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Esta es la segunda parte del repaso a la discografía y algunos momentos importantes en la historia de la mítica banda británica. La primera parte pueden encontrarla en este enlace.
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Live at Leeds (1970)
La actuación del grupo en Woodstock ayudó a extender todavía más la enorme reputación de The Who como espectáculo en vivo (y eso que el público aún tardaría años en contemplar las imágenes de The Rolling Stones Rock and Roll Circus), así que casi de manera natural llegaba el momento de editar un álbum en directo para contentar a quienes nunca habían tenido la oportunidad y la suerte de verlos en directo. El resultado fue Live at Leeds, un álbum cuya portada imitaba la de un disco pirata. Este directo terminó teniendo una importancia enorme en la historia del grupo: no solamente se convirtió en un gran éxito de ventas y objeto de veneración por la práctica totalidad de los críticos, sino también en un referente que desde entonces usarían muchos productores y bandas a la hora de grabar discos en directo. Así pues, Live at Leeds llevó el directo The Who a las casas de mucha gente pero también supuso un antes y un después en la evolución de los álbumes en vivo:
Shakin all over: Versión en vivo del tema de Johnny Kid and the Pirates, una prueba más del amor que The Who sentían por el viejo rock & roll y por el rhythm & blues estadounidenses, estilos que sobre un escenario llevaban tiempo pesando mucho más en su música que los matices pop que tanto habían abundado en sus discos de estudio:
Heaven and hell / I can’t explain: En 1995, se publicó una nueva versión en CD de Live at Leeds, que incluía muchos temas ausentes en el vinilo original y que por tanto fue como un fabuloso regalo de Navidad para los fans. Entre el repertorio recuperado de aquel legendario concierto se encuentra esta fantástica Heaven and hell de John Entwistle, una canción repleta de desarrollos instrumentales con la que acostumbraban a empezar sus actuaciones por entonces: un tremebundo inicio de show que golpea al público con una avalancha de energía sin apenas darle tiempo a prepararse: ¡estos tipos no se andaban con remilgos! En el enlace podemos escuchar también la vieja I can’t explain, grabada en esa misma actuación:
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Single: The Seeker, (1970)
Mientras Pete Townshend trabajaba en una nueva ópera rock llamada Lifehouse que nunca llegaría a completar, el grupo —como ya era habitual— editó esta canción en formato de single para mantener la atención de los oyentes. Tema que se convertiría en un nuevo clásico y una joya más a añadir al repertorio de la banda:
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Who’s next (1971)
Decíamos que presionado por el enorme éxito y repercusión de Tommy pero también arrebatado por un ímpetu creativo que le impelía a intentar nuevos caminos, Pete Townshend había comenzado a escribir una nueva ópera rock llamada Lifehouse, que teóricamente debería alcanzar el culmen en extáticas apariciones en vivo basada en frecuencias de la vibración sonora ligada a la personalidad de los individuos del público. El concepto, que nadie más que él entendía, tuvo que ser aparcado porque simple y llanamente no podía funcionar en directo —Townshend acabó resumiéndolo como «un desastre»— y el guitarrista, a quien parecía afectar particularmente cargar con casi todo el peso creativo de uno de los grupos más populares del mundo, entró en una espiral de descontento rayano en la depresión. Sin embargo, no todo aquel esfuerzo fue perdido, ni mucho menos: varias de las canciones de Lifehouse fueron recogidas en un álbum convencional —bautizado con un juego de palabras, Who’s Next— que ya no seguía el esquema de ópera rock, sino de mera colección de canciones sueltas. Pese a sus problemas personales y el momento de confusión que precedió a la grabación de Who’s Next, la inspiración de Townshend seguía en un buen momento y el disco fue fantástico. Vendió muy bien y recibió muy buenas críticas. Eso sí, se advierte una evolución en el sonido general del grupo en estudio: ya no suenan tan sutiles como en Tommy y de hecho volvemos a escuchar la batería de Keith Moon más o menos en primer plano. También es un disco de rock más directo donde ya no hay tantos ornamentos propios del pop británico de los años 60. Dicho de otro modo: The Who están sonando más «americanos». Por cierto, la portada fue algo polémica: mostraba a los miembros del grupo alejándose de un monolito sobre el que acababan de orinar, lo cual, según Pete Townshend, fue la respuesta al rechazo de Stanley Kubrick, quien no quiso aceptar el proyecto de dirigir la versión cinematográfica de Tommy. Pero esa imagen no era nada en comparación con la idea original para la misma portada: poner a Keith Moon travestido, luciendo peluca y corsé de mujer, y sosteniendo un látigo. Eso sí hubiese sido una portada para los anales. No pun intended.
