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Guía de museos de cera

Museo de cera de Madrid

Allá por 2006 escribí para Jazztelia un blog de viajes donde incluí 11 textos sobre otros tantos museos de cera. Obra legendaria para mí, mis cuatro amigos, mis hermanos y mis dos lectores, ahora la recauchuto en un único texto para esta revista de artículos tantas veces cerúleos y a ver si tenemos suerte y nos demanda Jazztelia o como se llame ahora esa página por derechos de autor y me convierto en hashtag como el chavalote ese que boicoteó hace poco un programa de Tele 5. En el más estricto estilo periodístico del siglo XXI la guía está realizada sin haber ido a ninguno de los museos excepto al de Madrid, por lo que puristas y remilgados pueden leer los párrafos a continuación como “Guía de páginas de red de museos de cera”. Puede que alguna de las figuras o incluso alguno de los museos ya no exista, pero prefiero dejar los textos casi como estaban, que no me apetece pasarlo mal repasando las páginas de cada museo.

Aunque hace poco que la movimos unos metros, el Museo de Cera de Madrid sigue estando al lado de la estatua de Colón, que con ese movimiento en diagonal reconocemos como alfil en la partida de ajedrez con monumentos que jugamos los madrileños contra no sé cuál otra ciudad del mundo —nuestro anterior movimiento fue situar la Puerta de Hierro, que sería una torre, a cien metros de su lugar original—, y de una de las repulsivas esculturas de Botero. Creado en 1972, sigue la estructura de todos los museos de cera del mundo, por lo que tiene secciones de espectáculos con los Beatles y un tremendo E.T. como estrellas; deportes donde no le duelen las rodillas a Rafa Nadal; infantil con un Harry Potter que da pánico; historia, que es la sección más descacharrante con un Séneca que puede ser cualquiera y unos Reyes Católicos que parecen Karina y aquel marido peluquero que tenía; y literatura con un Neruda para el que apuesto todo lo que tengo a que usaron como modelo a Juanito Navarro, algo no tan lejano a la realidad como pueda parecer. Tras este punto y seguido llega lo mejor del museo, lo que lo distingue de otros, que son las escenas de crímenes clásicos, brutales, que están en la parte de terror —aunque, como bien sabemos, cualquier sección de un museo de cera, como toda peli de Van Damme, es de terror—, la recreación del cuadro de Goya de El tres de mayo de 1808 en Madrid y la zona de tauromaquia con distintas cogidas y la muerte de Manolete (¡Don Luis, que no veo, no veo nada!). Ya fuera del museo hay un túnel del terror que es la puerta de entrada al centro mundial de la caspa. ¡No entren!

Nunca he ido a Praga pero creo su museo de cera es de los últimos sitios a los que iría ante la tan alabada belleza de la ciudad, y eso que el Wax Museum Praha además de todo el encanto grasiento de los museos de cera tiene alguna sección antológica. El museo tiene dos sucursales, una en la calle Mostecka 18 que trata de la historia antigua de la ciudad y de la República Checa, donde destaca una más que fantástica imagen del Golem, el bichejo de barro de la mitología judía que cobra vida y que protagonizó unas cuantas películas mudas de terror. En la otra sucursal, la de la calle Melantrichova 5, está todo lo gordo con los amigos Mozart y Einstein acompañando a una Navratilova que parece arrancada de la fachada de una catedral románica de lo poco flexible que parece y al omnipresente Kafka con sus orejas, su traje y su cara de cera —como Kafka era él mismo de cera, es la figura más aparente de todas—. También aparecen por ahí héroes del siglo XX como Juan Pablo II o Vaclav Havel. Ya que el museo no tiene una sección de terror propiamente dicha, han decidido hacer la escena más terrorífica de todos los museos de cera del mundo: nada más y nada menos que la Tribuna diktátorů, en donde en un estrado están juntos varios de los mayores criminales del siglo XX, Lenin, Stalin, Jrushchov, Breznev, Mao, Castro, Gottwald y Husak (estos dos últimos no sé quiénes son, pero los añado porque me fío del curator del museo y estoy seguro de que mis amabilísimos lectores se saben la biografía de estos dos pájaros mejor que la estructura de Lost y The Wire juntas). Grandioso.

