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Del fútbol de bar a las apuestas en línea, un recorrido por la afición deportiva moderna

futbolbar

Cuando el pensador Albert Camus reconoció en El mito de Sísifo, ensayo publicado en 1942, que al fútbol le debía las mayores certezas en torno a la moral y las obligaciones de los hombres, estaba asumiendo en este deporte la presencia de un cuerpo de doctrina que bien merece la pena tener en cuenta a la hora de las relaciones personales. El fútbol, a través de sus propios códigos, pautas y preceptos, encierra toda una regulación de las conductas individual y colectiva que ha venido manifestándose durante décadas en el aficionado medio.

De esta proyección casi religiosa que hemos decidido asignarle al asunto futbolístico llama la atención un detalle: a lo largo del tiempo cambian las formas y los escenarios, pero no la necesidad de compartir emociones con nuestros semejantes a partir de un mismo equipo de fútbol. Aunque el estadio funciona como el templo en el que discurre la acción y, por lo tanto, se convierte en el lugar predilecto para ver los partidos, esto no significa que la hinchada no pueda acceder a ellos desde otros espacios que también incluyen sus propios ritos y liturgias, su clima de intensidad, euforia y expectativa.

Es aquí donde entra la importancia que siempre ha tenido el bar, el bar como prolongación del graderío, como tribuna accesoria desde la que vivir frente a la pequeña pantalla toda la trama que se juega en el césped. Fue en 1959, todavía en los albores de la televisión pública española, cuando se emitió en este país el primer encuentro de fútbol, un Real Madrid-Barcelona. Se calcula que en aquel entonces, tan sólo un año después, había en España unas sesenta mil viviendas con televisor, una cifra insignificante que en los días de partido promovía el éxodo de aficionados hacia aquellos locales de hostelería que sí contaban con un aparato receptor.

Entre el servicio ofrecido por este tipo de establecimientos y la predisposición de los aficionados que no podían permitirse asistir al campo, surgió de manera natural una costumbre que, con diferentes intensidades a lo largo del tiempo, ha logrado llegar hasta nuestros días: la ceremonia de ir al bar cada fin de semana a ver un partido de fútbol. El hábito fue ensanchándose hasta hacer de estos espacios en hora punta un lugar de convivencia, de intercambio de emociones -tanto en la victoria como en la derrota-, de tertulia especializada en asuntos balompédicos y temas aledaños. Una atmósfera, en definitiva, capaz de generar vínculos afectivos entre iguales.

Para Jorge Alberto Meneses Cárdenas, sociólogo en la Universidad del Mar (México) y autor de El fútbol nos une: socialización, ritual e identidad en torno al fútbol, el consumo del deporte en estas coordenadas, partiendo además de un sentimiento de pertenencia a un club, funciona como un elemento que aúna todo tipo de imaginarios sociales. Desde esta casilla de salida, no resulta extraño que la cultura de bar durante los días de partido fuera consolidándose en las dos décadas posteriores. Si el aficionado continuó por esta senda en los años 70 y 80 no fue por la falta de televisores en los hogares —según el INE, superamos los doce millones al final de aquella época—, sino por la sensación de bienestar que se había construido a pie de barra.

Con la llegada de la televisión de pago a partir de 1990 la experiencia futbolística en estos locales vivió una nueva etapa de esplendor, a la que unos años más tarde se le sumó la popularización de internet, que regaló otras formas de encarar el fútbol, y estas ya no pasaban necesariamente por salir de casa. El aficionado, que no dejó de ir al bar, encontró a través de esta tecnología un elemento que le permitió añadir a los partidos un punto extra de intensidad; a mediados de los noventa aterrizaron las primeras casas de apuestas en territorio online. Algunas de ellas, que además proponían comparativas y análisis estadísticos de cada encuentro y que fueron precursoras de las que encontramos hoy en  https://apuestasonline.net/casas-de-apuestas/, propiciaron un horizonte de posibilidades que todavía estaba por descubrir.

Hasta ese momento, el entusiasmo y la adrenalina inherentes a la predicción de un resultado habían permanecido en manos de «La Quiniela», pero todo cambió en cuestión de meses. Los operadores que empezaron a funcionar en internet trajeron consigo un repertorio de pronósticos mucho más rico, proponiendo así una mayor jugabilidad a los apostantes y superando la hegemonía del clásico «1X2».  No sólo aumentó el número de variables sobre las que apostar (resultado, goles, número de córners, primer jugador en marcar, etcétera), sino que además se incluyeron ligas y competiciones de todos los países.

El avance de las nuevas tecnologías se encargó del resto, y es que a partir de los 2000 permitió sofisticar este tipo de plataformas y se dieron hitos tan reseñables como la aparición de las aplicaciones móviles de las casas de apuestas y la transmisión en directo de los eventos deportivos. La consolidación de este modelo de entretenimiento lleva años sosteniendo el buen rumbo de un matrimonio que ya parece indisoluble, el que forman las apuestas online y la tertulia de bar frente a un buen partido de fútbol.

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2 Comentarios

  1. Qué triste tiene que ser también para vosotros.

  2. Publirreportaje de una de las mayores perversiones asociadas al deporte, además, bastante mal escrito.

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