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El Cantar de los nibelungos a través del arte: Imperio romano, Richard Wagner, El Señor de los Anillos y La casa del dragón

El Cantar de los Nibelungos

La mitología germánica, nórdica y escandinava engloba a deidades ilustres como Wotan, Freya, Freyr o Loge, y personajes homéricos como a las valkirias o al héroe hermanado con el sol, Sigfrido del Cantar de los nibelungos, quien tiene su origen en la actual ciudad de Xanten, en Alemania. 

Este lego escritor no habla de las creencias religiosas, sino que se aventura a dar valor a la cultura y a la tradición y lleva por mantra la idea que defendía Pulci, poeta morgante de la época de Rafael Sanzio: «Me preguntáis mi fe: creo en el buen vino y en el capón de asado; el que cree en esto, se salva». 

Pero también es cierto que esta mitología hipostasiada ha permitido a las abstractas deidades y a los humanos heroicos no sucumbir al paso del tiempo y llegar hasta nuestros días convertidos en leyendas vivas del bestiario medieval. 

En concreto, estas figuras aparecen por primera vez en las sagas Volsungas, episodios breves de épica nórdica que tratan sobre pasajes heroicos y que narran las asechanzas de Sigfrido, o Sigurd, quien fuera baluarte alemán por excelencia. En las Eddas islandesas, en concreto en la Edda de Snorri, que es reconocida como la Edda menor, se cuenta la historia de la relación existente entre Sigfrido y la brava Brunilda, reina de las valkirias. 

Como apunte inicial para este repaso por la épica medieval y por las obras de arte que han llegado a nuestros días, debemos recordar en qué poema original nos basamos y cuál es su origen. Las primeras menciones al Cantar de los nibelungos nos llegan desde comienzos del siglo XIII, aunque hasta nuestros días tan solo han llegado tres manuscritos catalogados por las letras A, B y C, este último siendo el más actual y el más completo. La lírica alemana comenta que este es el poema del pueblo germano, equivalente a la Ilíada del norte, tal y como aseguraba Borges en sus estudios sobre literaturas germánicas. 

Pero ahondemos ahora en la perístasis del artículo y dejémonos llevar por las diferentes manifestaciones artísticas que han trasmitido las enseñanzas del Cantar de los nibelungos a través de la pintura o la escultura. 

Comenzamos este recorrido por la historia del Cantar de los nibelungos desde la romanización de las tropas de Quintilio Varo en la Alemania del siglo I después de Cristo. Como vemos, esta gran figura de veinticinco metros se yergue sobre el bosque de Teutoburgo, muy cerca de la actual ciudad de Detmold. Representa al héroe alemán Hermann, aunque muchos le conocen por el nombre que tomó cuando se infiltró entre las huestes romanas, siendo para siempre Arminio

Su vehemencia le permitió ascender en el poder hasta ser la mano derecha de Quintilio Varo, quien fuera el encargado de conquistar la zona teutona bajo la mano del primer emperador romano, Augusto. En el año 9 después de Cristo, Arminio convenció a Varo para cruzar el bosque de Teutoburgo y ello condicionó la táctica del ejército romano, quien se vio obligado a extenderse en una larga fila para pasar por los pantanosos y estrechos caminos del bosque. Hermann, siempre aliado con los pueblos bárbaros, condujo a una emboscada a sus hombres, que perecieron en uno de los desastres más sonados del Imperio romano

Si se preguntan qué tiene que ver esta historia tantas veces contada con Sigfrido y con el Cantar de los nibelungos, no les falta razón al pensar que se encuentran ambas leyendas muy alejadas la una de la otra. Pues bien, no se trata de versiones antitéticas, sino de la misma historia narrada de diferente manera. La estrategia de Arminio fue hacer que el ejército romano, inexpugnable en campo abierto y protegido con sus poderosas égidas de acero, se dividiera a lo largo del bosque de Teutoburgo para hacer que los alemanes, más experimentados en combates cuerpo a cuerpo, tuvieran la oportunidad de penetrar en la defensa de los romanos y teñir el bosque de sangre. 

De igual forma, el Cantar de los nibelungos comienza con la narración de las aceifas de Sigfrido y sus beligerantes enfrentamientos con seres mitológicos, como gigantes o dragones. La teoría actual maneja la posibilidad de que Arminio estuviese proyectado en el personaje de Sigfrido y que el dragón, sierpe ondulante, pudiera llegar a entenderse como aquel ejército romano alargado y dispuesto en forma de cola a lo largo de kilómetros. 

Esta teoría cobra importancia con la aparición de la leyenda de Mime, el herrero mitológico que crea la espada de Sigfrido, Balmung, con materiales ignotos para los habitantes de Centroeuropa y que destruye los yelmos y las armaduras de todo aquel al que se enfrenta. Al estar los bárbaros anclados en una metodología armamentística atávica, era el pueblo romano el que disponía de grandes materiales, como el hierro y el acero, que podían derrotar a cualquier enemigo. Por ello, se baraja la posibilidad de que Mime fuera un herrero romano y Sigfrido, ese Arminio que utiliza el acero de su gladius romano para derrotar a la bestia desde dentro. 

El Cantar de los Nibelungos
Krimilda llora el cadáver de Sigfrido.

