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Juan Gómez-Jurado: «Los márgenes de beneficio de la industria cultural no son justos para el creador»

Juan Gómez Jurado para Jot Down 1

Quedamos con Juan Gómez-Jurado (1977, Madrid) para intentar averiguar cuál es la fórmula del éxito, cómo lo ha logrado, cómo ha conseguido conectar de la forma en que lo ha hecho con el gran público y con la crítica, cosechando premios como periodista y como escritor. Sus libros han sido traducidos a más de 40 idiomas. Acaba de publicar La leyenda del ladrón (Planeta, 2012) después de cuatro años documentándose y trabajando en ella. Un hombre que asegura no tomarse muy en serio a sí mismo y sí lo que hace. De un sentido del humor sutil, muy cercano; lo vamos descubriendo mientras caminamos, ya de madrugada, por las calles de Sevilla.

Hace pocos días Michel Houellebecq decía en Página 2 que para ganarse la vida escribiendo hay que tener cierto nivel de fama. ¿Hasta qué punto compartes esa opinión?

En absoluto la comparto. Creo que para ganarse la vida escribiendo lo que hay que hacer es saber escribir bien, para empezar; ser capaz de contar historias que lleguen al corazón de las personas. De una forma o de otra, con propuestas más o menos válidas. Se puede conquistar el mercado desde el más absoluto anonimato. Estoy pensando, por ejemplo, en Cincuenta sombras de Grey, de E. L. James, que es una trilogía que a mí me parece bastante mala, pero que ha conseguido lo que nadie había conseguido antes de ella. Y desde el anonimato. Creo que la fama no es lo que tiene que definir a un escritor, creo que es algo que acaba llegando si eres capaz de demostrar que tienes unas ciertas capacidades. Además, es un accidente incómodo.

Eres de los primeros escritores que, a partir de estrategias propias tanto a nivel comercial como de marketing y sin apenas ayuda de las grandes editoriales, ha conseguido establecer su marca en un sector tan competitivo y saturado como el del libro. ¿Este éxito es consecuencia de una planificación meditada?

Yo he reaccionado a veces por impulsos, como el popular #1libro1euro, que surgió de un pronto. Estos impulsos son reacciones a un contexto que lleva mucho tiempo preocupándome. Ante un statu quo de sinsentido constante ―en este país, y por lo que respecta a derechos de autor, dura ya casi una década― un día saltas. Eso es lo que me ocurrió a mí. Es una reacción inevitable. Y, luego, el famoso artículo La piratería no existe llegó hasta el Consejo de Ministros.

Como en el caso de Lorenzo Silva, reciente premio Planeta que hace poco publicó una novela mediante crowdfunding, la gran editorial apuesta por autores que tienen detrás una gran comunidad. Parece que el gran dinosaurio se ha decidido a evolucionar y de forma rápida.

No creo que se hayan decidido a evolucionar aún, lo que creo es que están empezando a dar los primeros pasos en la dirección correcta. Además, una comunidad no justifica a un escritor. A un escritor lo único que lo justifica es su obra.

Estamos hablando del pensamiento editorial, de ganar dinero…

Hay un hartazgo en parte de nuestros clientes por cierta forma de hacer las cosas; algo ante lo que por fin el sector editorial está reaccionando. He hablado de esto en muchas ocasiones. Los directivos de grandes editoriales se encuentran muchas veces con que son capaces de ver el toro, que son capaces de sentir el toro, ver sus pisadas en la arena, e incluso de darse cuenta de que tienen el capote en las manos, pero lo que no está claro todavía, lo que no saben aún, es cómo torearlo. No me gustan los toros, de paso. Pero el símil vale.

En tu opinión, aún no hay masa crítica para la autoedición a gran escala; sin embargo, tienes la comunidad y la marca y además tienes a Amazon. ¿Es un problema de vértigo?

En absoluto. Es un problema de sentido común y de realismo. Es decir, ¿es posible que un escritor se autoedite en nuestro país? Completamente posible. ¿Es posible que todos los escritores se autoediten en nuestro país? Eso es inviable. Porque no todos tenemos la misma edad, ni las mismas inquietudes, ni las mismas capacidades para llegar al público en la forma en que el público lo está demandando actualmente. Por eso, durante mucho tiempo aún, tendrán que seguir existiendo las editoriales para realizar ese trabajo que aún muchos escritores no saben hacer. Quiero decir, yo no soy mejor escritor por el hecho de ser capaz de llegar a mucha gente a través de las redes sociales. Eso es una herramienta, que es útil, que a mí me permite hacer algo muy en sintonía con mi forma de ser; me gusta la gente y me gusta estar en contacto permanente con ella. Ahora bien, esto no me hace ser mejor autor, no me justifica como escritor. En el momento en que haya un parque de libros electrónicos suficiente en nuestro país, en el momento en que haya una cultura suficiente de compradores de libros electrónicos, en ese momento, digo, un escritor profesional, un escritor como yo, que tiene que pagar la factura de gas, el teléfono, que vive de lo que escribe, podrá decir “mi próxima novela se va a publicar ya de esta forma”. Mientras esto ocurre, podemos jugar a ir introduciendo esos elementos. Esa es la responsabilidad del escritor. En cierto sentido tenemos que hacer avanzar la tecnología, las formas de llegar a la gente, para garantizar que el día de mañana nuestro público va a seguir ahí. Los que vemos cómo van a trascurrir las cosas en el futuro somos los que tenemos la responsabilidad de preparar ese futuro, de hacer que llegue, y que cuando lo haga no sea de forma en que la gran industria le gustaría, sino de la forma que sea más justa para los intereses de todos.

Para defender tus ideas sobre los derechos de autor en el tiempo, y más con el éxito que tienes, es indispensable ser honesto. Ahora que estás en la liga de los grandes intereses, cada mensaje que escribes en Twitter puede afectar de manera directa a tu economía y prestigio. ¿Has pensado sobre ello?

