Una décima de segundo antes de volver a criticar a los franceses porque ponen en entredicho los éxitos de nuestros deportistas, tendríais que saber que Kilian Jornet i Burgada (Sabadell, 1987) ha compartido este año el reconocimiento de “campeón de campeones” que otorga anualmente el diario L’Équipe con, entre otros, Usain Bolt o Serena Williams. La trascendencia de este deportista de montaña supera, de largo, sus éxitos en competición. Inseparablemente ligado a la montaña desde su niñez, transcurrida en los casi 2000 metros de altitud del refugio de Cap de Rec, su último proyecto, Summits of my life, lo llevará a las cordilleras de todo el mundo intentando batir los récords en las cumbres más altas de todos los continentes. La excusa perfecta para transmitir unos valores que él ha heredado y que ahora quiere compartir. No se ha cansado de correr, pero le agota recorrer siempre los mismos caminos. Con apenas 25 años, quema etapas tan deprisa como lo hace todo en su vida, y ni siquiera él es capaz de anticipar qué hará mañana. Pero sí sabe seguro dónde: en la montaña. En pleno invierno, y solo un par de horas después de haber ganado por enésima vez una prueba de la Copa del Mundo de esquí de montaña, nos recibía en Chamonix, en los Alpes franceses, seguramente el punto más bajo hasta donde él está dispuesto a descender y el punto más alto al que nosotros somos capaces de subir.
¿Qué queda de aquel niño que, de mayor, quería ser contador de lagos?
Todo, porque creo que lo soy. No contador de lagos, precisamente, pero estoy todos los días en la montaña, entrenando, haciendo sesiones fotográficas y otras cosas. Realmente disfruto el día a día y mi trabajo, que es estar en la montaña. Al principio quizá era más egoísta, con aquello de ser contador de lagos…
Hombre, era muy bonito que un niño de cinco años dijera esto.
Sí, pero ahora por lo menos transmito algo. Puedo difundir unos deportes que creo que tienen ciertos valores y hacen que te des cuenta de algunas cosas cuando los practicas. Y esto permite que haya más gente que los conozca y se adhiera a estos valores.
El día que el alcalde de Sabadell te quiera dedicar una calle, ¿qué tendrán que poner debajo de tu nombre? ¿Atleta? ¿Corredor? ¿Esquiador? ¿Montañero? ¿Nómada?
Amante de la montaña.
No sé si para esto hay un código de actividad profesional a la declaración de la renta. Esto lo leerá gente que probablemente es la primera vez que escuche hablar de ti. ¿Cómo definirías tu profesión?
[Se lo piensa mucho rato] Soy esquiador y corredor de montaña profesional. Una persona que corre y que intenta ser más rápido en las competiciones de montaña, ser el mejor esquiador y corredor. Con lo que me gano la vida es desarrollando material y con el marketing: vender sueños.
¡Qué suerte que ya no nos lo hacen poner en el carnet de identidad!
[Ríe] Sí, sí, pero es que muchas veces intentamos poner etiquetas a todo, y muchas cosas no pueden tenerlas.
En Correr o morir [2011, Now books] dices: “Tuve una niñez normal, la típica de un niño que vive a 2000 metros”. Muy normal, a mí, no me lo parece.
Sí, pero con los otros niños de la escuela a la que yo iba, era normal.
Pero erais una excepción.
Era una excepción porque la mayoría de la gente vive en Barcelona, pero vivir allí arriba quiere decir que en invierno hay nieve, que tienes que andar para ir a buscar el coche doscientos, trescientos o cuatrocientos metros de desnivel…
… y con cinco años subes al Aneto.
Sí, pero de estas cosas no te acuerdas porque era mi día a día. Cuando volvíamos de la escuela tampoco mirábamos mucho la tele. Me parece que la primera vez que vi unos dibujos animados debía de tener unos cinco años, y recuerdo que estuve dándole vueltas a la tele, a ver dónde estaba aquella gente. En casa teníamos tele y ordenador, pero es bastante aburrido estar ante ellos pudiendo salir afuera con mi hermana a jugar a atraparnos, a hacer batallas, a perseguir animales, a subirnos a los árboles y a hacer cabañas. Cuando eres niño lo que quieres es descubrir, y teniendo un terreno de juego donde cada día descubres una planta, un animal, subes a un árbol y disfrutas de otras vistas… Todo esto hace que al final te acostumbres a andar y a correr. Subir estas cumbres era una consecuencia lógica.
Una de las grandes sorpresas de A fine line es tu pericia con el dibujo. ¿Tienes una vertiente creativa muy desarrollada?
No los enseño, pero sí, dibujo. De hecho, hice el bachillerato artístico y la asignatura que me iba mejor era la de dibujo. Para el violonchelo, en cambio, no estaba dotado. Lo toqué durante muchos años, desde los cinco a los 15 o 16, yendo al conservatorio, y lo tocaba bien porque estudiaba y pasaba horas, pero no estaba dotado. No lo he tocado desde los 16 años hasta ahora y el otro día, para la grabación, lo fui a tocar y no tenía ni idea. Si estoy diez años sin correr sé que correré bien, pero para el violonchelo era muy malo.
¿No ha quedado ninguna grabación?
¡Las quemé! [Ríe] Tengo grabaciones de Seb [Montaz], así que sé que no las enseñará. En cambio, el dibujo sí que es una cosa que he hecho siempre. El que sale en la película lo hice a 2000 metros, con un papel que encontramos por allí; me estaba congelando los pies porque había nieve y yo iba en zapatillas sin calcetines. Filmamos rápido un minuto y bajamos.
¿No los expondrás?
Hay dibujos que me gustaría enseñar. No lo había pensado nunca, pero quizá los publicaré en el blog.
Tu adolescencia tampoco fue como la de los demás chicos de tu edad.
No tengo televisión desde que me fui de casa de mis padres con 17 años. El primer año estuve en un apartamento donde creo que sí teníamos tele, pero nunca la he echado de menos. Sigo alguna serie con el ordenador, sí, miro algún episodio de vez en cuando. Y las noticias las leo en los periódicos y ya está. Por ejemplo, de aquello del “envàs on vas” no tenía ni idea. Flipé. Hace poco teníamos una carrera de esquí de montaña y todo el equipo estaba con lo del “envàs on vas”, y yo… ¿de qué cojones están hablando?
Pues no sabes de la que te has librado.
Me pasa con todo. Programas, cosas del corazón… no tengo ni idea. El otro día fui a las motos, estaba Jaime de Marichalar y no tenía ni idea de quién era. El director del circuito de Moto GP, que también hace montaña, me llevó a dar una vuelta y me dijeron: “este es Marichalar”, y yo le tuve que preguntar a Jordi, mi manager, “este tío, ¿quién es?”. Al final lees lo que quieres saber: de Francia, Le Monde, la web del New York Times, el Ara o La Vanguardia y no es precisamente esto lo que busco. Leo las cosas que me interesan. Con la tele al final te lo tienes que tragar todo para tener información, pero si lo buscas tú vas solo a aquello que te interesa.
¿Informarte forma parte de tu rutina diaria?
Sí, normalmente leo cada mañana estos tres periódicos, a pesar de que al vivir aquí y al viajar tanto acostumbra a ser por Internet. Por un lado tengo la visión catalana o española de las cosas, de otro tengo la francesa, porque estoy viviendo en Francia, y en lo referente a lo político y social sigo ambos por igual; y también en cuanto a lo internacional, porque me interesa, y porque mi compañera es sueca y tengo muchos amigos de Estados Unidos.
Contradices el tópico del deportista que vive ajeno a lo que pasa a su alrededor.
Sí, a pesar de que es importante a veces aislarse para estar centrado. El otro día leía un artículo muy largo sobre las inmolaciones en el Tíbet y muchos tibetanos decían que lo que les duele de la ocupación china es el cambio de costumbres que ha comportado. Los chinos querían hacer autopistas y presas para, en el fondo, hacer que los tibetanos llevaran la misma vida que llevan ellos. Y los tibetanos decían que ellos no necesitaban autopistas. ¿Para qué necesitaban moverse? Pues el deportista de élite igual: ¿para qué necesitas estar informado? No es realmente lo que necesitas.
Pero vives en sociedad. ¿No es un poco egoísta coger distancia y desentenderse?
Muchas veces tenemos demasiada información, y nos llega tanta que no somos capaces de asumirla. Te llega la noticia de que han muerto 35 personas en el Congo y todos tristes durante cinco minutos, pero entonces te llega la noticia de que el Barça ha ganado, y todos contentos. Y al cabo de cinco minutos, otra noticia… Al día siguiente ya no te acuerdas de los 35 muertos del Congo.
La alternativa no parece mucho mejor.
Puede que no. Vivir en sociedad también es pensar en el que tienes más cerca. ¿Qué me interesa? Mis amigos, mis vecinos, lo que pasa en este lugar e intentar mejorarlo. Al final, si puedes conseguir que tu microsociedad, que es lo que toca en el día a día, vaya a mejor… A mí me gusta estar informado, así que no es mi caso, pero realmente ¿qué harás tú respecto a una guerra o un problema que está teniendo lugar a 10 000 kilómetros de aquí? Y digo qué harás, no qué puedes hacer, que es muy diferente. En el fondo nunca harás nada. Dirás: “¡ostras, pobres!”, pero no harás nada.
