Dos oros mundiales, una plata olímpica y tres oros europeos con su selección, tres Euroligas, seis Ligas (en Italia, Grecia y España), MVP del Mundial’98, dos veces MVP de la Final Four… En la historia del basket FIBA cuesta encontrar jugadores con un palmarés comparable tanto en lo colectivo como en lo individual. La carta de presentación de Dejan Bodiroga es apabullante. Una hoja de servicios que permite hacerse una idea rápida de la dimensión que alcanzó sobre la pista. A partir de esta visión periférica, el presente artículo intenta desmenuzar la increíble carrera del astro balcánico. Busca situar personajes, conocer circunstancias, contextualizar momentos estelares. En definitiva, acercarse al fenomenal escolta con una perspectiva más completa y adecuada, desde sus primeros pasos en Zrenjanin hasta la borrachera de gloria con Panathinaikos, Barcelona y el equipo nacional yugoslavo.
Dejan Bodiroga nació el dos de marzo de 1973 en la pequeña localidad serbia de Zrenjanin. De niño se entretenía con el fútbol, pero acabó reclutado en las categorías inferiores del Masinac, el club de baloncesto de su ciudad natal. A los 15 años subió a la primera plantilla gracias a la aprobación de Miograd Nikolic, exinternacional yugoslavo. Con esa edad, Bodiroga ya medía 2,05 metros, aunque el físico nunca fue lo más importante para él. Las primeras pinceladas de su descomunal talento quedaron trazadas con una precocidad inusual. Kresimir Cosic, uno de los mejores pívots europeos de la historia, alucinó con el potencial de Dejan durante el Campus de Pula de 1989. Cosic trabajaba para el Zadar y no paró hasta que Bodiroga recaló en el conjunto croata. Demasiado bonito si no fuese porque el prometedor jugador se había comprometido antes con el KK Vojvodina (firma de contrato incluida). La Federación Yugoslava no dudó en sancionar a Dejan. Durante la temporada 89-90, no podría disputar partidos oficiales con la primera plantilla del Zadar. Lejos de lamentarse, Bodiroga utilizó ese período de ostracismo competitivo para pulir unas privilegiadas cualidades. Todavía no había cumplido los 17 años, pero se ejercitaba con naturalidad entre los componentes de uno de los equipos punteros de la antigua Yugoslavia.
Aquellos meses contemplaron interminables sesiones de técnica individual en la sombra. Slavko Trninic, técnico forjador, entre otros, de Toni Kukoc y Arijan Komazec, asumió, junto a Josip Grdovic, la responsabilidad en la formación de ese adolescente de insondable talento. Trninic dirigió al Zadar en el curso 90-91, el año del estreno de Dejan al más alto nivel. El Zadar, liderado por Komazec, cedió en semifinales de liga ante la histórica Jugoplastika. En ese cruce, Bodiroga llegó a estar emparejado con Toni Kukoc, gran figura del baloncesto europeo con la que empezaba a ser comparado. Dejan apuntaba a estrella, pero el escenario de su progresión quedó alterado de una manera cruel: con el comienzo de la guerra entre las repúblicas yugoslavas.
La feliz aparición de Tanjevic
El terrible conflicto complicó la situación de Bodiroga, un serbio residente en Croacia. En este marco inestable, Dejan optó por la vía más segura. Aprovechó una gira de pretemporada del Zadar en Grecia para desaparecer de la concentración e ir en busca de Kresimir Cosic, su primer valedor. Cosic, entonces entrenador del AEK de Atenas, no fue el único que se interesó por las intenciones de Bodiroga. Varios conjuntos helenos intentaron la contratación del joven prodigio. El problema residía en que exigían su nacionalización, extremo desechado por Dejan. Ante este contratiempo, Cosic no permaneció de brazos cruzados. Llamó a su amigo Bogdan Tanjevic, prestigioso técnico balcánico, y le habló de las excepcionales condiciones de aquella promesa recién entrada en la mayoría de edad. En cuanto Tanjevic, preparador del Stefanel Trieste, vio en directo a Bodiroga, fue consciente del fenómeno que Cosic le estaba sirviendo en bandeja.
Dejan había encontrado el amparo de uno de los mejores maestros, pero volvió a aparecer un obstáculo imprevisto. El Stefanel tenía todas las fichas cubiertas. Además, el espigado jugador ocupaba plaza de extranjero. Como en su etapa en el Zadar, Bodiroga no tuvo más remedio que pasar una temporada (91-92) sin competir a nivel de clubes. Como en su etapa en el Zadar, Bodiroga convirtió una contrariedad inesperada en una oportunidad de crecimiento. Se dedicó a depurar su elegante juego bajo los sabios consejos de Tanjevic y el mítico Aza Nikolic, asesor de Bogdan en el Stefanel. Ese nuevo curso en soledad (sólo pudo competir con la selección yugoslava júnior) acabó de moldear las cualidades del fenómeno en ciernes. En la temporada 92-93, Dejan se convirtió en el extranjero más joven en debutar en la Lega. Tenía 19 años, una edad que no le impidió mostrarse a Europa como una figura de la durísima competición transalpina. Era la época en la que los grandes clubes italianos tiraban de millones como si no hubiese mañana. Bodiroga se empeñó desde el primer partido en recortar diferencias con Benetton o Virtus. Se trataba, a medio plazo, de colocar al modesto Stefanel en la élite del baloncesto italiano y, por qué no, continental. Una misión de enorme dificultad.
Con su nuevo club, Dejan regaló actuaciones descollantes, como los 32 puntos endosados a la Benetton de Kukoc o los inconcebibles 51 (63 de valoración) con los que castigó al Reggio Calabria de Volkov. Conviene recordar de nuevo el marco en el que se produjeron esos números. Venían de parte de un joven recién llegado que disputó muchos partidos en la posición de base. Con 2,05 metros. Aquel año acabó con el Stefanel en un meritorio sexto puesto en fase regular. En el playoff, el Cantú ejerció de verdugo. La semilla estaba enterrada en el lugar justo. Sólo había que esperar a que creciese un poco más.
