«Por fin nos conocemos», dice en un buen castellano el periodista Martin Baron (Tampa, Florida, 1954). Está en Madrid para presentar el libro que lleva bajo el brazo, Frente al poder: Trump, Bezos y el Washington Post. «¿Quiere una entrevista para su propio blog o para otro medio?», respondía en uno de los correos que intercambió con el entrevistador durante casi tres años. Que el exdirector del Miami Herald (2000-2001), The Boston Globe (2001-2012) y The Washington Post (2013-2021), época en la que las redacciones que dirigía obtuvieron dieciocho premios Pulitzer, estuviera dispuesto a conversar independientemente del espacio en el que se iba a publicar la entrevista, daba pistas de una personalidad humilde y generosa.
Durante la sesión de fotos que precede a las preguntas, el impulsor de la investigación del Boston Globe sobre el escándalo de pederastia en el seno de la Iglesia católica del estado de Massachusetts y que narra la oscarizada Spotlight (2015), experimenta el calor del asfalto madrileño de finales de mayo. Le llevamos a un par de localizaciones situadas en el exterior del hotel donde se hospeda (y en el que se produce la conversación). Vestido de traje, en camisa y sin corbata, su presencia no impone como uno podría presuponer gracias a que se muestra cercano y solícito desde el primer momento. Se constata su generosidad por las casi dos horas que está con el periodista y el fotógrafo, a pesar del cansancio del viaje: acaba de aterrizar en España procedente de Copenhague, donde ha participado en el World News Media Congress para hablar sobre el poder y la prensa, tema central de su primer libro.
¿Cómo surgen estas memorias de su etapa como director del Washington Post?
Hacía años que pensaba en escribir un libro, y mi agente me lo sugirió, pero no fue hasta que tomé la decisión de jubilarme cuando la idea tomó forma. Tenía tres motivos para hacerlo. El primero era que quería que los lectores tuvieran un relato verdadero de lo que había vivido durante aquellos ocho años dirigiendo la redacción del Post. Fue un momento histórico para la prensa y para Estados Unidos. Este periodo coincide con la compra del Washington Post por Jeff Bezos en agosto de 2013, fundador de Amazon y uno de los hombres más ricos del mundo, y la llegada al panorama político de Donald Trump en 2015, un candidato y posteriormente un presidente que nunca antes habíamos visto.
El segundo motivo era porque creo que hay muchos estereotipos sobre los editores o personas que decidimos en los medios de comunicación, y quería describir los juicios difíciles a los que nos enfrentamos y las razones por las que tomamos las decisiones.
Y el tercero fue porque quería abordar un debate sobre las normas periodísticas que tenemos.
Quien lea el libro va a conocer muchos detalles del día a día de una redacción. ¿Tenía alguna agenda donde apuntaba lo más relevante?
Bueno, tomaba notas cuando sucedían momentos importantes dentro de la redacción. Y como pensaba que algún día podría escribir un libro sobre todo aquello, debía recordar lo que pasaba por razones históricas. Así que guardaba papeles y documentos en una caja. Luego fueron cajas que después de mi jubilación empecé a organizar para crear un sistema para recordar todo lo que pasó y escribir.
En esta obra colosal, por su tamaño y documentación sobre diferentes acontecimientos ya históricos de los últimos años, mucha información surge de entrevistas que hace a sus excompañeros del Washington Post.
Algunos excolegas tenían temor a hablar de nuestro trabajo en el día a día. Obviamente, como director no tenía conocimiento de todo lo que pasaba en la redacción ya que hay muchas cosas que los directores no sabemos porque los propios periodistas no quieren contarlo todo. Había algunos temas sensibles, en particular la investigación que realizamos acerca de la injerencia rusa durante las elecciones presidenciales de 2016. Los periodistas que trabajaron en esta historia tenían ciertas reticencias a hablar conmigo y me decían, «hace unos meses eras mi jefe y ahora eres reportero: ¿cómo tengo que comportarme?». Y yo les decía que tenían que contarlo todo, que era su obligación (risas). Es una broma. Para que te hagas una idea, tuve que entrevistar a un reportero hasta en ocho ocasiones.
