La Segunda Guerra Mundial causó según las estimaciones más conservadoras 36,5 millones de muertos solamente en Europa. Pero además provocó un daño incalculable al patrimonio histórico y artístico largamente acumulado en nuestro continente durante el paso de los siglos, generación tras generación y que, en apenas un instante, fue irremediablemente perdido. Esta destrucción —en ocasiones deliberada y en otras accidental— tuvo, como veremos, una considerable importancia como arma de propaganda.
Convertidos en motivo de orgullo para los lugareños y focos de peregrinación o turismo para los forasteros, las catedrales, museos, palacios, cascos históricos… ya sea por su valor artístico, antigüedad o acontecimientos históricos que cobijaron, adquieren un valor simbólico, un aura de sacralidad que los eleva a seña de identidad para la ciudad y el país que los alberga y son, en último término, un patrimonio de toda la humanidad. Nos fascinan por su belleza y porque representan la continuidad y la memoria, y como criaturas mortales que somos nada nos preocupa más. Hasta que llega una guerra y lo destruye todo.
El daño a monumentos de gran valor histórico o artístico durante un conflicto viene de lejos, pero según señala Nicola Lambourne en War damage in Western Europe fue tras la Guerra Franco-prusiana, durante la Conferencia de Bruselas de 1874, cuando se estableció por primera vez que en el bombardeo a posiciones enemigas se debía “respetar, en la medida de lo posible, iglesias y edificios utilizados para propósitos artísticos, científicos y caritativos”. Las Conferencias de la Haya de 1899 y 1907 añadieron el deber del sitiado de “señalar la presencia de dichos edificios o lugares distintivos visibles, que deberán ser notificados al enemigo de antemano”. Durante la Primera Guerra Mundial su aplicación no fue muy efectiva —con episodios como el bombardeo de la Catedral de Reims— así que en la Conferencia de Washington de 1922 se dictó la prohibición de todo ataque aéreo a objetivos no militares, rotundamente vulnerada en el bombardeo de Guernica de 1937. Este acto simbolizó el punto de inflexión del nuevo tipo de guerra que estaba a punto de sacudir al mundo…
La conquista de Europa
El 1 de septiembre de 1939 Alemania invade Polonia y da comienzo a la Segunda Guerra Mundial. Dado que su objetivo era adquirir nuevos territorios para su colonización por alemanes, no bastaba con derrotar a su ejército, había que arrasar todo lo que hubiera en ella. Esto lo convirtió en el país más castigado de todos los participantes en la guerra, al perder algo más del 16% de su población. Esta política deliberada y sistemática de aniquilación incluía borrar también su legado cultural, su huella arquitectónica. El 85% de la capital quedó convertida en escombros y en el conjunto del país el 43% de los monumentos resultaron destruidos. El Castillo Real de Varsovia, la Archicatedral de San Juan de finales del siglo XIV, la Iglesia de Santa Ana de mediados del siglo XV y el Palacio Staszic de comienzos del XIX, son algunos de los 782 monumentos polacos que desaparecieron. A los que hay que sumar aquellos que resultaron parcialmente dañados.
La posterior invasión de Europa Occidental por el ejército alemán fue, sin embargo, algo distinta. Su población no era eslava y por tanto racialmente inferior a ojos del Tercer Reich, e incluso en el caso de Francia existía cierta admiración, como luego veremos. Esto hizo que la ocupación resultara menos sangrienta y destructiva, con excepciones como los virulentos bombardeos sobre Róterdam. En algunos casos la conquista militar fue seguida de diversos historiadores del arte alemanes que resaltaban la influencia de su país en tales obras, lo que proporcionaba una justificación teórica a dicha apropiación. Por otra parte, la violencia desatada en Polonia supuso una clara advertencia de lo que el ejército alemán era capaz de hacer y capitales como París se declararon “ciudades abiertas”, es decir, ante la inevitabilidad de su invasión anunciaron que no mostrarían resistencia. También se supieron tomar medidas de protección: trasladar a lugares seguros las pinturas y objetos que pudieran ser transportables (tal como ocurrió en el Museo de Louvre); se retiraron las vidrieras de catedrales como la de Notre-Dame o Chartres; las estatuas más importantes fueron cubiertas de sacos de arena o de paredes de ladrillos; algunos edificios se rellenaron de tierra para minimizar el impacto de los bombardeos; se dispusieron contenedores de agua a su lado para sofocar incendios e incluso se pintaron sus tejados para disminuir su visibilidad a los aviones atacantes. Aun así en Francia 550 monumentos quedaron dañados en distinto grado. Entre ellos la Catedral de Reims, que fue alcanzada por las bombas por segunda vez, cuando apenas dos años antes habían concluido los trabajos de restauración de lo ocurrido en la Primera Guerra Mundial. Una vez conquistada la Europa continental ya solo quedaba Gran Bretaña.
