Ranx

Tamburini/Chabat/Liberatore

Ed. La Cúpula

Si todavía creen que esta generación idiota (la de este plumilla) no merece la que está cayendo, añadan una línea más a la larga lista que señala lo contrario: mientras que el cómic post crash del 2008 todavía no parece indignarse una pizca, Ranx nace en la calenturienta mente de Tamburini antes de que Reagan jure su cargo de presidente. ¿Demasiada enjundia para  un robot simiesco hiperviolento, juguete sexual de una heroinómana de 14 años? En las cabezas reventadas a pie de urinario público de la distópica Roma del futuro parece haber más verdad sobre el mundo actual que en los soliloquios de mil voluntariosos bienpensantes: como el punk, como un Mr Chance malvado, el cómic de Tambourini dispara a la realidad devolviéndole su reflejo distorsionado. No esperen encontrar discursos, descanso o —ese gastado comodín de la esperanza— confianza en la opinión pública; aquí las soluciones, si las hay, surgen escarbando en la catarsis a base de hostias. ¡Y qué hostias! Porque, además de lúcida mala baba y un placer para los ojos, Ranx es diversión speedica a ritmo de chunda-chunda de cuando el chunda-chunda todavía no se había inventado, un grand guiñol de Italia a Nueva York dibujado por un Liberatore en estado de gracia.

¡Consuman, por Znort!