Museo de Cera de Praga

El edificio que alberga el Museu de Cera de Barcelona es el mejor edificio de museo de cera del mundo; construido en 1857, es monumento histórico artístico. Lástima que en la fachada estén Supermán y C-3PO haciendo el tonto y se carguen la serenidad de este edificio tan siglo XIX, aunque a lo mejor el edificio está protegido justamente por tener al petardo del robot dorado colgando de la puerta. En el museo, como en todos los museos de cera, una parte de ciencia, una parte de historia —atención a ese tremendo hombre prehistórico— y una parte de terror con el consabido Frankenstein, además de estrellas del cine y la literatura representados esta vez por una aseada tropa de personajes de Star Wars y los eternos Sancho Panza y Don Quijote. También sobresalen unos ideales Príncipe de Gales y Camilla Parker preparados para la caza del zorro, con la bellísima Camilla relamiéndose al ver a su chico, y un Dalí, quizá el personaje que está en más museos de cera, en plan clavel reventón. Desde aquí animamos a los amigos de la Fundación Gala-Dalí a hacer una exposición con todas las figuras de cera de Dalí que hay por los museos de cera del mundo, algo que al pintor seguro que le encantaría. El museo también incluye El Bosc de les Fades, un repulsivo pasaje con gnomos, ondinas y demás hierbas altamente no recomendable y el Passatge des Temps, una especie de exposición de papiroflexia que no tiene mala pinta.

Museo de cera de Barcelona

Con permiso del de Londres, el Museé Grevin de París es el museo de cera más importante del mundo, incluso algunas secciones del museo son monumento nacional. Abierto desde 1882, dos años después del turrón, el museo debe su nombre a Alfred Grévin, dibujante humorístico y escultor. Las partes más clásicas son Théâtre Grévin —la parte que es monumento histórico— y el Palais des Mirages, que ya andaba dando guerra en 1900. Las mejores escenas de este museo son, cómo no, la pobre Juana de Arco en plena barbacoa, los primeros saltitos de Teletubbie de Armstrong en la luna, la travesía del Canal de la Mancha de Blériot en 1909 —oh, qué bonito es el homenaje que le hizo Lagar a Guynemer—, y la victoria francesa en el Mundial de Fútbol de 1998 con el genial Zidane a la cabeza. Como siempre en un museo de cera se juntan personajes de verdad como Aznavour, Luis XIV o Picasso con gallinas que, gracias a Dios, desaparecerán, como Naomi Campbell, Pavarotti o Céline Dion.

En la zona del Fisherman’s Wharf de San Francisco está The Wax Museum. Abierto desde 1963, cumple con creces todo lo que podemos esperar de un museo estadounidense, ya que se pueden alquilar las salas de distintas formas para celebrar el cumple de tu peor enemigo o un evento para que tu empresa quede a la altura del betún. Una de las opciones es la Murder Mistery, en la que salen unos pollos vestidos de detective en las salas de crímenes y detienen a los invitados importantes, vamos, al del cumple; si la fiesta es en la sección de celebridades los actores se visten de Star Trek —próximamente en Jot Down “Mitologías inventadas (II): Star Trek”— y payasadas por el estilo. Vamos, un espectáculo a todas luces lamentable, pero que debe ser la risión si tú ese día no eres Carrie. Ya en el museo, en la sección de historia y ciencia destaca un Bill Gates contrahecho; una cosa llamada palacio de arte con las top-models del arte: Van Gogh y Da Vinci; una extraña y descacharrante sección egipcia con Tutankamón en plan Cher, su coronación, vida y descubrimiento de su tumba; la típica cámara de los horrores; y para acabar la sección de deportes y espectáculos, con Britney Spears, Beyoncé, las asquerosas de mis adoradas gemelas Olsen, Mr. T y otras joyas, sobresaliendo la escena de El Mago de Oz, con el bueno de Totó. ¿Quién no querría un Totó de cera? ¿Lo venderán en la tienda? ¿Y si regalamos con el próximo número de esta magnífica revista un Totó de cera a cada suscriptor?

Museé Grevin

El museo de cera de Londres es tan conocido que se ha convertido en una multinacional, ya que además del Madame Tussauds London existen sucursales en Nueva York, Ámsterdam, Las Vegas, Shanghái y Hong Kong; ¿y qué pasa con Dubái y San Petersburgo, señora Tussauds? Lo mejor del museo es que uno puede comprarse una figura de cera de uno mismo, algo que a Liberace le encantaría pero que en mi opinión es la idea más espantosa del mundo. Qué horror, qué horror. De las secciones del museo, cuyas figuras, hay que reconocerlo, al contrario que en los demás museos de cera, se parecen a los originales, quizá la más interesante sea la de Spirit of London, una historia de la capital británica desde Shakespeare hasta el Swinging London, con una preciosa Twiggy modelada especialmente para que babeen los gafapastas, pasando por mi amigo Dickens —quien escribió sobre la señora Tussauds—. Es como todas, pero en este caso nadie debería perderse la cámara de los horrores por respeto a los inventores del terror moderno.

