Entrevistas Sociedad

Rosa Montero: “Las redacciones se han terminado convirtiendo en fortines apaches”

Rosa Montero para Jot Down 1

La entrevistada, Rosa Montero, ha recordado en más de una ocasión que la literatura es un palimpsesto. La entrevistadora cree que el periodismo también lo es y, por eso mismo, se pregunta cómo comenzar la conversación con la periodista. Podría ser precisamente así, hablándole de la admiración con que leía sus entrevistas, pero viene de revisar la que le hizo en 1977 a Yves Montand y allí se desaconseja la coba al entrevistado en los primeros minutos del encuentro: puede viciar el tono de la charla. Por otra parte, Rosa Montero maliciaría que el halago es una triquiñuela mentirosa, al fin y al cabo, ella mentía a Montand al decirle que había estado enamoradísima de él durante la adolescencia, de igual manera que su generación, definitivamente seducida por el mito, por el héroe de izquierdas que encarnó. Cuando, bien avanzada la entrevista, la entrevistadora se atreve por fin a confesar el recuerdo, Rosa Montero lo agradece, pero con escasa convicción. Es como si el eco de aquella admiración no consiguiera rozarla: no se siente adulada. Y se entiende que sea así por lo que ha venido explicando: lo suyo ha sido escapar de los imperativos y expectativas que los demás, en aquellos primeros años de éxito, proyectaron sobre alguien que llevaba su nombre pero que no era ella. Hoy, en la fachada de la casa donde vive cuelga una placa que recuerda el añejo inquilinato de un señor que escribía artículos y en las solapas de sus libros, el recordatorio de que desde 1976 trabaja en exclusiva para El País: abolengos cansados para la novelista, que dice contemplarlos desde fuera, desde lejos, sin nostalgia. Dentro del piso hay figuras de salamandras, símbolos de vida y de regeneración, por montones; también una tatuada en su brazo derecho desde hace más de una década. El izquierdo se lo ha roto solo unos pocos días antes. En varias ocasiones durante la conversación se duele y, aun así, se diría que el brazo le presta un temprano servicio en el forcejeo que va a mantener con el empeño de la entrevistadora por hablar de periodismo y de un tiempo que fue: “Mi próximo libro sale dentro de un mes y la promoción va a ser la promoción del cabestrillo. Será memorable”, dice con humor en el primer minuto. El brazo liquida la duda de por dónde empezar.

La ridícula idea de no volver a verte es el título de tu nuevo libro. Por lo que avanzabas hace algunos días en un artículo en Babelia, ¿cabe esperar alguna semejanza entre esta nueva obra y La loca de la casa, algo así como un híbrido de géneros con elementos autobiográficos?

Dentro de mi bibliografía, a lo que más se parece el nuevo libro es a Loca de la casa, sí. Pero no es exactamente… Es un libro que ha tenido un nacimiento sorprendente. Llevaba un año y pico trabajando en una novela, tomando notas, desarrollándola. La tengo entera en la cabeza, en cuadernitos y en papeles. Me senté y empecé a escribir. Escribí tres capítulos y, a principios de diciembre de 2011, me bloqueé. No me lo quise ni decir. Ya estuve bloqueada en una ocasión, durante cuatro años, que fueron los peores de mi vida. Sientes que no sientes la vida. La vida la sientes a través de la escritura, de ese runrún creativo en la cabeza. Así que no me lo quise decir, porque lo que no mencionas es como si no existiera. No me lo dije a mí misma y no se lo dije a nadie. Simplemente sabía que me había bloqueado y abandoné la novela. Llevaba un mes sin escribir y en enero, por pura casualidad, me manda un correo electrónico Elena Ramírez, que es la editora de Seix Barral, que es un genio, maravillosa. Me proponía hacer un prólogo para el diario de Marie Curie. Son 28 páginas, nada más, que Marie Curie escribió un año después de la muerte de su marido. Su marido salió un día de casa y, como seguramente sabrás, lo atropelló un carro. Elena creía que podría escribir un prólogo estupendo sobre la superación del duelo [en 2009 falleció Pablo Lizcano, su pareja durante los últimos 20 años]. “¿Y quién sabe?”, me decía, “quizás, al final, este diario te abre la cabeza y en vez de hacer un prólogo para el diario, el diario termina siendo el apéndice de un libro tuyo”. Y es exactamente lo que sucedió. Lo leí, leí esas 28 páginas y me estallaron en la cabeza. Y la verdad es que se me ocurrió hacer un libro loquísimo. Salió en un año, como un torrente.

De hecho, rompe la cadencia de tres años con que, aproximadamente, publicas tus novelas.

También sucedió así con La loca de la casa, que fue escrito en un periodo mucho más breve. Quizá se explica porque son libros que están ahí, aunque no lo sabes; contienen cosas que forman parte de una reflexión larguísima. Y salió como un tiro, sí. Es un libro breve, unas 180 páginas. Y es muy loco, muy libre, libérrimo. El libro más libre que he escrito. A lo que aspiro verdaderamente es a conquistar esa absoluta libertad, que nunca se alcanza del todo. Ese es el camino de la creación, el camino de la escritura. Responder cada vez más, sin mediatizaciones, a esa voz interior.

¿Cuáles son las mediatizaciones de las que has tenido que liberarte?

Todas, todas. Es como la vida misma. Tú no sabes siquiera quién eres, ni qué deseas; respondes a la imagen y al deseo de los otros. Uno responde, primero, al mandato paterno, materno, luego al mandato de los amigos sobre ti, al deseo de los otros sobre ti. Uno es una esponja, una plastilina completamente manipulada por el entorno. Pasa lo mismo a la hora de escribir. Plasmar tu visión del mundo, dejar fluir el inconsciente libremente es dificilísimo, lo más difícil del mundo. Estás llena, llena, llena de prejuicios, llena de miedos, llena de cortapisas… Te voy a poner un ejemplo. Yo tengo una dualidad muy acusada: una parte racional, muy, muy racional, tremendamente racional, y tengo una parte muy fantástica e imaginativa, muy loca y creativa. He sido así siempre, desde que era pequeñita. Para mí esas dos vertientes no solo no entrañan contradicción, sino que ambas constituyen mi visión íntima del mundo: así es el mundo. Pero a la hora de escribir, y no solo de escribir, a la hora de manifestarme como persona al exterior —empecé a trabajar como periodista con 18 o 19 años, a finales del franquismo, en un mundo totalmente machista—, reprimí de una manera tremenda toda la parte fantástica, porque tenías que potenciar lo racional, tenías que ser más hombrecito que cualquier hombrecito para que te aceptaran. Y solamente te aceptaban si combatías con sus mismas armas, que es la lógica, lo racional… Lo fantástico, si lo mostrabas, era tachado de vagarosas tontunillas de mujeres. Siempre reprimí esa parte, que es importantísima para mí, una parte íntima, secreta. Y ni siquiera me daba cuenta de que la reprimía. Lo hacía en el periodismo, en mi vida cotidiana. Como te decía, hay un continuo entre la creación y la vida. Así que empecé a escribir novelas y en ellas solo estaba la parte realista, hiperrealista, grotesca, racional. No fue hasta mi quinta novela, Temblor, que escribí con 38 o 39 años, que me pude permitir rescatar la fantasía, sacarla al exterior. Desde entonces, uno de mis retos estilísticos literarios ha sido intentar dar forma a esa manera de ver el mundo, combinar ambos elementos, intentar esa mezcla que, para mí, no ofrece conflicto.

