Estar en el radio de movimiento de Mikel Urmeneta (Pamplona, 1963), en las inmediaciones de su alta y abundante figura, es una experiencia curiosa. El fundador de Kukuxumusu —junto a otros dos amigos— es de presencia magnética y altera el ambiente a su conveniencia: un remanso de paz portátil, con sus risas fáciles y hasta absurdas y una curiosidad sincera por sus visitantes. Parece un monje expulsado de lo alto de la montaña y llegado por azar hasta el bar del AC Palacio del Retiro. La sesión de fotos se extiende por varias estancias del edificio. En el ascensor nos apretujamos todos con un inquilino en albornoz que vuelve del spa. Todo muy Urmeneta. Después de invadir Pamplona y parte del extranjero con las camisetas y diseños de su marca, ahora quiere volver al arte, lugar amado del que se ausentó para poder quedarse. Desde 2005, la terraza de su piso da a Union Square y a los rascacielos de Nueva York. En ella fotografía a mujeres desnudas y reptiles de plástico. La vida parece hecha para él.
Tu padre fue alcalde de Pamplona y tengo entendido que pintaba. ¿Caíste en una familia que te empujó a dibujar?
La razón por la que hemos acabado dibujando prácticamente todos los hermanos fue que mi padre pintaba. De niño estudió en Artes y Oficios, incluso antes de la guerra dibujó tiras cómicas para periódicos. Después hizo la carrera militar y de abogacía, dirigió la segunda entidad bancaria más importante de navarra y fue alcalde de Pamplona y diputado foral, pero los fines de semana siempre que podía los dedicaba a pintar y dibujar. Nos llevaban en coche y mi madre solía conducir. Mi padre nos iba explicando cosas de los pueblos por los que pasábamos, de animales que se cruzaban por la carretera, de la vegetación. Al llegar a casa nos hacía dibujar lo que había sucedido en el día en una especie de storyboard. Había el rollo entre hermanos de ver quién se acordaba de más cosas y de quién lo hacía mejor. De eso nace todo.
He leído que antes de crear Kukuxumusu hubo una época en la que viajaste mucho.
Sí. De pequeño era un aprensivo horroroso y estaba muy arropado por mis padres. Un día rompí con todo y pensé: «me largo». Pero no a la casa de enfrente, sino lo más lejos posible. Una de mis hermanas se había casado con un australiano, así que me fui a Australia y ya no paré de viajar.
Pero, ¿cuál fue el primer viaje? Ese en el que notas…
París, París. Con dieciocho años. Tenía un amigo con la hermana viviendo allí y me fui con él. El siguiente fue a Nueva York, que es cuando me enamoré a primera vista y luego ya empecé a moverme por el mundo porque tampoco tenía muy claro qué quería hacer. Me dedicaba a hacer trabajos en Pamplona o a pedir dineropara poder viajar. Igual estuve cuatro años viajando y pidiendo créditos al banco avalados por mi abuela. Cada año pedía un poco más para pagar el anterior y tener un poco de dinero para seguir viajando.
¿De aquella época te quedas con Nueva York o hubo algún otro lugar?
Me encantan Nueva York y La Habana. Querría vivir una semana en Nueva York y una semana en La Habana. Pero también me hechizó la isla de Pascua, que de pequeño la ves como un sitio mágico que no acabas de creer que exista. Me gusta mucho viajar solo, creo que le sacas más jugo a los lugares y a ti mismo. En la isla de Pascua disfruté mucho. Y eso que es enana, pero era un rollo tan inquietante lo de sentirte totalmente aislado y estar hablando con gente que nunca ha salido de esa isla y que casi no tiene ni la opción, porque vive a 4.000 kilómetros de tierra firme.
¿Hay algo de Pamplona en Nueva York?
Suelo decir que Pamplona en San Fermín es como Manhattan. Mezcla social, racial, actividad… Nadie es más que nadie. Todos son absolutamente distintos y completamente iguales.
El viaje a Australia os inspiró para crear Kukuxumusu. Hay gente que ve lo de viajar como una pérdida de dinero.
Los viajes son una inversión absoluta: conocer culturas distintas, gente distinta, comida distinta. Si eres curioso y te interesas por las cosas, no hay mejor escuela que el viaje. La primera vez fui solo a Australia, pero luego repetí con un amigo y nos dimos cuenta de que todo el mercado del regalo, del turismo y del souvenir estaba mucho más desarrollado allí. Había mucha mano artística detrás de todos los modelos, incluso había pintores de prestigio que hacían camisetas y cosas que en aquella época no se veían en Europa. De ahí se nos ocurrió la idea de hacer algo para San Fermín.
¿Fue así de automático? ¿Ya volvisteis sabiendo que lo ibais a intentar?
Volvimos con dos negocios en la cabeza: uno era el de camisetas con la idea de empezar en San Fermín y el otro era el de los váteres portátiles. No habíamos visto en ningún lado que hubiera cabinas de váter. Empezamos a investigar pensando en conciertos, fiestas, obras. En definitiva, lo que es ahora. Lo que pasa es que nos daba bastante pereza vivir entre mierda (risas), porque no nos lo planteamos como grandes empresarios, sino empezando de cero, con la idea de limpiarlos nosotros.
