María Ángeles Naval (Zaragoza, 1962) es catedrática de Literatura Española en el Departamento de Lingüística y Literaturas Hispánicas de la Universidad de Zaragoza y una destacada figura en el panorama cultural español. Su trayectoria académica y profesional la ha llevado a convertirse en un referente en estudios de literatura transicional y memoria histórica. Ha sido subdirectora de los cursos extraordinarios de su universidad (2009-2011) y directora del Máster Propio en Gestión de Políticas y Proyectos Culturales en Zaragoza y en la UADY (Mérida, Yucatán). Conocida por su inquebrantable dedicación a la literatura y su compromiso con la promoción de la cultura periférica, actualmente, dirige el Festival Barbitania, celebrado en la ciudad de Barbastro, un evento que ha logrado consolidarse como un referente en el ámbito literario y cultural.
El Festival Barbitania, bajo la dirección de Naval, no solo ha incrementado su visibilidad y alcance, sino que también ha fomentado un espacio de encuentro y diálogo entre escritores, lectores, periodistas y académicos. Este festival se ha convertido en un punto de referencia para la literatura desde la periferia, demostrando que las ciudades pequeñas pueden ser epicentros de grandes movimientos culturales. La ciudad de Barbastro, gracias al festival y a sus premios literarios, ha visto cómo su vida cultural se ha revitalizado, atrayendo a figuras importantes del mundo literario y académico. Uno de los grandes logros de Naval ha sido integrar los premios literarios de Barbastro en el festival, otorgándoles una mayor visibilidad y prestigio. Estos premios, que datan del año 1969, han sido un pilar fundamental en la promoción de la literatura en la región.
Conversamos con María Ángeles Naval, en el marco del Festival, tras la entrega de los premios a Leonardo Cano y Antonio Praena, galardonados con el LV Premio Internacional de Novela Ciudad de Barbastro Y El LVI Premio Internacional de Poesía Hermanos Argensola. Naval comparte con nosotros su perspectiva sobre la importancia de la cultura periférica, los desafíos de mantener viva la memoria histórica a través de la literatura, y los planes futuros para el Festival Barbitania. Con su liderazgo, el festival continuará siendo un faro de cultura y conocimiento en Barbastro, inspirando a futuras generaciones de escritores y lectores.
¿Qué son las narrativas transicionales?
En inglés existe el adjetivo transitional y se usa aplicado al estudio de las transiciones políticas. Las narrativas transicionales son un neologismo en castellano. El término se acuñó porque necesitábamos expresar un objeto de estudio que llevamos trabajando desde 2004. En la Universidad de Zaragoza funciona un grupo de investigación que estudia la literatura española (también teatro, cine y televisión) sobre la transición política, no escrita específicamente en los años de la transición, sino todos los relatos que abordan o se refieren al proceso de transición democrática. Desde hace cuatro años, hemos extendido el objeto de estudio al relato de las transiciones europeas, lo que complicaba aún más la investigación. Así que, para resumir, utilizamos este neologismo: narrativas transicionales.
¿Podemos hablar de una generación literaria de la transición como hablamos de la generación del 27 o la del 98?
La idea de generación como metodología para la historia de la literatura está un poco en desuso precisamente desde los años 70. Lo que sí se produce tras los procesos de transición democrática y de manera análoga en los países del sur y en los del este —ya en los 90— es una normalización del campo literario.
¿Qué quiere decir esa normalización del campo literario?
Significa que desaparece la censura, la represión de la cultura. En el caso español, la censura previa desaparece. Esto es algo que decimos tanto que no nos damos cuenta de su importancia, pero es tremendo. La existencia de censura previa condiciona lo que se escribe, lo que se publica y cómo se sitúan los escritores en el mundo. Los que ya tenemos cierta edad recordamos que en los años previos a la transición y durante el periodo transicional la literatura y la cultura estaban politizadas. En general, un producto literario que aparecía en la España de Franco estaba politizado por el mero hecho de publicarse, ya que había sido sometido a censura antes de aparecer en el espacio público. En el momento en que esa censura desaparece, se generan cambios en la actitud y en la autopercepción de los escritores y también cambia la forma de leer. Sin embargo, no aparecieron esos manuscritos guardados en los cajones por culpa de la censura de los que se hablaba ni se produjo la emergencia de un nuevo paradigma literario de manera inmediata.
Hubo un proceso de asentamiento en el nuevo contexto legal y social y los cambios en la concepción del papel del escritor y de la literatura no fueron inmediatos tras la promulgación el primero de abril de 1977 del decreto regulador de la libertad de expresión. Así que hay procesos de normalización de la cultura tras las transiciones políticas, los cuales dependen además del éxito de las sociedades en sus procesos de democratización. En España, por ejemplo, tuvimos éxito en nuestra transición y conseguimos aprobar una transición en un plazo de tiempo reducido.
A nivel literario, ¿la transición fue un éxito?
No, a nivel literario no, a nivel político sí. Tuvimos éxito en la transición porque logramos una constitución. Por ejemplo, los chilenos no tienen una constitución, lo cual es una diferencia significativa. En cuanto al estudio de las transiciones latinoamericanas, es importante destacar que los fondos de investigación europeos están muy centrados en Europa y nuestra periferia cultural dentro de Europa, donde el español no se considera lengua de cultura, hace que haya interés casi exclusivo en el estudio comparado de las transiciones en Europa. El potencial latinoamericano y el contenido sobre Latinoamérica también serían relevantes para Europa, pero al tratarse de una cultura expresada en español, no se le da la misma prioridad.
Entonces, ¿la política de investigación europea limita la inclusión de Latinoamérica?
