«Hablo de mí porque temo a la muerte
desnuda de las cosas
y que la muerte venga a esta azotea
a quedarse en la calma y el silencioso valle».
(Al final de la tarde, de Andrés Trapiello)
Pequod Llibres cumplirá dos años el próximo mes de mayo. El cómo siendo tan joven es ya una librería tan conocida lo vamos a achacar a todo lo que son capaces de mover el titán al que conocemos como Consuelo y su pareja, Pere, dueños de esta —en apariencia— pequeña librería del muy bohemio Barrio de Gracia de Barcelona. “Abrimos justo aquí la librería porque es aquí donde vivimos, es un sitio que nos gusta mucho, la vida que tiene, sus gentes; no te vas a encontrar con grandes cadenas de comida rápida, ni nada por el estilo. Hay un McDonald’s, pero ya al final, a las afueras. Son todo tiendas pequeñitas, como nosotros”.
Pere es traductor. Consuelo documentalista. La idea surge al tener ella la necesidad de reinventarse, de dejar un trabajo que no le satisfacía en absoluto, de querer crear algo suyo. “Si fallo soy yo; nadie me corta las alas. Es en épocas como la de ahora cuando hay que atreverse a hacer algo, a tomar este tipo de decisiones.” Tal vez sea que cuando todo está en orden no se ven las oportunidades del cambio, “es más difícil ver la necesidad de asumir un riesgo, de tirarse a la piscina”. Se les ve contentos. Ella sonríe todo el tiempo; ese brillo en los ojos al hablar de su proyecto, de lo que quiere, de lo que le gusta lo que hace. “A ver, es un momento difícil, pero también es cierto que nos apoyamos bastante entre libreros, editoriales independientes”. (Pasará luego una chica preguntando por algo de Erri de Luca: le va a dar la dirección de una librería que no queda muy lejos. No va a irse a su casa sin su libro. Lo apuntamos: libreros cuidando de su parroquia enviándoles a otras librerías).
Nos cuentan que al principio, cuando Consuelo hablaba de todo lo que quería desarrollar en torno a Pequod —y que es ya una actividad considerable— muchos fueron los que le decían que fuera más despacio, que organizar tantos eventos, encuentros y demás, generaba una carga de trabajo enorme, que el día a día de un librero es ya de por sí duro, “pero yo es que no puedo pensar en eso, empezar ya cansada”. Tiene claro que ahora una librería tiene que moverse, dejarse ver, aportar algo más que el despachar libros. “El otro día presentamos una revista, por ejemplo, Preferiría no hacerlo, que editan los estudiantes de literatura de la Universidad, y no cabía aquí ese día un alfiler, estábamos apiñados. Salían a la calle a fumar, y la gente que pasaba por la calle los veía y se paraba, a ver qué era esto, tanto movimiento. Fue muy divertido; se agolpaban contra la pared con sus vinos”.
“Estamos especializados en novela y narrativa; tenemos libro nuevo y de ocasión”. En el escaparate luce una edición de ya sus añitos de La crítica de la razón pura, nada menos. “La del barrio es además una clientela muy fiel, también a vosotros; vienen a por el Jot Down, y si se ha agotado te dicen que vuelven en unos días, y se la guardo y no me quedo con ellas, acuden a llevárselas, siempre (ahora que ya tenemos la tercera edición del número uno se llevan las dos)”.
Será Pere el que se ocupe de contarnos sobre algún libro que leer. Elige Cerveza en el club de Snooker, de Waguih Ghali. «Lo editó Sajalín este año pasado, el 2012. El autor escribió un libro, tuvo una vida complicada, egipcio de familia bien… El libro habla un poco del desquicie que tenía la juventud de su época. Él fue un pijo que acabó tomando conciencia de determinadas cosas. La historia habla sobre un par de chavales egipcios, de muy buena familia igual que él, que se van a Inglaterra, su descubrimiento de occidente. Tiene algo de novela costumbrista. Decía un amigo «es como El cuarteto de Alejandría, pero sin el coñazo». Un retrato del Egipto de los años 60, 70. Ha sido un descubrimiento; muy recomendable»
Le ha sorprendido a Pere el último libro de los JekyllandJill, la editorial que más ha aparecido en esta serie —vamos un día de estos a tener que empezar a preguntarnos por qué—: Menos Joven de Rubén Marín Giráldez. «Hicimos la presentación en un bar de al lado, esto se nos queda ya pequeño para muchas cosas. Es una marcianada. Para recomendarlo a según quién, no como el de Ghali. Muy extraño. No me preguntes de qué va, me quedaré en blanco. Me ha gustado sobre todo porque es un prodigio de imaginación, supongo; en todo, en el planteamiento, la trama, el desarrollo de la historia, un tipo que va a degüello contra toda la gente que le motivó en su juventud. En fin, no sé, se sale un poco del cánon. Vas leyendo novelas y esta te sorprende, es una bofetada. Me ha encantado».
Dejaremos así entonces—verán que hay foto del sombrero, y si van por allá verán que hay firma en la bitácora— testimonio de qué pasó durante nuestra visita a Pequod; que es verdad que es divertido trabajar en Jot Down, Consuelo. Y que gran parte de la culpa es vuestra. Las cosas como son.
Fotografía: Manu Cabañas
¡Gracias por tu visita, Raquel! Me tenía que haber mordido la lengua con lo de «El cuarteto», jaja… Ahora nadie me creerá cuando les diga cuánto adoro a Durrell.
¡Besotes y buen viento!
P.
Yo te creo.
:)
Y sin embargo es cierto, el comentario es desafortunado.
Dos años la librería abierta y no desperdicias la ocasión de perder clientes con tus torpes comentarios sobre Durrell.
Un patinazo lo tiene cualquiera y seguro que aún tendré muchos más; dos años en una librería no dan ni para ser aprendiz de librero, y menos de librero entrevistado. :) Y aunque el comentario no es mío, sino que estaba citando a un amigo especialista en burradas, fue una auténtica torpeza decirlo, de eso no cabe duda. Más sangrante aún teniendo en cuenta que quien se cruza conmigo por la calle estos días me ve con un ejemplar de «Justine», que estoy releyendo por tercera vez.
Librería pequeña pero cargada de maravillas.