Ciencias

¿Quo Vadis virus gripales?

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Portadoras de la Cruz Roja durante la Gripe Española (que no surgió en España). Washington DC.

La literatura está repleta de adjetivos calificativos para darle color a especies animales hasta límites insospechados: perros verdes, rinocerontes grises o cisnes negros. Con ellos, y con alguna que otra situación estrambótica como los «elefantes en las habitaciones o en cacharrería» o «como patos o pulpos en un garaje», hemos ido dándole forma a situaciones, en muchas ocasiones desde comparaciones imposibles,  que nos preocupan y que nos han venido acompañando a lo largo los siglos. La relación entre los virus gripales y nuestra especie tiene un poco de todas ellas. Siempre estamos asombrados e, incluso con frecuencia alarmados, con quienes siempre acuden a su cita invernal con el ser humano.

Eso sí, la historia también está repleta de ejemplos y «desencuentros» calamitosos entre nuestra especie y los virus gripales, siempre fieles exponentes del cambio constante como el mitológico Proteo, la colonización de nuevas especies como aquella vieja película de «la invasión de los ladrones de cuerpos» y por ende, el desarrollo de todos los mecanismos de adaptación que sean necesarios en post de una supervivencia que ni la mejor de las vacunas sería capaz de poner en entredicho hoy en día.

Porque enfrentarse a un enemigo de este calibre, siempre debe hacerte desear salir lo más airosamente posible, ya que ganar, lo que se dice vencer, no puede ser nunca una opción. Los mil millones de años de guerra contra los virus que da título al libro de Juan José Gómez Cadenas y Juan Botas nos recuerdan que son mas las batallas que se pierden que las que se ganan. Y si no, basta echar un vistazo a la estadística anual de la gripe «convencional», la de todos los años, para darse cuenta del tremendo impacto que ocasiona a pesar de todo lo que hacemos para su prevención.

Muchos años han pasado desde aquella pandemia de gripe ocasionada en 1918 por un virus H1N1 de origen aviar, con mareantes cifras de fallecidos que aún hoy en día oscilan entre los 40 y 50 millones ahí es nada en función de la fuente. Una pandemia que nos recuerda a otra vivida recientemente y que comenzó en el mercado de la ciudad china de Wuhan. Por cierto, aquella pandemia de gripe fue llamada erróneamente «gripe española», sin relación alguna con el origen de la enfermedad, que se sitúa en los Estados Unidos. Fue el número de fallecidos en España el que nos otorgó «semejante honor» ya que en el resto del continente los fallecidos eran consecuencia de las numerosas muertes provocadas por la I Guerra Mundial que estaba asolando por aquellos días las llanuras europeas y que, sin duda, influyó notablemente en las estadísticas de mortalidad de la pandemia vírica.

Eso si, no estamos solos en las vinculaciones geográficas de virus o enfermedades víricas.  Algunos ejemplos, la bonita ciudad alemana de Marburgo, cuyo nombre porta un letal virus africano que poco tienen que ver con la ciudad salvo haberse detectado por vez primera en algunos monos importados a un laboratorio de la misma. O el río Ébola, cuya enfermedad no es necesario presentar y que se encuentra, geográficamente, a cientos de kilómetros de la zona exacta donde se detectó este terrible filovirus por vez primera. O la península de Crimea ubicada en la costa septentrional del Mar Negro y el Congo, país africano, separados por más de 5.500 km pero unidos por un guion para darle nombre a una enfermedad hemorrágica producida por el mismo virus identificado en ambos lugares, hoy presente en la península ibérica y transmitido por la picadura de garrapatas infectadas.

Pero volvamos con las gripes, además de la mencionada pandemia cuyo centenario recordamos hace solo 6 años, ya que varios más son los ejemplos que ilustran a gran escala la facilidad que tienen estos virus para saltar de las aves o de otras especies a la especie humana. La gripe asiática (1957, H2N2) y la gripe de Hong Kong (1968, H3N2), procedentes en ambos casos de saltos de la especie aviar, la reciente pandemia «mal llamada» de gripe A (2009, H1N1) de origen porcino o la gripe rusa (1977, H1N1) de origen incierto, son solo algunas de las grandes pandemias de gripe documentadas en los últimos cien años.