¿Cómo ha sido el proceso de escritura hasta su publicación? ¿Cómo ha calado en el periódico?
Dos semanas después de mi jubilación, en febrero de 2021, presenté la propuesta del libro, que es casi el prólogo pero añadiendo los capítulos, la organización y todo lo que tenía intención de contar. Después, cuando hubo un acuerdo con una editorial estadounidense y firmamos el contrato, empecé a documentarme sobre los hechos vividos y a escribir. Entre el proceso de redacción y edición creo que han sido como dos años.
El libro se publicó en Estados Unidos en octubre de 2023. Ha tenido una buena aceptación y ha generado cierto debate entre los periodistas. La impresión dentro de la redacción del Post ha sido buena y no he escuchado ninguna crítica por parte de Bezos o del consejero delegado.
Vayamos a sus orígenes. Me gustaría saber cómo se produjo su conexión con el periodismo. ¿Había algún periodista en su familia?
Mis padres eran inmigrantes en Estados Unidos y leían el periódico cada mañana: el Tampa Tribune, que ya no existe. También veían las noticias locales en televisión y la NBC, y recibían la revista nacional semanal Time. Tenían intereses en lo que pasaba en su nuevo país y en el exterior. Y, claro, me empezaron a interesar las noticias sobre mi comunidad y de lo que pasaba en el mundo. En cuanto a referentes periodísticos en mi familia, bueno, tan solo una prima que, muchos años después, supe que era reportera.
En un artículo publicado en Jewsih Press of Pinellas County, en 2016, contaba que fue en el colegio donde descubrió lo que era una redacción de un periódico.
Sí, fui el director de un periódico [The Fanfare, de la Berkeley Preparatory School] que se publicaba seis veces al año. Estaba en Secundaria y es ahí cuando empecé a interesarme verdaderamente por el periodismo. Me gustaba leer y escribir, y hacer reporterismo. Tuvimos encontronazos con directivos de la escuela; digamos que no tenía suficiente espíritu escolar, aunque era buen estudiante. Posteriormente, con diecisiete años, solicité unas prácticas de verano en un periódico local, el St. Petersburg Times. No me las concedieron porque era muy joven (risas).
¿Y la primera vez que tuvo entre sus manos un ejemplar del New York Times o del Washington Post?
Yo creo que cuando fui a la universidad. No había una distribución nacional en aquella época. Estaban disponibles en la biblioteca y en el departamento de periodismo. Coincidió que The Washington Post estaba publicando la investigación sobre el escándalo del Watergate y me interesaba mucho el periódico.
Y llegó la universidad.
Estudié periodismo en Lehigh University, en Bethlehem (Pensilvania). Cuando se lo dije a mis padres, no se lo tomaron muy en serio. Al empezar la carrera mi madre me sugirió que estudiara para ser abogado porque en aquella época muchos de mis amigos hacían derecho y era una profesión muy respetada y mejor pagada.
¿Fue una época de mucho estudio o de nuevas experiencias, amigos, viajes…?
Estudiaba todo el tiempo y nada más llegar a la universidad empecé a trabajar en el periódico universitario The Brown and White [según la entrevista en Jewish Press, fue su director desde su tercer año] y estuve cuatro años, los tres de carrera y un año de MBA.
Los veranos volvía a Tampa para hacer prácticas en el Tampa Tribune. Trabajaba como reportero cubriendo el ayuntamiento, las cortes, las escuelas, la policía, los negocios, la religión… Fue una buena experiencia y, de hecho, después de graduarme me ofrecieron un puesto.
Sin embargo, su primer trabajo como periodista a tiempo completo fue en el Miami Herald en 1976, tras acabar el máster.
