incómodo. Primero para su familia, que aparece en sus libros más o menos maltratada; después para sus allegados y editores. Hay un libro magistral, que leí hace un año: Correspondencia entre Thomas Bernhard y Sigfried Unseld. Unseld fue durante cuarenta años director de una de las más importantes editoriales alemanas en todos los sentidos, Suhrkamp Verlag. Bernhard empezó a publicar allá. Unseld era toda una figura, uno de los gigantes de la edición del siglo XX. Unseld, un hombre fornido y con vozarrón, contesta con una paciencia benedictina a las peticiones e insultos de Bernhard, sus reclamaciones sobre la publicidad, sobre cuándo le publicaban libros y las reediciones. Aguanta todo con una paciencia infinita hasta que al final de la correspondencia, ante lo que creyó un exceso de Bernhard, le escribe unas palabras que refulgen en medio del libro: «No puedo más». Tras ese «no puedo más», que no pocos editores hemos sentido alguna vez, Bernhard le contesta: «Pues si no puede más, es muy fácil: sáqueme de su catálogo».

A muchos escritores les cuesta reconocer lo que venden. Cuando la editorial les dice la cifra muchos piensan que les están engañando. ¿Ha vivido este tipo de situaciones?

A ningún escritor, y es lógico, le gusta vender poco. Esto da para algunos libros. Lo peor son los casos de escritores que tras haber vendido mucho en una novela, venden bastante menos en la siguiente. Esto me ha pasado y se vive mal.

Un día le preguntaron a Juan Goytisolo qué opinaba de Arturo Pérez Reverte. Dijo algo así: «Me gusta, porque gracias a que él vende mucho, la editorial me publica a mí que vendo poco». ¿No le ha tentado nunca tener a Pérez Reverte?

Sí, creo que fue su segunda novela, El maestro de esgrima. La mandó a nuestro premio de novela. La leí, me pareció un artefacto muy bien hecho, bien escrito, pero que no era el tipo de literatura por la que apostaba Anagrama. Lo leí con placer. Le escribí una nota diciéndole que lo sentía mucho, que no se podía publicar, pero que lo felicitaba, o algo así. Lo cuento porque él durante años ha ido diciendo que le había rechazado un libro, lo que era cierto, pero por este motivo. Luego he seguido por la prensa su carrera literaria y he leído sus artículos, pero eso fue todo.

Pérez Reverte declaró en una entrevista con Jordi Évole en el programa Salvados, que los dos problemas de España eran que en el Concilio de Trento apostamos por un Dios oscuro en lugar de elegir a un Dios comercial, y la Revolución francesa, que no nos afectó; que aquí faltó la guillotina. En mi opinión falta una fecha: 1808. Teníamos que haber ido con los franceses, que traían el progreso, el laicismo. Siempre hemos elegido el bando más…

Equivocado, sí.

Se podría haber publicado una revista como XXI, que dirige Patrick Saint-Exupéry, sobrino nieto del escritor. Es trimestral y vende sesenta mil ejemplares. Una revista así de alta calidad, con grandes reportajes e investigación, no funcionaría en España.

En Francia existe un tejido cultural mucho más fuerte. Un tejido librero y cinematográfico mucho más fuerte con la famosa Ley de la Excepción Cultural. Hay también una consideración por la cultura. Nada que ver con España. Jaime Gil de Biedma decía «este país de cabreros».

¿Cómo se consigue? ¿Con educación?

Claro. El gran problema que hemos tenido aquí, aparte del poder económico y el feudalismo, es la Iglesia. Ahora casi lo único que se puede ser sin margen de error es anticlerical. El clero en España ha sido terrorífico. Quien gobernaba en el franquismo era el nacionalcatolicismo.

Y sigue.

Y sigue.

Este Papa, Francisco, tiene un poco descolocado a Rouco Varela.

Sí, hombre, y tanto.

¿Son los agentes literarios un mal o un bien para el mundo del libro?

