Kris Kristofferson hace el papel de un marino de otros tiempos que lucha contra la tempestad en un barco en alta mar. En medio del vendaval, trepa por la arboladura para recoger las velas. Cuando se rompe uno de los palos, cae al agua y le dan por muerto. «But I am living still», canta antes de que unas notas de guitarra eléctrica den paso a una nueva secuencia: la construcción de una enorme presa en el río Colorado. La imponente voz de Waylon Jennings narra la muerte de un obrero que resbala y cae en el cemento húmedo. «Me enterraron en esa gran tumba que no sabe de sonidos». «Pero aún estoy aquí», al igual que Kristofferson, concluye con una poética referencia a la vida eterna o la reencarnación.
Esta narrativa prácticamente cinematográfica constituye el videoclip de la versión que Willie Nelson, Kristofferson, Waylon Jennings y Johnny Cash hicieron de «Highwayman», la composición de Jimmy Webb1. Dirigido por Peter Israelson —responsable de clips para Whitney Houston, Reba McEntire, Anita Baker o Neil Diamond— y grabado en blanco y negro en 1985, el clip describe además la muerte en la horca del bandolero que interpreta Nelson y la desaparición de un astronauta en el espacio exterior en la voz del enorme Johnny Cash («Like having God singing your song», dijo el compositor al oírle). Gracias a los cuatro grandes del country, la canción, que había pasado prácticamente desapercibida en un álbum de Webb, se ha convertido en clásico. Casi igual de novelesca y literaria es la letra de Le Parolier de este mes: ««Me and Bobby McGee»», una de las canciones del primer álbum del recientemente fallecido Kris Kristofferson (1936-2024), compositor, cantante y actor.
Estudiante brillante, merecedor de becas y premios, y gran deportista, la biografía de Kristoffer Kristofferson ha sido sobradamente recordada estas últimas semanas, al igual que sus éxitos musicales y cinematográficos. Aunque pronto comenzó a escribir y mover canciones y hacer algún papelito en el cine, su vocación juvenil era ser novelista. Con una gran técnica literaria, «Me and Bobby McGee» habla de viajes y de pobreza, de música, de amor y de compartir. Pero, sobre todo, es una canción sobre libertad y, finalmente, sobre soledad. Kristofferson comparte los créditos de autoría con Fred Foster, fundador y director del sello Monument y descubridor de Roy Orbison, Willie Nelson, Dolly Parton y —a través de una de sus subsidiarias— del soulman Joe Simon.
A mediados de la década de los sesenta, Foster tenía su oficina en el mismo edificio que su amigo el compositor Boudleaux Bryant2. Todos los días se cruzaba con su secretaria, Barbara McKee, llamada familiarmente Bobbie3. Por teléfono, Foster dio a Kristofferson la idea de una canción con el nombre de la joven como título. Aunque con pequeñas variaciones en la ortografía, el compositor se inspiró en una escena de La Strada de Fellini (1954) para narrar desde un punto de vista subjetivo el viaje a través de los Estados Unidos de una chica llamada Bobby y de un vagabundo que no parece darse cuenta de lo profundamente enamorado que está de ella y lo mucho que la necesita.
Foster tenía mucha fe en Kristofferson y en su música. Pronto le consiguió un contrato editorial y sus canciones comenzaron a circular. Ya en 1969 se editaron varias versiones de «Me and Bobby McGee». La original de Roger Miller4 llegó a lo más alto de las listas especializadas. Rápidamente siguieron las de Kenny Rogers and the First Edition, Gordon Lightfoot y, junto con la de su autor, la más célebre y emocionante: la de Janis Joplin, que consiguió un número uno póstumo para la infortunada cantante en 1971.
Aunque Kristofferson se lo tomaba a broma diciendo que parecería una rana croando, Foster insistía para que grabase él mismo sus canciones. Como sabemos, terminó por aceptar y el resultado fue casi una treintena de álbumes, tres Grammys y su nombre en el Country Music Hall of Fame. Su versión de Bobby McGee se incluyó muy pronto en las bandas sonoras de dos películas que podríamos llamar contraculturales: Two-Lane Blacktop (Monte Hellman, 1970) y The Last Movie (Dennis Hopper, 1971).