Empecé en Stuart, un pueblecito al norte del estado de Florida de doce mil habitantes. Estaba a tres horas de Miami. Junto con un colega cubría todo lo que pasaba allí. Escribía casi dos artículos al día y hacía fotos. Teníamos que mandar los carretes de fotos en autobús para que llegaron a tiempo a Miami. Hacíamos una edición local para el condado: seis piezas al día, incluidos los fines de semana.
Usted siempre ha trabajado mucho.
He trabajado todo el tiempo. Una vez hubo un candidato para ese puesto y me preguntó que qué hacía durante mi tiempo libre, y le dije: ‘lavo mi ropa’ (risas). No tenía tiempo para otra cosa.
Se marcha a Los Angeles Times en 1979. Allí pasa por diferentes puestos y es donde comienza a coordinar periodistas, a tomar responsabilidades más allá de ejercer como reportero.
Fui reportero cubriendo las finanzas. Me enviaron a Nueva York como corresponsal para cubrir todo lo relacionado con la economía. En 1981, con veintinueve años, me nombraron editor de esa sección. Coordinaba a sesenta periodistas [en el libro, Baron agradece al periodista John Lawrence la oportunidad que le brindó al nombrarle editor]. Mi antecesor en este puesto se había ido al Boston Journal. Tenía que aprender mucho sobre las nuevas responsabilidades porque es muy diferente a hacer un reportaje. Una gran parte del reporterismo es trabajo en solitario, pero cuando conduces a un grupo de periodistas hay que atenderlos y trabajar como un equipo. Después de unos meses en el puesto sentía la necesidad de aprender sobre la gestión de equipos y leí un libro, Management, de Peter Drucker, que es un gurú de los negocios. Es el único libro que he leído de este tipo y en el que se describe el papel de un gestor de personas. Me ayudó mucho porque hacía hincapié en la integridad que tienen que tener los líderes, de la necesidad de escuchar a sus subalternos y de trabajar en equipo porque cada persona tiene algo que aportar, cada persona tiene sus fortalezas y sus debilidades.
Tras pasar por otros puestos de responsabilidad, entre 1991 y 1993 fui editor de la Orange County Edition, una edición bastante grande, de ciento sesenta y cinco periodistas. El condado de Orange era el quinto más poblado de Estados Unidos. Cubríamos todo: los deportes profesionales y los de los colegios, las noticias locales, la cultura, los negocios, escribíamos editoriales y opinión… Hoy en día solo quedan dos o tres reporteros en este condado.
¿No echaba de menos el reporterismo? ¿Buscaba huecos para poder escribir?
Me di cuenta de que era mejor editor que redactor. Empecé a pensar que tenía habilidades para ser un buen editor. Tenía más paciencia como editor que como reportero. Cuando era reportero no tenía paciencia con mis editores; sin embargo, como editor sí tenía paciencia con los periodistas. Entendía bien las presiones a las que se enfrentaban.
Menos mal que cayó en la cuenta y el mundo no se ha perdido el director de periódicos que ha sido…
Finalmente descubrimos nuestro papel en el mundo.
El primer periódico que dirigió fue el Miami Herald, a principios del año 2000, tras pasar por The New York Times (1996-2000), diario en el que desde 1997 tuvo el cargo de editor responsable de la noche.
Siempre quise ser director de periódicos. Lo había sido en el periódico del colegio y luego en el de la universidad. Me gustaba la idea de dirigir a un grupo de periodistas y llegó la oportunidad a principios de este milenio.
Gracias a la cobertura informativa que hicieron del caso Elián González, «el niño balsero» que arribó a Estados Unidos huyendo de Cuba en una frágil embarcación que naufragó en la costa de Miami, ganó su primer premio Pulitzer en la categoría de noticias de actualidad.