En el curso 93-94, la barrera en el torneo doméstico se situó en semifinales, donde el Scavolini Pesaro de Carlton Myers firmó la sentencia. La mejora de las prestaciones colectivas fue aún más evidente en la Copa Korac, competición en la que los chicos de Tanjevic alcanzaron la final. Allí cayeron frente al PAOK de Branislav Prelevic y Walter Berry. La lógica decepción no ocultó la satisfacción por la progresión deportiva de la institución. En este nuevo contexto, la empresa Stefanel abandonó Trieste. Milán fue su destino. El histórico Olimpia aguardaba expectante el desembarco de la base de aquel conjunto ascendente: Tanjevic, Bodiroga y algunos nacionales de un nivel considerable (Fucka, De Pol, Gentile…). Las expectativas para la temporada 94-95 eran elevadas, pero la realidad, tozuda, volvió a ejercer de freno. El Stefanel seguía por detrás de los mejores en Italia (perdió en el quinto partido contra la Buckler Bolonia de un estelar Danilovic, de nuevo en semifinales de la Lega) y, por segunda vez, se quedó a las puertas de conquistar la Copa Korac, víctima del Alba Berlin de Sasha Obradovic y Teoman Alibegovic. Entre tanto, la dimensión como jugador de Bodiroga, ubicado desde hacía tiempo en la posición de “2”, no pasaba desapercibida para el radar de la NBA. En el Draft de 1995, Sacramento Kings eligió al serbio en la segunda ronda (puesto 51).
Bodiroga era una figura emergente reconocida en Italia y en el resto del continente. En los cuatro años que jugó en el Stefanel rondó los 20 puntos por partido. En el curso 95-96, su última temporada en Milán, promedió 23.3, con un impresionante 70,4 % en tiros de dos. Su progresión hacia el estrellato fue favorecida por la marcha de Danilovic a los Miami Heat. El Stefanel, comandado por Dejan y con el fichaje ilustre del exNBA Rolando Blackman, aprovechó la baja de Pedrag para conquistar, al fin, el Scudetto. Los pupilos de Tanjevic se deshicieron en semifinales de la propia Buckler (reforzada con Komazec) y en la final superaron al otro equipo de Bolonia, la Fortitudo de Scariolo, Djordjevic y Myers, por tres victorias a una. Habían conseguido sentarse en el trono de una de las ligas más duras de Europa. Ese curso también triunfaría en la Copa, en una final resuelta ante el Verona con Blackman de MVP (90-72, con 28 puntos de Rolando y 20 de Dejan). Una gesta, en forma de doblete, impensable sin la contribución de Bodiroga. Sin aquella recomendación de Cosic a Tanjevic en 1991.
El histórico éxito local consiguió mitigar el dolor por la tercera decepción europea consecutiva. El Efes Pilsen de Naumoski fue esta vez el encargado de arrebatar la Copa Korac al Stefanel en la final a doble partido. Tanjevic y Bodiroga formaban una prolífica sociedad que se disolvió en el verano de 1996. El técnico de origen montenegrino aceptó la oferta del Limoges francés y Dejan, impulsado por la marcha de su mentor, decidió buscar nuevos retos. El Real Madrid, desesperado por tapar el enorme hueco dejado un año antes por Arvydas Sabonis, recurrió a Bodiroga, al que obsequió con un sueldo anual de un millón de dólares. El conjunto blanco, entrenado por Zeljko Obradovic, necesitaba un referente para discutir la supremacía en España del F.C. Barcelona. Un dominio que pareció afianzarse con el fichaje a finales de 1996 del letal Sasha Djordjevic, compañero de Dejan en la intratable selección yugoslava.
Dos años de claroscuros
Las dos temporadas que pasó Bodiroga en Madrid estuvieron marcadas por unas notables prestaciones individuales y un discreto rendimiento colectivo. El primer año cayó un título, la devaluada Recopa (78-64 al Mash Verona en la final con 17 puntos, nueve rebotes y siete asistencias de Dejan), pero en el cara a cara frente al Barcelona el Real naufragó de nuevo. Un imparable Djordjevic (30 puntos) resolvió el duelo de cuartos de la Copa del Rey de León (115-110 tras dos prórrogas), y, unos meses después, la brutal aparición de Roberto Dueñas resultó clave en el quinto partido (69-82) de una igualada final ACB. Los 13 puntos y 12 rebotes del gigante madrileño de 21 años, elegido MVP, cimentaron un trabajado título, consumado, para mayor escarnio blanco, en el viejo Palacio de los Deportes.
Era la primera vez en la historia que el equipo visitante se llevaba el quinto choque de una final ACB. También era la primera ocasión en la que el líder de la liga regular no conseguía levantar la copa de campeón. Bodiroga, irritado, despidió el curso cargando contra un arbitraje polémico: “A mí no me ha ganado el Barcelona, me han ganado los árbitros”. También hubo críticas para él, centradas en su papel secundario en los instantes decisivos. Proyectada desde el eterno rival, la sombra de Djordjevic parecía incomodarle en exceso, aunque las estadísticas no desmerecían el papel de Dejan en el Real Madrid. Promedió 18,6 puntos en su primer año y 19,1 en el segundo. En este último fue nombrado MVP de la fase regular de la ACB. Sin embargo, el grupo que pretendía liderar entró en descomposición según avanzaba el curso 97-98. Obradovic había abandonado la nave el verano anterior rumbo a la Benetton y el banquillo se convirtió en un patíbulo. Miguel Ángel Martín, técnico de perfil bajo con pasado estudiantil, fue el sustituto de Zeljko.
Dirigir un equipo que cuenta con Bodiroga, Herreros, Arlauckas o Alberto Angulo parecía una garantía de competir por todos los títulos. Sin embargo, ese poderoso vestuario se convirtió en un polvorín que le explotó en la cara a Martín a comienzos de 1998. El fracaso en la Copa del Rey de Valladolid, donde el Madrid cedió en cuartos ante el conjunto local (75-73) pese a los 23 puntos de Bodiroga, empeoró la delicada situación. En febrero, la relación de Arlauckas con Bodiroga y el entrenador llevaba tiempo herida de muerte. El veterano Joe, con el salario más elevado de la plantilla, no aceptaba el protagonismo de Dejan y el descontento fue derivando en numerosas faltas de disciplina. Poco después sería cortado. En el mismo mes, Mike Smith se negó a salir a la cancha en un encuentro contra el León. La autoridad de Martín quedó por los suelos. En la Euroliga se produjo otro batacazo. El Madrid ni siquiera alcanzó los octavos. En la ACB, el tren del título se escapó en semifinales frente al descarado TDK Manresa, futuro campeón, ya con el difunto Tirso Lorente como entrenador principal. La última posibilidad de salvar el curso se desvanecía, y con ella las opciones de retener a Bodiroga por más tiempo. El escolta yugoslavo estaba forjando una mentalidad ganadora única, intolerable con desastres como el de aquella temporada. Así, no se lo pensó demasiado cuando el acaudalado Panathinaikos le ofreció un proyecto a la altura de su ambición. Cansado de frustraciones y mal ambiente, Bodiroga emigró a Atenas cargado de ilusión.