Después de publicar tu primera novela, Crónica del desamor, decías sospechar que tus próximas obras serían “invenciones realistas”, que “la ambición realista era una especie de defecto del periodismo”. Aquella presunción fue desbaratada, incluso tu última obra, Lágrimas en la lluvia…

[Atropella la pregunta, como tantas veces a lo largo de la entrevista, y contesta] Lágrimas en la lluvia es la más realista de mis novelas, dentro de lo que yo creo que es real. Lo que la gente entiende por realismo es un costumbrismo, que supone una mutilación de la realidad, una limitación terrible de la realidad. Porque, para mí, la realidad incluye los sueños, los delirios y todo tipo de fantasías. El nazismo fue un delirio y cambió la realidad del siglo XX. Publiqué Lágrimas en la lluvia con 60 años, cuando había forjado mi propio concepto de lo real, que incluye lo fantástico. A él apelo cuando la defino como una novela realista. Cuando dije lo que citas, que no lo recuerdo para nada, porque tengo una memoria de mosquita, pero que lo diría, seguramente estaba todavía codificada con otras convenciones que eran una cárcel para mí.

Convenciones que no te eran propias…

Que no eran propias. Y liberarse, encontrar tu propia voz estilística cuesta increíblemente. No imitar, no escribir la escritura. Sin dar nombres… En España hay una tradición de escritura de tempo y párrafo laaargo, de subordinaaadas, así como un poquito barroooooca, que a mí me parece una peste [ha abierto y alargado las vocales, como en otros momentos de la conversación, para dar énfasis; aquí, además, con retintín]. Me encanta Galdós, pero hacer ahora mismo una escritura galdosiana me parece una imbecilidad. Eso es lo que yo llamo escribir la escritura, en vez de escribir tu propia escritura, en vez de intentar buscar esa voz tuya que realmente resuena ahí abajo.

Rosa Montero para Jot Down 2

Hablas de buscar tu propia voz. Al principio de tu carrera se encuentran repetidas referencias al esfuerzo, personal y colectivo, por encontrar las señas de una identidad secuestrada, como mujer, como antifranquista… ¿Qué modelos femeninos te ayudaron a construir tu identidad profesional como periodista?

Modelos femeninos había realmente poquísimos. Estaba Josefina Carabias, estaba… pues… [piensa] Pues Josefina Carabias [risas]. Ah, bueno, también leí, por ejemplo, ya con 17 años, a Nativel Preciado. Ella comenzó dos años antes que yo, en el Madrid, y pensaba “mira qué bien ésta”. Poco después nos hicimos amigas. Así que somos amigas desde hace 40 años, la adoro. Nativel, Carabias y también la fotógrafa Christine Spengler, que ha sido sobre todo fotógrafa de guerra, pero que entonces, cuando yo tenía 17 o 18 años, también estaba en no sé qué guerra escribiendo unas crónicas que leía y decía aaaah… Y poco más. Después, cuando había empezado a escribir, cuando ya era periodista, leí por supuesto a Oriana Fallaci. ¿Modelos? No eran exactamente modelos. Yo escribía desde muy pequeña. La mayoría de los novelistas empezamos de niños: la escritura forma parte de la estructura básica de la personalidad. Desde los cinco años escribía, así que, de alguna manera, aunque recuerdo a estas periodistas… Yo decía: se puede ser, ¡claro, estaban escribiendo!, se puede ser… ¡Ah! Otra que fue un modelo para mí: Soledad Alameda, un poco mayor que yo, que hacía entrevistas en Fotogramas.

¿Y Montserrat Roig?

No la leí como periodista, sino como novelista. Porque ella publicaba en medios catalanes. Como me gustaban sus novelas, empecé a buscarla en cosas como los Melindros [título de las columnas diarias que Montserrat Roig escribió entre 1984 y 1988 para El Periódico de Catalunya]. También fue amiga mía en aquella maravillosa época. Cuando has empezado a escribir tan, tan pequeña y cuando además no hay nada en el entorno… Recuerdo que hice una entrevista a Cortázar, en realidad, un par de entrevistas. En la primera, me dijo que él [imposta la voz para agravarla] en el periodo formativo uno es mimético, que él había tenido su época simbolista, copiando a los simbolistas, su época no sé qué… Siempre he recordado eso. Miro para atrás y yo no he tenido esa época de copiar. Entiendo que Cortázar la tuviera de una manera consciente, porque Cortázar era rioplatense, de buenísima familia, varón y tenía unas aspiraciones impresionantes. Entonces… copiaba a los simbolistas para llegar a ser un Premio Nobel… No sé cómo explicarte, tenía una conciencia de sí mismo muy clara. Yo no, yo era chica, en una época supermachista, en una familia pobre, en un entorno donde nadie me pedía nada, donde nadie esperaba nada de mí, ni yo. Yo escribía porque era mi manera de vivir, porque me encantaba. Sabía que iba a escribir toda mi vida y pensaba que algún día publicaría, pero entonces publicar era una cosa casi clandestina: nadie hacía caso a los escritores. Yo sabía que tendría que vivir de otra cosa. No tenía esa mirada desde fuera de mí y, en esas circunstancias, el estilo sale solo. Desde luego, eres siempre hija de tus padres, de lo que has leído, pero no tienes esa conciencia de “ahora voy a comer aquí, ahora voy a…”. De alguna manera no tienes esa mirada sobre tu importancia, esa supuesta importancia…

Pero esa mirada exterior apareció muy pronto, porque Crónica del desamor fue un éxito.

Fue un éxito, pero yo la consideraba y la considero malísima. Quiero decir que es una primera novela clarísima, con muchísimos defectos, no es ni una novela. Le falta de todo. Siempre he pensado que era horrorosa y ahora pienso que por lo menos tenía frescura, tenía novedad… Le puse el título Crónica del desamor porque ni siquiera creía que fuese una novela. Una novela era algo muchísimo mayor y yo estaba empezando. Siempre he sido muy impaciente, pero con la literatura nada, nada impaciente. Sabía que estaba empezando un camino muy largo, muy largo.

Falseas un poco lo sucedido al hablar de una escritura íntima…

No he dicho íntima.

No, no lo has dicho. Has dicho que no tenías la sensación de ser mirada desde fuera…

Dije que aquel libro era una crónica, no porque fuera periodística, sino en el sentido de que era más superficial. No es que fuera íntima, al contrario, le faltaba intimidad, la verdadera intimidad de una novela que ha de bajar a los sótanos de lo que el ser humano es, ir tan abajo que ya no estás hablando de tu mundo, sino del mundo de todos. Aquel libro era muy superficial y esquemático, con una mirada rápida sobre la sociedad. No supe hacerlo mejor, pero le estoy muy agradecida porque tuvo muchísimo éxito y me dio mucha seguridad —dentro de lo que cabe, porque todos somos enormemente inseguros—. Pero me dio un espaldarazo, el aliento para seguir escribiendo. Lo hubiera hecho de todas formas, pero con mucha menos confianza, claro. Así que le estoy superagradecida a Crónica del desamor, aunque durante años no la dejé reeditar. Cuando cumplió 30 años, la perdoné [risas]. Era un libro muy precario, lógico, porque a escribir se aprende escribiendo y nadie nace sabiendo.

En varias ocasiones, últimamente, has repetido precisamente esa idea, la idea de lo difícil que es escribir cuando se es joven, de que escribir requiere madurez, cierta edad.

Escribir ficción, sí. La poesía, al contrario… Yo de poesía no entiendo un carajo, es uno de mis agujeros, pero miras un poco la historia de la poesía, empezando por Rimbaud, y se diría que la poesía sí es un género de juventud. La ficción no, porque precisa una cierta distancia. Una de las claves de la madurez literaria, de la madurez narrativa es la distancia con lo que estás narrando y la distancia contigo, con el ruido de tu propia vida. Claro que los sentimientos que pones en lo que escribes los conoces, son un trasunto de tus propias emociones. Pero tienes que llegar a considerar tu propia existencia con la misma impavidez, la misma lejanía y la misma distancia, casi divina, con que contemplas los avatares de tus personajes. Para eso hace falta haber vivido mucho. Decía Julio Ramón Ribeyro, el escritor peruano y memorialista, maravilloso, que una novela madura exige la muerte del autor. Efectivamente, el autor tiene que desaparecer, tiene que borrarse, dejarse traspasar por la historia y conseguir que salga su inconsciente directamente. Para eso se necesita tiempo. Cuando eres joven estás hablando de ti. Hay autores que no llegan nunca a dar ese paso y se nota en su literatura. Nunca llegan a hacer algo grande. Son autores muy dotados, que escriben muy bien, pero que terminan siempre pidiendo cuentas, intentando cobrarse sus propios dolores. La narrativa no pasa por ahí. Que hagan otra cosa, pero no ficción.