Baba O’Riley: La sorpresa inicial era la de escuchar un sintetizador abriendo un disco de The Who… pero pronto descubriríamos que se trataba de un toque anecdótico. Esa sorpresa inicial quedaba pronto superada por una canción memorable que se convertiría en otro clásico a añadir al repertorio de la banda. La popularidad de Baba O’Riley fue revitalizada hace unos años después de aparecer en series de televisión y similares (recuerdo por ejemplo que era la canción favorita del doctor House), así que ahora uno de sus temas más famosos. Inolvidable el reprise final con solo de violín incorporado:
Won’t get fooled again: Más sintetizadores para empezar una canción, pero nuevamente son engañosos, porque nos hallamos ante otro tema guitarrero típico de The Who. Probablemente es la gran canción del disco, o al menos la que más ayudó a lanzar Who’s Next. Era un nuevo himno generacional en cuya letra ya no se destilaba una rebelde inocencia adolescente, sino más bien la combatividad juvenil de quien está empezando a descubrir los resortes que manejan el mundo: «No nos volveréis a engañar», dice el título. Al igual que en el caso de Baba O’Riley, ha alcanzado una renovada fama gracias a diversas referencias contemporáneas (siendo por ejemplo sintonía de alguna serie como CSI). Esta canción terminaría convirtiéndose, con los años, en su gran piedra de toque en directo. Sería el tema que todo el mundo esperaba escuchar en sus conciertos:
Behind blue eyes: The Who siempre habían cuidado mucho las melodías y jamás habían renunciado del todo a su faceta más pop, excepto quizá en sus tremebundos directos, donde eran de hecho la banda más ruidosa del mundo con permiso de Jimi Hendrix y algún otro. Sin embargo, no abundaban las baladas en su discografía. Incluso en las canciones melódicas tenían la pulsión de impregnarlo todo con energía. Así que esta Behind blue eyes sorprendió por su delicadeza inicial, y durante unas cuantas estrofas es una verdadera balada… eso sí, al final reaparece el estilo guitarrero de costumbre. Una maravilla más a añadir a su repertorio y una de las canciones de The Who que han conocido versiones a cargo de los artistas más inesperados:
My wife: John Entwistle sigue escribiendo pocas canciones, pero casi cada vez que aporta una se vuelve rápidamente imprescindible en el catálogo del grupo. Es el caso de esta My wife en la que reconocemos fácilmente su personal estilo a la hora de elaborar unas melodías y armonías diferentes a las de Townshend. Además de que la canta, Entwistle también toca el piano y la sección de vientos, ya que además de bajista era intérprete de trompa:
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Single: Join together (1972)
Una de las canciones de la difunta Lifehouse que se editó como single para entretener a la gente mientras Townshend se enfrascaba —una vez más— en la composición de una tercera ópera rock, que esta vez sí llegaría a buen término. Join together es un fantástico tema que por algún motivo habían decidido no incluir en el álbum Who’s next, pero que podría haber encajado perfectamente:
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Quadrophenia (1973)
Esta vez sí, Townshend completa una nueva ópera rock para intentar reeditar los éxitos de Tommy. Aunque en realidad no lo necesitaba, ya que Who’s Next había terminado de consagrar al grupo como uno de los grandes de la escena. Sin embargo, el impulso de contar historias podía con Townshend: en principio quería narrar una especie de biografía de la banda, pero terminó convertida en un argumento que contempla los años de adolescencia desde una perspectiva más madura y cínica. El protagonista Jimmy se desdobla en cuatro personalidades que representan a los cuatro miembros del grupo —el tipo duro (Daltrey), el tranquilo (Entwistle), el lunático (Moon) y el cínico (Townshend)— pero la intención de reflejar la historia de The Who ha quedado atrás y Quadrophenia es una nueva reflexión sobre una de las temáticas habituales de Townshend, como la búsqueda de la propia identidad. Musicalmente fue otro punto álgido para la banda, donde en estudio seguían ganando espacio los sintetizadores. También abundaba una música más tranquila, ya no todo eran power chords y energía a raudales. Townshend lo consideró su mejor disco, opinión que mantiene hasta hoy (yo creo que, siendo buenísimo, contiene más altibajos que Tommy… pero esto es quizá una impresión subjetiva). Eso sí, el intento de usar sintetizadores durante la gira no fue buena idea debido al empeño de no incluir un quinto miembro como teclista. Pete Townshend lo dejaba bien claro por entonces: The Who eran ellos cuatro y nadie más; por ello intentaron recurrir a cintas pregrabadas que habían usado en la gira de Who’s Next, pero que ahora no funcionaban como debían… eran otros tiempos y la tecnología no acompañaba. Sea como fuere, Quadrophenia les valió una nueva oleada de aplausos y volvió a vender muchos discos. Fue la primera vez en que estuvieron a punto de colar un álbum en el número uno de los Estados Unidos, aunque finalmente se quedaron sin conseguirlo y tuvieron que conformarse con el dos. El disco seguía prolongando el momento álgido de popularidad de The Who en todo el mundo y demostraba que el talento de Townshend no estaba agotado ni mucho menos.