Twitter es una herramienta fantástica, pero también es muy peligrosa. Es muy vibrante y a la vez es muy caliente. Es posible que te enciendas por un determinado tema que en un momento dado está en boca de todo el mundo, tomes una posición, y al día siguiente te des cuenta de que lo que has dicho se podía haber matizado, haberlo dicho tal vez de otra forma, o percibas que hay más aristas de las que fuiste capaz de ver en un principio. A veces yo me he equivocado —sintiéndome luego como un gilipollas—, y cuando lo he hecho tampoco me han dolido prendas en reconocerlo. Por eso digo que todo esto, con mesura y con calma. Al cabo del tiempo te puedes dar cuenta, a mí me ha pasado, de que un determinado tema era más complejo visto desde otros ángulos.

En muchos casos el circo mediático de los grandes premios literarios es como la lucha libre: los organizadores y adláteres saben quién gana de forma anticipada. Ahora que te ha llegado la fama y publicas en la editorial Planeta, ¿aceptarás formar parte de ese teatro?

Los premios son como los Reyes Magos: todos sabemos que es un juego, nos lo creemos solo el 6 de enero. No podemos vivir el resto del año pensando que van a venir unos señores a dejarnos un regalo… Quiero decir que aceptaría el premio Planeta, claro que sí, no me dolería en absoluto.

¿Y como jurado?

Eso ya me costaría más… Sería asumir formar parte de un juego que todo el mundo sabe que no es exactamente tal y como nos lo cuentan.

Tus columnas de opinión en ALT1040 suelen generar polémica —y eso que has subido pocas—, animas a la gente contra el voto útil, hablas sobre la decadencia de El País o pones en evidencia a Juan Manuel de Prada. ¿Por qué una cabecera como esta para tus artículos? ¿No es incómodo para los medios donde deberían estar tus textos?

He escrito columnas para El Mundo, para el ABC, medios con cuya línea editorial no me identifico, pero no he dicho nunca nada con lo que no estuviera completamente de acuerdo. Creo que cada mensaje, o cada idea que quieres expresar, tiene que encontrar el mejor medio para que se difunda de la mejor manera posible, siempre y cuando no se venda al sistema. Es decir, yo he tenido grandes peleas desde que soy columnista en medios de comunicación con los directivos de los periódicos, no les gustaba lo que yo estaba diciendo. De hecho, la pregunta es muy pertinente (y esto no lo sabe nadie); el famoso artículo de La piratería no existe se iba a publicar en La voz de Galicia. Lo escribí, se metió en página, estaba ya a punto de salir impreso, y entonces pasó por la mesa del editor, leyó el título, se lo leyó entero, y me dijeron que tal y como estaba escrito no podía pasar, que ellos no podían defender lo que yo estaba diciendo ahí. Siempre le había dicho al director adjunto de La voz que no iba a cambiar nada. Que era o como iba, como se lo hacía llegar, o a la basura, sin medias tintas. Actuar así me ha permitido tener el respeto de los directivos. Ellos saben que no soy un tipo de columnista al que se le pueda decir “mañana tienes que escribir esto”, “¿pero a favor o en contra?”. Hablo de ese columnista de base, que escribe lo que se le pida en un momento dado. Eso no va conmigo. ¿Resultado? Ese artículo no se publicó y yo, que tenía el texto quemándome en las manos, como no tengo blog se lo pasé a Eduardo Arcos. A él le gustó mucho el texto, lo publicó tal cual. La repercusión que tuvo después ya es más que conocida: se leyó parte en voz alta en el Senado, llegó al Consejo de Ministros, aquel último del gobierno de Zapatero en el que el ministro José Blanco le dijo al presidente que jamás se podría aprobar la Ley Sinde porque la gente estaba en contra, esgrimiendo argumentos que leyó directamente del artículo.

Juan Gómez Jurado para Jot Down 2

Cuando publicaste ese artículo, ¿estabas pensando en los márgenes de las distribuidoras a la hora de titular el artículo?

La pregunta es jodida, más que nada por la cantidad de amigos que tengo dentro de la industria. Igual que se lo digo a ellos te voy a responder. Considero que los márgenes de beneficio de la industria cultural en su conjunto no son nada justos para el escritor o creador. Es decir, no es muy razonable que en un libro o en un disco la editorial o discográfica se lleve siete euros por cada euro que se lleva el escritor.

Y la distribuidora, que suele ser diferente y se lleva un margen importante también.

Muchas veces la gente te dice: “Tú has vendido x libros en el mundo, tienes que ser millonario”. Entonces, les explicas, “no, mira, las cosas no son exactamente así; por libro en papel es un 10% del PVP (precio de venta al público) sin IVA y de ahí el 10% va destinado a mi agente. Lo cual quiere decir que la editorial, sobre esos 22 euros que cuesta el libro se lleva más o menos siete euros de beneficio; hay que tener también en cuenta a la distribuidora. Este sistema de distribución no demasiado justo —o asimétrico, mejor— está justificado desde la industria por el hecho de que ellos hacen toda la inversión. Sin embargo, cada día que pasa empieza a entenderse más el esfuerzo del escritor, del creador, ya no solo para llevar a cabo el proyecto, sino para involucrarse en su promoción. Con lo cual, día tras día, empiezan a cuestionarse los números que se mantienen actualmente. De hecho, la gran negociación, la gran batalla del libro electrónico en todos los países, es que se cambien estos números. Ahora en e-book las grandes editoriales ofrecen el 25%, y los agentes están luchando para que se llegue al 50%. Eso dejaría al autor con la parte más grande del beneficio, lo cual tiene bastante sentido, a la editorial con un beneficio más pequeño, de en torno al 20%, y al gran distribuidor, es decir, Apple o Amazon, con un 30% de las ganancias por poner el sistema en marcha. Obviamente, la gran industria esto no lo mira con buenos ojos; será el caballo de batalla de los próximos años.

