Tras la lectura del magnífico reportaje de David Simon sobre el Departamento de Homicidios de Baltimore, Homicide (1991), se confirma la sombría reflexión de Freud: el expeditivo “No matarás” ha de levantarse con firmeza ante un hombre con interminables generaciones de asesinos en la sangre. Hay una ausencia en la mayoría de los asesinatos investigados en el libro: el móvil. El tranquilizador por qué. Basta con que en verano la temperatura no baje de los 40º para que se incremente el número de cuerpos tendidos en el suelo. Salvo en los trabajos por encargo, el homicidio no surge de un motivo lejanamente racional; por el contrario, el inestable revuelto de pasiones se va cociendo en el hombre hasta que la presión hace estallar todo y hay que dibujar con tiza otra silueta en el suelo.
La imagen del detective a lo Dupin o Sherlock Holmes, que resuelve los casos sentado en su sillón favorito, sufre un duro encontronazo con la realidad. Simon narra con detalle y admiración la rutina del trabajo policial realizado con tenacidad y experiencia, el cual a veces da lugar al hallazgo de nuevos indicios mucho después de que la investigación principal se hubiese estancado. Y la imagen del supervillano queda herida de muerte gracias a un factor que cierra muchos expedientes: la redomada imbecilidad de los sospechosos. Ese tipo que dispara a otro, se va a dormir a casa y deja la pistola encima de la mesita, o el adolescente que no tiene ni idea de sus derechos, con lo que renuncia a bazas como la del abogado. Pero si el presunto asesino se ha deshecho del arma y mantiene una historia coherente en los interrogatorios, es probable que salga impune. Las investigaciones a lo CSI proporcionan a lo sumo pruebas circunstanciales (también hay que tener en cuenta que el libro está ambientado a finales de los 80).
Memories of Murder (2003), de Joon-ho Bong, apasionante thriller coreano, supone un preciso correlato, en ficción, de Homicidio. En 1986, en un pueblo de Gyunggi, una provincia de Corea del Sur, aparece el cadáver de una mujer violada. Un inspector de la policía local, Park Doo-man (un estupendo Song Kang-ho), ve cómo la investigación es obstaculizada por la ignorancia de cualquier procedimiento policial, empezando por el precinto de la escena del crimen: la escena se contamina desde un principio debido a la presencia de los curiosos y a la negligecia de la policía. La experiencia en la investigación de homicidios enseña que el cadáver es lo último que ha de ser examinado: ya no va a salir corriendo. En cambio, las evidencias presentes en la escena se van destruyendo a cada segundo por culpa principalmente del tráfico humano. La búsqueda de testigos sólo da resultados al cabo de mucho insistir: nadie quiere verse implicado en un caso de homicidio, y menos aún si tiene algo que ver con el tráfico de drogas. Una vez detenidos varios sospechosos, son interrogados en la comisaría en un ambiente de tensión e inseguridad que juegue psicológicamente en su contra. El inspector Park Doo-man no tiene empacho a la hora de usar métodos expeditivos. Las palizas a los sospechosos son habituales. Memories of Murder y las películas coreanas en general ofrecen una imagen muy negra de la policía, retratándola como violenta, corrupta o, más a menudo, como un cuerpo completamente inepto.
En Baltimore han de respetarse las garantías legales de los sospechosos para que todo lo obtenido sea admisible en un tribunal, aunque los inspectores conocen bien las zonas grises que les dotan de alguna ventaja. El inspector procurará reunir evidencias suficientes para convencer a un jurado de que el acusado es culpable, y testificará sorteando lo mejor posible las trampas del abogado defensor. Pero eso ya no es realmente importante para él. Lo fundamental sucedió unos meses atrás, cuando el caso pasó a figurar como “resuelto” en las estadísticas del departamento. Los amantes de la titánica The Wire recordarán el nerviosismo que las malas estadísticas despertaban en los altos mandos. En Homicidio se explica minuciosamente la función política de las estadísticas, su valor como instrumento de poder y su escasa correspondencia con la realidad del departamento.
Los detectives son representantes del Estado y manejan los cadáveres con la misma falta de sentimiento de un certificado de defunción. Ignoran el dolor y la ausencia causadas por la muerte de una persona o, mejor aún, los usan a su favor. La investigación de un homicidio es una labor estrictamente racional, de ordenación y catalogación: el Estado halla una anomalía en el funcionamiento de la sociedad, la resuelve y la archiva. Esta asepsia emocional es decisiva para la salud mental de los policías, quienes sufrirían un insoportable desgaste en el caso de considerar el cadáver como otra cosa que un bulto a investigar.