The real me: Una de las mejores canciones del álbum, un tema sencillo, potente y muy especialmente sostenido por la batería de Keith Moon, que cabalga fantásticamente bien (también tiene momentos de protagonismo el juguetón bajo de Entwistle). Muestra la faceta más puramente rockera de la banda, que normalmente no trasladaba tan fielmente al estudio la forma en que solían sonar en directo. Una verdadera maravilla de canción:
5.15: Otro de los grandes momentos de Quadrophenia, una canción espectacular que ilustra el giro del grupo hacia un rock con raíces más blues, como el que interpretaban sobre los escenarios. De hecho, en esta canción hay incluso toques soul. Un fantástico tema con vocación de clásico inmediato, no en vano fue elegido como single para promocionar el disco:
Bell Boy: El tema en que, como entrañable curiosidad, podemos escuchar hablando e incluso cantando algunas partes nada menos que a Keith Moon (las estrofas principales las canta Daltrey). El batería enfantiza teatralmente su indescriptible acento cockney para interpretar a un alocado botones de hotel, personaje en que quizá se hubiese convertido de no haber sido una estrella del rock. A Moon, ya los profesores de la escuela no le auguraban ningún futuro. Su profesor de música, por ejemplo, escribió en un informe: «mucho talento, pero cuidado con su tendencia a querer dar la nota constantemente». Y la verdad es que lo clavó. Algún otro maestro fue todavía más cruel: «superdotado en lo musical; retrasado en todos los demás aspectos»:
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Película Tommy (1975)
La versión cinematográfica de Tommy puede considerarse prácticamente como un disco nuevo, ya que las canciones difieren mucho del Tommy original tanto en sonido como en arreglos y estructura (de hecho, tampoco es exactamente el mismo sonido el que se escucha en la B.S.O. editada y en la propia película). En el film, siguiendo el formato de una ópera, la parte de cada personaje era cantada por un intérprete distinto. Roger Daltrey era Tommy de adulto, Ann Margret su madre, Oliver Reed su padrastro, Keith Moon el pervertido tío Ernie, Jack Nicholson el doctor, etc. Además, los Who tocan los temas con ayuda de diversos cantantes invitados. Los actores principales ponían su propia voz con mayor o menor fortuna: Oliver Reed y Jack Nicholson se desempeñan como pueden (ninguno de los dos es un gran cantante pero lo hacen con gracia, especialmente Reed), mientras que Ann Margret —que sí sabía cantar como todos bien sabemos— defiende su parte con mucha fuerza. La banda sonora, comparada con el disco original de 1969, tiene un resultado irregular: hay canciones que igualan o mejoran las originales, mientras otras pierden sustancia y quedan descafeinadas con la inclusión de demasiados sintetizadores, o con la modificación de la melodía y la manera de interpretarla. Pero en conjunto la banda sonora es excepcional, y aunque las canciones sean prácticamente las mismas, puede escucharse como un trabajo completamente distinto. En cuanto a la película como tal, hay opiniones para todos los gustos: no soy especialmente seguidor del director Ken Russell pero me gusta mucho cómo trató la simbología de Tommy, de una manera visualmente excesiva pero muy inteligente. La iconografía de la película es fascinante, el ritmo es bueno y la historia original —extraña y compleja— está perfectamente adaptada a la pantalla.
Pinball wizard (por Elton John): Hoy en día puede resultar extraño que los productores del film insistieran en tener al amigo Elton protagonizando una escena, pero en aquella época todavía grababa algunas buenas canciones de rock & roll, y lo cierto es que hace un trabajo brillantísimo con la canción más estelar de Tommy. Su voz y su piano encajan de maravilla en el tema, hasta el punto de que lo hace suyo de manera totalmente inesperada. Tanto visual como musicalmente, esta es una de las secuencias más espectaculares de la película. También es una de las pocas en que aparecen los miembros de The Who tocando, algo que disgustaba a Townshend, quien quería separar lo más posible a la banda del argumento. Lo dicho, un momento estelar del largometraje y de la propia carrera de Elton John:
Acid Queen (por Tina Turner): Y si Elton John estaba extraordinario con su canción, qué decir de Tina Turner interpretando a la Reina del Ácido. Su aparición es como un terremoto en mitad del film, hasta el punto de que la canción parece haber sido escrita a propósito para que ella la cante. Es otro de los momentos cumbre del film y una elección absolutamente perfecta para el papel:
Eyesight to the blind (por Eric Clapton y Arthur Brown): La extraña secuencia del culto a Marilyn Monroe sirve para que Clapton haga junto a los Who una fantástica versión del clásico blues de Sonny Boy Williamson. Mención aparte merecen las frases cantadas por el excéntrico Arthur Brown, quien pega un asombroso berrido que haría temblar al más curtido vocalista de heavy metal (siempre pensé que este individuo debería haber cantado en Deep Purple… no en vano era conocido por el amplísimo registro de su voz). Un fantástico tema:
There’s a doctor (por Jack Nicholson): Una curiosidad que no tiene precio es ver a Jack Nicholson prestando su endeble voz a uno de los temas del film, aunque compensa una más bien pobre manera de cantar con su carisma:
Crhistmas (por Ann Margret y Oliver Reed): La secuencia en que la madre y padrastro de Tommy intentan desesperadamente comunicarse con el niño, totalmente aislado del mundo. Ann Margret, ella es probablemente la gran presencia de toda la película y no en vano obtuvo una nominación al Oscar por su papel. Cada una de sus escenas es una muestra de poderío, aunque a su marido no le gustó ver a la actriz —que por entonces contaba 34 años— revolcándose y dando un recital de sexualidad durante el célebre baño con judías y chocolate. Sea como fuere, tanto Reed como ella fueron elecciones absolutamente idóneas para sus respectivos papeles. Por cierto, Reed nunca fue el mismo después de conocer a Keith Moon: desde que entablaron amistad durante el rodaje, el actor comenzó a llevar un salvaje tren de vida similar al del batería. Él mismo admitió en varias ocasiones que Keith Moon le había cambiado la existencia:
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The Who by Numbers (1975)
El séptimo álbum de la banda nació entre una pléyade de problemas internos y en mitad de un creciente proceso de separación personal entre los miembros de la banda, muy especialmente, según decía la prensa por entonces, entre el cantante y el guitarrista. Pete Townshend, en su eterna lucha contra sí mismo, parecía no soportar el éxito y sus letras expresaban sin disimulos los trastornos que le causaban sus problemas de identidad, el alcoholismo en que había caído, etc. (eso sí, se declaraba abierto enemigo de las drogas), hasta el punto de que algunos bautizaron el disco como «la nota de suicidio de Pete Townshend». Por su parte, Keith Moon se había transformado ya en uno de los grandes personajes del mundo del espectáculo —no lo digo yo: un miembro de Monty Pyhton le describió como «un genio de la comedia»—, pero su fachada de fiesta continua y de gamberradas que llenaban los titulares no podía eliminar sus no menos graves problemas con el alcohol, sus arrebatos de violencia doméstica y el hundimiento psicológico que le había provocado el atropellar accidentalmente a su chófer. John Entwistle, aunque más discreto de cara a la galería, también estaba metido en una espiral de mala vida que ya nunca abandonaría y de la que nunca se arrepentiría. Roger Daltrey, por su parte, estaba harto de la decadencia de sus compañeros. No obstante, el disco que tenía la difícil misión de seguir a Quadrophenia resultó ser muy bueno. Un nuevo álbum de canciones sueltas en la onda del Who’s next, que también se convirtió en un éxito:
Squeeze box: El single elegido para lanzar un álbum donde The Who sonaban más «americanos» que nunca. Una muy agradable canción que se alejaba mucho del estilo más sesentero de la banda y los acercaba a las bandas estadounidenses del momento, incluso con ciertas influencias country rock.
Success story: Como de costumbre, a John Entwistle le basta un único tema para hacerse notar; de hecho aquí escribe uno de los momentos álgidos del disco. Una nueva composición de gran calidad en la que ironiza sobre su nueva vida como estrella del rock; el sarcasmo cínico siempre fue uno de los puntos fuertes de Entwistle como puede comprobarse en las célebres imágenes donde tirotea sus discos de oro: John Entwistle, un hombre con las cosas claras respecto al negocio musical.
In a hand or a face: Una canción que por momentos recuerda a aquella lejana I can see for miles, pero donde básicamente están los ingredientes típicos de la música de The Who en los años 70. O sea, guitarras muy marcadas en estudio y una orientación más rockera en los arreglos:
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Who are you (1978)
A finales de los 70, la popularidad del grupo continuaba intacta. Incluso la iconoclasta generación punk, que despreciaba a otros «dinosaurios» del rock como Pink Floyd o Led Zeppelin, rendía culto a la energía y los mensajes generacionales e identitarios de The Who. A Pete Townshend, por cierto, le gustó la cruda versión que los Sex Pistols hicieron de Substitute y le sorprendió saber que eran fans, algo que ellos mismos le confesaron: cuando los conoció casi se disculpó por haberse convertido en un peso pesado del negocio, y ellos le respondieron «no, no, a nosotros nos gusta The Who». Sin embargo, los problemas internos de los Who no eran muy distintos a los de aquellos otros grupos consagrados: los cuatro miembros ya apenas trabajaban juntos excepto en las giras. El resultado fue un buen disco, pero ya no comparable a sus pasadas obras, aunque obtuvo sus mayores cifras de ventas hasta la fecha y sobre todo parecía anunciar lo que los fans querían: una nueva gira de aquella formación cuyos directos eran legendarios. Por desgracia, eso nunca ocurrió: apenas un mes después de publicado el disco Keith Moon fallecía a causa de una sobredosis de la medicación que tomaba para combatir su adicción al alcohol. Aquello fue un golpe demoledor: Keith parecía insustituible como batería y desde luego su carisma único también lo hacía irremplazable como personaje. Su muerte hizo surgir muchas dudas sobre el futuro de la banda. Como un giro poético del destino, en la portada del LP había aparecido Keith sentado sobre una silla cuyo respaldo tenía pintada la frase Not to be taken away, esto es, «no llevárselo». Algunos interpretaron aquello como una respuesta del grupo a los rumores de que iban a deshacerse del batería por sus tremendos problemas con la bebida. Poco después, estaba muerto y la imagen adquiría un nuevo e inesperado significado.