Uno de los fundadores de Kukuxumusu, Koldo Aiestaran, reconoce que habéis tomado muchas decisiones por intuición y también en contra de los cánones del mundo empresarial, como el propio nombre de la marca. Sorprende que haya salido todo tan bien.
Sí. Quizás si te avanzas en exceso a tus tiempos no logras un éxito, pero desde luego, si te avanzas discretamente a lo que hay, el éxito es prácticamente seguro. El tener capacidad de romper con las cosas establecidas, pero sin exagerar, muchas veces te lleva a encontrar caminos nuevos que luego se prolongan y que haces tuyos, que es lo bonito. Y sí que es verdad que pusimos Kukuxumusu a la marca contraviniendo todas las recomendaciones del mundo del marketing. Ahora se te hace normal que haya marcas locas y como trabalenguas, pero en el 89 que es cuando empezamos, era como, bueno, «pero estos tíos, ¿qué?». Es un nombre que es tan difícil de decir como fácil de recordar. Entonces, todo el mundo, aunque te llame «Kukumuku» o «Chukurruku», se acuerda de la marca (risas). Me da bastante placer oír ahora a los científicos que hablan de la intuición como una forma diferente de razonamiento, incluso más compleja que la propia razón. Yo siempre he sido superintuitivo, lo que no quiere decir que seas un gurú, pero yo sé que mi cerebro va recibiendo información y luego las ideas me salen basadas en esa información que no he analizado. Y salen de una forma muchísimo más rápida y, generalmente, más efectiva.
Explícame el proyecto «Kukuxumusu relocated» [traslado durante dos meses de la oficina de Kukuxumusu en Pamplona a una galería de arte de la ciudad], del que se anuncia «que las consecuencias del experimento sólo se podrán analizar a posteriori».
Sí, es un proyecto artístico personal, no es de la marca. Tengo dos necesidades muy diferentes en mi vida: crear y trabajar. Me alejé mucho del mundo artístico para tener algo de dinero con el fin de poder seguir en él, pero lo que pasó es que la empresa funcionó muy rápido y me tuve que quedar allí embutido. Hace un par de años, Moisés Pérez Albéniz me rescató para el mundo del arte. En marzo realicé una exposición individual, una pieza de gran envergadura en la que confluían esas dos necesidades: trabajar y crear. Quedé muy orgulloso de que casi el 100% de los trabajadores que dirijo aceptasen mi propuesta, porque no era obligatoria, y que esas 24 personas estuviesen durante dos meses reubicados en una galería. Aparte del proyecto que supone un readymade corporativo, las consecuencias para la empresa y los trabajadores están aún siendo analizadas por un grupo de científicos especializados en el mundo laboral.
Sé que estás muy ligado al arte, que vas a galerías e incluso compras obras. En tu blog, llamas a Spencer Tunick «un mercenario del arte» y comparas a Damien Hirst con un vendedor ambulante. El arte contemporáneo parece un mundo de arenas movedizas, ¿cómo te mueves en él?
Muchas veces, cuando hago críticas de gente en mi blog las hace más mi cabeza ociosa que mi cabeza artística. Me da mucho respeto el arte cuando estoy en su estómago, pero también sé cómo salir del aparato digestivo y analizarlo de una manera más divertida o humorística. Ahora mismo estoy muy en contacto con gente interesante del mundo del arte y, por supuesto, tengo opinión de un montón de artistas. Por poner algunos ejemplos reconocibles, Banksy como artista callejero o grafitero me parece cojonudo, pero cuando se mete en una galería para mí se cae absolutamente su obra. Tunick me parece muy interesante cómo empieza con los desnudos espontáneos en Nueva York, con riesgo, con ese punto algo delictivo, pero lo que hace ahora me parece una batraciada y sus modelos espontáneos unos batracios. Me parece algo muy fácil. Mucho humo. Pero igual que me lo puede parecer Botero, que un día tuvo una idea muy grasienta y sigue explotándola cuando realmente lo que creo que pretende el arte es aportar una idea y un discurso nuevo cada día. Plantear algo diferente, arriesgar. No más de lo mismo. Por eso yo a Hirst o a Koons les tengo mucho respeto. O a Barceló. Como dicen, lo peor no es copiar a los demás, sino copiarse a uno mismo.
En 2001, Martin Creed obtuvo el prestigioso Premio Turner por una obra que consistía en una habitación vacía cuyas luces se encendían y apagaban secuencialmente. A veces, el arte contemporáneo —sobre todo en el caso de las artes plásticas— parece no necesitar de mínimos técnicos objetivos en su ejecución. ¿Ha desaparecido el juicio de su calidad? ¿Se ha convertido el talento en una cuestión puramente subjetiva?
El arte conceptual —y la mayoría del arte actual— explora caminos que eran impensables hace unas décadas. Hay propuestas muy sólidas de apariencia muy frívola y viceversa. Conocer el bagaje artístico de cada autor nos puede dar muchas pautas para interpretar algo que quizás se nos haya escapado en una primera lectura. Hay que dejar cierto tiempo para poner en valor determinadas obras y a determinados artistas. El arte es una intención nacida de una necesidad. A partir de ahí, todo puede pasar.