Sí, definitivamente. Los fondos europeos están destinados fundamentalmente, como es lógico por otra parte, a crear redes europeas, y esto nos ha conducido a centrarnos como grupo de investigación en Europa, a pesar de que teníamos una inclinación natural hacia Latinoamérica debido a nuestras conexiones y la relevancia de la literatura en español. No obstante, es crucial construir discursos culturales europeos.
¿Consideras que esta limitación es una directiva europea o una decisión de los gestores de proyectos?
Básicamente es una directiva europea, aunque también hay vías y convenios de colaboración con Latinoamérica. Los fondos europeos en el ámbito en el que trabajamos potencian la creación de redes europeas. Sin embargo, creo que es esencial que nuestros líderes europeos reconozcan la importancia de incluir otras culturas, como la latinoamericana, en los discursos culturales europeos. Aunque las decisiones económicas y geopolíticas están claras, culturalmente se podría hacer mucho más para integrar una perspectiva iberoamericana y latinoamericana en Europa.
¿Qué importancia tienen Los memorables de Lídia Jorge en la literatura transicional?
Los memorables es un libro importante para nuestro objeto de estudio: las literaturas transicionales. Desde el punto de vista de la periodización que establecemos en la producción narrativa sobre las transiciones, esta novela de 2014 pertenece al tercer y último momento: el de revisión de los procesos transicionales tras la crisis de 2008.
El texto de Lídia Jorge es un libro melancólico, proyecta una mirada nostálgica sobre la Revolución de la Claveles, pero no reaccionaria. El argumento se centra en los que fueron protagonistas de la revolución durante la noche del 24 de abril de 1974 en Lisboa, militares, periodistas, fotógrafos y otros. La hija de un periodista que estaba entre los conjurados recibe treinta años después el encargo de hacer un reportaje documental para una cadena americana y entrevistar a esos que fueron jóvenes revolucionarios en otro tiempo. Hace un viaje al pasado y un viaje al hogar (nostos).
La trama muestra a estas personas mayores, físicamente deterioradas, lo que añade la dimensión temporal (ubi sunt) al tema de la revolución-transición portuguesa. Es un libro hermoso y complejo, que también plantea preguntas profundas sobre la vida y el paso del tiempo. Se puede comparar en cuanto a la dinámica presente-pasado con Los viejos amigos de Rafael Chirbes. Ambos autores pertenecen por edad a la generación del 68.
¿Consideras a Chirbes como autor de la transición?
Sí. Aunque hemos discutido con colegas sobre esto, ya que hay quienes creen que Chirbes no encaja del todo en esa categoría. Los viejos amigos de Chirbes tiene una estructura narrativa absolutamente melancólica. Es un libro que refleja las experiencias de militantes comunistas de un pequeño pueblo que, después de involucrarse en partidos políticos de izquierdas (o en «el partido») y sentirse traicionados por el partido, se enfrentan a la corrupción de las propias vidas y valores cívicos durante la transición y los primeros lustros de la democracia. Esta novela sitúa a los personajes en una cena en la época del gobierno de Aznar. Utiliza esa reunión como momento narrativo presente desde el que volver al pasado y relatar el proceso de esas vidas que fueron revolucionarias en su juventud. Chirbes es un autor destacado con novelas muy reconocidas que capturan la transición y la corrupción y que está deslumbrando con la publicación póstuma de sus diarios.
¿Te interesan las narrativas nostálgicas?
Sí, y me gustaría tener tiempo para estudiarlas más a fondo dentro del marco europeo. Es un tema apasionante: cómo las personas y las sociedades revisan y reinterpretan sus experiencias pasadas en el contexto de los cambios sociales y políticos. Estudiar estos relatos nos ayuda a entender mejor los procesos históricos y las emociones humanas involucradas en ellos. No podemos prescindir de esta parte emocional de la Historia (con mayúscula) para entender qué está pasando en las democracias occidentales hoy mismo.
La transición política fue diferente en los dos países, ¿cómo influyó la literatura en estos dos países?
Esta es una pregunta difícil, pero lo que es cierto es que la transición portuguesa es especial porque fue una revolución. La Revolución de los Claveles es importante porque no terminó en un baño de sangre, lo cual es un contraste con otras revoluciones históricas. García Montero hacía pensar a Melchor Gaspar de Jovellanos esa síntesis sobre el periodo del terror en la Revolución francesa en el que «la libertad fue la rosa de todos los patíbulos». En cambio, la Revolución de los Claveles en Portugal, cuyos 50 años se están conmemorando, concluyó en un cambio político (¿transición o revolución?) pacífico, heroico y memorable.
En España, la guerra civil y la posterior dictadura de Franco dejaron una huella profunda en la literatura y la cultura. Las experiencias de la guerra, el exilio o la supervivencia bajo el franquismo, fueron mucho más violentas y traumáticas. La propia Teresa Pàmies, que participó en el momento revolucionario de Barcelona en 1936-37, en mayo de 1968 en París calificaba de «salvajadas y degollinas» insoportables aquellas formas revolucionarias, que veía como propias de pueblos atrasados culturalmente. La literatura portuguesa recoge una experiencia histórica distinta. En particular el papel del ejército fue muy distinto en ambos países: las guerras coloniales y el papel revolucionario del ejército aportan temas y contenidos a la literatura portuguesa muy distintos de la española. Hoy en día, en ese tercer momento de la literatura transicional europea, está teniendo tratamiento literario en portugués el tema de los retornados de las colonias. Destaca Isabela Figueiredo, traducida al español en Libros del Asteroide.
¿Cómo es esta periodización?
En el estudio de las literaturas transicionales europeas propongo como momento inicial 1968. Es una fecha clave —un acontecimiento monstruo diría Eric Hobsbawm— y generó literatura sobre la necesidad de cambios políticos, tanto en el este como en el centro y sur de Europa, amén de América Latina, Estados Unidos y Asia. El siguiente momento viene dado por la caída del muro de Berlín y la disolución de la Unión Soviética (1989-1991) y el inicio de lo que conocemos como globalización. El tercer momento lo marca la crisis financiera de 2008-2012, que provocó la revisión de los relatos transicionales.