Propaganda y guerra psicológica
Londres recibió su primer bombardeo a cargo de la Lutfwaffe la noche del 24 de junio de 1940, la RAF contraatacó poco después con un ataque aéreo sobre Hannover. Desde ese momento se inició un intercambio de golpes cada vez más brutales en los que inicialmente se buscó atacar objetivos militares y fábricas de armamento, pero acabó en el bombardeo sobre la población civil. Especialmente sobre los cascos históricos de las ciudades. De esa manera se pretendía minar la moral de la población, aunque el efecto —al menos inicialmente— resultó ser precisamente el de encorajinar a la población atacada.
La BBC informaba puntualmente con ese fin de los daños que eran infligidos a iglesias y monumentos, de esa manera además hacían creer al enemigo que el ataque no había afectado a objetivos militares. Mientras tanto, Churchill no desaprovechaba ocasión de visitar cada edificio histórico destruido —ya fuera la Casa de los Comunes, el Palacio de Buckingham o la Catedral de Coventry— para alentar el heroísmo y la épica ante los bombardeos, con declaraciones como “preferimos ver Londres en ruinas y cenizas que ser mansa y abyectamente esclavizados”. En Alemania, tras cada bombardeo se retiraban con prontitud los cascotes y en el caso de edificios de valor artístico e histórico hasta diciembre de 1942 fueron inmediatamente restaurados, como por ejemplo la Casa Alemana de la Ópera, reconstruida con gran celeridad para que pudiera celebrar su bicentenario. Pero a partir de ese año se hicieron frecuentes los bombardeos angloamericanos a gran escala y el Ministro de Propaganda del Reich, Joseph Goebbels, ante la imposibilidad de seguir minimizándolos, decidió imitar la estrategia inglesa. Para apelar al espíritu sacrificio e incrementar el sentimiento de agravio había que presentar los ataques aéreos como agresiones deliberadas a la cultura alemana, a su rico patrimonio artístico. Así lo explicaba con su elocuencia característica durante un discurso el 26 de junio de 1943:
«Cuando los terroríficos aviones británicos y americanos aparecen sobre los centros del arte alemán e italiano, transformando en menos de una hora en escombros y ceniza los monumentos culturales que ha costado siglos construir y crear… Hay mucho más en juego que el terror de la población civil. Esto es la furia del histórico complejo de inferioridad que busca destruir en nuestro lado aquello que el enemigo es incapaz de producir y nunca ha sido capaz de lograr en el pasado. (…) Cuando un aterrador piloto americano de 20 años puede destruir una pintura de Alberto Durero o Tiziano… cuando nunca él o sus millones de compatriotas han oído esos venerables nombres… Esta es la cínica batalla a sangre fría de los descendientes de Europa, advenedizos de otro continente que se vuelven contra sus ancestros por ser estos más ricos en su espíritu, profundidad artística, inventiva y creatividad, en lugar de orgullosos propietarios de rascacielos, coches y frigoríficos».
Sin embargo ese reproche a la carencia de sensibilidad cultural del enemigo no lo tenía en cuenta para su propio bando. En relación a ciudades británicas bombardeadas de gran valor histórico como Brighton, Hastings o Canterbury anotó en su diario: “Hitler comparte completamente mi opinión de que esos centros culturales, balnearios y ciudades deben ser atacados ahora; el efecto psicológico será mucho mayor”. Lo cierto es que la RAF no tenía un interés explícito en destruir monumentos históricos, entre otras cosas porque al lanzarse las bombas desde gran altura el perímetro sobre el que caían era de hasta 8 kilómetros, así que difícilmente podían buscar objetivos precisos. Sin embargo, sí que hubo una acción con la que se buscó agredir un símbolo nacional enemigo: se trató del bombardeo de los bosques de la Selva Negra en septiembre de 1940. Dada la importancia que tenía para el nacionalsocialismo el sentimiento telúrico de pertenencia a la tierra y fusión con la naturaleza (las excursiones campestres eran una constante para organizaciones como las Juventudes Hitlerianas) se pensó que lanzando bombas incendiarias sobre esos paisajes tan apreciados se desmoralizaría a los alemanes. Pero aparte de este pintoresco episodio, como decíamos los cascos históricos de las ciudades alemanas fueron los grandes afectados, y con ellos todos los edificios de gran valor que pudieran contener. En Würzburg el 90% de su parte antigua quedó arrasada, incluyendo su palacio barroco, un edificio de comienzos del siglo XVIII que Napoleón calificó como “la casa campestre más bella de Europa”.