En tus dos últimas novelas hay claros toques de humor. ¿Es también el humor una conquista de la madurez?

No, al contrario. No he vuelto a leer mis novelas, pero diría que hay humor en todas, incluso mucho en algunas de ellas. Amado amo, por ejemplo,es un delirio tragicómico, en clave de humor negro. Siempre ha sido para mí un ingrediente fundamental. Me gusta el humor negro, el tono grotesco. Por otro lado, es muy español ese modo quevedesco de ver la vida. El humor es una vía importantísima de conocimiento de la realidad, permite algo así como quitar la caspa y la miopía de la propia importancia. Siempre me ha parecido una vía de expresión y de conocimiento maravillosa.

¿Le falta hoy al periodismo esa vía de conocimiento desacralizador que ofrece el humor?

Tal y como están las cosas es difícil ver la realidad con sentido del humor. Hay que esforzarse. No, no creo que sea sentido del humor lo que le falta. Ha pasado algo muy malo, todavía in crescendo, en el periodismo español desde hace varios años y que lo estamos pagando: los medios de comunicación, las estructuras, se han vinculado demasiado a los grupos políticos. Ha habido un amancebamiento, digamos, perverso. Primero, han fomentado el sectarismo y, segundo, como diría Marsé, se han encerrado con un solo juguete, agrandando problemas pequeños que no eran los problemas de la realidad de los españoles, haciendo un guirigay de una mota de polvo, convirtiéndola en una bola de nieve. Han perdido el criterio general al estar tan metidos en la cosa política. Ese ha sido un problema del periodismo de los últimos 15 o 20 años.

Un problema del periodismo, pero también de los periodistas que se han prestado a ese juego.

Sí, obviamente se han prestado y les han comido el coco. Es muy difícil. Si las empresas empiezan, si se adscriben, si hay esa sensación… Sí, se han prestado, las redacciones se han terminado convirtiendo en fortines apaches… Esa pérdida del sentido de lo real… Ponerte paranoico, meterte en ese rollo político-paranoico y no ver lo que la gente necesita en la calle… Estar en esa historia de poder, del pequeño poder… Es algo completamente viciado.

He leído una columna tuya, de 1985, en la que decías que la relación de muchos periodistas con respecto a los políticos era comparable a la que unía a Roosevelt y Somoza. Aquello de “es un hijo de puta, sí, pero es nuestro hijo de puta”. ¿Es difícil no dejarse llevar por la corriente?

Es muy difícil. Si, en concreto, me citas aquella columna… La recuerdo porque tuvo mucho eco y generó mucha polémica y fue muy dolorosa en muchos sentidos. Era de los últimos años de gobierno de Felipe González, que fueron para mí espeluznantes. Todo mi entorno estaba a favor, era super-super-super-superfanático de Felipe González y yo estaba por otro lado, en contra del GAL y en contra… Yo había votado, por supuesto, en el 82 a los socialistas. Incluso participé en un acto de campaña con Felipe González. Fue la única ocasión en toda mi vida que he hecho campaña por alguien. Y me encanta, me parece que históricamente fue fantástico que los socialistas subieran al poder. No me arrepiento para nada, pero eso no quita para que des carta blanca a la gente. Lo del GAL era increíble. Pero lo cierto es que con los socialistas se torturó en edificios públicos, admitido por mandos, esto no estoy inventándomelo. Los jueces los han juzgado y los jueces los han sentenciado. O sea, que altos cargos socialistas torturaron, y robaron, y asesinaron. Y no solamente se intentó tapar durante todos estos años, es más, si lo decías, si intentabas que se persiguiera, te consideraban… Toda la gente alrededor te miraba fatal y te trataba fatal y había unas discusiones increíbles. Y entonces decían, lo mismo de siempre en este país… Si disientes dicen que eres fascista. Entonces, rompes con la gente… Tengo que decir a favor de mi periódico, de El País, del que soy colaboradora (me salí en el 95, pero bueno), que en aquella época me dejaron, nadie me dijo nada con respecto a escribir, sistemática y constantemente, durante un montón de meses o quizás un año, artículos en contra de la línea editorial. Insisto: nunca nadie me dijo nada, nadie me cortó. Nadie. Nada. Eso hay que reconocérselo y chapó. Ahora bien, fue muy difícil. Fue muy difícil porque todo el entorno del periódico estaba indignado conmigo. No te digo los mandos, te digo los compañeros. Un sectarismo brutal, un sectarismo brutal… Y luego es maravilloso, pasa el tiempo, y resulta que todos se caen del caballo. No sé cuántos años después, los que te han puesto a parir parece que han opinado siempre lo mismo que tú [risas]. Es fantástico cuando te has pasado unos años llorando, porque yo lloraba… La presión del ambiente, la presión social puede ser tremenda.

Rosa Montero para Jot Down 3

Entraste en El País en 1976 y dices que te consideras fuera del periódico desde 1995.

No es que me considere, es que me despedí en el 95. En realidad, estuve en nómina poquísimo. El País salió en mayo de 1976 y el primer suplemento dominical creo que lo hizo en octubre. Me llamaron y estuve colaborando como dos o tres años. Entraría en nómina en 1979 o así. Después, me ofrecieron ser redactora jefa del suplemento dominical y estuve un año y pico. Lo dejé en el 82.

Muy poco tiempo.

Sí. Nunca me había gustado el periodismo de gestión y de mando, jamás. Cuando me lo ofreció Cebrián, mi primer impulso fue decir que no. Pero hubo dos cosas que me hicieron reconsiderarlo. La primera es que yo estaba en aquel momento completamente paralizada y agobiada y angustiada porque había salido Crónica del desamor y había sido ese exitazo brutal; además yo estaba en la cresta de la ola como periodista. El País tuvo un éxito increíble, porque sociológicamente se convirtió en el espejo de la democracia. Los periódicos democráticos son el espejo de una sociedad. El País fue el primero de la nueva sociedad, tuvo un éxito brutal y nos arrastró al éxito a un montón de gente joven que estábamos escribiendo allí. ¡Nos pusimos de moda! Es que éramos los chicos de moda. De repente, yo era una de las chicas de moda. Entonces todo el mundo, hasta tus amigos, te hablaba del éxito, de lo que tienes que hacer para mantenerte o para… Todo el mundo hablaba de una Rosa Montero pública… ¡Me hice famosa! Y era horroroso. Yo nunca me lo había propuesto, me parece lícito proponerse ser famoso, no digo que sea ilícito, pero yo no me lo había propuesto. Sí me había propuesto ser respetada en la profesión y tener éxito en la profesión, que no equivale a ser famosa, son cosas distintas. Me entró una angustia espantosa. Realmente es muy difícil la fama. Luego piensas cómo se pueden volver locos los chavales, los rockeros que con 20 años se hacen famosos. Así se les va la cabeza, ¿no? Para mí, con 27 o 28 años, en un nivel mucho más modesto, resultó angustioso. Porque, de repente, ves que hay novecientas mil Rosas Monteros alrededor que son las imágenes que crea la gente de ti, que no tienen nada que ver contigo. Lo que te llega es una ola de amor brutal. Toda la gente te quiere, gente que no conoces.

