Cuando llegamos a Argot nos encontramos nada más y nada menos que con Emilio Bueso, autor al que ha invitado para la ocasión Juan Vicente Centelles, responsable de la librería: «Me gusta mezclar, asociar ideas, así siempre sale algo diferente. Le he pedido por eso que se quede, así nos cuenta él también, ya verás que queda mejor». Como lo cierto es que no es en absoluto casual —luego lo veremos— el encontrarnos con un escritor en este despacho, que es muy de la casa el arropar y dar voz a los escritores del propio Castellón, lo menciono, me siento, y a mandar.
«La ciencia ficción se ha vuelto miope, lo hablábamos este año en la Semana Negra de Gijón. El futuro ya no está lleno de aventuras en naves espaciales, tampoco es algo tan lejano», dice Bueso, casi en seguida. «Hay un movimiento en Estados Unidos caracterizado por trabajar lo fantástico pero no desde lo bizarro, sino desde el shock value que dicen los americanos. Es algo desconcertante». Ha salido el tema a raíz de su colaboración en el magacín Presencia Humana. «Hablando con César Mallorquí —ha escrito una novela, La isla de Bowen, que es una puesta al día de Julio Verne, en cierto modo, y que a mí me encantó, está muy chula—, me decía que con la nave espacial más avanzada que tenemos, una nave soyuz setentera soviética, está claro que muy lejos no llegamos. Los temas del género han cambiado, ahora nos encontramos con distopías, temáticas e inquietudes muy diferentes a las que podías encontar hace unos años sobre el futuro. Se han acabado los viajes interestelares», concluye Bueso.
Irrumpo en la conversación para que me cuente Juan Vicente cómo acaba uno haciéndose librero —yo he venido aquí a hablar de mi libro—, si el librero nace o se hace. Me atrevo con una pregunta tan manida porque no parece que vaya a dar una respuesta tipo. Y no me equivoco: «Por casualidad, podía haber sido cualquier otra cosa», contesta, sincero, categórico. «Además, te das cuenta de que estás vendiendo un producto, y de que da igual lo que vendas, tomates, cerezas, libros, ladrillos. Al principio la versión romántica no existe, es esto que te digo, nada más: la mecánica es la de vender. Y es así como orientas tu trabajo. Te haces librero con el tiempo. Es el tiempo el que te acaba aportando esa sensibilidad, el que acaba formándote». Luego habrá que reinventar el concepto de librería; tenemos que hablar de la crisis del sector, es inevitable: «El momento actual no solo está afectando a negocios como este. Hay que replantearse los conceptos, qué es una librería, qué es un librero, qué papeles juegan unos y otros, las editoriales, pasarlo todo por un tamiz para darnos cuenta de qué es lo que queda, qué es lo realmente importante». En este sentido, entiende que lo que hay ahora que hacer es volver a trabajar el fondo de la librería, volver a darle protagonismo, es lo que mejor va a funcionar a nivel comercial, «volver a remover todo lo que habíamos dejado de lado, grandes sellos de toda la vida como Alianza, Cátedra, Austral… Y, por otro lado, apoyar proyectos que están haciendo un esfuerzo importante, pequeñas grandes editoriales como lo puede ser Salto de Página», dice, sonriendo para Emilio Bueso, quien ha publicado ya la friolera de cuatro libros con este sello.
«Lo que más se ha resentido es la venta del best seller tradicional, por lo que creo que el camino a seguir es apoyar el fondo, y también en nuestro caso al autor local», continúa. Y es curioso esto, cuando menos, porque no es habitual encontrarse con un apoyo y una comunidad en torno a los autores autóctonos como la que se puede encontrar en Argot. Juan Vicente tiene muy claro que es fundamental apoyarlos, que funciona y se genera, además, un efecto best seller. «Nosotros empezamos a hacer más presentaciones en el años 2004, 2005, una media de cien al año, hazte una idea; y podemos decir que seguramente unos noventa de estos libros serán de gente de aquí. Nos dimos cuenta de que había un potencial enorme». Bueso asiente. «En el caso de Eloy Moreno, por ejemplo, fue muy fácil. Ha vendido ochenta mil libros, ha sido traducido a qué sé yo la de idiomas, coreano, por ejemplo». En la librería, y esto tampoco es muy común, se recomienda la autoedición: «Si quieres sacarlo, adelante». De manera que todas las semanas hay quien lleva algo. Recuerdan ambos un título, uno de los superventas, Asesinato en la plaza de las farolas, que lleva ya vendidas dos mil copias. Novela negra cuya trama se desarrolla en escenarios locales, conocidos por todos, personajes que se adivinan, caracteres sobre cuya identidad real se puede hacer conjeturas. «Neuras típicas», apunta Emilio, «muy reconocibles». El autor de esta novela, Julio César Cano, publica ya en una editorial vasca, Hiria. La plaza de la farola es un lugar emblemático de Castellón. «Te lees la novela y te das cuenta de que es la mejor guía turística», sigue Juan Vicente, divertido.
Uno de los escritores amateurs que más le ha sorprendido a este librero entusiasta de la autoedición ha sido Luis Rodríguez: «Era asiduo de los clubs de lectura que montamos, empezó también a venir a las tertulias… Su primer libro lo publica con KRK. Es espectacular, La soledad del cometa. Ha sacado un segundo libro, Novienvre. ¿Cuánto venderá? Pues tal vez del primero no haya vendido más de quinientas copias, y del segundo otro tanto». Ahora bien, Juan Vicente lo tiene claro: «A una isla desierta me llevaría dos libros: uno es Novienvre (el otro la Biblia, pero porque es muy largo, duraría más)».
De manera que este es el universo Argot, una librería en una ciudad no muy grande con vocación de permanencia, un lugar al que acudir, ya seas lector, escritor aficionado o autor consagrado. «Hay quien ha llegado, se ha sentado a leer en la cafetería y, como no le daba tiempo a acabar, ha dejado el punto de lectura para poder continuar desde donde lo dejó».
Estos días, por cierto, la librería está inmersa en el Fantasti’cs. «Nos damos cuenta de que estas jornadas funcionan muy bien sobre todo para que los propios escritores y editores se encuentren y conozcan, para que haya una puesta en común. Esto me gustó mucho. Luego hemos pasado al cine, a hacer concursos de relatos…». El año pasado ya participaron en la muestra de cortometrajes cien cortos. Sucede cada año, en noviembre. Si tienen la oportunidad, vayan. Que cada librería es un mundo, decíamos ayer.
Fotografía: Ángel L. Fernández Recuero
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