1 ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? (España 1800-1936)
Hasta el siglo XIX las cosas estuvieron bastante tranquilas. Había un rey absoluto, que luchaba contra otros reyes absolutos. Si el pueblo se moría de hambre, si algunos nobles tenían problemas económicos, siempre se podía asaltar una judería. El pueblo era muy poco original, sobre todo cuando estaba desesperado, y los nobles y poderosos sabían sacar partido de ello (véase, por ejemplo, el asalto a la judería de León de 1449). Las cosas iban bien para algunos y mal para la mayoría, pero nadie se extrañaba por ello.
Es cierto que en Francia había habido una revolución. Y antes que en Francia, en las colonias inglesas de América del Norte habían hecho algo infinitamente peor, algo inadmisible: crear una república, con una constitución, con unas leyes que hablaban de “derechos inalienables”. Y dar una patada a su antiguo señor, el rey inglés… Eso era algo que los gobernantes españoles hacían bien en ocultar al pueblo. No. No eran tontos. Y ya lo dijo bien el Conde de Aranda, valido de Carlos III, en su informe sobre el nacimiento de los Estados Unidos: “Ese pequeño país nos va a dar problemas”, dijo. Y vaya si acertó…
Pero el pueblo, ya digo, estaba tranquilo, y el rey, dentro de lo que cabe, también.
Los franceses estaban cerca, pero los Pirineos siempre han sido una buena frontera. Y ya desde Felipe II se habían tomado medidas para que los españoles (los pocos que querían hacerlo) no estudiasen en las universidades europeas (excepto en la de Roma y alguna que otra excepción). Todo estaba bastante bien controlado.
Hasta que Napoleón no tuvo mejor idea que invadirnos. Allí se jodió el invento… No voy a hablar aquí de las enormes consecuencias a todos los niveles que tuvo la invasión francesa, es un tema muy interesante que tal vez abordaré en otro momento. Ahora me limitaré a recordar las palabras de Álvaro Floréz Estrada, político, economista librecambista y patriota: “La lucha contra el invasor no tiene sentido si no es al mismo tiempo una revolución política”. Muchos liberales pensaban lo mismo, y pese a ello lucharon contra el “revolucionario” Napoleón. Y luego Fernando VII se lo agradeció enviándolos al exilio o fusilándolos.
Napoleón (que en realidad de revolucionario tenía bien poco, aunque, paradójicamente, sus ejércitos sí traían las ideas de la Revolución Francesa) fue la primera sacudida grave que sufrió el sistema absolutista español. Pero el sistema aguantó bastante bien. Y eso a pesar de la escasa astucia política de un personaje como Fernando VII, uno de los reyes más mediocres (por no decir algo peor) que hemos tenido en este país. Sin embargo, mal que bien, Fernando VII se las arregló no solo para morir siendo rey de España, sino para asegurar la continuidad de su dinastía. No le salió gratis al país. Pero después de la primera guerra carlista y algunos contratiempos más, Isabel, una acorralada niña de 13 años, fue nombrada reina. Tal vez el rey respiró tranquilo desde el más allá (en sus últimos años de reinado, su única preocupación parecía ser evitar que el trono recayera en su hermano Carlos), pero el reinado de su hija no iba a ser un camino de rosas. Tuvo que enfrentarse, muy a su pesar, a todos los problemas que no supo ni quiso resolver su padre.
¿Y qué hizo esta pobre criatura? Pues primero dejarse manejar por todos, hasta que se hizo adulta, después buscar el gobierno menos malo (para sus intereses, que, desde luego, no eran los intereses de la nación), y finalmente vivir bien y disfrutar de su riqueza y posición, que para eso era la reina. Lo malo es que todos los chollos se acaban algún día y a Isabel su chollo se le acabó en 1868. Ese año, con bastante retraso respecto al resto de la Europa occidental (Rusia y la Europa del este es otro mundo), los españoles quisimos ser modernos. Para empezar nos inventamos una revolución. Y la llamamos “La gloriosa”, que es un nombre con garra. Y casi con eso ya nos dimos por satisfechos…
Nuestros vecinos, a la altura de 1869, ya estaban en plena revolución industrial, habían vivido tres oleadas revolucionarias, sin contar la revolución francesa, y tenían más que superado el Antiguo Régimen. Aquí aún estaba prácticamente todo por hacer, en lo político y en lo económico.
1868 era la oportunidad que medio país estaba esperando. Y fue una oportunidad perdida… “La gloriosa”, si se mira bien, no fue nada gloriosa. Se pegó la patada a una reina, pero no hubo ninguna limpieza a fondo, solo un ligero lavado de cara. Y eso fue por la misma razón de siempre, por la que “fracasan” todas las reformas “desde arriba”: porque realmente no están concebidas para ser un éxito, sino solo para “salvar los muebles” (y perdón por las comillas, pero creo que es la mejor manera de decirlo: este tema es muy complejo y yo solo pretendo hacer un rápido resumen). ¡Ojo! Con esto no quiero decir que no haya personas que seriamente lo intentan: ministros como Mendizábal, como Martín de Garay, como Manuel Fernández Giménez, entre otros muchos, pero estas iniciativas siempre chocan contra el mismo muro: la intolerancia de las clases altas, de los que siempre han tenido el poder y la riqueza en sus manos y no quieren ceder ni un ápice de ambas cosas, les cueste lo que les cueste. ¿Es casualidad que todas las reformas agrarias hayan fracasado en España, que todos sus impulsores hayan caído pronto en desgracia? No, desde luego que no. Y con las reformas fiscales, hasta bien entrado el siglo XX, se podría decir otro tanto.
Pero este es un tema para tratar en profundidad. Lo que quiero indicar aquí es que, a pesar de la prometedora revolución de 1869, la situación en la España a la entrada del siglo XX no era radicalmente distinta a la situación de 1860, de 1830 y hasta de 1788, año en que empieza a reinar Carlos IV. Sí. Ya no hay absolutismo, desde luego, no hay absolutismo como tal. Pero eso no quiere decir que haya una democracia. Ni siquiera quiere decir que haya un régimen liberal según el modelo europeo.