Who are you: El single que lanzó el disco a los primeros puestos de las listas era una fantástica canción, muy efectiva, con un estribillo memorable. Su divertido videoclip, sin embargo, dejaba un regusto amargo al mostrar algunas secuencias de Keith Moon en lo que fue el último videoclip que grabó en su vida:
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Documental The kids are Alright (1979)
Pocas veces una película documental ha tenido tanta relevancia en la historia de un grupo, casi comparable a cualquiera de sus discos. Considerado universalmente uno de los mejores documentales jamás rodados sobre una banda de rock, fue producto del entusiasmo de un único fan, el estadounidense Jeff Stein. Cansado de que solo hubiese disponible una cantidad irrisoria de material audiovisual de la banda y pese a no tener experiencia alguna en el mundo del cine, se las arregló para recopilar actuaciones en directo, videoclips, entrevistas y otras filmaciones de gran valor histórico de todas las etapas de la banda (algo meritorio en aquella época donde no había Internet y hacerse con este tipo de material requería una incansable investigación). El resultado fue una película apabullante, muy importante por diversos motivos. Entre otros, fue la primera vez en que los fans pudieron contemplar la mitad de aquella actuación en The Rolling Stones Rock And Roll Circus que mentamos en la primera parte de este artículo, comprobando que efectivamente había sido tan explosiva como decían los rumores. Pero también contiene la última actuación que hicieron los cuatro Who originales, grabada muy poco antes del fallecimiento de Keith Moon. The kids are alright es una sucesión de imágenes y actuaciones —sin narración— que componen un collage que no da respiro al espectador. Una de las mejores películas musicales de todos los tiempos.
We won’t get fooled again: Ya he hablado de esta increíble actuación en algún artículo anterior. La canción era una de las favoritas de Jeff Stein, quien mientras elaboraba el documental comprobó que no existían filmaciones del grupo tocándola en directo. Así, convenció a los Who para que la interpretasen (junto a Baba O’Riley) frente a un reducido público en un plató. Así pudo inmortalizarla con las cámaras. Según los más puristas, el directo de la banda ya no era tan bueno como en el periodo 1970-72, especialmente porque Keith Moon había perdido parte de su antiguo poder. Pero por suerte para Stein, los Who estuvieron inspirados aquel día y el resultado fue pura dinamita, con toda seguridad uno de los momentos más explosivos jamás registrados por una banda de rock. Mención especial para un Pete Townshend que montó un auténtico show por su cuenta y riesgo, convirtiéndose en el centro absoluto de atención. Fue la última actuación del grupo con Keith Moon y el film se editó meses después de su repentina muerte. La más grande banda en directo en uno de sus mejores momentos… que desgraciadamente fue el último.
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Face dances (1981)
La idea de sustituir a un batería tan único como Keith Moon parecía una locura: si bien Keith no era el mejor técnicamente hablando (los baterías pasarán décadas discutiendo sobre ello), su inimitable estilo había sido uno de los motores básicos en el sonido de The Who. ¿Cómo continuar sin él? No obstante la banda reclutó a otro muy buen músico, Kenney Jones, que ya había suplido la baja de Moon por accidente durante la época del film Tommy. Y cumplió su tarea con dignidad, sin intentar imitar a Moon. Pero para entonces ya existían otros problemas en la banda: Pete Townshend —que ya arrastraba desde hace tiempo una adicción al alcohol— había dejado atónitos a sus alegados enganchándose a la heroína pese a su perenne discurso antidrogas. La creatividad del líder de la banda se había resentido y Face dances no era un gran disco. Desde luego no tan bueno como se esperaba de The Who. La combinación entre la ausencia de la pirotecnia de Moon y con el inicio de la caída libre de Townshend hizo que el grupo perdiera buena parte de su fuego. Como el guitarrista reconocería más tarde, la química ya no estaba allí. Un trabajo respetable, que contiene algunos buenos momentos de composición… pero que palidece junto a cualquiera de sus álbumes anteriores y que —aunque fue un gran éxito de ventas a ambos lados del Atlántico— empezó a decepcionar a algunos de los antiguos fans.