De hecho, Crónica del desamor se publicitó con el eslogan “Para querer más a Rosa”.

Y lo cierto es que no te quieren a ti, quieren a esas Rosas Monteros. Y, por supuesto, tú quieres que te sigan queriendo, pero no sabes cómo responder a sus expectativas, porque no sabes a quién coño quieren, porque quieren a alguien que se han inventado… Es angustioso, muy angustioso. Inmediatamente después, viene una ola de odio. Con la misma arbitrariedad con que te quieren, te odian. Y eso es todavía más desolador y te preguntas por qué a mí. Es brutal. Te rompe la chaveta, te vuelve loca. Me entró una angustia total, me sentía incapaz de escribir artículos. Quería dejar de escribir y desaparecer, que se olvidaran de mí, que no me siguieran viendo y juzgando. Fue entonces cuando Cebrián me ofreció lo de puesto ejecutivo y, aunque no me gustaba nada, dije, bueno, es la manera de seguir trabajando, pero sin firmar y a ver si se olvidan de mí. Menos mal que no se olvidaron, porque ahora pienso que, aunque entonces no lo soportaba, tiene enooormes ventajas que no se olviden y que seas conocida. Estuve año y medio sin firmar y no se olvidaron. ¡Menos mal! Pero fue una de las razones por las que acepté dirigir el dominical. La otra: me daba un miedo horrible. Pensaba que no iba a ser capaz y al mismo tiempo, creía que había que hacerlo. Es lo que nos pasa, lo que nos pasaba, sobre todo entonces, a las mujeres; las mujeres nunca nos sentíamos capaces de asumir puestos de mando. Lo acepté, pero siempre le dije que lo hacía por un tiempo, nada más. Fue una experiencia brutal, de las más duras de mi vida, porque no me va, porque no lo sé hacer. Fue muy duro y, también, muy interesante. Creo que no lo hice mal, pero tampoco creo que se me dé maravillosamente bien. Haciendo un trabajazo inmenso, a lo mejor conseguí sacar un siete [risas]. No lo sé, pero matándome. Cuando lo dejé, seguí trabajando como periodista haciendo de todo, me mandaban de corresponsal volante… Seguí en nómina hasta el 95, que fue cuando me marché, me despedí.

Pero siempre has mantenido…

Siempre he mantenido colaboración sí, pero full-time en el periódico habré estado unos quince años. El resto, colaborando, que, además, es algo mucho más libre… Yo escribí las primeras novelas mientras trabajaba full-time en el periódico, algo tremendo, porque una novela exige muchísima concentración, muchísimo tiempo y el trabajo de periodista full-time también. Recuerdo Temblor, una novela fantástica que te obliga a no olvidar el mundo que crea; estaba escribiéndola y, de repente, me dicen que me tengo que ir a la URSS, uno de los destinos más complicados de aquellos años, los finales de Gorbachov. Me fui un mes. No solo tienes que dejar de escribir una novela, quitarte la novela de la cabeza, borrarla, meterte al cien por cien en aquel reto complicadísimo de moverte por allí, hacer los reportajes… Olvidas la novela, la expulsas… Y, después, volver a Madrid para gestionar, realizar, digerir y escribir no sé cuántos reportajes, que es otro mes más. Son dos meses que no sólo has dejado de escribir, sino que realmente has borrado la novela… La novela se resiente: Temblor habría sido otra, seguramente mejor, si hubiera podido escribirla del tirón. En aquellas circunstancias escribí varias novelas, cinco.

Tu biografía encarna el tópico del periodista que abandona las galeras del periodismo para dedicarse a la literatura [tuerce el gesto, discrepando]. ¿No es un tópico?

Yo no he dejado las galeras del periodismo para hacer literatura. El periodismo que yo hago también es literatura y puede ser gran literatura. Por ejemplo, A sangre fría de Truman Capote… Se trata de abandonar un poco, de bajar el ritmo del periodismo para dedicarte más a otro género, la ficción. Por otro lado, la ficción es donde yo empecé. Me he dedicado al periodismo porque era algo que estaba cerca de mi pasión. Toda la vida he llevado las dos cosas a la vez y el periodismo ha sido, de alguna manera, secundario a mi pasión primera que es escribir ficción. Y tampoco es que haya dejado el periodismo, lo que haces es bajar el número de horas que metes en uno o metes en otro, repartir de otra forma la disponibilidad y el tiempo en dos actividades, insisto, literarias.

¿Tienes nostalgia del periodismo?

No, ninguna. He trabajado muchísimo y sigo trabajando muchísimo. Si ahora quisiera, haría entrevistas, que no quiero. Son muchísimos años trabajando como una bellaca y como cada vez tienes más conciencia del tiempo, del tiempo que te queda, quiero invertirlo en cosas que me enrollen más…

¿Tenemos que tener nostalgia del periodismo que se hacía antes? Lo pregunto porque en estos tiempos de crisis parece cundir cierta añoranza por el pasado de la profesión.

Todas esas frases… “Los chicos antes eran más concienciados”… “Antes la sociedad era…”. Ese tipo de valoraciones están viciadas por la nostalgia de la propia juventud. Por supuesto, no todos los tiempos son iguales y la añoranza puede estar justificada en algunos lugares y en algunos momentos. Pero yo, en principio, desconfío de esas frases. ¿Antes era mejor el periodismo? No, antes sería distinto, habría cosas mejores y cosas peores.

¿Qué era lo mejor y lo peor del periodismo cuando lo ejercías?

Bueno, ahora mismo estamos atravesando una etapa terrible de estructura de mercado. Hay una adaptación a las nuevas tecnologías y el proceso está haciendo mucho daño. Yo soy una fanática, forofa de las nuevas tecnologías. Creo que los nuevos soportes no hacen más que añadir, no restan nada, pero sí que es verdad que el mercado se tiene que adaptar. Que se terminará adaptando… Y no hablo solo de los periódicos, hablo de los libros, de la música… Se terminará adaptando, porque las sociedades se autorregulan, y lo hará, además, en poco tiempo, de aquí a diez años. Pero en esta travesía del desierto se está produciendo una carnicería tremenda. Efectivamente, muchísimos medios están desapareciendo. Cuando sucede esto, se potencia lo peor. Los medios cuando están débiles económicamente, potencian, de forma equívoca, usos más sensacionalistas creyendo que así se pueden salvar. Estamos en un momento muy confuso, de vacas flacas, y las cosas no brillan. Pero, al mismo tiempo, estamos viendo el nacer de otra cosa, desde la importancia de determinados blogs, que es verdad, fenomenales, a la aparición de otro tipo de medios, de revistas, como Jot Down, que combina el papel y el soporte digital. Realmente hay una capacidad de reinvención constante en la sociedad y en el periodismo. Desde ese punto de vista, yo soy muy optimista. Otra posibilidad magnífica que ofrecen las nuevas tecnologías es que puedes escribir piezas mucho más largas, que puedes escribir piezas interactivas, puedes relacionar lo que estás escribiendo con otras cosas inmediatamente. La capacidad poliédrica que tiene ahora la información es fantástica.

Rosa Montero para Jot Down 4

Entonces, ¿no hay motivo para la nostalgia?

No. La melancolía es maravillosa. Creo que es la emoción creativa por excelencia. La melancolía es la capacidad de apreciar la belleza aun siendo conscientes, al mismo tiempo, de que es efímera. Pero la nostalgia es siempre paralizante. Es como la mujer de Lot, eso de mirar para atrás… La nostalgia, ¿de qué? ¡No!

¿Tampoco por lo que fue El País?

No, fue fantástico, maravilloso [se frena en seco]. ¿El país periódico o el país, país?

El periódico.