Hijo de un alto cargo militar, Kristofferson fue desheredado cuando abandonó la tradición familiar para dedicarse a la música y quizás el fantasma de la miseria le rondaba cuando escribió «Me and Bobby McGee». La narración comienza, pues, con una declaración de pobreza y una primera referencia viajera: «Estábamos sin un céntimo en Baton Rouge5 y queríamos coger el tren» para continuar con una imagen complicada pero de gran carga expresiva: «Me sentía casi tan desvaído como mis vaqueros». El simbolismo vestimentario —con su poquillo de fetichismo— es un recurso muy habitual en las canciones, recordemos «Blue Suede Shoes», «Boots of Spanish Leather», «La mantilla»6, etc. Dentro de unos cuantos versos nos encontraremos con la bandana roja del narrador, una prenda que en la imaginería popular tradicional sirve al vagabundo para cargar sus posesiones. Insistiendo en la pobreza, no puede permitirse el lujo de lavar la ropa y añade el calificativo de «sucia».
En inglés, Bobby es un hipocorístico sin género y solo por los pronombres sabemos que, en este caso, se trata de una mujer. Con su pulgar (la típica manera de hacer autostop), la Bobby de Kristofferson consigue que un camión se detenga y salve a la pareja de la lluvia: las máquinas poderosas y las fuerzas de la naturaleza obedecen a la protagonista de la canción, idealizada en pequeños y humildes detalles de la cotidianeidad de la vida vagabunda. Esa demostración del poder femenino desaparece en la versión de Joplin, que deja claro que viaja en compañía de un hombre.
El destino de los viajeros es la ciudad de Nueva Orleans, un destino con infinidad de connotaciones: multinacionalidades, jazz, carnaval, magia, vudú… Desde la cabina del camión, Bobby y el narrador recorrerán el país de punta a punta. Para pagar al conductor, interpretan sus canciones favoritas al ritmo de los limpiaparabrisas que parece que les acompañan, a él con su armónica y a ella cantando blues.
Basada en una sencilla rueda de acordes, las cuatro estrofas de cuidada rima ABAB tienen una estructura narrativa de lógica aplastante. Estamos ante una letra cargada de referencias e imágenes, construida con una habilidad no siempre habitual en las canciones populares. Muchas veces los autores sacrifican el sentido o la lógica de la letra a las exigencias musicales, en cambio aquí podemos constatar los estudios literarios de Kristofferson y seguramente sus esfuerzos por convertirse él mismo en literato. La excepcional sustitución de las palabras «harmonica», «mouth harp» o «harp» —los términos ingleses habituales para «armónica»— por «harpoon» (arpón) es la única libertad que el letrista se toma cuando necesita una sílaba de más. Internet está lleno de discusiones y comentarios al respecto. La cantante country Loretta Lynn prefiere un término más convencional: «I pull my old harp from my dirty red bandana».
Pasamos al estribillo. Por medio de un retruécano, Kristofferson presenta un pensamiento o una meditación sobre lo que tiene valor en la vida: «Libertad es la palabra que sirve para evitar decir que no tienes nada que perder», traduciríamos libremente. «Nothin’ ain’t worth nothin’, but it’s free» («Nada no vale nada, pero es gratis»), continúa. No nos olvidemos de que la palabra inglesa para decir «libre» y «gratis» es la misma. Janis hace un pequeño cambio en este verso: «Nothin’, don’t mean nothin’, honey, if it ain’t free» («Nada no significa nada, sino es gratis»), menos filosófico y más pragmático que el original. Ambos concluyen: «Estar a gusto era muy fácil cuando Bobby cantaba blues». Solo he encontrado que mantenga la letra de Janis a la cantante Thelma Houston en su versión de 1972.
La segunda parte de la canción describe la ruta que recorre la pareja: «Desde las minas de carbón de Kentucky hasta el sol de California», es decir, desde uno de los estados más pobres de la Unión hasta uno de los más ricos. Seguramente la elección es intencionada: de la oscuridad de la mina y el color negro del carbón hasta el sol luminoso de las playas del Pacífico. Un largo recorrido sustentado por la intimidad, el amor, el compañerismo y el apoyo mutuo: «Bobby shared the secrets of my soul» («Bobby compartía los secretos de mi alma»).
