Siempre el trimestre tranquilo del año, aun con el inicio del nuevo curso y la reactivación editorial tras las vacaciones, julio, agosto y septiembre nos han dejado un buen puñado de nuevos cómics entre obras de autores y autoras que ya conocíamos y algunos que se estrenan en el medio. Fantasía irreverente, intrigas sobrenaturales, episodios biográficos relevantes, adaptaciones de novelas de culto, misterios insondables y activismos emergentes. Nos permitimos recuperar algunos títulos también del trimestre precedente que se nos quedaron en el tintero para completar un vistazo al panorama siempre disfrutón del tebeo en nuestro país.
Fortaleza volante, de Lorenzo Palloni y Miguel Vila (Ediciones La Cúpula)
Con un arranque inmersivo que intriga al lector desde las primeras páginas, la última novela gráfica de Miguel Vila publicada en España nos trae una de ovnis ambientada en la Italia de Mussolini. En coautoría con el guionista Lorenzo Palloni, e inspirándose ambos en los informes del ufólogo italiano Roberto Pinotti, Fortaleza volante hibrida el relato de intriga y pseudoterror sobre sucesos paranormales con el retrato de la vida en los años del fascismo y toda la división, opresión y odio que causaron. La narrativa visual ya característica del dibujante y su estilo variable entre el minimalismo y el realismo ayudan a construir un relato tan fluido como dramático, bien surtido de referencias populares a la mitología paranormal más conocida. Impecable en su estructura y desarrollo cierra su relato dejando el equilibrado poso perfecto entre respuestas dadas e incógnitas flotantes.
Aguagim, de Marina Sáez (Garbuix Books)
En el cómic español tras el cambio de milenio no ha sido raro encontrar obras con protagonistas de avanzada edad en busca de la visibilización del colectivo con una vocación social. Arrugas de Paco Roca, una de las obras fundacionales de la «novela gráfica» en España, y Estamos todas bien, de Ana Penyas son dos ejemplos. Pero pocas obras en ese ámbito han dado con un enfoque vitalista y optimista como lo ha hecho Marina Sáez. Aguagim es un reportaje de fondo autobiográfico que sigue la vida de mujeres de más de sesenta y cinco años que acuden a la piscina juntas para hacer ejercicio. La autora da buena cuenta de su forma de ver el mundo y de su forma de hacer comunidad, exorcizando el lugar común de la soledad, la melancolía y la mirada al pasado. Lo hace con una narrativa dinámica, observadora con los detalles en un relato orgánico, vivo, del que se hace cómplice implicándose como personaje y con un estilo colorista y bruto que no se riñe con el uso de juegos narrativos varios.
Nocturnos, de Laura Pérez (Astiberri)
Laura Pérez no solo ha demostrado que sabe ofrecer una mirada diferente a los relatos sobre lo sobrenatural, alejándose del juego de provocar el pánico e incluso comulgando y abrazando lo desconocido. También nos ha enseñado que maneja perfectamente cualquier rango para contar estos fenómenos, desde la antología de historietas micro, el relato largo y coral o la galería de ilustraciones de tiempo de lectura cero. Nocturnos supone un nuevo salto que dibuja la noche como un marco teórico en el que indagar sobre cómo la percepción humana se desliza a imaginar ese otro lado que la rutina del día no permite. Es probablemente el cómic más taciturno de la autora, donde consigue evocar lo fantástico, lo irreal, lo extraño sin que este haga acto de presencia. Todo aquí es posible y el resto lo ponen las mentes de sus personajes (y las nuestras). Con una conciencia pasmosa del poder de lo mínimo y de la masa de negro como espacio vacío y lleno al mismo tiempo, este cómic invita a una gozosa lectura en soledad y nocturna, claro.
