Elisa Talentino nació en Ivrea (Turín, Italia) en 1981. Realizó ilustraciones para The New Yorker, The New York Times o The Washington Post entre muchos otros. Ganó durante dos años consecutivos (2017/2018) la Medalla de Oro del 3×3 Mag Professional Show de Nueva York y ha sido seleccionada en concursos internacionales de ilustración como Ilustrarte (2014), Feria del libro infantil de Bolonia (2015) y Sociedad de Ilustradores. En 2020 publicó junto con Sara Gamberini el libro ilustrado Quando il mondo era tutto azzurro para la editorial infantil Topipittori, del que hablamos con ella en estas páginas. Realizó el cortometraje de animación Dandelion, que fue seleccionado en los principales festivales internacionales y del que también hablamos aquí. Una selección de sus obras forman parte de la Colección Permanente de la Farnesina de Roma, Colección de Arte Contemporáneo, del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación Internacional. Vive y trabaja en Turín.
Entramos en tu página web y nos recibe una pareja, bailando desnudos, interactuando a través de una flor, mirándose y siendo acariciados por lo que parece una agradable sábana de seda y una cálida brisa. Parecen estar al margen del mundo y del tiempo. ¿Hay algo más utópico que esta escena?
Dandelion (diente de león en castellano), es una danza antigua, un ritual de cortejo. Una flor de diente de león para soplar deseos. La animación que abre mi página web es un extracto de una obra que hice inspirada en un diálogo mudo entre cuerpos. Los dos bailarines danzan sobre una bourrée a dos tiempos: una danza con orígenes medievales que en este contexto asume significados sentimentales y amorosos, una transposición casi teatral de la dinámica de acercamiento y seducción. Los bailarines se acercan, se tocan y se alejan, se buscan y se evitan, sin tocarse jamás.
El diente de león es el oráculo de la primavera. Se dice que los amantes entregaban sus esperanzas a la flor y las hacían volar para hacerlas realidad. La banda sonora, compuesta por Julia Kent, es una bourrée contemporánea experimental basada en la estructura tradicional de la pieza.
Con el corto de animación Dandelion ganaste en el Glocal Film Festival, junto a la compositora Julia Kent. ¿Cómo surge este proyecto gráfico?
El proyecto Dandelion nació de una residencia de artistas que tuvo lugar en las zonas montañosas de la frontera entre Italia y Francia. El proyecto, denominado Borderscapes, contó con la participación de cuatro artistas italianos y cuatro franceses (directores, fotógrafos, ilustradores y compositores) llamados a contar con sus ojos una obra que expresara la historia y la atmósfera de los lugares fronterizos que los habían acogido.
En esta ocasión nació la colaboración con la violonchelista y compositora canadiense Julia Kent (cuya carrera comenzó en los años noventa, incluyendo álbumes en solitario, bandas sonoras y la colaboración con el grupo estadounidense Anthony and the Johnsons, que la hizo famosa entre el gran público). Julia toca un instrumento tradicional de manera contemporánea y su interpretación de la pieza original fue perfecta para la atmósfera de la animación.
Tu arte transmite paz, tranquilidad, y diría que en los escenarios de tu imaginario solo suceden cosas agradables. Un baile, un profundo sueño junto a simpáticos animales, un rato de lectura en plena naturaleza donde la fauna y la flora siempre se muestran bellas y frondosas. ¿Es tu arte una manera de «revelarte» ante la cruda realidad que vivimos actualmente?
El arte es para mí una forma de no perder el fino hilo que aún me une al sentimiento sutil de la infancia, donde la percepción de lo invisible era fuerte, tangible. Pasé mucho tiempo con los abuelos y los ancianos de la familia, custodios de un universo en el que la presencia de los antepasados, ángeles guardianes y oraciones / fórmulas mágicas para alejar el mal era constante. La magia era un elemento muy concreto de la vida, las viejas historias del pueblo, que algún familiar siempre juraba que eran ciertas, hacían real la posibilidad de encontrarme con un elfo en el bosque, un antepasado sentado en mi sofá o que mi difunta bisabuela me entregaría un mensaje a través de mi mascota.
Una frase del crítico de danza y escritor norteamericano Edwin Denby dice: «Hay un poco de locura en el baile que hace a todo el mundo mucho bien». ¿Quizás esta frase explica por qué en tu trabajo gráfico siempre aparece tanta gente bailando?