En Homicidio y en Memories of Murder hay sendos casos en los que la erosión personal es altísima, ambos relacionados con la figura borrosa y escalofiante del asesino sexual. En un callejón de Baltimore aparece muerta una niña, Latonya Wallace. La brutalidad del crimen hace que varios altos mandos se personen en la escena del crimen, contaminándola y entorpeciendo el trabajo del detective a cargo, Tom Pellegrini, quien pronto se encuentra con un caso estancado. Pellegrini se obsesiona y continúa la investigación durante meses, incluso después de ser asignado a otro asesinato, repasando los expedientes durante los ratos libres. El esfuerzo tenaz del inspector mina su salud pero da sus frutos: cada vez más los indicios apuntan a un pescadero del barrio, un hombre algo bovino (nada que ver con la presencia pétrea de Maigret) con antecedentes de abuso sexual. Sin embargo, los repetidos interrogatorios y el acoso al que le somete Pellegrini no dan resultados: el pescadero se mantiene firme y niega los cargos. El asesinato de Latonya Wallace queda sin resolver.
Cuando se suceden más asesinatos en la provincia de Gyunggi, las autoridades de Seúl envián a un inspector de refuerzo, Seo Tae-Yoon (Kim Sang-kyung). Su carácter sereno y sus métodos racionales contrastan con el cinismo de Park Doo-man. Pero la dureza del caso pasa factura a ambos investigadores haciéndoles replantearse muchas cosas: Park aprende a admirar la calidad del trabajo de su colega mientras éste, por su parte, es vencido por la tensión del caso. La investigación conduce hasta un sospechoso pero éste niega cualquier relación con las muertes. Los crímenes quedan sin resolver.
David Simon estuvo un año entre las faldas de los policías de Homicidios para escribir su reportaje, en el que capta a la perfección los distintos caracteres de los miembros de la brigada. Desde un policía nato como Donald Worden hasta un trabajador solitario como Harry Edgerton. Y describe toda suerte de casos, desde los que se resuelven prácticamente solos hasta los que pueden destruir una carrera, como la investigación acerca de otros policías que Worden se ve obligado a realizar. La precisión, la habilidad narrativa y el sentido del humor caracterizan el arte de Simon. En cuanto a Memories of Murder, debería ser una buena puerta de entrada a los magníficos thrillers que se realizan en Corea del Sur. El enfoque realista de la historia, la estupenda ambientación opresiva en la provincia, escenas magistrales como la persecución de un sospechoso en una obra o la progresiva evolución de los personajes hacen de ésta una película para no perdérsela. Así que aquí tienen: un libro y una película.
Tengo buen recuerdo de la película coreana, y añado otra aportación al policiaco «procedural», subgénero depredador sexual en latitudes no habituales. Se trata de un telefilme de 1995, Ciudadano X, que narra la persecución durante años del carnicero de Rostov, Iván Chikatilo, por parte de un investigador que termina afectado por el caso. Hay puntos de contacto con Memories of Murder: la incompetencia y desidia policial, las interferencias del poder (Chikatilo llega a ser detenido pero se le libera por ser miembro del Partido), el afán del investigador por introducir métodos inéditos como el perfil psicológico, la desintegración moral de una sociedad que deja a su suerte a los jóvenes sin hogar que constituyen la dieta del asesino…
No me sonaba la peli pero tiene buena pinta, y más con este reparto: Stephen Rea, Donald Sutherland y Max von Sydow. Gracias por la recomendación y por el comentario.
Ops, el angelito era Andrei Chikatilo, no Iván… la peli circula sin problema por YouTube, por aquello de que «sólo» es un telefilme de la HBO, aunque creo que se llegó a estrenar en cines, de hecho recuerdo un trabajo de producción bastante digno para recrear la desvencijada Rusia de los 80.
Enhorabuena por el artículo: Buenas elecciones y buenas ideas. En muchas ocasiones, si no en todas, lo importante no es el problema sino cómo se afronta. Sobre este particular versan las obras escogidas. Por ello me veo en la obligación de apoyar la aportación de susoman (quien ha dado en el clavo), pues en mi caso casi no puedo entender Memories of Murder sin Citizen X. Se trata de una magnífica caracterización del problema (la psicopatía), la cual queda eclipsada, no obstante, por el ambiente político-social soviético, maquinaria pesada capaz de engendrar más pavor que 30 Chikatilos. La evolución de semejante dragón en este telefilm es simplemente magnífico. Por descontado que el articulista disfrutará el manjar, tanto o más que con la peli coreana.
Se agradece, Juez, a pesar de lo cabrón que era usted en
Meridiano de sangre. Ya tengo en mis zarpas Ciudadano X y prometo verla mañana después de comer.
Muchas gracias por la estupenda reseña de «Homicidio», de David Simon, que hemos publicado y está disponible en librerías y en nuestra web http://www.principaldeloslibros.com.
También os puede interesar «La esquina», también de David Simon, co-escrito con Ed Burns (su guionista y productor en The Wire), donde se explora la otra cara de Baltimore: los traficantes y drogadictos. En ese volumen Simon habla de las personas reales que inspiraron la creación de personajes como Bubbles, Body o Stringer Bell.
En enero de 2013, por cierto, publicaremos la guía «The Wire. Truth Be Told» de Rafael Álvarez.
Y sí, somos fans de «The Wire», a muerte :)
Un saludo,
Principal de los Libros