En la Feria Literaria de Frankfurt 2022 España fue el país invitado. Las cinco conferencias importantes las hacen cuatro hombres y solo una mujer (Rosa Montero) y resulta que todos los conferenciantes están alrededor de los setenta años (Bernardo Atxaga, Vila-Matas, Pérez Reverte, Manuel Rivas). Todos ellos son integrantes de la generación literaria de la transición. ¿Por qué esos escritores de la generación literaria de la transición continúan ostentando esa representatividad?
Esto que me preguntas es muy curioso y tiene dos vertientes que he experimentado y pensado de diferentes maneras. Al filo de la conmemoración de los 50 años de 1968, en 2018, se percibía una sensación, sobre todo cuando todavía teníamos a Savater en El País y toda esta generación de intelectuales, de que ellos iban a durar siempre. Recuerdo el libro de Ignacio Sánchez-Cuenca La desfachatez del intelectual (2016) que en algún modo estuvo inspirado en la sensación de que ciertos intelectuales se sacaron un carnet en 1968 y, por ello, parecieron tener garantizado estar en el lado correcto de la historia de por vida. Manuel Cruz en La fecha sin blanco de la historia reflexionaba sobre una sensación análoga, pero desde la perspectiva generacional de los propios sesentayochistas.
En el relevo de esta generación hay un aspecto difícil de manejar intelectualmente, que son los revisionismos históricos. Para 2018, con el movimiento de los indignados y otras corrientes similares, se buscaba desde la izquierda acabar con ese establishment intelectual que surgió desde la izquierda cincuenta años atrás. Ha ocurrido que la idea de menospreciar el 68 o la transición ha sido incorporada por una corriente de ultraderecha que recorre Europa y América, que también ha escogido el 68 como fecha para oponerse y desmontar todo lo que se ha construido desde entonces invocando la igualdad, la justicia social, los derechos humanos y los de ciudadanía. Juan Pablo II, Sarkozy o Esperanza Aguirre se expresaron en este sentido.
Los escritores que surgieron durante la transición o en el periodo de normalización democrática hasta, digamos, los años 90, como Rosa Montero, Bernardo Atxaga, Vila-Matas, Pérez-Reverte y Manuel Rivas, continúan siendo representativos. En general sus obras han sido y son representativas de actitudes intelectuales y estéticas propias del momento de libertad que se vivió apasionadamente. En la libertad de su literatura también podemos leer un recordatorio de las luchas y logros pasados que aún tienen relevancia en el contexto actual.
No había un contradiscurso, ¿no?
Antes se podía revisar y criticar virulentamente desde la izquierda la socialdemocracia y los procesos de transición democrática. Quizá en este momento sea más conveniente pararse a pensar cuáles son los límites que el revisionismo de derechas impone a la expresión de determinados sentimientos de frustración y derrota revolucionaria proyectados sobre los procesos de democratización. Tengo una anécdota sobre esto. En 2017-2018, durante un viaje a Praga, me reuní con colegas interesados en nuestro trabajo sobre las transiciones. Un colega hispanista que había vivido en Moscú y se tocaba con un gorro frigio, me presentó a varias personas, incluida la traductora de Roberto Bolaño al checo, Anezka Charvátová. Finalmente, de los cuatro profesores que comimos juntos tras la reunión, los dos profesores que se identificaban con actitudes de derecha eran los checos. Los que procedíamos del sur de Europa nos identificábamos con actitudes de izquierda. El Telón de Acero ha provocado unas inversiones ideológicas a uno y otro lado del mismo que hay que revisar y conocer si se quiere avanzar en la construcción europea.
Además, interactuar con colegas del este de Europa nos hace ver lo difícil que es entenderse plenamente debido al «efecto espejo» que ha provocado esa división política y física implantada por el reparto territorial tras la II Guerra Mundial. Quiero decir que tenemos herencias ideológicas colectivas simétricas pero invertidas en cuanto a valores y connotaciones que afectan a términos como izquierda, derecha, progreso y revolución. Con el catolicismo ocurre algo parecido. Por ejemplo, la Revolución de los Claveles en Portugal es vista por la ciudadanía como un hito épico compartido, precisamente por ser una revolución, mientras que, al otro lado del telón de acero, las revoluciones y lo revolucionario no tienen la misma connotación. Conocer estas diferencias es importante si queremos construir una ciudadanía europea con derechos y valores compartidos.
¿No hay calidad en las generaciones posteriores? Escritores que hoy cumplen 60 años como Rafael Reig o Antonio Orejudo se quejan de haber sido relegados por culpa de la generación anterior.
Orejudo y Reig son dos escritores listísimos y descacharrantes. Han elaborado por separado una visión de la historia de la literatura española humorística sabia y escéptica. Es posible que ese escepticismo sobre la importancia de la literatura en la historia general esté basado en su propia experiencia de ser escritores de culto y de escueto volumen de ventas. En Los cinco y yo Orejudo plantea esta cuestión en los términos generacionales o biológicos que comentas. También la permanencia en el espacio público español de los que fueron jóvenes intelectuales del 68 y de los años 70 es una cuestión biológica: están vivos y en activo. Existe además una cuestión relacionada con el dinero y con la posibilidad de los escritores de profesionalizarse a través de la prensa. Los intelectuales de los 70 disfrutan o han disfrutado de unos contratos y remuneraciones con medios como El país a los que no han tenido acceso otros más jóvenes. Hoy en día el periodismo está mal pagado, como la colaboración de los escritores en la prensa. Este cambio comenzó ya a finales de los 90 y se acentuó con la crisis de 2008. Ha supuesto una reducción de las posibilidades que tiene un novelista de convertirse en un escritor profesional. La posibilidad que tiene un escritor de profesionalizarse solo en parte tiene que ver con su interés como artista o creador literario.