Después de Santi Freixa, eres el segundo deportista a quien entrevisto que, como método de protesta, decide desnudarse. En tu caso, te desnudaste además a 4000 metros de altura para denunciar el deshielo de los glaciares del Montblanc y alertar sobre los efectos del cambio climático. ¿Era una acción premeditada?
[Ríe] No era premeditado. Nosotros ya de por sí vamos con poca ropa, así que no hay tanto tabú. Fue llegar allí arriba, a la cumbre del Montblanc, y ¡qué calor hacía! Bueno, calor… Quizá estábamos a cinco o diez grados, cuando arriba normalmente estás a 15 bajo cero. Yo iba con pantalones cortos, camiseta y un chubasquero fino. Estuve dos horas en la cumbre mirando el paisaje, cuando normalmente subes, permaneces nada más que diez minutos porque hace viento y bajas, pero aquel día se estaba muy bien, y pensé «si esto pasa…» Le di vueltas y me vino a la cabeza. No podía prever la reacción que provocó.
¿La gente entendió realmente lo que querías decir o se ha banalizado?
La gente se queda con la parte divertida, la foto, la comparten, y lo que no llega es el mensaje. Pero solo con que haya habido 100 personas que hayan entendido el mensaje que pretendía transmitir, el resto me dan igual.
¿Por qué otra cosa protestarías, aunque fuera vestido?
El tema medioambiental me interesa mucho. Vivimos este asunto con mucha hipocresía. Está muy bien tener parques nacionales y cuidarlos, pero la ciudad la llenamos de mierda. Pues en la ciudad también podría haber un parque natural. Seamos conscientes de que es un asunto global y que todas las acciones, pequeñas y grandes, acaban afectando. Quizá a largo plazo, a nuestros bisnietos, les afectará la contaminación que se está produciendo ahora en China y es importante pensar con esta globalidad.
¿Cómo puede encajar el mensaje que transmites en Summits of my life de aprovechar el momento y vivir tu sueño en una sociedad que vive una crisis tan cruda? Alguien podría acusarte de que es banal, frívolo.
Es una crisis muy bestia, pero todo el mundo tiene un iPhone y todo el mundo tiene un coche. La crisis se tiene que mirar en perspectiva. Es una crisis muy bestia porque venimos de donde venimos y porque tenemos unas comodidades y necesidades que nos hemos creado. Personalmente, creo que el problema de la crisis que hay ahora y de las crisis que vendrán es el valor de la moneda. Le hemos dado valor a una cosa que en principio solo tenía que servir para el intercambio. Cuando ves sociedades donde la moneda todavía sirve solo para intercambiar te das cuenta de que quizá viven con menos necesidades, pero no hay crisis, hay más estabilidad. Por otro lado, el mensaje que puedo transmitir con el proyecto de Summits es que tenemos que seguir las pasiones, tenemos que seguir nuestros sueños, pero intentando ser coherentes, no tirándolo todo por la ventana para conseguir nuestros objetivos. Al final te das cuenta de que muchas cosas de las que estás haciendo, y los objetos que posees, no te sirven para ser feliz, y quizá te están privando de cierta libertad. Si sales adelante con tu sueño o proyecto vital quizá dejarás algunas de esas cosas de lado, pero irás a buscar lo que realmente te interesa. La parte interesante de Summits son los valores que queremos transmitir, que son los de la sinceridad y aprendizaje en la montaña, pero también que luchamos por nuestros sueños y nos lo pasamos muy bien. Y seguiremos luchando, pero no siempre son cosas buenas. Vas a entrenar, cuelgas una foto chula y todo el mundo te dice que tienes mucha suerte. Pero también hay días difíciles, con mal tiempo, que sales a entrenar y tu cuerpo está mal, es duro, hay accidentes. Hay una parte muy positiva y es mucho más grande que la mala, pero a veces el precio a pagar es grande. A mí me ha aportado muchas cosas: amigos, felicidad y muchos momentos que no los cambiaría por nada, pero parece que a veces se tenga que compensar, que cuando tienes mucha felicidad tienes que tener momentos muy bajos. El deporte de alto nivel hace que tengas momentos increíbles porque se suma el entrenamiento, la victoria, la adrenalina que has acumulado, el paisaje, la gente con quien estás. Pero después, cuando hay hostias, son muy duras. Si un día te roban el coche no pasa nada. Pero hay días que vas a entrenar, te lías, vas bajando, encuentras una grieta y tienes que volver a subir, hace mal tiempo, empiezan a caer rayos y estás en medio de la tormenta, empiezas no a rezar pero casi, vas subiendo y deseando que no te caiga ningún rayo, llegas al refugio y ¡buf!, no ha pasado nada, pero durante aquella hora es la hostia. Puedes tener un accidente, puedes haberte esforzado mucho para conseguir algo y no salirte bien. Hay momentos de gran felicidad, pero para llegar a esta felicidad tienes que haber tomado riesgos y cuando uno te sale mal la caída es muy grande.
¿Te has parado a pensar qué hubiera pasado si tus padres no hubieran decidido hacerse cargo de un refugio de montaña y se hubieran quedado en Sabadell?
Mis padres estuvieron en Sabadell muy poco tiempo, pero nunca te puedes parar a pensar qué hubiera pasado, porque son todo suposiciones. No he perdido ni un solo minuto en ello porque la vida, donde estás en cada momento, es fruto de pequeñas decisiones que se van encadenando y te hacen llegar hasta aquí. Cada pequeña decisión, de las que pueden haber miles de millones en una vida, podría hacer que estuvieras en un lugar completamente diferente, como el efecto mariposa. Si tienes que pensar qué hubiera pasado con cada decisión que tomas no vivirías tu vida. No sé qué seria, pero conociendo mis padres sería imposible que no estuviera en la montaña.
Hablando de tus padres, tu madre y tu hermana siempre aparecen cerca de ti, pero de tu padre no hablas casi nunca.
En Summits of my life Seb y yo no teníamos un guión muy definido, y cuando vino a filmar ellas dos estaban en casa. Mi padre había salido mucho en los Kilian’s Quest del principio y saldrá mucho más a la película El contador de lagos. Pero quizá sí que ahora, que es cuando soy más famoso, es cierto que se le ha visto menos. Con mi madre tengo una relación más cerrada y de personalidad me asemejo más a ella, pero tanto la una como el otro cuando éramos pequeños tuvieron la misma importancia. Quizá fue cuando empecé a compentir que mi madre, al participar también, ha aparecido más.
Tu madre se ha convertido en la voz de la conciencia y no pierde ocasión para advertir a tus seguidores de que lo que tú haces es excepcional. Es como si a ti ya te hubiera dado por perdido y quisiera cuidar del resto de nosotros.
Aquello que los dos nos enseñaron es a ser muy responsables de las cosas que hacemos. Cuando éramos pequeños y hacíamos una cosa mal, ya fuera en los estudios o cuando íbamos a la montaña mi hermana y yo por delante y tomábamos mal un camino, los responsables éramos nosotros, nosotros habíamos tomado la decisión. Ahora voy a una cumbre y puedo asumir más o menos riesgos, pero soy consciente de que el responsable soy yo, que he tomado la decisión. Vivimos a una sociedad donde nadie piensa en el riesgo y siempre se intenta que las responsabilidades sean de un tercero. Si tienes un accidente, culparás el coche, la carretera… pero quien lleva el volante eres tú.
Uno de los testimonios que más impresiona de A fine line es el de tu hermana, que dice que sabe que tú no tienes miedo, pero ella sí.
[Ríe] Allí quedó mal mi hermana, ¿eh? Viendo la película, parece la responsable y mi madre la que me anima. Y es al contrario.
¿No tienes miedo de que los otros tengan miedo?
[Suspira] Si de todas las cosas que hago tengo que pensar en que dirá o pensará la gente, o que hará después… no viviría mi vida. Haciendo montaña tomas riesgos y las personas cercanas tienen miedo, pero yo tengo el mismo miedo cuando mi madre o mi hermana se van a la montaña que cuando ellas me ven a mí marchar. Es un miedo compartido. No es el miedo de pensar que quizá no volveré, es respeto.
Pero tú no haces cosas normales, no es como ir a pasear por Montserrat.
Hombre, en Montserrat también he hecho algunas que… [Ríe] Patrick Edlinger filmó la película La vie aux bout des doigts [La vida en la punta de los dedos], y es un poco así, cuando haces una bajada de esquí extremo la diferencia entre vivir y morir es mínima… pero no piensas nunca en caer, porque caer significa morir. Depende del milímetro de la cornisa que te coge el esquí, o cuando estás escalando solo depende de que la roca no se caiga. Desde fuera puede parecer una cosa, pero cuando ya conoces el material y te conoces a ti mismo sabes que no caerás, sabes que aquella cresta está bien, estás en situación de seguridad porque tienes una experiencia y unos aprendizajes de muchos años que te hacen sentir que aquella situación es de seguridad. Pero realmente dependes de muy poco. Esto es algo muy egoísta para todas las personas que te quieren, porque te puedes matar por una tontería, pero lo necesitamos para vivir. Es muy egoísta, pero todos los que hacemos montaña somos así.