Eyeshield 21, de Riichiro Inagaki y Yusuke Murata (Planeta Cómic)
El spokon sigue pegando fuerte en nuestro país. No solo se están viendo publicados los grandes éxitos modernos, sino también los grandes clásicos. A medio camino, original de principios de milenio, se sitúa este Eyeshield 21, desenfrenado manga sobre fútbol americano, probablemente uno de los más salvajes y divertidos, sin perderse las convenciones del género sobre didáctica del deporte en cuestión. Riichiro Inagaki plantea un plantel de personajes inspirados en un tutifruti de referencias y los consigue cuajar destilándoles cualidades extremas tanto deportivas como psicológicas. «Superhéroes» con identidades secretas, pícaros sin remisión, bonachones voluntariosos… todos funcionan coordinadamente al servicio de un motor narrativo que alterna sin problemas humor mamarrachísimo y épica turbointensa. Yusuke Murata multiplica por mil la intención del guionista con un dibujo expresionista y dinámico y una narrativa sincopada y turbulenta que no para ni dentro ni fuera del campo de las 120 yardas.
Shibumi, de Pat Perna y Jean-Baptiste Hostache (Tengu Ediciones)
2024 sigue siendo también un año muy destacable en lo que se refiere a adaptaciones de novelas a cómic, abarcando cada vez más variedad y con propuestas muy interesantes. La presente se atreve con la célebre novela de espías de culto del misterioso Trevanian, publicada a finales de los setenta y que destacaba por la recreación en el exótico trasfondo y excepcional retrato psicológico de su protagonista, un asesino retirado, y por su crítica al gobierno de Estados Unidos y a sus injerencias internacionales. A diferencia de otras adaptaciones que presentan variaciones e interpretaciones personales, en este Shibumi Pat Perna propone un trabajo extremadamente canónico en prácticamente todo, que Jean-Baptiste Hostache traslada al cómic con una caricatura plástica que recuerda tanto a Christophe Blain como a Blutch. El resultado es uno que dejará satisfecho a los fans de la novela y una intriga de espías atípica, inteligente y elegante, para los lectores de cómic acostumbrados a un género habitualmente más estridente y con vocación de epatar en exceso.
El cielo por conquistar, de Yudori (Planeta Cómic)
De arranque con tensión in crescendo, este sutil thriller está ambientado a mediados del siglo XVI en Países Bajos. Una mujer católica neerlandesa, esposa de mercader, vive entregada, a su pesar, a las labores maritales sin poder explorar sus inquietudes personales. Yudori elabora un retrato incisivo del hastío que provoca la presión de una sociedad heteropatriarcal, hasta que inserta en la obra a la amante del marido, una joven china, que, como un gato, empieza a revolver las vidas de unos y otros. El cielo por conquistar goza de un estilo claro y conciso, de caricatura sólida y en su representación de tiempos pretéritos recuerda al Vinland Saga de Makoto Yukimura. Pero a esta autora se le hace un flaco favor con las comparaciones. Su marcada personalidad autoral es luciferina, con una mala baba oscura, que no tiene piedad para con sus personajes y de vocación feminista «como por accidente». No menos interesantes son sus múltiples recursos narrativos que sorprenden tanto por variar de la sutileza a la expedición sin miramientos.
Forn de Calç 4, de VV.AA. (Extinció Edicions)
Pocas veces se va a dar la excepción en esta lista de que una publicación seriada repita entrada. Forn de Calç, la revista de cómic alternativo en catalán, ganadora del Mejor Cómic Alternativo en 2023 en Angulema, lo merece por muchos motivos. Por un lado, por contribuir a ampliar el campo de la variedad estilística y temática de cómic en catalán, promocionando a autoras y autores catalanes por el camino. Pero también por la cuestión de ampliar el marco representativo de lo que se hace desde el cómic underground y alternativo tradicionalmente casi exclusivamente masculino. Más cercano al espíritu libre de fanzines como Nimio, Forn de Calç presenta una paridad a años luz de otras publicaciones recientes. Coordinada por Marc Charles, esta cuarta entrega resulta tan interesante, deliciosamente marciana, variada en sus propuestas y descubridora de nuevos talentos como lo han sido sus precedentes. Un imprescindible del que se va echando en falta una periodicidad de mayor frecuencia.