You better you bet: El principal single del disco, que mostraba a The Who en pleno cambio. Por momentos siguen mostrando retazos de su estilo setentero más basado en las guitarras, pero al mismo tiempo están cada vez más cercanos a los sonidos AOR —más suaves y comerciales— que imperaban por entonces en la radio:
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It’s hard (1983)
El disco previo a la despedida. Con Townshend ya recuperado de sus tonteos heroinómanos, la banda publica un nuevo álbum muy en la onda de Face changes, aunque aún menos inspirado. El éxito continuó acompañándolos, por más que hubiese una creciente oleada de antiguos fans que ya no se identificasen con lo que estaban haciendo. Eso no impidió que la gira de presentación se convirtiera en un acontecimiento y los confirmase una vez más como uno de los grupos más populares del mundo, capaces de llenar estadios en cualquier parte, colgando el cartel de sold out en apenas unas horas allá donde iban. Sin embargo, Pete Townshend probablemente ya era consciente del bajón de su inspiración y no habría un tercer disco de The Who en esta nueva etapa: tras la presentación de este disco, el guitarrista decidió abandonar el grupo, lo que equivalía prácticamente a su disolución.
Athena: El último single de éxito de The Who antes de su separación, una canción que sonaba más a la música mainstream del momento que a cualquier cosa que The Who hubiesen grabado en el pasado. Como casi todo en los dos últimos álbumes, no puede decirse que fuese una mala canción, pero tampoco llegaba a la altura de los viejos clásicos.
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La travesía en el desierto (1983-1999)
Durante los años 80, The Who únicamente se reunieron en contadas ocasiones. En 1985 actuaron en el festival benéfico Live Aid. Su aparición fue correcta y relativamente enérgica para haberse separado, aunque en Won’t get fooled again se perdieron a mitad de tema y Pete Townshend se cayó al suelo en algún momento. En su día, esta actuación fue considerada decepcionante por muchos viejos fans (aunque no tanto como la absolutamente desastrosa reunión de Led Zeppelin en ese mismo festival) y contrastaba tremendamente con la de una banda más joven —aunque también experimentada— que estaba en su mejor momento, caso de Queen. Era probablemente la primera vez que un grupo los eclipsaba en directo desde que Jimi Hendrix lo había hecho (y por poco) en Monterrey 1967, y el repaso que dieron Queen a sus viejos maestros era el signo inequívoco de que el cambio generacional estaba más que consolidado. No obstante, 1989, The Who se embarcaron en una gira de aniversario que fue tremendamente exitosa pese a que mostraba un producto descafeinado: Pete Townshend, que por entonces estaba medio sordo después de pasar muchos años tocando a enorme volumen, se aferraba a una guitarra acústica —para figurar, más que nada— mientras que las guitarras solistas las ejecutaba el mercenario Steve Bolton, lo cual desvirtuaba la esencia del grupo. Los años 90 no fueron muy diferentes, aunque en 1991 grabaron una correcta versión de esta canción de Elton John para un disco de homenaje, lo cual pareció augurar una resurrección discográfica que no se produjo. En 1996, cuando nuevamente se reunieron para interpretar temas de Quadrophenia en directo, Townshend seguía siendo incapaz de despegarse de la acústica debido a sus problemas auditivos y aún recurrían a varios músicos extra para rellenar los huecos que había dejado la ausencia de su furiosa guitarra eléctrica. Kenney Jones ya no estaba con ellos, pero habían encontrado a un batería incluso más apropiado: Zak Starkey, hijo del beatle Ringo Starr… quien curiosamente toca en un estilo más similar al de Keith Moon —a quien de pequeño llamaba «tío Keith»— que al de su propio padre.