Pero reconocerás que hoy en día parece que el índice más relevante para determinar la calidad de una obra de arte es su precio en el mercado. ¿Cuánto hay de mercantilismo en el arte contemporáneo?
El arte es un negocio, y como en cualquier otro sector que se mueve por dinero, existe la especulación, los intereses, la codicia, el timo… Eso no quita valor artístico a las obras, pero sí crea un clima perverso alrededor de ellas.
Hablando del valor artístico, ¿cómo se diferencia en el mundo del dibujo y la ilustración lo artístico de lo meramente estético? ¿Cómo se puede identificar el arte? ¿Está en los ojos de quien observa o nace directamente en el pincel?
Crear sin una dirección de terceros, hacer libremente sin tener en cuenta clientes o empresas, la intencionalidad de tu trabajo, la simple designación de algo como arte por parte del artista; son algunas maneras de diferenciar creatividad y arte. Yo, que soy artista y también ilustrador, siento perfectamente en cuál de los dos mundos estoy en cada momento, pero me es muy complicado explicarlo.
Aunque no te dediques profesionalmente a ella, ¿encuentras la fotografía tan satisfactoria como el diseño o la ilustración?
Soy un fotógrafo compulsivo. Casi enfermizo. Mis fotos son mi diario y mi cámara mi cuarto ojo. Tengo una técnica desastrosa, pero soy muy rápido cazando imágenes y encuadro de una forma natural muy digna. Me divierte más sacar fotos que dibujar.
Se podría decir que tus dibujos están cerca de lo naíf o del pop art. La obra de qué artistas crees que ha influido más en tu producción como dibujante.
De pequeño para mí solo existía Picasso. Una vez que ya dibujaba de forma complicadamente sencilla, empecé a descubrir que había gente que hacia cosas parecidas a las mías. Descubrí a Mariscal o a Keith Haring. Luego tomé el camino de la empresa —y no del arte—, y mi estilo se hizo más comercial.
¿Y cómo es eso de que una persona que está reconectándose con el arte confiese que su museo preferido de Nueva York es el de Historia Natural?
En Nueva York hay muchos museos interesantísimos, pero hay otros estímulos que me sirven para crear. El concepto museo artístico es interesante pero no es lo que más estimula a mi cabeza para que empiece a funcionar. Y el Museo de Historia Natural lo tiene todo, simplemente, los panópticos con los animales disecados, la puesta en escena, las recreaciones, el estudio de los animales, sus posturas, composiciones, cómo prolongan los espacios. Hay un punto científico y un punto artístico, es un trabajo hecho con un mimo y un rigor que ya no existen. Comparto de Damien Hirst su fascinación por los animales muertos, disecados, y en este museo hay mucho material.
A Nueva York quisiste ir por el enamoramiento con la ciudad.
Lo que me flipó de Nueva York es que llegué con 20 años, llovía, salí del metro en la calle 34, delante del Madison, veía que unos bajaban con paraguas y otros los abrían. Yo, con mi puta mochila y el famoso «sorry» que te dicen todo el tiempo me dije: «Coño, soy importante». Normalmente en París, en Londres o en Madrid le pegan un empujón a un tipo de 17 años y nadie le pide perdón. Me sentí de repente muy integrado: la gente intentaba no empujarte y si lo hacía te pedía perdón. Entonces fue salir entre empujones y perdones a un día supergris pero asomaba el lomo del Empire State brillante como una enorme sardina, esos contrastes de luz tan fuertes y, esas proporciones, esos olores, y encima, la gente pidiéndome perdón. Fue como: «Es mi ciudad». Nueva York es un videojuego en el que tú eres el protagonista. El juego te puede ir bien o te puede ir mal, pero cada día es una sorpresa y te salen muñecajos nuevos a los que tienes que disparar, besar, saltar o follar.
Nueva York es también ese lugar en el que ves cosas irreales: la luz, las proporciones, los rascacielos.
Te decía que el mejor museo de Nueva York es el de ciencias naturales, pero el verdadero museo es la calle. Las proporciones que tiene la ciudad son inconcebibles en cualquier otra ciudad. Quedaría horroroso un edificio antiguo enano con uno enorme y moderno al lado en cualquier ciudad. Sin embargo, ese desmadre que se ha creado en esa isla con forma de polla te hipnotiza y enamora. Ves en primer plano la plaza de Union Square que está totalmente negra, que va a caer una tormenta y el Empire brillante. A los cinco segundos está al revés y, de repente, ves 20 aviones en el cielo, ese parece que se va a estrellar pero no lo hace, aparecen 28 helicópteros, los bomberos rompiéndote los timpanos… Se ha construido una ciudad como medio irresponsable, pero la mezcla conseguida para mí es lo máximo.
¿Te costaría dejar Nueva York?
No me cuesta dejar los sitios, lo que pasa es que me aburro de ellos y en Nueva York no me pasa. No me importaría marcharme, pero sé que allá donde fuera me aburriría. Prefiero irme a una ciudad pequeña como Pamplona que irme a Madrid, que es como quedarme a medias; prefiero irme a una isla que a Barcelona. ¿Con qué ciudad grande vas a comparar Nueva York? Con ninguna. Son cosas distintas, es como decir que está Ferran Adrià y luego están los restaurantes; pues está Nueva York y luego están las ciudades. Sólo saber que Manhattan me está esperando me pone muy cachondo.