Tendríamos que matizar. En cierta parte son un mal, un mal que merecieron los editores porque durante mucho tiempo, y no solo en España, en Francia peor, había una especie de costumbres feudales. El editor era el amo y señor que rendía cuentas esporádicamente a sus escritores. En Francia digo que era peor porque existía un famoso droit de suite, «derecho de seguir», cuando un escritor publicaba una primera novela. El editor tenía el derecho de opción de las cuatro o cinco novelas siguientes. Nosotros hemos hecho de agentes, y lo seguimos haciendo, de muchos autores, desde Chirbes a Bolaño. Aplicamos el mismo porcentaje de los agentes literarios, que suele ser de un 20%. En cambio en Francia es del 50%. Lo he discutido con colegas franceses, pero está tan enquistado… Gracias a esto podemos seguir editando libros de autores minoritarios. Me parece excesivo, es una invitación para que cojan un agente literario. Es una cuestión de aritmética.

¿Qué tal con Carmen Balcells? La relación fue buena, pero después…

Con Carmen siempre ha habido altibajos. La conocí en Cadaqués, a finales de los sesenta. Durante los primeros años tuvimos una magnífica relación. Luego, bueno, con altibajos. Hace tiempo que no la veo. Es todo un personaje a quien Daniel Vázquez Sallés, el hijo de Manolo Vázquez Montalbán le dedica un suculento capítulo en su libro sobre su padre.

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Un agente sirve para que el escritor no tenga que escuchar las palabras del editor: «Este libro es una mierda». El agente, que sí la escucha, traduce a su autor: «Les ha gustado mucho, pero no entra en la colección de este año».

El editor nunca lo dice, excepto en casos patológicos, que los hay también. Una cosa es no publicar un libro y otra decir al autor que es la mierda. Porque nos equivocamos y seguiremos equivocándonos. Aquí escribimos cartas corteses, a veces estándar, a veces más razonadas y personalizadas, explicando que no entra. Cuando es la estándar decimos que tenemos el cupo de contratos lleno, algo que a menudo es verdad, o que no entra en ninguna de nuestras colecciones. Si es más personalizada, uno tiene que cumplir con ese penoso deber, cosa que me ha sucedido hace poco con un par de manuscritos que tenían un valor literario más que aceptable, pero inferior a otras opciones de la editorial. Después hay que explicarlo en cartas razonadas, con ejemplos de qué es lo que me ha parecido muy valioso y qué partes no. A muchos autores, pese a los circunloquios y ondulaciones, lo que les queda es el no. Hay una viñeta famosa de la revista The New Yorker en la que se ve la típica figura del editor con un puro en la boca, como un potentado sobre su sillón. Enfrente el escritor, sentado en el borde de la silla, escuchimizado. Y el editor hablando y hablando mientras el humo del puro hace unas volutas que conformaban la palabra «No».

Usted tiene fama de editor tacañón, no es de los que más adelantos da.

Es una versión muy discutible propiciada por algunos. Es fácilmente desmontable, pero sería un poco feo, estéticamente, al menos. La lista de anticipos no cubiertos por autores españoles es considerable. Aquí se han pagado durante muchos años y lo seguimos haciendo, ahora menos por la crisis, anticipos considerables jamás cubiertos, un poco por amor a los libros de estos escritores; porque me dolía, casi físicamente, prescindir de ellos aun a sabiendas de que serían ruinosos. Esto lo compensábamos gracias a La conjura de los necios de Kennedy Toole, a Patricia Highsmith en su día, a Kapuściński. Esto se ha dicho en alguna ocasión alentado por algún escritor rechazado o dolido, pero no es cierto.

También tiene fama de editor que mima los libros de sus escritores.

Esto sí.

Que los acompaña. Dicen que usted se mira todo lo que dicen los periódicos.

En este proceso de acompañar al escritor, el editor debe conciliar paradojas. Una de ellas es hacer política de autor y a la vez descubrir nuevas voces que pueden ser incompatibles. Si haces política de autor, es decir, acompañar a un escritor a lo largo de su vida, este va ocupando un territorio editorial. Si lo haces con muchos no se podrían publicar nuevas voces. Hay que restringir, seleccionar a los autores con los que quieres trabajar y lamentablemente prescindir de otros para dar paso al relevo de las nuevas voces.

¿Están los premios apañados? ¿Son marketing? ¿Se puede confiar en ellos?

