Cine y TV

La bola de cristal

La bola de cristal. Imagen RTVE.
La bola de cristal. Imagen: RTVE.

Creo que no es casual que los dos programas infantiles de más éxito y mayor repercusión en la historia de Televisión Española fueran programas familiares. No en el sentido habitual de hechos para la familia, sino en el más literal e insólito de hechos por una familia. Me refiero a El gran circo de TVE (que luego se llamaría El loco mundo de los payasos) y a La bola de cristal. Puede que haya obras que, como los cuentos tradicionales, alcancen su plenitud al amor de la lumbre de un hogar; una frase que sería redundante de no ser porque no todas las lumbres son hogares ni en todos los hogares hay amor.

A la vista de los resultados, es de suponer que había amor en el hogar de los Aragón, y puedo asegurar que lo había —y mucho— en el de Lolo Rico, cabeza de una familia extensa —o una pequeña tribu— muy unida que, en la época de La bola de cristal, incluía a Carlos Fernández Liria, amigo íntimo de Santiago e Isabel Alba Rico; a Eduardo Caro, el más asiduo y leal amigo de Lolo; a Miguel Ángel Pacheco, su pareja sentimental; y a mí, su pareja artística (llevábamos varios años colaborando en proyectos relacionados con la impropiamente denominada literatura infantil).

A principios de los ochenta, Lolo me dijo que Televisión Española le había encargado la realización de un programa infantojuvenil y me pidió que lo hiciéramos juntos. Le propuse hacer algo humorístico y desmitificador a partir de los cuentos maravillosos tradicionales, y ella me contestó que lo de los cuentos le parecía muy bien, pero que habría que dejarse de bosques y castillos. «Tendríamos que hacer algo urbano, moderno», me dijo.

Pensé que un buen punto de encuentro entre lo maravilloso tradicional y lo urbano era el inagotable tema de la casa encantada, y como en aquel momento mi objeto de investigación era la autorreferencia, se me ocurrió que la idea madre del programa podía ser el supuesto de que la propia sede de TVE (a la que solíamos referirnos como «la casa», «esta santa casa» o «esta casa de putas») fuera una casa encantada, secretamente habitada por unos duendes traviesos.

En aquella época aún no se habían informatizado los procesos tipográficos, y el «duendecillo de la imprenta» no paraba de hacer de las suyas. Me pareció interesante trasplantar el concepto a la televisión, que se podía considerar la sucesora mediática de la imprenta, y así nacieron los electroduendes y la bruja Avería. Y a Lolo le encantó la idea. Pero faltaba el nombre del programa. Tardé varios días en dar con él, aunque una vez encontrado parecía obvio: puesto que se trataba de un programa inspirado en los cuentos maravillosos y en el que la propia sede de TVE era la versión tecnológica de la casa encantada, nada más adecuado que ver en el propio televisor el trasunto electrónico de la bola de cristal de los adivinos (así como la bola de cristal era el televisor mágico de los antiguos videntes, el televisor es la bola de cristal electrónica de los modernos televidentes). Lolo y Miguel Ángel Pacheco, director artístico del programa, acogieron el título con entusiasmo. Lo celebramos en la Sala Clamores.

Tras el estreno de La bola de cristal, en octubre de 1984, se me unieron como guionistas Santiago e Isabel Alba Rico y Carlos Fernández Liria, que a pesar de su juventud —o gracias ella— hicieron un trabajo excelente. Y Eduardo Caro sería el meticuloso adlátere que nuestra genial e imprevisible directora necesitaba. Siempre que me preguntan cuál fue la clave del éxito de la Bola, hago hincapié en la «familiaridad» del equipo, que potenciaba al máximo el flujo de ideas y la creación colectiva. La bruja Avería, el personaje más emblemático del programa, es un buen ejemplo: no se habría hecho famosa sin la sobrecogedora imagen que le confirió Miguel Ángel Pacheco (que unos excelentes muñequeros trasladaron fielmente a la tercera dimensión) y sin los revolucionarios —en ambos sentidos del término— guiones de Santiago Alba Rico (aún resuena en nuestra memoria, con la imponente voz de Matilde Conesa, su tremendo grito de guerra: «¡Viva el mal, viva el capital!»). 

Pero si La bola de cristal llegó a ser lo que fue, se debió sobre todo a la extraordinaria labor directiva de Lolo Rico, a su gran talento, a su visión innovadora y a su irresistible poder de seducción, que le permitió incorporar al programa a lo más granado de la movida madrileña y de la música emergente.

Por razones que no vienen a cuento, Lolo y yo nos distanciamos tras el abrupto final de La bola de cristal, como esos progenitores que se separan tras la muerte de un hijo. No recogimos juntos los frutos materiales y morales del programa, que, aunque fueron muy jugosos tanto para ella como para mí, compartidos lo habrían sido mucho más. Y además habrían podido ser el alimento de nuevos proyectos conjuntos; ese tipo de proyectos que «solo no puedes; con amigos, sí». Nunca perdí la esperanza de reconciliarme con Lolo, y habría querido poder acompañarla en sus últimos años. No conseguirlo ha sido uno de mis mayores fracasos.

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8 Comentarios

  1. Gracias Frabetti. De corazón.

    • Gracias a ti por tus asiduos comentarios: no siempre estoy de acuerdo con ellos, pero siempre me aportan algo. Decía Eliot que un escritor debería conformarse con cuatro lectores inteligentes, y gracias a los habituales de Jot Down he superado con creces esa cuota.

  2. Uno que pasaba

    Siempre tiene que venir la Pilar Miró de turno a fastidiarlo todo. La bola de cristal fue un programa trangesor que muestra los indicios de grandes cosas que ocurren muy de vez en cuando. Visionarios de futuro, el nombre le viene al pelo al programa.

    Un saludo Fabretti, sé que lees todos los comentarios. Eres un grande

    • Gracias por no pasar, paseante. Me subí a hombros de mujeres y hombres que sí eran grandes de verdad, y por eso en algún momento pude dar el pego. En cuanto a Pilar Miró, era una mujer de gran talento; pero se hizo muy amiga de Felipe González, y eso echa a perder a cualquiera.

  3. Desconocía los inicios de un programa que nos marcó como generación. Siempre me pareció muy grande que en plena ola reaccionaria (Reagan y Thatcher), capitalista y postmoderna os atreviéseis a criticar la falsedad del gobierno de Gonzalez, que aplicaba medidas neoliberales por la puerta de atrás poniendo de excusa la CEE. Muchas gracias.

  4. Gracias por el legado de ese fantástico programa que nos amenizó y nos trató como a gente inteligente y sin condescendencia a tantos que por aquel entonces éramos niños. También recuerdo con especial cariño y profunda huella otro programa posterior con el que tenía ciertas conexiones (al menos en lo transgresor y en la originalidad), llamado Planeta Imaginario.

  5. Ese programa marcó a toda una generación diría, pero en realidad creo que fueron varias. Yo recuerdo no entender absolutamente nada pero no poder despegarme del televisor y esperar impaciente cada cita semanal. Mis hermanos, algo mayores que yo, seguro que entendían mucho más, y sé a ciencia cierta que también les marcó.
    No tenía registrado el dato pero me parece muy hermoso que se empezará a emitir justo en octubre de 1984. Una referencia cinematográfica y otra literaria. Toda una señal, o mejor dicho, dos.

  6. Agradecido para siempre descubrir mi adolescencia con este programa mítico,lo mejor que se ha visto y se verá en TVE a nivel socio cultural. Gracias

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