Elián fue rescatado antes de mi llegada al Miami Herald. Se generó una gran controversia dentro de la comunidad cubana que vivía en Miami. Ellos querían que Elián se quedara en Estados Unidos porque decían que su madre, que murió en aquel naufragio, deseaba la libertad para su hijo y la sociedad tenía que honrar y cumplir sus deseos. Por otro lado, la mayoría de anglosajones querían que el gobierno estadounidense lo devolviera a Cuba, que es donde residía su padre y el padre quería vivir con Elián. Y esta comunidad apoyaba a su padre. Los dos puntos de vista pensaban que tenían razón, y eso fue lo que cubrimos. Fue una cobertura muy difícil ya que se trataba de un asunto muy emocional. Ganamos un Pulitzer por la cobertura informativa y fue muy gratificante. La redacción había trabajado muy duro en el caso.
En tan solo año y medio dejó el Miami Herald para fichar como director del The Boston Globe. Cuéntenos cómo llega esta nueva oportunidad.
La compañía matriz del Boston Globe por aquel entonces era The New York Times Company. Como yo había trabajado en el Times, me llamaron porque buscaban a un nuevo director para el Globe y habían pensado en mí. Boston era una ciudad más grande y tenía instituciones más importantes que Miami. Grandes universidades, empresas, un mundo financiero más grande, un mercado más amplio para los medios… Por otro lado, en la redacción del Boston Globe había quinientos sesenta periodistas, mientras que en el Miami Herald teníamos aproximadamente trescientos veinte y estábamos recortando personal de forma constante. Eso me cansaba y pensé que era una buena oportunidad cambiar de periódico, a pesar de que en Boston tan solo había pasado un par de días en toda mi vida.
Quien haya visto la película de Spotlight lo sabrá, pero quien no lo haya hecho ni conozca bien la investigación, me gustaría pedirle que nos cuente con detalle cómo impulsó esta tremenda historia de pederastia por parte de sacerdotes de la archidiócesis de Boston.
Una periodista del Globe, Eileen McNamara, ganadora de un Pulitzer, escribió una columna sobre un sacerdote retirado, John Geoghan, sobre el que pesaban demandas por abusar sexualmente de más de ochenta niños. Al final de la columna, que había leído el día anterior a mi primer día como director del periódico, decía que quizá nunca íbamos a saber la verdad porque había documentos que no eran públicos al tener una orden de confidencialidad de la corte.
Al día siguiente, en mi primera reunión de la mañana, todos los jefes de departamento hablaron de lo que estaban haciendo ese día y nadie mencionó ese caso. Así que pregunté qué estaba pasando con esa historia, que si podíamos descubrir la verdad, y ellos me dijeron que los documentos eran confidenciales. Les pregunté si habíamos pensado en ir a la Corte para, a través de una demanda, tener acceso a esa información. Y fue una gran sorpresa para el personal porque yo creo que no se imaginaban que el nuevo director se iba a atrever a demandar a la Iglesia católica de Boston en su primera reunión durante su primer día de trabajo. En esa época, la Iglesia católica era la institución más poderosa de Nueva Inglaterra, de Boston, y una de las instituciones más poderosas del país y del mundo. Y todavía hoy un gran porcentaje de los ciudadanos de Boston son católicos.
Después tuvimos otra reunión para valorar la demanda. Y hablamos con el asesor jurídico quien nos dijo que iba a investigar el caso y dar su opinión en una semana. Eileen McNamara me dijo que estaba bien demandar, pero que no habíamos llevado a cabo una verdadera investigación de los hechos. Y eso para mí fue una gran sorpresa. Así que concerté una reunión con el equipo de reporteros de Spotlight para iniciar una investigación periodística, mientras que, en paralelo, tramitábamos una demanda en el tribunal. Y tuvimos éxito en los dos caminos.
El resultado de aquella investigación fue la publicación de más de seiscientos reportajes en el año 2002 en los que se demostraban cientos de víctimas de abusos sexuales cometidos por curas de la Iglesia católica de Massachusetts durante décadas y cómo la archidiócesis de Boston había mantenido un manto de silencio resolviendo discretamente decenas de demandas contra sus sacerdotes y destinando a los curas acusados a otras parroquias. En 2003 recibieron un premio Pulitzer en la categoría de servicio público. ¿Es el trabajo del que se siente más orgulloso?