Tras la publicación de La leyenda del ladrón parte de tu propia comunidad —estamos pensando, por ejemplo, en Kindleman— te acusó de haberte pasado al lado oscuro. Sin embargo, conseguiste que se abriese un debate del que nuevamente saliste fortalecido. ¿Cómo fue la historia Luke?

Tengo el principio de que cualquier opinión que sea interesante es susceptible de ser compartida con los demás, y me explico: si alguien me escribe por Twitter diciéndome “me ha encantado tu novela, he disfrutado al máximo con los personajes, he vibrado con cada una de las situaciones…”, es normal que yo lo retuitee, porque me gusta (aunque es cierto que no lo hago con todos; siempre tienes que cortarte un poco; de otra manera las redes se convertirían en una autofelación continua).

Ahora bien, esto no es solo para lo positivo. Cuando Kindleman dijo que no está de acuerdo en absoluto con el precio al que la editorial había sacado La leyenda del ladrón, en un post incendiario, exponiendo los motivos por los que no estaba de acuerdo, me pareció interesante y lo retuiteé a pesar, ya digo, de no estar de acuerdo con él, con su manera de plantear las cosas. Así que a mi vez le dije eso en los comentarios de ese post y le expliqué que, en primer lugar, no me había pasado a la gran editorial, llevo toda mi carrera trabajando con editoriales comerciales, que mucha gente crea que soy un autor autopublicado es un error (antes de estar con Planeta estuve con Plaza y Janés, que es la segunda editorial más grande de este país). Lo que ocurre es que he tenido la inmensa fortuna de poder conservar los derechos digitales de mis obras, simplemente porque cuando firmé mis contratos anteriores había un vacío legal que me permitía conservarlos. Dentro de este marco yo pude —tuve esa posibilidad— ser el primero que se atrevió a jugar con los precios de las novelas y así poder demostrar que había otras formas de hacer las cosas.

Pero con la última no te iban a dejar firmar eso.

Obviamente, en el caso de mi última novela, no podía ser. Tenía que escoger: o la publicaba por cuenta propia y me la jugaba, o accedía a jugar al juego de las editoriales desde dentro, publicaría en papel y los derechos digitales los tendrían también ellos, pero pidiéndoles que los precios se ajustaran a la forma en que yo veía las cosas. Esto provocó un debate interno en Planeta asombroso. Aquellos ejecutivos de la editorial que estaban de acuerdo conmigo, cuyos nombres no puedo citar, se plantaron en los grandes despachos para decir “por qué no probamos a hacer las cosas de otra forma”. Y la respuesta fue un “sí, pero no”. Es decir, los libros, antes de La leyenda del ladrón, se estaban publicando a 13 euros como precio de salida. Estamos hablando de los grandes lanzamientos. Así que un megalanzamiento como este tenía que haber salido a un precio mucho más caro que los 9,49 a los que conseguimos que saliera. Todo hay que verlo en perspectiva. A partir de esto, los libros comenzaron a publicarse a otro precio, bastante más bajo. Fue, digamos, la raya en el suelo. Piensa, por ejemplo, en el último libro de Ken Follet: lo han publicado a 17,90 euros en Plaza y Janés en digital. Es un sinsentido absoluto, una invitación a que cualquier persona que vea el título del libro lo busque en Google y tenga una copia en un par de minutos, sin pagar ese dinero. Es decir, justo en sentido contrario a por donde queremos ir.

Voy a hacer un inciso aquí para contar cómo terminó esta historia. Y acabó con que, debido a haber abierto aquel debate, Kindleman, que tuvo una actitud muy noble, se dio cuenta de que las cosas no eran tan extremas como él había pensado en un principio, que había más ángulos desde donde poder ver toda esta historia. Todo no es blanco o negro, el hecho de que tú estés intentando empujar la industria hacia un determinado sitio no quiere decir que te tengas que inmolar en una gran bola de fuego para conseguir avances. Detrás de una idea está la persona que la enarbola y que tiene que intentar vivir dentro del sistema. Así que él cambió de opinión y, sorprendentemente, la gente apoyó lo que yo había hecho e, incluso, en los foros de Internet donde se cuelgan novelas piratas, se llegó a pedir por favor que no se colgase mi novela, al menos durante un tiempo (algo en lo que yo también tuve que ver). El resultado es que en estos momentos hemos generado un debate que trasmite un mensaje que está empezando a calar dentro de las mentes que son capaces de cambiar la industria editorial de este país.

Asististe a la gala de los premios Planeta, donde como todos sabemos ganó Lorenzo Silva y “Mara noséquién¿Qué te parecen las estrategias de marketing de Lucía Extebarria? ¿Son como las tuyas?

Voy a contarte algo que muy poca gente sabe. En esa mesa estábamos sentados Mara Torres, su novio, un servidor ―por orden en la mesa―, Marc Rocamora, responsable de edición de Planeta, María Teresa Campos, y Lucía Etxebarria. Todos se habían presentado antes de sentarse. Por tanto, si Lucía Etxebarría lo hizo a propósito o no, lo dejamos al criterio del lector, que es muy inteligente. Solo voy a decir que el troleo como herramienta de marketing no me parece la forma más honesta de presentarse uno mismo.

¿Incluirías a Pérez-Reverte y su columna de los domingos en el semanario del ABC?

Arturo es un genio. Es una de las principales plumas de este país, un grandísimo escritor, un gran periodista y una persona que ha construido un personaje que a mí me parece honesto. Es decir, un personaje en el que él mismo se ha acabado convirtiendo porque, como decía Oscar Wilde, “cuando llevas mucho tiempo puesta una máscara, la máscara acaba convirtiéndose en la cara”. Arturo no ha cambiado de forma de pensar desde que es Arturo. Entonces, entiendo que eso es una forma honesta de trolear. No lo hace por llamar la atención, sino porque él es así.