En el bombardeo de Dresde, considerada la “Florencia del Barroco”, murieron unas 35.000 personas y se perdieron casi todos sus monumentos, como la Iglesia de Santa Sofía y la Iglesia de Nuestra Señora, del siglo XIV y XVIII respectivamente. También fueron duramente castigadas Nuremberg (de gran importancia simbólica por las concentraciones anuales del NSDAP), Hamburgo, Berlín (bombardeada en más de 200 ocasiones), Stuttgart, Colonia… en fin, prácticamente todas las grandes ciudades alemanas.
La reconquista de los Aliados
“Dentro de poco lucharemos en el continente europeo en batallas designadas a preservar nuestra civilización. Inevitablemente, en el camino de nuestro avance encontraremos monumentos históricos y centros culturales que simbolizan para el mundo todo aquello que luchamos por preservar. Es responsabilidad de cada comandante proteger y respetar esos símbolos tanto como sea posible”.
Así es como arengó a sus tropas el General Eisenhower el 26 de mayo de 1944, apenas unos días antes del Desembarco de Normandía. el célebre “Día D”. Se trataba de un objetivo loable, pero el problema en la práctica es que la Operación Overlord dio gran importancia al apoyo aéreo para facilitar el avance Aliado, lo que provocó grandes daños. Como en la ciudad francesa de Caen, donde el intenso bombardeo dejó en ruinas el 80% de la ciudad. Sin embargo, dos iglesias románicas lograron permanecer intactas. Hecho que los habitantes consideraron un milagro, al igual que en Colonia, donde su catedral sufrió daños pero se mantuvo en pie entre las ruinas circundantes. Curiosamente, cuando el azar sí llevaba a que las bombas destruyeran una iglesia —y según estamos viendo no fueron pocas— como en el caso de Coventry, entonces se interpretaba así: “la ciudad ardió toda la noche y su catedral ardió con ella, emblema de la eterna verdad de que cuando los hombres sufren, Dios sufre con ellos” en palabras de su preboste. Así que la intervención divina valía para explicar una cosa y la contraria.
El avance Aliado en cualquier caso era imparable y se aproximaba a París. Como decíamos al comienzo, había logrado mantenerse intacta al declararse ciudad abierta. En cuanto fue ocupada el propio Hitler acudió a visitar sus lugares más representativos y —según el testimonio recogido por Albert Speer— dijo al terminar el día: “¿No es París hermoso? Pues Berlín tiene que ser mucho más hermoso. He reflexionado con frecuencia sobre si París debería ser destruido, pero París será únicamente una sombra cuando hayamos terminado Berlín. ¿Para qué destruirlo entonces?”. Una opción que estuvo a punto de hacerse realidad en los momentos previos a su liberación, cuando el gobernador militar Dietrich von Choltitz recibió la orden de Hitler de destruir París en la retirada del ejército alemán y decidió desobedecerla. Un episodio de la guerra reflejado en el clásico ¿Arde París? (René Clément, 1966).
Respecto al Frente Oriental en el que estaba implicada la Unión Soviética, aunque en pérdidas humanas fue sin duda el más importante, en el aspecto que nos ocupa es menos significativo en comparación. Cabe destacar la iglesia Spas Nereditsky en Novgorod, del siglo XII, o el monasterio de Monasterio de Nueva Jerusalén, erigido en el siglo XVII en Istra. Por último, en el otro frente occidental, en Italia, dada la ingente cantidad de reliquias arqueológicas y monumentos de los que goza este país, era imposible guerrear sin romper nada. Aun así, el daño finalmente fue bastante limitado. Roma se declaró ciudad abierta para evitar cualquier destrozo. Lo más significativo fue el daño a los restos arqueológicos de Pompeya, la iglesia de San Lorenzo fuori le Mura del siglo XIV en las afueras de Roma, los puentes de Florencia dinamitados por las tropas alemanas en retirada y —quizá el más grave de todos ellos— el bombardeo del monasterio de Montecassino, donde se atrincheraron tropas alemanas y fue intensamente atacado durante tres días hasta quedar completamente arrasado. Con esto, damos por concluido este breve repaso a un conflicto del que lo peor fue, naturalmente, la desorbitada cifra de vidas humanas que se perdieron. Aunque tampoco está de más recordar este otro aspecto que hemos esbozado en este artículo, en un continente con tan extraordinaria riqueza histórica y cultural. Que tan frágil resulta ser.
Pingback: La destrucción del legado cultural europeo en la WWII
Muy buen post.
Una lástima las guerras y sus consecuencias
Dos puntualizaciones: la Catedral de Colonia fue dejada deliberadamente casi intacta, ya que servía como excelente punto de referencia en una zona densamente poblada de Alemania.