Pero en alguna ocasión has dicho que el valle de Baztán te parece uno de los sitios más bonitos que hay en el mundo. ¿Regresarás a Navarra?
Dejo Nueva York constantemente. Pero para volver. Me voy para volver. Me encantaría volver a Pamplona, o a La Habana, o a Londres o a Bora Bora… Pero hoy por hoy, sé que pasado un tiempo, regresaría a NY. De momento, es la única ciudad de la que no me aburro.
Y la energía que tiene.
Sí, es una ciudad que le lleva millas de ventaja al resto de ciudades del mundo. Éstas son sucedáneas de Nueva York. Es una ciudad de piezas que no han encajado y que allí encajan: si te sientes raro, no eres raro; si te sientes especial, no eres especial; si eres la hostia, tampoco eres la hostia; si eres millonario, no eres millonario; si eres un vago, no eres un vago. La ciudad regula esa marea humana y a la vez tú eres el protagonista.
Has tenido la oportunidad de vivir dos Nueva Yorks: primero con la mochila y luego, gracias a tu éxito empresarial, otra.
Y me gustan las dos. A Nueva York es jodido ir a trabajar muy duro durante mucho tiempo, es una putada. En los años 90 cuando empezamos con Kukuxumusu, igual viví en ocho sitios distintos en dos años. Ratas, cucarachas… También muy Nueva York.
¿Siempre en Manhattan?
Siempre. Para mí Nueva York es Manhattan. Hay zonas preciosas en Brooklyn, el Bronx y Queens, pero soy «manhattaniano» a saco. Casi siempre he vivido en la zona entre la 22 y la 14, pero durante mucho tiempo viví en la A y la B, que eran sitios muy jodidos. Ahora son calles de moda, antes era la zona donde estaban todos los afters ilegales y a veces pasé bastante miedo. Hablando ahora con colegas de esos tiempos les digo que hay sitios a los que entonces íbamos tan normal que ahora no iría. Pero me encantó vivir en un Nueva York más peligroso mi época de medio colgado y apurado y sin dinero y me encanta la época de vivir donde yo quería, más desahogado.
Cuando uno tiene dinero, posición y contactos, como tienes tú ahora, ¿es más complicado navegar por la vida?
Tiene sus pros y sus contras. En el fondo el estar mejor situado, ya sea en contactos o dinero, te pone en una situación que parece mejor, pero muchas veces se pierde la frescura y explotación de todos tus recursos. Mi equilibrio está en pensar que aunque ahora me vaya mejor no tengo que dormirme en los laureles. Lo que es cierto es que teniendo amigos que hacen cosas importantes tu coco se va nutriendo. Salen proyectos interesantes, pero para mí lo principal es aprender. En Nueva York, un día puedo estar con José Andrés o Punset pero al día siguiente puedo estar con un borracho que me he encontrado en el Lower East Side, que es artista y me lleva a su casa, quizás es un artista más malo que la mierda, pero nos reímos. Siempre se aprende. Cuando vengo a Madrid estoy solo tres días y quizás tengo aquí a 20 o 25 buenos amigos. Pues ya sé, la intuición de la que hablábamos antes, a quién juntar, a quién no, si puedo hacer una cena de diez personas que no se conocen pero va a haber buen rollo, allí los meto.
Con veinticinco buenos amigos en Madrid tienes que gestionarlo bien.
Menos mal que la entrevista no va a salir hoy porque si no me matarían diciendo que por qué no les he llamado. Cuando no fuerzas las cosas es cuando te vas dando cuenta de quién es tu amigo y quién no. Me da mucha rabia que cuanta más gente conoces menos tiempo tienes para otra gente. Hay algunos de los amigos iniciales de Pamplona que se quejan de que hace tres años que no hablamos.
¿Eso no te agobia?
Cero. Veo a mi hermano una vez cada dos años y nos queremos un montón. Nos escribimos un mail cada seis meses, pero ya sé cómo vive, por amigos comunes sé si le va bien. Lo que es una maravilla de Nueva York es que no estás obligado a salir con nadie, no se te queja nadie de que ayer no le llamaste, como te dicen en Pamplona o Madrid. No existe ese concepto de grupo, y a mí me encanta eso de poder cenar con treinta personas distintas en un mes.
Eres amigo de Andreu Buenafuente o Pablo Carbonell. ¿Hay cosas que se entienden mejor entre personas que comparten una cierta fama?
Lo más importante es que te interese lo que hace el otro. Ahora acabo de volver de las excavaciones de Pinilla porque me interesa la arqueología desde que era pequeño y hace tiempo tuve la oportunidad de conocer a Juan Luis Arsuaga. Le considero un colega y además es un comunicador que alucinas y me puedo pegar un día entero escuchándole. Está en mitad de un bosque y te describe cómo era ese lugar hace 40.000 años, qué árboles había, si había un glaciar o rinocerontes lanudos cuando tú estás viendo una oveja. Sí que es verdad que cuando has demostrado que has hecho algo, sea importante o no, y la otra persona ya conoce tu trabajo, el contacto es más rápido.
