La invasión de Ucrania por parte de Moscú —en febrero de 2022— fue un punto de inflexión para la censura en la prensa rusa.
A cuatrocientos kilómetros al norte del círculo polar ártico, Giorgi Chentemirov, periodista ruso, cuenta que llevaba ya seis meses fuera del país cuando fue declarado «agente extranjero» por el Ministerio de Justicia ruso. «No puedo decir que me sorprendiera, pero, desde luego, no por ello dejaba de producirme inquietud», explica el periodista vía telefónica desde Kirkenes, una localidad noruega de poco más de cuatro mil habitantes fronteriza con Rusia. Chentemirov, de treinta y ocho años, es uno de muchos informadores que se han visto obligados a abandonar el país en los últimos dos años. Según cuenta, la invasión de Ucrania por parte de Moscú —en febrero de 2022— fue un «punto de inflexión» para la prensa en Rusia.
«Fue entonces cuando se aprobó la Ley de Censura bajo la cual se consideraba delito hablar de «guerra» en Ucrania en vez de «operación especial». Solo podíamos citar fuentes oficiales, ni siquiera las de la ONU. Salirse del guion, aún hoy, pasa por largas penas de cárcel», subraya el ruso. Además de una firma conocida y respetada en Rusia, Chentemirov era también el presidente de la Unión de Periodistas de Karelia, su región. «A pesar de lo servil que es la Unión de Periodistas Rusos, nosotros éramos muy independientes, nunca nos callábamos», recuerda.
Fue precisamente alzar la voz para defender a un colega lo que le puso en el disparadero del Kremlin. No podía ser de otra manera en un país que, dice el reportero, la censura también se ejerce bloqueando infinidad de páginas web y redes sociales, y en el que muchos editores viven bajo la presión de que un artículo fuera de tono les obligue a echar la persiana.
«Desgraciadamente, el periodismo real en Rusia pasa por firmar con seudónimos para proteger tu identidad y publicando para medios que no están en el país», explica Chentemirov. Hoy trabaja para el Barents Observer, un digital noruego que cubre la actualidad de la región más septentrional de Europa. Las tensiones fronterizas con Rusia, el impacto de la movilización en la península de Kola o los casos de corrupción de los oligarcas locales son algunos de los temas que cubre este medio que ha colaborado con periodistas rusos durante veinte años. La cabecera ártica ha incorporado a cuatro periodistas del país vecino a su plantilla.
«Es imprescindible tener un medio ruso parlante que pueda llamar «guerra» a la guerra, y que cubra temas prohibidos en Rusia como ciertas iniciativas civiles, la oposición política, la brutalidad del frente ucraniano, las mentiras del Kremlin…» explica a por teléfono Thomas Nilsen, editor jefe del Barents Observer. Se trata de un medio con una larga experiencia esquivando la censura rusa. No en vano, en 2019 se convirtió en el primer medio nórdico en ser bloqueado en Rusia.
Nilsen asegura contar hoy con recursos para sortear los obstáculos en internet, algo que no evita que sus lectores se vean obligados a utilizar vías alternativas para acceder a la información. «Como la mayoría de los medios de prensa extranjeros que hacen periodismo real están vetados en Rusia, millones acceden a internet a través de herramientas como las VPN», recuerda el noruego.
«Clima de terror»
El Comité para la Protección de Periodistas, denuncia que docenas de medios de prensa y más de cien periodistas han sido calificados como «agentes extranjeros» en Rusia desde 2021. La oenegé que promueve los derechos de los periodistas nivel mundial apunta a al menos veintidós informadores rusos actualmente en prisión y siete desaparecidos. La presión es constante. El pasado 26 de noviembre, Nika Kovak, una periodista independiente rusa, era condenada a cuatro años de prisión tras ser acusada de «colaboración con un medio de prensa extranjero». Kovak trabajaba con Radio Free Europe/Radio Liberty (RFE/RL), una cadena financiada con dinero público estadounidense y considerada «indeseable» por las autoridades rusas desde el pasado febrero.