La segunda puntualización es que en el relato de Monte Cassino, lo cierto es que el primer bombardeo aliado precede a la ocupación alemana de las ya ruinas, según la mayoría de fuentes históricas. El mariscal Kesselring se había ofrecido a declararlo zona abierta (Kesselring era católico), pero los americanos se negaron a creer que los alemanes desaprovecharan la oportunidad de usar su excelente posicionamiento estratégico y lo bombardearon. Destruido ya el monasterio, no había motivo para no usar las ruinas para la defensa. No deja de ser significativo que los que lograran al final tomar la posición para los aliados fueran también católicos (los polacos).
En el artículo no se dice lo contrario, respecto a la catedral de Colonia. Que, por cierto, se llevó setenta impactos, así que lo de «deliberadamente casi intacta» es bastante relativo.
La dejaron en pie para usarla de referencia para los bombardeos. Es tan sencillo como eso.
Algun pepino le cayó encima o cerca porque al precisión no estaba muy conseguida precisamente.
Y sin embargo, el centro de documentación nazi que estaba en Colonia no recibió ningún «pepino»
Y gracias a eso muchos historiadores podemos enseñar al mundo todo lo que paso. Sin archivo muchas cosas que hoy en día sabes ni se conocerían.
Al contrario de lo que se ha dicho, la catedral de Colonia quedó «intacta» por pura casualidad. En aquella época el grado de precisión de los bombardeos era bajo, de ahí que no se pudiese atacar o salvar un edificio concreto mediante una descarga de bombas. La técnica empleada por el Bomber Commander británico (que bombardeaba por la noche) consistía en sembrar de bombas a discreción una amplia zona de la ciudad delimitada previamente mediante bengalas, lanzadas estas justo antes de la llegada de los bombarderos. Generalmente se atacaba con bombas incendiarias el centro histórico de las ciudades, pues al contar con más madera en sus estructuras ardía mejor.
El tonelaje debombas explosivas e incendiarias empleadas en estos bombardeos era inmenso. La catedral de Colonia -igual que tros edificios históricos en otras ciudades- si se salvó fue por azar, pues, entre otras cosas, la trayectoria de una bomba dejada caer desde varios kilómetros de altura y desde un avión que se deplaza hacia delante a gran velocidad, es al fin impredecible con precisión, pudiendo desviarse varios kilómtros en función del viento que sople o de si es lanzada unas décimas de segundo más tarde de lo que corresponde.
Una buena fuente de información sobre este tema, a pesar de su lamentable traducción al español, es «El incendio. Alemania bajo los bombardeos 1940-1945», del historiador alemán Jörg Friedrich.
Un saludo.
Muy bueno. Te felicito
hostia, que bien ! se destruyen viejos edificos y asi podemos construir supermercados, macrocentros de diversion, parques tematicos, con zonas asfaltadas para aparcamientos! cojonudisisimo! y eso trae muchos puestos de trabajo!!
y nisiquiera hace falta una guerra para eso! en Sevilla la plaza del duque estaba hace 40 años circundada por palacios, hoy día sin embargo no queda ni uno, aún así se puede gozar de un maravilloso corte inglés cúbico. Por no hablar también del anfiteatro de Itálica, otrora uno de los mayores y mejor conservados del imperio romano, que utilizaran de cantera para construir diques para las crecidas del Guadalquivir, «desmontandolo» a dinamitazo limpio
Otro caso curioso es el del Monasterio de Montecassino, que fue reducido literalmente a cenizas, y de forma completamente innecesaria.
Muy buen post!
Es interesante que empieza con una foto de Churchill en Coventry. En los años 50 me dijeron que decidió hacer nada para defender la ciudad ni avisar al poblado del bombardeo esperado, para no dar una pista a los alemanes que sus códigos ya habían descifrado. Soy (o fue) arqueólogo, pero pienso que en las guerras perdemos mas que el patrimonio.
Dispones de mas imagenes de los edificios destruidos i que no existen actualment? Me parecen una imagenes muy bonitas i que debemos recordar.
Muy buen articulo.
Pingback: Segunda Guerra Mundial: Destrucción de la cultura – El monitor 1867
Pingback: Jot Down Cultural Magazine – Cómo era la vida en los monasterios medievales
Inexplicable la capacidad del hombre para crear y destruir arte,historia,cultura…..
Pingback: FOTOTECA – Legislacióndelpatrimonio
toda la humanidad pierde tantisimas obras dev arte hechas desde hace siglos y hoy imposibles de hacer. muchisima pena me da.
Pingback: Así se protegió el patrimonio de Roma durante la 2 Guerra Mundial – Palmira sin Zenobia
Excelente post lo que andaba buscando. Saludos desde la tensa pandemia. De Chile.
Pingback: Cuando el patrimonio cultural es víctima de la guerra - EcuadorToday %
Los nazis fueron unos asesinos sanguinarios, auténtica escoria humana, un peligro para la Humanidad, pero una cosa no quita la otra.Los bombardeos de Dresde fueron un crimen de guerra.
Pingback: Drama de los Años 40 y 50 – De serie B