¿Por qué los escritores de la generación literaria de la transición han mantenido su representatividad y protagonismo en la literatura española?
Por lo que comentaba: el periodismo antes estaba bien pagado. Y esos escritores tenían buenos contratos y no han querido perderlos tras ingresar en una edad digamos provecta. Además, se me ocurre que cuanto más viejas se hacen las personas y se vuelven más frágiles, más piensan en que no saben cuánto dinero van a necesitar para conseguir morir dignamente. En definitiva, estos escritores han mantenido su representatividad no solo por su calidad literaria e intelectual, sino también por las circunstancias profesionales y contractuales que les han otorgado continuidad en medios de prestigio y relevancia en el panorama literario español.
¿Crees que el PSOE, durante la época de Felipe González, logró ganarse a la cultura en España?
El PSOE logró al menos cierta normalización cultural y un cambio en las relaciones entre la literatura valiosa y el poder. La construcción del Estado Cultural fue determinante. En los años 70, la cultura que se consideraba relevante era la del antifranquismo. Desde los años 60, España se fue transformando social, intelectual y literariamente digamos sobre el papel, en las revistas y los libros. La construcción del Estado Cultural llevó aparejada la transformación de las relaciones entre cultura y Estado. No fue fácil para la izquierda antifranquista acostumbrarse al nuevo marco en que la literatura y la cultura eran un derecho y estaban contempladas como tal en los presupuestos de los gobiernos democráticos centrales y autonómicos. Esta dificultad se ve en el famoso artículo de Rafael Sánchez Ferlosio, «La cultura, ese invento del gobierno» (El País, 22-11-1984), donde satirizaba la política cultural y su financiación porque, a su juicio, había transformado la cultura en una actividad festiva, lúdica, intrascendente y demasiado bien pagada, la cual carecía de ese sentido intelectual que fue propio de la oposición al franquismo y en momentos anteriores a la llegada de PSOE al poder.
¿Qué diferencias había entre los círculos intelectuales de Barcelona y Madrid?
Barcelona y Madrid tenían ambientes intelectuales distintos. En Barcelona, lugares como Boccaccio eran epicentros de cosmopolitismo y vida cultural glamurosa y desinhibida. En Madrid, el Café Gijón tenía otra dinámica y relevancia más centrada en la cultura autóctona. Las conexiones culturales en Barcelona estaban profundamente arraigadas en su historia y su economía. En Cataluña, había un poso de cultura y de dinero, con una tradición de saber vivir. Los ricos y las élites culturales tenían una presencia significativa en la ciudad.
El momento de la Gauche Divine en Barcelona fue un ejemplo de cómo las clases medias y altas podían influir en la cultura. Este grupo de intelectuales y artistas tenía recursos económicos y conexiones que les permitían vivir de una manera que hoy en día puede parecer ajena a las realidades de la mayoría. La sociedad ha cambiado mucho, y ahora cuesta entrever la disidencia de esa forma de vida tan privilegiada. Basta leer los estupendos libros de memorias de Esther Tusquets para sorprenderse con el perfil sociológico y familiar de estas gentes que pugnaron por ser libres en todos los sentidos y construyeron proyectos editoriales que han perdurado y que pudieron emprender gracias al dinero de sus familias.
¿Qué es el grupo de los 22? ¿Existe todavía?
El grupo de los 22 fue un momento interesante en la vida literaria de Zaragoza. Lo protagonizó un grupo de escritores jóvenes que se reunían en la Fonda la Peña, ya desaparecida, el día 22 de cada mes. Este grupo se fraguó para buscar un espacio en un contexto donde el protagonismo cultural en Zaragoza lo pautaba el aragonesismo, que se consideraba heredero legítimo y único de la cultura antifranquista. Figuras destacadas como José Antonio Labordeta y Eloy Fernández Clemente sancionaban esta legitimidad. Este grupo de escritores que menciono en el artículo al que te refieres no se ha profesionalizado, pero han escrito una obra interesante. Recomiendo la lectura de la poesía excelente de Jesús Jiménez (en Visor y La Bella Varsovia). Miguel Serrano, Ángel Gracia, Brenda Áscoz, o David Mayor y Patricia Esteban Erlés, que se ha convertido en una cuentista muy prestigiosa en Páginas de Espuma, la poeta Carmen Fleta o el ensayista Miguel Ángel Ortiz Alvero. El grupo del 22 representaba una apertura necesaria en la cultura aragonesista predominante. Finalmente, no ha cuajado completamente como un movimiento grupal significativo.
¿Cómo ha cambiado el rol de los cafés literarios con el advenimiento de lo digital? ¿Existen cafés virtuales hoy en día?
La historia de la literatura ha estado vinculada a los cafés, pero con la llegada de lo digital el panorama ha cambiado. Los cafés literarios tradicionales, como el Café Gijón en Madrid o Boccaccio en Barcelona que mencionábamos, han dado paso a espacios virtuales donde los escritores y sobre todo los aspirantes a escritores pueden coincidir y encontrar afinidades. Ha habido interesantes experiencias en los blogs, donde además de compartir lo que se escribe se han desarrollado toda clase de experimentos de creación colectiva. La red facilita la creación de obras literarias en versiones transmedia y permite que se encuentren gentes que comparten gustos que a veces no son visibles en librerías ni en los medios críticos habituales: suplementos o revistas. La red puede también funcionar como semillero de nuevas tendencias en la edición cuando reúnen a una comunidad suficiente en su entorno y visibilizan un «nicho» de lectores.
¿Es la nostalgia útil para el futuro?