Tenemos un parlamento, sí, pero ¿quién lo compone?: nobles y burgueses. Y burgueses ennoblecidos. Y nobles que empiezan a actuar como burgueses. Y cuando hablamos de burguesía, hablamos de la gran burguesía, como ya veremos.
Y tenemos un sufragio, sí, pero censitario. Un sufragio que es solo para los que tienen propiedades, para los ricos, que deja fuera a la mayoría de la población. Si en 1868 el pueblo pide el sufragio universal (nada nuevo, en media Europa ya lo han conseguido a la altura de 1848), en 1874 el sufragio sigue siendo censitario, y eso a pesar de un rey “constitucional”, como Amadeo de Saboya y de un año de experiencia republicana, y todo para que al final vuelva un borbón, un hijo de Isabel II: Alfonso XII. Además hemos perdido las últimas colonias, no se ha dado nada parecido a una revolución industrial (solo ha habido un tímido desarrollo de algunas zonas del país) y se ha producido una nueva guerra civil: la tercera guerra carlista. Y eso sin contar los numerosos muertos en los cada vez más frecuentes conflictos sociales. En realidad, si se mira con lupa cada uno de los problemas políticos a los que se enfrentó Alfonso XII se llega a la conclusión de que son los mismos a los que se enfrentaron todos sus sucesores. Y esto se resume en una frase: falta de adecuación del sistema político a la nueva realidad económica y social. El rey, que teóricamente no gobierna, conserva en la práctica casi todo su poder. El parlamento, que teóricamente representa al pueblo, en la práctica solo representa a las clases privilegiadas. Los nobles, que teóricamente han cedido su lugar a los burgueses, siguen siendo los amos del país (para empezar son los amos de la mayoría de la tierra: de reformas agrarias, nada de nada…), los burgueses, los pocos burgueses españoles, que teóricamente deberían ser la clase menos conservadora, más abierta socialmente, con una mentalidad capitalista y pragmática, en la práctica se comportan como simples nobles ambiciosos, tan conservadores y tan clasistas como los nobles pero más avaros que ellos. Nadie, ni rey, ni nobles, ni burgueses (ni desde luego, la iglesia, el otro puntal del Antiguo Régimen) tienen la menor intención de preocuparse por el pueblo, el gran abandonado.
Pero el pueblo poco a poco va cobrando conciencia de su situación. Y esta situación no va mejorando, sino todo lo contrario: el sistema capitalista avanza de modo lento pero inevitable. Ese avance empobrece aún más a los campesinos y crea una nueva clase social, el proletariado. Y esto es algo que parece que nadie lo ve. Fernando VII quería borrar de un plumazo las Cortes de Cádiz, olvidar los años de vacío de poder y los efectos económicos de la invasión francesa (efectos devastadores: la pérdida de las colonias americanas, entre ellos). Él creía que “Todo podía seguir como si nada hubiera pasado”. Eso es pretender negar la ley de la gravedad. Pero 100 años después nadie ha tomado nota. Los que se reparten el pastel siguen como siempre: peleándose por ver quién tiene el trozo más grande. No parecen escuchar el tumulto que se está formando al otro lado de la pared, fuera, en el frío glacial de la noche. Tal vez piensan que las antorchas se apagarán pronto. O que se dirigirán hacia otro sitio. Tal vez piensan que “todo puede cambiar para seguir igual” (como pensaba el Príncipe de Salina, el protagonista de El Gatopardo, que no dudaba en sustituir a un rey por otro, porque “al fin y al cabo es un rey”). Esta vez, pese a los denodados esfuerzos de Cánovas, de Sagasta, de otros hombres inteligentes y muy útiles para el poder (al que sirven y del que viven, y muy bien, por cierto; Cánovas, por ejemplo, era consejero en las principales empresas de ferrocarriles del país, ¡ya hablaremos de ello!), el sistema va a caer.
El sistema va a caer porque deja fuera al noventa por cien del país. El sistema va a caer porque el capitalismo pide libertad económica, grandes espacios, uniformización, mercado único, capacidad de compra, alto consumo, jornadas de trabajo extenuantes y salarios “competitivos” (y los necesarios cambios familiares: curiosamente, los primeros defensores de la incorporación de la mujer al trabajo son los patronos de las fábricas, no sus maridos, que se oponen encarecidamente a ello y se quejan cuando les dejan). El capitalismo va contra los censos, los señoríos, los mayorazgos, las tierras de “manos muertas”, el capitalismo es ateo y no hace distinciones: la dignidad social la da el dinero, y todo lo demás importa muy poco si se está arruinado. El sistema va a caer porque su tiempo ha concluido.
Pero los que se benefician de él van a pretender alargarlo, mantenerlo con vida, aunque lo vean agonizar. Y luego, incapaces de reaccionar, van a soñar con el mito de El Cid. Van a querer que gane batallas después de muerto. De otro modo no se puede entender la hostilidad de la clases altas hacia la Segunda República. Su negativa a cualquier intento de reforma agraria o fiscal. Su incapacidad para entender el comunismo, el anarquismo, el cooperativismo. Cualquier ideología o movimiento social emergente es considerado como algo absolutamente nocivo. Incluso el derecho a la educación del pueblo es negado hasta el último minuto. Y entonces se agarran al machismo, y cuestionan hasta el final el derecho a la educación de la mujer (que no podrán entrar en la universidad hasta 1918, o su derecho a voto, que no se aprobará hasta 1931). Cualquier medida que sea vista como “un avance” será automáticamente estigmatizada. Y un profesor humanista y laico será tratado de igual modo que un terrorista. Para ellos es lo mismo. Si se cede en algo (derecho a la huelga, por ejemplo), es a la fuerza, porque no hay más remedio. Pero ellos siempre tienen un as en la manga. Y llevan jugando a ese juego muchos años. Se saben todos los trucos. Los ministros conservadores de Isabel II consentían en pactar leyes progresistas con los liberales, pero luego, bajo mano, se aseguraban de tener el control de todos los principales ayuntamientos del país. ¿Y para qué sirve una ley si nadie la aplica? Pero en el peor de los casos, aunque no haya más remedio que aplicarla, entonces aún tienen otro as en la manga: la violencia.