Yo me siento privilegiada de haber vivido la Transición con la edad que la viví, como sujeto activo. Me parece ¡la pera! He formado parte de esa generación que nos lo hemos currado. Me encanta, con esa edad, haber estado en un periódico que realmente fue taaan importante para la Transición, taaaan importante, realmente. No lo digo porque haya trabajado yo allí. Es que es así, es que lo fue, fue muy importante. Me da la sensación de haber colaborado, desde mi pequeñita parcela, en todos aquellos cambios sociales. Pero eso… eso pasó. Nostalgia, vuelvo a repetir, no. Melancolía, tampoco. Al contrario: alegría, felicidad. ¡Qué maravilla haber vivido eso! Me siento privilegiada y agradecida por haber estado en ese periódico en ese momento.

Después de una relación de tantos años, ¿te has terminado identificando con el periódico?

No… Bueno, sí, mucho. Muchísimo, en un sentido. Forma parte de mi vida, clarísimamente, como la familia. ¿Cómo explicarlo? A tu padre lo puedes querer mucho, pero no te identificas quizá con sus ideas y hasta te peleas con él… No, identificarme en ese sentido de… ¡no! Por otro lado, llevo mucho tiempo fuera.

A pesar de esa situación externa, ¿contemplar lo que está pasando últimamente en El País tiene que…?

Duro, tristísimo y penoso. Me da muchísima pena, porque, como te he dicho, El País es para mí como un padre. Ver que está atravesando por una situación económica, periodística y laboral terrible… Todo lo que ha pasado con el ERE… Me temo… Bueno, no sé, lo he visto todo desde fuera, parece obvio por todos los papeles que han dado que había que hacer un ERE; pero también parece obvio que se ha hecho mal en las formas. Menos mal que han llegado por fin a un acuerdo y a un acuerdo que está bien, y eso ha sido un alivio. Pero… Bueno, sí, da pena que suceda, da pena que suceda con la gente que conoces, da pena que suceda con un periódico que para mí es como mi padre. Sí, da pena, hoy y ahora.

Coincidiendo con el ERE y la salida de periodistas de plantilla, abandonaron colaboradores como Santos Juliá o José María Ridao. ¿Crees que la crisis económica y la pérdida de periodistas y colaboradores comprometen el proyecto periodístico?

Yo quisiera que se mantuviera El País. Te decía que en épocas de vacas flacas cunde la miseria en todos los medios, se tiende a asumir actitudes equivocadas, a hacer apuestas equivocadas. Vamos a ver cómo gestiona la crisis este periódico y… otros. A ver cómo resisten la crisis los medios tradicionales. Está jodido, claro, por supuesto, hacer un periódico de la misma calidad con mucha menos gente. Está jodido.

Parece inevitable relacionar la crisis del periódico con la portada de la foto falsa Hugo Chávez.

Eso ha sido una cagada. Lo que le faltaba, ¡qué pena! Eso es una cagada, sí.

En 1982, escribiste que no existían paraísos periodísticos y que El País tampoco lo era.

No, claro.

Parece que cualquiera podría suscribirlo hoy, pero en 1982…

Pues no lo sé, no me acuerdo de eso. Pero siempre lo he pensado. Como te decía, la identificación con el periódico no implica que tengas que comulgar con todas sus ideas, defender… Es decir, estoy en contra justamente de todo eso, de los sectarismos, del todos a una. No entiendo que eso sea bueno para nadie. Claro que siempre ha sido un medio importantísimo, crucial en la transición, un modelo de periodismo. De los veinte mil sitios en donde he trabajado, El País es el que más cerca ha estado de mi modelo de periodismo, no siempre, pero el que ha estado más cerca. Y ahora estamos todos atravesando el desierto. Todos los medios atravesando el desierto y viendo qué sale de ahí. ¡Ojalá supere esta crisis El País!

Rosa Montero para Jot Down 5

Quería retomar aquel primer momento de éxito del que hablábamos antes. En aquel entonces admitías que el hecho de ser mujer, joven y escribir en una plataforma como El País había contribuido al éxito y a forjar tu imagen pública. Te quejabas diciendo que “de una forma un tanto frívola me han convertido en una mascota”. [Amaga un gesto de negación] ¿Te sentiste utilizada por parte del periódico y de la industria editorial? ¿Tuviste que impostar el papel que se te estaba pidiendo?

Empezamos esta entrevista diciendo que uno tiene siempre que intentar escapar de la adaptación primera a lo que los demás quieren de ti. Y eso nos pasa a todos…

Luchar por no convertirnos en Zelig, el personaje de la película de Woody Allen.

Sí, exacto, exacto. A mí tener éxito tan joven me lo cobraron muchísimo. Me ha costado, ahora ya no… Somos todos tan mayores. Pero la crítica oficial, la inteligencia, digamos, de este país… Cuando empecé era todavía una época supermachista y me pusieron la etiqueta, sin leerme, de la periodista y la feminista. Y he tenido que luchar contra eso muchísimos años. Porque aquel éxito les molestó a muchos. Fue así, así de simple, una chica joven, con mucho éxito y feminista… Pues me lo han hecho pagar, durante años. En ese sentido, no he sido una mascota, más bien al contrario. Luego voy a ver de dónde pude sacar eso. He sido durante muchos años bastante ninguneada, salvo por lo que es más importante: la edición, las editoriales y el público, que han estado de mi parte… Pero por lo demás… Como negada la mayor. Que, por otra parte, no es para quejarse mucho. Lo digo porque tú me has preguntado por lo de mascota. Pero he tenido la suerte de tener éxito muy temprano, la suerte de tener montones de lectores, la suerte de tener siempre editores queriendo publicarme… [risas] No sé porqué me hartaba. ¡Pues menos mal! Eso me ha costado. Siempre cuesta todo y ya me lo he quitado… con el tiempo se ha pasado, ya te respetan… Entonces, mascota no he sido, para nada. Lo que sí recuerdo, y quizás lo escribí en alguna ocasión, son un par de ocasiones en el periódico que me usaron… que también es lógico. Por ejemplo, vino Nixon a España y hubo una comida con los mandos y me hicieron subir a mí para que le preguntara cosas difíciles, jodidas. Era… sí, el Pepito Grillo. Era la chica joven, la mujer, todos tan encorbatados, tan mayores…

Lleno de machitos con las corbatas en erección”, has dicho recientemente de la redacción de Pueblo.

Sí, sí, típico de la redacción de Pueblo. Entonces iban así… Y te hacían subir a ti, la chica rebelde. Así sucedió también cuando Felipe González vino al periódico para convencernos, para comernos el coco de que teníamos que apoyarle en el sí a la OTAN. Me hacían subir a esas comidas a las que en otras circunstancias jamás iba. Iba como la joven rebelde que va para tocar los cojones a Felipe González [risas]. Eso sí, ese papel sí que lo tuve durante algunos años de la transición. A eso, exclusivamente a eso, me refería, a nada más.

¿Crees que la situación de la mujer en el periodismo y en la cultura ha cambiado mucho?

Ha cambiado muchísimo, en España y en el mundo occidental. Hace veintitantos años publiqué Historia de mujeres, un libro de biografías femeninas. Cuando publiqué una reedición ampliada advertí, y así lo hice constar en el prólogo, todos los cambios que se habían producido en el mundo a favor de las mujeres en la década que había transcurrido desde la primera edición del libro. El periódico de ayer, venía a decir, traía no sé cuántas fotos de mujeres en las secciones de nacional, internacional… Eran políticas, escritoras, científicas. Realmente ha cambiado muchísimo la situación de la mujer, a una velocidad impresionante; no nos damos cuenta. ¿Qué pasa? Que, de todas maneras, se resisten las fuerzas. Cuanto más subes en el poder, más se enrarece la aparición de mujeres.

En el periodismo, la presencia femenina en las redacciones es enorme y, sin embargo, muy escasa en los puestos directivos. Además, parece que el espacio simbólico que los medios otorgan y la influencia que la sociedad atribuye a las mujeres periodistas es más precario que el que gozan los hombres.