Sí, la nostalgia puede ser útil para el futuro. Hay un libro muy bonito e interesante metodológicamente titulado El futuro de la nostalgia de Svetlana Boym, una académica americana de origen ruso. Ella plantea que hay dos tipos de nostalgia: una nostalgia reaccionaria que idealiza el pasado, y otra nostalgia que se proyecta hacia el futuro. Esta última es la nostalgia de haber perdido un espacio que fue tu hogar, pero que también fue un espacio complejo y difícil.
La nostalgia puede ser un sentimiento literario y político muy poderoso. Puede impulsar un deseo de revisitar el pasado para construir un mejor futuro. En un sentido análogo, pero con diferencias, el historiador Enzo Traverso ha escrito sobre la melancolía (La melancolía de la izquierda). Las derrotas de la izquierda revolucionaria se convierten para Traverso, o deben convertirse, en una disposición anímica y un uso de la razón. Sugiere que estas emociones melancólicas pueden tener un impacto significativo en nuestra comprensión y acción en el presente.
Traverso, sobre las derrotas de la izquierda dice: «La melancolía ya no es un mero sentimiento; se convierte en una disposición anímica, un uso de la razón». ¿Existe una cultura de la derrota en la literatura de la transición?
Sí, existe una cultura de la derrota en la literatura de la transición. La melancolía y la nostalgia juegan un papel importante en cómo se narran y se perciben los eventos históricos y políticos. En España, el denominado «pacto de silencio» en la transición influyó también en la narrativa literaria. Aunque siempre ha habido personas que han contado la guerra civil y las injusticias del franquismo, el silencio y el pacto de olvido han sido una carga difícil de superar.
El trabajo de Enzo Traverso es muy relevante en este contexto. Analiza cómo la melancolía de la izquierda se ha manifestado en diversas formas artísticas y literarias, y cómo estos sentimientos de derrota pueden ser transformados en una fuerza para el cambio y la reflexión crítica. La literatura de la transición en España ha estado marcada por una melancolía proyectada tanto sobre las pérdidas como sobre las esperanzas de un período de cambio profundo. Explorar esta cultura de la derrota es crucial para entender la historia sentimental y política de España, así como para valorar cómo estos sentimientos melancólicos de derrota pueden influir en el presente y el futuro.
En general, el trabajo de Traverso es muy sugerente. Él estudia la izquierda, sin duda porque fue un comunista del partido italiano Potere Operaio (1968-1973), alguna de cuyas secciones coqueteó con la lucha armada. Su trabajo analiza momentos históricos de derrota de revolución, como la muerte del Che Guevara, pero lo hace desde un punto de vista de historia cultural. Tiene un libro sobre la revolución que es un texto fundamental, aunque es en Melancolía de izquierda donde profundiza en cuestiones que son tanto de estética como de historia. Hace un estudio de la melancolía que va desde Leonardo da Vinci hasta representaciones plásticas contemporáneas, y me fascina.
Es aplicable a novelas también. Hay novelas que encajan en esta estética de la derrota. Chirbes, por ejemplo, en Crematorio, arranca el relato con la muerte de uno de los personajes y, a partir de ahí, de la imagen del revolucionario muerto —como el Ché— en el depósito de cadáveres, se desencadenan todos los monólogos de los otros personajes. Es una novela que participa de una estética de la derrota, que Traverso ha rastreado en algunos momentos y obras gráficas o visuales, pero que es aplicable a la literatura.
La idea de que hay una estética de la melancolía de la izquierda, una estética de la derrota de los movimientos revolucionarios, que determina manifestaciones artísticas plásticas y literarias me motiva para trabajar en los relatos transicionales desde este punto de vista.
¿Existió un pacto de silencio?
Yo prefiero hablar del tiempo de silencio del que habló Martín Santos. Hace poco Aurora Luque me contaba una historia sobre su abuela. En su familia había cinco hermanas, todas maestras. El padre de la abuela había viajado a Argentina, lo cual le había abierto un poco más la mente. Aurora se enteró hace poco de que su abuela había sido una de esas maestras depurada por el franquismo. Era algo que ni siquiera se sabía en su familia.
Su abuela fue maestra, durante la guerra civil, e intuyó que esto podía haber pasado, y hace cuatro días Aurora fue al gobierno civil a ver el expediente de su abuela. Descubrió que la abuela había sido juzgada, pero no fusilada, a diferencia de muchos otros que murieron tras un juicio sumarísimo. Me contaba cómo en los expedientes de la cajita que le dieron, la mayoría de los nombres estaban marcados con «fusilado». Esto ilustra el nivel de silencio y olvido que ha existido en España.
En otros lugares, como en el este, donde el enemigo era la Stasi, se hizo una política decidida e inmediata para que la gente pudiera acceder a ellos, aunque conocer quiénes eran los delatores e informantes fuera traumático. Aquí en España, aunque ha pasado tanto tiempo, el silencio está incrustado en nuestra sociedad. Prefiero el término «tiempo de silencio» de Martín Santos al «pacto de silencio» de la transición, porque ese pacto realmente no existió de la manera explícita que sugiere la palabra pacto. Otra cosa es la Ley de Amnistía, que sí entraña un pacto evidente. El silencio está incrustado sociológicamente y solo de manera paulatina y reciente se intenta abordar el hecho de que la mayor parte de la población española somos hijos, nietos y bisnietos de quienes pudieron permanecer en la España de Franco.
Javier Cercas escribe El impostor, donde denuncia la demagogia de los hechos. ¿Es esta demagogia de los hechos un lugar común en la literatura transicional del siglo XXI?