¿No hay cierto complejo entre los intelectuales y críticos literarios que impide que novelas como El emblema del traidor o La sombra del viento tengan el reconocimiento que se merecen entre la crítica? ¿Compartes esa sensación o es causa del cainismo ibérico al que tú te referías hace poco?

Te voy a poner un ejemplo con mi primera novela. Cuando se publicó en Estados Unidos Espía de Dios una de las primeras críticas que me llegaron fue una del Kirkus Reviews, que es una revista centenaria muy dura con la literatura mainstream, en la que el crítico venia a decir que ojalá se me cayesen las manos para que dejara de escribir. Al día siguiente me llegó una de USA Today en la que decía, textualmente, “una novela brillantemente escrita que marca un nuevo estándar de oro para los thrillers”. ¿Con cuál de las dos te quedas? ¿Eres un inútil o eres un genio? Evidentemente, ambas estaban equivocadas. Cada escritor tiene que ser consciente de lo que él hace y de lo que él quiere hacer, de a lo que él aspira y de a lo que él puede aspirar.

¿A qué aspiras tú?

He comentado en otras entrevistas que jamás sería capaz de escribir una novela como El mal de Montano, de Enrique Vila-Matas, que es una obra maestra, o no podría escribir tampoco Tu rostro mañana. Al mismo tiempo dudo bastante de que Vila-Matas o Javier Marías pudiesen escribir La leyenda del ladrón. Esto ―el no tener la capacidad de llegar al gran público o de ser más entretenidos o divertidos― no les hace a ellos menos escritores, ni me hace a mí menos digno por no ser capaz de escribir algo que está completamente fuera de mis intereses y capacidades.

Uno de los grandes problemas de España es que la gente se toma demasiado en serio a sí misma y muy poco en serio lo que hace, cuando debería ser al revés. Cuando abordo una novela la abordo con total honestidad y me esfuerzo al máximo, me dejo la piel en cada página, intento que cada novela que hago sea la mejor novela que puedo escribir en ese momento; por eso soy consciente de que La leyenda del ladrón es mucho mejor que mis anteriores novelas. He procurado que el músculo que he ido desarrollando como escritor me permita llegar cada vez más lejos. Si en lo único que yo pensase fuese en ganar dinero, cuando terminé El emblema del traidor en 2008 hubiese inmediatamente publicado otra en 2009, con el mismo esquema argumental de thriller, etc. Cuando se me ocurre la historia de La leyenda del ladrón me doy cuenta de que era una idea muy grande a la que yo como escritor no podía hacer justicia en ese momento. Por eso he tardado cuatro años en escribirla, he sudado cada página, reescrito, vuelto a reescribir, intentando hacer lo mejor de lo que yo era capaz.

No estoy de acuerdo con que la crítica lo haya recibido de una forma mala. Es más, las críticas de la novela han sido muy buenas porque me parece que la crítica literaria de este país ha cambiado muchísimo en los últimos tres años. De repente los críticos empiezan a ser más honestos con las cosas que hacen o escriben y se dan cuenta de que una novela como las que yo hago, cuyo principal propósito es entretener, no puede ser juzgada con los mismos baremos que una novela que está destinada a expandir los límites del lenguaje y de la literatura como puede ser una novela de Enrique Vila-Matas.

Juan Gómez Jurado para Jot Down 3

Amazon es el origen del verdadero cambio en el sector y aunque hubo muchos intentos de ponerle puertas al campo, ya está aquí para quedarse. ¿Qué beneficios aporta Amazon al mercado editorial? ¿Y a los lectores?

Amazon tiene sus cosas buenas y sus cosas malas. Dentro de las cosas buenas está el que por primera vez en quinientos años se han aportado al autor las herramientas para que sea capaz de sobrevivir por sí mismo, de crear una obra, publicarla y vivir de ella sin necesidad de intermediarios. Y lo ha hecho de una forma que no solo ha defendido la dignidad del escritor, sino que ha creado millonarios de la nada, como es el caso de Amanda Hopkins, o como es el caso de E.L. James o John Locke, gente que nació al calor de la autopublicación y que ha logrado crearse un nombre y un público gracias a las posibilidades que ofrecía el nuevo sistema. Esa es la parte buena (le podemos añadir que, al cuestionar cómo se estaban haciendo las cosas obliga al sistema a evolucionar; es decir, las jirafas que mutaron desarrollando un cuello más largo podían comer más hojas de acacias que las que no).

La parte mala de Amazon es que, obviamente, todo esto está afectando a muchos pequeños libreros que dentro de 15 o 20 años no van a ser capaces de sobrevivir porque el monstruo se los va a comer; lo cual es muy criticable también. Nosotros podemos defender el nuevo sistema, pero vamos a obligar a estas pequeñas empresas a reinventarse. En ese proceso de cambio va a haber gente que se quede por el camino, vidas que van a ser arruinadas por este cambio. Es hacia donde vamos, no queda otro remedio. Así que podemos defender el cambio, pero con responsabilidad, con la responsabilidad de conocer todo lo que este cambio implica.

¿Cuál es tu relación con Amazon?

No demasiada, la verdad. Tengo contacto con los directivos de Amazon en España y he conocido a los directivos de Amazon Europa, y a los responsables de la plataforma Kindle en el mundo a través de entrevistas, etc, y he compartido con ellos ideas. Ha sido muy constructivo. Ellos saben muy bien quiénes son y saben muy bien cuál va a ser el papel que van a jugar; saben también que para mucha gente son el gran ogro, en este teatro de máscaras ellos han tenido que asumir el papel del polichinela, aquel que cambia las reglas de juego (no sé si conoces la comedia del arte; el polichinela es como el Joker de Nolan, está ahí para que todo cambie); ellos no son ni malos ni buenos, es el papel que les ha tocado interpretar en este drama.

En tu primera novela, Espía de Dios, fuiste criticado por narrar la historia en un contexto de conspiraciones e intrigas vaticanas. Como en muchas ocasiones parece que la realidad supera a la ficción. ¿Qué información manejaste al respecto? ¿Intuición? ¿Investigación?