¿Has pensado en la muerte como una realidad posible, un “mañana podría no volver”?
No lo piensas así, pero en nuestra profesión la muerte está muy presente. Desgraciadamente hay muchos amigos y conocidos que mueren. Pero creo que lo vivimos de manera diferente, no lo vivimos igual que una persona que vive en la ciudad donde lo ve como algo muy lejano. Para nosotros es más cercana, pero esto no quiere decir que sea menos dolorosa. Esta proximidad hace que se hable de ella, sabes que puede haber accidentes y está sobreentendido que puede suceder.
Puestos a morir, ¿hacerlo en la montaña es una buena opción? ¿Morir haciendo aquello que te gusta?
Morirse no es una buena opción de ninguna forma, pero puesto que no la podemos evitar… no lo sé. Realmente no lo sé. En el caso del Stéphane Brosse, por ejemplo, para la familia era importante saber que durante las últimas horas de vida había estado disfrutando. Más que morir en la montaña, hacerlo disfrutando.
Ahora que hablamos de Stéphane, en tu libro hay un pasaje, cuando Alba se marcha, que releído hoy…
Toda la historia de Alba es ficción, ¿eh?
Pero verosímil. Alba, tu pareja en el libro, te abandona mientras te reprocha que te hayas convertido en tu propio ídolo y te pregunta dónde está el póster de Stéphane Brosse que tenías colgado en la pared. Es premonitorio.
Es verdad que cuando yo iba al instituto tenía la foto deStéphane en la carpeta, pero nunca he tenido ídolos, siempre he intentado destruirlos. He intentado coger sus cosas buenas, pero nunca he aspirado a ser nadie. Stéphane era una persona a quien yo admiraba mucho por su visión de la montaña, porque cuando empecé con el esquí era el mejor corredor y tenía una gran elegancia y técnica. Cuando era joven, corríamos las mismas carreras y era un ídolo. Después estuve un año viviendo en Manigod, en el mismo pueblo que él, y empezamos a entrenar juntos. Comenzamos una relación de amistad y después, estos últimos años, preparando estas travesías, estuvimos mucho más cerca. Sí que es verdad que ves cómo la relación cambia, de verlo como un ídolo a ser un amigo, le ves como una persona próxima pero siempre conservas un punto de admiración. Cuando lo llamé para decirle que estaba preparando la travesía del Montblanc y proponerle que me acompañara me daba mucho respeto, a pesar de que ya llevábamos un tiempo entrenando juntos.
¿Entablas diálogos con la montaña?
Sí que hay un diálogo, y no es místico. Con la experiencia puedes mantener este diálogo. El primer día no tienes ni idea, pero con el tiempo vas conociendo la meteorología, las condiciones de la nieve, qué ha pasado los últimos días con los vientos… Cada macizo tiene una personalidad diferente, porque en cada uno el aire viene por un lado u otro, tiene un tipo de roca. Esta personalidad no es que lo haga de derechas o izquierdas, budista o católico, pero se le tiene que tratar diferente, tiene unos peligros diferentes y te puede dar oportunidades diferentes. Y esto es una cosa que se aprende con los años. Hay macizos donde hace mal tiempo pero sabes que al cabo de dos horas habrá una ventana de buen tiempo, o en uno donde hace frío abajo pero sabes que arriba se estará bien. Y además de la experiencia es importante el feeling: quizá hace buen tiempo y la nieve está bien, pero no sabes por qué y necesitas dar media vuelta.
¿Es un diálogo entre iguales?
No, no es un igual, es muy superior. Cuando vas a hacer una actividad a grandes montañas, sobre todo cuando vas solo, te das cuenta de cómo somos de frágiles. Cuando estás allí arriba ves que, hostia, dependes de nada: un golpe de viento, una grieta… Es una sensación imponente. Sientes mucha libertad pero ves que eres insignificante. Cualquier cosa que puedas hacer no sirve para nada, pero por otro lado… son dos sensaciones opuestas, pero a mí me gustan mucho.
¿Tu relación con la montaña ha condicionado tu espiritualidad? ¿Crees en algo?
No, no soy creyente, en absoluto. Hay muchas cosas que no sabemos ni sabremos, pero tampoco importa saberlas. No soy creyente, pero creo en la naturaleza. Creo que la Tierra tiene mucha experiencia y muchos años, es un ser vivo. Los humanos nos creemos que somos la hostia porque dominamos el mundo desde hace unos centenares de años, pero antes de dominarlo nosotros lo dominaron durante un tiempo los terremotos, durante un tiempo los dinosaurios… y la Tierra ha ido pasando por todo esto. Creemos que sabemos mucho, pero en realidad no sabemos tanto. Puede parecer místico, pero en el fondo son cosas que se escapan de lo que sabemos.
¿No has tenido ningún delirio místico cuando llevas más de 20 horas seguidas corriendo?
No. Cuando corro pienso que me persiguen los indios, pero no es un delirio, es una cosa que imagino para motivarme e ir rápido. Te duele todo y para seguir tirando te tienes que inventar historias. Sabes que son historias, pero tiras más. Tengo mucho respeto por la montaña, pero más que mística, como decía Bonatti, la montaña es sincera. Lo místico de la montaña es que es cruelmente sincera. Es un espejo. Cuando estás abajo todo es artificial y bonito, la gente se pone máscaras, todo pasa muy bien porque hay mucha vaselina; pero cuando estás arriba no la hay, es la cruda realidad.
La montaña te deja ser quien eres.
No es que te deje, es que la montaña te obliga a ser quien eres. Es una sinceridad muy brusca. Como decía, cuando estás solo en la montaña es un espejo, no tienes una mano que te ayude ni nadie que te critique, eres tú y la montaña.
No es la primera vez que hablas de estar solo. ¿Es voluntad de aislarte o que no has encontrado con quién compartir esta filosofía?
Muchos veces entreno con amigos. Pero después cuando haces un proyecto o un récord es difícil encontrar la persona que técnica y físicamente esté al mismo nivel. A mí me gusta mucho ir a la montaña con gente y compartir cosas, porque al fin y al cabo vivimos de compartir. Una cosa que te hace feliz te hace mucho más feliz cuando la compartes. Ir a correr con Anton [Krupicka] cuando estuve en la cordillera de los Tetons, con Emelie [Frosberg] en el Montblanc, con la Frosty [Anna Frost], con Mireia [Miró]… es mucho mejor. Pero a veces es necesario ir solo a la montaña. Son emociones diferentes.
De unos años acá dedicas tiempo y esfuerzos a divulgar tus valores, primero con Kilian’s Quest, con Correr o morir, ahora con el proyecto Summits of my life… ¿Es una necesidad únicamente expresiva o pretendes conseguir cambios concretos entre tu audiencia?
Hay una parte egoísta de querer ser conocido. A todo el mundo le hace ilusión la primera vez que sale su fotografía en el periódico o que dicen su nombre, pero de esto te cansas rápido. Por lo menos yo. Es una cosa que me cuesta mucho. Cuando deje el deporte será más por esto que por el deporte en sí, porque a mí me gusta mucho el silencio. Pero por otro lado, si lo piensas es algo muy absurdo: ¿por qué tienes que prestar atención a una persona que solo corre rápido? Es estúpido escuchar a alguien solo porque corre rápido, pero yo me aprovecho de ello. Si puedo compartir las cosas que me puede enseñar la montaña y las personas con quienes la comparto, y puedo conseguir que una de cada 1000 personas que lo vean cambie algo de su vida o haga que se dé cuenta de que esto nos lo estamos cargando, ya habrá valido la pena.
¿Cómo llevas la presión de saber que hay gente que te toma como modelo a seguir, y no solo en el deporte sino en la vida?
Tengo una personalidad muy tranquila. Al principio quizás sí que me sentía presionado, pero como te decía antes, tenemos que vivir nuestra vida. Te preocupas un poquito, pero si tienes que estar pendiente de las reacciones de todo el mundo, no vivirías. Hay días que me pongo a mirar los comentarios del Facebook pero después quizás me voy a la montaña y puedo estar semanas sin hacerlo. También depende del día, a veces te sientes más interesado por las reacciones a lo que has dicho y a veces no.
¿Cómo es la relación con tus seguidores?