Diría que el Planeta está apañado. No lo digo peyorativamente. La estructura del premio lo precisa. Cuando se da un anticipo de tales proporciones se tienen que tomar medidas, con acierto o sin él, para que no sea una catástrofe. Así lo ha hecho el Premio Planeta de forma comercialmente sabia. Es el premio más sólido, en ese sentido, que hay en España. Algunos que han querido imitarlo, como Plaza y Janés, fueron un desastre estrepitoso. El Premio Planeta se ha mantenido, aunque ahora también con la crisis, los best sellers han bajado a la mitad. Hay otros que lo han hecho tan mal que no pueden ser apañados. Es mera incompetencia. No digo nombres, pero algún lector perspicaz se puede dar cuenta de esto. Creo que en los nuestros, tanto de ensayo como de novela, lo último que se podía decir es que están apañados. Una vez premiamos un ensayo con el estimulante título de Elementos de lingüística matemática. Si hubo amaño sería para arruinarnos, en todo caso. Hemos premiado a autores como José Ángel González Sainz, que es un extraordinario escritor pero francamente difícil. Muchos de nuestros premiados se han convertido en autores fundamentales de la literatura en lengua española. Por citar algunos casos, solo unos pocos: Álvaro Pombo, que fue el primero, era prácticamente desconocido; Javier Marías, Vila-Matas, Rafael Chirbes, que quedó finalista y nunca quiso volverse a presentar, y lo hubiera ganado con cualquiera de sus obras siguientes. En el ámbito latinoamericano está el cuarteto mexicano: Sergio Pitol, que era casi desconocido fue segundo, y después fue Premio Cervantes, Premio Juan Rulfo, un gran maestro; Juan Villoro, que es un brillantísimo escritor polifacético; Daniel Sada, aquí desconocido, un auténtico genio de la lengua; y ahora el último, Álvaro Enrigue con una novela histórica contra la novela histórica. El hilo central es una partida de tenis entre Quevedo y Caravaggio en 1499, dos visiones opuestas de la Contrarreforma. Es uno de los mejores premios que hemos tenido y a priori uno de los más difíciles. Está Bolaño y los argentinos Alan Pauls, Martín Caparrós y Martín Kohan. La lista literariamente es de primerísimo nivel y con cierta frecuencia con resultados comercialmente precarios, ya sabidos por el editor.

Me gusta Vila-Matas. Tengo muchos de sus libros. Un día se lo confesé a Saramago en Tías. Él me respondió con una frase lapidaria: «Sí, pero no sabemos lo que piensa».

[Risas]

¿Es importante saber lo que piensa un escritor, cuál es su actitud política o vital?

En principio es preferible saber lo que piensa un escritor, un barrendero, todo el mundo, pero hay juegos de máscaras impenetrables, o más o menos impenetrables.

Veo que no tiene ni ordenador ni por supuesto internet.

No, yo soy off-line [Risas]. Ni internet ni ordenador.

Me han dicho que solo móvil y con dificultades.

Sí, el móvil lo uso para llamar. Lo tienen pocas personas. Nada me horrorizaría más que estuvieran llamándome continuamente, o llamar yo continuamente. De todas formas, la editorial está perfectamente on-line. Paula Canal se encarga de Twitter y las dos chicas de prensa de Facebook. Estamos puestísimos y colgando cosas continuamente. En mi caso, aparte de que soy reacio y torpe en manejos tecnológicos, lo considero una pérdida de tiempo. Soy sociable pero al mismo tiempo me gusta la soledad, leer en paz. Casi nunca salgo los fines de semana. Durante la semana no paro de hacer cosas: comidas, cenas, encuentros, viajes. La perspectiva de un viernes por la tarde, cuando llego a casa y tengo dos días para leer con bolígrafo y post-it, me llena de felicidad. Y si veo ganar al Barça, felicidad redoblada.

Jorge Herralde para Jot Down 5

Fotografía: Alberto Gamazo

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33 Comentarios

  1. Cocodrilo

    Cultura de la Transición. De Sarriá. Y punto.