Pero, desde hace muchos años, eso ha sido así. Recuerdo que, cuando dirigía el suplemento dominical, el cien por cien de los colaboradores eran mujeres. Porque los hombres que tenían el mismo nivel literario y periodístico, el mismo o quizá menor, estaban en nómina. Eso siempre ha pasado y, aun así, creo que hoy existe menos sexismo.

Para mi generación, la que a mediados y finales de los años 80 comenzamos a prepararnos para el periodismo, tú encarnaste una referencia, un modelo. ¿Dónde están quienes ejercen esa influencia hoy?

Es que yo creo que ahora no hace falta, que lo bueno es que ya no hace falta. Hay muchos modelos de mujer y en los más diversos ámbitos. Lo que dices de mí, te lo agradezco, pero me parece un poco… me asusta.

¿No eras consciente de esa influencia?

Sí… Bueno, no… Por otro lado, me parece lógico, porque éramos pocas. Ahora abres el periódico y, con una naturalidad increíble, está lleno de mujeres. Antes, no. Me acuerdo de que el diario Pueblo publicaba todos los días la foto de una chica en bikini. Era la única foto de una mujer que aparecía en el periódico. Así que hoy no se necesitan, por fortuna, esos modelos.

Pero no me refiero solo a que constituyeses un modelo femenino. Determinados periodistas condensasteis algo vago, algo así como el espíritu o la sensibilidad de la época. No sé si hay que agradecer a la madurez social, como tú dices, que ahora no existan esos referentes o si es una deficiencia del periodismo actual.

Es una gran observación, y hay que pensar qué pasa ahí. Yo pienso que, en primer lugar, la sociedad se ha hecho más compleja. Eso es bueno, porque la realidad siempre es compleja. Si antes lo parecía menos era simplemente porque la realidad no emergía. Y, por otra parte, creo que hay referentes… ¡Seguro! ¿Qué edad tienes? [Confirma la evidencia: la entrevistadora no es una jovencita veinteañera] ¡Vale! Tal vez es un problema de tu visión, como de la mía… A lo mejor la gente de 20 años sí tiene sus modelos. Porque cuando tienes 20 años, en el proceso de crecimiento, necesitas esos modelos, que no precisas más tarde. Así que es una cuestión de la propia mirada. Tú ya no lo ves, porque no lo necesitas. Creo que hay una falta en nuestra mirada, una falta que no es una carencia. Por otro lado, me gusta lo que acabas de decir de que yo condensaba no sé qué… Siempre he pensado que una de las razones de mi éxito, de mi éxito tan largo (me parece alucinante que me sigan leyendo; es un privilegio, una suerte increíiiiible) es que soy muy normal, muy representativa de un montón de gente. Lo que yo digo, lo que yo siento, la manera en que yo me expreso, la manera en que vivo mi propia vida es tan… vulgar [risas], en el mejor sentido de la palabra. Taaaan normal… Y soy capaz de hablar de esa normalidad.

Esa preferencia por cuestiones sociales, por causas muy concretas con su enlace a change.org se refleja en tus columnas. ¿Significa un cansancio del periodismo político?

La Feria del Libro de Madrid es para mí una ventana al mundo, porque en los tres fines de semana que firmo, a lo mejor hablo con 6000 personas, que es casi una encuesta. ¿Sabes a lo largo de estos años, no solo ahora, la cantidad de gente que viene y me dice: “Estamos hartos del periódico que habla de política”, “estamos hartos de política”? La vida pasa también por otro lado.

Pero, al mismo tiempo, hay lectores que creen que te desentiendes del debate político, cuyo espacio natural es el periódico; te reprochan una cierta retracción.

No, hablo de los temas políticos; de lo que no hablo es de política. Lo político me interesa muchísimo; la política me aburre espantosamente. Político es exigir el cambio de una ley criminal como la ley hipotecaria; eso es político, el marco en donde se mueve la sociedad. La política, la mierda de esta gente, de esta casta que vive de espaldas a la sociedad y que lo que están haciendo es repartirse el chiringuito…

Eso mismo decías en una entrevista de 1979. Te quejabas de que existía una disociación, esa era la palabra que empleabas, entre la “política oficial” y la “vida real”.

¡Hostia, pues sí!

Da vértigo. Lo dices ahora, lo decías en 1979 y es lo que denunciaba Ortega, aquello de la fantasmagoría de la España oficial de espaldas a la España real, taponando las energías de la España vital. Que las cosas no cambien, que la realidad se empecine en el costumbrismo, no sé si contribuye al cansancio del periodismo, de la política. [Silencio] No lo sé, te lo pregunto.

Sí, ¡qué interesante! ¡Qué espeluznante que dijera eso! La memoria siempre es engañosa, pero, mirando para atrás, tengo la sensación de que en la transición hubo unos políticos de muchísima más talla que los que tenemos ahora y que además estaban ocupados en hacer Estado. Y aun así que yo dijera eso… [risas] ¡Chocante! ¡Francamente chocante! En cualquier caso, me da igual, si hay gente que me critica y que dice que debiera dedicarme a la política, pues… no es mi nicho. Uno no puede complacer a todos. Dentro de mi enorme normalidad y enorme vulgaridad, pues mi lugar es otro. Punto, ya está.

Rosa Montero para Jot Down 6

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42 Comentarios

  1. Los de los socialistas es tremendo. Tantos años pidiendo democracia y cuando la tienen, la quieren destruir (sí, destruir) porque se han dado cuenta de que puede que los demás piensen diferente y además pueden ser mayoría.

    La izquierda felipista, de ese Felipe que consintió torturas y asesinatos, sigue siendo tan felipista hoy como entonces, si no más. Ya nadie se acuerda de nada, nadie quiere acordarse de nada.

    • Sofía Alberoni

      También hay mucho troglodita que sigue viendo el fantasma de Felipe González, ese hombre que, con todos sus defectos, hizo bastante para introducir a España en una cierta modernidad, en convertirla en algo parecido a un país europeo.

      Supongo que se debe al concepto patrimonial del poder de la derecha. Tantos tiempo condenándonos a las catacumbas nacionalcatólicas…

      • ¿Te refieres a lo de la OTAN?
        ¿pero a lo primero o a lo segundo?
        Me parto.

      • Felipe GOnzález – Una LOPJ que él promueve y que de facto se carga la democracia, estableciendo un nexo infranqueable entre Ejecutivo y judicial. Durante su mandato se extiende la corrución, de la que él participa y que por tanto no combate. Un sitema educativo de m,,, politizando y analfabetizando Universidad y enseñanza secundaria. Por no hablar del GAL, de financiación ilegal del partido, del chalaneo entre medios afines y Gobierno, de que hace todo lo que está en su mano por someter cualquier institución relevante al Gobierno … toda la porquería que sufrimos hoy, la hizo ya Felipe hace 30 años. Lo que le hace el peor de todos es que él permite que todo ello ocurra, desde el primer minuto, cuando no es él mismo el promotor principal. Ahora no me saques a Aznar o a Rajoy, que ni los defiendo ni les he votado. Pero la beatificación que muchos hacen de FG es una muestra inequívoca de que este país no solo no aprende, sino que cada vez va a peor.

    • Sofía Alberoni

      Y por cierto, sobre torturas y asesinatos… ¿recordamos lo que hacían las fuerzas especiales británicas en Irlanda del norte durante el mandato de Thatcher o las ejecuciones y secuestros extrajudiciales de miembros de la OAS durante la presidencia de DeGaulle, esos estadistas?

      • Miguel MM

        ¿Con todos sus defectos? Joder, ya puestos, con todos sus defectos, Hitler sacó de la crisis a Alemania o Mao acabó con el hambre endémica en China. Stalin, con todos sus defectos, modernizó la Rusia agraria.