El Panathinaikos, dirigido por el montenegrino Slobodan Subotic, reunió en el verano de 1998 un ramillete de grandes jugadores en torno a Dejan Bodiroga (medalla de oro y MVP en el Mundial de Atenas con Yugoslavia) y Dino Radja. Junto a ellos, referentes de la selección griega como Alvertis y Ekonomou, algún viejo conocido de Dejan (Ferdinando Gentile) y bastantes kilos en la pintura (Burke y Hupmann). No había muchas dudas. El plantel ateniense era el principal candidato a la Euroliga.
La primera fase de la máxima competición europea refrendó los pronósticos. El PAO de Dejan y Dino hizo pleno de victorias. Ningún otro club permanecía invicto al término de la ronda inicial. Su inmaculado expediente, sin embargo, no propició un cruce asequible en octavos. El Teamsystem de Jaric, Karnisovas, Myers y Fucka, cuarto del Grupo D, fue el adversario. La peligrosa escuadra boloñesa, muy irregular en la liguilla, se puso las pilas a tiempo para amargar al gran favorito. Conquistó el majestuoso OAKA (58-63) con un triple decisivo de Jaric y remató la faena ante su público mediante una sorprendente paliza (88-64). Bodiroga no brilló en el primer encuentro y en el segundo estuvo demasiado solo. Anotó 22 puntos que no sirvieron para nada.
El inesperado descalabro europeo del acorazado griego supuso una enorme desilusión. La temporada se salvó con el título de liga, resuelto en el quinto partido de una dramática serie final frente a Olympiacos, el eterno enemigo. No obstante, la multimillonaria inversión de la célebre familia Giannakopoulos no tenía como objeto principal el dominio local. Europa era la auténtica medida de los sueños deportivos del PAO. Así, el curso 99-00 comenzó con algunos cambios. El más destacado, el fichaje como entrenador de Zeljko Obradovic. Esta incorporación suponía el reencuentro de Bodiroga con el laureado técnico. Dino Radja ya no estaba, pero en su lugar, de la mano de Obradovic, llegó Zeljko Rebraca, un pívot portentoso. El nuevo entrenador, consagrado por sus éxitos en la selección yugoslava y las tres Euroligas logradas con Partizan, Joventut y Real Madrid, aseguraba una perfecta gestión de los inagotables recursos del Panathinaikos.
Como cabía esperar, la liga griega volvió a caer al saco, esta vez con facilidad (3-0 en la final al PAOK). La trayectoria en Euroliga fue bastante similar a la trazada el curso anterior, pero esta vez no hubo tropiezos en los momentos críticos. Tras conceder sólo tres derrotas entre la primera y la segunda fase, el Panathinaikos se deshizo del Buducnost Podgorica en octavos y de la Cibona Zagreb en cuartos. Así, accedió a una Final Four cuatro años después de su único título en la competición. En Salónica, escenario del desenlace del torneo, Bodiroga encabezó a la armada verde en el duelo de semifinales. Consiguió 22 puntos que encontraron un complemento perfecto en los 15 de Rebraca. Gracias a ellos, el conjunto de Obradovic se impuso al Efes turco (81-71). En la final, contra el temible Maccabi Tel Aviv) (verdugo del Barça), Rebraca de nuevo (20 puntos y ocho rebotes) y Kattash (17 puntos) acapararon protagonismo ante el apagón ofensivo de Dejan (9 puntos con 2/8 en tiros de dos). Entre el pívot serbio y el base israelí replicaron a un tremendo Nate Huffman (26 puntos y diez rebotes). Rebraca fue nombrado MVP y Bodiroga consiguió su primera Euroliga. El tanteador, 73-67, suponía el primer gran fruto de la alianza entre Zeljko y Dejan para las vitrinas del Panathinaikos. No sería el último.
La venganza del Maccabi y la gesta de Bolonia
La Final Four de Salónica precedió a una importante escisión en el deporte de la canasta. Varios equipos encabezados por los representantes españoles, griegos e italianos y agrupados bajo las siglas de la ULEB (Unión de Ligas Europeas de Baloncesto), se rebelaron contra la FIBA, organizadora hasta entonces de la máxima competición continental. Pensaban que la Federación Internacional no les favorecía en el reparto de los beneficios de explotación derivados del torneo. La antigua Copa de Europa dio paso a dos campeonatos paralelos: la Suproliga (bajo el manto de la FIBA) y la nueva Euroliga (apadrinada por la ULEB).
Al contrario que otros conjuntos griegos, el Panathinaikos decidió unirse al torneo de la FIBA, deslucido por la ausencia de Kinder Bolonia, Barcelona, Tau, Real Madrid, Fortitudo Bolonia, Olympiacos o Benetton. Una sangría que convirtió a la Suproliga en un evento menor, en el que, además del Panathinaikos, destacó la participación del Maccabi Tel Aviv. Los dos gigantes, con mucha menos competencia, estaban destinados a volver a encontrarse en el partido definitivo. Junto a ellos se clasificaron para la Final Four de París el Efes Pilsen y el CSKA Moscú de Andrei Kirilenko. Turcos y rusos presentaron batalla, pero no pudieron con los favoritos. Un año después, la revancha de Salónica estaba servida.
Bodiroga (22 puntos en la semifinal contra el Efes) lideraba la defensa del cetro continental ante el Maccabi de Huffman. Esta vez, en el choque de trenes descarriló el convoy heleno. El bloque israelí se escapó antes del descanso (37-23 en el intermedio) y sentenció en el último cuarto (81-67 al final). Dejan se salió con 27 puntos (9/13 en tiros de campo y 9/10 en libres) y ocho rebotes. El problema fue que sólo el emergente Fotsis, con 15 puntos, le apoyó en medio de la espesura ofensiva general. Rebraca estuvo desaparecido. El Maccabi se impulsó gracias al trío Nate Huffman-Arriel McDonald (elegido MVP)-Anthony Parker para consumar la venganza y dejar a Bodiroga y Obradovic sin otra corona europea. El tercer título liguero consecutivo de Dejan (3-2 en la final ante Olympiacos) maquilló el curso. Con 28 años, Bodiroga había alcanzado su madurez deportiva y anhelaba el comienzo de la siguiente temporada con un único objetivo: recuperar el trono continental. Iba a demostrar quién era el jugador más decisivo del baloncesto FIBA.
En el curso 2001-2002, los equipos de la Suproliga ingresaron en la Euroliga de la ULEB. El Panathinaikos de Bodiroga marcó pronto territorio, liderando con autoridad su grupo en la primera fase y en el Top 16 (hecho que le permitió darse el gusto de eliminar de la competición al Olympiacos). Los verdes accedieron a la Final Four de Bolonia junto a Kinder (campeón de la Euroliga en 2001), Maccabi y Benetton. Cuatro clásicos de las últimas rondas.