¿Cuántas veces los políticos republicanos españoles denunciaban que los matones del cacique amedrentaban a los campesinos u obreros? Vicente Almirall, político nacionalista catalán, relató casos en que era la misma Guardia Civil la encargada de dar una paliza a los que pretendían ejercer su derecho al voto (¡mucho después de 1890, cuando el sufragio universal masculino ya había sido definitivamente aprobado!). Pero a veces no hacía falta ni eso: bastaba con vaciar la urnas y quitar los votos que no gustaban. Dos partidos se repartían el poder. Ahora me toca a ti y luego me toca a mí. Todo es legal y todo el mundo aplaude. Los parlamentos van y vienen y todo está bajo control. ¿No es perfecto? Desde luego. Para los que están dentro… ¿Tan distinto es esto de las intrigas palaciegas del Antiguo Régimen? Y mientras el capitalismo arrasa nuevos continentes, mientras en Europa nace una nueva sociedad, una nueva cultura. Los agricultores se convierten en pequeños empresarios. Los obreros van adquiriendo derechos. Las mujeres se emancipan. La tecnología y la ciencia ocupa el lugar de la religión.
España, en cambio, se cierra. Machado y otros lo ven y sufren. “Que inventen ellos”, dicen con ironía. Pero al rey solo le preocupan sus amantes y a sus ministros solo les preocupa conservar el poder el mayor tiempo posible. Y luego, cuando les dan la palada, un ejército de “cesantes” abandona el ministerio. Aunque siempre están los que creen que pueden burlar al destino. Como el Conde de Romanones. Siempre está el que se permite chulear delante de sus adversarios, tan seguro está de ser intocable. “Haga usted las leyes”, les suelta, “que ya haré yo los reglamentos”. Y cayó. Él también cayó. Aunque, claro, cuando uno cae de tan alto siempre puede luego ocuparse de sus negocios, y dedicarse a escribir sus memorias, que eso queda muy bien. Cuando ya no tienes ningún as en la manga aún puedes hacer una última jugada: reservarte un buen lugar en la historia.
[Aclaración al lector: dado que el periodo de tiempo que pretendo estudiar (de la decadencia del absolutismo a la democracia actual) abarca doscientos años, he tenido que pasar de soslayo o incluso obviar en esta primera parte algunos aspectos y sucesos históricos que serán tratados con más detenimiento en la segunda parte, que contará así mismo con un apéndice documental]
Version sesgada, politizada, y superficial de la historia, a la altura del peor periodismo, y yo que pense que en jot down la cosa era diferente.
Hola Asier
Ante todo gracias por leerme.
Ahora permíteme dos matizaciones:
Primero: todo lo que se cuenta aquí es estrictamente real (suponemos) y como tal forma parte de los temarios oficiales de la enseñanza de la historia en Secundaria y Bachillerato de este país (es decir, es básicamente lo que todo profesor de instituto trata de explicar, mejor o peor, a sus alumnos). Lo digo con conocimiento de causa.
Segundo: no conozco un libro de historia o un artículo de historia cuyo autor no tenga una «versión sesgada, politizada y superficial de la historia» (esto último por la extensión del libro o artículo, si quieres ir al fondo de algo, en Historia, tienes que estar toda tu vida estudiándolo, y aún seguro que te dejas algo importante…) Incluso en las tesis doctorales se dan estos defectos, que son defectos lógicos: la historia no puede ser subjetiva, ya lo he dicho antes, porque los hechos sí lo son, pero las interpretaciones de estos hechos dependen de nuestro punto de vista personal. Este es mi punto de vista. Y no tienes por qué compartirlo (y sería muy estúpido por mi parte pretender que todos lo compartieran). Aún así espero que algo hayas aprendido de este artículo (o que, al menos, fomente tu curiosidad). Otra vez, gracias por leerme.
Bien, pues concretemos la crítica. Hay un aspecto concreto de tu artículo que lanzas demasiado a la ligera. Es el párrafo donde dices:
«Tenemos un parlamento, sí, pero ¿quién lo compone?: nobles y burgueses. Y burgueses ennoblecidos. Y nobles que empiezan a actuar como burgueses. Y cuando hablamos de burguesía, hablamos de la gran burguesía, como ya veremos.»
Ya… ¿y acaso en eso nos distinguíamos del resto de Europa? A ver si en Francia hubo muchos campesinos que llegaron al parlamento después de 1852.
Las revoluciones liberales europeas del siglo XIX terminaron todas con la burguesía mandando, aliada con los nobles que fueron lo bastante listos para subirse al tren. Los campesinos y proletarios no tocaron poder aquí… ni en ninguna otra parte. Si querías usar este factor para explicar el «hecho diferencial» español (la razón de nuestro «secular atraso»), creo que te equivocas.
Sí. Tienes razón. Habría que matizar más. En un resumen rápido siempre quedan cosas pendientes. Yo, en cuestión de parlamentos, siempre miro a Inglaterra, que es donde miraban todos los parlamentos europeos del siglo XIX. Todos, con mayor o menor fortuna, querían imitar el modelo ingles. Pero además, la burguesía española no se puede comparar ni con los propietarios agrícolas ingleses ni con los junkers prusianos, por poner dos ejemplos. En cuanto hacían algo de dinero sólo les interesaba obtener un título de nobles. Compraron a precios de ganga conventos desamortizados y los convirtieron en «casas de veraneo», no se preocuparon de aumentar la productividad de los campos. Yo he estudiado el tema de la industrialización en una comarca valenciana y veo que va a menos, en lugar de a más (por ejemplo, los molinos de papel y harineros y las fábricas textiles, en lugar de aumentar disminuyen, y eso que la zona ofrece posibilidades), porque los que tenían el dinero y la capacidad de hacerlo preferían hacer como sus antepasados, vivir de las rentas.