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Concert for New York City (2001)
En 1999, en Las Vegas, se produjo el milagro: The Who, con Zak Starkey a la batería, volvían a sonar a ellos mismos. Pete Townshend aseguraba haber curado sus problemas de oído con medicina alternativa y estaba de nuevo a la guitarra solista. The Who reaparecían de nuevo, pero ahora sonando todo lo bien que razonablemente podían sonar a su edad. Volvían a parecer ellos mismos. Todo el mundo lo pudo comprobar un par de años más tarde, tras el 11-S, en el concierto de homenaje a los bomberos y policías de Nueva York. Durante Won’t get fooled again, los viejos The Who se vaciaron y prácticamente se merendaron al resto del cartel, llevando al público al mayor momento de histeria de la noche y poniendo de acuerdo a todos los comentaristas en que habían sido con mucho lo mejor de la noche. Resultaba difícil de creer, pero el viejo espíritu de la banda sobre las tablas había resucitado y pese a la ausencia de Keith Moon recuperaron una parte apreciable de su antigua energía. Quienes no tuvimos la suerte de estar en la reaparición previa de Las Vegas pudimos quedarnos boquiabiertos al contemplar este momento por televisión. Parecía de película, incluso de guión barato y facilón… pero era cierto. Allí estaban. Sin necesidad de guitarristas mercenarios, sin necesidad de coristas ni artistas invitados, y con su nuevo batería que se había sumergido de manera inexplicable en la química del grupo. Quien alguna vez haya tocado en una banda de rock lo sabe: sonar con energía es más difícil que tocar bien, porque depende de muchos intangibles, no solo de saberse las notas. Y a su edad, The Who volvían a ser capaces de merendarse a toda una pléyade de grandes nombres, causando estupor entre telespectadores muy jóvenes que no los conocían y se preguntaban de repente de dónde habían salido aquellos abuelos tan arrolladores y entre viejos fans que no daban crédito a sus ojos. El momento producía escalofríos y puede que a algunos se nos quisiera escapar alguna lagrimilla, porque después de muchos años… eran otra vez ellos:
Al año siguiente, desgraciadamente, John Entwistle moriría en Las Vegas, víctima como Keith Moon —aunque muchos años más tarde— de su estilo de vida: la stripper con la que había dormido en un hotel intentó despertarlo por la mañana, sin respuesta alguna: durante la noche había fallecido de un ataque cardíaco provocado por el consumo de cocaína. El milagroso retorno de unos Who en forma había concluido prematuramente… ya solamente quedaba la mitad de la banda, aunque en ella seguía estando su principal compositor. Pero ya nunca podríamos escuchar a John cantando Boris the Spider en directo.
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Endless Wire (2006)
Olvidados ya sus peores años, convertidos en leyenda y redescubiertos por una nueva generación de seguidores, Daltrey y Townshend decidieron seguir adelante con las giras e incluso grabaron un nuevo álbum en estudio: el primero en 23 años. Pete Townshend se encargaba ahora no solamente de la composición y la guitarra, sino que tocaba el bajo y algunos instrumentos más, con la ayuda de numerosos músicos invitados (Zak Starkey estuvo ausente en muchas canciones debido a que estaba girando con Oasis). ¿El resultado? Un disco que lógicamente no podía compararse a sus obras maestras del pasado, pero que resultaba sorprendentemente convincente en varios momentos. El estilo recordaba a la época de Who’s Next, Quadrophenia y The Who by numbers, aunque quizá no había algún himno con vocación de clásico que sirviera de punta de lanza, como ocurriera en aquellos discos. Sea como fuere, un retorno discográfico más que digno. El disco vendió muy bien y obtuvo unas críticas mayoritariamente positivas, lo cual era todo un triunfo para una banda que algunos años atrás pareció condenada a ser una parodia de sí misma.
Fragments: Interesante inicio de álbum que recuerda bastante al estilo de ciertas bandas progresivas de los años 70, en el que Townshend utiliza unos métodos de composición basados en aquellas viejas ideas sobre la vibración individual con las que trabajó en Lifehouse a principios de los 70:
Sound Round: El primer tema de una mini-ópera rock incluida en el disco es muy breve pero nos trae a la memoria a los Who de tiempos mejores.
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Aparición en la Super Bowl de 2010
The Who, o Townshend y Daltrey, han seguido girando y manteniendo el pabellón alto hasta el día de hoy. Gozan de un tremendo estatus de leyendas, particularmente en los Estados Unidos, donde se han convertido en una institución y siempre tienen al público a sus pies. Una buena muestra es su aparición en el descanso del acontecimiento deportivo más importante del país, la Super Bowl, normalmente dedicada a artistas comerciales de moda y ocasionalmente a leyendas consagradas como Paul McCartney o los Rolling Stones. Allí, The Who llevaron al público al delirio: es impresionante escuchar a todo el estadio entregado cantando… pensemos que no se trataba de su público habitual. La prensa de entonces fue dura en sus críticas hacia esta actuación —en fin— pero lo cierto es que el grupo estuvo muy bien, más teniendo en cuenta que Roger Daltrey habia sido operado de la garganta apenas mes y medio antes, y que estos tipos no recurren a directos prefabricados. Sirva esta filmación para concluir el artículo. Y ya saben: Meet the new boss, same as the old boss.
Me ha costado siempre mirar a estos tres tíos feos y otro feo que se cree guapo -Daltrey- por lo que aún gustándome su música, me he sentido alejada de sus propuestas. Los tíos tan feos, tendrían que meterse en un baúl, que alguien cerrara con llave y los tirara al Támesis.
Seguramente sea usted guapísima pero con comentarios como este lo que demuestra es tener el intelecto de una ameba.
No creo que sea guapa. No creo que se llame Esther. No creo siquiera que sea una mujer. :p
Sí, yo lo conozco, se llama Amadeo y es camionero. Le gusta travestirse, aunque es más feo que Pete Townshend. ¡Ja, ja, ja!
Esther, me apuesto un millón a que tu eres más fea que un congrio.
