Cuatro redactores opinan sobre el estado de la música actual.
1. ¿Cómo calificarías el estado actual de la música popular?
Tirso: Nunca he sido fan de grandes bandas de rock, ni de la carnaza de las radiofórmulas, ni de cantantes carismáticos. Por lo general, me ha interesado bastante más la música, por así decirlo, minoritaria. Ahora, con la facilidad que supone tener internet, dispongo de un acceso inmediato a cientos de grupos que antes era imposible conocer y puedo tomar un pulso más cercano al estado medio de la música. En este sentido, en los estilos que a mí me gustan y más frecuento, creo que estamos en un momento sensacional por la diversidad y calidad de las distintas propuestas.
Ricardo: La época de los grandes grupos que llenaban estadios y arrastraban masas enfervorizadas ha pasado. Desde aquello que se etiquetó como grunge no ha
surgido nada en el mundo del rock capaz de sacudir a la industria. De la función social que consiste en sacarle el dinero a los padres del fan quinceañero ahora se ocupan los múltiples productos prefabricados del estilo Disney. Sólo algunos colosos de décadas cada vez más lejanas son capaces todavía de convocar a treinta mil personas de varias generaciones en el mismo recinto para atronarles gozosamente los tímpanos: AC/DC, los Stones o Metallica. Y no tienen relevo, ni se le espera. Pero por otra parte son incontables las bandas pequeñas y sin apenas apoyo de las compañías que siguen girando sin parar alegrándonos la vida y dándonos algo que escuchar.
Alain: Veo la música en buena forma; no así la industria musical pero éste es otro cantar. Actualmente tenemos un amplísimo catálogo en el que cualquiera tiene hueco: desde la electrónica más experimental hasta una nueva versión joven de los clásicos del country. Internet nos da miles de grupos nuevos a diario, las viejas glorias siguen teniendo éxito y, los que quedan en pie, siguen llenando estadios. El aficionado a la música está de enhorabuena: discos nuevos a diario, nuevas fusiones de estilos, re-ediciones de los clásicos, festivales y conciertos hasta decir basta, miles de personas con sus home-studios sorprendiéndonos a diario en Internet…
Emilio: Artísticamente, lo calificaría como estado comatoso. No surge casi nada que me llame la atención. Creo que la calidad media de la música popular ha empeorado considerablemente hasta niveles por debajo de lo peor que puedo recordar, esto es, los años 80.
2. ¿Qué nueva música ha captado tu atención últimamente?
Tirso: Cada vez escucho más música nacional -no necesariamente en castellano-, aunque el año pasado me agradaron especialmente los sonidos canadienses (The New Pornographers y los más que reconocidos Arcade Fire). Pero, como decía, me tiran más los de aquí, que además intentan hacer cosas diferentes a lo que estamos acostumbrados por estos lares: apuestas nuevas, mezclas de sonidos, ritmos y estilos… en unas ocasiones rayando la genialidad (como Klaus&Kinski, Delorean, We are Standard…) y, en otras, la tomadura de pelo, como El Guincho o Joe Crepúsculo, de los que reconozco que no están hechos para todos los paladares.
Ricardo: Nada exactamente nuevo. Concentro mi atención en eso que se ha dado en llamar «americana» y «alternative country», etiquetas bajo las que conviven cientos de bandas influenciadas por el rock, el country, el folk, el blues, el bluegrass, el punk y hasta la electrónica o el goticismo sureño. Está el bluegrass adrenalítico de Trampled By Turtles, The Avett Brothers u Old Crow Medicine Show. Por otro lado tuvimos promesas que no llegaron a romperlo del todo por tratar de intelectualizar lo inintelectualizable, pero que nos han dejado grandes canciones, como Drive-By Truckers. No me dejo al nietísimo Hank III, ni al hijísimo Shooter Jennings, al menos antes de que se echara a perder porque alguien, seguramente, le puso en la bebida un CD revenido de Coldplay. No podemos quejarnos en exceso de falta de variedad, muchas de estas bandas son muy distintas entre sí. Algún ejemplo de rock americano del de toda la vida: Marah, auténticas bestias desquiciadas sobre el escenario que te hacen flotar al verlos en acción aunque sus discos dejen frío; o The Felice Brothers, grupo muy recomendable con un directo impresionante y un par de discos a la altura, una suerte de The Band a la moderna con un cantante que recuerda muchísimo a Dylan, aunque más cerca del timbre vocal humano que del caprino. Esto no es un defecto, por supuesto. Si has de parecerte a alguien, mejor a The Band que a quien quiera que se parezcan los malditos Muse.
Alain: Me alegra ver cada día más discos de autores jóvenes que suenan como si hubieran estado en un almacén de la Stax escondidos hasta hoy, blueseros de 20 años que parece que lleven tocando cuatro vidas, los grupos de metal experimental como Meshuggah, grupos como Sigur Rós o Antony and the Johnsons. No todo se puede definir como nueva música, pero sí que gozamos de música de todo tipo y la tenemos más a mano que nunca con lo que casi a diario hay algo «nuevo» que capta mi atención.
Emilio: En realidad, la música que han hecho artistas que ya estaban consagrados hacía años. A nivel mainstream, quien no suele fallarme es Josh Homme: casi todo lo que está haciendo me parece muy bueno o, como mínimo, interesante. Me sorprendo a mí mismo esperando lo nuevo de Black Crowes o la reunión de Soundgarden. Podéis empezar a llamarme dinosaurio.
3. ¿Qué ha sido lo mejor y lo peor de la década?