Espía de Dios es una novela escrita desde las tripas. La escribí teniendo un trabajo honrado (a tiempo completo, me refiero), con lo cual la tuve que hacer en ese poquito tiempo que tenía libre, que me dejaba mi vida. Probablemente, si la hubiera escrito hoy, hubiera hecho una novela más complicada; ahora creo que me quedó bastante corta. Lo que sí hice fue una ardua investigación sobre la problemática de los abusos sexuales en el contexto de la Iglesia católica, muy especialmente en Estados Unidos, que es donde el antagonista desarrolla su historia personal, la que le lleva a cometer los crímenes que comete. Era una información que estaba ahí, que nosotros no la conocíamos porque en este país, durante muchas décadas, todo lo que sonase a pederastia en el seno de la Iglesia católica no tenía un hueco en las páginas de los periódicos. Por eso fue una novela que llamó bastante la atención; por una razón muy sencilla: incluso aquellos que la criticaban no podían enarbolar ningún argumento contra los fríos datos. Su argumento era “hay cosas que sería mejor que no se conociesen porque manchan el nombre de la Iglesia católica”. No podían decir “ese tipo de cosas no se produjeron”.

Las mujeres son siempre protagonistas en tus novelas y a través de ellas reivindicas a la mujer luchadora, trabajadora e inteligente. Paola, Andrea, Alys, Clara… ¿Quién te inspira los personajes femeninos? ¿Con cuál de los cuatro te quedarías?

He vivido siempre rodeado de mujeres fuertes, mujeres que han sido capaces de llegar muy lejos con muy poco. Mi madre, que hoy tiene 83 años, apenas puede leer bien, escribe con faltas de ortografía, es la persona que me crió. Yo nací en este contexto. Ella no creía en la magia de los libros, muy al contrario que mi padre, que era una persona para quien la imaginación era lo más importante (es la persona que más me ha influido en mi vida). Digo todo esto porque mi madre, con muy poco, consiguió hacer mucho, teníamos muy poco dinero, mi familia era muy humilde, y ella era capaz de sacarle partido al presupuesto día a día. Ríete tú de los ministros de economía y de Paul Krugman y Cristóbal Montoro. Esa voluntad de querer conseguir hacer las cosas bien aun cuando lo tienes todo en contra es lo que ella me legó y probablemente sea la lección más importante que he aprendido en mi vida. Esto creo que de alguna forma se traslada a las páginas de los libros. No concibo una novela en la que la mujer tenga que asumir el papel de damisela en peligro o mujer florero, o de aquella que simplemente está para que el caballero de la brillante armadura la rescate.

En El emblema del traidor cuentas en unas notas a modo de apéndice que fue una historia real la que te inspiró el comienzo de la novela. ¿Qué recuerdos tienes de aquella librería de Vigo?

Muchos, porque voy a menudo. Es de dominio público: es La casa del libro de Vigo. Tengo recuerdos muy buenos, más que de la librería en sí de Juan Carlos Febrero, que es la persona que me contó esta historia; es un idealista, un enamorado de los libros, alguien que durante muchos años creció con un emblema masónico. Durante toda su infancia estuvo en un cajón en el dormitorio de sus padres. Me contaba que cuando se lo ponía e intentaba imaginar la historia que había detrás de ese emblema sentía como si le diese superpoderes, se sentía muy poderoso. Y el emblema no dejaba de ser un trozo de oro, con un diamante encima, pero lo que importaba no era eso, sino la historia que había detrás, cómo había llegado a su familia. Era esa historia tan mágica, tan maravillosa… Tenía que contarla. El escritor tiene que partir de la humildad de entender que la historia viene a él, que se la encuentra y tiene que ser capaz de hacerle justicia.

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La leyenda del ladrón es una novela de aventuras que transcurre en la Sevilla del siglo de las luces. ¿Por qué incluyes en la historia a Shakespeare o Cervantes?

La novela en sí parte de una idea, la de qué ocurriría si los dos autores más grandes de la literatura universal se hubieran conocido, cómo se hubieran afectado el uno al otro. Cuando me enfrenté a esta idea me di cuenta de que por más atractiva que fuese esa no era mi historia; mi historia tenía mucho más que ver con nosotros y con la concepción del mundo que están intentando inculcarnos que con lo que yo me había imaginado en un principio. Me explico; en el mundo en el que vivimos se nos intenta meter por los ojos la idea de que si las cosas salen mal, que si las cosas no pueden ser de otra forma, si no pueden ser mejores, es por culpa de los grandes números. Lo cual es una soberana gilipollez. El cambio ha de empezar por uno mismo, persona a persona. Dicho esto, cuando me enfrenté a La leyenda del ladrón me di cuenta de que lo que más me importaba de esa historia no eran Cervantes y Shakespeare como leyendas literarias. Cervantes no es el tipo del retrato con esos ojos saltones…

¿Y quién es?

¡Es uno de los mayores héroes de nuestro país! Un señor que se marcha de Madrid tras un duelo, que se va a Florencia y conoce al duque de Medici, un señor que se embarca en la batalla de Lepanto, “la más alta ocasión que vieron los siglos”, donde pierde el uso de una mano; que regresando a España es capturado por los moros y llevado cuatro años a Argel convertido en esclavo, lugar este, Argel, donde encabeza hasta cuatro revueltas de esclavos, en plan Espartaco, llevándose en una de ellas a 62 españoles a los montes, donde consigue sobrevivir durante meses, y que en esta última de las intentonas es llevado ante Ali Pachá ―al que tenía que hacer favores sexuales según algunos historiadores― junto con los otros 62. Cuando están allí ya, manchándole las alfombras a Ali Pachá, este pregunta, sabiendo la respuesta, quién había sido el responsable de aquella revuelta (la pena para un esclavo por escaparse era la muerte). Cervantes es el que da un paso adelante y dice: “He sido yo”. Esa heroicidad absoluta no se enseña en los libros de literatura, te obligan a leerte El Quijote sin saber quién era la persona que lo escribió. Pero, como que dice Bruce Wayne en Batman begins, “Se nos conoce por nuestros actos”.