En los 90, hablando de novela, es cuando se empiezan a elaborar tramas que abordan el tema de la memoria histórica. Los textos edifican una memoria confusa sobre unos hechos inasibles. El jinete polaco (Premio Planeta 1991) de Muñoz Molina presenta dos personajes jóvenes que se conocen en Nueva York y descubren un pasado común que tiene que ver con la guerra civil de 1936. Esta toma de conciencia se produce en la literatura de los años 90, pero creo que es reflejo de una dinámica colectiva, que cuajará a principios de siglo con las asociaciones de memoria histórica y otras dinámicas colectivas y organizadas. Es decir, de repente se establece —en la literatura y quizá en las familias reales— una conexión entre los silencios del abuelo y la guerra civil. Sin embargo, esa conexión no se acaba de explicitar nítidamente, es una memoria interior, no una memoria histórica, sino una memoria familiar que a veces no consigue averiguar la verdad de los hechos. Es más recientemente, en el siglo XXI, cuando se entra de otra manera a denunciar, contar y realmente exponer con claridad lo que pasó. El tema de la memoria histórica sigue siendo controvertido; algunas personas consideran que es mejor no hurgar en el pasado.
La novela El impostor (2014) de Cercas plantea una paradoja interesante y se salva moralmente e intelectualmente porque lo que motiva su reflexión ocurrió realmente: Enric Marco se hizo pasar por superviviente de los campos nazis y fue homenajeado como tal por las políticas de memoria, justicia y reparación promovidas por el Estado a partir de 2007. Si se hubiera inventado la historia, podríamos estar ante una novela de tesis contra la memoria histórica, pero al ser un acontecimiento histórico, se abre una dimensión literaria y ética muy profunda, que es lo que seduce al autor. La novela Ayer no más (2012) de Trapiello está escrita contra la memoria histórica y cuenta una historia que muchas personas han vivido: ser hijo de un victimario, saber finalmente que tu padre fusiló al padre de alguien que conoces en tu pueblo. Hay pocas herramientas en España para asimilar ese linaje. Es frecuente en la vida y en la literatura que la posibilidad de descubrirnos esa ascendencia familiar genere un rechazo de plano.
¿Por qué se da ese despertar crítico que sustituye al descriptivo en la literatura transicional del siglo XXI?
Yo creo que hay un momento en España, y no solo en España, que obliga a una revisión de la democracia y de la socialdemocracia. La crisis de 2008 y los movimientos del 11M desempeñaron un papel importante en esto. La literatura y sus autores (Isaac Rosa, Belén Gopegui, también Rafael Reig que ya hemos mencionado, Benjamín Prado y muchos otros) se suman a esta revisión que responde a un clima social y político más crítico. El proyecto político del 15M que dio origen al partido Podemos tomó como piedra de toque intelectual el ataque a la idea de que en España hubo una transición modélica y pacífica. Particularmente influyente en el aspecto literario fue el libro CT, Cultura de la transición (2012), que cargaba contra la cultura de los 35 años de democracia. Su coordinador Guillem Martínez publicó en esta misma revista Jot Down (abril de 2013) un artículo titulado «El hundimiento cultural» abundando en una enmienda a la totalidad de la cultura del periodo democrático. Después de las elecciones de 2015 y de la emergencia institucional de Podemos fue reduciendo intensidad esta militancia contra la transición.
¿Cómo ves que el director del Instituto Cervantes esté haciendo política de la memoria histórica, de las fosas comunes, tan continuamente?
Bueno, a mí me parece legítimo. Luis García Montero tiene un perfil ideológico conocido y ha sido una figura destacada en la cultura española, especialmente en el ámbito de la poesía. Su orientación política puede generar controversia, pero también es cierto que el Instituto Cervantes tiene el potencial de ser la mayor plataforma para la promoción de la cultura y la lengua española en el mundo. La neutralidad que aporta la escueta enseñanza del idioma parece ser la tarea esencial de estas instituciones, pero también les compete abordar y mostrar el estado de la cuestión del país que representan, particularmente en temas de interés nacional e internacional como es la memoria histórica y la justicia transicional.
Hablando de ideología, ¿cómo habéis conseguido ese consenso político en los premios literarios de Barbastro, desde los años 70? Porque no debe ser fácil.
Pues esto muchas veces depende de las personas. Las personas que han estado al frente y quizás han tenido algo de ese denostado espíritu de la transición. Desde finales de los 80, los concejales y concejalas, aunque hayan sido de diferentes partidos, han mantenido una actitud muy interesante y colaborativa. El Ciudad de Barbastro y el Hermanos Argensola se han entendido como una institución cultural local y realmente es bastante prodigioso el respeto que se tiene hacia ellos. Dos cosas han sido claves: el talante y la actitud con la que se han llevado los premios desde siempre, porque fueron unos premios tolerados en el franquismo y eran a la vez una forma de hacer cultura más allá de lo permitido por el régimen; y la perseverancia en la continuidad y en la ambición para la ciudad que entraña la convocatoria y sostenimiento.
¿El respeto intelectual ha sido una constante?
Sí, el respeto intelectual ha sido fundamental. Me parece importante decir que el prestigio intelectual sigue existiendo, pese a influencers, youtubers y difusores de bulos sobre el presente y el pasado. Personas que se han hecho acreedoras de este prestigio por su trabajo y por la obra que han escrito, como son nuestros presidentes y vocales, no pueden ser ignoradas. el respeto a la trayectoria y por tanto al criterio de los jurados es un estandarte. Yo soy en este momento la encargada de velar por que ese prestigio intelectual presida el Certamen literario de Barbastro y el Festival Barbitania y gozo del respeto y el apoyo de los representantes políticos para mantener y acrecentar este prestigio.
Los premios literarios en general provocan suspicacias en torno a la imparcialidad de los jurados, en Barbastro se garantiza la libertad de criterio de los jurados y la oportunidad de ser leídos y tenidos en cuenta a todos aquellos que presentan un original.
En cuanto a los premios literarios en Barbastro, ¿cómo ha sido la evolución desde que se integraron en el Festival Barbitania?