Depende del día. A mí me cuesta. Soy una persona sociable, pero me gusta la tranquilidad. Una cosa es poder tener una conversación larga con alguien, pero cuando empiezas con una foto con este, ahora una con aquel otro… no puedes establecer un vínculo o una conversación con esta persona porque hay muchas más, y al final te agobias y te vienen ganas de estar solo en una cumbre, tranquilo y contigo mismo. Tienes que buscar un equilibrio. Sé que la gente hace un sacrificio para verme correr, por ejemplo, lo veo y lo intento gestionar. Me gusta ir a hablar con la gente que me sigue, interactuar, pero no cada día. Me gusta tener mi vida privada y pasar un día tranquilo. Hace dos veranos tuve, de mayo a octubre, 80 días ocupados con actos promocionales, conferencias, acontecimientos… Creo que en todo el verano tuve solo cinco días para mí, para poderme entrenar y vaciarme. Me preguntaba “¿qué estoy haciendo?”. Y estallé. Hacer estas cosas me gusta mucho, pero también necesito una escapatoria. Hay que encontrar el equilibrio.
¿Tienes que esforzarte mucho en mantener a buen recaudo tu vida privada?
Me gusta la transparencia en todos los campos, pero esto no quiere decir que me guste que la gente se meta donde no la llaman. Me ha pasado estar paseando con mi novia o dándome un beso y que en aquel momento venga alguien y te pida una foto. Hombre, pues no, en ese momento no.
De cara al exterior, puede parecer que hay dos Kilians: el que lleva un dorsal y el que no.
Soy igual dentro y fuera de las carreras. En las carreras somos una pandilla de amigos que competimos, porque es como una familia. En la Copa del Mundo de esquí de montaña debemos de ser unas 150 personas, las conoces a todas porque te ves cada fin de semana, sabes sus intimidades. Es mi segunda familia: vivimos juntos todo el invierno, nos gusta ponernos a sufrir durante una hora y media y, al acabar la carrera, te felicitas y hablas con los otros de cómo les ha ido. No le damos a la victoria la importancia que se puede ver desde fuera.
Pero a ti no te hubiera gustado estar en el lugar del segundo clasificado.
¡Evidentemente te jode ser segundo! A la que cruzas la meta piensas, hostia, podrías haber dado algo más. El fin de semana pasado quedé tercero y estaba contentísimo porque Mathéo [Jacquemoud], que es un amigo con quien corro, ganó la carrera, era la primera vez que lo conseguía. Es evidente que me hubiera gustado ganar, pero en perspectiva pienso que yo ya he ganado Copas del Mundo, y ganar otra no me aportará mucho, pero verlo a él con la felicidad que tenía, la importancia que le daba… Recuerdo cuando gané mi primera Copa del Mundo y me hizo muy feliz, también. Hay mucha competitividad y cuando estás en la carrera no intentas putear a los otros, pero quieres hacerlo lo mejor posible. Un día ganas tú y al siguiente quizás gana otro, pero todo el mundo sabe más o menos donde está. Somos gente a quien nos gusta la montaña, el deporte y ponernos a dar gas durante una hora, pero después todo vuelve a ser normal.
Los deportes de montaña parecían un oasis con respecto al dopaje, pero ya no es así.
Sí, la gente se dedica igual a ello. Tuvimos el caso de Aitor Osa en las carreras de montaña, en el esquí de montaña cogieron con EPOa Patrick Blanc… Pero no es que ahora haya llegado, es que ha estado siempre. En el alpinismo siempre ha habido dopaje. El oxígeno en los ochomiles, por ejemplo.
¿El oxígeno es dopaje?
¿Qué es el dopaje? Utilizar métodos para conseguir una cosa que no conseguirías sin estos métodos.
Yo tenía en la cabeza otros métodos de hacer trampas.
No sé si estos casos han sido sistemáticos o puntuales, pero de todos modos, más que el deporte es la persona. ¿Qué buscas en el deporte? ¿Es un medio o un objetivo? Si el deporte es un medio para conseguir otra cosa, sea dinero, popularidad o reconocimiento, a esta persona no le importará doparse porque el objetivo no es la práctica deportiva en sí. Si el deporte es el objetivo, tu rendimiento y ganar carreras por la satisfacción del entrenamiento que has hecho, esta persona no se dopará nunca porque le parecerá engañarse a él mismo. El dopaje es algo muy psicológico. A mi parecer, el problema en el ciclismo ha sido que, al ser tan sistemático, se llegó a una gran presión psicológica sobre los ciclistas… y no de los patrocinadores, porque el problema no viene del dinero. No es el dinero el que te hace doparte, es el objetivo que tú tengas. Debido a la presión, ha habido gente que ha acabado transformando su objetivo.
¿Compartirías línea de salida con un deportista sancionado por dopaje? ¿Seguiría formando parte de esta “gran familia”?
Yo soy muy indulgente. Siempre creo que todo el mundo se puede equivocar. He visto un par a veces Patrick Blanc, porque vive cuatro valles más allá, y creo que se equivocó, pero esto es todo. Por ejemplo, con la federación de esquí de montaña hay cosas que se han hecho muy mal, discutes y se vuelven a hacer mal, pero sigues hablando porque te quieres implicar y que al final las cosas se hagan bien. Una vez, dos, tres… pero sí que hay un momento que te cansas. Todos nos podemos equivocar, pero la segunda vez ya no es equivocación.
¿Cuál ha sido el momento más duro de tu vida, en el que creías que no serías capaz de salirte con la tuya?
De la infancia y la adolescencia, que son épocas de sube-y-baja, no me acuerdo demasiado. Pero cuando me lesioné la rodilla fue un momento muy importante porque hasta entonces me iban bien las carreras, era júnior y ya estaba a categoría sénior; estaba a un nivel muy alto, era muy competitivo en aquel momento, seguía unas pautas, hacía caso del entrenador, no salía demasiado de fiesta y estaba muy centrado en las competiciones, un poco aislado del mundo. Estaba a mi bola, que era la competición. Me rompí la rótula y el médico me dijo que me tenían que operar y que si el hueso quedaba bien soldado podría seguir haciendo deporte, pero que si no soldaba bien tendría que abandonar el deporte; y de volver al máximo nivel ya me podía olvidar, quedara como quedara. Vi que toda la vida que había pensado que tendría se desmontaba y no sabía qué hacer. Me puse a estudiar biomecánica, por mi cuenta. Creo que la lesión me hizo reflexionar un poco y mirar el deporte desde otra perspectiva. Cuando volví a la competición lo hice de una manera mucho más relajada, y después de esto nunca he estado nervioso antes de una carrera. Me hizo ver que esto dura un tiempo y que se puede acabar cualquier día por una hostia. Fue muy duro, porque las primeras semanas se hunde todo el mundo que te habías construido. Además yo tenía 17 años, una época donde lo idealizas todo. Otro momento difícil fue el verano de hace dos años, que estuvo muy cargado, cuando vi que mi visión de correr y estar en la montaña no se correspondía con lo que estaba haciendo. Pensé en mandarlo todo a la mierda y ponerme a hacer montaña, que es lo que me gusta, dejar los patrocinadores y consiguir de aquí y de allá la poca pasta que necesito para vivir. Pero entonces empecé con mi mánager para que se ocupara de todo el tema de prensa y me ha liberado de mucho trabajo. Aparte, soy muy optimista, y me sirvió para tener nuevas ideas: en competición ya lo había conseguido todo y fue el momento de hacer cosas nuevas, y empecé con el proyecto de Summits of my life, que hacía muchos años que lo tenía en la cabeza. Otro momento muy duro fue, evidentemente, el accidente de Stéphane, pero fue diferente, te hace plantear otras cosas. Era a primeros del proyecto Summits. Fue una putada porque Stéphane estaba a punto de tener un hijo, tenía una familia, tenía cosas construidas. Yo, en cambio, estaba cerrando una etapa para iniciar otra. Si me hubiera muerto yo hubiera puteado a gente, pero no a tanta.
¿No has corrido el riesgo en ningún momento de creerte invulnerable, invencible, de dejar de tocar con los pies en el suelo?
Yo siento mucha debilidad. En las carreras intento que no pase, pero pasa. Corriendo me pasa menos, pero en esquí de montaña me ocurre más porque la diferencia de nivel es menor y si pierdes una piel o tienes un pequeño problema técnico te pasan cinco personas. Pero tampoco nos comemos demasiado la cabeza pensando que “hoy he hecho décimo”.
Pero fuera del deporte, ¿tu éxito puede haber condicionado como te relacionas con la gente de tu entorno?
Sí, es que el deporte es muy egoísta, y para ganar tienes que ser muy egoísta, porque lo único que te importa es entrenarte, descansar y estar bien el día de la carrera para ganar. Para ser un buen deportista otras muchas cosas no te tendrían que importar, pero hay cosas que son difíciles de compaginar. Por ejemplo, la vida amorosa. Yo estoy todo el año viajando, en Chamonix quizás paso dos o tres meses al año. ¿Cómo le explicas a una tía esto? “Mira, me voy dos semanas a Estados Unidos, después volveré pero solo me quedaré un día porque al atardecer marcharé una semana a Suráfrica. Y cuando esté aquí, evidentemente, tengo que ir cada día siete horas a entrenar”. Explícalo y que te entiendan. En el mundo del deporte hay un egoísmo muy grande. Otra cosa que es muy dura, y no tanto por el deporte como por los éxitos, es llegar a saber cuáles de tus relaciones con las personas (y no solo las amorosas) son por interés y cuáles son reales. Y esto es una cosa que me come mucho la cabeza. Me ha costado mucho llegar a encontrar la gestión del yo como persona y el yo como personaje. Es algo que te hace bajar mucho, porque te das cuenta que no tienes la seguridad de qué es real y qué no, y no puedes dejarle de dar vueltas.