Pero sí. Este es un tema muy complejo y esto sólo es un artículo que intento que sea un primer contacto con la historia de España. Luego que cada uno siga leyendo y estudiando por su cuenta. Si quiere…
El pueblo español de entonces no quería reformas ni revoluciones, o estas habrían triunfado.
Una crítica sin ningún tipo de razonamiento ni de argumento. Creo que sería muy enriquecedor si nos pudiese explicar porque cree q el artículo es sesgado. Y porque es criticable por ello.
A mi me ha gustado mucho. Da un análisis, algo somero xo útil de como era la política antes de la época actual y de como ha influido.
Le ánimo a seguir con este tema tan interesante con nuevos capítulos
Gracias
Es curioso cómo a un artículo se le exige que no sea sesgado, ni politizado (a uno sobre política, nada menos) ni superficial, pero los que hacen comentarios no sienten ninguna exigencia sobre sí mismos de argumentar nada sobre su afirmación, ni aportar información al respecto, ni nada de nada.
Ahí le has ‘dao’.
Muy acertado tu comentario.
Últimamente, los artículos o entrevistas más susceptibles de debate se están llenando de comentarios de una, dos o tres líneas de acusaciones y descalificaciones sin ningún tipo de argumentación. ¿Será que algún «think tank», de esos que se han puesto tan de moda, ha descubierto «Jot Down»?
Yo más que de un «think tank» hablaría de multitud de «vessel heads».
Un artículo interesante y bien planteado. Creo que da un buen «repaso» a un apasionante periodo de la historia española. Y creo que es fundamental saber por qué hemos llegado hasta aquí y qué se ha perdido o se ha ganado por el camino. Tengo ganas de leer la segunda parte
Muy buen artículo, bastante divulgativo.
Casi más que el artículo, me ha gustado la educación y la clase que has tenido para torear la crítica. Enhorabuena jaja
Gracias por el artículo. De lectura amena. Y por fortuna sin las exaltaciones emotivas típicas de los artículos con este contenido tan polémico.
¡El gatopardo! ¡Qué gran película! Y al final el noble casa a su sobrino con un burgués porque sabe que su tiempo ha concluido… Creo que de eso trata este artículo. Del fin de una época y de cómo reaccionan los que están arriba cuando esto llega. Aceptando o no aceptando los cambios. Y en este país casi nunca se ha estado a la altura…
Mi enhorabuena por el artículo. A mi no me parece tan sesgado, sino que describe bastante bien la historia sociológica española. Eso sí, a mi gusto, le falta hacer más hincapié con la iglesia. Mientras en el resto de Europa iba perdiendo poder, en España resistía continuamente (pese a la desamortización). Los borbones, entre otros, bien se encargaron de ello :).
No puedo sino darte la razón. La iglesia la he despachado en una frase («el otro puntal del antiguo régimen») y se merece más. De hecho tengo pensado dedicarle un artículo que podría ser algo así como «Curas patriotas, curas carlistas y curas rojos». Pero más que las tierras (hay que hablar, además de la desamortización de Mendizábal, de la de Madoz, que incide mucho en las tierras de las parroquias, las cofradías, los patronatos y demás), lo más importante es el control de la educación, incuestionado hasta el siglo XX y peleado con unas y dientes en las décadas posteriores (sólo hay que mirar el gran número de maestros laicos y republicanos fusilados en esa época). Pero, como ya he dicho antes, en un artículo de tipo general no se puede meter todo. Y siempre hay que decidir que se deja para otro día…
Gracias por leerme.
Un placer. Esperaré impaciente ese artículo proyectado que tienes sobre el mayor lastre español: «La Iglesia».
Añadido a mis lecturas obligadas. Un saludo.
!!! y yo tambien ¡¡¡
Es curioso observar como desde entonces hasta ahora, prácticamente solo han cambiado los nombres.
Siempre me gusta leer artículos de historia, despierta mi curiosidad. Es difícil situarse en el contexto, pues a la historia siempre le faltan «detalles», pero el trazo más o menos fino ayuda a hacer un análisis, ver similitudes, observar divergencias…
Claro que es imposible colocarse en la mentalidad de las personas de la época y sus sistemas de valores. El simple hecho de no tener televisión, ordenadores, teléfonos…., nos hace diametralmente distintos. Pero a cambio compartimos hambre, amor, odio, y sobre todo el miedo, que, a mi entender, es lo que mueve el mundo.
Gracias por el artículo, espero con impaciencia las siguientes entregas.
Desde luego. Yo también creo que el miedo es lo que mueve el mundo. Y su consecuencia más directa: la estupidez. Cuando la gente se asusta deja de pensar con sentido común.
Muchas gracias por este artículo, Alfonso. Mejora mucho lo que se puede leer en algunas revistas actualmente. Para los apasionados de la Historia o, al menos, para mí personalmente, es un gustazo leer artículos tan claros y bien construidos. ¿Saldrá o ha salido en edición impresa de JotDown?
Gracias.
Gracias Rafagom
Desgraciadamente, respecto a la edición impresa, eso es algo que no te puedo contestar. De momento no sé nada al respecto. Lo único que puedo decirte es que, ya que te gustan (cosa que me alegra, naturalmente) sí puedes leer otros artículos míos en la edición digital. No es por hacerme propaganda, pero tengo tres anteriores («La historia que no nos contaron»), que si éste te ha gustado, supongo que también te gustaran. Y espero que pronto salga la segunda parte de éste.
Gracias otra vez.
«que inventen ellos» es una frase de Unamuno, no de Machado.