  2. En Zona Roja

    «Los divos pueden matar de aburrimiento a sus amigos y editores»

    O pueden dedicarse a estafar a pobres incautos con falsas promesas, haciendo que suelten una pasta en cursos o seminarios que no valen para nada, como los que imparten en el Hotel Kafka o en el Máster de Edición de la Universidad Autónoma de Madrid…

    • ¿Puedes argumentar el porqué de tu afirmación sobre el máster de la UAM? Es que estoy pensando en hacerlo el año que viene.

      • En Zona Roja

        De entrada te hacen aflojar cinco mil euros por todo el máster, prometiéndote prácticas en empresas con las que ya no tienen ninguna relación, las clases muchas veces se reducen a un puñado de ex-editores y blogueros reciclados a profesores contándote cotilleos del mundo editorial, la fascinante historia de la tipografía Times New Roman, o cosas tan interesantes como las peleas que tenía Pérez-Reverte con el diseñador de las portadas de sus libros, (una eminencia en su campo, por lo visto). Los tutores coordinan los trabajos de los alumnos cuando les viene bien, no cuando indica el programa, porque compatibilizan las clases con un curro ‘de verdad’ haciendo correcciones de estilo o traduciendo en editoriales; otras veces te los corrigen cuando tienen un hueco en sus apretadas agendas, y gracias. Muchas veces ves a seis o siete alumnos compartiendo el mismo ordenador para hacer las maquetaciones, ‘porque el máster no tiene presupuesto’, según te explican los propios profesores. Las aulas dónde se imparten las clases parecen sacadas de un documental de la posguerra, en ocasiones ni siquiera hay calefacción. Te dicen que vas a aprender a editar un e-pub, y el tipo que te da la clase es un inepto total que se lía a explicarte cómo programar un blog. Vamos, una vergüenza. Ahórrate el dinero, porque el nivel es de pena…

  3. Con todo respeto por el Sr Herralde: me sorprende que alguien que tiene las ideas tan claras haya dejado morir su catálogo. En los últimos 5 años Anagrama ya no es la Anagrama con la que tantos crecimos. Me acuerdo de la gran época del Premio Anagrama de Ensayo. Enrique Gil Calvo, Juan García Ponce, Víctor Gómez Pin, Vicente Verdú… Todos reemplazados por mediocres y arribistas de nuevo y viejo cuño.

  4. Pingback: 28/11/13 – Jorge Herralde : « Los divos pueden matar de aburrimiento a sus amigos y editores » | La revista digital de las Bibliotecas de Vila-real

  5. Anagrama dejó de ser un sello independiente desde que Herralde vendió la mitad del tinglado a Feltrinelli; así que menos lobos, Caperucita, que cuando el amigo Carlo coja el bastón de mando ya verás lo rápido que empieza a recortar en la partida de personal porque sobra gente…

  6. En fin, entre tanta alabanza y autoalabanza, merecidas las más, hay una cosa que como viejo lector comprador de anagrama debo decir de la llamada por algunos ‘peste amarilla’: sus libros están tan mal pegados/cosidos que se desencuadernan en cuanto te descuidas, como la goma o el caucho sin vulcanizar. Una vez me trajeron un anagrama de Argentina (de Pauls) y eso no, ese estaba bien encuadernado.

    Si les parece esta una crítica nimia es que ni entienden ni les gustan los libros, y ese es mi reproche, Sr Herralde ¿O es que no le gustan ‘sus’ libros?

    • de crítica nimia, nada, señor Lansky… todos los libros «modernos», y no solo los de este editor (que ha administrado tiempos mejores), deben acabar en una carpeta de anillas… habría que saber lo que opinan del tema los de las imprentas, que seguro que lo hacen en clave económica

  7. Demasiada autoalabanza. Ya sabemos que ustedes dos son muy cultos, pero no han aportado nada nuevo. Leo un montón de libros de Anagrama y seguiré haciendolo. Pero esta entrevista no me ha aportado nada. Menos mal que los libros están por encima de las personas

  8. Jorge Herralde se olvida de que otro de los males que ha asolado España es el socialismo español. No lo dirá porque ya sabemos a quién se debe. Miran sólo a un lado. La Revolución Francesa hubiera traído un socialismo diferente, no la caspa retrógrada y anticlerical que tenemos, y hubiera arrasado con todos los males que tiene el país y que aún nos sacudimos. Completando la frase de Herralde, en España, con certeza de no errar, se puede ser anticlerical y también antisocialista.