¡Salvemos el bosque!, de Nora Dasnes (Liana Editorial)
De los muchos cómics que se han podido dibujar tratando de crear conciencia sobre la gravedad del cambio climático causado por el ser humano en el planeta, muy pocos han puesto el enfoque en el tema del activismo ecologista per se y todas las aristas que lo rodean. Nora Dasnes lo trata en este cómic juvenil de una forma eminentemente práctica que recuerda a los dramas ecologistas juveniles de los ochenta y noventa, pero con un retrato de los procesos en la lucha activista y de protesta que dista de ser bucólico y/o naif. La autora noruega da en el clavo poniendo sobre la mesa cuestiones como la falta de información y pasividad en los órganos con poder de decisión y autoridad, la dificultad para conseguir apoyos para la protesta, los problemas de coordinación y organización, los conflictos internos y las presiones ajenas. Su estilo limpio y sencillo le va al pelo para la voluntad de ¡Salvemos el bosque! de ser manifiesto y que, a partir de un caso local, busca, más allá de concienciar, mover globalmente.
Furiosa, de Geoffroy Monde y Mathieu Burniat (Norma Editorial)
Sumamente graciosa es la voltereta de esta épica de aventura y humor que parte como secuela de los mitos artúricos, pero que de primeras da un volantazo salvaje y tira por la vía del Elric de Melniboné de Michael Moorcock. Todavía más gracioso es que Geoffroy Monde, con esa referencia, le insufle altas dosis de humor mientras construye un viaje de la heroína que pasa por querer escapar de la opresión patriarcal. La evolución de su protagonista la acerca, en ocasiones, al caos anarquista de la Nimona de Noelle Stevenson, en la que se asemeja también por su apego al humor, las protagonistas que viven al margen de la sociedad y el drama intenso. Mathieu Burnat rubrica Furiosa con un estilo caricaturista y levemente plástico, deliciosamente mínimo para su heroína y expresivo para todos. Uno que, además, explota los imprevisibles giros de guion para dar escenas realmente memorables.
La tierra yerma, de Carla Berrocal (Reservoir Books)
Que las historias del Salvaje Oeste ya han trascendido a su tiempo y lugar de origen es un hecho indiscutible y queda ver también si se superan sus convenciones. La tierra yerma, en esa línea, plantea este wéstern lésbico, entendido este adjetivo en términos de vocación rupturista. Lo ambienta en el campo charro y lo salpica de elementos fantásticos. Con estos marcos plantea el clásico folletín pulp al que solivianta tanto por sus giros, sus señas de identidad salmantinas y por su carácter feminista. Así, el tropo del héroe solitario se desecha por el de la sororidad entre mujeres, desplegando una épica donde una son todas; y los áridos páramos por campos de trigo. Carla Berrocal saca oro de su estilo minimalista, cuya sencillez formal y dedicado estudio de las composiciones deja unos escenarios icónicos y unas secuencias de película.
Mo, de Juan Suárez y Pello Varela (Ediciones La Cúpula)
Esta, otra de las interesantes adaptaciones publicadas este año, lo es por presentar un relato desde una perspectiva diferente de nuestra guerra civil y sus consecuencias, así como por su colorista estilo visual. Mo adapta Memorias de una vaca, de Bernardo Atxaga, una fábula animalista con vocación antiespecista que retrata la vida de una vaca en los prados del País Vasco en los años de la posguerra. Juan Suárez y Pello Varela aspiran a mantener el tono y objetivo de la novela: un relato juvenil contado con voz madura, que hace convivir la inocencia con hechos dramáticos y violentos. Lo es así también en todo su apartado gráfico, que tira de colores primarios para rescatar esa esencialidad y crudeza y un trazo vibrante. La simplicidad en la narración con frecuencia es interrumpida por estampas y secuencias verdaderamente impactantes. En conjunto, un trabajo que hace honor a la fuente original reforzándola desde los recursos propios de un medio visual.
Truman Capote: Regreso a Garden City (de Xavier Bétancourt y Nadar)
Probablemente uno de los episodios más relevantes de la vida del escritor americano queda capturado en las páginas de una novela gráfica bien documentada, que narra los entresijos de la escritura de A sangre fría, última novela de Truman Capote. Xavier Bétancourt proyecta un relato de calma tensa para ponderar las tensiones de la elaboración de un libro basado en dramáticos hechos reales, que es también un relato de contrastes entre los entornos en los que se movía en aquellos años, entre el pueblo de Kansas en el que sucedieron los hechos y la penitenciaria en la que se entrevistaba con los acusados frente a la vida glamurosa de la jetset artística e intelectual neoyorquina y los viajes recreativos por Europa. Nadar plantea color frente a blanco y negro y estilo de sobria elegancia para poner sobre la mesa lo que se gana y lo que se pierde cuando se novelizan sucesos reales y el precio que se acaba pagando al final.