Gracias, Juan, por la matización, pero si te fijas bien ya he puesto «Dicen», en plural, y «Machado y otros». Con lo de Machado me refería a lo de las «dos Españas». Y con los otros me refería a todos los intelectuales españoles de la generación del 98 y siguientes. Es decir, quería resumir la corriente crítica de la intelectualidad española en unas líneas, y eso, lo sé, es muy arriesgado. Pero es lo malo de estos artículos generales, que te dejas muchas cosas fuera: el krausismo, el regeneracionismo, la Institución Libre de Enseñanza, etc. Son cosas que me gustaría tratar más extensamente, pero he preferido centrarme en la política (y no irme por las ramas). De todas formas, es bueno que se aclaren los posibles malentendidos. Y muchas gracias por leerme.
Lo más dificil para mi es la labor de síntesis y este arttícluo hace una gran labor de síntesis y en ella no pueden entrar todos los matices, concreciones, datos, detalles, etc pues en tal caso no sería una síntesis.
Felicidades: yo si lo he encontrado muy interesante y he aprendio y recordado esa parte de nuestra historia.
Dices: «Si el pueblo se moría de hambre, si algunos nobles tenían problemas económicos, siempre se podía asaltar una judería.»
En España echaron a los judíos en 1492 y das a entender que se seguía haciendo hasta el 1800.
Desde luego, pero quedaron los conversos, los moriscos, las brujas, etc. Siempre hay alguien al que se le puede echar la culpa de todo. Es uno de los mecanismos básicos del poder. Y en el peor de los males, siempre se puede sacrificar a algún corregidor o a algún intendente, como en Francia antes de la revolución francesa, cada vez que subían escandalosamente los precios en los días de mercado. Aquí, en España, a lo más que se llegó fue en el motín de Esquilache (que era ministro, pero era italiano, los extranjeros también son buenos si no hay otro remedio). Entonces el pueblo asaltó su palacio y mató a su criado, y ya no pasó nada más. Y desde luego, fue un motín «políticamente dirigido desde algunos sectores del poder», como muy bien averiguó pronto Carlos III.
Los moriscos también los expulsaron en el siglo XVII… A los conversos no los perseguían, eran a los conversos que volvían a su religión.
Sí, lo de echar la culpa al «enemigo interior» aunque este no tuviera ningún poder es una cosa que se ha hecho durante miles de años (cristianos en Roma por ejemplo), pero das a entender unas cosas que no son ciertas. En el siglo XVIII estaba de moda expulsar a los jesuitas para sentirse más ilustrados…
Exactamente. A eso me refería con lo del motín de Esquilache. Carlos III encontró la excusa perfecta para expulsarlos. Pero el tema de los jesuitas era más un tema económico que otra cosa (sobretodo por las misiones americanas), aunque también tenía su vertiente política. Mientras que las matanzas contra mudéjares (vease, por ejemplo, en las Germanías valencianas) se producían generalmente en medio de estallidos populares que en principio no iban en contra de ellos, como las germanías que en un principio eran simplemente antinobiliarias. Pero bueno, aquí por ejemplo se mataron muy pocas brujas, en comparación con el resto de Europa…
Gracias por tus participaciones. Entre todos ha salido un buen debate, que es lo que interesa.
Enhorabuena por el artículo! Lástima que los community managers y cibersorayos varios siempre intenten desvirtuar cualquier atisbo de intelectualidad y, lo que es peor, sin siquiera usar argumentos.
Esta muy bien el articulo, se aprende mucho
Un punto concreto de crítica:
La «reforma agraria» fue una reivindicación constante de la época de la que trata el artículo, y está bien describirlo. Pero hoy en día, juzgando esta época desde la distancia y el mayor conocimiento, sabemos que ni era muy deseable ni era una solución a los problemas del país ni sus efectos serían sino temporales.
Uno de los motivos del fracaso de la revolución industrial en España y del fracaso de España en general en estas épocas fue la falta de una «revolución agraria». Al estilo de la Inglaterra del XVIII no de la URSS. Para entendernos:
Reforma agraria = reparto de tierras «para quien la trabaja»
Revolución agraria = Aumento de la productividad, el rendimiento y la producción. Éxodo a la ciudad: Pasar de tener al 80% de la población en el sector agrícola a tener el 5%.
La revolución agraria tuvo que ver con cambios tecnológicos y también de la gestión de la tierra. Que no fueron precisamente en la dirección de la «reforma agraria» sino todo lo contrario. P.ej. el cercado de terrenos comunales. En España la «revolución agraria» acabó llevándose a cabo durante el franquismo, aunque no gracias sino a pesar del mismo. Y reivindicar la «reforma agraria» pasó a ser un cachivache obsoleto en el desván de las izquierdas, de los que no se tiran a la basura por motivos sentimentales.
El artículo toca uno de los motivos del fracaso de la revolución agraria (desidia de los rentistas), pero que no fue ni con mucho el más importante comparado con los tecnológicos, geográficos, etc.
Los motivos del fracaso de una reforma agraria revolucionaria ya se sabían en su momento y se conocen ahora incluso mejor. Para empezar, el tampaño de las explotaciones tiene una relación directa con su productividad y estacionalidad, con lo que p.ej. desde cualquier punto de partida hay regiones que dadas unas tecnologías tienden al latifundio. De hecho, la extensión del regadío tuvo el efecto de «diluir el latifundio en agua, como si fuese un azucarillo».
Luego están las implicaciones sobre la propiedad privada, que solo harían posible algo así en una revolución comunista. El autor del artículo parece tener una buena opinión del comunismo, hasta el punto de reprochar a las clases altas de estas épocas «no entenderlo» y «considerarlo nocivo». En un primer momento esto me pareció gracioso, pero pensando en los todos regímenes comunistas que ha habido caí en la cuenta de que en efecto, sus clases altas siempre tienen una situación envidiable.