Muchos de estos virus saltaron a la especie humana y se quedaron por un tiempo, como es el caso del virus porcino de 2009, que se quedó con nosotros y frente al que «nos vacunamos» todos los años, al estar incluido en la vacuna de gripe estacional que estamos elaborando en este momento. Nosotros «no somos dueños» de ningún virus gripal. Todos ellos, proceden de los animales, principalmente de las aves, y entre estas, las anátidas, mayoritariamente representadas por patos y gansos. Ellas son las que mantienen la mayor parte de estos virus en la naturaleza, donde podemos observar la clásica sintomatología gripal que nos afecta a nosotros o, en otros casos, infecciones que no les generan ningún tipo de síntomas ni perjuicio. Todos proceden de ellas, salvo algunos tipos de virus detectados por primera vez en los murciélagos (H17N10 y H18N11).

¿Y los cerdos?, ¿qué papel tienen los cerdos en todo esto?. Curiosamente desempeñan un papel «estelar», al servir de lugar de contacto preferente para que convivan virus aviares, porcinos y humanos al mismo tiempo. Una unión de la que, fruto de los procesos de recombinación de material genético entre ellos mecanismo conocido como salto antigénico, surgen mayoritariamente quimeras inviables que no van a ningún sitio, pero que, en determinadas ocasiones, pueden dar con la tecla, como sucedió con el mencionado H1N1 de 2009. Y así con posterioridad, ello permite su salto y transmisión eficaz en el ser humano. Nada tienen que ver dicho mecanismo con lo que sucede habitualmente todos los años, la acumulación de cambios menores en el genoma de estos virus asociados a los fallos de replicación, mecanismo conocido como deriva antigénica—, que motiva que tengamos que cambiar nuestra vacuna todos los años y que, en ocasiones, su protección no sea eficaz al 100%.

Pues bien, andan preocupados por tierras norteamericanas en estas fechas con la evolución de un virus gripal, concretamente un H5N1, agente causal de la gripe aviar y curiosamente… viejo conocido de todos nosotros, aunque es una ilusión pretender que  lo recuerden. En una sociedad donde lo que pasa ayer ya es pasado, y tendemos a olvidar fácilmente las cosas, no podemos tratar de retrotraerles a lo acontecido en Hong Kong en el siglo pasado, en 1997. Pero sí recordarlo. Pues bien, allí, y asociado a un brote agudo de gripe aviar en pollos por este virus, se detectaron los primeros casos de salto a la especie humana. Y no es un problema menor, ya que la mortalidad de este agente en nuestra especie es aproximadamente del 50%.

Muchas cosas han cambiado desde ese año. En 2020, fruto de esa «búsqueda incansable» de la variabilidad, surgió el clado 2.3.4.4b del virus H5N1, el cual se ha expandido globalmente y lo que es peor, ha variado su forma de actuar, comportándose de un modo muy agresivo incluso con las aves silvestres que, en teoría, deberían ser su reservorio natural permanente. Dice el refrán que no muerdas la mano que te da comer, algo que este virus o no ha leído o quiere interpretar a su manera. El resultado, una mortalidad en algunas regiones del globo sin precedentes en aves silvestres y un desastre ecológico difícilmente cuantificable.

Pero no acaba ahí la cosa. La versatilidad de este virus, le ha hecho capaz de generar infecciones viables en diversas especies de mamíferos terrestres e incluso marinos, ocasionando también episodios clínicos en ocasiones muy importantes. Y tanto va el cántaro a la fuente, que a finales de 2023-principios de 2024, las fechas no están claras, ha dado otro paso más, infectando por vez primera al ganado vacuno. Parece que el evento está relacionado con el contacto entre un ave infectada y una vaca, y lo cierto es que, meses después, son ya más de 200 las explotaciones donde se ha detectado la infección en diversos estados norteamericanos, donde en ocasiones, la calidad de la leche se ve infectada y la infección a nivel respiratorio está presente.