Hay una familiaridad previa.
Claro. Sin embargo, si conoces a alguien que no sabes lo que hace, no tienes esa simpatía previa como con Arguiñano o Buenafuente, por ejemplo. El ser conocido es una especie de filtro: si no he leído nada tuyo, no he visto nada tuyo y no conozco nada de lo que haces, hasta que lo sepa a ver cuándo nos volvemos a cruzar. Por ejemplo, si te gusta un músico, te lo encuentras un día y muy bien, pero él también tiene que saber que eres pastelero y le tienen que gustar tus pasteles. Vivimos a toda hostia y si ya hay una información mutua es más fácil conectar con la gente.
Llevas desde el 2005 publicando fotos en Captura.org y en El País. Hay algunos temas recurrentes y me gustaría preguntarte por ellos…
¡Pollas!
Bueno, lo tenía apuntado de una manera un poco más sutil: «desnudos».
Me gusta de vez en cuando recordar a la gente seria, quizá a los mismos con los que acabo de cerrar un contrato esa misma mañana, que yo no soy serio. Enseñar el pito en el blog esa tarde hace de recordatorio.
La comida. La japonesa y el jamón.
Yo relativizo mucho y simplifico a tope, por eso me encanta todo lo que es muy limpio y muy sencillo. Me encanta lo horizontal, lo cuadriculado, lo simétrico. Me he perdido…
Muy elemental.
Sí, muy de ir a la esencia de las cosas. Y los japoneses son los putos amos de eso. Te ponen precioso ahí el kaiseki, las piezas de sushi, los puestos de comida, la arquitectura de los locales, los tatamis, toda la decoración. Hay una especie de limpieza, una pureza y una simplificación que alucinas. Me estoy comiendo un trocito de pez crudo y ya está, no está ni cocinado. Y ese rollo me gusta mucho. ¡Y el jamón! Aparte de que estoy enganchado al jamón, tal y como se sirve, parece un plato japonés. La pata como tal en su tabla, es un poco más rollo chino.
Cuál es tu restaurante favorito en Manhattan y por qué. ¿Y en España?
En España, desaparecido elBulli… Puedo decir que donde mejor he comido este año es en Martín Berasategi. Pero si hablamos de elegir el mejor txuletón, sin duda el Zaldiko en Pamplona. En Manhattan, de diario, Momofuku Ssäm Bar de David Chang. Una especie de fast food de fusión y de calidad e imaginación sorprendente. Es la cocina que mejor resume NY. De vez en cuando, Eleven Madison Park y Daniel. Alta cocina con mayúsculas. Además, el local de Daniel es el más bonito de NY. Desprende clase por todas partes. Siempre hay un par de veces por semana que se impone un japonés. 15East y Kanoyama son mis favoritos por la calidad y la variedad del pescado. Y porque están a cinco minutos de mi casa.
¿Tu noche más recordada en un japonés?
Huy, muchísimas. Bueno, he estado un par de veces en Tokio y recuerdo como graciosa la primera vez que probé el pez fugu, que tiene en la vesícula un veneno mortal y me puse morado. Me dije: «De perdidos al río». Además hay un ritual que se come el pez crudo, luego una sopa, luego los huesos fritos… Pues me comí no sé cuántos kilos de fugu y luego por la noche empecé a vomitar como un bestia, convencido de que iba a morir como en un capítulo de Los Simpsons (risas). Luego me dijeron que el propio pez es tóxico y si no estás acostumbrado y además te comes una tonelada, pues que es normal que vomites hasta el alma.
Sobreviviste al fugu.
Sobreviví, pero pensé que me había envenenado de verdad. También recuerdo que en Tokio estuve en un restaurante llamado Les créations de Narisawa, que es uno de los chefs japoneses más reconocidos. Me hizo gracia porque estaba haciendo un reportaje, así que quería quedar con el chef para dibujar un plato suyo después de comer. Entonces, avisé y cuando llegué, salió Narisawa con una montaña de camisetas de Kukuxumusu; se ve que era fan porque venía a muchos congresos al País Vasco. El tío emocionado y yo más. Esas cosas molan mucho.
¿Y cenaste bien?
Muy bien. Además fui con una japonesa preciosa que había conocido esa tarde.
Precisamente, otro tema recurrente en tus fotos son las mujeres.
A veces hablamos en el mundo del arte, cuando estás en una feria, realmente intentando ver cosas que te sorprendan y, de repente, pasa una tía que mola y olvídate de lo que hay ahí colgado. Y dices: «¿Por qué? Si acabo de follar —o no— y ya estoy ahí otra vez, con el estómago encogido y las pupilas bailantes». Tengo una atracción brutal hacia la belleza de la mujer. Yo lo paso mal, observo la belleza y sufro como un cabrón porque no sé cómo atraparla. Cómo retenerla. Cómo poseerla. No es un tema sexual, es un «quédate ahí, no te muevas de esa silla y ya está». Y con la fotografía intento captar esa belleza.
¿Cómo es eso de fotografiar a mujeres desnudas? ¿Se aprende con el tiempo?
Yo no, porque no soy fotógrafo profesional.