Dum Dum, de Javier Marquina y Jaime Infante (Autsaider)
Nacido de la recuperación de las memorias del campeón de boxeo Dum Dum Pacheco, es esta una novela gráfica que se rinde al noir en desarrollo del argumento, voz narrativa y estética general. La vida del púgil, puesta así, parece haberse pensado para este relato que recoge cuarto y mitad de los lugares comunes fetiche del género: infancias duras, adolescencias salvajes, triunfo y derrota, días de cárcel, maltratos recibidos y dados. Javier Marquina, ducho en los monólogos ásperos, despunta las contradicciones en el discurso hondo de Pacheco para respetar en la síntesis el retrato psicológico del biografiado. Javier Infante crea una atmósfera oscura y opresiva que busca conscientemente sumir al personaje en el género, con referencias reconocibles a modo de homenaje. Tebeo con mucho oficio y bases sólidas, Dum Dum busca acercar la figura al mito sin separarse del purgatorio autoconsciente que Pacheco expresó.
Pepín y Olivia: La gran fiesta de nada de nada, de Camille Jourdy (Norma Editorial)
De los muchos aspectos interesantes que tienen las obras de Camille Jourdy, viene al pelo para reseñar la presente su capacidad para crear universos perfectamente ensimismados en los personajes y su entorno. Esto parecería especialmente relevante en cómics de fantasía como Las Varamillas o ¡Escóndete que voy! (con Lolita Séchan), pero creo que todavía brilla más en los de ámbito costumbrista como este Pepín y Olivia: La gran fiesta de nada de nada por resaltar la maravilla en lo cotidiano. La fórmula es la de los argumentos sencillos pero con sus complejidades internas: una charla con el abuelo al amanecer, perderse en un bosque y no saber volver a casa o la historia de cómo los protagonistas intentaron hacerse independientes son algunas de las joyas que recoge este álbum. El estilo aparentemente naif de la autora francesa se revela así rico en detalles para la expresividad de los personajes, pero también del entorno en el que se emplazan las historias y trasciende su naturaleza de cómic para el público juvenil.
Buñuel y los sueños del deseo, de Óscar ARCE, Esteve Soler y Fermín Solís (Reservoir Books)
De Fermín Solís no solo se puede decir que le ha cogido el gusto a hacer tebeos sobre Luis Buñuel, sino que parece haber arrastrado a otros a su pasión. Óscar Arce y Esteve Soler, dos directores y expertos en la filmografía del susodicho, se conchaban con él para aventurar cómo fueron las interacciones entre este y Jean-Claude Carrière para la elaboración del guion de Belle de Jour. El relato del tira y afloja entre ambos representa muy bien sus formas de hacer completamente diferentes: uno, peleándose con la máquina de escribir y otro mirando por la ventana e imaginando piernas voladoras. Racional vs. irracional. Enfoque vs. dispersión. Solís lo plantea con su habitual detenimiento, resaltando los espacios en los que habitan los personajes y sus discursos. Con ello y realismo mágico mediante, nos lleva de la mano hacia el área de consenso en la que la película se hizo posible.
Hágase la luz, de Liana Finck (Libros del Zorro Rojo)
No va a ser la primera ni la última vez que alguien versione el Génesis, probablemente uno de los textos religiosos más adaptados al cómic, cuando no parodiado. Liana Finck propone un camino intermedio que mantiene la irreverencia y el humor sin perder la búsqueda del sentido, ofreciendo un retrato del alma humana más acorde al de estos tiempos que al de los pretéritos. Desgrana en Hágase la luz la necesidad de no sentirse solo y sentirse querido o arropado y de las filigranas que haríamos por conseguirlo. La historietista americana pergeña tan amplio objetivo con un apropiadísimo estilo de garabato minimalista que funciona de perlas, tanto para lo grandilocuente como para lo íntimo. Divertido sin renunciar a dejar un poco de poso, lo podemos conectar por argumento al Diosa de Aude Picault y por estilo a las obras de Julio César Pérez.