Yo quería retratar, tanto a Shakespeare como a Cervantes, como esos hombres que fueron capaces de soñar las leyendas que les convirtieron a ellos mismos en leyenda. Para eso tenía que pasar por el personaje de Sancho de Écija, del cual de alguna forma los dos van a ser padres literarios.

La Sevilla que describes se parece bastante al momento en que vivimos, ¿lo hiciste de una forma consciente o fue la propia Sevilla de la época la que te llevó a contar así la historia?

La respuesta a ambas preguntas es un sí y un no. Cuando la historia comienza a crecer en mi cabeza y yo empiezo a documentarme durante los tres años que me lleva escribir La leyenda del ladrón, tenía en mente escribir una novela de aventuras. Sí es cierto que mientras la estaba construyendo veía paralelismos entre aquella época y la actual, aquella forma de engañar a la gente y de malutilizar los recursos públicos, de gobernar de espaldas al pueblo. Todo aquello, claro, acabó reflejándose en la historia. Me sentí obligado a trasladarlo al papel. No era la idea original, pero según iba viendo esto me di cuenta de que tenía que estar presente de alguna forma en la historia. Me encontraba con el reto de que no podía hacerlo sin que resultara demasiado evidente. Por eso creo que es una novela que en función de quien la lea obtiene una respuesta emocional u otra.

Muchas veces la gente me traslada “he vivido en la Sevilla del siglo XVI, me has hecho sentirlo de verdad, como si estuviera allí”. Hay escritores que no son lo suficientemente honestos como para dar la única respuesta que se puede dar aquí. Y es que en realidad tú eres el responsable del 50%, del haberlo escrito, pero que es en la cabeza de quienes lo leen donde se produce el otro 50%. Eres tú, el lector, quien ha acabado de convertir las palabras en realidad con tus sinapsis neuronales y uniendo los conceptos dentro de tu cabeza. Eres tú quien ha sentido los olores y escuchado los sonidos, el galope de los caballos… La novela la hemos escrito a medias. Por eso te digo que un chaval que se acerque a ella se quedará con una novela de aventuras, y aquel que quiera buscar dentro de la novela los paralelismos con nuestro propio tiempo y la denuncia del poder como autoperpetuación o como manifestación de un egoísmo hedonista exacerbado, lo encontrará también.

En tu última novela implementas contenido de realidad aumentada, ¿a quién se le ocurrió la idea? ¿Tenéis algún feedback al respecto?

A Sergi Álvarez, de Planeta. A la gente le encantó. Mi primera reacción, cuando Sergi lo propuso, fue negativa, “si esto es una novela sobre el siglo XVI, cómo vas a utilizar la realidad aumentada, ¿no nos va a separar un poco de la lectura?”. Él insistió, y como es verdad que me gusta trabajar con los demás dándoles margen, le dije que adelante, y fue un acierto absoluto. Suyo, claro.

Como periodista de investigación escribiste el libro La masacre de Virginia Tech que tuvo un éxito, supongo que inesperado, entre el público coreano. ¿A qué crees que se debió?

Yo tampoco lo entiendo. Como que el sitio donde más vendo, en relación a los habitantes que hay, sea Finlandia.

Pero esto de Virginia Tech es periodismo de investigación, no una novela…

Un dato que puede sorprender mucho a la gente es que, cuando una editorial extranjera te compra los derechos, tú sabes sobre ella lo que ellos te quieren contar. Un amigo mío, Alfredo Conde, premio Nacional de Literatura que vendía muchísimos ejemplares en Rusia, desconocía este hecho hasta que un día se presentó en Moscú durante unas vacaciones y se encontró con que su libro había vendido miles y miles de ejemplares, que todo el mundo lo sabía, estaba hacía meses en las listas de los más vendidos; cuando fue al editor a preguntarle por qué no le había pagado este le confesó que es que no tenía dinero. Lo que se pudo llevar como pago fueron unas latas de caviar en la maleta. Esto es algo que ocurre. En China incluso cambian el título, el autor… Por el propio hermetismo del sistema es imposible acceder a los datos concretos de ventas y demás.

En cuanto al éxito inesperado en Corea, la verdad es que no tengo ni idea de por qué fue. Los coreanos allá donde van se vuelcan mucho sobre sí mismos, como todas las culturas asiáticas. De hecho, cuando un coreano viaja a Estados Unidos solo se relaciona con otros coreanos, aunque lleve viviendo allí años. Es una sociedad tremendamente endogámica. Los negocios que montan son tintorerías, por ejemplo, donde el contacto con el público es mínimo: coges la percha, le das la percha. Entonces, supongo, lo que hizo Cho Seung-Hui en La masacre de Virginia Tech les llamó la atención y tuvo mucha repercusión en todo el país. Fue además el único libro que se publicó sobre esto allí.

¿Te has cansado del periodismo de investigación o tienes pensado retomarlo?

No lo sé. De documentarme no me he cansado, lo hago para cada novela. De hecho, es la parte que más me gusta hacer. Claro que no se le puede llamar a esto periodismo de investigación, que es aquel que accede a datos que no son del dominio público y que luego acaba trasformando la opinión de la sociedad o desvela cosas que no eran conocidas. Este tipo de periodismo no existe ahora en nuestro país.

¿Cómo está el periodismo en nuestro país?

