Sociedad

Violadores en potencia

El rapto de las sabinas, de Francisco Padilla. violadores en potencia
El rapto de las sabinas, de Francisco Padilla; violadores más que en potencia.

No me considero capaz de matar a nadie, salvo en un caso extremo de defensa propia o ajena; sin embargo, no me indigno ante la consabida afirmación —tan habitual en novelas y películas de misterio— de que, en determinadas circunstancias, cualquiera podría cometer un asesinato.

En el Museo del Holocausto de Jerusalén hay dos puertas de salida con sendas inscripciones. En una pone «Personas con prejuicios raciales» y en la otra «Personas sin prejuicios raciales». Pero si intentas salir por la segunda puerta, no podrás hacerlo, porque está cerrada con llave, y si le preguntas por qué a un vigilante, te contestará: «Porque las personas sin prejuicios raciales no existen». Sin embargo, nadie agrede al personal del museo ni aporrea la puerta condenada gritando: «¡Dejadme salir, yo no soy racista!».

¿Por qué admitimos sin rechistar que Agatha Christie nos llame asesinos potenciales y que en el Museo del Holocausto nos tachen de racistas? Porque tenemos muy claro que no pretenden descalificarnos, ni como individuos ni como especie. Lo que quieren dar a entender es que un asesino no es necesariamente un monstruo como Jack el Destripador o Charles Manson, sino que, en este desquiciado mundo en el que vivimos, una persona «normal y corriente» puede llegar a matar, y que los prejuicios raciales no son exclusivos del Ku Klux Klan, sino que siguen profundamente arraigados en todos los países.

Y si lo tenemos tan claro, ¿no son superfluos, por obvios, los párrafos anteriores? Deberían serlo; pero, por lo visto, si en vez de las afirmaciones citadas decimos que todos los hombres son violadores en potencia (que, a poco que se piense, se ve que es una frase formal y conceptualmente equivalente a «cualquiera podría cometer un asesinato» o «las personas sin prejuicios raciales no existen»), se desatan las iras de un sector de la población. ¿Por qué?

La respuesta está en la frase entre paréntesis: a poco que se piense. Y los cipotudos no piensan, o solo lo hacen con el apéndice que les da nombre. Son acólitos del Woody Allen que declaró que el cerebro es su segundo órgano favorito.

Inciso/pausa:

Este texto empezó siendo un comentario al excelente y necesario artículo de Ana Rosa Gómez Rosal «Cipotudos que lloran y otros gallos del corral», y a él remito a quien tenga interés en seguir reflexionando sobre este preocupante asunto.

¿Ya has leído el artículo de Gómez Rosal (y sus más de setenta comentarios, que no tienen desperdicio)? Ese era el objetivo, y por mi parte no hay mucho que añadir, solo un par de variaciones sobre lo planteado justo antes del inciso/pausa. O, dicho de otro modo, un par de maneras más de llegar a la pregunta clave:

En España se cometen unos trescientos asesinatos y unas cinco mil violaciones al año, por lo que, en una primera aproximación, parecería que decir que «todo hombre es un violador en potencia» tiene más respaldo estadístico que afirmar que «en determinadas circunstancias cualquiera podría ser un asesino»; sin embargo, la segunda no suscita airadas protestas y la primera sí. ¿Por qué?

Los machos de muchas especies, incluida la nuestra, sienten el poderoso impulso de aparearse con las hembras, y no vacilan en usar la fuerza para conseguirlo. En los machos humanos, esta pulsión testosterónica está moderada —aunque menos de lo que sería de desear— por el respeto a los —las— demás y/o por el miedo al castigo, y sin estos mecanismos de control sociocultural, el rapto y la violación serían prácticas comunes, como lo fueron en otras épocas. El consabido chiste gráfico del troglodita que arrastra por los pelos a una mujer a la que acaba de noquear con su fálico garrote no podría ser más elocuente, y nadie se ofende ante esta metáfora antropológica. Decir que todo hombre es un violador en potencia no es más que una manera de alertar sobre una pulsión que, de no ser controlada por la cultura y la ética, puede llevar fácilmente al abuso, como vemos con demasiada frecuencia y como ocurre con otras manifestaciones de la fuerza bruta. Así pues, ¿por qué lloran los cipotudos y otros gallos del corral?

En cualquier caso, el problema no son los gallitos del corral mediático y sus estridentes cacareos. El problema no son los periodistas basura que jalean a los tertulianos basura que insultan a las mujeres: el problema es que puedan hacerlo con total impunidad desde unos medios de comunicación supuestamente respetables y con el apoyo, cuando menos por omisión, de personas supuestamente cultivadas. El alarmante problema es lo que podríamos denominar «machismo ilustrado», si la expresión misma no fuera ofensiva para la Ilustración. Incluso para la ilustración con minúscula.

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5 Comentarios

  1. Y todo con el juicio en Francia de Gisèle Pelicot, y con los comentarios consabidos sobre sus violadores :»¡nadie podría haberlo sospechado, son hombres normales!»

    • Tan tremendo como revelador. El caso merecería que un Truman Capote le dedicara una novela : «A sangre caliente».

  2. Necesario artículo que trata de aportar algo más de claridad al ya transparente escrito por Ana Rosa Gómez Rosal.

    • Gracias, Dani. Como bien dices, el artículo de ARGR es transparente. Las que necesitan más claridad son las mentes de los gallitos del corral, y toda insistencia es poca.

  3. Voy a volver a intentarlo:

    Como ejercicio mental propongo cambiar hombres por mujeres y violadores por prostitutas

    Todas las mujeres son prostitutas en potencia.

    Toda persona tiene un precio. Las mujeres tienen en sí la capacidad de intercambiar sexo por dinero. El intercambio de sexo por comida se ha visto incluso en los bonobos. Las hembras tienen sexos a cambio de frutas.

    Sin embargo, en cuanto digo esto, se me echan encima muchas mujeres, alegando que soy un machista.

    Sin embargo, decir que los hombres son violadores en potencia está bien. Es correcto.
    Decir que las mujeres son prostituta en potencia no.

    No deja de ser gracioso que los hombres debamos aceptar que lo uno está bien y lo otro no.

    Hagamos el favor de ser coherentes y razonables. A los hombres no les gusta ser tildados de violadores en potencia de la misma manera que a las mujeres no les gusta oír que son prostitutas en potencia. ¿Es verdad? En ambos casos, sí. ¿Es la mejor manera de expresarlo? No. En absoluto.

    Que en general haya que atender cómo los hombres ejercen violencia para con las mujeres y cómo la sociedad debe dejar de tolerar dichos comportamientos (gracias a dios cada vez más minoritarios, la de historias que pueden contar las mujeres de la generación nacida en los 50 pone los pelos como escarpias) eso es una cosa.
    Decir «todos hombres son violadores en potencia» y quedarse más ancho que pancho es de una puerilidad que duele a los ojos.

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