Sí, seguro, porque ha tenido un impacto en personas de a pie. Y no solo ha tenido impacto en la archidiócesis de Boston, sino en la Iglesia católica de todo Estados Unidos y en todo el mundo. Y lo seguimos viendo cada día, con más casos que salen a la luz. Por ejemplo, aquí en España el defensor del pueblo ha publicado un informe sobre los abusos sexuales de la Iglesia. Así que estoy muy orgulloso por esta investigación y por cómo ha ayudado a personas que se sentían impotentes porque nadie escuchaba sus testimonios.
La película Spotlight (2015) le hizo mundialmente famoso. Cuando se proyectó en los cines, usted ya era director del The Washington Post. Y luego llegaron los premios Óscar de 2016 a mejor película y mejor guion original. ¿Cómo vivió todo aquello?
No participé en el guion de la película. Tuve una reunión de dos horas con el actor que me iba a interpretar, Liev Schreiber, en mi oficina de Washington. Luego sí que fui a un día de rodaje y al estreno de la película en Toronto. Durante la premier me emocioné [al exdirector del Globe se le humedecen los ojos al recordar este momento, y le tiembla la voz]. Supe que la película iba a tener un gran impacto, tanto en la vida de las víctimas que habían sido abusadas sexualmente y que habían sufrido en silencio durante tantos años, como en las investigaciones periodísticas que se podían suceder.
También me di cuenta de que la película iba a ayudar a desmitificar el periodismo, a entender mejor la labor de una redacción, a cómo se hace el periodismo que desentierra los hechos. La mayor parte de la gente no entiende la dificultad que entraña hacer una investigación de este tipo y no comprenden la necesidad de hacer un periodismo de rendición de cuentas del poder. Por eso la película ha sido positiva, porque muchas personas han entendido el papel imprescindible de los periodistas.
Tras pasar once años y medio en el Boston Globe, y obtener un total de seis premios Pulitzer durante su dirección, llega la llamada de una de las cabeceras más prestigiosas del planeta, The Washington Post. Tal y como relata en su libro, Frente al poder, a los siete meses de ser contratado, Jeff Bezos compra el periódico y pocos meses después irrumpe Donald Trump en la escena política. El libro describe con minuciosidad momentos en los que ha sido testigo y partícipe de la historia más reciente durante sus ocho años como director: pulsa el botón de publicar de la exclusiva del caso Snowden; cubre toda la presidencia de Trump y su lucha contra los medios y contra el propio Bezos; vive el movimiento MeToo y Black Lives Matter y cómo se generan revueltas dentro de la redacción que le llevan a presentar su carta de dimisión bastante antes de jubilarse; una pandemia mundial; y, en sus últimos meses, el asalto al Capitolio. Ahora que lleva retirado más de dos años, ¿no lo echa de menos?
No, no lo echo de menos. Cuando tomé la decisión de jubilarme a los sesenta y seis años, había trabajado veinte años como director de periódicos. A los tres diarios que dirigí siempre había llegado desde fuera, es decir, como un forastero, lo que implicaba acostumbrarme a las características de cada redacción, a conocer a un montón de gente… Y he trabajado cuarenta y cinco años como periodista. Estaba agotado, desgastado.
En mi última etapa en el Washington Post trabajaba veinticuatro horas al día los siete días de la semana. Y cada minuto porque el oficio ha cambiado con internet. Cuando hay acontecimientos hay que cubrirlos y no podemos esperar un minuto para publicar. Y hay una competencia salvaje. Por ejemplo, en el Post teníamos una métrica con las alertas de las breaking news. Teníamos que ser los primeros. Si íbamos un segundo por detrás del competidor que publicaba las alertas, bajábamos puestos en el ranking. Eran métricas brutales y estaba muy cansado. Además de sufrir la falta de sueño, apareció una enfermedad hereditaria que me hace sangrar mucho de la nariz [telangiectasia hemorrágica hereditaria (HHT)]. Ahora estoy mucho mejor. Tengo que ir una vez al mes a Boston para recibir el tratamiento y está yendo muy bien.