El festival se inició para dar mayor visibilidad a los premios y dinamizar la vida cultural de la ciudad en torno a la presencia de los jurados en la ciudad cada año. En 2017, con la llegada de Blanca Galindo a la concejalía de Cultura, el Ayuntamiento, con Fernando Torres como alcalde, facilitó la financiación necesaria para dar forma al festival. Ahora, con un equipo externo increíble (Isidro Ferrer en el diseño gráfico con Anto Martínez, Mercedes Gutiérrez, Cristina Martínez de Vega y Laura Santaflorentina) así como con los técnicos del Área de Cultura (Ana Escartín y Javier Guirao) y la concejala Pilar Abad, el festival ha arraigado en solo tres ediciones, consiguiendo que la ciudad participe y se sienta parte de este proyecto cultural, que cuenta con una importante afluencia de público.
¿Por qué es importante reivindicar la cultura periférica?
Las periferias son esenciales para evitar el inmovilismo. La vida requiere movimiento y cambio, y dinamizar desde la periferia es muy enriquecedor. Crear un núcleo cultural en la periferia es una de las cosas más divertidas y gratificantes que me aporta todo este proyecto de CLB/Barbitania. Además, el Estado de las autonomías permite que ciudades como Barbastro puedan gestionar su propio presupuesto cultural y aspirar a proyectos tan relevantes como los de las grandes ciudades. Es fundamental para la cultura de nuestro país que las comunidades autónomas y los ayuntamientos gestionen bien sus recursos para la cultura, y en Barbastro se está haciendo un trabajo modélico en este sentido.
¿Qué proyectos para el futuro tiene el Festival Barbitania?
Tenemos muchos proyectos en mente. Queremos seguir creciendo y consolidándonos. Necesitamos solucionar algunos problemas logísticos fruto del crecimiento que ha experimentado Barbitania, como la contratación de personal para atender los exhaustivos procedimientos que exige la intervención en aplicación de la nueva ley de Administración Local. Es un reto importante, pero estamos trabajando en ello con la concejala Pilar Abad para que el festival cuente con recursos humanos adecuados en el Ayuntamiento y acabe de consolidarse como un referente cultural popular y de prestigio. El objetivo es seguir haciendo relevante la cultura periférica y mantener la alta calidad de los eventos y actividades que ofrecemos.
La justicia social no existe, es un argumentario comunista para expropiar los bienes a la sociedad, para redistribuirlo. Increíble que después del ‘fin de la historia’ que trajo la caída del Muro de Berlín, que certificó el fracaso aparentemente definitivo del modelo socialista, toda Europa (con la excepción de Italia, que ya veremos), esté bajo el yugo comunista. Con el aplauso de una sociedad totalmente entontecida, camelada con la estafa de la sanidad gratis, los derechos sociales y el empleo público, que no son otra cosa que pobreza.
En los 90, soñaba con una sociedad avanzada… la antítesis de lo que tenemos ahora.
¡Alerta!
Cabra argentina suelta por el prado.
Si no existiese la justicia social no existiría mundo. El hambre levanta revoluciones. Y situaciones delictivas de ataca a otro ser humano. En Latinoamérica hay ciudades con barrios fortificados. No se sabe quién vive en la miseria, si el de fuera con el hambre o el de dentro con su riqueza. Una cosa es el socialismo, otra el comunismo, otra la justicia social. Lo de sanidad universal ya ni lo discuto, es poco inteligente discutir una sanidad universal.
La nostalgia… el desencanto… sentimientos de decepción de aquellos jóvenes que se dedicaron con pasión a unas ideologías y creían tanto en ellas y en sus representantes que después vieron frustradas sus expectativas. Antes que ellos, los cristianos también tenían estas sensaciones cuando al final de sus vidas se daban cuenta de que los ideales que perseguían no eran más que humo. Los marxismos en todas sus variantes no hicieron otra cosa que crear molinos de viento, y lo mismo los movimientos derivados de la crisis del 2008, los del 11 M, los independentistas catalanes, los neofascista, que venden humo en forma de justicia social, de independencia, de derecho a decidir, de bienestar, todo es humo.
¿es todo esto la evolución natural humana? en absoluto, es un mal de juventud, de adolescencia, en la que los quijotes no han sido capaces de mirar la realidad tal y cual esta es y han seguidos ideas, utopías, y cuando llegan a la madurez vital se dan cuenta, como don Quijano, de que ha vivido dominado por sus locuras. Más estudio de la realidad y menos lecturas ideologizadas es la receta contra la desesperanza. Qué bueno era Cervantes que se dio cuenta de que si nos dedicamos a estudiar libros de caballerías (o libros sobre la cristiandad, o sobre el Corán, o sobre la torah, o sobre Marx, o de Hayek) caeremos siempre en esas distorsiones.
No somos culpables de haber caído en esa distorsión. Cada cual las suyas. Porque no ha tocado vivir un periodo fuertemente ideologizado por todas partes. Pero insistir en que la perspectiva ideológica de izquierdas es la manera correcta de ver las cosas…. que quiere que le diga, hay que desembarazarse de todas ellas para poder tener una vida plena y para poder juzgar mejor lo que pasa y sucede a nuestro alrededor.
Angel ha hecho una pregunta muy relevante con respecto a aquel elenco de escritores que parece dominar los medios / columnas que para mi no ha recibido una respuesta adecuada… la entrevistada mas bien esquiva la pregunta… aunque tal vez simplemente no encuentra respuesta, como yo….