La gran capital de México también tiene su museo de cera, que se divide en dos museos, el Museo de Cera propiamente dicho y el Museo Ripley’s, una marcianada que muestra chorradas como una réplica en cera del hombre más alto del mundo, cabezas reducidas de los jíbaros ecuatorianos, el hombre con dos pupilas en cada ojo o animales extraños, todo ello en un edificio con forma de castillo medieval de Exín Castillos. ¡Bravo! Pero el museo de cera está muy bien, básicamente porque tiene una figura de Lina Morgan, a quien todos odiamos hasta la adoración, muy bien acompañada por Raúl y Paco Rabal entre las estrellas españolas; una supertétrica Sala de los Presidentes, en donde están todos los presidentes mexicanos de pie mirándote con cara de pocos amigos; iconos pop como Gandhi o Lutero King; un Hugo Sánchez trotando espectacular y multitud de personajes con pelucón y mostacho de la historia de México.

Además de los museos de cera generalistas también hay extraños museos temáticos, como el Museo delle Cere Anatomiche «Luigi Cattaneo», que está en la Università di Bologna de la ciudad italiana de Bolonia. Este museo, bastante asqueroso y grimoso, es el resultado de la fusión de dos antiguas instituciones, el Istituti di Anatomia umana y el Istituti di Anatomia patologica de la universidad boloñesa en los años 70 del siglo pasado por el profesor Cattaneo. En sus vitrinas, que desde lejos parecen casi cajas de Joseph Cornell, pueden verse diversas deformidades humanas y estudios de anatomía humana. Desde luego, si alguien se pasa por este museo en vez de dar la última vuelta por la ciudad antes de pillarse el taxi al aeropuerto, una de dos, o no soporta la belleza, o es que es un especialista en anatomía. La pregunta es, ¿vio mi amiga Rosa este museo durante su Erasmus y por eso se quedó así?

Museo Ripley's

Buenos Aires no podía quedarse sin un buen museo de cera de la historia de Argentina. Creado por una única persona, el profesor Domingo I. Tellechea, el museo abrió las puertas en el año 1980. Situado un precioso edificio neorrenacentista del barrio de La Boca, el Museo Histórico de Cera bien merece una visita si, como en el resto de ciudades, lleva ya uno varios días paseando por la ciudad —ojalá que con ella de guía, con su pelo sin atar, sol y estrellas, 100% natural: todo lo contrario a una figura de cera—. Impactantes imágenes de peleas de gallos, de la vida de los gauchos, de los fundadores Pedro de Mendoza y Juan de Garay, de diferentes caudillos y personajes históricos pueblan este interesante museo, que ha dejado inteligentemente de lado las payasadas de la momia y su túnel del terror para especializarse sabiamente en la historia de la Argentina. Aunque imagino que pueden hacer un fraude en sus estatutos y presentar a Cris Kirchner poniendo en su cartela que es la momia. No creo que nadie encuentre ninguna diferencia.

Al igual que el Museo Histórico de Cera de Buenos Aires, el Museo de Historia Griega de Paul Vrellis no expone ni a Michael Jackson ni a Charlot para centrarse en la historia del país. Situado en la ciudad de Ioánina, trata exclusivamente de la historia de la Grecia moderna dejando de lado —sabiamente en mi opinión— la historia de la Grecia Clásica, para fijar su mirada en la independencia de la nación a principios del siglo XIX, época romántica de revoluciones e independencias en todo el planeta. Casi el ochenta por ciento del museo se dedica a esta gloriosa época, con multitud de personajes con bigotazo y pelos encrespados en grutas y ruinas, mientras que el resto de la exposición se centra en la participación griega en la Segunda Guerra Mundial, con los mismos muñecos de bigotazo y pelos encrespados con metralletas en vez de trabucos.

Para acabar con esta guía de museos de cera que tanta gloria me ha dado voy a hablar del Miracle’s Wax Museum de la ciudad austríaca de Salzburgo, un museo dedicado a lo más cursi de la importante historia de esa zona de Austria. Evidentemente hay una gran parte del museo dedicada a Mozart, con incluso un especial de La Flauta Mágica donde también está un Von Karajan estupendo. Pero lo más molón del museo es la sección Sissi, las fiestas y toda ese rollo tirabuzones y mangas de farol que te hace pensar que estás en el especial del Un, dos, tres sobre Sissi, y también la escena de Sonrisas y lágrimas, con una Julie Andrews rodeada de sus yogurines realmente brillante. Es quizá el museo más repipi del mundo. Habrá que ir a verlo, de todos los de la guía es quizá el que más me apetece.

Y ya. No creo que vaya a ninguno de estos museos, pero ya bastante tengo con no poder dormir desde hace años por haber cometido el error de escribir este pequeño viaje por los museos de cera del mundo.

Miracle's Wax Museum

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