Está muy mal, porque los ejecutivos de las empresas de los grandes diarios se han embarcado en una carrera suicida hacia el abismo. Cuando hice la carrera de periodismo me enseñaron algo que se me quedó grabado: “La radio cuenta la noticia, la televisión la enseña y el periódico la explica”. Nos hemos olvidado de esto en nuestro afán por hacer periódicos televisivos. Cada vez menos texto, ese limitarse a dar cuatro pinceladas sobre un determinado tema. Hemos acabado dañando la esencia de lo que de verdad debería ser el periodismo, que es el ofrecer una nueva luz sobre los acontecimientos. Hoy en día el lector de periódicos se encuentra cada vez más desencantado con el producto que se le está vendiendo por un euro en el quiosco porque tiene una caducidad absoluta. Antes casi de que acudas a comprarlo, todas esas noticias ya no valen, te las han contado el día antes en la página web. Así, es muy difícil que este modelo pueda seguir manteniéndose, más aún si impresentables como Juan Luis Cebrián tienen los santos cojones de decir “no podemos vivir tan bien”, cobrando los 13 millones de euros al año que cobra. La única pretensión de un ejecutivo de un gran medio de comunicación es adelgazar las plantillas y poner a la mayor cantidad de becarios o personas que cobren lo menos posible para sacar a la calle un producto que no cuenta nada. Es necesario que existan publicaciones que se dediquen a analizar y a desgranar en profundidad cada uno de los temas. Al final lo que la gente quiere leer son grandes textos, bien escritos. Nos hemos empeñado en creer que la gente es gilipollas, y así lo único que consigues es que la gente se aleje de ti.

Para acabar, te propongo un juego. Te haré una pregunta sobre gustos en la que tienes que elegir una sola alternativa de dos sin reflexionar. La dificultad irá en aumento y tu puntación será la de la pregunta inmediatamente anterior que hayas podido contestar sin pensar.

¿Apple o Android?

Apple.

¿Twitter o Facebook?

Twitter.

¿Alys o Clara?

Clara.

¿Ishiguro o Murakami?

Ishiguro.

¿Jonathan Frazen o Don Winslow?

Frazen.

¿Reverte o Zafón?

Reverte.

¿Juan Manuel de Prada o Cesar Vidal? (Se bloquea y no acierta a responder).

Aquí te has bloqueado, tu puntuación es un 6, aprobado por los pelos.

Maldita sea, son igual de malos los dos.

Juan Gómez Jurado para Jot Down 5

 

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34 Comentarios

  1. A mí no me salen las cuentas: de 10 euros que vale un libro en papel, 1 es para el autor, en torno a 5 para la distribuidora, 1,5 para la impresión… Solo quedan 2,5 euros para la editorial.

    • No sé qué libros compras tú, pero yo hace años que no veo uno a la venta por menos de 15 euros y me quedo muy corta porque la mayoría superan los 20.

  2. Es curioso que con el tema de la mal llamada piratería y los nuevos modelos de negocio en el entretenimiento (cine, música, videojuegos, libros en este caso) siempre hablen de lo malas que son las editoriales clásicas (que lo son, igual que las distribuidoras del resto de ámbitos, porque se llevan un porcentaje abusivo de la creación de los autores) y de que en formato digital no venden tanto porque la gente se lo descarga ¿gratis? cuando los que se lo llevan crudo son las operadoras de telecomunicaciones. A esas sí habría que señalarlas.

    http://noteniabillete.blogspot.com.es/2012/08/pirateria-o-falta-de-adaptacion-los.html

  3. Guillermo

    Juanjo, el 10% del autor es sobre el «Neto de Ventas» no sobre el PVP. Sólo algunos de los grandes van a porcentaje del PVP y además eso condiciona los precios, que no pueden ser bajos.
    Normalmente quitas primero impuestos, y el 50% es para distribuidor grande (un 35% para un librero pequeño normalmente), un 10% coste de impresión (según páginas y tipo de libro de todos modos), y el resto para el editor, que es de donde sale lo del autor.

  4. Entrevista interesantísima y muy inspiradora. Como autor, de entre todo, me quedo con esto: «Eres tú, el lector, quien ha acabado de convertir las palabras en realidad con tus sinapsis neuronales y uniendo los conceptos dentro de tu cabeza. Eres tú quien ha sentido los olores y escuchado los sonidos, el galope de los caballos… La novela la hemos escrito a medias. Por eso te digo que un chaval que se acerque a ella se quedará con una novela de aventuras, y aquel que quiera buscar dentro de la novela los paralelismos con nuestro propio tiempo y la denuncia del poder como autoperpetuación o como manifestación de un egoísmo hedonista exacerbado, lo encontrará también.»

  5. Pingback: Juan Gómez-Jurado: “Los márgenes de beneficio de la industria cultural no son justos para el creador” « Jot Down Cultural Magazine « Meneandoneuronas – Brainstorm

  6. Error, Juan Manuel de Prada y Cesar Vidal no son malos, son perversos.

  7. Excelente entrevista. Especialmente sincera.

  8. Joan Ramon Bernabeu

    La verdad es que todo lo que dice este hombre tiene sentido y lo suscribo al 100% (excepto lo de Apple por encima de Android). Y, a mi entender, «La Leyenda del Ladrón» es la mejor novela de Juan, creo que la progresión entre «Espía de Dios» y esta última es evidente. No quiero imaginar como será la próxima, aunque falta bastante tiempo para poder regalárnosla.

  9. Amelia Noguera

    Me resulta muy interesante que la entrevista se titule «Los márgenes […] no resultan justos para el creador» cuando precisamente Gómez Jurado, poniendo sus novelas a un euro en Amazon como forma de promoción, está obligando a que los autores autoeditados, esos que indica que en algún momento cuando la industria esté preparada seremos los que marquemos cómo y dónde queremos publicar, tengamos que vender también nuestras novelas a un euro y obtengamos así, precisamente, el 35% de los beneficios menos gastos e impuestos, que se reparten Amazon y demás. ¿No es ese precisamente un margen completamente «asimétrico» e injusto para un autor que dedica entre un año y cuatro de su vida escribiendo una novela? A mí sí me lo parece, a menos que escribas y autoedites 15 novelas al año o que tardes un par de meses en terminar una.