Me refiero a los prolegómenos.
Yo es que tengo facilidad para desnudarme en público y en privado, y tengo bastante facilidad para que las mujeres se desnuden sin necesidad de que haya sexo de por medio. Me gusta pasármelo bien, divertirme, hacer el tonto y me encanta el cuerpo de la mujer y que salga la vacilada de que nos desnudemos. Claro, muchas veces acabas enrollándote, pero otras no, y luego tienes unas fotos que ni te acuerdas cómo las sacaste. Pero es que el cuerpo de una mujer es muy bonito, bueno, y la mujer en sí: la cara, la mirada, las posturas. Lo que me hace mucha gracia es que muchas veces en Nueva York, que es la meca de las tías estupendas, ves a una tía de espaldas de lejos con una pinta increíble y yo soy de los que la siguen hasta adelantarla para verle la cara y si resulta que es un monstruo, me voy feliz porque es un alivio, «menos mal que no eres guapa porque si no me matas». La belleza duele.
¿Cuál es la mujer que más te ha impresionado de todas las que has conocido en tu vida?
No lo sé. No podría decir una. Tengo un recuerdo precioso de mi madrina, de mi abuela y, en general, de todas aquellas señoras mayores nacidas a principios del siglo XX que vivieron la guerra y tiempos difíciles de verdad.
Dice Andreu Buenafuente que eres el último rey de Navarra que vive voluntariamente en el exilio. ¿Qué es lo que más echas de menos de tu tierra cuando estás en Manhattan?
Nada. Por decir algo, mis orígenes. Sentir los sitios en los que he crecido. Pero los tengo presentes sin verlos. Llevo mi país en mi cabeza. Y a mis amigos y a mi familia. Y existe el teléfono, y Skype… No necesito nada.
Ése es otro tema: los amigos.
Yo creo que más que los amigos es el pasártelo bien, la juerga o el buen rollo más que el concepto amigo. Relativizo el amor a muchas cosas: a los padres, a tu novia, a tus amigos. Soy un tío bastante frío, analizo la amistad con la posibilidad de que mañana no sea una amistad, porque la gente cambia sus opciones de vida. Sobre todo en estas edades como hay mucha gente que cuando ha conseguido todo lo que quería, que puede ser una familia, un par de hijos y un piso, empieza a ponerle peros a tu amistad, a dejarte su coche, a dejarte dormir un día en su casa o a salir un día de copas contigo. Sigues siendo mi amigo, pero me la sudas (risas). A mí me gusta el momento y ya está. ¿Ahora eres mi amigo? Pues eres mi amigo y para mí lo eres para toda la vida sabiendo que igual no. Pero es como el amor, a mí no me apetece enamorarme porque vivo mucho mejor solo, pero estoy abierto a enamorarme y si me enamoro vivo el día a día sabiendo que casi seguro mañana eso no va a existir. En mi cerebro, cuando se muere la pasión, se muere la pareja. Muchas veces me entusiasma desenamorarme —a veces más que enamorarme—. Es una liberación total. Encontrarte de nuevo. Gustarte.
En tus fotos solo se ven cosas divertidas, no se ven las horas de trabajo.
Lo mismo que si estoy enfermo o deprimido no me gusta salir a la calle con cara de amargado y prefiero quedarme en casa; en las fotos no me apetece sacar el lado del esfuerzo, porque a mí las cosas me han ido bastante bien y, aunque trabaje muchas horas, muchas veces no me parece que esté currando. No mola aburrir. Pero yo curro como un cabrón y me encanta, lo que pasa es que hay muchas veces en las que no sé si estoy trabajando o no. Hay gente que separa el trabajo de su vida, pero para mí la vida es todo. Si separo el trabajo puedo separar también, la comida, mis aficiones, o el amor, y entonces ¿quién soy? Nadie. ¿Quieres que hablemos sólo de ti y de mí y de si nos pica el culo? Pues no, yo lo junto todo, hay veces que estoy hablando con tres amigos y estoy trabajando porque estoy pensando en una movida que ha salido a partir de algo trivial. Eso es curro, como es curro tumbarme en el sofá con la tele de fondo y poner mi coco a pasear.
Muchas veces, visto desde fuera, se asocia el ser creativo con ser vago.
A mí la creatividad no se me apaga, no me cuesta mucho esfuerzo. Es algo que me lo he trabajado porque soy un tío curioso y me gusta observar, pero no es algo consciente. Podríamos decir que soy un vago inquieto.
¿Siempre ha sido así?
Siempre. Pero claro, menos en los inicios, siempre he trabajado para mí, por lo que estoy haciendo mis proyectos, cosas que me apasionan. Pero recuerdo que cuando trabajaba como ilustrador o maquetador para otras revistas ponía la misma pasión y le metía un montón de horas. Si trabajo, trabajo bien. Parece que los artistas somos unos dejados pero yo soy de un meticuloso de la leche.
¿Y la literatura? Después de escribir el “grafo-cuento” La casa de las mujeres cocodrilo, ¿has pensado en publicar alguna novela o relatos? ¿Te interesa la producción literaria?
Escribo muy mal, aunque creo que lo que escribo es capaz de llegar o de sacar una sonrisa a quien lo lee. Tengo ahora un encargo para escribir un libro apoyándome en fotografías mías.