Otras de las que se han añadido a esa lista son la emisora exiliada Dozhd TV, los medios de comunicación independientes Meduza y Novaya Gazeta Europe (ambos establecidas hoy en Letonia) así como los medios de investigación iStories, The Insider, Bellingcat y Proekt.
Las cifras sobre el deterioro del sector en Rusia son elocuentes, cayendo al puesto 164 (de 180) en la Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa de Reporteros sin Fronteras.
«Es hoy, con la guerra de Ucrania, cuando vemos funcionar a pleno rendimiento toda esta maquinaria de desinformación, pero necesitamos recordar que fue creada por Vladimir Putin allá por 2005,» explica desde Madrid Alfonso Bauluz, presidente de Reporteros Sin Fronteras España. Bauluz lamenta la «imposibilidad» de discrepar en Rusia toda vez que apunta a normas «descabelladas» que, insiste, empujan al exilio a muchos periodistas independientes y obligan a mantener un perfil bajo a los que se quedan.
Entre las iniciativas lanzadas por RSF, destaca la conducida por la sección alemana de la oenegé: se han recaudado dos millones de euros para dar viabilidad económica a redacciones en el exilio y asistir a periodistas durante su evacuación.
No obstante, el acoso no es exclusivo a informadores rusos. Hay dos estadounidenses entre los encarcelados en Rusia y son muchísimos más los corresponsales extranjeros establecidos en el país que se han visto obligados a marcharse.
«Antes de la guerra en Ucrania ya era complicado y peligroso trabajar en el país, pero hoy podemos decir que ya no existe el periodismo en Rusia», asegura vía telefónica Marc Marginedas, corresponsal en Moscú durante once años para El Periódico de Cataluña. Habla desde su Barcelona natal tras abandonar el país en 2022. Más allá del «clima de terror» que, dice el catalán, respira la prensa en Rusia, Marginedas describe la política comunicativa del Kremlin como una «orgía de noticias falsas».
«Luego está la ofensiva administrativa: visados que hay que renovar cada tres meses, la pesadilla burocrática de alquilar un piso y obtener el registro del Servicio de Migraciones…», matiza el catalán. Oficialmente no existe una causa criminal contra él, pero dice estar «convencido» de que no estaría a salvo si volviera a Rusia.
Volver a empezar
Todo es más doloroso cuando es tu casa a la que no puedes volver. Tras siete años trabajando para la BBC, la radiotelevisión pública británica, la reportera moscovita Elizaveta Vereykina abandonó Rusia pocas semanas después de que arrancara la ofensiva de Moscú en Ucrania.
«Trabajé para la cadena durante un par de meses en Turquía y Letonia. Luego la BBC me pidió que volviera porque necesitaban gente en Rusia y lo hice, en mayo de 2022», relata Vereykina en conversación telefónica desde Tromso, en el extremo norte noruego. Fueron apenas cuatro meses hasta que decidió abandonar el país de nuevo, ya de forma definitiva.
«La situación empeoraba cada día y sentía que era peligroso. La gente tenía miedo a hablar con nosotros por tratarse de un medio extranjero y cada vez era más difícil viajar dentro del país, y hasta cosas tan sencillas como hacer una reserva en un hotel», asegura. Su compañera en la BBC, la veterana periodista británica Sarah Rainsford, había sido obligada a abandonar el país en agosto de 2021. «Incluso antes de la invasión se notaba que las cosas empezaban a cambiar, que aquello se encaminaba hacia una auténtica caza de brujas», añade la reportera rusa.
Tras pasar por el Reino Unido y Georgia, Vereykina, aceptó la invitación del Barents Observer para unirse a su plantilla el pasado febrero. Sin perder de vista la actualidad en su país de origen, también abre el foco sobre las amenazas que sufre el delicado ecosistema ártico
«Soy una enamorada de esta parte del mundo y hoy disfruto de la libertad que me otorga poder elegir mis propios temas», subraya. Sobre volver a Rusia en un futuro próximo, Vereykina dice no contemplarlo. «Aunque cambie el régimen de Putin la sociedad no lo hará de forma inmediata. No creo que pueda encontrar mi lugar allí».