        Felipe González, con todos sus aciertos, se meó en la democracia desde el inicio, desmovilizó todas las fuerzas politicas democráticas de base, implantó un sistema que pretendía, a imagen y semejanza del PRI mejicano, conjugar partido y estado, robó a manos llenas, robó y puso las bases para que la gente robará, consolidó la miseria del PER, que no es más que caridad a cambio de votos, instauró el terrorismo de estado en un estado que acababa de nacer, lo sistematizó, y encima él y tantos de sus lacayos consiguieron que la gente, supongo que como tú, se lo perdonara y justificara. Es el perfecto traidor de nuestra democracia. Él, presunto adalid de la causa, no era más que un montón de mierda. Y ya se sabe que pasa cuando se contruye algo sobre un montón de mierda. No sé de qué nos sorprendemos de la situación actual, si hay gente que se sigue presentando a semejante personaje como modernizador de nuestro país.

        • No, hombre, el Estado no acababa de nacer. ¿O acaso te crees que todo el cuerpo de funcionarios fue despedido con la muerte de Franco? El cual a su vez le heredó de la República y así durante varios siglos.

          Felipe González heredó lo que había, que no era muy glorioso que digamos, y modernizó bastantes cosas, por mucho que quieras representarlo como la encarnación misma del demonio.

          Y llamar a las ayudas estatales, al Estado del Bienestar en definitiva, «caridad a cambio de votos»… en fin.

          • Lo presento como la persona que tuvo la oportunidad de modernizar muchas cosas y que prefirió perpetuar las cosas tal y como estaban para poder mantenerse en el poder a toda costa. La herencia no puede ser siempre la excusa de este país. Estoy por completo a favor del estado de bienestar, que es una cosa muy diferente de sistemas caritativos como el Per, que sólo perpetúan la miseria. No ha sido el PSOE nunca el adalid de la sanidad o la educación pública, aunque ahora parezca que sí. No es que no pudieran o no se atrevieran a esto o aquello, es que no querían. Así de simple.

        • Sofía Alberoni

          Supongo que tú lo hubieras hecho mejor, teniendo que afrontar un ejército plagado de generales franquistas, una policía heredada del régimen y corrupta, una iglesia acostumbrada al ordeno y mando y una industria y unas infraestructuras obsoletas y con ETA que, por la época, no bajaba de la friolera de cien muertos al año… Si se tiene en cuenta de dónde veníamos, no, no creo que lo hiciera tan mal.
          Respecto a “robó a manos llenas”, es obvio y demostrado que algunos de sus colaboradores, no él, lo hicieron y es evidente que el PSOE lo pagó en las urnas a su debido tiempo. Pero, por lo que parece, bastante menos que los que vinieron después.

          • David Peñasco Maldonado

            Tienes toda la razón. Hitler, Stalin y Mao también tienen muy mala prensa, cuando en realidad eran unas pobres hermanitas de la caridad que no sabían nada de lo que hacían sus colaboradores. De haberse enterado de los escándalos del caso Flick, la trama de los GAL, las corruptelas de los hermanos Guerra y demás chanchullos, a Felipe González no le habría temblado la mano a la hora de cortar cabezas. Seguro. Y todas las Navidades un gordo vestido de rojo se pasea por el mundo montado en un trineo mágico tirado por renos voladores repartiendo regalos a los niños que se han portado bien…

            P.D.: Rosa Montero, con su pose de campeona de la liberación de la mujer y su rollo «Yo hice la Transición», es taaaaaaan… ¿Que lo del ERE de El País está resuelto? ¡Por favor! Si se han cargado a media plantilla comunicándoles el despido por e-mail y dándoles cuatro chavos de indemnización.

          • Miguel MM

            No sé si lo hubiera hecho mejor o no, de lo que estoy seguro es de que hubiera sido honesto y hubiera cumplido con los preceptos democráticos que tanto defendía. No me extraña que los demás no hayan sufrido en las urnas sus tropelías, el PSOE se encargó de demostrarnos a todos que un Estado democrático no tiene que cumplir las leyes, que hay excepciones, que se puede mirar para otro lado con éste o con aquel, que los chanchullos y la corrupción no son tan malas, que dan puestos de trabajo, que no hay que tomarse la democracia al pie de la letra, etc. Una vez introducido el germen, cómo esperar que no se reproduzca. El PSOE, y Felipe a la cabeza, tienen la responsabilidad de haber jodido la democracia desde su inicio. ¿Democracia? De entrada no.

          • rayvictory

            Te doy la razón sobre Felipe González. Cuando llegaron los socialistas en el 82, fue una revolución de «puros». Luego llegaron los «semipuros». Y al final se colaron la legión de «oportunistas». No es de extrañar. Creo que es bastante habitual esa secuencia en toda revolución.

          • ¿No él? Pregunta a alguien del PSOE quién es el tío más rico del partido, de largo. Felipe ha engañado a mucha gente, mucha se desncantó, pero lo que es acojonante es que a algunos todavía os engañe.

      • La transición fue una estafa, una transacción. La «izquierda» y derecha españolas, los supuestos demócratas de todo pelaje como mister X y los franquistas ultracatólicos como Galindo y sus esbirros trabajaron en comandita utilizando el asesinato, la tortura y el secuestro además de la represión brutal en la calle, es decir, el terrorismo de Estado. Los medios de manipulación callaron como lo vivió en sus carnes Rosa Montero. Que la Tatcher tambien pisoteara los derechos humanos no iguala al Estado español con Europa en democracia sino en criminalidad. Y pensar que Felipe Gonzalez, ese pelele de la CIA, empezó defendiendo el derecho de autodeterminación del pueblo vasco y en contra de esa maquinaria de matar que es la OTAN. Qué asco.

    • Bueno, bueno. No tantos años. De hecho, cuando empezaron a pedirla, ya la había.

      De http://es.wikipedia.org/wiki/XXVIII_Congreso_del_PSOE

      El PSOE en 1979

      El año 1979 fue un año muy convulso para el PSOE. Durante este año, el Partido celebró dos Congresos. En el XXVIII Congreso, en mayo, fue rechazada la propuesta del Secretario Felipe González, quien abogó por abandonar las tesis marxistas. González renunció a su cargo de Secretario General, por lo que la dirección del Partido tuvo que ser asumida por una Comisión Gestora. En septiembre se celebró un Congreso Extraordinario en el que se abandonó definitivamente los postulados marxistas y se aceptó el socialismo democrático como ideología oficial. Felipe González volvió a ser elegido Secretario General.

  2. «Yo me siento privilegiada de haber vivido la Transición con la edad que la viví, como sujeto activo. Me parece ¡la pera! He formado parte de esa generación que nos lo hemos currado. Me encanta, con esa edad, haber estado en un periódico que realmente fue taaan importante para la Transición, taaaan importante, realmente.»

    Encantada de haberse conocido. Esta señora forma parte de esa panda que se piensan que la generaciones siguientes les deben un favor por la maldita «Transición», cuando en realidad deberían estar pidiendo perdón por lo que hicieron. Muchos polvos de hoy vienen de aquellos lodos.

    • ¿Y?

      Evidentemente eres unoqueva de listo, encantado de haberse conocido, justo lo que criticas a Rosa Montero.

      ¿Cuándo dice ella que se la deba nada? ¿De qué tiene que pedir perdón exactamente?

      Por favor, sé concreto, no respondas tipo Rajoy, con un «de todo, menos de algunas cosas»

      Y una vez hayas respondido, dime si tus padres son culpables de lo mismo. A su vez, pregúntales si se sienten culpables de la Transición.

      Manda narices

      • Si usted se lee el párrafo que he entrecomillado, debería saber a que me refiero. «He formado parte de esa generación que nos lo hemos currado» ¿currado? ¿el qué? ¿que un dictador muriese plácidamente en la cama? ¿que un montón de franquistas hoy en día ocupen puestos de poder? ¿haber instaurado una monarquía corrupta? ¿haber creado un sistema bi-partidista podrido?
        Muchas personas de la edad de Rosa Montero que conozco hoy en día critican eso y mucho más de la Transición.