    Y me resulta más interesante todavía que además hable de responsabilidad en ese nuevo panorama literario que se va a llevar por el camino a muchos. A día de hoy, las novelas de Gómez Jurado a un euro se llevan por delante precisamente a quienes debería en cierto modo apoyar: sus colegas que, aunque desconocidos todavía, también buscamos nuestro sitio como los grandes como él nos dejan.

    Si se consigue dejar de lado esa incoherencia, gran entrevista y gran autor.

    • Hola Amelia, por desgracia yo no fui el primero que colocó las novelas a ese precio. Además, si miras en Amazon verás que en la lista, entre los diez primeros, la mitad valen más de siete euros. Vamos, que yo no soy el toro que mató a Manolete. Un abrazo y suerte con todo este nuevo mundo…

      • Hola, no había visto vuestras respuestas. Aunque hace ya mucho de estos mensajes, respondo. Es cierto, parezco enfadada. Lo lamento, no era ese el mensaje que quería dar, simplemente me parecía algo incoherente la postura adoptada por Juan en Amazon con este discurso posterior. Y yo no vendo a un euro aunque tampoco vendo a mucho más, suelo poner un precio siempre inferior a cuatro euros. El miedo a la competencia en la literatura es como el miedo a ahogarte en el mar. Si lo tienes, no te bañes. El lector decide qué le gusta y a quién quiere leer. Y se está viendo que las novelas a un euro tienden a desaparecer. Por muchas razones.
        Un saludo y gracias por responderme.

    • Amelia, el autor es libre de poner el precio que quiera a sus novelas. Si tú crees que tus novelas deberían valer más que eso, ¿por qué no subes el precio? ¿solo por miedo a la competencia? Es muy injusto echar la culpa a otros autores por no vender más de lo que se quisiera o no obtener los beneficios deseados. El éxito de un autor con novelas «low-cost» debería ser, en todo caso, un aliciente para otros autores, no una razón para el enfado.

      • Por esa regla de tres el empresario es libre de pagar lo que quiera y no debería existir el Salario Mínimo Interprofesional.

        Cuando uno vende su trabajo a precio de saldo (y para gurús de este tipo no es difícil, porque los medios les apoyan, y a la vista está con esta entrevista) está j******o a todos los demás.

  10. Estaría genial tener un botón para guardar la entrevista a pdf.
    :D

  11. Muy buena entrevista.

    Yo ya me he comprado «La leyenda del Ladrón» y ahí espera en mi kindle para que le meta el ojo.

    Saludos.

  12. David Peñasco Maldonado

    Que Juan Gómez Jurado critique a E.L. James su pobre estilo literario es como si Kiko Rivera le diera lecciones de interpretación a Mario Casas. Y más viniendo de un tío que se jacta de decir: «¡Yo tengo la fórmula del best seller!».

    • Jorge Urbieta

      ¡Pero qué brillante comentario, David! Supongo que lo dirás por todos los libros que has escrito en tu vida y los premios que has ganado, ¿no?

  13. Pingback: JG Jurado « Clinks

  14. Un lector hastiado

    Me aburren ya estos escritores (Revertes, Zafones…) que se dedican a escribir best-sellers y luego se pasan la vida lloriqueando porque la crítica no casa con su trabajo. Pobres argumentos los del Sr. Gomez-Jurado. Si Vila Matas o Javier Marías no se dedican al tipo de literatura que él hace quizá no sea porque no sepan, si no porque, a lo mejor, es que no les da la gana, digo yo. En la escritura, como todo en la vida, hay una toma de postura, estética, política, intelectual, (ideológica, aunque a estas alturas a muchos ésto les suene ya mal escucharlo, ¿por qué será?), como usted quiera. Y no sé desde cuando el esfuerzo por el esfuerzo justifica una obra artística. Uno puede dejarse la piel para realizar un trabajo y salirle un auténtico churro. No veo qué explica con eso. P.D. La explicación que da a la comentrista Amelia, pues… bastante decepocionante, digo yo. Cómo otros lo hicieron antes que yo… No escuchaba un argumento así desde que iba al colegio.

  15. Toda la entrevista se reduce a Gómez Jurado repitiendo: Dame… dame… dame… dame… dame… dame… dame… dame… dame… dame…

  16. Pingback: Jot Down Cultural Magazine | Claudio López de Lamadrid: “Si los editores nos moviésemos por codicia, no estaríamos en el negocio de los libros”

  17. Interesantísima entrevista. La autopublicación online puede ser la plataforma para los autores noveles o aquellos a los que la publicación por los «cauces tradicionales» no les haya ido demasiado bien. Además, gracias a sitios como Amazon (o Bubok, o Lulu, o Smashwords), se puede llegar a acabar con la hegemonía de las grandes editoriales (a largo plazo), o al menos con los precios desorbitados de los libros (sobre todo en este país).

  18. Gómez Jurado criticando a E.L. James. No sé qué se cree que escribe Juan, aparte de pseudo copias de El Código da Vinci y literatura baratera carente de cualquier tipo de profundidad. Y se llama escritor a sí mismo, cuando no pasa de escribiente.

  19. «No me gustan los toros, de paso. Pero el símil vale.» El típico que contesta incluso cosas que no le han preguntado. Se cree que su palabra es tan interesante como para dejar cosas «de paso».

  20. MacBookMan

    El palo que se lleva la Etxebarría es antológico :D

  21. Pingback: Miscellaneous | Annotary

  22. Pingback: Esto NO es una reseña sobre “El paciente” de Juan Gómez-Jurado | Cómo me convertí en un escritor millonario

  23. Pingback: Lecturas de verano (I) » Blog de Samuel Casado · Becario antes que empresario

  24. Primero dice que para triunfar como escritor hay que escribir bien y acto seguido dice que «Cincuenta sombras de Grey» le parece bastante mala, y aun así la pone de ejemplo.

    En fin, escritores Twitter.

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