Se comenta que tu entrenamiento es un poco peculiar, que no es demasiado científico, pero no sé si es mito o realidad.
No, no es nada científico. Yo entreno horas.
¿Tus éxitos son en parte gracias a esto o a pesar de esto?
Gracias a esto, porque a mí me funciona. Pero cada persona es un mundo y uno de los grandes principios del entrenamiento es la individualización: cada persona es diferente, con un cuerpo diferente y una cabeza diferente; por esto un mismo entrenamiento funciona diferente a cada persona. A mí me va bien entrenar muchas horas y esto es lo que hace que llegue al nivel. También es verdad que a veces me paso, pero a mí no me sirven diez o 15 horas a la semana. No sé si es por la cabeza o por el físico, pero yo necesito entrenar muchas horas. También te das cuenta de que no necesitas tanto para ganar carreras. Se tiene que ver en su contexto. Por ejemplo, yo este año estoy haciendo mucha más montaña y tres días antes de la Copa del Mundo hicimos una salida de montaña de cinco horas, otro día a escalar… Entrenar, entrenas muchas horas, pero también haces otras cosas y te das cuenta de que acabas rindiendo igual. Nunca he hecho un entrenamiento demasiado sistemático, hoy tengo que hacer tantas pulsaciones o tanto desnivel. Me gustan los días de salir a correr un par de horas, llegar a un refugio, ponerme a hablar con un guarda un par de horas, subir a la cumbre, pararme. Mi entrenamiento es así. Y esto lo puedes hacer a otro nivel. Puedes salir a andar unas horas, volver a casa, estar en el sofá leyendo un libro, estar con la pareja… Puedo pasarme cinco horas estirado a la hierba leyendo y no necesito esta hiperactividad de estar de aquí para allá viajando. Cuando lo deje, lo echaré de menos durante un tiempo, pero se trata de bajar una marcha y seguir haciendo las mismas cosas a otro nivel. No he cambiado mi vida para subir una marcha, sino que se trata de hacer lo mismo pero con diferentes niveles de intensidad.
¿Ahora cuántos días al año estás parado?
La semana pasada descansé, solo entrené 20 horas… La última vez que había descansado un día entero había sido en el mes de octubre. Descansaré ocho o diez días el año.
¿Crees que has disfrutado de una superdotación genética que ha encontrado el ámbito donde poderse desarrollar al máximo o que eres una persona normal que fruto del ejercicio has llevado unas capacidades normales a unos límites extraordinarios?
Creo que es un poco de cada, porque si miras las pruebas de esfuerzo de los 15 o 30 primeros de la Copa del Mundo serán diferentes. Hay unas capacidades genéticas que hacen que seas mejor para un deporte u otro. Un tipo de 2,20 tiene la morfología para jugar a baloncesto, pero no para correr por montaña, porque es demasiado grande. Tienes una morfología que ya te lleva hacia un lado u otro. Y si esta morfología la enfocas bien y desde pequeño te vas adaptando en cuanto a técnica y de reflejos, creas unos mecanismos que te ayudan a adaptarte. Y después ya está el entrenamiento, las horas, la experiencia de carrera, el conocimiento, el saber hacer, la estrategia… son muchas cosas. Hay una parte genética, una parte de adaptar tu cuerpo durante la niñez y después hay una última parte que es el entrenamiento y saber competir.
No solo tu entrenamiento no es muy ortodoxo, tampoco lo es tu alimentación. Tu adicción a la Nutella es conocida en todo el mundo.
[Ríe mientras señala el tercer terrón de azúcar que está a punto de comerse desde que hemos empezado la entrevista, N. de R.] Respecto a la alimentación hay dos cosas. Una es el entrenamiento. Si entrenas siete horas al día tienes que comer porque lo quemarás. Es diferente si solo entrenas una hora al día. Entonces sí que tienes que tener en cuenta la nutrición, porque te va en ello, pero si entrenas mucho, quemas mucho y lo necesitas. Haces una salida de montaña de diez horas con frío y puedes comer lo que quieras, irá directo a energía. Mi entrenamiento, al ser de tantas horas y en un medio frío hace que pueda comer de todo y lo queme. Por otro lado, creo que hay una parte psicológica que es muy importante: darte un poco de placer hará que estés más motivado y feliz, y no habrá diferencia entre pesar 500 gramos más o menos. El resultado de tu práctica deportiva se tiene que entender desde tres niveles: el físico, que es la alimentación, el entrenamiento y la genética; el mental, que es la motivación y el sentirte bien; y dependiendo de los deportes, el material y la técnica. Los tres valen por igual. Le damos mucha importancia al material y al físico con la nutrición y el entrenamiento, pero a la mente no, y es muy importante, porque si estás motivado entrenarás más.
Tus hábitos de hidratación también son curiosos: los 42 kilómetros de la travesía Cormayeur – Chamonix los completaste con menos de medio litro de agua.
Sí, y le añadí el equivalente a medio gel energético.
¿Cuánto tardaste en hacer la travesía?
Ocho horas y 40 minutos, o así.
¿Cómo puedes estar ocho horas a un nivel máximo de rendimiento solo con dos vasos de agua?
Eso sí que es acostumbrarse, y mi madre tiene mucha parte de culpa. Me acuerdo de que debíamos de tener 12 o 13 años e hicimos una salida de montaña hacia los Besiberris y tardamos 15 horas. No llevábamos agua, evidentemente tampoco traíamos nada para comer y mi hermana y yo acabamos lamiendo las piedras para encontrar sal y agua. Pero también tengo que decir que a mí me cuesta mucho sudar. Un poquito en la nuca, pero muy poco. Estoy mucho más adaptado al frío que al calor, ya que al no sudar no refrigero tanto. Pero esto también quiere decir que puedo tirar mucho más sin agua. Hablaba con mi fisioterapeuta de que en muchas carreras largas tenía problemas de diarrea y me preguntó cuánto bebía en un entrenamiento de ocho horas. Le dije que medio litro. ¿Y en una carrera?, me preguntó. Mucho más. Pues me recomendó ir con mucha menos agua, y me funcionó. A mí me funciona. Y aquí está parte genética, porque sudo poco, y el aprendizaje porque desde pequeño no bebo demasiado.
¿Llegará el día en el que los etíopes y los keniatas entenderán el desnivel, se adaptarán al frío y te tendremos que buscar en la tercera página de resultados de una carrera de montaña?
Hay una parte genética, como por ejemplo en el ciclismo o la natación, que a los africanos les cuesta por los grupos musculares que implican. Los africanos en llano van muy rápido porque tienen la masa de las piernas muy ligera y hace que puedan ir con más inercia, pero en la montaña la inercia no existe porque tienes que levantar tu cuerpo a cada paso. Esto hace que necesites mucha potencia y resistencia en gemelos, psoas y glúteos. En gran resistencia hay etnias, como los tarahumaras, que tienen mucha más resistencia que los negros. También hay algún buen corredor de montaña negro, del mismo modo que el segundo clasificado en los 10 000 de los últimos Juegos fue blanco. Hay un poco de todo, pero también es escuela. ¿Cuántos etíopes de 15 años practican atletismo comparado con los que lo hacen en Europa? Aquí no lo practica nadie, solo cuatro friquis. Pero allí lo hace todo el mundo porque es su forma de vida. Entonces, evidentemente, saldrá más gente.
Hay quien dice que la práctica del atletismo cae cuando un país se enriquece.
Para ellos correr también es la posibilidad de poder llegar a este nivel de bienestar. El grado de sufrimiento es individual de cada persona, pero también de la sociedad. Cada sociedad tiene una conciencia del sufrimiento y un umbral del dolor diferente. Es personal, pero también social.
En cambio, ha habido un boom del atletismo popular, primero en el asfalto pero ahora llega también a la montaña. ¿Te sientes, en parte, responsable?
No, no me siento responsable. Creo que simplemente ha coincidido el momento en el que yo estaba ganando con el boom. Tiene una parte positiva, que es la que no se tiene que perder, que es lo que decíamos antes de los valores de las carreras de montaña y las cosas que puedes aprender. Por esto es muy importante no prostituir las carreras de montaña. Pero no sé si las carreras las tenemos que hacer más accesibles… la montaña te enseña la autorresponsabilidad y creo que es algo que no se tiene que perder. Es interesante que más gente lo practique porque quiere decir que más gente saldrá a correr por la montaña, más gente se dará cuenta de que tirar un papel en la montaña es una cerdada que hace daño al planeta y dejará de hacerlo, verán que fuera del cemento también hay cosas que funcionan, que cuando estás allí arriba si hay un accidente o un problema tienes que ser tú quien ayude porque no habrá un coche de asistencia al lado… y esto son cosas que si las haces allí, ¿por qué no las harás también en tu día a día?