Con toda esta mezcla de cosas estaba listo para vivir una vida fuera de la redacción. Además, Trump había perdido las elecciones de 2020 y consideré que era el momento de contar todo lo vivido esos ocho años en el libro.
Cuenta que Jeff Bezos jamás se entrometió en la cobertura informativa que usted lideraba en el Post, incluso cuando cubrían su divorcio o problemáticas relacionadas con Amazon. ¿Necesitarían los grandes medios editores como él, que dejen trabajar y les doten de gran liquidez para crecer y ser independientes?
Sería bueno que hubiera otros dueños como él, pero lo cierto es que no existen. No hay tantos ricos que quieran comprar medios tradicionales porque nunca han sido buenos negocios. Hay una broma sobre esto: ¿cuál es el nombre de un milmillonario que ha comprado un periódico? Un millonario porque pierde dinero (ríe). Además, no hay muchos dueños que piensen a largo plazo, que estén dispuestos a invertir dinero para ofrecer una pista de despegue de años como la que nos dio Bezos durante mis años en el Post. El periódico hoy tiene sus propios problemas: están perdiendo dinero y tienen que rendir cuentas con la empresa. Vamos a ver cuál es la nueva estrategia que van a confeccionar.
Una gran parte de Frente al poder narra todas las dificultades que entrañó realizar su trabajo periodístico durante la presidencia de Donald Trump. El Washington Post, el New York Times y casi toda la prensa en general fueron declarados sus enemigos y el expresidente se las hizo pasar canutas. En noviembre hay unas elecciones presidenciales en Estados Unidos y Trump puede que vuelva a la Casa Blanca. ¿Cómo vislumbra un posible nuevo mandato del millonario estadounidense?
Trump habla como un autócrata y creo que es un aspirante a autócrata porque menciona muchas medidas de naturaleza autoritaria. Por ejemplo, una de las primeras políticas que podría poner en marcha es la de llevar el ejército a la frontera de Estados Unidos para desarrollar su plan de detener a todos los inmigrantes indocumentados. Ha hablado de construir grandes prisiones para encarcelarlos allí. Hay millones de inmigrantes indocumentados que trabajan en el país y Trump viene hablando abiertamente de todo esto. No hay que adivinar demasiado sus intenciones. También ha dicho que puede que utilice al ejército para reprimir las manifestaciones en su contra o de imputar a sus enemigos políticos, incluso a Joe Biden. Eso sería instrumentalizar al Gobierno contra sus enemigos.
¿Sería más agresivo contra periodistas y medios que hagan su trabajo, le fiscalicen o sean críticos con su mandato?
Trump ha llegado a mencionar la posibilidad de imputar a la compañía matriz de las cadenas de televisión NBC y MSNBC por traición a la patria. Aunque la Constitución de Estados Unidos prohíbe las normas para regular la libertad de prensa, creo que Trump va a intentar poner en marcha medidas para imputar a periodistas que publiquen información sobre supuestos secretos de seguridad nacional. Ha dicho abiertamente que le gustaría encarcelar a algunos periodistas. Por tanto, estoy seguro de que Trump va a elevar la presión contra los medios de comunicación estadounidenses.
Al hilo de su respuesta, en España se ha generado un debate impulsado desde el Gobierno sobre nuevas normativas para regular la actividad de los medios de comunicación y luchar contra las fake news. En Europa ha entrado ya en vigor una nueva ley de medios que tiene que empezar a aplicarse a partir de agosto de 2025. Entre las medidas más destacadas propone que los medios de comunicación hagan pública la información sobre quiénes son sus dueños o cuánto dinero público reciben. ¿Qué opinión le merece?