Europa buscaba dueño en un fin de semana clave en la carrera de Dejan Bodiroga. El caprichoso destino, con suma facilidad para otorgar revanchas y nuevas oportunidades, quiso emparejar por tercer año consecutivo a Panathinaikos y Maccabi en la ruta hacia la gloria. Dejan, ansioso por desquitarse de la derrota en París, destrozó al cuadro de Tel Aviv en semifinales con 26 puntos y nueve rebotes, mientras forzaba once faltas personales. Una actuación colosal que no precisó de grandes ayudas, más allá de la meritoria aportación del eterno Darryl Middleton (15 puntos). Enfrente, Huffman (quién si no) y Burstein fueron los más destacados.
Nadie dudaba de que Bodiroga, plenamente asentado en su rol de líder, iba a estar a la altura en el partido definitivo. El Panathinakos le necesitaba más que nunca. El último obstáculo era la Kinder Bolonia de Ettore Messina, verdugo de la Benetton en semifinales. Los hombres de Obradovic comparecían con piel de víctimas frente a los italianos, que estaban avalados por su condición de anfitriones y por una plantilla de un potencial brutal. En ella sobresalían Ginóbili, Jaric, Rigaudeau, Griffith o Smodis. No es fácil recordar formaciones de tanto nivel en la historia reciente (y no tan reciente) del baloncesto continental.
El PalaMalaguti boloñés rugía convencido del triunfo de los suyos. Dos españoles, Arteaga y Betancor, arbitraron el choque junto al ínclito Brazauskas. Rigaudeau fue el primer encargado de cubrir a Bodiroga, pero pronto cogió el testigo el polivalente Jaric, otro base-escolta de gran envergadura. El Panathinaikos apostó por un ritmo más lento desde el comienzo. Sabía que no le convenía un intercambio de golpes. El acierto de Alvertis resultó clave para mantener el duelo igualado en el primer cuarto. En el segundo parcial, sin embargo, la Kinder se marchó en el marcador gracias al poderío del voluminoso Griffith bajo el aro y a tres triples consecutivos, dos de ellos de Smodis. La máquina italiana daba un recital de movimientos de balón a la búsqueda de tiradores abiertos. Ginóbili, majestuoso, era una pesadilla para la defensa griega. Obradovic se desgañitaba en la banda. Los animosos seguidores locales, lógicamente, se crecían por momentos. Antes del descanso apareció en las concurridas gradas una pancarta reveladora: “Vittoria sará nostra”. A esas alturas, pocos creían en las opciones del Panathinaikos, pese a que el resultado en el intermedio no era insalvable, ni mucho menos (48-40).
El que sí que tenía fe, a tenor de lo visto en la reanudación, era Papadopoulos, un pívot de movimientos atípicos. Lazaros salió desde el banquillo para acabar con el dominio italiano en el juego interior. Aportó puntos, lucha y cargó de personales a Griffith y Smodis. Sacudió el árbol y Bodiroga, siempre atento, recogió los frutos. La ventaja de la Kinder se esfumó a la par que Dejan, subiendo la bola como un base, comenzó a adueñarse del ritmo del partido con su tranquilidad habitual. Los últimos diez minutos contemplaron a una escuadra angustiada ante la posibilidad de una derrota inesperada (resulta elocuente el 25/41 en tiros libres que firmaron los hombres de Messina). El tanteador seguía ajustado, pero Bodiroga se encargaba de mantener la serenidad en las filas verdes. Sabía que estaban ganando la batalla psicológica.
A falta de poco más de un minuto, Becirovic tuvo dos tiros libres para empatar. En esta encrucijada, la brutal presión que atenazaba a la Kinder le jugó una malísima pasada al joven esloveno. Marró ambos lanzamientos y, acto seguido, Ibrahim Kutluay (22 puntos, con 4/7 en triples) dio la puntilla al anfitrión desde el perímetro. Bodiroga no pudo acabar la final. Cometió la quinta personal en los últimos instantes. No obstante, el magnífico triunfo del equipo del trébol no se puede entender sin su participación. Anotó 21 puntos, cogió siete rebotes y repartió cuatro asistencias. Alcanzó los 26 de valoración como si nada, con una naturalidad pasmosa. Dejan gobernaba las situaciones decisivas con discreción. El suyo era un liderazgo tan silencioso como letal para el contrincante.
El 83-89 final pobló de bengalas el sector del PalaMalaguti ocupado por seguidores del Panathinaikos. Bodiroga, como no podía ser de otra manera, se llevó el MVP. Por si a alguien le quedaba alguna duda, la recordada Final Four de Bolonia acabó de despejar el interrogante sobre quién era el mejor jugador de Europa.
La llamada de Pesic y el reto de reinar con el equipo maldito
Con el éxtasis de Bolonia aún reciente, el Panathinaikos buscaba alargar su tiranía local con la quinta liga consecutiva. Sin embargo, el peor enemigo se cruzó en el camino hacia un espectacular doblete. En semifinales, el Olympiacos, dirigido por el extécnico verde Subotic, sorprendió a los de Obradovic en el OAKA y finiquitó la serie en casa. En el segundo duelo, dentro de un ambiente de terrible tensión, Tomic dio un puñetazo a Bodiroga en medio de una tángana tremenda. Hubo ocho expulsados, entre ellos Dejan. Una conclusión lamentable para una temporada histórica en Europa.
En 2002, el astro serbio acababa contrato. Con 29 años, decidió poner fin a su triunfal estancia en Atenas en busca de nuevos retos y escuchó ofertas. La NBA echó la red, pero Bodiroga no picó. Se habló del interés de Houston Rockets o Toronto Raptors. En plenas vacaciones en una isla griega, recibió una llamada y un fax de su compatriota Svetislav Pesic, nuevo entrenador del F.C. Barcelona. A continuación escuchó un desafío al nivel de su dimensión como jugador. Pesic, trabajador y exigente como pocos, había coincidido con Bodiroga en el reciente Mundial de Indianápolis, ganado por Yugoslavia después de una exhibición increíble de Dejan en la final ante Argentina. Conocía de primera mano la descomunal clase del escolta, por lo que su fichaje se convirtió en prioritario. El mensaje que Pesic transmitió a Bodiroga no pudo ser más claro: “Acabo de fichar por el Barcelona. Quiero que vengas conmigo”. Con la Final Four del Sant Jordi en el horizonte de la temporada 2002-2003, el Barcelona estaba dispuesto a todo con tal de conseguir, al fin, la ansiada Euroliga. El trofeo maldito.