El reverso del fenómeno es la masificación de la montaña, una mala gestión de los riesgos, la importación de malas prácticas competitivas inéditas hasta ahora…
Por esto es importante lo que decía de no prostituirlo. Tampoco desde las organizaciones, que como ahora viene más gente decidan poner más seguridad, más asistencia. Hay que impedir que la gente que venga sienta que está haciendo una carrera de asfalto. Tenemos que hacer que la gente que venga sienta que está haciendo una carrera de montaña, para que puedan aprender lo que es. Y la gente que corre, en ningún caso debe imitar a los tramposos, has de hacerles ver que la montaña no se trata de esto.
Sufriste un problema parecido en la Speedgoat, en Estados Unidos, donde se te sancionó por recortar el recorrido.
En Estados Unidos no les gusta salirse de los caminos. En esta carrera en concreto, por un lado había el reglamento de la Copa del Mundo de Skyrunning, que admite que vayas recto en un bajada, pero por otro lado el reglamento de la carrera era diferente. Estados Unidos es un país de contrastes muy grandes. Te puedes encontrar que no puedes cortar recto un camino que va haciendo eses pero después llegas a la cumbre de la montaña y te encuentras un McDonald’s, como en la Pikes Peak. Llegas a la cumbre y te encuentras un tipo gordo comiendo un bocadillo y una Coca-Cola. Pero después no recortes una curva porque te estás cargando la vegetación… cuando todo es piedra. Hacen cosas ilógicas. En los Tetons estábamos filmando y corriendo fuera del camino. Nos viene un ranger y nos dice que no salgamos del camino porque se erosiona la vegetación. Le dijimos que no había vegetación, que todo era roca. Nos volvió a repetir que no saliéramos del camino porque erosionábamos la vegetación. Son extremadamente respetuosos con las leyes, no se plantean si la ley es buena o mala, la respetan.
Hablando sobre la seguridad, tú y la mayoría de corredores de élite no seguís las recomendaciones de las organizaciones de carreras y lleváis menos material del que se exige. ¿Es un buen ejemplo para los corredores populares?
También tenemos que saber usar el material, porque mucha gente lleva manta térmica y no sabe para qué sirve. Es lo que decíamos antes de la autorresponsabilidad. Soy muy consciente de que existre este debate, y la muerte es un tema casi tabú. Pero morir, moriremos todos, nadie se escapará. Como las necesidades primarias, como comer, dormir, cagar y mear están garantizadas desde hace mucho tiempo, las secundarias también, y casi igual las terciarias, por ejemplo una cierta comodidad y poder comprar lo que queramos. ¿Cuál es la última que falta? La vida eterna. Evidentemente no la conseguiremos, pero intentamos que la seguridad sea la máxima posible. Siendo muy radical, sería como decir: “las multas de tráfico son para que no te mates a ti mismo y los médicos están para salvarte la vida”. No es que esto no se necesite, claro que se necesita, pero muchas veces nos apoyamos en esto para tener una sensación de falsa seguridad. Una sensación que propicia que no hagas las cosas que necesitas para tu seguridad porque sabes que tienes todo esto detrás. Si en la montaña te cae una piedra, o te buscas la vida para bajar hasta el pueblo como puedas o no hay nada a hacer. Abajo esto no pasa, porque si te aplastan un pie tienes el médico allí. En las carreras de montaña tienes por un lado la montaña y por otro la organización. Por un lado estamos en un medio donde el primer agente de seguridad tienes que ser tú mismo y los otros corredores. Y del otro lado tienes a la organización, que debe asegurar, en mi opinión, que si tienes un problema y estás en un avituallamiento te saquen de allí rápido. Pero la seguridad de no caer es cosa tuya, serás tú quien resbalarás, no puede haber una persona en cada roca que te coja si te caes. Tenemos que ser conscientes de esto, de que la seguridad dependa de nosotros mismos, pero es difícil porque estamos acostumbrados a que en la sociedad la seguridad nos viene dada de fuera.
¿Cómo te aplicas este discurso a ti mismo? El proyecto Summits te sacará de tu zona de confort, muy especialmente cuando vayas al Everest. ¿Le tienes un respeto especial?
Sí, pero sé que no iré ahora. Es importante aprender y no saltarse pasos. No puedes plantearte hoy subir el Everest, porque tienes que tener un aprendizaje y cambiar tus capacidades para poder ir con seguridad. Volviendo a las carreras, mucha gente dice que quiere hacer el Ultratrail del Montblanc y lo dicen antes de haber empezado a correr en montaña. Y entonces cuando van no están preparados. Es importante querer ir, pero solo cuando te sientas preparado. El proyecto Summits es lo mismo: este año quería hacer la Innominata, un recorrido de montaña no muy técnico, pero con paredes hasta grado 5E, con partes de hielo… ¿Qué hice? Estuve escalando en solitario, que es una cosa que no es recomendable pero si tenía que ser capaz de hacer allí un 5E en solitario tenía que ser capaz de hacer aquí un 6A sin cuerda. Estuve haciendo alta montaña para sentirme seguro cuando fuera allí. Para intentar batir el año que viene el récord al Cervino iré muchas veces antes, sobre todo para preparar a la bajada, para tenerla dominada y saber exactamente dónde tengo que poner el pie y encontrarme seguro cuando llegue el momento. Para el Everest: antes iré a hacer una actividad seria a un ochomil para saber qué es aquello y estar en condiciones de seguridad cuando me encuentre allí a solas. La seguridad no es una cosa real, es una sensación. Aguantarte al milímetro de las cornisas: alguien se sentirá seguro porque sabrá que aquello es suficiente porque conocerá aquel tipo de nieve y otra persona no se sentirá segura porque no tendrá este conocimiento. La seguridad son unos conocimientos que tienes y unas costumbres que aprendes. Es un aprendizaje.
¿Desde el punto de vista estratégico puede haber sido un error anunciar el tema del Everest tan temprano? ¿No desviará la atención de todo lo que hagas desde ahora hasta 2015?
Es una discusión que tuvimos, es cierto. Pero pero en cuanto a marketing, para conseguir la financiación y poder filmar la película, se tenía que decir porque si no para hacer dos travesías en el Montblanc, nadie sabe qué es la Innominata, no la hubiéramos conseguido. Fue una estrategia, pero es una cosa en la que yo no pienso.
Tú no, pero la gente sí.
La gente que piense lo que quiera. Quien estará en el Everest no será la gente, seré yo. Ahora no lo pienso, voy haciendo otras cosas y voy aprendiendo, y el día que tenga que pensar en el Everest ya lo pensaré. Es como en el fútbol: el público puede pensar en una final, pero el jugador piensa solo en el siguiente partido. Sinceramente, no pensaré en ello hasta dentro de un par de años.
Este proyecto lo haces al margen de tus patrocinadores y se financia a través de crowdfunding, así que la presión de las marcas no debe de haber condicionado tu decisión.
No he tenido ninguna presión. Pero la mayoría de la gente lo que conoce y lo que le interesa es el Everest. Si hubiera escogido el K-2, aunque sea más interesante, nadie lo conocería. Es cierto que el Everest se ha prostituido, pero este verano solo lo han coronado dos personas. Fue una estrategia, no sé si es la correcta o no. En cuanto a marketing el objetivo será el Everest, y era algo que yo ya tenía muy asumido, así que lo que diga la gente tampoco me importará. Yo sé las cosas que quiero hacer y qué tengo que hacer para ir aprendiendo. Tengo que intentar que lo que digan los de fuera no modifique lo que quiero hacer. Quiero ir al Everest, pero no sé si saldrá bien. Esto lo tengo muy claro.
Tú te hiciste una lista con todas las carreras que querías ganar y la colgaste en la puerta de tu habitación. Hoy está toda tachada porque has conquistado todos tus objetivos, pero creo que más excepcional que esto es haber tenido la ambición suficiente para escribirlos en una lista.
Más que tacharlas todas o no, es decirte a ti mismo que lo quieres intentar, no parar hasta tenerlas todas tachadas. Después, si las rayas o no las rayas es otra historia. Te sientes muy satisfecho cuando ganas una carrera, pero te sientes más satisfecho por lo que has entrenado, por todo lo que has vivido para poder ganarla. Lo que más me satisface de haber conseguido el récord de la travesía de la Innominata no es tanto del récord en sí como de cuando hicimos el reconocimiento con Dakota [Jones], que nos lo pasamos muy bien, de los días que pasamos escalando, de la gente que encontré… Son recuerdos que conservas mucho más que el día del récord. El récord es la guinda del pastel, pero lo que guardas es todo aquello que has hecho hasta llegar.
Sí, pero seguramente sin la lista…
… no te motivarías. Por esto digo que es muy importante ponerse objetivos, pero siendo consciente de que el objetivo es la motivación. Quiero conseguir la zanahoria, pero aquello importante no es la zanahoria, sino el andar. Son las utopías de las que hablaba Galeano.
¿Qué sientes en el momento en el que tachas la última carrera de la lista?