¿Qué lee Mikel Urmeneta?
Cosas raras y poca ficción. En general, poco libro y mucho articulo por internet. En este momento estoy terminando La Vida Maravillosa de Stephen Jay Gould sobre el descubrimiento fósil de la fauna cámbrica de Burgess Shale y las implicaciones que tuvo su reinterpretación en la historia de la vida y en la evolución. Luego me espera el último de Juan Luis Arsuaga.
Tú mismo te has definido como un mal dibujante, un mal fotógrafo, un mal escritor, un mal currante y un mal amante, pero parece que todos los proyectos en los que te embarcas acaban siendo un éxito. Se diría que sólo te falta una personalidad apesadumbrada para encajar en el cliché de genio creativo.
Desde luego, de personalidad apesadumbrada nada de nada. La palabra éxito no existe en mi diccionario, a no ser que éxito sea sinónimo de felicidad. Y es cierto que soy buenísimo haciendo muchísimas cosas mal. Me gusta la superficie más que la profundidad. Más abanico que embudo. Probar muchas cosas concentrándose poco tiempo en cada una de ellas. Un ser disperso con las ideas muy claras.
Parece que tienes una cierta facilidad para vivir la vida.
Sí, yo creo que sí. Tengo esa facilidad, pero también tengo la casualidad, porque creo que casi todo en la vida es casual. Dónde naces, qué herencia genética recibes, la educación, la cultura y otras cosas hacen que puedas ser muy feliz, pero si tienes una enfermedad tremenda te has jodido. Mi fortuna es que vivo la vida fácil y positivamente, pero también tengo la constancia de recordarme que soy feliz. Me curro mi felicidad. Cada día me levanto y pienso tonterías como «estoy bebiendo un vaso de agua fría del frigorífico» y me lo paso en grande bebiéndome ese vaso de agua fría. Disfrutándolo. O me levanto y veo que tengo un móvil, lleno de números de gente que quiero o que me interesa, y que puedo llamar a cualquiera de ellos… Pues me empalmo. Pienso en la suerte que tengo. Joder, nace en Somalia y verás. Somos unos caprichosos, unos envidiosos y unos quejicas asquerosos. Por eso, los que vivimos en el codicioso primer mundo, a no ser que lo estés pasando muy mal en temas de salud o trabajo, tenemos la obligación de ser felices y, todas las mañanas, disfrutar con lo que tenemos, que es mogollón. Pero también entiendo que haya gente con un coco negativo, también por casualidad, por genes, por una enfermedad mental… Si no se puede, pues no se puede. Pero inténtalo de verdad, cabrón. En mi caso, mi coco me obliga a ser feliz. Y que dure.
Fotografía: Guadalupe de la Vallina — Agradecimientos: AC Palacio del Retiro
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No lo habréis tenido fácil para elegir la frase del titular porque hay unas cuantas.
Nunca he entendido el «éxito» de este tío…
Muy buena: divertida y luminosa. Me interesa más la persona que la obra, pero, qué demonios, ¡ese es el arte de la entrevista!
A mi este tío me da buen rollo y no seré yo quién desprestigie la marca Kukuxumusu porque,guste o no,la idea es cojonuda. Y que coño,antes Kukuxumusu que las sudaderas o camisetas de universidades americanas que no vamos a pisar en nuestra puta vida.
Siempre me pregunto si este tipo de gente que triunfa con chorradas habría conseguido lo mismo sin ser hijo de papá. Me inquieta. Pienso en Miker Urmeneta, en la cantante de Russian Red… De verdad habrían dado la campanada sin el colchoncito familiar que les permitió un día irse a Nueva York o a Londres con lo puesto, sabiendo que a la vuelta tendrían sopita caliente en casa? Lo peor es que se permiten criticar a quien se conforma con una pareja y dos hijos… los mismos que les compran camisetas y discos
Yo soy de las que no me he leído la entrevista entera porque el personaje no es que me entusiasme especialmente, ha sido más bien una cuestión de curiosidad. Pero si que me he leído los comentarios, que me parecen mucho más interesantes.
Aunque está claro que él ha tenido que hacer su parte del trabajo, tu pregunta me la he hecho yo muchas veces. Y la respuesta que me doy es que el mundo es como es, y no hay vuelta de hoja. Siempre puedes no gastar tu dinero en ello, es mi forma de rebelarme: el «noconsumo»
Ya sabemos que queda muy progre criticar algunas cosas y también que es bastante idiota. Evidentemente si no existieran las «familias con dos niños» Kukuxumusu le iba a vender las taza, las sudaderas y compañía a quién yo te diga. Por la boca muere el pez… En boca cerrada no entran moscas, etc, etc, etc…
Por lo que veo, casi ninguno de ustedes se ha leído la entrevista. Magnífica. Coincido con Raúl, la persona es muy interesante, su obra igual no tanto. Da la sensación de que hace una obra para su marca, para vender, y otra para él. No lo se, es una sensación. Es lo normal en este mundo mercantilista, si tienes que vender, tienes que vender.
Con respecto al comentario del señor Uxue, bórrelo, de verdad, no se ha leído la entrevista, no se retrate.