Salvador Alemany y Antonio Maceiras, presidente y secretario general de la sección de baloncesto del club respectivamente, se pusieron manos a la obra. Encajaron las piezas del presupuesto (cerca de 12 millones de euros) y Dejan firmó un contrato con el Barça por tres años. Ese mismo verano llegó también a la Ciudad Condal Gregor Fucka, antiguo socio de Dejan en el Stefanel y uno de los mejores, por no decir el mejor, “4” de Europa. Fueron dos fichajes estelares que completaron una plantilla de ensueño, en la que ya figuraban hombres del nivel de Jasikevicius o Navarro, además de Nacho Rodríguez, De la Fuente o Dueñas.
De inmediato, el Barça se convirtió en favorito para ganar todos los títulos, incluida la Euroliga. El rutilante equipo tardó en conjuntarse, pero supo rendir al máximo nivel en los momentos claves. En la Copa del Rey de Valencia, Bodiroga lanzó el primer aviso. Sometió a un decepcionante Madrid en cuartos (72-59), sobresalió en una agónica victoria ante Unicaja en semifinales (78-77) y culminó el trabajo en la final frente al siempre correoso Tau (78-84 tras prórroga). Dejan no brilló tanto en el partido decisivo: 10 puntos (con un desastroso 3/14 en tiros de campo), nueve rebotes y siete asistencias. Eso sí, el MVP de la Copa fue suyo después de un trabajo espectacular en los dos primeros encuentros (20 y 21 puntos con grandes porcentajes de acierto).
Bodiroga empezaba a cargar de razones a los que habían apostado por él. No obstante, su fichaje no estaba encaminado a ganar Copas del Rey. Había venido para lograr la Euroliga, obsesión perenne de la institución. En ese torneo, el Barça, tras superar sin mayores problemas la fase inicial (segundo del Grupo A, igualado a triunfos con la Benetton de Messina y Garbajosa), sudó sangre en el Grupo G del Top 16. Sólo le valía el primer puesto para acceder a “su” Final Four, y sufrió lo indecible en varios partidos. Especialmente dramáticos fueron los choques ante Olympiacos, enemigo recurrente de Dejan. En el primero, en el Palau, el Barcelona remontó siete puntos en los dos últimos minutos… con Bodiroga eliminado por faltas. El segundo encuentro, debido a las obras en el pabellón de La Paz y la Amistad con vistas a los Juegos Olímpicos de Atenas, se disputó en el vetusto Koridalos Sports Hall, un recinto con capacidad para poco más de 3.000 personas. Ese día, sus pequeñas gradas se poblaron de aficionados radicales.
Lo que ocurrió allí trasciende el calificativo de encerrona. A Bodiroga, odiado por su pasado en el Panathinaikos, le cayó de todo desde el calentamiento: monedas, mecheros, escupitajos, algún fragmento de baldosa… Este infierno improvisado alcanzó su culmen en los últimos minutos, cuando algunos seguidores desbocados del Olympiacos consiguieron mover el aro de la canasta en la que Bodiroga ejecutaba unos tiros libres. “No fue baloncesto, fue otra cosa”, señalaría el protagonista tras el agónico duelo. Toda esta peculiar escenografía llena de hostilidad descentró a Dejan en varias fases del partido (sólo anotó dos lanzamientos en 12 intentos), pero no pudo con él en los instantes decisivos. Su eficacia desde el tiro libre en la recta final resultó decisiva. El Barça ganó 55-58 y, una semana después, cerró la clasificación para la cita soñada del Sant Jordi ante el Olimpia esloveno en el Palau (79-75). En ese choque, Bodiroga, con 21 puntos, volvió a enseñar su nivel habitual. De premio, el conjunto azulgrana disputaría la Final Four por octava vez.
El 9 de mayo de 2003, en el magnífico Palau Sant Jordi (más de 16.000 espectadores), Barcelona y CSKA Moscú midieron sus fuerzas en la segunda semifinal. Los rusos, dirigidos por Dusan Ivkovic, eran un equipazo con múltiples armas defensivas y ofensivas: Holden, Papaloukas, Songaila, Alexander, Khryapa… Bodiroga, incomodado con el poderío físico del adversario, no estuvo demasiado fino. Consiguió 17 puntos, pero 11 llegaron desde el tiro libre. Falló ocho de sus once intentos de canasta en juego. En estas circunstancias, la deslumbrante aparición de Fucka (21 puntos y nueve rebotes) resultó imprescindible para mantener al Barça con opciones. Cerca del final, un providencial robo de balón seguido de bandeja de Juan Carlos Navarro sentenció el triunfo culé (76-71). Los 21 puntos del escurridizo Holden no sirvieron de nada. La Benetton de Treviso, vencedor en el duelo italiano contra el Montepaschi Siena, era la última valla en el ascenso hacia el Olimpo continental, tantas veces esquivo con las intentonas azulgranas.
Disminuido ante el CSKA, Bodiroga no se podía permitir otra actuación irregular. En el banquillo adversario comparecía Ettore Messina, que ya había sufrido la explosión de talento de Dejan en la Final Four de Bolonia. A las órdenes del preparador de Catania figuraba un grupo liderado desde el puesto de base por el eléctrico Tyus Edney, y en el que también destacaban Langdon, Garbajosa, Bulleri, Marconato o Nicola. La Benetton había eliminado al Barcelona en las dos últimas ediciones del torneo. Esa misma temporada, se habían enfrentado en la primera fase, con un triunfo para cada equipo. Las ganas de revancha se conjugaban con el deseo ardiente de ganar por fin la Euroliga.
El incombustible Riccardo Pittis (34 años), un emblema del baloncesto italiano, se encargó de Bodiroga desde el inicio. Le maniató durante algunos minutos, pero Fucka (otra vez) y De la Fuente se las apañaron para que el Barça fuese sumando. Al primer respiro que dio Messina a Bodiroga, el serbio se la jugó a Trajan Langdon. Pittis no tardó en emparejarse de nuevo con Dejan. Sin embargo, el genio había entrado en el partido. Los puntos de la estrella azulgrana (12 al descanso), unidos a una mejora notable en intensidad defensiva (la primera canasta en juego de los italianos en el segundo cuarto se demoró más de cinco minutos), amagaron con romper las costuras del sólido cuadro de Treviso (42-34 al descanso).