Un vacío. Es lo que me pasó cuando en las carreras ya lo había conseguido casi todo. ¿Qué te queda? ¿Sigues haciendo carreras? Pues no. Debes reinventarte cada vez e ir buscando nuevos objetivos. Y objetivos hay muchos.
¿No te hubiera gustado competir en algún deporte de equipo?
Por deporte de equipo te refieres a deporte de pelota, ¿verdad?
Sé que has dicho alguna vez que los deportes de montaña son un deporte de equipo.
Yo con las pelotas soy muy malo. Ni pelotas, ni raquetas… siempre he sido muy malo. Además, de una forma inconsciente, no puedo trabajar igual las cosas que me gustan que las que no me gustan. En esquí de montaña, por ejemplo, hay la modalidad sprint, y a mí, a pesar de que soy una persona explosiva, el sprint no me gusta, así que nunca entrenaré para el sprint, a pesar de ser el mismo deporte. Y con los otros deportes me pasaría lo mismo, además de que no estoy adaptado a los deportes de pelota.
¿Te gustaría que tu deporte estuviera mejor organizado, que no hubiera varias federaciones peleadas entre ellas, donde el poder de las marcas no fuera tan grande?
Esto lo parece más desde fuera. Desde dentro tienes las carreras y los corredores, que somos como una gran familia… pero esto pasa en todos los deportes. Al final somos un grupo de gente que van a diferentes lugares. En las carreras de montaña esta guerra se puede ver desde fuera, pero desde dentro, no. A Anton Krupricka, Mike Wolf, Anna Frost, Emelie, Dakota… cada uno tiene patrocinadores diferentes, pero en las carreras vamos todos juntos a los mismos hoteles. Puede ser que yo tenga más amistad con un corredor de The North Face que con uno de Salomon y me hará más gracia que gane aquel que no el otro. Al final hemos conseguido que todos vayamos a las mismas carreras, porque lo que quieres es competir con los mejores. En el esquí de montaña, que sí que está mucho más organizado, hay gente como Manfred Reichegger, que tiene casi 40 años y hace 15 que compite en la Copa del Mundo y todavía está luchando por los podios. Es un tipo que sigue haciendo las mismas carreras cada año con la misma motivación. Le admiro mucho. Pero yo no podría. No podría seguir haciendo siempre las mismas cosas.
En tu lista no estaba escrito conseguir una medalla en unos Juegos Olímpicos. ¿Te gustaría?
Me gustaría mucho que el esquí de montaña fuera olímpico, participar o no ya me es igual.
¿Lo das por perdido?
No, no lo doy por perdido. Si se presentara la oportunidad me encantaría, pero me da bastante igual. Pero que el deporte fuera olímpico me gustaría mucho, por lo que ha representado para mí, por lo que es y por toda la gente que hay detrás y lo ha luchado. Sería muy bonito.
¿Te imaginas que el esquí de montaña fuera olímpico, que concedieran los Juegos de 2022 a Barcelona y que tú pudieras tomar parte en ellos? ¿Cuál de las tres condiciones crees más improbable?
Se está luchando fuerte para hacer olímpico el esquí de montaña, y para 2022 sería posible. Competir yo en 2022… me tendría que centrar y mirarlo, porque entonces ya estaré con otras historias.
Hombre, 35 años tampoco son tantos.
No, no son muchos. Si estuviera al nivel para estar, me gustaría. Y Barcelona es una buena candidatura, pero se tiene que ver qué decide el Comité Olímpico y por qué. Sería bonito. Además, hace muchos años que Cataluña trabaja el esquí de montaña, y lo hace bien.
Quizás esta vertiente patriótica que comportan los Juegos Olímpicos fuera el empujón que necesitan los deportes de montaña para conquistar un espacio en los medios convencionales.
Salimos en momentos muy puntuales, cuando hay una victoria o una desgracia. Fue precisamente en Jot Down donde leí una entrevista muy interesante a Karina Kvasniova, una periodista que había trabajado en Francia, y es tal y como ella lo explica: hay países polideportivos y hay países monodeportivos. España es monodeportiva. Y esto es tirarse piedras sobre el propio tejado, porque ya lo decía ella, cuando un equipo español es eliminado ya nadie sigue la competición por televisión, aunque haya jugadores buenísimos, porque tú has vendido aquel equipo y no aquel deporte. En Francia la gente sigue el biatlón. Pero también siguen el tenis. Siguen a los franceses, evidentemente, y les hace más gracia que gane un francés que un ruso, pero siguen el deporte. Hay una cultura más polideportiva. La gente pide lo que ve. No es que la gente pida fútbol, es que a la gente les has enseñado fútbol, y entonces piden fútbol.
A Mireia Miró le preguntamos si tu sombra es tan alargada que monopoliza el poco espacio que los deportes de montaña tienen en los medios. Ella decía que al contrario, que gracias a ti ahora tenéis precisamente este espacio. ¿Estás de acuerdo?
Antes en un diario no especializado no salía nada, y entonces empecé a salir yo por las cosas que hice. Pero en las carreras de montaña no solo existo yo, hay gente muy fuerte como Mireia, MarcPinsach, los jóvenes que suben muy fuerte…
…y los pioneros que todavía resisten como Agustí Roc.
Sí, o Quico [Soler]. Es importante que esta gente también empiecen a salir. Yo no fui al Campeonato de España de esquí de montaña de la semana pasada, y ganó Marc Pinsach. Estuvo bien, porque sé que había medios que habían ido, algunos de ellos porque se pensaban que yo iba. Pero ganó Marc. Y me alegré mucho. No es una cosa que ha pasado y se ha acabado conmigo, sino que es una rendija que hemos abierto y que puede facilitar que se vea el deporte desde más perspectivas.
En general, a ti los medios te tratan muy bien.
No hay preguntas que me molesten. Más que la pregunta en sí, muchas veces es la manera de hacerla o de enfocar un tema. Ya ves que hay periodistas que están allí porque les han enviado. Cuando te han preguntado diez veces al acabar una carrera “¿que tal la carrera?”, pues respondes “bien”. Evidentemente, repetirse a un mismo no tiene sentido.
No recibes muchas críticas.
Hombre, sí, también hay críticas. Los primeros años que yo hacía el Montblanc con zapatillas, los guías de Chamonix no estaban muy contentos. Algunas de las cosas que hemos filmado con Seb, como slackline o escalada en solitario, no han gustado. También recibo críticas de gente otros deportes, los del atletismo se preguntan por qué no hago carreras en plano.
La primera vez que ganaste el Ultra Trail del Montblanc, la carrera de montaña más importante del mundo, tenías 20 años. Siempre se había pensado que era un deporte para gente con experiencia.
Yo ya tenía esta experiencia, pero el problema de Chamonix es que es un valle muy cerrado y aquí lo que importa son los guías, la montaña y el turismo. Se miran mucho el ombligo. Puede caer una bomba atómica en Ginebra y no se enterarán. La pregunta que se hacen cuando te ven es de quién eres hijo. Esto hace que la organización del Ultra Trail del Montblanc nunca hubiera oído hablar del esquí de montaña o el skyrunning, porque no está en su mundo. Entre los voluntarios tengo muchos amigos, pero con la organización de la carrera… después de lo que me hicieron el primer año nunca tendré relación con ellos ni nunca les ayudaré.
Les ayudas corriéndolo y ganando.
Por esto no lo correré más. Todo lo que me podía aportar en lo personal ya me lo ha aportado y ganarlo otra vez no me aportaría nada.
Con los controles médicos a los que te someten tienes que saber, seguro, qué tiempo aproximado podrías conseguir en un maratón de asfalto. Te prometo que si me lo dices, te guardo el secreto.
Yo conozco los valores de las pruebas de esfuerzo. Pero la traducción de mi capacidad aeróbica en marcas concretas no sirve. Indurain o Armstrong tenían resultados de 88 o 89 en VO2 max, pero tenían su musculatura desarrollada para la práctica del ciclismo. En maratón, quizás Chema [Martínez] o Bekele tienen estos valores, a pesar de que los africanos acostumbran a tenerlos algo más bajos. Pero en realidad ellos han desarrollado este volumen de oxígeno en función del esfuerzo. No es “yo tengo este volumen de oxígeno y ahora me pondré a correr”, no. Mi VO2 max la he desarrollado corriendo en desnivel en la montaña. Puedo tener los mismos valores de resistencia que estos deportistas y, de hecho, en la élite del esquí de montaña todos tenemos más o menos la misma capacidad. Pero esto no quiere decir que, por tenerla, pueda ofrecer un buen rendimiento en otro deporte, porque tengo la musculatura muy adaptada a los deportes que practico.
¿Y no te ha tentado nunca?
No.
Como consuelo, sí que sabemos lo que tardas en hacer un maratón de montaña.
El más rápido me parece que fueron dos horas y cuarenta y pico minutos. Con 1000 metros de desnivel, no demasiado. Sí, es rápido, pero también está la bajada, ¿eh? Claro, la VO2 max no es garantía de nada, pero sí que significa que puedes correr deprisa.