Gracias a Jot Down por otra magnífica entrevista
La respuesta a la última pregunta me parece perfecta. Hace falta mas gente con una mentalidad parecida, en vez del manto de pesimismo que parece rodear a la sociedad últimamente. Tanta crisis, tanta crisis… y como bien dice él, aquí pocos podemos quejarnos de no tener un móvil o un ordenador propio.
Genial entrevista Pablo.
Siempre he pensado que en el arte no importa tanto lo que haces sino con quién te relacionas y cómo promueves tu «obra», los favores que te deben, etc. Mikel Urmeneta, maestro del autobombo (dense una vuelta por su blog para comprobarlo), confirma mi teoría. Una pena pero así es este mundo.
Me he leído la entrevista enterita, don Álvaro. Si tiene alguna duda, le hago un resumen. Además, conozco al personaje y no tengo nada en contra de él (compro sus camisetas sin problemas). Sin más, me preguntaba si sus fotos de pollas y tetas habrían llegado a publicarse en El País si fuera un don nadie. Que es un niño de papá, creo que es algo indiscutible. Por otra parte, no tengo nada en contra de los niños de papá. Perdone por opinar.
No deberías disculparte, Uxue, está claro que «don Álvaro» se ha sentido identificado con el protagonista de la entrevista y te ha saltado a la yugular. Sí, yo también me he preguntado si esta gente hubiera podido vivir de estas tonterías sin apoyo familiar, porque la verdad es que hay que ser afortunado en la vida para pasarse la juventud viajando sin dar un palo al agua como el 95% de los chavales, y lo digo con toda mi envidia cochina. Aunque no todo es tan bueno, tanto tiempo libre no puede ser bueno; el aspecto excéntrico y loco del personaje en cuestión lo confirma. Lo que hace el aburrimiento…
La historia del arte está llena de niños de papá (Lorca, Dalí, Buñuel,…por citar sólo tres) porque si trabajas ocho horas diarias descargando camiones es muy difícil que luego puedas pintar, escribir o hacer películas. Luego está el bohemio que dedica su vida al arte y no tiene ni para comer, de este tipo también hay muchos ejemplos en la historia del arte. No creo que Miquel Urmeneta pertenezca a ninguno de los dos.
Este tipo se ha construido un personaje, que es el que aflora en la entrevista. Bueno, se lo ha currado con el mimo, con el tesón que otros a lo mejor emplean en practicar el judo o aprender chino. Y luego está la marca que creó. Por cierto, esta última para mí dejó de ser cool el día que vi una foto de Urdangarin llevando una camiseta de Kukusumuxu.
Yo el otro día vi un cura con alzacuellos, con pinta opusianera, con una bolsa de kukuxumuxu. Me hizo mucha gracia. Se me escapó la foto por lo pelos. Le hubiera encantado a Mikel
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Después de leer la entrevista coincido con la primera opinión, pero en mi caso tengo que decir que habéis dado en el clavo. La frase del titular es la que me ha traido hasta aquí, antes que el personaje incluso. Él es quien me ha hecho leer hasta el final.
Hace una semana estuve hablando con un escritor de El Pais, un tio muy entrañable que no dudó en compartir sus fuentes de información conmigo. Me habló de algo llamado Jot Down i aqui estoy curioseando, desde hace unos dias ya. Curioso es la palabra que hoy me ha hecho leer a Mikel y el regusto de la lectura lo que me ha animado a escribir un comentario, la idea me apetecia desde hacia un rato pero solo ahora y hoy me ha venido el impuso sin pensar. Seran las secuelas de leer al entrevistado y sus teorias sobre la importancia de la intuición?
Enfin, gracias por ofrecer lectura larga, la metralleta de sobreinformación rápida y corta satura, y nos vuelve un poco estupidos.
Soy de mente curiosa y hace tiempo ando buscando donde enfocarme después de haber estudiado derecho, foto amateur y aprender mirando aqui i alli. Me da por meter la nariz en rincones que me llaman la atención igual por aquello que dicen de encontrar lo que a uno le gusta y asi aumentar las posibilidades de dar con la formula de «que es lo que quieres hacer con tu vida», aunque la perfecta no exista, o si. Me encanta vuestro proyecto. Si un dia son de utilidad un par de ojos curiosos y un poco de texto también me encantaria colaborar. Felicidades
La frase del titular imagino ha sido fruto de años de experiencia en la escuela de la vida. No te jode.
Y brutal JotDown. Muy grandes.
«Si no se puede, pues no se puede. Pero inténtalo de verdad, cabrón.» este sí es un titular, jajaja, buena entrevista, tiene razón, hemos de disfrutar más y ser menos negativos.
Llego 5 años tarde por lo que leo… Mikel sabe perfectamente de donde viene, que tipo de familia es en la que se educo. Lo sabe y lo dice abiertamente. No entiendo como alguno (en los comentarios) considera que haber nacido en esta constelación, entorno, medioambiente es algo despreciable, a criticar.
¿Por el hecho de haber nacido en el hemisferio norte no le odio señor «Uxue»?, o ¿es que usted se gano el lugar donde nació en una vida pasada?
De esta gente que critica, mejor no estar cerca…