Atendiendo al hecho de que se trata de un artículo y que evidentemente ha de estar simplñifcado, creo que te equivocas en el momento de plantear el retraso político de España. Sólo queda peor (y no demasiado) si la comparamos con Francia. Gran Bretaña tenía también un sufragio muy restringido la mayor parte del XIX. Alemania, ni te cuento.
La otra cuestión es la discusión sobre la industrialización. Carreras y Tafunell Història económica de España) plantean en alguna parte que hay estudios que explican que la no-industreialización de España fue una buena estrategia. Sencillamente llegamos tarde, y a en la seguna mitad del XIX era más lógico y rentable intercambiar productos agrários (muy demandados en el norte) que tratar de competir en indústria. por lo demás, una buena síntesis.
Excelente artículo. Qué poco han tardado en tratar de ensuciarlo los interesados en que todo siga como está.
El artículo me ha parecido interesante y muy bien escrito, pero vuelve a caer otra vez en ese manido tópico de que España ha tenido una historia peculiar, diferente, atrasada… en comparación con «el modelo europeo». En serio, ya me cansa esta modalidad de nacionalismo pesimista: para analizar la historia de España contemporánea no es necesario caer en idealizaciones de Francia y compañía. Sé que a muchos españoles les gusta sentirse especiales, pero un poquito de rigor histórico y análisis comparado no vendría mal.
La Revolución francesa y su posterior expansión por parte de Napoleón fue frenada tras la derrota de este, cuando se restaura el absolutismo en Europa (incluida Francia, país al que regresaron los Borbones) a raíz del Congreso de Viena (1814) Se formó la Santa Alianza (Prusia, Austria, Rusia) para defender el orden establecido. A ella se incorporarán también la «democrática» Gran Bretaña primero y Francia después en 1818. Evidentemente, el absolutismo ya no era exactamente igual que antes de la Revolución, pero lo que no se puede es hacer creer a la gente que en Francia hay una democracia perfecta desde 1789 porque no es así. Solo hay que revisar la historia del país vecino en el XIX y comprobar que no fue un camino de rosas: revoluciones en 1830, 1848, 1871 y la Comuna de París, etc.
«Lo malo es que todos los chollos se acaban algún día y a Isabel su chollo se le acabó en 1868. Ese año, con bastante retraso respecto al resto de la Europa occidental (Rusia y la Europa del este es otro mundo), los españoles quisimos ser modernos. Para empezar nos inventamos una revolución. Y la llamamos “La gloriosa”, que es un nombre con garra. Y casi con eso ya nos dimos por satisfechos…»
El liberalismo nace en España con la Constitución de 1812, que se deroga en 1814 con la vuelta de Fernando VII (en el contexto precisamente de la Restauración absolutista en Europa), y vuelve en 1820 con el golpe de Riego, que termina en 1823 con la restauración absolutista por la intervención de la Santa Alianza, por esa «modélica Europa democrática» que impuso de nuevo el absolutismo en la «atrasada y arcaica España». Precisamente fueron los Cien Mil Hijos de San Luis, un ejército francés, el que puso fin al Trienio liberal en España. Con la muerte de Fernando VII y la llegada al trono de Isabel II en 1833, se impone el liberalismo en España, a pesar de las guerras contra los carlistas que querían volver al absolutismo. No era un liberalismo perfecto, por supuesto, pero tampoco lo era el de Francia, Reino Unido y compañía. Había elecciones en todos estos países, aunque solo votaran unos pocos. Así que no, no «quisimos ser modernos» en 1868 por primera vez, ya había habido varios intentos antes. En España y en toda Europa.
«Nuestros vecinos, a la altura de 1869, ya estaban en plena revolución industrial, habían vivido tres oleadas revolucionarias, sin contar la revolución francesa, y tenían más que superado el Antiguo Régimen. Aquí aún estaba prácticamente todo por hacer, en lo político y en lo económico.»
La estructura política y jurídica del Antiguo Régimen fue desmantelada en España entre 1836 y 1841 a través de leyes que garantizaban la igualdad civil, libertad de comercio e industria, desamortización eclesiástica, abolición de señoríos y diezmo, etc. Al igual que el carlismo en España o el miguelismo en Portugal, en Francia también tuvieron que hacer frente al legitimismo, un movimiento monárquico borbónico antiliberal. En cuanto a la industrialización, Cataluña o el País Vasco eran unas zonas plenamente industrializadas en 1869, de las más pujantes de hecho a nivel europeo, sobre todo Barcelona, así que tampoco es que «quedara todo por hacer».
«Y tenemos un sufragio, sí, pero censitario. Un sufragio que es solo para los que tienen propiedades, para los ricos, que deja fuera a la mayoría de la población. Si en 1868 el pueblo pide el sufragio universal (nada nuevo, en media Europa ya lo han conseguido a la altura de 1848)»
¿Sufragio universal en media europa en 1848? Debo haberme perdido, o a lo mejor no se considera a las mujeres seres humanos con derecho a voto. El sufragio universal se instaura en España con la II República en 1931, con muy poca diferencia con respecto al Reino Unido (1928), a no tantos años de Alemania (1919) y antes que en Francia (1944) o Italia (1945). Como detalle, en EEUU, la «gran democracia del mundo», no se obtiene hasta 1965. Aquí la comparativa: es.wikipedia.org/wiki/Sufragio_universal#Cronolog.C3.ADa_del_sufragio_
La ruta hacia la modernidad política fue fruto en toda Europa de enfrentamientos civiles y revoluciones. Por este camino alcanzaron el liberalismo España, Francia, Portugal o Italia. Las similitudes fueron tan importantes como las divergencias: cada país se enfrentó, lógicamente, a problemas específicos, pero no únicos. Así que basta ya de excepcionalismos históricos. Como decía Juan Valera, España estaba dentro, no al margen, de Europa, y, aunque con señas propias, en esa dirección caminaba.