        • Amén a eso, hermano. Estoy hasta los cojones de escuchar el cuento ese de la Transición modélica cuando fue todo un intercambio de cromos: los del búnker franquista se libraban de la cárcel por sus crímenes a cambio de dejar que los palanganeros del nazionalismo vasco-catalán, la izquierda y la derecha se repartieran el pastel a su conveniencia, (reservando la mejor tajada para los herederos del tito Paco, claro)… ¿De qué sacáis pecho, gilipollas, Cebrián, Carrillo, González y todos los demás salvapatrias? Que no se movía ni Dios si los grises no os daban la orden. Que tuvisteis que esperar a que se muriese El Otro para asomar la cabeza, y por como habláis parece que le hubierais dado el tiro de gracia entre todos, como a Mussolini. ¡Mi generación no os debe NADA, cabrones!

          • Y quién dice que se le deba algo. Dónde dice Rosa Montero que alguien la deba nada a ella o a su generación.

            Pero vistos los comentarios, ¿qué hacen ustedes por cambiar todo eso? ¿Cuáles son sus logros? ¿Qué pelea libran?

            El éxito de la Transición fue el haber hecho posible el paso de esa dictadura a un sistema democrático, por supuesto a base de pactar. Y eso supone ceder. Y esto implica perder para ganar.

            ¿El sistema es malo? Pues lo dicho ¿qué hacen ustedes para cambiarlo? Y no es una pregunta retórica, pero si ciertamente curiosa.

            Espero que la respuesta no signifique al mismo tiempo acabar con lo que significa la Transición para muchos españoles. Tres letras. PAZ

  3. Pingback: 05/02/13 – Rosa Montero : « Las redacciones se han terminado convirtiendo en fortines apaches » « La revista digital de las Bibliotecas de Vila-real

  4. La verdad es que estas entrevistas nostálgicas a ex-colaboradores o ex-redactores de EL PAIS, cansan un poco.

    Jotsown es un grupo periodista independiente o estais vinculados a PRISA de alguna forma. Disculpad la pregunta naïf, pero esta entrevista tiene muy poco contenido, de hecho empieza mal desde la primera pregunta… sacando a colación no sé que traumas del machismo franquista, etc… que serán muy ciertos pero que constituye un mantra tan manido para toda una generación que aleja bastante la entrevista de los lectores de este medio (sobretodo treintañeros que poco sabemos de Franco, reconozcámoslo).

    Luego entramos en la etapa ejecutiva en ELPAIS, con cierto desden incluso para le entrevistada, que parece no querer siquiera recordar esos años. mala cosa.

    Finalmente, el orgullo de la Transición…. que viejo suena todo máxime cuando las apreciaciones de la entrevistada se caracterizan por la autocomplacencia de haber participado en una epoca donde como ahora podemos ver, 35 años después, se alcanzaron acuerdos bastantes perjudiciales para la unidad de mercado en España y para la igualdad fáctica de los españoles.

    No sé si el resto de los lectores lo ve asi, pero a mi esto de banagloriar la Transicción, con la cantidad de lagunas jurídicas y bericuetos para el mamoneo partidista que la Constitución ha demostrado tener estos ultimos 10 años, me empieza a cansar.

    Un poco de autocrítica a los nacidos en los 50 no vendría mal, por favor!!

  5. Pingback: Rosa Montero: "Las redacciones se han terminado convirtiendo en fortines apaches"

  6. En la próxima entrevista Jot Down analizará la trayectoria democrática y el compromiso con la libertad de ese adalid de la izquierda más radical llamado Federico Jiménez Losantos, también conocido en sus tiempos universitarios como «Camarada Txemari», «Lenincito» o «el Barón Rojo». Habrá jugosísimas anécdotas sobre como él y sus colegas del Opus se encerraban en la capilla de la facultad mientras los grises repartían estopa por los pasillos, batallitas sobre la Transición y desbarradas mentales varias. ¡No os lo perdáis!

    En serio, como vuestra revista siga con este nivel de parvulario la semana que viene sois capaces de entrevistar a Bob Esponja…

  7. Una errata. La entrevistadora cita una columna de Rosa Montero fechada en en el año 1985 y que la entrevistada recuerda «porque tuvo mucho eco (…) en los últimos años del gobierno de Felipe González»

    Obviamente, 1985 fue uno de los primeros años de González y el GAL, aunque sus crímenes ya se cometían, era un asunto totalmente desconocido.

    O la entrevistadora cita erróneamente o Rosa Montero se hace un lío.

  8. Una entrevista más en la que el entrevistado se dedica al autobombo. El resumen que Montero hace de sí misma es: «Yo tuve mucho éxito es en esos años tan importantes, y además lo hice siendo siempre independiente». Lo primero es verdad, pero lo de independiente, no. Rosa Montero, hablando objetivamente, ha sido durante 20 años una pieza destacada del entramado mediático pro-PSOE. Le guste a ella o no.

    Cuando habla de Cortázar se equivoca. No era de buenísima familia. Cortázar sí era hijo de diplomático, pero su madre fue abandonada por su padre, y se crió en Banfield, que era entonces un barrio pobre del extrarradio de Buenos Aires. Pasó penurias económicas y tuvo que estudiar magisterio para ganarse la vida como maestro en provincias. Montero confunde ser de buena familia con ser una persona culta y con buena formación intelectual.

  9. Tras leer la entrevista me pregunto si la evolución de El País hasta el día de hoy -ERE incluido y venta masiva de acciones a fondo de inversión norteamericano, por no hablar del fichaje de Mario Vargas Llosa como oráculo- no ilustra a la perfección la evolución de aquella generación que hizo bandera del progresismo en la Transición.
    Francamente, si se analiza su devenir no salen muy favorecidos.
    Lo siento.

  10. Y ahí seguimos, en las trincheras. Vaya listado de comentarios…. Montero es un personaje interesante, la transición fue un período interesante que ahora criticamos porque le vemos las costuras, pero en su momento creíamos que era espectacular. Pero Montero no sólo habla de política, también habla de creación literaria, y de mujeres en un mundo machista como el periodístico de los ’80.

    Entiendo que pueda no gustaros la entrevista, pero dejad de considerad que vosotros sois los adalides del periodismo sabiendo lo que es de parvulario o no.

    Por cierto, vanagloriar es con V, vericuetos también, transición es con una sola C. Ya que dais lecciones, al menos que parezca que vienen de alguien que sepa quien es Rosa Montero.

  11. Cierto Miguel, disculpad las faltas.
    En cualquier caso el tomate de los comentarios no está en las «v».

    Rosa Montero será quién es y quién fue, pero la entrevista es un bodrio autocomplaciente, lo mires por donde lo mires

    Saludos!

  12. Muy buena, Rosa.

  13. José Angel

    Rosa Montero siempre dice algo interesante, aunque como novelista nunca haya ‘podido’ con su obra. Muy buena entrevista.

  14. La mayoría de los comentarios son bastante agresivos, quizas porque no han leido a Rosa Montero, no han vivido la transición ni tampoco la han estudiado en profundidad. Yo que soy algo mas joven que ella la seguí con admiración desde su primera novela y reconozco que siempre me pareció un persona con criterio, independiente, con sus propias ideas, que no se deja manipular por el poder sea del color que sea, y esta entrevista creo que refleja muy bien su personalidad.

  15. Me encantan los comentaristas que se vanaglorian de estar cansados de leer a viejos rokeros sobre la pobretona transición política española…cuanta sabia rezuman!

  16. José Angel

    Sobre los problemas con la ‘antigüedad’ de la autora que muestran algunos comentaristas: tranquilos, se curan con el tiempo.

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