    Paso ya de arremeter contra el mundo progre, del cual Herralde es pieza señera, o contra el mundo del capital/derecha/sucedáneos, que no toca en esta entrevista por opinar como opina el entrevistado.

    En cualquier caso, es de admirar la labor empresarial y cultural de este señor.

    • Alguien que dice que la revolución francesa hubiese traído un socialismo menos anticlerical o no sabe nada sobre la revolución francesa, o no sabe nada sobre el anticlericalismo (el «o» no es disyuntivo).

  9. Perfecto J. Cuadrado

    Una serie de lametones y de verdades del barquero jamás puestas en duda por falta de imaginación.

  10. Pingback: COSAS QUE DESVELA EL SR. HERRALDE EN LA ENTREVISTA DE JOT DOWN | Patrulla de salvación

  11. Anagrama ha bajado el nivel? Yo no lo veo así. He comprado durante el último año novelones como «Limonov», «Karnaval» o «La Folie Baudelaire» que es del 2011 y no me parecen dignas de editoriales mediocres. A lo mejor si que le falta acertar más con la cantera, encontrar nuevos grandes figuras… no sé que diran al respecto los abundantes doctores de por aquí.

  12. Anagrama está de capa caída desde la entrada de Feltrinelli. A la vista está. Es el problema de una empresa basada en una sola persona: se va Jorge Herralde y el negocio se deshace. Sería un importante reto superar la crisis de lo digital, la piratería, etcétera, los próximos años, pero no tengo dudas de que ya da lo mismo: Anagrama se va a convertir en un sello mucho más comercial, todo un símbolo de lo que era la edición independiente en el siglo XX y lo que no será en el futuro.

  13. Entrevistador ingénuo.

  14. Pingback: "Los chicos de dieciocho años ya no leen" | Error 500Error 500

  15. Es precioso el dibujo que hacen las ondulaciones de la barba y el pelo del hombre mayor de la última foto…

  16. Pingback: Herralde en Lobo JotDown | Texto casi Diario

  17. Pingback: Lecturas de Domingo (20) | Ciencias y cosas

  18. @dgpastor

    Me faltan preguntas sobre literatura y me sobran muchísimas sobre política a un señor que de lo que sabe y puede enseñar es de literatura. Sobre industria y digitalización mejor no haberle preguntado. Tengo un enorme respeto a Herralde por haber publicado en castellano la obra de Albert Cohen (entre otras), así que no me queda claro si la entrevista no me ha convencido por el entrevistado o el entrevistador, que nunca me ha convencido. No hay manera de que prescinda de cierto tufillo sectario.

  19. Magnífica la idea de hacerle una entrevista a Herralde. Creo que desde su privilegiada posición plantea una perspectiva bastante creíble del sector editorial. Pero por esa misma razón, y por el bagaje literario que atesora Anagrama, creo que se podría haber explotado más el flanco de la literatura en la entrevista. Se podían haber dirigido preguntas hacia posibles novedades o hacia la cantera de nuevos escritores. El panorama literario está en plena ebullición y nos hubiese venido bien saber qué nombres tiene apuntados Herralde.
    En cualquier caso, me ha parecido una charla enriquecedora. Hubiese deseado que fuese más larga, más en la línea de las primeras entrevistas que hacíais.

  20. Pingback: De los rumbos perdidos | DE LA HABANA HA VENIDO UN BARCO CARGADO DE...

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  25. Pingback: Marta Ramoneda: «El editor publica los textos que más le gustan; en librero vende los libros que prefiere»

  26. Miguel Ángel

    Tengo oído que la principal causa de la ruptura de Vila-Matas con J.Herralde viene por el trato dado a Bolaño (de explotación, sobre todo económica) por parte de Herralde.

  27. Supongo que cuando Herralde habla de la ficticia partida de tenis entre Quevedo y Caravaggio queria decir que ocurrió en 1599. En 1499 ninguno de los dos habia nacido.

  28. Pingback: Carmen Martín Gaite, una señorita de provincias (y 2) - Jot Down Cultural Magazine

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