“El ganatítulos oficial del baloncesto europeo”. Así definió Sixto Miguel Serrano a Bodiroga durante la retransmisión en Sportmanía. Estaba claro que el Barça tenía al caballo ganador, aunque la Benetton creció al compás de Edney e igualó el marcador. Entonces emergió un actor inesperado. Patrick Femerling (otro fichaje del verano) tuvo unos minutos de gloria en ataque y en defensa para encabezar una nueva fuga del Barcelona. A partir de ese momento, el juego exterior cobró protagonismo. Los aplicados pupilos de Messina fallaron una y otra vez sus intentos de triple (firmaron un ridículo 4/25), y los mentalizados hombres de Pesic, sin estar mucho mejor desde el perímetro (4/16), escogieron bien el momento para sumar de tres en tres. Jasikevicius, Navarro y, cómo no, Bodiroga, machacaron a la Benetton desde el 6,25 en el último cuarto. El triple de Dejan colocó el 66-58 a menos de cuatro minutos. Una acción determinante que tuvo una celebración acorde con su relevancia. Bodiroga, habitualmente imperturbable, levantó los brazos y saltó exaltado mientras el entusiasta público del Sant Jordi, más crédulo que nunca, enloquecía con su ídolo.
Con la final encarrilada, al Barça le bastó con una apabullante seguridad en los tiros libres (34/40) para confirmarse como el nuevo rey de Europa. El memorable partido se cerró con un 76-65 que espantó de golpe todos los fantasmas de las pesadillas del pasado. El bloque catalán se convirtió en el primer equipo en ganar la moderna Final Four en casa. Bodiroga, siempre Bodiroga, se hizo con el MVP gracias a 20 puntos, ocho rebotes y seis faltas recibidas. Rodrigo de la Fuente, capitán ejemplar, levantó el trofeo de campeón. El Barça, al fin, lo había conseguido. Una conquista impensable sin el liderazgo del gran tirano del baloncesto continental. Se fichó a Dejan para ganar la Euroliga y él la ganó al primer intento. Así de simple.
Doble campeón de la ACB e inicio de la cuesta abajo
Con la Copa del Rey y la Euroliga en el saco, sólo faltaba la ACB para completar un triplete histórico. En la fase regular, únicamente el Pamesa había aguantado el ritmo del Barça. Catalanes y valencianos cumplieron en cuartos y semifinales y se citaron en el playoff definitivo. El Barça, lanzado, buscaba su tercer título de la temporada. Bodiroga, su tercer MVP. Lo primero fue posible gracias a las brillantes apariciones durante la serie de Jasikevicius, Navarro, Fucka o Femerling. Lo segundo no pudo ser. Bodiroga se estrelló con la defensa de Paraíso y cerró los tres encuentros de la final (no hicieron falta más) con 11, 10 y 11 puntos. En ninguno de ellos fue decisivo. Esta vez el MVP fue a parar a las mágicas manos de Jasikevicius, que se resarció de su discreto papel en la Final Four. El Barcelona no había necesitado al mejor Bodiroga para conquistar la ACB, señal inequívoca de su tremenda dimensión como equipo.
En apariencia, aquel bloque sin fisuras podía aspirar a seguir ganando todo lo que se le pusiese por delante. El proceso electoral abierto en el club culminó con la subida a la presidencia de Joan Laporta en junio de 2003. La nueva directiva recortó el presupuesto de la sección. Salvador Alemany, el arquitecto de la escuadra del triplete, figuraba en la candidatura de Luis Bassat, circunstancia que le apartó del futuro del Barça. Jasikevicius, al que Pesic no tenía en mucha estima, se marchó al Maccabi Tel Aviv tras ver cómo le presentaban una oferta de renovación muy a la baja. Se intentó cubrir su ausencia con los fichajes de Vlado Ilievski y Roger Grimau, pero no era lo mismo. El potencial del grupo campeón se resintió notablemente.
Bajo este nuevo marco, las cosas no funcionaron igual ni en España ni en Europa. La Copa del Rey de Sevilla fue el primer gran síntoma. El Barça se cargó al Madrid en cuartos (80-79) gracias a un acertadísimo Navarro (23 puntos). La apurada victoria no despejó demasiadas dudas, y el Joventut del incipiente Rudy Fernández se encargó de aumentarlas en semifinales con un contundente triunfo (86-72). Los azulgranas se despidieron del torneo echando de menos una mayor aportación de Bodiroga, gris en ambos duelos. Seguían buscando respuestas convincentes ante una realidad evidente: no eran el mismo equipo del curso anterior.
La Euroliga asistió a otra demostración de esta irregular dinámica. El Barça superó la primera fase con nota (líder de grupo), pero en el exigente Top 16 cayó con estrépito. Encuadrados con Montepaschi, Benetton y Panathinaikos, los de Pesic sólo pudieron sumar dos triunfos en seis partidos, ambos a domicilio. Las delicadas bajas de Fucka y Grimau, además de las molestias de Navarro en su mano izquierda, lastraron las aspiraciones culés. En consecuencia, no pudieron luchar en la Final Four de Tel Aviv por revalidar título. El trofeo engrosaría las vitrinas del arrollador Maccabi de Jasikevicius. Una humillante bofetada a los responsables de la marcha del lituano.
Periodistas y aficionados buscaron las cosquillas al Barça y a Bodiroga, cuyo liderazgo ya no parecía tan eficaz. Sólo quedaba la bala de la Liga, competición en la que la formación de Pesic tampoco se había mostrado demasiado consistente. Segunda en temporada regular, cinco victorias por detrás del temible Tau Cerámica de Scola, Nocioni, Macijauskas o Calderón, volvió a clasificarse para la final después de despachar a Gran Canaria y Unicaja. El Estudiantes le resolvió el trabajo sucio al sorprender, en cinco partidos, al Tau en semifinales. El teórico favoritismo catalán fue discutido por el irreverente conjunto colegial (inmerso en la primera final ACB de su historia) desde el primer día. Dos triunfos ajustadísimos del Barça (el 1-0, marcado en los instantes decisivos por unos inexistentes pasos de Jiménez y un tiro libre fallado por Brewer que hubiera forzado la prórroga) encontraron réplica por partida doble en el inmenso Palacio de Vistalegre, paliza incluida en el cuarto choque (85-68). Al Barcelona le entraron sudores fríos. El quinto encuentro, en un Palau Blaugrana muy caliente, también se resolvió en los últimos minutos (69-64). Allí surgió de nuevo la figura de Dejan Bodiroga, que había quedado en un segundo plano en los duelos de Madrid. Sus 14 puntos (secundados por los 17 de un sobresaliente De la Fuente) fueron oro puro dentro de un marcador tan bajo. Apoyado en ellos, y en sus sobresalientes estadísticas en los partidos de Barcelona (18 y 27 puntos), volvió a ser MVP de una final. Otro premio para la colección.