Sí. Desde luego, debía haber matizado «Sufragio universal (masculino)», pero es que hasta ya entrado el siglo XX nadie se plantea que las mujeres puedan votar, nadie excepto en la Revolución Francesa, con Condorcet y Olympe de Gouges y poco más (y por cierto, ya sabemos cómo acabaron…). Y sí, tenía que haber nombrado las Cortes de Cadiz, pero desgraciadamente las Cortes de Cádiz fueron un movimiento residual, en el que no participó ni afectó (ni casi se enteró de su existencia) la mayoría de la población española. En cambio en 1868 el pueblo sí que se moviliza, formando las «juntas revolucionarias», aunque luego Cánovas y Serrano, Prim y compañía lo primero que hicieron fue desmantelarlas, pues ya se sabe que las armas, al pueblo, hay que dárselas con cuentagotas y sólo si la situación es absolutamente desesperada. Y si no que se lo pregunten a Casares Quiroga.
Pero muchas gracias por tu contribución. Yo no puedo abarcarlo todo (ni debo pretenderlo) y comentarios como el tuyo (y tantos más) permiten profundizar en el tema, que siempre es bueno.
Gracias otra vez
Muchas gracias por tu respuesta. Como te he dicho antes, me ha gustado mucho el artículo. Aprecio el esfuerzo que ha supuesto su elaboración, al hacer un repaso histórico ameno y razonado de la historia de nuestro país en el siglo XIX .
Es simplemente que para explicar la implantación del liberalismo en España no es necesario recurrir a excepcionalidades o singularidades en el contexto europeo, porque en mayor o menor medida el liberalismo no fue perfecto en ningún país, ni siquiera en Francia o Inglaterra. Por ejemplo, en Inglaterra, primer país europeo que experimenta una revolución liberal y una industrialización, la aristrocacia mantuvo un papel destacado hasta la década de 1880, cuando en la Cámara de los Comunes los diputados procedentes de la industria o del comercio superaron por primera vez al de los nobles, que siguieron siendo mayoría en el gobierno hasta 1906. Por no hablar de la Cámara de los Lores… En Italia las tierras no fueron expropiadas y subastadas hasta 1860, y en Inglaterra o Prusia hubo que esperar hasta el siglo XX. En Francia, el legitimismo monárquico que, rechazaba los ideales de la Revolución de 1789, fue un movimiento muy extendido durante el XIX en la parte occidental y sur del país, con el apoyo de grandes sectores populares urbanos en ciudades como Marsella.
Sobre lo de las Cortes de Cádiz, puede que en 1812 fuera un movimiento algo elitista, pero muchos autores sostienen que desde el Trienio liberal (1820-1823) se extendió considerablemente a amplias capas de población, aglutinando al pequeño comercio, artesanos, trabajadores urbanos y al campesinado popular. Desde esos años en adelante, el poder municipal en determinadas ciudades, la Milicia Nacional, los círculos sociales (tabernas, cafés…), las sociedades secretas, la guerra carlista o la acción directa mediante motines y asonadas eran una clara muestra de que el liberalismo no se limitaba a una élite burguesa.
En cualquier caso, el debate e intercambio de ideas siempre resulta enriquecedor, que es de lo que se trata al fin y al cabo.
Sobre el sufragio masculino:
España lo consiguió en 1890, tras Grecia (1822), Francia (1848) y Suiza (1848), pero antes que el Imperio austrohúngaro (1907), los Países Bajos (1917), Bélgica (1919) y el Reino Unido (1918).
http://es.wikipedia.org/wiki/Sufragio_masculino
Te amplio un poco más. En Inglaterra, desde la gran reforma de 1867 y las siguientes de 1874, 1884 y 1885 el sufragio se amplia hasta cerca del 70 por cien de los varones (como curiosidad te diré que el personal de servicio no podía votar, por no tener casa propia, pero sobretodo porque se temía que se dejaran «influir» por sus señores). En Prusia y otros estados de la Confederación Germánica, lo mismo que en Austria y en el Piamonte y otros estados italianos se da en un primer momento ese derecho, aunque luego, cuando remita la oleada revolucionaria se anulen rápidamente las constituciones aprobadas bajo «la presión del pueblo». En realidad en casi todas partes se está peleando con mayor fuerza que en España, que no se pide realmente hasta el 68, pero, a parte de esto, dentro del sufragio censitario hay muchas posibilidades, no es lo mismo que vote y pueda ser elegida un 2 por cien de la población (masculina), que un 60 ó un 80 por ciento. De todas maneras este tema es muy complejo, y habría que ir mirando detalladamente caso por caso. Por ejemplo, de qué les sirve a los franceses ese teórico sufragio universal (tan peleado, 20 mil muertos en la represión posterior a la revolución del 48), si luego viene un dictador como Napoleón III?
Pero lo bueno de la historia es que siempre quedan preguntas por responder… (por lo menos, lo bueno para los que nos gusta la historia…).
Gracias por tus aportaciones.
Hola Javier.
Gracias por tu aportación, muy bien desarrollada y muy cierta. Yo, cuando hablo de reforma agraria, además de recoger una de las principales reivindicaciones de campesinos y campesinos de la época (como tú bien dices), trato de sintetizar los problemas del campo español de esa época, que son muchos y muy complejos. En este artículo no hablo de ello, sino de la política. El tema del latifundio es algo fundamental, como el del minifundio, la falta de mecanización agraria, la concentración de la propiedad y las tierras baldías… (hay un pueblo de Cadiz, cuyo nombre por desgracia ahora no recuerdo, que está estudiado que todo su término rural dependía de un único propietario, y encima, muchas de estas tierras estaban sin explotar). Aquí no hubo nada parecido a las «enclosure acts» inglesas, ni se desarrolló un flojo sobrante de población agraria que alimentara la posible industria. En todo eso estoy de acuerdo contigo.