Sí, ya me lo han dicho que soy fea, aunque de alma. ¡De físico estoy que te cagas! Me parece que el feo debes de ser tú, a juzgar por como te han picado los ajos que has comido. Perdóname si herí tus sentimientos, pero es que las diosas de la belleza tendemos a ser desconsideradas con los menos afortunados en el reparto de caretos y cuerpos serranos, ¡Nuvolari!
Dentro de 40 años hablamos, a ver si tu belleza se mantiene igual que su música. Guapa.
Ya puede ser Esther dentro de 40 años más fea que Satanás que seguirá estando más buena que las cagarrutas que parieron The Who
Uno de los cinco mejores grupos de la historia y el mejor directo de largo.Incluso siendo tan grandes siempre pense que estuvieron infravalorados.Cuando veo see me/feel me en woodstock se me encoje el corazon Gran articulo y gran recopilacion.
casi lloro en la parte de «eran otra vez ellos», gran articulo he insisto una de ACDC por favor!!!
Muchas gracias por los artículos!! Un placer poder leer palabras que salen de dentro con pasión e interés..
Creo que junto a Grateful Dead, para mi un escalón por encima, son el mejor grupo en directo que ha existido..
Grandísimos Posts. como el de los Floyds y Queen anteriormente.
Para cuando uno de Deep Purple, Iron Maiden , AC/DC y Black Sabbath?
Alta cocina en Jotdown con los espléndidos homenajes a legendarios e imprescindibles ingredientes musicales del siglo pasado. Gracias.
Los directos de los Who siempre han resultado la quintaesencia del Rock.
Me sumo a la petición para un reportaje a otros grandes como los Purple, Zeppelin, ACDC, Maiden, Metallica, Sabbath… y si la estela del rock sinfónico os apetece continuar, después de recordar a Pink Floyd, ¿qué tal Yes, King Crimson o ELP?
De nuevo, gracias.
Me han gustado mucho los artículos…¿ para cuando uno del Rey Carmesí?
Lo mejor que he leído sobre The Who. En la primera parte se menciona a los Kinks, la banda mas injustamente tratada de la historia (se les ningunea bastante, y para mi deberian formar parte de poker que Beatles-Stones-Who como bandas que mas han influido en el posterior desarrollo del pop y el rock.
Tenía mis dudas respecto al anterior artículo (por ejemplo, privilegiar «Cobwebs and strange» sobre «The ox») pero darle espacio a las canciones de la película Tommy para no poner ninguna de «Odds and sods» (¡»Long live rock»!, «Naked eye», «Postcard» o la hermosa «Little Billy») es demasiado. También lo es dejar de lado la que fue la última canción de interés de la banda, «Eminence front», o prescindir de las últimas canciones idem de John Entwistle «Had enough» y «905» del «Who are you» (la otra «I’ve had enough», la del Quadrophenia está por encima de cualquiera de esas cancioncillas de la película de Tommy). Bueno, es su web y su opinión, bastante idiosincrática, eso sí.
Ciertamente imagino que el próximo será dedicado a The Kinks, necesario.
Los tengo en mis preferencias por encima de los Stones y Beatles
¿Cómo no has terminado con su clímax en los JJOO de Londres? Cuando el Reino Unido mostró al mundo lo mejor de su música popular, la cúspide fueron ellos, haciendo olvidar a Beatles y Stones. Eso sí que fue un momento lacrimógeno digno de película de caída y redención, para el público más mainstream.
He disfrutado muchísimo el artículo, muchas gracias. No me considero fan de los Who, pero aprecio mucho su música y, como ya se ha comentado por aquí bastante, sus tremendos directos. Me ha encantado leer un repaso semejante por la historia de este grupo y, casi al final, ver esa actuación donde otra vez «eran ellos»….¡Me ha emocionado! Otra vez, ¡muchas gracias!
Que gran aportación, sencillamente de lo mejor que he leído ya sea en inglés o en español. Tus comentarios muy acertados, tengo una que otra recriminación pero nada que no se pueda subsanar.
Aunque descubro este blog un poco tardíamente lo he disfrutado mucho. The Who de lejos, la mejor banda en directo que jamás haya existido.
En esta lista falta blue red and grey. Cosa mas bella.
Además está colada en The Who by Numbers! Townshend no se creía que los productores le recomendaran meterla en el álbum: él componiendo temas sobre su depresión y en el medio mete una canción sobre amar la vida. Siempre vivió en el huracán de ese contraste de felicidad y sufrimiento.
Muy buen artículo. Soy un fanático de The Who, mi grupo favorito. Mantienen el tipo en directo o al menos yo me sigo volviendo loco con ellos (no soy objetivo, claro). Una pequeña correción: en su autobiografía Townshend insiste en que su adicción fue a la cocaína y no a la heroína (llegó a sufrir una sobredosis que casi lo mata, a partir de ese momento empezó su rehabilitación). Aunque Townshend tiene fama de ser bastante mentiroso :P
PD: Echo de menos alguna referencia a Meher Baba