Pasamos ahora a dos episodios de la historia central del Cantar de los nibelungos que nos pueden ayudar a realizar una exégesis del texto original. Nos topamos de bruces con un conocido pintor, Henri Fusli, quien diera vida a lady Macbeth en el anterior artículo y quien colocase la sangre azul sobre las manos de Macbeth. Fusli, enamorado de la tradición literaria, también estudió el poema germánico, consiguiendo trasladarnos hasta ese momento en el que la brava valkiria domeña al impávido Gunter, rey de Worms, cuando este intentaba abusar de ella. 

El análisis de esta obra es muy similar al que el artista realizaría años más tarde, con su ya famosa La pesadilla, y su pincelada, prácticamente imitada del anterior. Gunter, deseoso de Brunilda, acude al lecho para ejercer su violencia contra la valkiria, que terminará por atarlo de pies y manos y colgar su cuerpo de la pared. No está exenta esta escena de connotaciones sexuales, semejándose Gunter a unos testículos inútiles.

El Cantar de los Nibelungos
Noche de bodas de Gunther. Johann Heinrich Füssli.

Las semblanzas entre Gunter y esa especie de primate son clarividentes, y nos indican que Fusli reutilizaba muchas de las figuras de sus antiguos cuadros para los más contemporáneos. Así lo vemos también en La muerte de Sigfrido, donde el cuerpo del héroe alemán, en concomitancia con el de Krimilda, su mujer que lo llora, contienen rasgos luminosos que nos recuerdan a la figura de la mujer de La pesadilla. 

En efecto, Sigfrido pierde la vida tras una amarga traición, cargada de simbolismo. Pero su estela permanece a lo largo de la extensa obra, que prácticamente acaba de comenzar. Casi como si de Ned Stark se tratase, recordamos su breve aparición a lo largo de todo el Cantar. El tesoro de los nibelungos pasa a manos de Hagen. Les confieso que Hagen es uno de mis personajes favoritos y nada tiene que envidiar a los más avaros protagonistas de El Señor de los Anillos o Juego de tronos

Observamos el capítulo donde Hagen se desprende para siempre del oro, alimentando la leyenda de la existencia de un tesoro bajo las aguas del río alemán, en este cuadro de Peter Von Cornelius de 1859. En él nos fijamos en varios detalles. El primero es la postura erguida de Hagen, al que representa el autor con un yelmo alado, una espada, que será Balmung, y un escudo a la espalda, símbolo que siempre ha de acompañar al vasallo de Gunter. 

También nos debemos hacer eco de las ondinas, sirenas pertenecientes a la mitología germánica, y que guardan el tesoro del Rin de maleantes que desean arrebatárselo a la Madre Tierra. Este elemento no ha de pasar desapercibido, pues enlazamos directamente con la fuerza natural de la Tierra, representada por Erda en la Tetralogía del Anillo, de Richard Wagner. Especialmente en su ópera introductoria: El Oro del Rin

Erda convence a los dioses, entre ellos a Wotan y a Loge, de que abandonen el oro, que paguen a Fafnir y Fastolf el precio convenido por la construcción del Valhalla y que los gigantes sean presa de la ambición que inoportuna al ser humano. En esta primera entrega de la Tetralogía, formada por Sigfrido, La Valkiria y El Ocaso de los Dioses, se presentan los personajes del futuro drama operístico, que se basa en este Cantar, en las sagas Volsungas y en la Edda de Snorri y que devendrá, sin espacio para la duda, en el mundo fantástico de J. R. R. Tolkien.

El Cantar de los Nibelungos
Gunther manda a Hagen que oculte el tesoro en el Rin. Pintura de Peter von Cornelius.

Ya se han explorado las similitudes entre las novelas de Tolkien y el Cantar de los nibelungos, pero a simple vista podemos destacar la presencia del anillo mágico, que doblega a mundos y a reinos; el malvado enano corrompido por las promesas del oro, la lucha entre los reyes y la diatriba medieval que mana de la traición y del poder. 

Pero de igual manera nos encontramos con similitudes más actuales, donde el enfrentamiento entre Brunilda y Krimilda nos recuerda claramente a los conflictos entre las damas protagonistas de la precuela de Juego de Tronos: La casa del dragón. Les aseguro que no son pocas las referencias directas al Cantar, pero en concreto, en esta segunda temporada recién estrenada, habrán detectado la nueva introducción musical que precede al capítulo. En ella, se tejen mágicamente los recuerdos de la familia central y se observa el espacio analéptico del que provienen y el proléptico al que se dirigen. ¿Quieren conocer en qué se relacionan los detalles bordados en ese lienzo verde de la familia Targaryen con la historia textil del Cantar de los nibelungos

De resultas de estas investigaciones, muchos son los que, como Richard Wagner, Tolkien o G. R. R. Martin se han basado en el Cantar de los nibelungos para sus narraciones extraordinarias. Pero yo les recomiendo, antes de imbuirse en la ficción contemporánea, que se empapen de la antigua, con la preciosa edición de Cátedra Letras Universales, traducida por Emilio Lorenzo Criado, de el Cantar de los nibelungos que, aun teniendo ya casi treinta años, se conserva como ninguna otra en el mercado editorial. 

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