¿Eres consciente de ser un privilegiado entre los privilegiados? Miguel Heras o Tòfol Castanyer, corredores de montaña de la élite mundial, tienen que seguir trabajando en las empresas familiares.
En el esquí de montaña hay muchos profesionales: medio equipo de Francia, todo el de Italia…
Pero son soldados.
Sí, son soldados. En el esquí de fondo todo es militar, porque es la única manera que tienen de vivir. Sobre todo en los deportes de nieve la gente tiene salarios públicos, del ejército o la policía. En las carreras de montaña ha sido en estos últimos años cuando los patrocinadores han empezado a poner más dinero y la gente ha empezado a ser más profesional. Ahora entre los americanos, los europeos y los japoneses quizás los que somos totalmente profesionales seamos unos 50. Poco a poco la cifra va aumentando, pero sí, somos muy pocos.
La ecuación sacrificio, remuneración y rendimiento no parece que os funcione muy bien.
Yo, mientras pueda pagar el alquiler, lo que necesito para comer, la gasolina y poder guardar un poquito para poderme comprar una casa de aquí a diez años, ya estoy contento. El otro día lo hablaba con un esquiador extremo muy veterano; el día que te mueras, el dinero no servirá de nada. El valor del dinero es que puedes cambiarlo por cosas, pero nada más, no tenemos que darle más importancia. Si te dan tanto dinero, ¿qué haces? ¿Lo quemas?
Hombre, antes de que lo quemes, tengo un par de ideas.
Tienes que encontrarle la utilidad. Aquel típico proverbio de “solo cuando se haya cortado el último árbol, solo cuando se haya contaminado el último río, solo cuando se haya pescado el último pez, solo entonces te darás cuenta de que el dinero no se puede comer”. Evidentemente se necesita dinero para poder vivir, pero fuera de esto… Si un día te estás muriendo de frío cogerás el monedero y quemarás los billetes para entrar en calor, el dinero no te salvará la vida. Yo me considero muy afortunado de hacer deporte y que me paguen por ello. Tú has venido a hacerme una entrevista porque corro bien. ¿Qué credibilidad tiene alguien por el hecho de correr bien? Hay algo que no cuadra entre que mueva las piernas rápido y lo que diga. ¡Entrevista a un profesor o a un investigador! Y lo mismo con el dinero, ¿por qué tiene que cobrar más alguien que corre bien que alguien que enseña bien?
¿Cuándo llegues a la cumbre del Everest, qué te quedará?
Una cumbre no se consigue hasta que bajas y llegas al campamento base. Y la cumbre puede ser una metáfora de la carrera deportiva. Hay muchos deportistas que han llegado arriba de todo y después no han sabido bajar.
¿Cómo te imaginas este descenso?
Hay muchas cosas. Ahora, por ejemplo me he puesto con el slackline y me motiva pasar a 40 metros, 50 metros. Subir de grado en la escalada. Hay muchas cosas para hacer. También en la vida personal, familiar, son cosas que te acaban gustando. En la competición evidentemente hay un momento en el que bajas directo porque ya no estás al nivel, pero aparte de esto, la montaña tiene un abanico muy amplio de posibilidades. Me veo siempre en la montaña haciendo actividades. Hay momentos en los que el cuerpo te dice que tienes que ir despacio o necesitas más días de descanso. Ahora puedo entrenar cada día dos veces, pero cuando tenga 50 años seguro que no podré salir dos veces cada día, sino que quizás después de una actividad necesitaré tres días para recuperarme. Pero el objetivo será hacer otras cosas tranquilamente.
Fotografía: Pol A. Foguet
Pingback: Jot Down Cultural Magazine | Kilian Jornet: “La muntanya és la crua realitat, t’obliga a ser qui ets”
Carles, felicitats per l’entrevista, molt interessant. A part de físicament ser un fora de sèrie, el Kilian té el cap molt a lloc, que no és gaire fàcil a aquests nivells d’èxit!
Bárbaro Killian.
Molt bona. Felicitats. M’he permés enllaçar-la des de el meu blog: http://lluislleidacrackcatacrack.blogspot.com.es/
Bona feina.
Felicitats Kilian un gran reportatge com tot el que tu fas
Happy läsa någon sammanhängande, estes eller inte enligt vad han säger
El parchís también es muy emocionante, y además te ríes y no pasas frío. Lo único malo es que los medios nunca dirán de ti que eres un chico de hoy en día si practicas el parchís. No se puede tener todo.
Me ha encantado su respuesta a la pregunta sobre el qué hacer una vez llegue a la cima del Everest:
«Una cumbre no se consigue hasta que bajas y llegas al campamento base. Y la cumbre puede ser una metáfora de la carrera deportiva. Hay muchos deportistas que han llegado arriba de todo y después no han sabido bajar.»
Brillantemente expuesto
Magnífica entrevista con Kilian.
De hecho -si no recuerdo mal- ya es la segunda vez que Jotdown nos enseña mucho más de lo que hay detrás de él, en muchos aspectos que no salen en las fotos de las carreras.
Enhorabuena a ambos, Carles y Kilian.
Gran entrevista a un Kilian cada vez más maduro y seguro de si mismo en sus respuestas. Cautiva y engancha su manera de pensar. Sinceridad, honestidad, valentía, máximo respeto al medio ambiente y a la vida… un sinfin de positivismo. Felicidades a Kilian y a todos los compañeros de profesion que comparten estos ideales y nos hacen sentir mejor a los aficionados que os seguimos dia a dia.
Sergi
Exelente articulo!!… es la cruda realidad.
Qué tío tan grande, con y sin dorsal. Gracias.
Excelente artículo, excelente elección de preguntas y un Killian insuperable. Demuestra un nivel de madurez y de compresión, que otros no llegaremos a alcanzar.
Empiezo a admirar más a este personaje por sus «enseñanzas» acerca de como entender la montaña, e incluso la vida, que por sus logros deportivos.
Un referente en muchos aspectos. Más admirable, si cabe, por su filosofía de vida, lo que dice y lo que piensa, que por sus increibles logros deportivos.
Fantastica entrevista a un Kilian con una tremenda madurez y con las ideas muy claras.
Al parecer, moviendo las piernas se aprende tanto o más que leyendo o estudiando. Excelente actitud y entrevista. Gracias
Este hombre es muy grande…
Pingback: Entrevista a Kilian Jornet en Jot Down | Cajón desastres de Rafael Molero
Echo de menos en la entrevista abordar el tema político. Quizás él exige evitarlo para no dañar su imagen de independentista.
Hay una respuesta a lo del Comité Olímpico («…y Barcelona es una buena candidatura, pero se tiene que ver qué decide el Comité Olímpico y por qué. Sería bonito. Además, hace muchos años que Cataluña trabaja el esquí de montaña, y lo hace bien.»), no sé si entender que competiría con Cataluña.
Salvo esto, enhorabuena jotdown.
Pensaba que el Yeti no existía, pero con montañistas como este vuelvo a creer que todo es posible en la montaña…hasta encontrarse a uno mismo…
Bona entrevista. La millor del Kilian que he llegit fins ara. Felicitats Carles!
Como siempre grande la entrevista a uno de los personajes más representativos del deporte en esta decada. A Kilian se le va a reconocer más todavía si cabe con el paso de los años. Gracias a los dos, tanto a kilian como a Carles por la misma. Un saludo.
Increible la entrevista,Kilian sigue tan sincero como siempre,sobre todo disfrutando con lo que haces,animo con tus proyectos,una saludo para los dos tanto a Carles como a ti.
Adeu
si en montaña anda por 2h40´con 1000 de desnivel,en asfalto andaria por 2h 25¨,no?
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A sus 25 años Kilian tiene muchísimo terreno recorrido (no solo físico). Montaña y teatro, montaña y teatro, que dos filones para Jot Down, je, je. Cómo hubiera disfrutado una entrevista a Iñaki (Ochoa) así de larga. No dejéis esta senda. Es extraordinaria.
de acuerdo en lo del Iñaki, pero hay mas gente en la montaña para aprender de ellos. Pura Vida
Muy buena entrevista. Kilian da mucho juego, pero pocas publicaciones (sean generalistas, deportivas o especializadas) son capaces de mostrar todas sus caras como nos muestra aquí.
Kilian como siempre, enorme. Gràcies
muy buena entrevista felicitaciones sus expreciones sinceras y con buenos objetivos
¡Que maravilla de entrevista! No conocía al entrevistado, pero me ha encantado la pasión por la montaña, por la naturaleza y la sencillez y honestidad que desborda, ¡vaya crack!
Más de 11.00 palabras, ¡genios!
Molt bona entrevista.
Per cert, algú em podria explicar que va passar a la primera UTMB amb l’organització ???
Gràcies.
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mmmmmmmmmmmxxxxxxxxxx
‘correr o morir’ deberia ser lectura obligatoria, te guste o no correr o la montaña. Equivoquémonos por tomar decisiones.
Sort Kilian!
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Una gran entrevista, quizá también os interese este reportaje sobre Kilian http://deporadictos.com/quien-es-kilian-jornet/
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La cruda realidad, asi es.. todo es la vida es asi.
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