Puede ser que mi fascinación por el baile venga precisamente de mi incapacidad para bailar bien, al ritmo. Nunca he sido una gran bailarina, pero como muchas niñas, siempre he soñado con serlo. Podría pasar horas observando la perfección de sus movimientos, la magia de la coordinación y la inmensa cantidad de mensajes que un cuerpo puede expresar a través del gesto.
De alguna manera asocio la danza con la representación gráfica, desde algunos puntos de vista es un medio formidable para contar historias sin usar palabras.
Una gran maestra para mí fue Pina Baush. A ella le debo gran parte de mis estudios anatómicos, miré una y otra vez su grupo de danza para analizar los movimientos de los músculos, para entender cómo aporta gracia y elegancia al cuerpo humano.
Gracias a ella aprendí a transmitir la fuerza y la flexibilidad de los cuerpos y sobre todo a transmitir los estados de ánimo a través del lenguaje corporal, un aspecto muy importante para un ilustrador.
Estudiar a Pina me permitió comprender cómo un pequeño detalle en la posición del cuerpo, como la posición de un dedo, la forma en que sostienes los brazos o las piernas, puede sugerir una sensación, un sentimiento, un dolor y una pequeña variación de pose puede cambiar completamente el significado de la imagen.
El concepto de «utopía» es el eje central de este número. En tu libro Cuando el mundo era azul, que publicaste con Sara Gamberini, ¿Crees que vemos una historia muy cercana a lo que sería para ti una utopía? ¿Qué significa para ti la frase hecha de «un mundo utópico»?
Para mí, un mundo utópico es aquel en el que nuestras visiones mágicas comienzan a entrar en el mundo real. Mía, la niña protagonista de la historia, era una hechicera inconsciente, hace magia sin darse cuenta, y habla con una especie de gallinas místicas que están y no están, lo que me recordó mucho a los ángeles guardianes, tan elogiado por mi abuela durante mi infancia. En el libro representé a Mia como una niña normal, vestida con chándal, abrigo o pijama según la ocasión, porque a la magia no le gusta lucirse, ocurre discretamente en medio de las tareas diarias. Aunque siempre hay algún pequeño detalle encantador que escapa a nuestro control como las llamas juguetonas que se escapan del cuello o de la falda de la niña.
Mía, en mi imaginación, tiene acceso a una realidad paralela a la que conocemos: ve cosas que quizás existen pero que no son visibles para todos.
Anteriormente, en 2018, ganaste durante dos años consecutivos la Medalla de Oro del 3×3 Mag Professional Show de Nueva York. ¿Qué supuso este reconocimiento para ti?
Los premios ayudan a tener la confirmación del mundo exterior, ciertamente alivian un poco las inseguridades que inevitablemente tienen todos los autores y ayudan a consolidar la percepción de la profesionalidad del artista. En la práctica nada cambia, digamos que son una buena tarjeta de presentación para regalar a nuestros clientes.
The New Yorker, The New York Times, The Washington Post, Hachette, Bloomsbury Publishing, Yale University Press, La Repubblica, Il Corriere, Mondadori, Einaudi, Bur-Rizzoli, Bompiani, Il Saggiatore, Edizioni e/o, Istituto Goethe… ¿Qué le queda por hacer a Elisa Talentino?
Me gustaría mucho abrirme más a otros ámbitos de la creación artística, como el diseño, el arte urbano o la tridimensionalidad a través de la cerámica u otros materiales utilizados en la escultura. Antes de apuntarme a la Academia de Bellas Artes estudié cerámica en el bachillerato (un bachillerato artístico especializado en cerámica). Durante cinco años trabajé la tierra, aprendí los conceptos básicos de darle forma, vidriarla. Luego las elecciones profesionales me llevaron a la ilustración, pero estaría feliz de reabrir algunas puertas también a esta herramienta.
Nos preguntamos sobre proyectos en los que estás inmersa actualmente y dónde veremos tu arte en lo que queda de 2024.
Actualmente estoy trabajando en un libro de ficción ilustrada que habla de la simbiosis del hombre con la naturaleza, de abuelas y nietos y la transmisión de conocimientos ancestrales, las plantas y la botánica. Es una editorial que promueve valores sobre naturaleza, salud, ciencia, historia, ecología, cultura y arte. El libro debería salir en verano.