Yo creo en la transparencia de los medios. El público tiene derecho a saber quiénes son sus dueños, pero no creo en el esfuerzo por regular la labor de los medios o de controlar la libertad de expresión. La prensa siempre ha sido un blanco fácil, tanto para los políticos de la derecha como de la izquierda. Siempre echan la culpa de los males de la sociedad a los medios ya que los políticos no se sienten responsables de los problemas. Por eso Trump siempre habla de la prensa como el enemigo del pueblo.
Volviendo a Trump: si llega de nuevo al poder, ¿podría cambiar el curso de la guerra en Ucrania?
Supongo que si Trump vuelve a la Casa Blanca actuará con rencor contra Zelenski por no haber realizado una investigación a Biden durante las elecciones presidenciales de 2020, tal y como le pidió. Guarda resentimiento contra mucha gente y realiza declaraciones públicas en las que afirma que va a vengarse de sus enemigos. Y lo cierto es que en la mente de Trump la persona que no es su aliada, es su enemiga.
Existe cierto alarmismo ante una posible tercera guerra mundial.
No puedo opinar sobre esto ni preverlo, pero hay malos augurios.
Usted ha vivido la eclosión del periodismo digital desde su nacimiento, y ahora nos encontramos en un mundo de sobreinformación y de desinformación, donde cada vez cuesta más contrastar y llegar a la verdad de los hechos. Y algunos políticos como Trump dicen que grandes medios de prestigio publican fake news. ¿Qué papel cobra el periodismo de hoy en este mundo tan polarizado y complejo?
El papel es el mismo de siempre. Tenemos que comprobar los hechos, investigar y desenterrar los hechos. La misión del periodismo no ha cambiado: es dar al público la información que necesita y merece saber para gobernarse a sí mismo. Y en el corazón de esa misión está la necesidad de pedir cuentas a los poderosos.
Es cierto que ahora hay más presiones. Hay mucha gente que prefiere que sus puntos de vista preexistentes no sean contradichos. Y obviamente hay una polarización muy aguda en la sociedad y el consumo de la información está también muy polarizado. Y para muchos políticos y medios la polarización es un «medio de negocio». Por tanto, es un entorno muy difícil y desafiante para la prensa tradicional, pero hay una demanda para lo que hacemos y una necesidad para la prensa independiente y libre. Lo cierto es que la prensa no puede sobrevivir sin una democracia y una democracia no puede sobrevivir sin una prensa libre e independiente. Y nunca ha pasado que en una democracia no haya una prensa libre. Eso es lo que quieren y hacen los autócratas, o los aspirantes a autócratas, suprimir y reprimir a los medios.
Está retirado, pero no para. Libro, gira de promoción, conferencias sobre periodismo… ¿Qué es lo próximo?
Ahora vivo en el campo, en una zona de Massachusetts que es un núcleo cultural en verano. Hay museos, teatros, un buen centro de danza.. Me gusta caminar y andar en bicicleta. Pero sí, estoy muy ocupado con el libro y la promoción. Ahora ha llegado el momento de tomar una decisión sobre la próxima etapa de mi vida. No lo sé aún, aunque barajo la posibilidad de escribir otro libro.
¿Nos puede desvelar algo?
Todavía no.
El entrevistado no desvela su opinión sobre el denominado «Estado profundo», el complejo financiero, militar industrial, energético y sionista, y su estrecha relación con el partido demócrata aún en el poder. Esa relación, lejos del interés mediático de los grandes medios de comunicación como el Post que un día dirigió, ¿la considera como una información irrelevante? ¿No debería ser objeto de una investigación al menos a nivel de su interés por la pederastia en la Iglesia Católica?
No.
No, eso no resulta relevante. Como tampoco lo es el hecho de que el Presidente de los Estados Unidos haya desempeñado su cargo durante estos cuatro años con síntomas evidentes de senilidad.
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