En lo que disiento es en lo de «buena opinión del comunismo». No. Nada de eso. En otros artículos ya he expresado mi visión sobre el tema. Digo que en su momento me parecía una ideología muy útil y necesaria (y eso ya lo reconoció el mismo Jose Antonio Primo de Rivera, cuando dijo textualmente «no le quito el mérito que tiene, la situación de los obreros era entonces muy mala»). Otra cosa fue su evolución posterior. Incluso la iglesia, una institución que precisamente no era «progresista», trato de entender los problemas de los trabajadores y de actuar para remediar su situación (véase la encíclica de Rerum Novarum, del Papa León XIII, que inauguró el «catolicismo social»), si bien estas iniciativas cristianas no tuvieron gran acogida por parte de las clases acomodadas, que siempre prefirieron la línea dura, y a los hechos me remito. Por ejemplo: la matanza de trabajadores en 1888 en Riotinto. Una de tantas…
Hay dos tipos de comentaristas de artículos de JotDown:
– Los que intentan censurar al articulista: «No entiendo como una revista que se pretende seria, como JotDown, ceda su espacio a semejante bobada».
Los que intentan censurar al censurador: «Para una vez que alguien escribe algo tan genial en JotDown, ya vienen los trolls a ensuciarlo todo».
Libertad de expresión en estado puro, o sea.
Bueno, por lo que yo recordaba (y por lo que compruebo en la Wikipedia) poca ironía había en el «Que inventen ellos» de Unamuno…
http://es.wikipedia.org/wiki/%C2%A1Que_inventen_ellos!
Y yo que pensaba que esto era un articulo de actualidad!!
Como siempre digo, España ha llegado tarde a todo, y cuando llega lo hace «de aquella manera»
Bien, a día de hoy seguimos teniendo un rey preocupado de sus amantes, unos oligarcas preocupados por sus bolsillos y una ingente cantidad de gleba que no sabe si va o viene.
¡¡Estamos como estamos porque somos como somos!!
Un buen artículo. Se hecha de menos más sobre la Primera República y el cantonalismo pero comprendo que es imposible meterlo todo en un artículo como éste. De todas formas muy buen resumen.
El término politización me fascina. «Esto está politizado, aquello está politizado». ¿Acaso la política no está por todas partes? ¿Una visión a la historia de España sin darle éste «buen repaso» a nobles y burgueses, sin poner el énfasis en la ausencia de la gran mayoría en la participación política, no es también una visión politizada en favor de determinados intereses? Por favor. Si a uno no le gusta el artículo porque cojea de otra pierna, que no lo lea y ya está. O que lo lea críticamente y luego pase página, que es más sensato. Pero dejad de usar ya la palabra «politizado».
A mí me ha gustado, sin acritud.
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Wow, cuanta pasión por la historia. Algo que comparto pero desde la perspectiva del medievalista. Su articulo (y la progenie) me gusta pues el siglo XIX es apasionante y divertido. Sin embargo parte de un error de base que afecta no solo su posición sino la de la inmensa mayoría de los contemporáneistas. Desde el comienzo queda claro que construye su discurso sobre un vacío. Eso le lleva a manejar un paradigma insuficiente. La cultura de poder en Españistán está profundamente marcada por su modernidad colonial y su medievalidad antiislámica. El desarrollo defectuoso del capitalismo se debe en parte a que desde el principio se situó en la alianza entre el mercader y la monarquía (ese imperio único en la historia de la humanidad por su discontinuidad territorial y su alianza entre capital político y capital que decía Fernandez-Armesto y que es hijo legitimo de la reconquista). De ahí proviene ese veredicto de una España defectuoso que en realidad evidencia un analisis defectuoso (e impulsado por la historiografía anglo-francófona). La fortaleza (la miseria, corrupción, aislamiento, insensibilidad) de la cultura de poder aquí es fundamental a la hora de entender actitudes populares muy extendidas; unas feas (exaltación de la mediocridad, desconfianza crónica hacia el poder, fatalismo institucional) y otras más bonitas (una manera de socializar intensa, de atribuir igualdad al que nos encontramos por la calle, de disfrutar de la vida a las puertas del apocalipsis, si, si, la mantilla y la pandereta…). Para cuando la larga duración que todos en la academia celebramos pero que solo sirve para que los franceses hagan homenajes a sus annales? Saludos
Pues me da a mí que en gran parte la historia de España se explica en y por la «Historia Económica», que por cierto es la que hace que sean tan diferentes las historias e idiosincrasias de los distintos pueblos o regiones que la conforman.
Bueno, como se cita de pasada en el artículo, también tienen su importancia las fronteras, es decir, las influencias externas, sean estas por los Pirineos o sean, como en Andalucia, influencias inglesas que entran por el sur.
Es apasionante y da no ya para dos artículos sino para una enciclopedia. Vamos, que la virtualidad del artículo, desde mi punto de vista, no está tanto en lo que en él se dice sino en el tema que pone sobre la mesa y lo que nos obliga a repensar sobre esa parte de la historia. (Dicho lo cual me voy directamente a por la segunda parte.) Saludos.
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Yo leo el artículo y la mayoría de comentarios y se me cae el alma al suelo. »Como siempre digo, España ha llegado tarde a todo, y cuando llega lo hace “de aquella manera”»
En fin, el victimismo español llega hasta unos extremos ridículos. La historia de las otras naciones europeas es esencialmente igual que la española, con sus diferencias propias, pero ni España ha sido la »atrasada» de la clase ni el resto de Europa y EEUU han tenido una historia de oro. La intención de objetividad al escribir en la historia no viene mal, aunque es obvio que no puede lograrse. Pero al menos quitarse ya de encima esos topicazos sobre nuestra historia que casi apestan tanto como los de la historiografía nacionalcatólica.
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Buen artículo, pero una pequeña puntualización. Ni en España ni en ningún otro Estado se consiguió el sufragio universal hasta finales del s.XIX, principios del s. XX, ya que solo desde una perspectiva androcéntrica y deformada de la historia se puede considerar sufragio universal a un sufragio que excluía a las mujeres. Podría denominarlo sufragio universal masculino, pero jamás sufragio universal cuando se excluía a la mitad (o más de la población adulta), esto es, a las mujeres.
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