Bobby es la columna que sostiene el peso de las aventuras de la pareja. Aquí mantiene en todo momento un papel pasivo pero imprescindible al lado del hombre: «Standin’ right beside me, Lord, through everythin’ I done». En cambio, la modificación que hace Janis connota la solidez y valentía de su Bobby masculino: «Through all kinds of weather» («Hiciera el tiempo que hiciera»), dice conectando con el verso del principio cuando Bobby consigue librarles de la lluvia. El tema del compañerismo y la intimidad reaparece porque «Todas las noches me protegía del frío» («Every night she kept me from the cold») y de nuevo constatamos la pobreza y la necesidad que tienen uno del otro y como el narrador depende de Bobby.
La última estrofa es una despedida y un lamento porque Bobby da por terminada su vida nómada y su relación con la persona que canta y parte en busca de un hogar: «En algún sitio cerca de Salinas», dice sin precisar ni recordar. La elección de una localidad con las connotaciones literarias de Salinas seguramente no es casual7. Y añade «I let her slip away» reforzando la autoridad del narrador pero también su dependencia respecto a la ahora fugitiva. Aun así, en una generosa demostración de afecto, termina deseándole que encuentre lo que busca: una acumulación de sentimientos contradictorios cargada de realismo y quizás también de conocimiento del ser humano. A continuación viene un verso clave que resulta más impresionante en la versión de Joplin, muerta pocos días después de grabarlo: «Cambiaría todos mis días del mañana por uno solo del ayer», dice lamentando su huida. En seguida habla de sensualidad y dejar atrás todas las referencias utilitarias de su relación con Bobby: «Con el cuerpo de Bobby junto al mío».
Para terminar, el último estribillo presenta una pequeña modificación: otro retruécano que, aunque no es intraducible, sí que pierde mucho de su expresividad en castellano: «Nada es todo lo que me dejó» («Nothin’ left is all she left for me»).
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Cuatro jinetes descienden de las montañas mientras la voz de Johnny Cash repite «… and again, and again, and again…». Superpuesta sobre la bella imagen en blanco y negro, la cara del cantante sonríe con melancolía. Las figuras de Willie Nelson, Kris Kristofferson y Waylon Jennings se le unen flotando en medio de la tormenta mientras los jinetes se pierden en el horizonte de la eternidad donde perdurarán todas sus grandes canciones… Y donde siempre encontraremos a esa Bobby aventurera, atrevida y también tierna, inolvidable, gracias a la inspiración de Kris Kristofferson.
Notas
(1) Jimmy Layne Webb, compositor e intérprete estadounidense, es autor de canciones como «Up, Up and Away», «By the Time I Get to Phoenix», «Lineman», «Galveston» o «MacArthur Park» para The 5th Dimension, Glen Campbell, Richard Harris, The Supremes, etc. Su sexto álbum, El Mirage (Atlantic Records, 1977), con producción y arreglos de George Martin, incluye la versión original de «Highwayman».
(2) Boudleaux Bryant (Diadorius Boudleaux Bryant) es un compositor estadounidense de canciones como «All I Have to Do Is Dream», «Bye Bye Love» o «Wake Up Little Susie», casi siempre en colaboración con su esposa Felice (Matilda Genevieve Scaduto).
(3) Actualmente Barbara utiliza su apellido de casada Eden.
(4) Roger Dean Miller Sr., compositor y cantante country , es el creador de «King of the Road» (1964). La canción que fue banda sonora del anuncio del Audi A4 en la versión de Elvis Presley.
(5) Baton Rouge es la capital del estado de Luisiana.
(6) «Blue Suede Shoes» (Carl Perkins, 1956). «Boots of Spanish Leather» (Bob Dylan, 1964). «La mantilla» (Rafael Federico Farías, 1968) es conocida por las versiones de Bruno Lomas, Santi Castellanos o Ramón Calduch.
(7) Salinas, en el condado de Monterrey (California), es la ciudad natal de John Steinbeck, que sitúa allí varios de sus relatos.
Muchas gracias por el sustancioso artículo, con tantas referencias. Me has hecho acordar hasta de los Alphaville con lo de Two-Lane Blacktop. La verdad que se nota la diferencia del que se pone a escribir porque tiene algo para contar, comparado con el que se pone a escribir a ver qué sale.