El Barça había ganado la ACB por segundo año consecutivo, feliz circunstancia que podía garantizar un verano más o menos tranquilo. Nada más lejos de la realidad. Los problemas entre Valero Rivera, director general de las secciones del club, y Svetislav Pesic acabaron con el carismático técnico serbio fuera del equipo en septiembre. Joan Montes, un hombre de la casa, cogió las riendas. En un ambiente enrarecido, lidió como pudo con la tormenta hasta que decidió dimitir a finales de febrero de 2005. Le dio tiempo a conseguir una Supercopa (76-75 al Madrid con 21 puntos de Bodiroga, MVP por enésima vez y decisivo con un robo de balón seguido de la canasta definitiva) y poco más. Montes se fue después de una serie de tres derrotas, una de ellas humillante (de 21 puntos ante el CSKA en el Palau) y otra bastante trascendente (eliminación de la Copa del Rey en cuartos frente al Pamesa Valencia). Manolo Flores, secretario de la sección, volvió a los banquillos hasta final de temporada.
En semejante tesitura institucional y deportiva, con numerosos conflictos en los despachos (salidas del club de Maceiras, Rivera y Bartomeu), bajo rendimiento en la pista, problemas de lesiones y poco acierto en los fichajes (Zizic y Davis), el transatlántico blaugrana, en el que figuraba, con escaso protagonismo, un joven pívot llamado Marc Gasol, se aproximó poco a poco hacia su iceberg. Ni Bodiroga, con 32 primaveras a cuestas y en su último año de contrato, rindió como se esperaba de él. Joan Montes llegó a decir que estaba triste y quizás saturado. Por primera vez desde su etapa formativa en el Zadar, Dejan acabó el curso con un promedio de menos de 16 puntos (convirtió 14 por partido). Mientras, Juan Carlos Navarro empezaba a postularse como el nuevo líder de un equipo en transición.
La llegada de Manolo Flores no invirtió la tendencia decadente. El Barcelona quedó eliminado en el Top 16 de la Euroliga y los cuartos de final de la ACB clausuraron una temporada para olvidar (3-1 en la serie contra Estudiantes). El conjunto catalán se despedía de la competición con una rapidez insólita. Bodiroga no afrontó el cruce con los colegiales en la mejor condición física, pero esa circunstancia sólo justificó a medias un rendimiento mediocre, expuesto con crudeza en el segundo encuentro (cuatro puntos y -1 de valoración en 27 minutos). Nunca había hecho peores números en la ACB. Los dos últimos choques de la infausta serie los empezó desde el banquillo. Demasiado para un mito.
El 11 de junio de 2005, Bodiroga declaró que abandonaba el F.C. Barcelona, después de aguardar durante meses una oferta de renovación del club. «He esperado bastante y esto se ha terminado», comentó sin dejar de agradecer a compañeros, entrenadores y aficionados unos años que calificó de maravillosos. Desde luego, no fue la mejor despedida para el principal responsable de que el museo del Barça luciera al fin una Euroliga.
Bodiroga, lejos de su plenitud física, había perdido gran parte de su aura de genio. Las últimas muestras de un talento que parecía inagotable se esparcieron por Roma. En la capital italiana, Dejan jugó dos temporadas con la Lottomatica. En la primera de ellas, volvió a coincidir con Svetislav Pesic y Vlado Ilievski. Fueron dos cursos sin demasiadas alegrías para un club carente del poder económico y deportivo de otros equipos. Bodiroga sólo gozó de una ocasión para aumentar un palmarés grandioso. En la final de la Coppa Italia de 2006, la Lottomatica cedió en la prórroga frente al Carpisa Napoli de Lynn Greer (85-83 pese a los 17 puntos de Dejan). Por lo demás, no pasó de semifinales ni en la Lega ni en competición europea. Anotó 15,7 y 13,7 puntos por partido en los dos años que permaneció en Roma. Unos números muy dignos, pese a que la estrella balcánica ya no desprendía el irresistible fulgor de antaño.
El 11 de junio de 2007, con 34 años, Bodiroga anunció su retirada. Había ganado todo lo que se podía ganar en el baloncesto FIBA y no quería estirar más una carrera prodigiosa. Dejaba atrás una trayectoria de leyenda, cimentada en un paso exitoso por los clubes más prestigiosos de Europa y realzada por su presencia en una selección yugoslava histórica. De sus logros con el imparable combinado plavi hablaremos en la segunda parte del reportaje.
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El increíble Dejan Bodiroga. Me encantaban las penetraciones que hacía, que luego copió Papaloukas. Iba a cámara lenta, como si no hubiese nadie a su alrededor. Un paso…dos pasos…muy muy lentos, lejos del nivel de intensidad que se presupone en las competiciones en las que jugaba. Pero, como si de un mago se tratase, luego de dar el segundo paso, estaba encarado al aro y los rivales se habían quedado atrás. Siempre me quedaba boquiabierto.
¿Cómo lo ha hecho? Para mí, ésta es la frase que lo definía. Pura elegancia sobre la pista.
Dejan Bodiroga: Dios.
No hay más que decir.
Un gran competidor, jugaba como nadie los minutos finales, su eficacia en los tiros libres le hacían temible en esos momentos donde se decidían los partidos, y qué decir de su lanzamiento a tabla¡¡, pero yo siempre lo recordaré por su memorable actuación en la final del mundial 2002, aquello fue la cúspide de su carrera
En la final contra el Estudiantes fue más decisiva la actuación arbitral que la de Bodiroga, le podían haber dado el MVP al trío arbitral.
Sin menospreciar para nada lo buen jugador que fue, yo destacaría más su inteligencia a la hora de gestionar su carrera, ya fuera cuando tocaba moverse de equipo (siempre hacia equipos con posibilidades de ganar títulos) o decir que no a la NBA (donde dada su lentitud habría hecho el ridículo, como en aquel partido contra Memphis en el que no recuerdo que suplente de los Grizzlies lo humilló dejándolo a cero puntos).
Siempre estuvo rodeado de grandes jugadores, tanto en clubes y selecciones, lo que le permitió ganar todos esos campeonatos y me parece que considerarlo «amo y señor del baloncesto europeo» es una osadía de forofo.