Tirso: Si tuviera que dar cuatro nombres para ilustrar lo mejor de la década no mencionaría a ningún grupo, sino a You Tube, Goear, Bandcamp y Spotify. Gracias a internet, he podido descubrir grupos que han nacido en esta década y que se han convertido en mis favoritos, como los anteriormente citados Klaus&Kinski, Delorean, We are Standard, y también Triángulo de Amor Bizarro, The New Raemon, La Bien Querida, etc. Personalmente, creo que soy un afortunado cuando digo que mi grupo favorito de siempre sigue en activo e incluso, que sus nuevos trabajos siempre tienen tres o cuatro temas que me fascinan, aunque experimenten con el flamenco y la electrónica. O tal vez, por eso mismo. Hablo de Los Planetas, claro. Lo peor se lo han llevado las discográficas por su pésima y abusiva gestión durante años. Arrieros somos y con Internet se encontraron.
Ricardo: Voy a tener que hablar desde el fanatismo. Más que en las preguntas anteriores, se entiende. Para mí lo mejor de la década ha sido David Eugene Edwards y, en especial, su trabajo en Woven Hand. Ha sabido enriquecer sus raíces de gothic country con toques de post-rock, música industrial y folk de diversos países creando una mezcla novedosa y fascinante. Personaje a estudiar, con toda una mitología alrededor que narra una infancia itinerante con su abuelo predicador, explicaría su obsesión religiosa; reúne en sus conciertos a aficionados al rock de toda la vida, hillbillys de Alcorcón, gafapastas terminales y siniestros de exposición. Y hasta a chicas con gesto transido que sostienen cirios de iglesia y le observan arrobadas, yo lo he visto. Ofrece sus recitales como quien oficia una misa, literalmente, sermoneando en extrañas lenguas y con espectaculares espasmos propios de quien tuviera un tumor como un puño en el cerebro. Es capaz de hacer gritar “Aleluya” al ateo más recalcitrante. Lo peor de la década es la muerte del concepto de la Gran Banda de Rock como fenómeno popular e histerizante de masas. Muerte, esta sí, que creo definitiva. Echo de menos aquellos años 90 en los que adolescentes como yo podíamos ver en la tele vídeos de gente como Guns n’ Roses o Nirvana a la que nos descuidábamos y prácticamente construir nuestra vida alrededor de ellos.
Alain: Lo mejor de la década ha sido internet. Por rellenar el hueco tan vacío que dejaban radiofórmulas y listas de «éxitos» y abrir todo un mundo de posibilidades a los amantes de la música. También tengo que mencionar el auge de la autoedición o el «háztelo tu mismo» que ha ido creciendo exponencialmente con el paso de los años, así como el resurgir del vinilo que hace las delicias de los coleccionistas. En lo peor tengo que meter a una industria musical (discográficas, asociaciones gestoras, etc.); no ha sabido adaptarse al cambio y se niega a aceptarlo con un sobreproteccionismo que roza lo ridículo, acusando al pueblo llano que curiosamente es quien les da de comer en gran parte porque son sus clientes.
Emilio: lo mejor y aunque suene un tanto pedestre —y casi me avergüenza el admitirlo— es la posibilidad de ver en You Tube increíbles filmaciones de mis artistas preferidos que antes de la era internet jamás pensé que llegaría a ver o ni siquiera sabía que existían. Lo peor es prácticamente todo lo demás relacionado con internet y la música. Además, claro, de la nefanda proliferación de Ladys Gaga y Rickys Martin de todo pelaje, hasta el punto de que encender la radio musical se ha convertido en una actividad de riesgo. El siglo XX ha muerto y por desgracia me temo que con él ha muerto también la evolución darwiniana de la música.
4. ¿Cómo ves el futuro de la música de aquí a diez años?
Tirso: Me apuesto un penique a que, de aquí a diez años, tendremos un revival de la primera década del siglo. Además, creo que se seguirán fabricando estrellas mundiales y se fomentarán aún más fenómenos como el de Justin Bieber: omnipresencia en medios durante un período de tiempo cada vez más corto, casi sin dar tiempo a que acabe su brillo surgirá otro, y otro, etc. Lo de menos será el estilo, se apostará fuerte por un grupo o solista y a plagar el mercado con su música y merchandising, a mayor gloria de los falsificadores chinos. Vamos, que tenderemos al término supernova más que estrella. El panorama musical se polarizará porque, por otro lado, la propia red propiciará la propagación (a mucha menor escala) de cientos de grupos, que con un solo tema o dos, aparecerán y, al poco, desaparecerán para siempre. Lo difícil será mantenerse en la clase media.
Ricardo: Mi único deseo es que de aquí a diez años Keith Richards siga vivo en contra en de toda ley fisiológica. Podría soportar todo lo demás.
Alain: Totalmente metido en internet con una mayor presencia de la música CC, la autoedición totalmente asentada tanto para el músico amateur como para el profesional y una distribución de contenido completamente diferente y con una gran crecimiento de la digital. Dudo que deje de existir la música en formato físico porque tiene bastante mercado y el coleccionismo está ahí. En cuanto a lo musical, veo un mercado mucho más orientado al hype y con grupos (en ocasiones canciones) mucho más efervescentes que ahora y, bueno, el resurgir de los ahora olvidados volviendo a ser grandes, esto nunca se pierde.
Emilio: Me gustaría ser optimista y pensar que habrá una nueva revolución rockera al estilo Seattle o un resurgir del funk setentero, pero siendo realista creo que será difícil distinguir el 2021 del 2011, así que todo me seguirá pareciendo un desastre. Sólo confío en que a Katy Perry no le dé por arruinar su físico sometiéndose a regímenes salvajes o cirugía estética.
He visto las trigésimosextas mejores mentes de mi generación destruidas por el puto Popular1.