Con alguna excepcecion como Enrique Vila-Matas y su Cafe Perec, apenas hay una semana en la que no me pregunto porque los que opinan en El Pais, que es lo que leo, siempre son los mismos…
…sobre todo el caso del superman de letras internacionales, Antonio Muñoz Molina, que se queda con la pagina de Tribuna todos los sabados de El Pais, desde que se murio Javier Marias, que no escribia en ese espacio, sino en otro, pero la entrega de dicha pagina de prime-time al mas bien irregular A.M.M coincidio con el muy triste fallecimiento de J Marias, y como tenian cierto pique, de baja intensidad pero algun rifi-rafe si ha habido, no podia sino relacionar la promocion de A.M.M con la ausencia de Marias, aunque tal vez el error es mio…
En todo caso, no entiendo porque el ex-director del Cervantes tenga dicha pagina todos los sabados desde hace dos años, que ademas su buena señora tiene otra columna otro dia, lo cual.me recuerda que Gregorio Moran nos cuenta en «El Cura Y los Mandarines» que Garcia Montero y Almudena Grandes se negaron a entrar en la Real Academia si no fuese como pac…je je je… absurdo pero ahi esta…
Sea verdad eso o ko, el mundo de la cultura en España huele a trap9s sucios, enchifiimo y mucho politequeo…
Ademas, el tono de estos escritores siempre es de arriba hacia abajo, que saben mas que nosotros sobre segun que tema.
Es un error de bulto para un escritor eso…
A ver, no soy anti Antonio Muñoz Molina ni anti Elvira Lindo, mucho menos anti Rosa Montero por ejemplo, pero son novelistas, y los novelistas no ven el mundo como los demas, tienen una forma de mirar al mundo bastante suyo y por eso escriben novelas…
Un historiador, un experto en ciencias politicas o sociologia o psicologia, ven la realidad de forma distinta, tienen otras referencias y otra forma de proceder. Un cientifico no daria mucha importancia a una casualidad, un novelista igual hace una novela de ella… Asi que tener la realidad filtrada por novelistas es un poco extraño…
Pero sobre todo, la apabullante frecuencia de sus intervenciones es lo que choca. Uno hace cuentas y resulta que has leido mas Antonio Muñoz Molina o Javier Ceecas que Stevenson o Shakespeare… que, que, que demonios, te dices…
En cuanto a Antonio Orejudo y desde luego Rafael Reig, son dos señores con ideas demasiado de izquuerdas para El Pais, eso es la respuesta a la pregunta que hace Angel…
«Fabulaciones Narraciones» de Orejudo es maravilloso por ejemplo….
«La crisis de 2008 y los movimientos del 15M desempeñaron un papel importante en la revisión crítica de la democracia y la socialdemocracia en la literatura transicional del siglo XXI»
Que esto te lo diga en una entrevista de Hacendado en YouTube María Consuelo, escritora de Wattpad, pase. Pero que lo diga una catedrática de literatura es hilarante.
«Tuvimos éxito en la transición porque logramos una constitución. Por ejemplo, los chilenos no tienen una constitución, lo cual es una diferencia significativa»
Churras con merinas y una demostración de ignorancia supina en ciencias políticas e historia de España. Antes del 78 España ya tenía constitución. Lo que se hizo en el 78 fue refrendar una la Ley 1/1977, de 4 de enero, para la Reforma Política, que permitió jurídicamente la eliminación de las estructuras franquistas cambiándoles de nombre. Y ya. Lo de la democracia os lo habéis tragado. Así nos va.
«En la Feria Literaria de Frankfurt 2022 España fue el país invitado. Las cinco conferencias importantes las hacen cuatro hombres y solo una mujer (Rosa Montero) y resulta que todos los conferenciantes están alrededor de los setenta años (Bernardo Atxaga, Vila-Matas, Pérez Reverte, Manuel Rivas). Todos ellos son integrantes de la generación literaria de la transición. ¿Por qué esos escritores de la generación literaria de la transición continúan ostentando esa representatividad? »
¿Y a quién se supone que tendrían que llevar de invitados? La que precisamente sobraba, porque como literata es un cero a la izquierda es Rosa Montero. De faltar alguien sería Matilde Asensi.
En fin, una entrevista que podría aportar cosas interesantes y se ha quedado de relleno. ¿Qué tipo de literatura se puede esperar en un tiempo de lloriqueos, reallitys, supuestos techos de cristal, ofendiditos etc? Pues la morralla que se puede encontrar en las estanterías de las librerías y en el catálogo de Amazon. ¿O es que de verdad esta señora espera que de los movimientos de disidencia controlada surja una literatura de enjundia? Y eso no es culpa de los carcamales que tenemos escribiendo columnas que ya nadie lee, ¿o es que esta señora tampoco se ha enterado de que ya casi nadie frecuenta esos «asilos intelectuales»? Estudian « las narrativas transicionales», que todo sea dicho se lo han inventado para justificar que en las universidades hacen algo, porque lo relevante en tanto a literatura ya está descrito y estudiado hasta la saciedad. Puro humo para justificar vivir de lo público. Por cierto, esta personas es relevante «en el mundo cultural español» como yo lo soy en el mundo del alpinismo, porque algún fin de semana subo a la sierra a darme una vuelta: se inventan un espacio de cultura y luego se colocan con preponderancia dentro de él.
Me desdigo de los paliativos expresado hacia Antonio Muñoz Molina…
Menudo pelmazo de tio. Menudo coñazo el y su buena señora…
Son insoportables. Del todo. Dos muy mediocres escritores que se mueven como pez en el agua en lo politico…
Ay de mi. Hay que tener un ego descomunal / enfermizo para ocupar el espacio que se llama ‘Tribuna’durante dos años sin decir nada de nada ademas..
Tribuna seria un espaxio del pueblo, como en Roma. No como estos dos.. Un ciudadano que habla de su especialidad y otro de la suya… 52 intervenciones en un año…
Eso es democracia en prensa, no un pesado megalamano como A Muñoz Molina…
Que tipo. Que ego. Que horror…