Sin embargo, aun siendo muy grave, no es esa la mayor de las preocupaciones. Estos meses se habían registrado infecciones en trabajadores de algunas de estas explotaciones. Pero hace unos pocos días, unas pocas semanas, se ha diagnosticado la infección en una persona del estado de Missouri aparentemente sin contacto con animales. Y ahí surge la pregunta ¿cómo ha pasado esto? ¿Es que podríamos estar ya ante el primer caso de transmisión entre humanos? Aun no hay respuesta a dicha pregunta, aunque puede estar cerca. Algunas personas -familiares y sanitarios- en contacto con esta persona, desarrollaron síntomas con posterioridad, aunque aún no se ha demostrado que fuera por el H5N1. Si esto fuera así, evidentemente, el virus habría dado un salto importante hacía la difusión entre nosotros, y tendríamos que estar atentos a su evolución en los próximos meses.

Mucho hemos hablado al respecto en relación con el concepto de «nuestra salud» y al hecho de que solo existe una salud, One Health, que engloba lo que sucede en todas las especies animales, en el ser humano y en el medioambiente. Los virus gripales son un claro ejemplo de ello. Este verano, día sí y día también, nos hemos despertado con noticias en España asociadas al virus del Nilo oeste, al fallecimiento de alguna persona con la infección de Crimea-Congo, la llegada, por primera vez, de casos importados del virus de Oropouche, o el brote de virus de Marburgo que ha dejado ya 11 muertos en Ruanda y dos pacientes aislados en Alemania con sospechas de haberse contagiado en el continente africano.

Algo que ha pasado y seguirá pasando. Con virus conocidos que nos visitan con frecuencia, con  otros virus conocidos que nos visitan esporádicamente hasta tal punto que, en ocasiones, los olvidamos o con virus desconocidos en donde la investigación científica permite identificarlos, cada vez con mayor precisión y rapidez. La presencia de los virus entre nosotros impide plantear un programa de erradicación eficaz para todos y cada uno de ellos. Pero ello no es óbice para que no empleemos todos los recursos y el tiempo necesario para vigilar lo que sucede y tratar de prevenir, en la medida de lo posible, todas las consecuencias asociadas a esto que está pasando. Desarrollar estrategias One Health y establecer una gran red de alerta temprana ante estas infecciones es mas necesario que nunca. ¿Podría generar el clado 2.3.4.4b del virus H5N1 una pandemia en el ser humano? Sí. ¿Eso asegura que vaya a suceder? No. Nos queda estar alerta y actuar en el caso de que esta variante de aquel virus detectado por vez primera hace ya bastantes décadas emprenda el complejo viaje de infectar a todas las personas que habitamos los 5 continentes.

Decía el investigador británico y Premio Nobel Peter Medewar que un virus es un trozo de ácido nucleico rodeado de malas noticias. Pero también, en su libro La amenaza y la gloria: reflexiones sobre la ciencia y los científicos reflexionaba en que el éxito de la Ciencia reside en que todo lo que en principio es posible se puede hacer si existe el empeño suficiente para hacerlo. Lo vivimos hace apenas 4 años como respuesta a la pandemia por SARS-CoV-2, una situación que no debemos olvidar para estar preparados, como lo estuvo Menelao para cazar al dios marino Proteo.

 

 

 

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Un comentario

  1. Es errónea la razón por la que la gripe de 1918 se llamó española. No fue porque las cifras de muertos fueron más elevadas, sino, simplemente, porque, en comparación con los países beligerantes en los que existía censura de guerra, la prensa española pudo publicar muchas más noticias sobre la evolución de la enfermedad.

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