Mira campeón, el de la camiseta blanca se llama Dejan Bodiroga y el de la oscura es la estrella de la nba Carmelo Kyan Anthony.
http://www.youtube.com/watch?v=DQEzmPKdqt4
por algo que solo tu sabes te cae mal Bodiroga porque vienes a decir que es una mierda vamos; tu decides que en la NBA hubiera hecho el ridículo…..me parece que esa frase tuya si hace el ridículo ¿tu que sabes lo que hubiera hecho en la NBA? recuerda que todos los europeos al comienzo no hacen nada en la NBA y despues de su adaptacion suelen funcionar muy bien; Bodiroga seguramente se hubiera salido, como tantos otros serbios y Europeos que tenian nivel parecido.
me parece ridiculo todo tu coment, sobretodo MEZQUINO POR QUERER NEGAR LA CALIDAD INNEGABLE DE UN GIGANTE, seguramente querias ser como el y no lo conseguiste o algo asi
No se trata de que me caiga mal o bien, eso es irrelevante. En ningún momento digo que sea «una mierda», sólo que era un gran jugador en Europa que no habría hecho nada en la NBA. Es sólo mi opinión, basada en lo que vi durante esos años. Catalogar de ridículo y mezquino mi comentario únicamente porque no comparto tu opinión es un tanto radical.
no no, no descalifico el coment por discrepar sino por la forma en que denigra con un argumento imposible de argumentar «no hubiera hecho nada en la NBA»???? como se puede saber eso? bastantes figuras de la NBA europeas se comieron los mocos al principio y luego llegaron a der fuguras, me parece una descalificacion absurda, insisto; se le debe valorar po lo que hizo, no por lo que cualquiera supone que habría hecho
Un grande de esto, pero sólo triunfó cuando los Kukoc, Danilovic, etc. fueron a la NBA, y la nueva generación de superestrellas (Nowitzky, Gasol, Stojakovic, Turkoglu, etc.) fueron a la NBA muy temapranamente. Al único de las estrellas que ganó fue a un prometedor, pero bisoño Manu Ginobili. Es decir, fue el tuerto en el país de los ciegos
Comentario tramposo. Decir que Manu es bisoño cuando se enfrenta con Bodi y callar que Kukoc es del 68 y Dejan del 73 y sin embargo querer equipararles…
No fue a la NBA porque no tenía que demostrar nada, a parte de por el patriotismo de querer jugar siempre con su selección sin presiones cada vez que le llamasen, como ahora hace el gran Milos Teodosic.
Plavi, o eres íntimo amigo de Dejan Bodiroga o no se de donde sacas el último comentario, es una apreciación tuya que no puedes imponer como verdad absoluta.
Jugar en la NBA no es jugar un partido a ritmo NBA, es jugar 82 partidos al año a ese ritmo y, seamos serios, Dejan era una maravilla, daba gusto verle jugar, lo hacía todo con una parsimonia fingida que parecía muy facil hacerlo pero no tenía físico NBA.
Cualquiera que sepa de baloncesto sabe las diferencias NBA y FIBA, lo que allí es una maravilla aquí no puede funcionar y viceversa, Dejan era el mejor jugador FIBA pero no creo que hubiera sido una estrella NBA, fíjate en cualquier base/escolta bajito, aquí son una maravilla y allí no los quieren ni atados.
Pues no, no soy amigo de Bodiroga, Ernesto. Son ritmos y competiciones diferentes claro. Pero yo tampoco entiendo como lo descartas de ser figura. Drazen cuando se mató iba camino de serlo después de su adaptación. Kukoc fue titular de un equipo campeón, y Bodiroga (en mi opinión) lo hubiera sido. No Michael Jordan claro, que solo hay uno.
Repecto al último comentario… ¿El del patriotismo? Lo era y lo es. No tiene más…
vamos que resulta que era una puta mierda el tio….algunos coments me suenan a los que hacian de Djokovic cuando era el 3º de la ATP y decian que nunca seria numero 1, que esto y que lo otro, comentarios alimentados por un absurdo resentimiento
Por cierto, aprovecho para reparar un descuido. Al final del artículo se me olvidó mencionar como fuente clave de información el libro «Sueños Robados», de Juanan Hinojo. Además, me resultaron muy útiles las informaciones de El País (principalmente de Robert Álvarez) respecto a determinados momentos de la carrera de Dejan
CRACK PLAVI!!!! tapando bocazas…. un puñetero genio irrepetible hoy día, si solo hubiese sido esa la leccion impartida ante los yankees…. Antonio, repásate indianapolis y repiteme que era un tuerto anda.
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No sigo mucho el basket pero esto me lo leo sin pararme a pensar. Y lo escribo antes de que se me olvide poner nada más.
Para mi, un punto por debajo de Danilovic en esa posición. De hecho, no solo no explotó en Europa al producirse elrelevo generacional sino que con Yugoslavia / Serbia y Montenegro no llegó a ser ni el buque insignia ni a disputarle el liderazgo a Djordjevic y con el cambio generacional se fue apagando. Eso sí, en su posición y a pesar de su lentitud, aprovechaba su altura y su depuradísima técnica individual a las mil maravillas. Probablemente el último jugador «puro» de la escuela yugoslava.
Hombre, Djordjevic es de una generación anterior, como le va a disputar el liderazgo.
Liderar un equipo (solo selección plavi, que con los clubs es más de lo mismo) es ganar esto. 2 medallas de Oro en los Campeonatos del Mundo de Grecia’1998 e Indianapolis’2002.
3 medallas de Oro en los Eurobasket de Atenas’1995, Barcelona’1997 y Turquía’2001.
1 Medalla de Bronce en el Eurobasket de Francia 1999…
Y si acaso con quien comparte el liderazgo es con Divac y Stojaković. Con este último si podria darse un verdadero debate de liderazgo, más porque sí se fue a la nba.
Plavi, pero admitirás que cuando llegó el momento del relevo ni Stojakovic ni Bodiroga estuvieron a la altura de sus predecesores. Todo los títulos que indicas son con algún jugador de la generación anterior en el equipo. Desde el Mundial de Indianápolis -donde se produce el relevo, retirada de Divac de la selección, golpe de Pesic en la mesa que decapita a Radmanovic, Gurovic en plan estelar contra los EEUU- nada de nada. Bodiroga era el jugador que debería haber marcado la diferencia en los JJOO del 2004 y el Eurobasket del 2005 y mejor no hablamos del resultado como líder del equipo.
Bodiroga en el 2004 y sobre todo en el 2005 ya estaba de capa caída. Por eso en el 2004 sólo pudo ganar la liga con muuuchos apuros con el Barça y en el 2005 no ganó nada y el Barça no le quiso renovar.
Discutir el papel de Bodiroga a nivel de selecciones es como discutir el de Pau Gasol. Ridículo. El mejor Bodiroga se vió desde el 94 al 2003. Y en esos años reinó con su selección.
Por cierto, lo que sí es es un icono de la cultura serbia :)
http://www.youtube.com/watch?v=h9p-KQx06Ew
«Sexo, drogas y Bodiroga»
La canción es ácida hasta no poder más:
(…)»Danos juegos, no necesitamos pan,
nosotros tenemos nuestro dios y se llama Bodiroga,
en el parquet es la bruja piruja»
La primera frase valdría hoy en España….
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